I. HAY SALVACIÓN HOY. El apóstol dice: "sois salvos." No dice: "serán," o "ustedes pueden ser"; sino que dice: "sois salvos." No dice: "ustedes son parcialmente salvos," ni tampoco "en vías de ser salvos," ni tampoco "esperanzados en la salvación"; sino que dice: "por gracia sois salvos." Que este punto nos quede tan claro como lo era para Pablo, y no debemos descansar hasta saber que somos salvos. En este instante o somos salvos o no somos salvos. Eso es claro. ¿A cuál de los dos grupos pertenecemos? Espero que, por el testimonio del Espíritu Santo, podamos recibir la seguridad de nuestra salvación como para cantar: "Jehová es mi fortaleza y mi cántico, y ha sido mi salvación." No me voy a detener en este punto, sino que voy a pasar al siguiente.
II. LA SALVACIÓN PRESENTE DEBE SER POR GRACIA. Si se puede afirmar de alguien, o de cualquier grupo de personas "tú eres salvo," debemos agregar siempre las palabras "por gracia." No hay ninguna otra salvación hoy excepto la salvación que comienza y termina con la gracia. Hasta donde yo sé, no hay nadie en el ancho mundo que pretenda predicar o poseer una salvación disponible hoy, excepto aquellos que creen que la salvación es sólo por gracia. Nadie en la Iglesia Católica afirma ser salvo ahora, completamente y eternamente salvo. Afirmar eso sería una herejía para ellos. Algunos pocos católicos pueden esperar entrar al cielo cuando mueran, pero la mayoría de ellos tienen el miserable prospecto del purgatorio ante sus ojos. Vemos constantes solicitudes de oraciones a favor de las almas que han partido, y esto no sería necesario si esas almas fueran salvas, y glorificadas con su Salvador. Las misas por el reposo del alma apuntan a la salvación incompleta ofrecida por la Iglesia Católica. Y así es, puesto que la salvación ofrecida por el Papa es una salvación por obras, y aun si fuera posible la salvación por medio de buenas obras, ningún hombre puede estar seguro que ha hecho suficientes buenas obras para tener segura su salvación. No puede haber salvación presente a menos que sea sobre esta base: "por gracia sois salvos." Es algo digno de nuestra atención que nadie se ha levantado para predicar la salvación que podemos recibir hoy por medio de obras. Pienso que sería algo demasiado absurdo. Puesto que las obras no son terminadas, la salvación es incompleta; o si la salvación fuera completa, el principal motivo del legalista se habría desvanecido.
La salvación debe ser por gracia. Si el hombre está perdido por el pecado, ¿cómo puede ser salvo excepto por medio de la gracia de Dios? Si ha pecado, el hombre está condenado; y ¿cómo es posible que él, por sí mismo, pueda revertir esa condenación? Supongan que él guarda la ley todo el resto de su vida. Él solamente habrá hecho lo que siempre estuvo obligado a cumplir y todavía sería un siervo inútil. ¿Qué ocurrirá con su pasado? ¿Cómo pueden ser borrados sus pecados? ¿Cómo puede ser rescatado de su antigua ruina? De conformidad con las Escrituras, y de acuerdo con el sentido común, la salvación sólo puede ser posible por medio de la gracia de Dios que es inmerecida.La salvación en el tiempo presente debe ser por el favor inmerecido de Dios. Las personas pueden pretender la salvación por obras, pero no van a escuchar que nadie apoye su propio argumento diciendo: "Yo soy salvo por lo que he hecho." Eso equivaldría a una superficialidad vacía a la cual muy pocos hombres recurrirían. El orgullo difícilmente consideraría una presunción tan extravagante. No, si somos salvos, debe ser por el favor inmerecido de Dios ya esa es la única forma.
Para que la salvación sea completa debe por ser por causa del favor inmerecido. Cuando los santos se mueren, nunca acaban sus vidas esperanzados en sus buenas obras. Quienes han vivido las vidas más santas y útiles invariablemente miran la gracia inmerecida en sus momentos finales. Nunca he estado junto al lecho de algún hombre piadoso que haya depositado toda su confianza en sus oraciones, o en el arrepentimiento o en la religiosidad, u otra causa. . Pablo se refiere a esta salvación como que ya pertenece a los Efesios: "por gracia sois salvos." Los Efesios eran dados a artes exóticas y trabajos de adivinación. Por tanto habían hecho un pacto con los poderes de las tinieblas. Ahora, si gente como esa fue salvada, tiene que ser solamente por gracia. Así sucede con nosotros también. Nuestra condición original y nuestro carácter requieren que, si somos salvos de alguna manera, debemos agradecerlo al favor inmerecido de Dios. Yo sé que esto es así en mi caso; y creo que la misma regla es válida para los demás creyentes. Esto está bastante claro, y así continúo al siguiente encabezado :
III. LA SALVACIÓN PRESENTE POR GRACIA DEBE SER POR MEDIO DE LA FE. Una salvación presente debe ser por medio de la gracia, y la salvación por gracia debe ser por medio de la fe. Nadie puede asirse de la salvación por gracia por ningún otro medio que no sea la fe. Este carbón ardiente tomado del altar requiere de las tenazas de oro de la fe que deben transportarlo. Yo supongo que hubiera sido posible, si Dios así lo hubiera querido, que la salvación se hubiera podido obtener a través de las obras, y sin embargo también por medio de la gracia; pues si Adán hubiera obedecido perfectamente la ley de Dios, habría hecho solamente lo que estaba obligado a hacer, y así, si Dios lo hubiera recompensado, la propia recompensa habría sido de conformidad a la gracia, pues el Creador no le debe nada a la criatura.. La salvación por gracia sólo puede ser agarrada por la mano de la fe. Cualquier intento de tomarla llevando a cabo ciertos actos de la ley haría que la gracia se evaporara. "Por tanto, es por fe, para que sea por gracia." "Y si por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia. Y si por obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no es obra." Tampoco pueden alcanzar la salvación por gracia por medio de los sentimientos.
La mano de la fe está construida para agarrar la salvación presente por medio de la gracia, pero el sentimiento no está adaptado para ese fin. Si dices: "Debo sentir que soy salvo, debo sentir una cierta medida de tristeza y otra medida de gozo, o de lo contrario no voy a admitir que soy salvo," pronto encontrarás que este método no podrá dar una respuesta. Creer por medio de tus sentimientos sería lo mismo que ver con tu oído, o saborear con tu ojo, o escuchar con tu nariz. No son los órganos adecuados para eso.
IV. SALVACIÓN POR GRACIA POR MEDIO DE LA FE Y ESTO NO DE NOSOTROS. La salvación y la fe, y toda la obra de la gracia en su conjunto, no son de nosotros. En primer lugar no lo hemos merecido. No constituyen la recompensa por nuestros buenos esfuerzos del pasado. Nadie que no haya nacido de nuevo ha llevado una vida tan buena que Dios está obligado a darle mayor gracia, y a concederle la vida eterna; pues ya no sería más por gracia, sino como una deuda. La salvación nos es dada, nosotros no la ganamos. Nuestra vida inicial es siempre una vida de extravío lejos de Dios y nuestra nueva vida que constituye nuestro retorno a Dios es siempre el resultado de una misericordia inmerecida, derramada sobre quienes necesitan grandemente de esa misericordia, pero que nunca la han merecido. No es de nosotros en otro sentido, no viene de nuestra excelencia original. La salvación viene de arriba; nunca evoluciona a partir de nuestro ser interior. ¿Acaso la vida eterna puede desarrollarse de las costillas desnudas de la muerte? Algunos se atreven a decirnos que la fe en Cristo, y el nuevo nacimiento son únicamente el desarrollo de cosas buenas que permanecen escondidas en nosotros por naturaleza; pero en esto, como su padre, hablan por sí mismos. Señores, si un hijo de ira es dejado para que se desarrolle, ¡cada día será un mejor candidato para el lugar preparado para el diablo y sus ángeles! Pueden tomar al hombre que no ha sido regenerado y pueden educarlo hasta el más alto nivel; pero él permanece y debe permanecer para siempre muerto en pecado, a menos que venga un poder superior para salvarlo de sí mismo.
La gracia introduce en el corazón un elemento enteramente extraño. No mejora las cosas existentes ni las hace perpetuas; sino que mata y regenera. No hay continuidad entre el estado natural y el estado de gracia: el uno es oscuridad y el otro es luz; el uno es muerte y el otro es vida. La gracia, cuando nos llega, es como un carbón arrojado en el mar, donde ciertamente se apagaría con facilidad si no poseyera una cualidad milagrosa que es capaz de sorprender las inundaciones de las aguas, estableciendo su reino de fuego y luz aun en los abismos. V. "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios." La salvación puede ser llamada Teodora, o el don de Dios: y cada alma que es salva puede apellidarse Dorotea, que es otra forma de decir lo mismo. Multipliquen sus frases y amplíen sus exposiciones; pero si le seguimos la pista a la salvación hasta llegar a su fuente, encontraremos que toda ella está contenida en el don indecible, y en la bendición inmerecida y sin medida del amor. La salvación es el don de Dios, totalmente opuesto al concepto de un pago. Cuando un hombre paga a otro hombre su salario, hace lo correcto, y a nadie se le ocurriría abrumarlo de elogios por ello. Pero alabamos a Dios por la salvación porque no es el pago de una deuda, sino que es un don de la gracia. Nadie entra a la vida eterna en la tierra o en el cielo porque se lo ha ganado: es el don de Dios. Decimos: "Nada es más gratuito que un regalo." La salvación es tan puramente, tan absolutamente un don de Dios, que nada puede ser más inmerecido. Dios lo da porque Él decide darlo, de conformidad a ese grandioso texto que ha hecho que muchos hombres se muerdan el labio de rabia: "Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca." Todos ustedes son culpables y están condenados, y el Gran Rey perdona a quien quiere. Esta es su prerrogativa real. Él salva en Su infinita soberanía de gracia.
4.2. LA DOCTRINA DE LA GRACIA EN LA OBRA DE L. BERKHOF:
En la Teología Sistemática de Berkhof, la doctrina de la gracia se encuentra detallada en la cuarta parte de la obra, que es la concerniente a la Doctrina de la Aplicación de la obra de la Redención, en los apartados de la Soteriología, y dentro de las Operaciones del Espíritu Santo en General. En esta parte, Berkhof enfatiza que el Espíritu Santo es el dispensador de la gracia Divina, para lo cual nos dice: "No obstante, en la mayor parte de los pasajes en los que aparece la palabra charis se usa en el Nuevo Testamento significa la operación inmerecida de Dios en el corazón de los hombres, efectuada mediante la agencia del Espíritu Santo." Pág. 508.
Como ya tenemos acentuada la idea de que el Espíritu Santo es el agente de la gracia, el Cáp. Tercero de esta cuarta parte nos habla de la Gracia Común, haciendo la salvedad de que en la teología Reformada, esta Gracia no es parte de la soteriología como lo es en la teología arminiana.
El concepto de Gracia Común, es que se debe tener de la gracia que se extiende a todos los hombres, es la gracia general que esta sobre todo el que vive en la era del Evangelio, en contraposición a la Gracia Especial; por eso la Gracia Común: es Universal, porque cubre a todo ser viviente; es General, por ser dada a cada miembro de la raza humana; es una gracia Común del Pacto, ya que es común a todo el que vive en la esfera del Pacto, sea que pertenezca o no a los elegidos. Citando la Confesión de Westminster, se dice: "la gracia que de esta manera se proporciona es común, no en el sentido de se dé a todos los hombres en común, sino en el sentido de producir efectos que son ordinario, y que no alcanzan el grado de eficiencia realmente salvadora".
La Gracia Común se manifiesta en dones y operaciones de Dios. En sus bondades, en sus bendiciones naturales que derrama sobre los hombres, a pesar de que estos las deprecien, es la que reciben los elegidos y los no elegidos de Dios. Todos los vivientes las disfrutan sin discriminación, y que no es una gracia especial, porque no es salvadora. He aquí como resume Berkhof sus ideas sobre la Gracia Común: "Se puede decir, en general, que cuando hablamos de "gracia común", tenemos en mente una de dos cosas, (a) aquellas operaciones generales del Espíritu Santo por medio de las cuales El, sin renovar el corazón, ejercita tal influencia moral sobre el hombre, por medio de su revelación general o especial, que el pecado queda refrenado, el orden en la vida social queda sostenido, y se promueve la justicia civil; o (b) aquellas bendiciones generales, como la lluvia y el fulgor del sol, el alimento y la bebida, el vestido y el techo, las cuales Dios imparte a todos los hombres, en donde quiera, sin discriminación y en la medida que a El le parece buena."
La gracia especial está determinada mediante el decreto de elección. Esta limitada a los elegidos. La gracia especial remueve la culpa y la pena del pecado, cambia la vida y la limpia. La gracia especial también es irresistible, no queriendo decir que es una fuerza que obligue al hombre en contra de su voluntad. También la gracia especial opera de manera espiritual y es re-creativa, renovando toda la naturaleza del hombre.
Entre la Gracia Común y la Especial no existe en sentido temporal ninguna prioridad de una sobre la otra, aunque lógicamente la Gracia Especial esta sobre la Común, que le viene a estar subordinada.
La Gracia Común opera por cuatro medios, los cuales son a saber:
1. La luz de la Revelación de Dios: La Revelación es fundamental, porque sin ella, los otros medios serian imposibles, y de no ser imposible no funcionarían adecuadamente. Esta revelación es la que se manifiesta en la naturaleza, aunque en un sentido limitado se encuentra también en la Revelación Especial, pero como un de la Gracia Especial.
2. Los Gobiernos: Los gobiernos son un resultado de la Gracia Común. Argumenta Berkhof, de que en Romanos 13, Pablo dice que los gobiernos son ordenados por Dios para mantener el orden en la sociedad. La Confesión Belga dice que por causa de la depravación de la humanidad Dios a designados reyes, príncipes y magistrados, siendo una designación Divina de que el mundo se rija por sus leyes y sus reglamentos.
3. La opinión Publica: cuando la luz natural brilla en los corazones, esta se intensifica mediante la revelación especial, dando por resultado una opinión publica que está conforme con la ley de Dios; y esto alcanza una influencia tremenda en la conducta de aquellos hombres que son sensible a la Gracia Común, nos dice Berkhof.
La opinión pública es un medio de la Gracia Común cuando se ha formado bajo la revelación divina.
4. Castigos y Galardones Divinos: Esto es cuando Dios, por medios providenciales visita en esta vida a los hombres, y le castiga por sus maldades y a otros recompensas por sus obras buenas. Para Berkhof, los castigos tienen un efecto detergente, y las recompensas sirven como incentivo.
Los cinco frutos de la Gracia Común son:
1. El aplazamiento de la Ejecución de la Sentencia: En el Edén, Dios pronuncian la sentencia de muerte contra el hombre si este comía del árbol prohibido: el hombre comió del árbol, y la sentencia entró en ejecución, pero no se ejecutó toda en un instante. Es por la Gracia Común que no se ejecuta toda sentencia de muerte, pero a la misma vez no se deja de ejecutar. Dios le da oportunidad al pecador para que se arrepienta.
2. El Pecado se encuentra Frenado: Por la Gracia Común, el pecado se encuentra frenado en la vida del individuo y en la sociedad. Calvino dicen: "Pero debemos considerar que, a pesar de la corrupción de nuestra naturaleza, hay algún lugar para la gracia divina, una gracia que, aunque no purifique al hombre lo puede mantener sujeto con un freno interno." Este freno, dice Berkhof, puede ser externo e interno, o ambas cosas a la vez, pero no cambia el corazón.
3. La Conservación de Algún Sentido de Verdad, Moralidad y Religión: es por la Gracia Común que el hombre tiene algún sentido de verdad, el bien y la belleza. También por ella el hombre revela deseo por la verdad, por la moralidad, y hasta por la religión. Aquí se cita a Romanos 2:15, donde reviéndose a los gentiles que "muestran la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles sus razonamientos".
4. La Realización del Bien Público y la Justicia Civil: La Gracia Común capacita al hombre para cumplir con la justicia civil, esto es lo que es justo en asuntos civiles o naturales, a diferencia de lo que es justo en asuntos religioso. El hecho de que el hombre retenga pequeños residuos de lo que es bueno, eso le hace inexcusable; por solo el hecho de poder hacer el bien, es la mayor prueba de la Gracia Común, ya que el hombre en su estado caído esta imposibilitado para obrar bien.
5. Muchas Bendiciones Naturales: Es por la Gracia Común que el hombre recibe todas las bendiciones naturales de la vida presente. Dios bendice sin discriminación, es por eso que cada mañana son nuevas sus bondades, sin importar que caigan sobre justos o injustos. Por la Gracia Común, Dios bendice a los que los maldicen.
4.3. He aquí un resumen del sermón predicado por John Wesley, el 11 de junio de 1738, en la universidad de Oxford, y que el tituló:
LA SALVACION POR LA FE.
Por gracia sois salvos por la fe (Efesios 2:8).
1. Impulsos únicamente de gracia, bondad y favor, son todas las bendiciones que Dios ha conferido al hombre; favor gratuito, inmerecido; gracia enteramente inmerecida, pues que el hombre no tiene ningún derecho a la menor de sus misericordias. Movido por un amor espontáneo, "formó al hombre del polvo de la tierra y alentó en él…soplo de vida," alma en que imprimió la imagen de Dios; "y puso todo bajo sus pies." La misma gracia gratuita existe aún para nosotros. La vida, el aliento y cuanto hay, pues que en nosotros nada se encuentra ni podemos hacer cosa alguna que merezca el menor premio de la mano de Dios.
2. ¿Con qué, pues, podrá el pecador expiar el menor de sus pecados ¿Con sus propias obras Ciertamente que no; por muchas y santas que éstas fuesen, no son suyas, sino de Dios. A la verdad las obras todas del hombre son inicuas y pecaminosas, y así es que todos necesitamos de una nueva expiación. El árbol podrido no puede dar sino fruto podrido; el corazón del hombre está enteramente corrompido y es cosa abominable; se halla "destituido de la gloria de Dios;" de esa sublime pureza que al principio se imprimiera en su alma, como imagen de su gran Creador. No teniendo pues nada, ni santidad ni obras qué alegar, enmudece confundido ante Dios.
3. Ahora pues, si los pecadores hallan favor con Dios, es "gracia sobre gracia." Aún se digna Dios derramar nuevas bendiciones sobre nosotros y la mayor de ellas es la salvación. ¿Y qué podremos decir de todo esto, sino "gracias sean dadas a Dios por su don inefable" Y así es: en esto "Dios encarece su caridad para con nosotros, porque siendo aun pecadores, Cristo murió," para salvarnos; "porque por gracia sois salvos por la fe." La gracia es la fuente, y la fe la condición de la salvación.
Precisa por lo tanto, a fin de alcanzar la gracia de Dios, que investiguemos cuidadosamente:
I. Por medio de qué fe nos salvamos.
II. Qué cosa es la salvación que resulta de esta fe.
III. De qué manera se puede contestar a ciertas objeciones.
I. ¿Por medio de qué fe nos salvamos
1. En primer lugar, no es solamente la fe de los paganos. Exige el Creador de todos los paganos que crean: "que le hay, y que es galardonador de los que le buscan;" que se le debe buscar para glorificarlo como a Dios; dándole gracias por todas las cosas y practicando con esmero las virtudes de la justicia, misericordia y verdad para con los demás hombres.
2. Ni es, en segundo lugar, la fe del diablo; si bien ésta es más amplia que la del pagano; pues no sólo cree en un Dios sabio y poderoso, bondadoso en el premio y justo en el castigo; sino que Jesús es el Hijo de Dios, el Cristo, el Salvador del mundo; lo confiesa claramente al decir: "yo te conozco quién eres, el santo de Dios" (Lucas 4:34). Ni podemos dudar que ese desgraciado espíritu crea todas las palabras que salieron de la boca del Santo de Dios; más aún, todo lo que los hombres inspirados de la antigüedad escribieron, pues que dio su testimonio respecto de dos de ellos al decir: "Estos hombres son siervos del Dios alto, los cuales os anuncian el camino de salud." Todo esto cree el gran enemigo de Dios.
3. Tercero. La fe por medio de la cual somos salvos, en el sentido de la palabra que más adelante se explicará, no es solamente la que los apóstoles tuvieron mientras Cristo estuvo en la tierra; si bien creyeron en El de tal manera, que "dejaron todo y le siguieron;" aunque tenían poder de obrar milagros, "de sanar toda clase de dolencia y enfermedad;" más aún "poder y autoridad sobre todos los demonios;" y más que todo esto, fueron enviados por su Maestro "a predicar el reino de Dios."
4. ¿Por medio de qué fe, pues, somos salvos En general y primeramente se puede contestar: que es la fe en Cristo, cuyos dos únicos objetos son: Cristo, y Dios por medio de Cristo. Y en esto se distingue suficiente y absolutamente de la fe de los paganos antiguos o modernos. De la fe del diablo se diferencia por completo, en que no es una cosa meramente especulativa o racional; un asentimiento inerte y frío; una sucesión de ideas en la mente; sino una disposición del corazón.
5. En esto se distingue de la fe que los apóstoles tenían mientras nuestro Señor Jesucristo estuvo sobre la tierra: en que reconoce la necesidad y los méritos de su muerte y el poder de su resurrección. Reconoce su muerte como el único medio suficiente para salvar al hombre de la muerte eterna, y su resurrección como la restauración de todos nosotros a la vida y a la inmortalidad, puesto que "fue entregado por nuestros delitos, y resucitado para nuestra justificación."
2. Sois salvos (para comprender todo en una palabra) del pecado. Tal es la salvación por medio de la fe—la gran salvación predicha por el ángel antes que Dios mandase a su Unigénito al mundo: "llamarás su nombre JESUS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados;" y ni en esta ni en ninguna otra parte de las Escrituras se encuentra límite o restricción alguna. El salvará de todos sus pecados: del pecado original y actual, de los pasados y presentes; "de la carne y del espíritu," a todo su pueblo o, como está escrito en otro lugar, "a todos los que creen en él." Por medio de la fe en El están salvos de la culpa y el poder del pecado.
3. Primeramente, de la culpa de los pecados pasados; puesto que siendo todo el mundo culpable delante de Dios, por cuanto si Jehová mirase a los pecados, "¿Quién, oh Señor, podrá mantenerse" y "por la ley existe" solamente "el conocimiento del pecado," mas no el libramiento de él; y por el cumplimiento, de "las obras de la ley, ninguna carne se justificará delante de él," mas "la justicia de Dios por la fe de Jesucristo, para todos los que creen en él," y están "justificados gratuitamente por su gracia, por la redención que es en Cristo Jesús; al cual Dios ha propuesto en propiciación por la fe en su sangre, para manifestación de su justicia, atento a haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados."
4. Y estando salvos de la culpa, están libres del temor; no del temor filial de ofender, sino del miedo servil; de ese miedo que atormenta, del miedo del castigo, de la ira de Dios a quien ya no consideran como un señor duro, sino como un padre indulgente; porque no han recibido "el espíritu de servidumbre…mas habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos, Abba, Padre, porque el mismo Espíritu da testimonio a nuestro espíritu que somos hijos de Dios." Están asimismo libres del temor, si bien no de la posibilidad de caer de la gracia de Dios y perder sus grandes e inestimables promesas; de manera que tienen "paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo," se glorían en la esperanza de la gloria de Dios y "el amor de Dios está derramado en sus corazones por el Espíritu de Dios que les es dado."
5. Más aún: por medio de esta fe están salvos no sólo de la culpa, sino del poder del pecado. Así lo declara el apóstol cuando dice: "Sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados y no hay pecado en él; cualquiera que permanece en él, no peca" (1 Juan 4:5, etc.). "Hijitos, no os engañe ninguno: el que hace justicia, es justo, como él también es justo. El que hace pecado, es del diablo. Cualquiera que es nacido de Dios, no hace pecado, porque su simiente está en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios."
6. El que por medio de la fe es nacido de Dios, no peca: (1) con pecados habituales; porque todo hábito pecaminoso es pecado que reina, pero el pecado no puede reinar en los que creen; (2) ni voluntariamente; porque mientras permanece en la fe, su voluntad se opone por completo a toda clase de pecado y lo aborrece como veneno mortal; (3) ni por deseos pecaminosos, pues que constantemente desea hacer la santa voluntad de Dios y con el auxilio de la gracia divina, ahoga en su nacimiento cualquier pensamiento impuro; ni (4) peca por debilidades, de obra, palabra o pensamiento; puesto que sus debilidades no tienen el asentimiento de su voluntad, sin la cual no pueden en justicia reputarse como pecados.
7. Esta es pues la salvación que por medio de la fe se adquiere aun en este mundo; salvación del pecado y sus consecuencias, según lo expresa a menudo la palabra justificación que tomada en su sentido más lato significa libramiento de la culpa y del castigo, por medio de la expiación de Cristo que el alma del pecador se aplica a sí misma en el momento de creer, así como del poder del pecado por medio de Cristo, formado en su corazón. De manera que todo aquel que de este modo está justificado o salvo por la fe, ciertamente ha nacido otra vez. Ha nacido otra vez del Espíritu a vida nueva "que está escondida con Cristo en Dios."
III. La primera objeción que por lo general se presenta a lo anterior, es ésta:
1. Que la predicación de la salvación o la justificación por la fe solamente, es predicar en contra de la santidad y las buenas obras; a lo que se puede prestamente contestar:
"Eso sería cierto si predicásemos, como algunos lo hacen, una fe aislada de las buenas obras; pero la fe que enseñamos es productiva de buenas obras y santidad."
2. Conviene, sin embargo, considerarla más detenidamente y con especialidad ya que no es una objeción nueva, sino tan antigua como los tiempos de Pablo, puesto que desde entonces se preguntaba: "¿luego deshacemos la ley por la fe" A lo que luego contestamos: que todos los que no predican la fe, necesariamente la invalidan, ya sea directa y abiertamente por medio de limitaciones y comentarios que destruyen todo el espíritu del texto, o de un modo indirecto al no señalar los únicos medios de ponerla en práctica; mientras que nosotros, en segundo lugar, "establecemos la ley" no sólo al demostrar toda su amplitud y sentido espiritual, sino también invitando a todos a esta fuente de vida, para que "la justicia de la ley se cumpla en ellos." Los que confían en la sangre de Cristo únicamente, usan de todos los medios por El establecidos para hacer aquellas "buenas obras, las cuales Dios preparó para que anduviésemos en ellas;" tienen y hacen palpable su genio puro y santo, semejante a la mente de Cristo Jesús.
3. Mas la predicación de esta fe, ¿no desarrollará el orgullo en los hombres A lo que contestamos, que muy bien puede darse el caso y, por lo tanto, se debe amonestar muy fervientemente a todos los creyentes con las palabras del gran apóstol: "por su incredulidad" las primeras ramas "fueron quebradas, mas tú por la fe estás en pie. No te ensoberbezcas, antes teme; que si Dios no perdonó a las ramas naturales, a ti tampoco te perdonará. Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios. La severidad ciertamente en los que cayeron; mas la bondad para contigo, si permanecieres en la bondad; pues de otra manera tú también serás cortado." Y mientras que permanezcan en la fe, se acordarán de aquellas palabras de San Pablo anticipando y contestando esta misma objeción. "¿Dónde, pues, está la jactancia Es excluida. ¿Por cuál ley ¿De las obras No, mas por la ley de la fe" (Romanos 3:27). Si el hombre se justificara por sus obras tendría de qué gloriarse; mas no hay gloria para el que "no obra, pero cree en aquel que justifica al impío" (Romanos 4:5). El mismo sentido tienen las palabras que anteceden y las que siguen al texto. "Empero Dios, que es rico en misericordia, por su mucho amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo; por gracia sois salvos; y juntamente nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los cielos con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros, las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Porque por gracia sois salvos por la fe; y esto no de vosotros" (Efesios 2:4-8). Ni la fe ni la salvación vienen de vosotros: "es don de Dios," don gratuito, inmerecido; la fe por medio de la cual sois salvos, lo mismo que la salvación que os ha dado, son por su gracia y misericordia. Que creéis, es una manifestación de su gracia, y que al creer seáis salvos, es otra. "No por obras para que nadie se gloríe," puesto que todas nuestras obras, nuestra justicia que teníamos antes de creer, no merecían de Dios otra cosa sino la condenación; tan lejos estábamos de merecer, por nuestras propias obras, la fe que nunca se recibe como premio de buenas obras. Ni es la salvación el resultado de las buenas obras que hacemos después de creer, porque entonces es Dios quien obra en nosotros, y que nos dé un premio por las obras que El hace, sólo manifiesta lo infinito de su misericordia, pero no nos deja nada de qué gloriamos.
4. A pesar de todo esto, ¿no se corre el peligro, al hablar de esta manera de la misericordia de Dios que salva y santifica sólo por la fe, de inducir a los hombres a pecar Ciertamente que lo hay y muchos continúan en el pecado "para que la gracia abunde," mas su sangre sea sobre sus cabezas. La bondad de Dios debería impulsar al arrepentimiento y esta es la influencia que ejerce en los corazones sinceros. Sabiendo que El perdona, le piden fervientemente que borre sus pecados por medio de la fe en Jesús; y si ruegan con instancia y no desmayan, si lo buscan por todos los medios que El ha establecido, si se rehúsan a "ser consolados" hasta que El venga, El vendrá y no se tardará.
5. Considerada esta misma verdad bajo otro punto de vista, ofrece una objeción muy diferente de la anterior. "Si no pueden los hombres salvarse a pesar de sus buenas obras, muchos se darán a la desesperación." Sí, por cierto: perderán la esperanza de salvarse por sus propias obras, sus propios méritos, su justicia. Y así debe ser, porque ninguno puede confiar en los méritos de Cristo, hasta no haber completamente renunciado a los suyos propios; y los que tratan de "establecer su propia justicia" no obtienen la justicia de Dios, puesto que mientras confían en la justicia que pertenece a la ley, no se les puede dar aquella que pertenece a la fe.
6. Pero se dice que esta es una doctrina poco consoladora. El diablo habló como quien es, el padre de la mentira y el embuste, cuando sugirió a los hombres semejante idea. Es la doctrina consoladora por excelencia, "llena de consuelo," para todos los pecadores que se han destruido y condenado a sí mismos. "Todo aquel que en él creyere no será avergonzado…porque el mismo que es Señor de todos, rico es para con todos los que le invocan." Aquí hay consuelo tan alto como los cielos, más fuerte que la misma muerte. ¿Qué ¿Misericordia para todos ¿Para Zaqueo, el ladrón del público ¿Para María Magdalena, una miserable pecadora Parece que escucho a alguno que dice: "Entonces también para mí, aun para mí hay misericordia." Y así es, pobre alma, a quien nadie ha consolado. Dios no despreciará tu oración; tal vez muy presto te dirá: "confía hijo, tus pecados te son perdonados;" de tal manera perdonados, que ya no te dominarán más, sino que el Espíritu Santo dará testimonio con tu espíritu de que eres hijo de Dios. ¡Oh las buenas nuevas, nuevas de gran gozo para todo el pueblo!
7. Cuando ya no hay más objeciones que presentar, se nos dice que no se debería predicar la salvación por la fe como la doctrina principal o mejor dicho, que no se debe enseñar. Pero ¿qué dice el Espíritu Santo "Nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo;" de manera que el tenor de nuestra predicación es y deberá ser: "cualquiera que crea en él será salvo." "Ahora bien, pero no a todos." ¿A quién entonces debemos predicar ¿A quiénes exceptuamos ¿A los pobres De ninguna manera, supuesto que tienen derecho especial a que se les predique el Evangelio. ¿A los ignorantes Tampoco. Dios ha revelado estas cosas a los humildes y a los ignorantes desde el principio.
8. Muy especialmente debemos predicaros en la actualidad, que "por gracia sois salvos por la fe," porque nunca ha sido tan necesaria esta doctrina como en nuestros días, y sólo ella puede impedir el desarrollo entre nosotros del romanismo, cuyos errores es imposible atacar uno a uno. La doctrina de la salvación por la fe los ataca de raíz y todos caen cuando ésta queda establecida. Llama nuestra Iglesia a esta doctrina la roca eterna y la base de la religión cristiana, que primeramente hizo huir al papado de estos reinos; y sólo ella puede evitar que vuelva. Sólo esta enseñanza puede detener ese desarrollo de la inmoralidad que se va extendiendo por toda la nación. ¿Podéis vaciar gota a gota el océano Pues mucho menos podréis por medio de persuasiones, destruir los vicios que nos afligen; pero procurad "la justicia que es de Dios por la fe," y veréis cómo todo se puede. Sólo esto puede hacer enmudecer a aquellos que se glorían en su vergüenza y abiertamente "niegan al Señor que los rescató."
9. Es por esto que el demonio ruge siempre que se predica al mundo "la salvación por la fe;" y por esto movió el infierno y la tierra para destruir a aquellos que primeramente la predicaron. Por esta misma razón, sabiendo que la fe sola puede desmenuzar los fundamentos de su reino, llamó a todas sus fuerzas y empleó todos sus artificios, mentiras y calumnias para asustar a Martín Lutero que la revivió. Y no es de asombrarse, porque como dice aquel santo varón de Dios: "¡cómo no se enfurecería un hombre fuerte y soberbio, bien armado, a quien marcase el alto y venciese un niño, tan sólo con una pequeña varita en su mano!" especialmente si sabía que ese niño lo vencería y hollaría bajo sus plantas. Así es, Señor Jesús. Siempre tu fuerza "en la flaqueza se perfecciona." Ve pues, criatura que crees en El y "¡su mano derecha te mostrará cosas terribles!" Aunque seas débil como un recién nacido, el enemigo fuerte no podrá estar delante de ti; tú prevalecerás sobre él, lo derribarás y hollarás bajo tus pies. Marcharás adelante bajo el gran Capitán de la salvación, "conquistando y a conquistar," hasta que todos tus enemigos sean destruidos y la muerte sorbida en la victoria.
"A Dios gracias, que nos da la victoria por el Señor nuestro Jesucristo." A quien, con el Padre y el Espíritu Santo sean dados toda honra, majestad, poder, dominio y gloria, por siempre jamás. Amén.
4.4. La gracia vista por Dietrich Bonhoeffer, según aparecer en el capitulo primero de su libro: El Precio de la Gracia.
LA GRACIA CARA
La gracia barata es el enemigo mortal de nuestra Iglesia. Hoy combatimos en favor de la gracia cara. La gracia barata es la gracia considerada como una mercancía que hay que liquidar, es el perdón malbaratado, el consuelo malbaratado, el sacramento malbaratado, es la gracia como almacén inagotable de la Iglesia, de donde la toman unas manos inconsideradas para distribuirla sin vacilación ni limites; es la gracia sin precio, que no cuesta nada. Porque se dice que, según la naturaleza misma de la gracia, la factura ha sido pagada de antemano para todos los tiempos. Gracias a que esta factura ya ha sido pagada podemos tenerlo todo gratis. Los gastos cubiertos son infinitamente grandes y, por consiguiente, las posibilidades de utilización y de dilapidación son también infinitamente grandes. Por otra parte, ¿que seria una gracia que no fuese gracia barata?
La gracia barata es la gracia como doctrina, como principio, como sistema, es el perdón de los pecados considerado como una verdad universal, es el amor de Dios interpretado como idea cristiana de Dios. Quien la afirma posee ya el perdón de sus pecados. La Iglesia de esta doctrina de la gracia participa ya de esta gracia por su misma doctrina. En esta Iglesia, el mundo encuentra un velo barato para cubrir sus pecados, de los que no se arrepiente y de los que no desea liberarse. Por esto, la gracia barata es la negación de la palabra viva de Dios, es la negación de la encarnación del Verbo de Dios.
La gracia barata es la justificación del pecado y no del pecador. Puesto que la gracia lo hace todo por si sola, las cosas deben quedar como antes. «Todas nuestras obras son vanas». El mundo sigue siendo mundo y nosotros seguimos siendo pecadores «incluso cuando llevamos la vida mejor». Que el cristiano viva, pues, como el mundo, que se asemeje en todo a el y que no procure, bajo pena de caer en la herejía del iluminismo, llevar bajo la gracia una vida diferente de la que se lleva bajo el pecado. Que se guarde de enfurecerse contra la gracia, de burlarse de la gracia inmensa, barata, y de reintroducir la esclavitud a la letra intentando vivir en obediencia a los mandamientos de Jesucristo. El mundo esta justificado por gracia; por eso -a causa de la seriedad de esta gracia, para no poner resistencia a esta gracia irreemplazable- el cristiano debe vivir como el resto del mundo.
Le gustaría hacer algo extraordinario; no hacerlo, sino verse obligado a vivir mundanamente, es sin duda para el la renuncia mas dolorosa. Sin embargo, tiene que llevar a cabo esta renuncia, negarse a si mismo, no distinguirse del mundo en su modo de vida. Debe dejar que la gracia sea realmente gracia, a fin de no destruir la fe que tiene el mundo en esta gracia barata. Pero en su mundanidad, en esta renuncia necesaria que debe aceptar por amor al mundo -o mejor, por amor a la gracia- el cristiano debe estar tranquilo y seguro (securus) en la posesión de esta gracia que lo hace todo por si sola. El cristiano no tiene que seguir a Jesucristo; le basta con consolarse en esta gracia. Esta es la gracia barata como justificación del pecado, pero no del pecador arrepentido, del pecador que abandona su pecado y se convierte; no es el perdón de los pecados el que nos separa del pecado. La gracia barata es la gracia que tenemos por nosotros mismos.
La gracia barata es la predicación del perdón sin arrepentimiento, el bautismo sin disciplina eclesiástica, la eucaristía sin confesión de los pecados, la absolución sin confesión personal. La gracia barata es la gracia sin seguimiento de Cristo, la gracia sin cruz, la gracia sin Jesucristo vivo y encarnado.
La gracia cara es el tesoro oculto en el campo por el que el hombre vende todo lo que tiene; es la perla preciosa por la que el mercader entrega todos sus bienes; es el reino de Cristo por el que el hombre se arranca el ojo que le escandaliza; es la llamada de Jesucristo que hace que el discípulo abandone sus redes y le siga.
La gracia cara es el Evangelio que siempre hemos de buscar, son los dones que hemos de pedir, es la puerta a la que se llama. Es cara porque llama al seguimiento, es gracia porque llama al seguimiento de Jesucristo; es cara porque le cuesta al hombre la vida, es gracia porque le regala la vida; es cara porque condena el pecado, es gracia porque justifica al pecador. Sobre todo, la gracia es cara porque ha costado cara a Dios, porque le ha costado la vida de su Hijo -«habéis sido adquiridos a gran precio»- y porque lo que ha costado caro a Dios no puede resultarnos barato a nosotros. Es gracia, sobre todo, porque Dios no ha considerado a su Hijo demasiado caro con tal de devolvernos la vida, entregándolo por nosotros. La gracia cara es la encarnación de Dios.
La gracia cara es la gracia como santuario de Dios que hay que proteger del mundo, que no puede ser entregado a los perros; por tanto, es la gracia como palabra viva, palabra de Dios que el mismo pronuncia cuando le agrada. Esta palabra llega a nosotros en la forma de una llamada misericordiosa a seguir a Jesús, se presenta al espíritu angustiado y al corazón abatido como una palabra de perdón. La gracia es cara porque obliga al hombre a someterse al yugo del seguimiento de Jesucristo, pero es una gracia el que Jesús diga: «Mi yugo es suave y mi carga ligera».
CONCLUSIONES FINALES
La doctrina de la Salvación por Gracia tiene una relevancia importantísima para la experiencia porque declara que las necesidades mas profundas de la vida no se dejan al azar, la suerte o el destino. Están bajo el control del Eterno Dios Todopoderoso, quien nos ha amado con un amor eterno. El interés salvífico de Dios por nosotros se extiende desde la eternidad hasta el futuro ilimitado. La vida humana está dentro del círculo del plan eterno de Dios para nuestro bien.
Es por la Gracia de Dios, ejercida por la presencia del Espíritu Santo en nuestros corazones, gracia a la intersección de Jesucristo el Hijo Eterno, que podemos vivir la vida con fe, esperanza y amor, en lugar de desesperarnos, angustiarnos y vivir con temor. La Gracia cambia nuestras vidas aquí y ahora. La certeza de que somos elegidos de Dios, nos ayuda a soportar las pruebas, ya que el don incomparable de su Hijo, Dios rodeó al mundo entero con una atmósfera de Gracia tan real como el aire que circula alrededor del globo, y todos los que decidan respirar esta atmósfera vivificante vivirán.
Es por la Gracia redentora que se paga nuestro rescate del poder de Satanás, del mundo y de la carne. La Gracia de Cristo separa el pecado contaminante y corruptor de nuestras almas. Por la Gracia redentora, el Espíritu Santo destruye las obras del diablo. Es por esa Gracia y por la eterna misericordia de Dios, que todo el que acepte por la fe el sacrificio de Cristo en la cruz del Calvario, que beberemos de la fuente de agua de vida, comeremos de los frutos del árbol de vida y entraremos por las puertas perlinas de la santa Jerusalén.
Bibliografía
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Berkhof L. Sumario de Doctrina Cristiana. Edision On line.
Blazen I. (2005) La Doctrina de la Salvación. Gemas Editores. México.
Fowler J. (2005) La Doctrina del Pecado. Gemas Editores. México.
González J. (1994) Historia del Cristianismo. Editorial Unilit. Florida, EE.UU.
White E. (1968) El Deseado de Todas las Gentes. Pasific Press. California, EE.UU.
Santa Biblia. Traducción Reina-Valera. 1990. Sociedad Bíblica Emmnanuel, Miami, EE.UU.
Autor:
Humberto R. Méndez B.
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