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La rebelión individual (II)

Enviado por José López


Partes: 1, 2

    1. El sistema podemos y debemos cambiarlo entre todos

    O la materia prima de la verdadera Revolución. De la importancia capital de la actitud personal de cada individuo para cambiar el sistema.

    En la primera parte vimos cómo todos tenemos margen de maniobra, cómo el control social tiene sus límites y cómo el sistema lo hacemos entre todos y nos afecta a todos. En esta segunda parte vamos a ver cómo podría cambiarse el sistema entre todos.

     1) El sistema podemos y debemos cambiarlo entre todos

     No nos sirve de nada ser conscientes de la situación, conseguir poner en "evidencia" al sistema, analizar las causas de porqué no funciona, llegar a la conclusión de que es posible y necesario cambiarlo, si a continuación no intentamos cambiarlo de alguna manera, si por lo menos no lo intentamos. El análisis de la situación es imprescindible, pero debe representar un primer paso, no debe ser el fin en sí mismo, es necesario también buscar soluciones e intentar implementarlas.

     Si tenemos claro que la forma más razonable de avanzar es desarrollando la democracia, pero también tenemos claro que el sistema va a impedirlo (como siempre lo ha hecho) por todos los medios posibles (no va a renunciar a perder el control), entonces, ¿qué salida nos queda? ¿Cómo podemos "forzar" la situación? La respuesta es evidente, la única salida que tenemos es, como siempre, luchar.

    La lucha por la emancipación debe ser en TODOS los frentes y usando TODOS los medios (pacíficos) posibles. Dichas luchas se complementan y sin todas ellas no puede hacerse una lucha global y total (que es la que se necesita).

    a) Colectivamente

    Indudablemente es imprescindible organizarse y coordinarse para luchar. La unión hace la fuerza. El "enemigo" es demasiado poderoso para combatirlo exclusivamente de forma individual. La lucha debe ser siempre pacífica y desde dentro del propio sistema siempre que sea posible, siempre que el sistema tenga algún flanco, alguna grieta, y normalmente casi siempre la hay. Puede ser así aparentemente más lenta (si analizamos los resultados a corto plazo) pero a largo plazo puede ser más segura y rápida. La clásica estrategia de dos pasos adelante y un paso atrás, muchas veces se ha convertido en un paso adelante y dos pasos atrás. Es preferible un avance CONTINUO pero SEGURO, que un avance "a saltos" discontinuo con muchas paradas y retrocesos. Esto es como el cuento de la liebre y la tortuga. La experiencia nos ha demostrado que el sistema aprovecha los fracasos para contraatacar con más virulencia y provocar retrocesos importantes y, lo que es peor, para provocar el desánimo generalizado que impida volver a intentar cambios.

    Evidentemente hay que organizarse a nivel local pero también a nivel internacional, porque la "guerra" es internacional. La izquierda debe aprender de sus errores y emplear otras tácticas en esta "guerra" sin cuartel (ver mi anterior artículo Los desafíos de la izquierda en el siglo XXI). Pero esta "guerra" debe ser una "guerra" de ideas, las "armas" son las palabras, la inteligencia, la razón, el sentido común, la memoria, el conocimiento, la información . Hay que empezar a cambiar el sistema desde dentro (intentando reformarlo, pero de verdad, no sólo aparentemente, y sobre todo de forma continua) y simultáneamente hay que empezar a construir un sistema nuevo dentro del viejo (en aquellos ámbitos donde el sistema actual no puede ejercer toda su influencia, en las organizaciones populares, que deben servir de "conejillos de indias", de "laboratorios de experimentación social"), un sistema nuevo que deberá ir ganando terreno como si fuera una "quinta columna".

    b) Individualmente

    Pero además de organizarse colectivamente, también es necesario, es imprescindible un cambio de actitud generalizado de las personas que conformamos el sistema. Es más, sin este cambio de actitud individual y personal, probablemente tampoco será posible la lucha organizada (la verdadera unión de las personas debe sustentarse en la actitud individual de cada una de ellas por dicha unión, en su compromiso personal, en su motivación, en su responsabilidad) o no servirá de nada. El sistema siempre ha intentado anular al individuo, como estrategia elemental de anulación de las masas. La alienación de las masas pasa por la alienación de cada individuo. Por tanto la emancipación social debe pasar también por la emancipación personal. Una revolución que no consigue emancipar a los individuos de una sociedad, lo único que hace es cambiar la forma de alienación de la misma, no la libera. La verdadera revolución social necesita de la "revolución individual".

    Sólo cuando cada uno de nosotros cambie de actitud, cuando queramos realmente cambiar para mejorar, cuando aprendamos a pensar bien (a usar adecuadamente nuestras mejores capacidades mentales), a ser libres (sin necesidad de tutores ni de líderes, sabiendo que nuestra libertad acaba donde empieza la de otros, considerando que sólo seremos verdaderamente libres cuando usemos la libertad con responsabilidad), a respetar al prójimo (aunque lo aborrezcamos o sea radicalmente diferente), a ponernos en el puesto de otros (para comprenderlos mejor), a ser tolerantes, a ser sinceros (para con nosotros mismos y para con los demás, a practicar la sinceridad pero también a valorarla cuando los demás la practican hacia nosotros), a criticar (constructivamente) pero también a encajar las críticas hacia nosotros, a darnos cuenta de que nadie posee la "verdad absoluta" (de que podemos estar más o menos equivocados, de que todo es más o menos cuestionable), a evitar asumir ideas sin criticarlas por el simple hecho de ser verdades "incuestionables" o "aceptadas" (pensamiento crítico), a cambiar nuestras ideas cuando lleguemos a estar convencidos de que eran erróneas (pero al mismo tiempo a ser firmes en nuestras convicciones hasta que ya no estemos seguros de ellas, tampoco se trata de cambiar alegremente nuestros principios sin estar convencidos y tampoco se trata de cambiarlos constantemente "al son que toca" o por interés, así como tampoco se trata de aferrarse a ellos de forma cerrada y a perpetuidad sin dar opción de cuestionarlos), a practicar nuestros principios cotidianamente de forma coherente (predicando con el ejemplo), a respetarnos a nosotros mismos (y a exigir a los demás que nos respeten también, a exigir un trato digno), a tener paciencia para aprender o para enseñar (para cambiar las cosas se requiere de mucha paciencia), a compartir, a esforzarnos (o por lo menos a no acomodarnos en exceso), a tener una visión amplia y general de las cosas (a controlar nuestro egoísmo y nuestro egocentrismo para evitar que nos "nublen la vista", a no perdernos en los detalles, a evitar que "las ramas no nos dejen ver el bosque"), a "pensar globalmente y actuar localmente", a pensar más a largo plazo, a reconocer nuestros errores y a rectificar, a pedir perdón (pero sinceramente y coherentemente, evitando volver a cometer los errores por los que nos disculpamos), a aceptar la voluntad mayoritaria (lo cual no significa asumirla ni anular nuestro espíritu crítico o nuestra discrepancia), a ser verdaderos demócratas, a rebelarnos "con causa" (a no consentir las injusticias), a implicarnos, a dialogar y resolver nuestras diferencias pacíficamente, a ser nosotros mismos, a pensar por nosotros mismos (a rebelarnos contra el pensamiento de grupo, contra el miedo a ser diferentes), a ser independientes (a la vez que solidarios y comprometidos), a no dejarnos impresionar por las verdades "emitidas" por las "autoridades intelectuales" (y en vez de ello a intentar entenderlas o rebatirlas), a evitar el elitismo intelectual (a juzgar las ideas sin importarnos quién las dice, sin caer en el error de darles más o menos validez en función de la fama o anonimato de sus autores), a perder el miedo y el orgullo de reconocer que no sabemos (a preguntar en público nuestras dudas), a reconocer que no lo sabemos todo (ni nunca lo conseguiremos, lo cual no impide aspirar a aumentar nuestros conocimientos), a ser humildes (pero no sumisos ni complacientes), a ser inconformistas (a darnos cuenta de que todo siempre es mejorable), a seleccionar lo prioritario frente a lo secundario (no podemos abarcarlo todo), a distinguir entre lo superfluo y lo verdaderamente importante, a no dejarnos engañar por las apariencias o las "etiquetas" (a no juzgar "el contenido por el envoltorio"), a darnos cuenta de que todo nos "salpica" más de lo que creemos (tarde o pronto), a darnos cuenta de que "cualquier día nos puede tocar a nosotros", a darnos cuenta de que la unión hace la fuerza (de que el sistema no tendría NADA que hacer si estuviéramos unidos), a darnos cuenta de que el problema muchas veces no es tanto la falta de recursos sino su mala distribución, a no dejarnos dominar por nuestros miedos, a tener coraje (a buscar la verdad, contrastando las versiones opuestas de los hechos o de las ideas, aunque pueda poner en entredicho nuestras más firmes "creencias", y a decirla), a informarnos antes de opinar (a ser prudentes y no opinar cuando no tenemos información suficiente o "sólida"), a buscar siempre el "equilibrio" (tan necesario en todas las facetas de nuestra existencia, por ejemplo tan importante es la teoría como la práctica), a profundizar en vez de "quedarnos en la superficie" (a analizar siempre el porqué de las cosas), a no autoengañarnos con medidas "parciales" (comprendiendo que los problemas no se solucionan con "parches", comprendiendo que la caridad no resuelve la pobreza, que hay que "atacar" las causas de la misma, comprendiendo que la labor de una ONG no es suficiente, que es necesario exigir a los gobiernos POLÍTICAS que erradiquen el hambre, la violencia,…), a valorar más la calidad que la cantidad (de información, de formación, de comunicación, …), a evitar las prisas (a evitar correr sin motivo, sin necesidad, a darnos cuenta de que estamos inmersos en una "carrera" absurda sin ninguna meta, a darnos cuenta de que es imposible hacer las cosas bien corriendo, de que es preferible hacer poco bien que mucho mal, de que correr nos impide pensar bien), a disfrutar con las cosas sencillas y verdaderamente importantes de la vida sin necesidad de rodearnos de multitud de "cacharros" (a darnos cuenta de que no siempre lo más caro es lo mejor, de que al contrario, las mejores cosas de la vida son "gratis"), a respetar la naturaleza y a disfrutarla, a centrar nuestras energías en lo verdaderamente importante (a emplear nuestro preciado tiempo adecuadamente), a distinguir entre los medios y los fines, a distinguir entre el fondo y la forma, a enfrentarnos a los problemas, a buscar soluciones en vez de quejarnos tanto, a asumir nuestras responsabilidades (en vez de intentar siempre redirigirlas a otros), a ser honestos, a ser coherentes (en vez de criticar a otros lo que luego también hacemos nosotros), a autoexigirnos antes que a exigir a los demás, a trabajar para vivir en vez de vivir para trabajar, a vivir en vez de conformarnos con sobrevivir, a vivir y dejar vivir, a colaborar más que a competir (sin renunciar a cierta competencia "sana" y "moderada"), a darnos cuenta de que "dicen" más los hechos que las palabras (de que las mentiras se pueden poner en evidencia contrastándolas con los hechos, de que la retórica sirve frecuentemente a la mentira), a desconfiar de la demagogia (del falso halago interesado, uno de los principales instrumentos de dominación del poder), a no dejarnos manipular por el poder mediante los patriotismos o los nacionalismos (a darnos cuenta de que, al margen de la natural "identificación" con nuestros semejantes más "cercanos", de la natural simpatía por lo próximo, las personas de otras naciones son en esencia como nosotros, son seres humanos con ciertas diferencias culturales, pero con unas inquietudes y necesidades básicas idénticas a las nuestras, a darnos cuenta de que la lealtad debe ser para con los principios, para con la verdad, para con el pueblo, para con la democracia, para con los derechos humanos), a respetar las diferencias (a respetar a los seres que son diferentes a nosotros, a no tener miedo a las personas distintas, a las personas de otras culturas o de otros países, a darnos cuenta de que ser distintos no significa ser superiores o inferiores, de que ser mejores en algunos aspectos no nos hace superiores globalmente, a darnos cuenta de que incluso aun asumiendo cierta superioridad, siempre muy discutible, nunca puede justificarse la falta de respeto ni la imposición en base a ella, no respetar nos hace "incivilizados", es la prueba más palpable de que no somos "superiores"), a evitar las guerras (a prevenirlas, a combatir sus causas, a elegir siempre que sea posible el camino de la paz, de la lucha pacífica), a ……, es cuando realmente podremos cambiar la sociedad.

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