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Propietario de optimismo


Partes: 1, 2

  1. Cuando me puse bravo con él
  2. Una noche de meditación
  3. Una curiosidad siempre insatisfecha
  4. Cuando por su causa se han nublado mis ojos
  5. De la amiga que lo bajó del altar
  6. Un concepto "termómetro"
  7. Una gran sabiduría suya
  8. Mi reto moral
  9. De su incursión en mi vida profesional
  10. Esas manos que lo asemejan a un santo

Escribir sobre Fidel –por modestas que sean las pretensiones-, cuando éste no es el oficio en que uno se ejercita, lo creo un gran atrevimiento.

Asumo el reto del arriesgado, duplicado por la sencilla razón de que quiero –y además es lo que puedo- ofrecer una imagen sobre él desde mi condición de hombre común de nuestro pueblo. Quiero decir: no escribo desde la erudición grandielocuente que suelen portar los hombres iluminados, entrenados en dibujar con palabras la magnanimidad de seres mortales. Siendo, el coloso de la ocasión, experto –por vocación-, en saber ascender al hombre común, estoy dispuesto a enfrentar el escollo.

Cuando nací, ya Fidel era timonel de la dignidad, así que miro hacia él desde mi vida, entretejida de mil maneras con la suya, como la de casi cualquier coterráneo de estos tiempos.

Escribo, según logro aprehender los recuerdos siempre vivos. Y avanzaré rememorando:

Cuando me puse bravo con él

Fue en dos ocasiones.

La primera cuando me gradué como profesor, allá por 1980 y …

Recuerdo sus palabras clausurando el acto, casi por entero dedicadas a la producción lechera. Pero, pensaba yo -¿cómo es posible que hable y hable de vacas, cruces genéticos y litros de leche, cuando debe hacerlo sobre educación y la expectativa que tiene con nosotros?

Eran los años de un "boom" cubano en la producción lechera, de la célebre Ubre Blanca y de ¡tantas cosas excepcionales en la ganadería nacional!. Al menos así lo sentía yo. Ahora, cuando sucede lo contrario, comprendo lo obsesionante que era aquella realidad.

El otro enfado fue más tarde, no fijo fecha precisa, pero sucedió en la clausura de uno de los congresos internacionales de Pedagogía. ¡Ah!, casi todo el discurso dedicado a los logros de la medicina en Cuba. ¡Muy bien!. Pero aquello era una reunión de maestros. ¿Por qué no habló de los avances en la educación?. Quizás fue el ribete gremial, pero me hizo sentir decepcionado.

Hoy entiendo perfectamente que la altura desde la que él traspasa las verdades me impedía comprenderlo. Tantos latinoamericanos allí, ya relacionados de algún modo con nuestro sistema educacional, debían conocer otro alcance nuestro, tan humano como aquel. Lo uno no va sin lo otro. Y eran días prominentes en el progreso de la sanidad nacional.

Cuando en América neoliberal macroeconomía y macropobreza andan como desconocidas, sin ocupar efectivamente la segunda a muchos de los que se "alimentan" con la primera, cuando siguen muriendo decenas de niños por minuto, cuando el socialismo es asunto de dudosa valía para los miopes y diabólicos de doquier –y nosotros seguimos ahí- entiendo el bien que hace Fidel cuando explica propósitos como aquellos.

Hoy creo conocerlo un tanto mejor: un hombre sincero, entregado, enamorado y paladín de la justicia, no puede dejar de empeñarse en una obra altruista y no puede dejar de estimular la hidalguía revolucionaria.

Una noche de meditación

Fuel el miércoles 24 de junio de 1987. Un crepúsculo triste, más bien amargo. En comparecencia televisada Fidel explicaba detalles de la conducta deshonesta de un dirigente juvenil y la felonía de un piloto de renombre de las fuerzas armadas.

Seguí palabra por palabra, capté la gravedad en el rostro, la demudes que producen los asuntos ásperos cuando se mezclan con la confianza popular traicionada. A la una de la madrugada no podía conciliar el sueño. Me dediqué a escribir las impresiones inmediatas. Aún las conservo. Las que siguen son parte de aquellas anotaciones.

(…) no sé por qué, o si lo sé, pero me siento apenado con Fidel; desprecio a los que fingen, a los que engañan, a los que no saben asirse flexible y consecuentemente a los principios…¿Quién tiene la opción de ser ingrato con esta revolución?. ¿Quién tiene prerrogativas para dar preocupaciones a Fidel?…quisiera tenerlo a mi lado, decirle: –sí, tienes derecho a confiar en nosotros, disculpa esta congoja. Y es tan grande Fidel:…No creo que le rinda culto. He mortificado a Alina (entonces una amiga, hoy mi esposa y gran admiradora de él) diciéndole que "no es santo de mi devoción", que para mí el hombre más grande de la Historia, en el siglo XX, es Lenin…pero ¿dónde coloco a Fidel?. ¿Merece un segundo lugar? ¡No!…Ese optimismo, esa confianza en el hombre, en el ser humano son la razón de su inagotable andar…Y eso no abunda.

(…)

Ante hechos como este solo tiene que haber una respuesta: aplaudir con la acción a ese hombre de hierro y rosas, y a su causa que es la nuestra…

(…)

Decirle: no receles de la condición de Maestro, sigue ofreciendo tus enseñanzas a quienes puedan continuarte. No demores en hacer Fideles, en tu empeño de construir un pueblo nuevo …

…y sin la ceguera de la latría, te digo con fe y con razón, otra vez: ¡Gracias Fidel!

Una curiosidad siempre insatisfecha

Entre las cosas que más me motivan está la de conocer la visión que otros tienen de mi país y, por tanto, de Fidel. Devoro lo que sobre el tema llegue a mis manos.

Sobre él he leído algo, sin haber podido saciar la sed.

Nuñez Jiménez, "en su marcha" me dejó con las botas listas para continuar la caminata.

Mario Mencía me ilustra al persistente, al estratega político, al hombre de convicción y seguridad.

Marta Rojas, con sus descripciones al detalle de los sucesos de 1953, me hace sufrir menos la ausencia del video.

García Márquez, en un precioso "Oficio de la palabra" me impacientó más. Ese deseo revelado del héroe, de pararse en una esquina como un hombre más, lo eleva a lo que es: un hombre sencillo, como nuestro Apóstol. Lo imagino degustando hasta dieciocho bolas de su preferido helado de vainilla, en todo un sabroso y cubano ejercicio de gula tropical o cocinando aquellos sabrosos espaguetis que seguramente pudieran tributarle secretos a la apetitosa cocina italiana.

Satisfacción y ansiedad me producen Gianni Miná, Frey Betto o Tomás Borge. Disfruto sus descripciones, pero por qué no "desnudan" más la naturalidad de Fidel, para estar cada vez más cerca de ese hombre que nos convence de que lo sublime es terrenal.

No aludo a los que denigran, porque esos no cuenta para mí, no por las críticas cuya existencia puede ser legítima, sino por el odio, la desmemoria y el desconocimiento a veces querido que alimentan el intento de déscredito. Puede que a algunos les falta visión para horadar la luz; a todos quizás la saña los exaspere.

Cuando por su causa se han nublado mis ojos

¡Tantas veces!, ¡con tantas verdades!, ¡con tanto civismo!, ¡con tanto entusiasmo!

Repaso algunos momentos: la lectura de la carta de despedida del Che, el "revés convertido en victoria" cuando los diez millones no fueron –no lo olvido a pesar de mis cortos 11 años-, la denuncia del crimen de Barbados, la muerte de Celia y de Blas Roca, el sepelio de nuestros internacionalistas caídos en Angola, los días aciagos e inciertos del "desmerengamiento" como él sustantivó a la hecatombe del campo socialista; el preludio y realidad del Período Especial y tantos otros momentos de conmoción.

Pero también los triunfos me han hecho enjugar lágrimas. Emociona tanto cuando habla de la dignidad real, "tocable" de nuestro pueblo y de su obra, cuando coloca la solidaridad entre lo supremo de la identidad nacional. Cuando asciende al pueblo, y esos mismos hombres que padecen los avatares del Período Especial, se le entregan en un diálogo diáfano y amistoso.

En estos días de zafra, de vergüenza y eficiencia, se le ha visto tan alegre que uno se extasía mirándolo y escuchándolo. Goza de las dificultades y saborea mejor el éxito cuando éste ha sido alcanzado venciendo aquellas.

La conmoción se adueña de uno en sus días de andar por otras tierras. Alegra ver cómo los pueblos rompen las cortinas de mentiras y le admiran. Cuán digno en el Bronx, dentro de la otra cara de la moneda, aquel día en que Clinton faltó a las buenas maneras con un visitante y por miopía, además, colaboró en el sobredimensionamiento del Gigante, si es que eso era posible.

Pero una imagen reciente recurre a mi memoria y sintetiza todo este sentimiento: Fidel en Cayo Coco: un constructor –entrado en años, a la vista padre de familia y abuelo, hombre rudo- lo ha alcanzado por el brazo y le ha dicho, cual hijo o padre que salvaguarda: -"¡Cuídese mucho, Comandante!"

Ese hombre es Cuba.

No evité las lágrimas.

De la amiga que lo bajó del altar

Esta es una paradoja, de las tantas hijas de la Revolución.

La amiga de referencia, nacida post-1959, es una profesional universitaria que trabaja en una importante institución nacional.

Devota de Fidel hasta la saciedad, desde tiempos ha, según me cuentan.

Un buen día, conversando sobre él me ha dicho: ¡"Pues ya yo lo bajé del altar y lo puse a mi lado!".

Así, de súbito, proveniente de ella, la idea me turbó, pero nunca más la olvidé. Ahora la utilizo para ilustrar cuán dignificante es la Revolución. ¿No será que en lugar de ella "bajarlo" él la enseñó a ascender? He respondido, en términos absolutos, a favor de la segunda posibilidad.

Un concepto "termómetro"

Es de esos que levanta la moral, como toda su oratoria.

Como ser mortal al fin, no escapo de los sinsabores que suelen calar más que los sabores. Y como quiero ser de manera mejor a la que lo logro, de vez en vez, me pulso para auto enrumbarme.

A ello me ayuda aquella idea suya –que yo llamo "concepto termómetro"- donde precisa que "ideología es ante todo conciencia; conciencia es actitud de lucha, dignidad, principios y moral revolucionaria, es el arma de lucha ante lo mal hecho, frente a las debilidades, los privilegios, las inmoralidades".

Una gran sabiduría suya

Saber integrar, unir. Que en Cuba no se haya producido una ruptura generacional debe buen cupo de agradecimiento a nuestra historia, por una parte y por otra, al quehacer de Fidel y las creaciones sociales que ha inspirado. Fundir generaciones ha sido exquisito resultado del amor que pone a su obra.

Ha sido docto al rodearse de jóvenes y menos jóvenes, al escuchar al niño, al anciano, al dirigente, al obrero, al científico de la biogenética y al científico del buey, a los de aquí y a los de allá, sabiendo pulsar, conducir, ganar, aprender, llegar, conmover, hacer razonar, mover.

Para cualquier cubano se ha convertido en hombre de obligada referencia. ¡Para bien!, aseguraran los agradecidos.

Mi reto moral

Hace ocho años nació mi hija. Alegría debí llamarle, pues es lo que me regala. Desde entonces me he ocupado de ponerle alas a su fantasía pero también "ruedas de aterrizaje". Por ello quiero que crezca con lo humano y con lo divino, siempre que lo uno y lo otro sean dignos y edificantes. Y si eso anhelo debo educarla como buena cubana. Y como ya yo sé que ella quiere serlo, creo que debe crecer hasta lo infinito en amor a Fidel.

Y lo quiere, desde su dimensión infantil.

Lo veo en el respeto con que hace sus observaciones.

¡Pero qué observaciones!. Solo dos referencias:

La primera: A los 3 ó 4 años de edad, gustaba –como ahora- de hablar mucho y en voz muy alta. Lograba atenuarla contándole sobre un "Señor de las voces" que se dedicaba a recoger la voz de aquellos niños que la maltrataban.

Aquello, por supuesto, tenía un efecto efímero.

Un buen día, en que la televisión difundía una larga intervención de Fidel, me preguntó: -Papi, ¡Fidel es amigo del "Señor de las voces"?

Días después, al producirse la retrasmisión de aquella alocución, volvió sobre el asunto. Le expliqué –para sus años- que hablarle a las personas era parte del trabajo de Fidel. Se limitó a contestarme: – ¡OOyyee, cómo le gusta trabajar!

La segunda: Un día cualquiera. El noticiero de televisión se alarga con un discurso del Comandante y, por tanto, se retrasa el inicio de la telenovela de turno. Solo me mira y me dice: "¡Paaapiiiii…!!!" Como intuye que la observación no es del todo de mi agrado acota: " ¡Chico, yo lo quiero, pero no es fácil!.

Yo prefiero pensar que mi hija ya ha comprobado, con certeza, la fama de magnífico orador y de padre de extensos discursos que bien ha ganado él.

Mi reto es que Fidel conquiste su corazón de niña que convive en un complicado mundo finisecular y salte hasta su razón. Como la conozco sé que así está sucediendo; ¡a su manera!

De su incursión en mi vida profesional

Constante, continua, necesaria, insustituible.

Ante todo porque soy un profesional como consecuencia de la revolución que él encabezó y conduce.

Porque por su vastedad humana encontré sentido a la carrera que escogí.

Ha sido su pensamiento asunto directo de mis pesquisas docentes. ¡Qué bien cuando se le penetra y se le sigue una idea!. ¡Cuánta coherencia interna en su pensamiento!.

Es su verbo fuente constante de enriquecimiento espiritual.

Es mi mentor en el ejercicio, directo o indirecto, de la enseñanza; una referencia constante por su profunda capacidad de análisis; por su reflejo dialéctico de la realidad.

Lo he asumido, sin fundamentalismos, como maestro que en tanto enseña facilita enseñar.

Esas manos que lo asemejan a un santo

Remito al cuadro "Las manos de Fidel" exhibido en la Casa Guayasamín, en La Habana, donde asistí con una admirable compañera de trabajo, a mi juicio de encomiable delicadeza artística.

-No me gusta, parece un santo o algo así – fue su observación argumentada.

Tal vez, pero esas son sus manos, manos filosóficas.

Y si por santo entendemos: un ser venerable, fundador, justo, virtuoso, ejemplar…Entonces la revolución tiene su santo.

Una curiosidad que me corroe.

Las libretas azules donde dicen que hace sus anotaciones en medio del fragor diario.

La exigencia que le planteara.

¡Descanse! ¡Escriba!

Mi deseo de poseer facultades omnímodas para otorgarle tres títulos:

El primero, académico-político: MAESTRO DE LA DIALÉCTICA REVOLUCIONARIA EN LAS CONDICIONES DEL SUBDESARROLLO Y LA AGRESIÓN YANQUI.

El segundo, de santidad: SAN FIDEL DE LA DIGNIDAD.

El tercero, ético-jurídico: PROPIETARIO DE OPTIMISMO.

(agosto de 1996)

 

Autor

Camilo Rodríguez Noriega

 

Partes: 1, 2
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