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Santo Tomás Moro: Lord Canciller y mártir

Enviado por Agustin Fabra


  1. Presentación
  2. Infancia y juventud
  3. Su llamado monacal
  4. Su vida familiar
  5. Su vida profesional y pública
  6. Su obra literaria
  7. Su encarcelamiento
  8. Condena y ejecución
  9. Su canonización y patronazgo

"El hombre no se puede separar de Dios, ni la política de la moral. Ésta es la luz que iluminó la conciencia de Santo Tomás Moro y el horizonte a donde le llevó su pasión por la verdad".

Papa Juan Pablo II

(Discurso del 7 abril 1998, n.3)

Presentación

La vida de Santo Tomás Moro fue una preparación constante y continua para enfrentarse a dos aspectos: el poder temporal y el amor de Dios. La experiencia vivida por Santo Tomás Moro, solo frente al poder y ante Dios, es el dilema de todo ciudadano y de todo político; es el momento de escoger entre la condenación y la salvación eterna.

En la valentía de Tomás Moro existen dos actos fundamentales: uno, de fe y obediencia, y el otro acerca de la afirmación de uno de los regalos más grandes de Dios; la libertad humana. Él mantuvo a lo largo de su vida la fidelidad a su fe católica y, al sufrir todas las consecuencias de dicha fidelidad, obedeció a su conciencia; la libertad última del ser humano.

La contribución suya en los distintos sectores en que se desarrolló su vida fue notable, tanto en su faceta como humanista, apologeta, juez y legislador, diplomático, negociador y estadista. Fue el modelo ejemplar de una unidad de vida en la que se refleja de manera específica la santidad en los laicos.

En su actividad humanística unió el estudio y la piedad, la cultura y la ascética, la sed de la verdad y la búsqueda de la virtud a través de una lucha interior difícil, pero alegre.

Como abogado y juez encaminó la interpretación y la formulación de las leyes a la tutela de una verdadera justicia social, y a la construcción de la paz entre los individuos y las naciones. La dedicación benévola e incondicional a la justicia en el respeto de la libertad y de la persona humana, fue su objetivo de conducta como magistrado. Sirviendo a cada persona, Santo Tomás Moro era consciente de servir a su Rey, pero sobretodo él quería servir a Dios.

Este servicio por Dios y hacia Dios permeaba toda su conducta. En su faceta de hombre público demostró ser enemigo absoluto de los favoritismos y de los privilegios del poder. Profesó un ejemplar desprendimiento de los honores que conllevaban los cargos y, a la vez, vivió con sencillez y humildad su condición de servidor al Rey, por elevado que fuera su puesto.

La política nunca fue para él una profesión interesada, sino un arduo servicio para el que previamente se había preparado por medio de un paciente estudio de la naturaleza humana, con su grandeza y sus debilidades.

Fue un mártir de la libertad porque se opuso a la pretensión del poder de dominar sobre las conciencias, y finalmente dio su vida por defender una iglesia libre del dominio del Estado.

La figura del santo y mártir Tomás Moro suscita la sincera veneración del pueblo cristiano y de varias confesiones religiosas, inclusive de los agnósticos, lo cual testimonia un interés verdaderamente general.

Infancia y juventud

Thomas More, conocido en español como Tomás Moro, nació en la zona de Cheepside de la ciudad de Londres, Inglaterra, el día 7 de febrero de 1478, concretamente en la casa familiar ubicada en la calle de Milk Street.

Fue el hijo mayor de Sir John More y de Agnes Graunger. Su padre entonces era el Mayordomo del Lincoln"s Inn, uno de los cuatro colegios de abogados de Londres. John More era jurista y posteriormente fue nombrado Caballero y Juez de la Curia Real.

En 1486 Tomás Moro, a los 8 años de edad y después de haber estudiado la enseñanza primaria durante tres años en la Saint Anthony School, considerada la mejor escuela de gramática de Londres, y siguiendo la costumbre de las mejores familias, fue conducido al Palacio de Lambeth donde sirvió como paje del Cardenal John Morton, quien entonces era Arzobispo de Canterbury y Lord Canciller de Inglaterra.

El Cardenal Morton era un ferviente defensor del nuevo humanismo renacentista, el movimiento cultural de recuperación de la cultura clásica en el Renacentismo, y tuvo en gran estima al joven Tomás Moro. Confiando en desarrollar su potencial intelectual, el Cardenal decidió en 1492 sugerir el ingreso de Tomás, quien por entonces contaba con 14 años, en el Canterbury College de la Universidad de Oxford, donde pasó dos años estudiando la doctrina escolástica, con su método de enseñanza de la religión. Asimismo el joven Tomás perfeccionó su retórica gracias a sus profesores, los humanistas ingleses Thomas Linacre y William Grocyn.

Pero Tomás Moro se iría de Oxford dos años más tarde sin haberse graduado y, debido a la insistencia de su padre, en 1494 se dedicó a estudiar leyes en el New Inn de Londres, institución en la que había trabajado Sir John, su padre. En 1496 Tomás empezó a ejercer la abogacía ante los tribunales. En esa época estudió además francés, agregándolo a sus conocimientos lingüísticos ya que además del inglés, hablaba perfectamente el griego y el latín que había estudiado durante sus estudios primarios.

Su llamado monacal

En su juventud Tomás Moro enfrentó el dilema de si podía servir mejor a Dios siendo monje o seglar. En 1501 ingresó en la Tercera Orden de San Francisco, viviendo como laico en el Monasterio cartujo de Greenwich hasta 1504.

Durante estos tres años se dedicó dentro del Monasterio al estudio religioso y a traducir epigramas griegos al latín y a formular comentarios sobre el libro de San Agustín de Hipona "De civitate Dei" (La Ciudad de Dios).

Tras realizar la traducción de una biografía del humanista y pensador italiano Giovanni Picco della Mirandola, escrito por su sobrino Gianfrancesco, Tomás quedó tan impresionado por el sentimiento de la obra que la adoptó para sí mismo, lo cual marcaría definitivamente el curso de su vida.

Tomás Moro abandonó su vida monacal y ascética ya que prefirió, en las palabras del teólogo y humanista holandés Erasmo de Rotterdam, ser una marido casto y no un sacerdote tibio.

Sin embargo nunca abandonó ciertos hábitos penitenciales propios de la vida monacal, por lo que llevó durante toda su vida un cilicio en una pierna y practicó ocasionalmente la auto-flagelación. Además asistía diariamente a oír la Santa Misa.

Su vida familiar

Después de abandonar el Monasterio de Greenwich, Tomás Moro contrajo matrimonio en 1505, a los 27 años de edad, con Jane Colt. Ese mismo año nació su hija Margaret, quien posteriormente sería su discípula.

En 1506 nació su segunda hija, Elizabeth, y al año siguiente nació su tercera hija, Cecily. Fue hasta 1509 que nació su hijo John. Pero en 1511 falleció su esposa Jane y Tomás se casó con Alice Middelton, viuda y siete años mayor que él, quien ya tenía una hija, Alice.

Su familia, por la que Tomás Moro se afanó por procurarle una instrucción de alto nivel moral. Fue conocida por sus contemporáneos como la academia cristiana.

Su vida profesional y pública

Después de su experiencia monacal, en 1504 Tomás Moro fue elegido miembro del Parlamento, juez y subprefecto de la ciudad de Londres durante el reinado de Enrique VII, quien gobernó hasta su fallecimiento en 1509, y con quien Tomás tuvo algunas discrepancias por oponerse a algunas de las medidas del Rey.

En 1507 Tomás Moro es pensionado y Mayordomo en el Lincoln"s Inn, donde además se dedicó a dar conferencias entre 1511 y 1516. En 1510 nuevamente es nombrado miembro del Parlamento y Vice sheriff de Londres, cargo judicial y administrativo. También participó en diversas gestiones relacionadas con el ámbito comercial entre grandes empresas de Londres y de la Europa continental, básicamente en el área de Flandes.

Precisamente en uno de estos viajes Tomás Moro escribió un poema dedicado al nuevo Rey, Enrique VIII, con motivo de la ceremonia de su coronación en 1509. El texto del poema llegó a manos del Rey, quien hizo llamar a Tomás a Palacio, naciendo a partir de entonces una gran amistad entre ambos. Enrique VIII, quien se consideraba protector del humanismo y de las ciencias, se sirvió de la diplomacia y del tacto de Tomás Moro, confiándole varias misiones diplomáticas en varios países europeos. Con ello Tomás entró al servicio de Rey y se convirtió en miembro de su Consejo Privado.

En sus viajes por Europa continental Tomás recibió la influencia de distintas universidades. En 1517 fue enviado a Calais, al norte de Francia, para resolver asuntos mercantiles y fue nombrado Master of Requests, o sea, Relator del Consejo de Estado.

De nuevo en Londres, Tomás Moro en 1520 ayudó al Rey Enrique VIII a escribir la obra Asertio Septem Sacramentorum o Afirmación de los siete Sacramentos, y en 1521 el Rey le nombró Knight (Caballero) y Vicetesorero. Este mismo año su hija Margaret se casó con William Roper, quien después sería el primer biógrafo de Tomás Moro.

En el año 1524 Tomás fue nombrado High Steward o Administrador de la Universidad de Oxford, de la que había sido alumno, y en 1525 ostentó el mismo puesto en la Universidad de Cambridge, además de ser Canciller de Lancaster. Finalmente, en 1529, Tomás Moro fue nombrado Lord Canciller de Inglaterra por el Rey Enrique VIII, siendo el primer laico que ocupaba dicho puesto después de varios siglos.

A pesar de su nombramiento como Canciller de Inglaterra, Tomás no se hizo ilusiones ni se mareó con el poder. Aceptó el puesto porque, textualmente, según él es deber de todo cristiano y un acto crucial de caridad, buscar el bien común participando en la política y lograr así que la paz y la justicia se abracen y se besen.

A pesar de su elevado rango, Tomás Moro siguió practicando la asistencia diaria a la Santa Misa, el ayuno, la oración por medio de la Lectio Divina, la caridad, la educación cristiana y moral de su familia, y también la mortificación personal aún llevando en su atuendo todos los símbolos del poder que ostentaba.

El famoso cuadro del pintor Holbein, el cual está reproducido al final del presente estudio, muestra a un Tomás Moro en la cima del poder con su ajuar de Lord Canciller de Inglaterra, pero calmo e inescrutable a pesar de que bajo su vestimenta llevaba siempre un cilicio, lo cual le recordaba su mortalidad y su fe. Tomás se preparó durante toda su vida para la prueba final, a la cual todos nos enfrentaremos tarde o temprano.

Fue por entonces cuando Tomás trasladó su residencia a Chelsea, y desde allí escribió una carta al teólogo luterano alemán Ioannis Bugenhagen, en el cual defendía la supremacía del Papa. Ya desde 1528 el Obispo de Londres le había permitido consultar libros considerados entonces como heréticos, con el fin de que Tomás pudiera refutarlos, dada su constante defensa por la fe católica.

Su obra literaria

Alrededor de 1497 Tomás empezó a escribir poesías cargadas con cierta ironía, lo cual le valió considerable fama y reconocimiento. Fue precisamente en esa época cuando tuvo sus primeros encuentros con los precursores del Renacimiento, especialmente con John Skelton y con Erasmo de Rotterdam, con quien llegaría a entablar una gran amistad.

En 1506 tradujo al latín la obra Luciano, en compañía de Erasmo de Rotterdam. Y en 1513 escribió también Historia del Rey Ricardo III, libro que sirvió de inspiración a William Shakespeare para el personaje de su obra.

También escribió retratos de personajes públicos, como es el caso de Vida de Pico della Mirandola, así como poemas y epigramas en Epigrammata. Mención especial merecen los diálogos y tratados que realizó en defensa de la fe tradicional, atacando duramente a los Reformistas, tanto laicos como religiosos. Entre estas obras se encuentran Respuesta a Lutero, Un diálogo sobre la herejía, Refutación a la respuesta de Tyndale y Respuesta a un libro envenenado.

Además de escritos en defensa de la Iglesia Católica, Tomás Moro también escribió acerca de aspectos más espirituales de la religión, tales como Tratado sobre la Pasión de Cristo, Tratado sobre el Cuerpo Santo y La agonía de Cristo, obra que escribió durante su confinamiento en la Torre de Londres. Esta última obra, salvada de la confiscación decretada por Enrique VIII, por voluntad de Margaret, la hija mayor de Tomás, pasó a manos españolas a través de Fray Pedro de Soto, confesor del Emperador Carlos V, quien entregó el libro al Museo del Real Colegio del Corpus Christi de la ciudad de Valencia, lugar de nacimiento del humanista y filósofo Luis Vives, de quien Tomás Moro era íntimo amigo.

Pero su obra cumbre fue Utopía, escrita en 1516 y publicada en Lovaina, Bélgica, en la que Tomás abordaba problemas sociales de la humanidad, y con la cual se ganó el reconocimiento de todos los eruditos de Europa. Uno de sus inspiradores para esta obra fue indudablemente su amigo íntimo Erasmo de Rotterdam, humanista y teólogo holandés.

Su encarcelamiento

Ante el deseo de Enrique VIII de anular su matrimonio canónico con Catalina de Aragón para poder casarse nuevamente con Ana Bolena, Tomás Moro actuó con prudencia, sin buscar ni desear una innecesaria confrontación. Prudencia que es siempre una virtud indispensable para poder ver la realidad objetivamente, y no conforme a nuestros deseos y ambiciones.

Esta negativa de Tomás Moro a no apoyar el deseo del Rey motivó la enemistad entre ambos. Enrique VIII había solicitado al Papa Julio II la concesión de la nulidad de su matrimonio con Catalina de Aragón, y la negativa del Papa supuso finalmente la ruptura de relaciones entre Inglaterra y la Iglesia Romana, lo cual dio lugar a la formación de la Iglesia Anglicana, de quien el Rey era cabeza principal. La razón aducida por Enrique VIII para dicha anulación matrimonial era para casarse con Ana Bolena y así tener un hijo varón que pudiera sucederle en el trono de Inglaterra, puesto que Catalina de Aragón no podía dárselo.

Las reiteradas negativas de Tomás Moro a apoyar el deseo del Rey acabaron por provocar el rencor de Enrique VIII hacia Tomás, quien en 1530 se negó a firmar la carta en la que nobles y prelados solicitaban al Papa la anulación del matrimonio real. En 1534 también se negó a firmar el Acta de Supremacía, que representaba el repudio a la supremacía papal. Dicha Acta establecía condena a quienes no la aceptasen, y por ello el 17 de abril de 1534 Tomás Moro fue encarcelado en la Torre de Londres.

Tomás Moro no tuvo duda alguna de que al no secundar el deseo del Rey comenzaría un largo calvario que terminaría con su muerte. El poderoso Rey no podía tolerar que alguien de tanto prestigio como Tomás Moro no se plegara a sus deseos y le destituyó de sus cargos, aún cuando Tomás ya había renunciado a ellos anteriormente al ver el camino por el que transcurriría el resto de su vida.

En el momento de su renuncia al poder Tomás Moro se retiró de la vida pública, aceptando sufrir con su familia la pobreza y el abandono de muchos que en aquel período de prueba se mostraron como falsos amigos. Hubieron algunas personas que igualmente se negaron a secundar a Enrique VIII, quienes también fueron encarcelados y posteriormente muertos, como fue el caso de San John Fisher, quien corrió la misma suerte que Tomás Moro.

Condena y ejecución

Demostrada la firmeza de Tomás Moro en rechazar cualquier compromiso contra su propia conciencia, el Rey Enrique VIII le hizo encarcelar a cadena perpetua en la Torre de Londres en 1534, donde fue sometido a diversas formas de presión psicológica. Pero él nunca se dejó vencer y rechazó de nuevo prestar el juramento que se le pedía hacia el Rey, ya que ello hubiera representado la aceptación de una situación política y eclesiástica que hubiera preparado el terreno para el despotismo real sin control alguno.

Finalmente el Rey, enojado, mandó juzgar a Tomás, y durante el proceso a que fue sometido ante unos jueces corruptos, Tomás Moro pronunció una apasionada apología de sus propias convicciones sobre la indisolubilidad del matrimonio, el respeto al patrimonio jurídico inspirado en los valores cristianos, y la libertad de la Iglesia ante el Estado.

Pero Tomás Moro fue acusado de alta traición y condenado a muerte, aboliéndose su anterior condena a cadena perpetua. Varios dirigentes, entre ellos el Papa Julio II y el Emperador Carlos V, presionaron a Enrique VIII para que perdonara la vida a Tomás y se la conmutara por cadena perpetua o por el destierro de Inglaterra, pero tal súplica no sirvió de nada.

Finalmente, el 6 de julio de 1535, a los 57 años de edad, Tomás Moro fue decapitado. Su cuerpo está enterrado en una bóveda subterránea anexa a la Capilla Católica de San Pedro ad Vincula, que se encuentra anexa a la Torre de Londres.

Tomás Moro mantuvo hasta el final de su vida su dignidad, su sentido del humor y su confianza plena en que Dios le recibiría al cruzar el umbral de la muerte. Mientras Tomás subía al cadalso, se dirigió al verdugo en estos términos: "¿Puede ayudarme a subir?, porque para bajar ya sabré valérmelas por mí mismo". Luego, al arrodillarse dijo: "Fíjese que mi barba ha crecido en la cárcel; es decir, ella no ha sido desobediente al Rey, por lo tanto no hay por qué cortarla. Permítame que la aparte".

Finalmente, dejando la ironía aparte, se dirigió a los presentes con estas palabras: "I die being the King"s good servant, but God"s first" ("Muero siendo el buen siervo del Rey, pero primero de Dios").

Su canonización y patronazgo

En 1886 el Papa León XIII beatificó a Tomás Moro junto con otros 53 mártires, entre los cuales se hallaba el Cardenal John Fisher. Y ambos también fueron proclamados santos al mismo tiempo por el Papa Pío XI el 19 de mayo de 1935, cuando se cumplían 400 años de la muerte de Tomás Moro.

Pero en 1985 el Presidente de la República de Italia, Francesco Cossiga, quien previamente había recogido centenares de firmas de Jefes de Gobierno y de Estado, así como de parlamentarios y políticos del mundo entero, tanto católicos como no católicos, solicitó al Vaticano que proclamara a Santo Tomás Moro Patrón de los políticos y gobernantes, debido a la forma de vida del santo; un ejemplo de responsabilidad política y de coherencia moral, de armonía entre lo sobrenatural y lo humano.

Y el 31 de octubre del año 2000 el Papa Juan Pablo II, atendiendo la solicitud, proclamó oficialmente a Santo Tomás Moro Patrono de los gobernantes y políticos, cuya festividad se celebra anualmente cada 22 de junio.

El Concilio Vaticano II, en la Constitución Gaudium et spes (Alegría y esperanza), señala cómo en el mundo contemporáneo está creciendo "la conciencia de la excelsa dignidad que corresponde a la persona humana, ya que está por encima de todas las cosas y sus derechos y deberes son universales e inviolables" (Gaudium et spes, n.26).

La historia de Santo Tomás Moro ilustra con claridad una verdad fundamental de la ética política. En efecto, la defensa de la libertad de la Iglesia frente a las indebidas injerencias del Estado es, al mismo tiempo, una defensa en nombre de la primacía de la conciencia y de la libertad de la persona frente al poder político. En esto reside el principio fundamental de todo orden civil de acuerdo con la naturaleza humana.

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"En este contexto es útil volver al ejemplo de Santo Tomás Moro, quien se distinguió por la constante fidelidad a las autoridades y a las instituciones legítimas, precisamente porque en las mismas quería servir, no al poder, sino al supremo ideal de la justicia. El profundo desprendimiento de honores y de riquezas, la humildad serena y jovial, el equilibrado conocimiento de la naturaleza humana y de la vanidad del éxito, así como la seguridad de juicio basada en la fe, le dieron aquella confiada fortaleza interior que le sostuvo en las adversidades y frente a la muerte. Su santidad, que brilló en el martirio, se forjó a través de toda una vida entera de trabajo y de entrega a Dios y al prójimo".

(Carta apostólica del Papa Juan Pablo II, en forma de motu propio, para la proclamación de Santo Tomás Moro como Patrono de los gobernantes y de los políticos).

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Autor:

Agustin Fabra