El Gran Chaco visto por investigadores y expedicionarios del Instituto Geográfico Argentino
Enviado por Héctor Rubén Borrini
1. El Instituto Geográfico Argentino
2. La navegación de los ríos Pilcomayo y Bermejo
Una continuidad entre dos siglos
El Bermejo. Otro río para el mismo fin
A fines del siglo XIX el Estado argentino inició un sostenido proceso de integración de los "territorios indios del norte" coincidentemente con la implementación de un modelo de país proveedor de materias primas a los países dominantes de Europa. Viajeros, científicos, misioneros y funcionarios militares y civiles se internaron en el Chaco con el fin de proporcionar conocimientos geográficos, económicos y socio-antropológicos que sirviesen de base científico-técnica para la política estatal. El objetivo de esta ponencia es reseñar, describir e interpretar varios de estos informes que fueron publicados en el Boletín del Instituto Geográfico Argentino.
1. El Instituto Geográfico Argentino
La organización institucional y política del Estado argentino y la prosperidad económica logradas en la segunda mitad del siglo XIX, marcaron el punto de partida de una intensa labor cultural, fruto de la cual fue el nacimiento de importantes instituciones científicas, educativas y culturales. (1)
En este marco fue creado en 1879 el Instituto Geográfico Argentino. A iniciativa de Estanislao Severo Zeballos se reunió un grupo de "amigos de la geografía" en el salón de Redactores del diario La Prensa, el 6 de febrero de 1879, a fin de cambiar ideas sobre la fundación de una sociedad geográfica en Buenos Aires. Entre las dieciséis personas presentes se encontraban marinos, militares, ingenieros, profesores y exploradores. (2)
Entre los objetivos que debería cumplir la sociedad, Zeballos mencionó la exploración y descripción de los territorios, costas, islas y mares adyacentes de la República Argentina; hacer conocer al país en el extranjero por medio de una revista; y escribir una geografía argentina. (3)
Se encomendó entonces la redacción de un proyecto de bases y un reglamento general, que fue aprobado el 19 de febrero del mismo año, oportunidad en que se eligió una comisión directiva provisoria presidida por Zeballos. De este modo nació el Instituto Geográfico Argentino, noble institución que habría de realizar una destacada acción de promoción y difusión de los estudios geográficos durante medio siglo.
En su larga trayectoria es posible establecer dos etapas: la primera desde su fundación hasta 1922; y la segunda de 1924 a 1930; cada una con sus momentos brillantes y otros de decadencia, provocados en gran medida por las contingencias políticas y económicas que atravesó el país.
Estanislao Zeballos presidió el Instituto entre 1879 y 1884, que fue la época más notable, en la cual promovió y apoyó exploraciones, primero a la Patagonia y luego al Chaco; se dictaron conferencias, se inició la gran obra que fue el Atlas y Mapa de la República Argentina y se publicaron artículos de sumo interés en las páginas de su Boletín. El número de socios aumentó considerablemente y el Instituto se relacionó con sociedades geográficas del mundo entero a través de congresos, correspondencia y canje de publicaciones. (4)
Entre 1885 y 1888 el Instituto fue presidido por el ingeniero Luis Augusto Huergo, quien continuó con la labor desplegada por Zeballos. Respecto de las expediciones que patrocinó y de las descripciones que como resultado de ellas se publicaron en el Boletín, en un Informe sobre su labor puede leerse:
"… El Instituto se halla empeñado en dar a conocer por todos los medios estas regiones, a fin de que el agricultor, el ganadero, el hombre de trabajo, en fin, vaya a ellas a llevar el contingente de su inteligencia y laboriosidad como elementos indispensables para formar núcleos de población." (5)
A Huergo le sucedió Alejandro Sorondo a cuya labor tesonera se debe la supervivencia del Instituto en la época difícil de 1890 a 1896. Dada la crisis económica se suspendieron momentáneamente las expediciones pero no se abandonó el Atlas de la República ni se suspendió el Boletín. La situación económica del Instituto se mejoró durante la presidencia del Ingeniero Francisco Seguí (1896-1904) merced a un subsidio otorgado por el gobierno nacional. En 1897 se incorporaron al IGA todos los miembros de la extinguida Sociedad Geográfica Argentina, regresando con ellos el fundador de aquélla, el explorador Ramón Lista. Al mejorar el estado financiero, prosiguieron las exploraciones y la participación en congresos y se inició la formación de colecciones de vistas fotográficas del país. Debido a la valiosa y fecunda labor de Lafone Quevedo, Juan Bautista Ambrosetti y Adán Quiroga, el Instituto puso su acento, más que en la geografía, en la etnología, la ligüística y la arqueología. Al disminuirse la subvención oficial debió suspenderse el Boletín entre los años 1900 y 1902. En 1905 volvió a ocupar la presidencia Alejandro Sorondo pero el Instituto continuó en crisis, agravado por el alejamiento de Ambrosetti y sus discípulos que pasaron a trabajar en el Museo Etnográfico. El Boletín dejó de aparecer con regularidad. En 1912 el Instituto entró en período de receso por diez años, y después de una breve presidencia de Ricardo Davel (1922-1914) fue reorganizado.
En esta primera época, el Instituto publicó 25 tomos de su Boletín; manteniendo un ritmo regular de un tomo por año entre 1879 y 1899; posteriormente y hasta 1911 su aparición se tornó irregular. Se publicó sucesivamente por las imprentas: Establecimiento Tipográfico a vapor de La Prensa; Jacobo Peuser; Imprenta La Universidad; Imprenta de Martín Biedma; e Imprenta Roma.
La segunda época se inició bajo la presidencia del Dr. Alejandro Hudson, quien se preocupó por sanear sus finanzas para lo cual obtuvo un subsidio extraordinario del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública. En mayo de 1926 reapareció el Boletín, cuyos trabajos adquirieron desde entonces un marcado carácter didáctico por la presencia de profesores de enseñanza secundaria en la dirección y redacción del mismo. Aparecieron en esta época ocho entregas cuatrimestrales, correspondientes a los años 1926-1928, publicadas por Fulgentia Siderata Vocant.
El Instituto siguió funcionando con regularidad hasta diciembre de 1930, fecha en la que concluyó su fecunda labor. Sus bienes fueron pasados al Comité Nacional de Geografía (creado en 1934) que luego se convirtió en la Dirección del Servicio Geográfico Nacional. (6)
2. La navegación de los ríos Pilcomayo y Bermejo
Uno de los temas más aludidos por el BIGA, fue el de las exploraciones de reconocimiento y descubrimiento del Chaco, principalmente en lo que concierne al río Pilcomayo, límite con la República del Paraguay y potencial vía de comunicación entre el eje-Paraná-Paraguay y las poblaciones salteñas y bolivianas. Igualmente, otra vía hídrica a la que se trataba o se pretendía utilizar con el mismo objeto fue la navegación del Bermejo, aunque en este caso, los trabajos impresos en el Boletín son escasos.
Desde la época colonial, al río Pilcomayo se lo consideró como una posibilidad de atravesar transversalmente el Chaco, y así unir y establecer relaciones entre los pueblos y ciudades del este y del oeste.
Justamente, en uno de los más completos trabajos publicados, como es el firmado por el explorador Ramón Lista, se realiza una recopilación de los viajes y expediciones realizadas entre 1638 y 1890. (7)
Luego de recrear brevemente aquellas de mayor importancia y previo al inicio desde su viaje desde el oriente boliviano hasta el Paraguay, escribe un párrafo que resume la desesperanza de las expediciones y las características singulares del río.
"He reseñado brevemente la historia, puede decirse dramática del Pilcomayo desde 1638 hasta 1890 ¡Cuántos varoniles esfuerzos y cuántos sacrificios estériles! Y el río del Chaco, tan salvaje e indómito como el indio Toba que vive en sus orillas, en el desenfreno feroz de sus instintos, sigue rodando sus aguas con giros engañosos, ora desbordado y terrible, ora encerrado en cauces desconocidos, siempre artero e implacable con quién intenta arrancarle sus secretos". (8)
Desgraciadamente, en el número siguiente del BIGA en un informe redactado por Francisco Seguí, Presidente de la Comisión Directiva del Boletín, se relata la muerte de Lista y el fracaso de la nueva expedición. El avezado explorador se convirtió así en uno más de los tantos mártires que el río y su ambiente hicieron desaparecer junto a sus conocimientos y sus esperanzas.
El autor del informe describe con maestría sobre la experiencia de Lista y los propósitos de la expedición.
"Lista conoció todo y estudió todo. Su propósito era claro y definido. Jamás expedición anterior había sido preparada con tanta precaución y la Comisión del Instituto oyó el plan, lo discutió y lo sancionó, entrando de lleno a la tarea." (9)
Por esas paradojas del destino, una de las expediciones más claramente explicitadas, mejor preparados, con el apoyo logístico y pecuniario necesario, y que más aportes lograría para el conocimiento de "la geografía, la ciencia en general, el comercio, y la comunicación entre Bolivia, las regiones del norte de la Argentina y las provincias que bañan los grandes ríos saque comunican con el Atlántico", llegaba a su ocaso casi en el mismo momento de sus inicios. (10)
La muerte de Ramón Lista anunciada lacónicamente por un "parte" firmado por Manuel González, párroco de Orán, decía lo siguiente:
"El explorador del Pilcomayo, señor Ramón Lista, estando perdido cinco días en los montes de Miraflores, acosado de sed, se suicidó." (11)
Más allá de los interrogantes sobre las causas de su deceso que se plantearon las autoridades nacionales y de la Provincia de Salta así como los miembros de la Comisión Directiva del Instituto, la realidad superó todas las presunciones y daba un triste fin a uno de los más ordenados intentos de transitar el Chaco a través del Pilcomayo.
Una continuidad entre dos siglos
La fracasada expedición encabezada por Ramón Lista no fue el primero ni el último de los intentos de surcar el Pilcomayo. El interés de establecer una vía navegable, relativamente rápida y segura que atraviese el Chaco, fue una constante histórica hasta entrado el siglo XX. El BIGA lo refleja a través de una serie de informes, artículos y estudios publicados a lo largo de más de tres década y que incluyen además, problemas de límites con el Paraguay y de navegación del río Bermejo
En este apartado trataremos de reseñar los más importantes, considerando como tales a los de extensión mediana y que aportan datos relevantes sobre sus respectivos temas. Algunos de ellos, son hitos insoslayables para comprender la problemática del Chaco de fines del siglo XIX y principios del XX.
En 1887 el BIGA publica una conferencia leída el 18 de mayo por el Capitán de la Armada Nacional Sr. Federico W. Fernández, cuyo objetivo era el reconocimiento del río Aguaray-Guazú, supuestamente recorrido por Félix de Azara en sus expediciones. (12)
Su interés se centraba en relevar los conocimientos geográficos y al mismo tiempo despertar la atención de los argentinos sobre ciertas cuestiones limítrofes.
El 12 de junio de 1886 zarpó del puerto de Asunción en el vaporcito "Sucre" con siete tripulantes. El primer viaje fue sólo un reconocimiento del terreno. Unos meses más tarde volvió a partir con el mismo vapor, remolcando una chata de 18 toneladas de porte.
Si bien el deseo de Fernández de alcanzar la confluencia del Aguaray-Guazú con el Pilcomayo no pudo lograrse debido a los condicionamientos del medio y del clima, su expedición tuvo el valor de transitar un camino no reconocido hasta el momento.
En el año 1891 el Boletín reproduce el libro completo del Capitán Fernández, en el cual se incluye un capítulo -el V-, en el que reproduce su informe de la expedición al Aguaray-Guazú realizada unos años antes. (13)
Otro de los informes sobre exploraciones del Pilcomayo publicadas en el BIGA fue la del Ingeniero Hidrográfico Nacional Olaf J, Storn, en el año 1890. (14)
La expedición estuvo formada por 22 hombres y compuesta por el vapor "Exploraer", dos canoas y un pequeño bote, habiendo zarpado el nueve de enero de 1890.
El relato y los acontecimientos vividos se hicieron cronológicamente, día por día, hasta el 17 de junio, momento en que concluyó la exploración. Es una de las mejores descripciones del Pilcomayo bajo y medio, y sus conclusiones son definitorias:
"La verdad incontestable es que el Pilcomayo no tiene grandes crecientes periódicas y en vano me dirán que se podrá hacer navegable durante una parte del año por medio de dragaje y canalización cuando le falta la condición principal: el agua." (15)
En 1899 el BIGA reproduce el informe realizado por el Capitán de Fragata José Montero, comisionado por el Ministerio del Interior con el fin de socorrer la fallida expedición del Ingeniero Enrique Ibarreta, que había partido en mayo de 1898 desde Tarija, Bolivia.
La expedición Montero, como se la denominó, concluye en un fracaso, tal como lo reconoce dignamente su conductor:
"En resumen,…diré que la expedición de mi mando, si bien ha sido ineficaz para el objeto inmediato que se tuvo en vista, no lo es bajo el punto de vista del conocimiento que se ha adquirido de esas apartadas regiones…" (16)
Entrado ya el siglo XX la "cuestión" del Pilcomayo seguía siendo confusa. Si bien la idea de su navegabilidad, desde Bolivia hasta el río Paraguay se había desvanecido como resultado de los fracasos de las distintas expediciones, quedaba aún por resolver la traza del límite definitivo entre Paraguay y Argentina. En 1906 y 1907 Adalberto Schmied (hijo), decide recorrer el Pilcomayo hasta la zona de los grandes esteros con el fin de observar "la forma en que se distribuían las aguas." (17)
La expedición se realizó por tierra y ya en el interior del gran estero, se realizaron viajes de reconocimiento a caballo o en canoas aborígenes. La publicación acompañada de interesantes relevamientos cartográficos, afirma en sus conclusiones haber llegado a buen término, habiéndose completado "los datos que faltaban sobre esa región hasta entonces desconocida".
El Bermejo. Otro río para el mismo fin
Así como el reconocimiento y probable navegación del Pilcomayo mereció la atención preponderante del Boletín del Instituto, el río Bermejo y las exploraciones que lo recorrieron o intentaron recorrer, fueron recogidas en sus páginas.
En el año 1886, el Boletín incluye un reportaje al Señor Natalio Roldán, quién, como integrante de la Compañía de Navegación del Río Bermejo, fue el encargado de dirigir la expedición que partió de Buenos Aires en junio de 1880. El objetivo era llevar mercaderías hasta la colonia Rivadavia, situada en el corazón del Chaco Salteño.(18)
A pesar del fracaso de la empresa que concluyó con el hundimiento de los tres vapores utilizados, la perspectiva y esperanza del pionero no se extinguieron, al expresar que "los resultados obtenidos dejaban entrever la navegación del Bermejo durante ocho o nueve meses del año".
La ruta del Bermejo continuaba siendo, en el espíritu de muchos productores y comerciantes, una solución asequible para grandes zonas de Salta y del sur boliviano.
En 1899 se describe la travesía del Bermejo realizada por un grupo de industriales y hacendados de la Provincia de Jujuy, en su mayoría de origen inglés. Los objetivos se repetían: la posibilidad de navegar un río por el que se pueda transportar la producción y comerciar desde el Chaco serrano.
Más allá de que el viaje tuvo características más de aventura que de investigación, pueden rescatarse algunas informaciones valederas a tener en cuenta. Para el autor del impreso y para quienes lo acompañaron fue el preludio "de un magno proyecto de canalización en el Chaco, que ha sido presentado ya al gobierno por los señores Raffelgen y Cía., consultando las necesidades y los más exigentes intereses de comunicación económica de aquella riquísima región." (19)
Como corolario de esta breve reseña destinada a enumerar las principales exploraciones, viajes y expediciones realizadas e los ríos Bermejo y Pilcomayo, recordaremos que en un trabajo publicado en 1892 por un integrante de una de las expediciones del Capitán de Fragata Juan Page, realizada a partir de 1889, se logra una síntesis, de corta extensión, pero de gran valor por la real utilización de los conocimientos del Chaco que se habían alcanzado a través de tantos exploradores cuya mayor esperanza era encontrar una vía de comunicación definitiva entre el naciente y el poniente del Gran Chaco. (20)
Las descripciones de los aborígenes chaqueños se inician en las páginas del Boletín del Instituto Geográfico Argentino en 1889 por medio de una conferencia del capitán Amadeo Baldrich en la que expuso un fragmento de un capítulo de su libro "Las comarcas vírgenes. El Chaco Central Norte", que estaba por editarse.(21) El tema abordado por este distinguido militar fue la descripción de los indios mataguayos, a los que conoció cumpliendo sus funciones de militar. Desde la concepción de la superioridad cultural del blanco, no duda en calificar al Mataco como "salvaje, infeliz, miserable y atrasado", para luego describir sus características físicas, nomadismo, vivienda, alimentación, vestimenta, trabajo del hombre y de la mujer, religión y medicina, señalando siempre juicios críticos acerca de la forma de vida de estos aborígenes. (22)
La crisis de 1890 y las consiguientes perturbaciones en el Museo de La Plata impidieron la publicación de los trabajos de Samuel Lafone Quevedo y sus colaboradores en la Revista de aquella institución, hasta que en 1893 Juan Bautista Ambrosetti les ofreció las páginas del Boletín del Instituto Geográfico Argentino para que dieran a conocer sus artículos sobre las características culturales y las lenguas de los diferentes grupos aborígenes argentinos.
De este modo, en 1894 Lafone Quevedo publicó tres trabajos sobre los Lule Vilelas y su lengua, y uno más al año siguiente.(23)
En 1895 inició una serie de trabajos sobre los aborígenes wichis y su lengua, publicando ese año los Apuntes del padre Inocencio Massei. (24 Hasta entonces era muy poco lo que se conocía del idioma de estos pueblos, pues tanto Hervás en su "Catálogo de las Lenguas" y como Adelung en su "Mithridates" no pudieron hacer más que nombrar al lengua, como para hacer notar que sabían que existía, pero se lamentaban de no haber podido conseguir ni un solo dato, ni siquiera un Pater Noster con que ilustrar su escasísima noticia sobre el particular.
En 1896 este estudioso logró reunir, ordenar y publicar otros tres interesantes estudios de extraordinario valor sobre esta misma temática. En primer lugar fueron difundidos los apuntes del sabio viajero francés Alcides D´Orbigny sobre el dialecto vejoz, que incluyen un corto aunque útil vocabulario vejoz-castellano y castellano-vejoz (25) . Estos apuntes habían sido llevados a Francia por D´Orbigny y permanecieron allí perdidos entre los papeles de aquel autor hasta que los encontró el señor Luciano Adam, quien se los remitió a Lafone Quevedo a su residencia de Pilciao, en Andalgalá de Catamarca. Luego fue reeditada la preciosa monografía del padre franciscano Joaquín Remedi, del Colegio apostólico de Salta, sobre los indios matacos y su lengua, obra que había visto luz pública en la provincia de Salta, pero era de difícil adquisición. (26) Al publicar nuevamente la obra de este fraile, Lafone Quevedo expresó que "se trata de hacer conocer las lenguas del grupo Mataco Mataguayo por primera vez, y justo es que se incluya (este) concienzudo trabajo", al que sólo le introdujo dos mejoras: la reducción del vocabulario al orden alfabético, y la inversión al Mataco-Castellano. Finalmente, después de varias demoras provocadas por las correcciones que se le hicieron y por otras diversas causas, fue publicado el trabajo del ingeniero Juan Pelleschi, quien ya se había ocupado de la cuestión en su libro "Otto mesi nel Gran Ciacco" impreso en Florencia en 1881, aunque no había sido traducido al español, y en consecuencia, permaneció entre las curiosidades de los bibliófilos. (27)
Para la realización de su obra (que se inicia con referencias históricas basadas en los escritos de los padres jesuitas) Pelleschi manifiesta que se desnudó de toda idea preconcebida acerca de las reglas gramaticales y apuntó miles de veces lo que oyó, hasta darse cuenta a qué parte de la oración, según nuestro modo de pensar, pertenecía el vocablo y sus accidentes. Lafone Quevedo comprendió que al Ensayo Gramatical de los últimos capítulos del libro "Ocho Meses…" le faltaba un vocabulario que le sirviese de base y complemento, y esto es lo que se le agregó en este trabajo, además de diversas ampliaciones y reordenamientos.
En 1897 Guido Boggiani publicó unos breves "Apuntes sueltos de la lengua caduceos del Chaco Paraguayo. (28)
Por último, en las páginas del Boletín del IGA fueron publicados los trabajos del padre franciscano Zacarías Ducci sobre los Tobas y su lengua, en base a los datos recogidos por el mismo en la misión San Francisco Solano de Tacaaglé, ubicada en el Territorio Nacional de Formosa, en cercanías del Pilcomayo. (29)
Hemos recorrido, sintéticamente, el enorme aporte realizado por el Boletín del Instituto Geográfico Argentino tendiente a proyectar la obra de diferentes viajeros, exploradores y estudiosos del Gran Chaco. Nos hemos detenido, brevemente, en reseñar los principales artículos referidos a esa gran región poco conocida en la época, centrando la atención en las expediciones que pretendieron concretar una vía de comunicación ágil y segura a través de la navegación de los ríos Pilcomayo y Bermejo.
Los artículos, que enlazan los siglos XIX y XX, justamente en un período en que la República Argentina impulsaba el poblamiento, la colonización y la ocupación efectiva de todo su territorio soberano, generalmente superan los objetivos explicitados y se convierten en interesantes relaciones sobre el clima, la edafología, la flora, la fauna, las potencialidades agropecuarias y las características de los habitantes aborígenes del Chaco.
Los aborígenes chaqueños fueron objetos de interesantes debates en el ámbito nacional en el marco de la política del Estado tendiente a la conquista y colonización de los ricos territorios del norte argentino. Superada la etapa de la guerra de conquista –después de la campaña del general Victorica en 1884- se inició la "pacificación" del Chaco y se trazaron planes para la aculturación de los aborígenes. Informes de militares actuantes en la región, memorias de gobernadores, comentarios de viajeros, exploradores y técnicos fueron algunas de las fuentes para conocer la cultura de las diferentes etnias y proyectar su "civilización". Algunos de estos documentos encontraron en las páginas del Boletín del I.G.A. un canal de comunicación, sirviendo al doble objeto de ampliar los conocimientos científicos y de servir de base para programas de acciones concretas.
Un reconocimiento especial en la difusión de los escritos de los misioneros franciscanos merece la labor del estudioso Samuel Lafone Quevedo, quien reunió, ordenó y prologó las monografías de los frailes Massei y Remedi; y los apuntes de D´Orbigny, referidos a una lengua casi desconocida como era la de los wichis. A ellos se sumó el extenso artículo preparado por el ingeniero Pelleschi, también a instancias de Lafone Quevedo. Otros tomos del Boletín recogieron trabajos igualmente valiosos sobre las parcialidades Lule-Vilelas y Tobas y sus respectivas lenguas. El criterio para hablar sobre el indio se basaba en el enciclopedismo y en la referencia al trato directo con el "objeto". En todos los casos se trataba de conocimientos adquiridos en la observación y la experiencia, elementos en los cuales la filosofía positivista fundaba la ciencia y la construcción planificada del orden social.
(*) Trabajo presentado como ponencia en el X: Congreso Interclaustros de Historia, 2005, Facultad de Humanidades de Rosario.
- A los ya existentes museos de Paraná y Buenos Aires se sumaron el Observatorio Astronómico de Córdoba en 1871, la Sociedad Científica Argentina en 1872, la Academia de Ciencias de Córdoba en 1873 y la Oficina Topográfica Militar en 1879.
- Los marinos presentes eran Martín Guerrico, Manuel José de Olascoaga, Clodomiro Urtubei, Rafael Lobos y Martín Rivadavia; el director de la Escuela Militar general Julio de Vedia (quien fuera el primer gobernador del Chaco); los militares Francisco Host y Jordán Wisocki; el explorador Ramón Lista; el ingeniero y profesor Emilio Rosetti; y los señores Faustino Jorge, Mario Bigg, Pedro Pico, Clemente Fregeiro y Benjamín Aráoz. Helga Nilda Goicoechea. "El Instituto Geográfico Argentino" Historia e Índice de su Boletín (1879-1911; 1926-1928). Resistencia; Instituto de Historia, Facultad de Humanidades, Universidad Nacional del Nordeste, 1970, 96 pp.
- Instituto Geográfico Argentino. Boletín del Instituto Geográfico Argentino, Tomo I, Cuaderno I, 1879, pp. 79-83. (En adelante: B.I.G.A.)
- Entre los expedicionarios a la Patagonia, Martín Guerrico, Francisco Host, Luis Piedrabuena, Edelmiro Correa, Carlos María Moyano, Hortensio Thaites, Ramón Lista y Estanislao Zeballos. Una expedición al Polo Sur fue realizada por el marino italiano Giaccomo Bove a quien acompañaron los argentinos Luis Piedrabuena, Edelmiro Correa y Carlos M. Moyano y oficiales y alumnos de la Escuela Naval. A partir de 1882 fue el Chaco el centro de atención del Instituto. A este lejano territorio del norte fueron las expediciones de Juan Amadeo Baldrich, Ceferino Ramírez, Manuel Domecq García, el mayor Feilberg, Federico W. Fernández, Jules Crevaux, y Ramón Lista.
- BIGA, tomo XVI, set-dic 1893, pp. 616-617
- Helga Nilda Goicoechea. Op. Cit.
- Ellos son: El Pilcomayo según el Padre Lozano, Diario del Padre Patiño (1721), Viaje del Padre Castañares (1740), Reconocimiento de Azara (1785), Navegación de Magariños (1843), Reconocimiento de Van Nivel (1844), Excursión de Giannelly (1863), Expedición de Crevaux (1882), Expediciones militares de Rivas e Ibazeta, Viaje de Fontana (1882), Primera expedición de Thouar (1883), Expedición de Feilberg (1884), Segunda expedición de Thouar (1885), Expedición de Page (1890), Expedición de Store (1890) y Expediciones de G. y A. Sol.
- Ramón Lista. El Pilcomayo o río de los Pillcus. BIGA, Tomo XVIII, 1897, pp. 600.
- Francisco Seguí. Ramón Lista, su muerte y el fracaso de la nueva expedición exploradora del río Pilcomayo. BIGA, Tomo XVIII, 1897, pág. 603.
- Ibídem. Pág. 604.
- Ibídem.
- Federico Fernández. Exploración del río AguarayGuazú. BIGA, Tomo VIII, 1887, pp. 151-171.
- BIGA. El libro del Señor Fernández. Tomo XII, 1891, Cuadernos IX y X, pp. 219-267 y Cuadernos XI y XII, pp. 365-442.
- Olaf J. Store. Exploración del Pilcomayo. BIGA, Tomo XII, 1891, Cuadernos V y VI, pp. 83-117; Cuadernos VII y VIII, pp. 175-196; Cuadernos IX y X, pp. 302-325.
- Ibídem. pág. 315.
- José Montero. Expedición Ibarreta al Pilcomayo. BIGA, Tomo XX, 1899, pp. 208-239.
- Adalberto y Arnaldo Schmied. Expedición a la región de los ríos Pilcomayo y Confuso en los años 1906 y 1907. BIGA, Tomo XXIII, 1908, pp. 58-85.
- Natalio Roldán (reportaje). Natalio Roldán en el Bermejo. La expedición de 1880. BIGA, Tomo VII, 1886, pp. 25-40.
- F. W. Clunie. La comunicación fluvial entre el Chaco occidental y el río Paraguay. BIGA, Tomo XX, 1899, pp. 188-207.
- J. Graham Herr. El Gran Chaco. BIGA, Tomo XIII, 1892, pp. 59-81.
- Amadeo Baldrich. Las comarcas vírgenes. El Chaco Central Norte. Buenos Aires, Peuser, 1889, 292 pp.
- Amadeo Baldrich. Los indios Mataguayos. BIGA, Tomo X, año 1889, pp. 214-233.
———————————– Calepino Lule-Castellano, Vademecum para el Arte y vocabulario del Padre Antonio Machoni, S. J. por… BIGA, Tomo XV, año 1894, pp. 305-365; 398-500.
————————————- Oraciones y catecismo del lule. Traducidos literalmente con notas. BIGA, Tomo XV, año 1894, pp. 366-385.
————————————– La lengua vilela o chulupí. Estudio de filología chaco-argentina fundado sobre los trabajos de Hervás, Adelung y Pelleschi por … BIGA, Tomo XVI, año 1895, pp. 37-124.
- Samuel A. Lafone Quevedo. Los Lules, BIGA, Tomo XV, año 1894, pp. 185-246.
- Samuel Lafone Quevedo. Lenguas argentinas. Grupo Mataco-mataguayo del Chaco. Dialecto Nocten. "Pater noster" y apuntes por el P. Inocencio Massei, Or. Seráfica, con introducción y notas por …BIGA, Tomo XVI, año 1895, pp. 343-390.
- Samuel Lafone Quevedo. Lenguas argentinas. Grupo mataco-mataguayo del Chaco. Dialecto Vejoz Vocabulario y Apuntes de M. S. D´Orbigny, con introducción y notas por … BIGA, Tomo XVII, año 1896, pp. 121-176.
- Samuel Lafone Quevedo. Los indios matacos y su lengua por el P. Joaquín Remedi Ord. Seraf. Misionero apostólico con vocabularios ordenados por… BIGA, Tomo XVII, año 1896, pp. 331-362.
- Juan Pelleschi. Los indios matacos y su lengua. Introducción por Samuel A. Lafone Quevedo. BIGA, Tomo XVII, año 1896 pp. 559-622 y Tomo XVIII, año 1897, pp. 173-350.
- En BIGA, Tomo XVIII, año 1897, pp. 367-371.
- Zacarías Ducci, Fray. Los tobas y su lengua. BIGA, Tomo XXI, pp. 165-214.
- Vocabulario toba-castellano recogido y ordenado por… BIGA, Tomo XXII, año 1905, pp. 68-88 (2ª entrega) y Tomo XXIII, pp. 23-53 (paginación independiente incluida después de la p. 312).
Héctor Rubén Borrini
Hugo Humberto Beck
Conicet – UNAF- UNNE