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Jornadas contra la discriminación (página 2)


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Han olvidado los norteamericanos contemporáneos una realidad que muy bien describe Ricardo Herren en un comentario inserto a pie de página en su libro La conquista erótica de las indias: "América fue un invento europeo: antes de la llegada de éstos no existía entre las poblaciones nativas una idea continental y, consecuentemente, no tenía nombre. Pasando por alto el inevitable absurdo del origen de esa denominación, americanos son, en primer lugar, los llamados "indios", por una confusión inicial. No es el menor de los disparates que actualmente se llame "americanos" a los descendientes de los últimos europeos en llegar en llegar al continente, los cuales probablemente son los que menos derecho histórico tienen a tal gentilicio. Esto tal vez se deba al curioso hecho de que Estados Unidos de América es uno de los pocos países del mundo que carecen de nombre propio, ya que su denominación es apenas una descripción del sistema político y una vaga referencia geográfica".

De la raza genuinamente americana, lo más importante que quedó, el más valioso legado, es el discurso de un Gran Jefe Piel Roja pronunciado en 1854, ante la presión del gobierno norteamericano para que entregaran sus tierras a cambio de un poco de dinero y se fueran a vivir a las ciudades como simples americanos y bajo la protección del gobierno, o habitaran las tierras que se les asignarían, a cambio de las que debían entregar. Dicho discurso fue originalmente publicado en el periódico Seattle Sunday Star, el 29 de octubre de 1887. El texto fue escrito por un "Dr." Smith, quien tomó notas a medida que el Jefe Seattle hablaba en el dialecto Suquamish de Salish de Pudget Sound.

Me agrada mucho esa primera versión del discurso, la considero más apegada a lo que en mi opinión quiso transmitir el Gran Jefe Piel Roja. Sin embargo, existe una segunda versión del discurso, que es la que más ha circulado y está más acorde al lenguaje y pensamiento modernos. Se dice que esta versión fue escrita por Ted Perry a finales de 1970 para una película llamada "Home" que fue producida en Estados Unidos por la Convención Bautista del Sur.

El Gran Jefe Piel Roja se adelantó a los países latinoamericanos y, hoy, después de más de un siglo, su grito desesperado demandando respeto y justicia, que fue un grito genuinamente americano, sigue oyéndose a través del eco que retorna a Estados Unidos, después de chocar con las cadenas montañosas latinoamericanas. Este eco inextinguible regresa al poderoso país del norte como una queja, un gemido débil de los países latinoamericanos, que no tienen valor ni fuerzas para hacer un reclamo.

Voy a transcribir la versión de Ted Perry como un homenaje al Gran Jefe Piel Roja y a nuestros débiles y pobres pueblos de Latinoamérica.

"¿Cómo se puede comprar o vender el firmamento, ni aún el calor de la tierra? Dicha idea nos es desconocida.

"Si no somos dueños de la frescura del aire ni del fulgor de las aguas, ¿cómo podrán ustedes comprarnos?

"Cada parcela de esta tierra es sagrada para mi pueblo, cada brillante mata de pino, cada grano de arena en las playas, cada gota de rocío en los bosques, cada altozano y hasta el sonido de cada insecto es sagrado a la memoria y el pasado de mi pueblo. La savia que circula por las venas de los árboles lleva consigo las memorias de los pieles rojas.

"Los muertos del hombre blanco se olvidan de su país de origen cuando emprenden sus paseos entre las estrellas; en cambio, nuestros muertos nunca pueden olvidar esta bondadosa tierra, puesto que es la madre de los pieles rojas. Somos parte de la tierra y asimismo ella es parte de nosotros. Las flores perfumadas son nuestras hermanas; el venado, el caballo, la gran águila; éstos son nuestros hermanos. Las escarpadas peñas, los húmedos prados, el calor del cuerpo del caballo y el hombre, todos pertenecen a la misma familia.

"Por todo ello, cuando el Gran Jefe de Washington nos envía el mensaje de que quiere comprar nuestras tierras, nos está pidiendo demasiado. También el Gran Jefe nos dice que nos reservará un lugar en el que podamos vivir confortablemente entre nosotros. El se convertirá en nuestro padre y nosotros en sus hijos.

"Por ello consideramos su oferta de comprar nuestras tierras. Ello no es fácil ya que esta tierra es sagrada para nosotros. El agua cristalina que corre por ríos y arroyuelos no es solamente el agua sino también representa la sangre de nuestros antepasados. Si les vendemos tierras, deben recordar que es sagrada y a la vez deben enseñar a sus hijos que es sagrada y que cada reflejo fantasmagórico en las claras aguas de los lagos cuenta los sucesos y memorias de las vidas de nuestras gentes. El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre. Los ríos son nuestros hermanos y sacian nuestra sed, son portadores de nuestras canoas y alimentan a nuestros hijos. Si les vendemos nuestras tierras ustedes deben recordar y enseñarles a sus hijos que los ríos son nuestros hermanos y también lo son suyos y, por lo tanto, deben tratarlos con la misma dulzura con que se trata a un hermano.

"Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestro modo de vida. Él no sabe distinguir entre un pedazo de tierra y otro, ya que es un extraño que llega de noche y toma de la tierra lo que necesita. La tierra no es su hermana sino su enemiga y una vez conquistada sigue su camino, dejando atrás la tumba de sus padres sin importarle. Les secuestra la tierra a sus hijos. Tampoco le importa. Tanto la tumba de sus padres como el patrimonio de sus hijos son olvidados. Trata a su madre, la tierra, y a su hermano, el firmamento, como objetos que se compran, se explotan y se venden como ovejas o cuentas de colores. Su apetito devorará la tierra dejando atrás sólo un desierto.

"No sé, pero nuestro modo de vida es diferente al de ustedes. La sola vista de sus ciudades apena los ojos del piel roja. Pero quizás sea porque el piel roja es un salvaje y no comprende nada. No existe un lugar tranquilo en las ciudades del hombre blanco, ni hay sitio donde escuchar cómo se abren las hojas de los árboles en primavera o cómo aletean los insectos. Pero quizás también esto debe ser porque soy un salvaje que no comprende nada. El ruido parece insultar nuestros oídos. Y después de todo ¿para qué sirve la vida si el hombre no puede escuchar el grito solitario del chotacabras (aguaitacaminos) ni las discusiones nocturnas de las ranas al borde de un estanque? Soy un piel roja y nada entiendo. Nosotros preferimos el suave susurro del viento sobre la superficie de un estanque, así como el olor de ese mismo viento purificado por la lluvia del mediodía o perfumado con aromas de pinos.

"El aire tiene un valor inestimable para el piel roja ya que todos los seres comparten un mismo aliento –la bestia, el árbol, el hombre, todos respiramos el mismo aire. El hombre blanco no parece consciente del aire que respira; como un moribundo que agoniza durante muchos días es insensible al hedor. Pero si les vendemos nuestras tierras deben recordar que el aire no es inestimable, que el aire comparte su espíritu con la vida que sostiene. El viento que dio a nuestros abuelos el primer soplo de vida, también recibe sus últimos suspiros. Y si les vendemos nuestras tierras, ustedes deben conservarlas como cosa aparte y sagrada, como un lugar donde hasta el hombre blanco pueda saborear el viento perfumado por las flores de las praderas.

"Por ello consideramos su oferta de comprar nuestras tierras. Si decidimos aceptarla, yo pondré condiciones: El hombre blanco debe tratar a los animales de esta tierra como a sus hermanos.

"Soy un salvaje y no comprendo otro modo de vida. He visto a miles de búfalos pudriéndose en las praderas, muertos a tiros por el hombre blanco desde un tren en marcha. Soy un salvaje y no comprendo cómo una máquina humeante puede importar más que el búfalo al que nosotros matamos sólo para sobrevivir.

"¿Qué sería del hombre sin los animales? Si todos fueran exterminados, el hombre también moriría de una gran soledad espiritual; porque lo que le suceda a los animales también le sucederá al hombre. Todo va enlazado.

"Deben enseñarles a sus hijos que el suelo que pisan son las cenizas de nuestros abuelos. Inculquen a sus hijos que la tierra está enriquecida con las vidas de nuestros semejantes a fin de que sepan respetarla. Enseñen a sus hijos que nosotros hemos enseñado a los nuestros que la tierra es nuestra madre. Todo lo que le ocurra a la tierra les ocurrirá a los hijos de la tierra. Si los hombres escupen en el suelo, se escupen a sí mismos.

"Esto sabemos: La tierra no pertenece al hombre; el hombre pertenece a la tierra. Esto sabemos, todo va enlazado, como la sangre que une a una familia. Todo va enlazado. Todo lo que le ocurra a la tierra, les ocurrirá a los hijos de la tierra. El hombre no tejió la trama de la vida; él es sólo un hilo. Lo que hace con la trama se lo hace a sí mismo.

"Ni siquiera el hombre blanco, cuyo Dios pasea y habla con él de amigo a amigo, no queda exento del destino común. Sabemos una cosa que quizás el hombre blanco descubra un día: nuestro Dios es el mismo Dios.

"Ustedes pueden pensar ahora que Él les pertenece, lo mismo que desean que nuestras tierras les pertenezcan; pero no es así. Él es el Dios de los hombres y su compasión se comparte por igual entre el piel roja y el hombre blanco. Esta tierra tiene un valor inestimable para Él y si se daña se provocaría la ira del Creador. También los blancos se extinguirían, quizás antes que las demás tribus. Contaminen sus lechos y una noche perecerán ahogados en sus propios residuos.

"Pero ustedes caminarán hacia su destrucción rodeados de gloria, inspirados por la fuerza del Dios que los trajo a esta tierra y que por algún designio especial les dio dominio sobre ella y sobre el piel roja.

"Ese destino es un misterio para nosotros, pues no entendemos por qué se exterminan los búfalos, se doman los caballos salvajes, se saturan los rincones secretos de los bosques con el aliento de tantos hombres y se atiborra el paisaje de las exuberantes colinas con cables parlantes.

"¿Dónde está el matorral? Destruido. ¿Dónde está el águila? Desapareció. Termina la vida y empieza la supervivencia".

Los europeos, al igual que hicieron en los países latinoamericanos pequeños, se encargaron de aniquilar la raza norteamericana. Evidentemente una raza peculiar, totalmente diferente a los habitantes de México, Centro-América, Sudamérica y El Caribe: Los pieles rojas. Solamente la gran extensión del territorio les impidió lograr en Norteamérica lo que consiguieron los españoles en Santo Domingo, Puerto Rico y Cuba; la aniquilación total. Hoy, en Santo Domingo, no tenemos una idea clara ni real de cuál era la apariencia física ni el tamaño de los habitantes de nuestra isla. Ni siquiera eso nos dejaron los españoles, un recuerdo real, preciso. Tal vez en España posean detalles claros de nuestros habitantes, pues algunos fueron llevados a ese país como muestra o trofeo y allá murieron. No es de dudar que algún pintor español de la época, por simple curiosidad, plasmara en un lienzo el rostro y cuerpo de alguno de nuestros aborígenes, lo cual no poseemos nosotros.

La sociedad se ha encargado, desde siempre, de crear otro mecanismo de discriminación al disponer que sea el género y no la capacidad quien determine el derecho a ocupar lugares preponderantes en ella y los hombres, todos, a través del tiempo, en una actitud irresponsable y egoísta, se han puesto de acuerdo en mantener una resistencia constante a que esa tradición se modifique.

Ya sabemos que en los tiempos bíblicos, en los censos, las mujeres y los niños no se contaban. ¿Para qué contarlos si ni unas ni otros podían habilitarse como soldados en un momento de guerra? Después, pareció surgir una nueva esperanza con la prédica de Cristo, de paz y aceptación a todos, a pesar del pensamiento discriminativo por el género imperante entre los judíos de la época y su forma cruda de expresarlo. Sin embargo, se enrarece el panorama y se torna confuso cuando se considera las palabras de Jesús a la mujer sirofenicia que le pidió sanar a su hija endemoniada; aunque al analizar con detenimiento la respuesta de la mujer, las cosas parecen aclararse y evidenciar que no hubo intención de herir en las palabras del maestro de Galilea. Veamos el relato que se hace en el evangelio de San Marcos, en el capítulo 7 de su libro, versículos del 24 al 30:

"De allí se dirigió Jesús a la región de Tiro. Entró en una casa, sin querer que nadie lo supiera; pero no pudo esconderse. Pronto supo de él la madre de una muchacha que tenía un espíritu impuro, la cual fue y se arrodilló a los pies de Jesús. La mujer era extranjera, de nacionalidad sirofenicia. Fue, pues, y rogó a Jesús que expulsara de su hija al demonio. Pero Jesús le dijo:

-Deja que los hijos coman primero, porque no está bien quitarles el pan a los hijos y dárselos a los perros.

Ella le respondió:

-Sí, Señor, pero hasta los perros comen debajo de la mesa las migajas que dejan caer los hijos.

Jesús le dijo:

-Has hablado bien; puedes irte. El demonio ya ha salido de tu hija.

Cuando la mujer llegó a su casa, encontró a la niña en la cama, pero el demonio ya había salido de ella."

Tiene uno que concluir que, evidentemente, debió ser notoria la falta de correlación entre las palabras, los gestos y la mirada de Jesús. La respuesta de la mujer y la acción final de Jesús así lo demuestran. Sin embargo, surge otro componente además del género, al que quizá no se le ha dado la importancia que tiene: la nacionalidad de la mujer. Parece evidenciarse en el pasaje que, desde siempre, se ha tendido a relegar al extranjero al traspatio. Para ellos sólo las sobras, lo que queda después que se hayan saciado los de casa, sin que importe lo que procuren ni su preparación. De cualquier forma, hay que admitir que la clara definición neo-testamentaria del hombre como la cabeza del hogar y el llamado bíblico a las mujeres a estar sujetas a sus maridos han contribuido, quizá sin proponérselo, a la decisión del hombre de darle continuidad a las leyes que confeccionó y por las cuales se rige de manera desequilibrada la relación hombre-mujer.

Pero nada es estático. Ciertamente, a la pobreza se le dio el género femenino, pero eso es sólo una asignación gramatical. Por fortuna, a pesar de que en este mundo globalizado, en el que hoy vivimos, donde la economía se ha convertido en el verdadero gobernante de los países y el objetivo final de un mercado no es la satisfacción de necesidades sino la acumulación de dinero, todavía sigue existiendo alguna diferencia entre el valor y el precio de las cosas. Lo cual no ha logrado impedir, sin embargo, que en la actualidad se siga midiendo a las personas, en parte, por el color de su piel, porque se asocia el color negro a la pobreza.

La economía ha creado dos nuevas razas; una, que es la que gobierna y dirige al mundo en todas partes: la adinerada, y otra, que es la que sirve a la primera, sea cual sea el color de la piel que tengan los pertenecientes a una y otra: la pobre.

A decir verdad, ya es don dinero y no el color de la piel quien determina la raza a la que se pertenece. Y ya no son 4 o 6 las razas existentes en el planeta, sino sólo dos: la adinerada y la pobre.

Es también don dinero quien determina actualmente a quien se le discrimina. No importa el género, ni la piel, ni el lugar de nacimiento. Ahora sólo importa la raza a la que se pertenece: la adinerada o la pobre. Si se tiene a don dinero se puede tener a su servicio a individuos de todos los géneros y de todos los colores. Y mientras más dinero se posea mayores son las posibilidades de que esto ocurra, aquí, en Europa o en China; en todas partes es lo mismo.

Los gobiernos han creado esta mercancía, fácilmente cambiable, que todos quieren poseer: el dinero. Por él, se han cometido crímenes, se han destruido familias, hijos han dado muerte a sus padres, se han distanciado para siempre amigos de toda la vida, se han invadido países, se han derribado gobiernos legítimos, se han incumplido promesas; en fin, se han cometido tantos abusos… Y pensar que se trata tan solo de papeles. Su mayor diferencia con las papeletas del Monopolio, la constituye la autorización que cada gobierno da a las papeletas que imprime para ser usadas como papel moneda.

Pero aún nos queda una esperanza, algo por lo cual luchar, y es conseguir que las personas se valoren por lo que son y no por lo que tienen. Nadie pide nacer rico ni pobre. Pero sí todos podemos esforzarnos por llegar a ser alguien, aunque tengamos poco, incluso pocas oportunidades para lograr nuestros objetivos. Los ricos son algo, ricos; pero no necesariamente llegan a ser alguien.

Realicemos jornadas de lucha contra la discriminación. Luchemos porque deje de ser vana teoría y se convierta en una verdad palpable, la convención internacional para la eliminación de toda forma de discriminación racial adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 21 de diciembre de 1965. Procuremos medidas prácticas y eficaces para la eliminación de cualquier tipo de discriminación, y esforcémonos por ser alguien. El dinero puede perderse de un día para otro, es sólo algo; los conocimientos y la educación se pierden sólo con la muerte, y no siempre, porque los testimonios escritos pueden persistir y educar a otros a través de siglos infinitos.

 

 

 

Autor:

Dr. Domingo Emanuel Peña Nina

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