LOS DADOS ETERNOS
Para Manuel Gonzáles Prada, esta emoción bravía y selecta, una de las que, con más entusiasmo, me ha aplau- dido el gran maestro.
Dios mío, estoy llorando el ser que vivo; me pesa haber tomádote tu pan; pero este pobre barro pensativo no es costra fermentada en tu costado: ¡tú no tienes Marías que se van!
Dios mío, si tú hubieras sido hombre, hoy supieras ser Dios; pero tú, que estuviste siempre bien, no sientes nada de tu creación. ¡Y el hombre sí te sufre: el Dios es él!
Hoy que en mis ojos brujos hay candelas, como en un condenado, Dios mío, prenderás todas tus velas, y jugaremos con el viejo dado. Tal vez ¡oh jugador! al dar la suerte del universo todo, surgirán las ojeras de la Muerte, como dos ases fúnebres de lodo.
Dios míos, y esta noche sorda, obscura, ya no podrás jugar, porque la Tierra es un dado roído y ya redondo a fuerza de rodar a la aventura, que no puede parar sino en un hueco, en el hueco de inmensa sepultura.
DESHOJACION SAGRADA
Luna! Corona de una testa inmensa, que te vas deshojando en sombras gualdas! Roja corona de un Jesús que piensa trágicamente dulce de esmeraldas!
Luna! Alocado corazón celeste ¿por qué bogas así, dentro de copa llena de vino azul, hacia el oeste, cual derrotada y dolorida popa?
Luna! Y a fuerza de volar en vano, te holocaustas en ópalos dispersos: tú eres talvez mi corazón gitano que vaga en el azul llorando versos!…
BORDAS DE HIELO
Vengo a verte pasar todos los días, vaporcito encantado siempre lejos… Tus ojos son dos rubios capitanes; tu labio es un brevísimo pañuelo rojo que ondea en un adiós de sangre!
Vengo a verte pasar; hasta que un día, embriagada de tiempo y de crueldad, vaporcito encantado siempre lejos, la estrella de la tarde partirá!
Las jarcias; vientos que traicionan; vientos de mujer que pasó! Tus fríos capitanes darán orden; y quien habrá partido seré yo…
EPISTOLA A LOS TRANSEUNTES
REANUDO mi día de conejo mi noche de elefante en descanso.
Y, entre mí, digo: ésta es mi inmensidad en bruto, a cántaros éste es mi grato peso, que me buscará abajo para pájaro éste es mi brazo que por su cuenta rehusó ser ala, éstas son mis sagradas escrituras, éstos mis alarmados campeones.
Lúgubre isla me alumbrará continental, mientras el capitolio se apoye en mi íntimo derrumbe y la asamblea en lanzas clausure mi desfile.
Pero cuando yo muera de vida y no de tiempo, cuando lleguen a dos mis dos maletas, éste ha de ser mi estómago en que cupo mi lámpara en pedazos, ésta aquella cabeza que expió los tormentos del círculo en mis pasos, éstos esos gusanos que el corazón contó por unidades, éste ha de ser mi cuerpo solidario por el que vela el alma individual; éste ha de ser mi ombligo en que maté mis piojos natos, ésta mi cosa, mi cosa tremebunda.
En tanto, convulsiva, ásperamente convalece mi freno, sufriendo como sufro del lenguaje directo del león; y, puesto que he existido entre dos potestades de ladrillo, convalezco yo mismo, sonriendo de mis labios.
LA RUEDA DEL HAMBRIENTO
POR entre mis propios dientes salgo humeando, dando voces, pujando, bajándome los pantalones… Váca mi estómago, váca mi yeyuno, la miseria me saca por entre mis propios dientes, cogido con un palito por el puño de la camisa.
Una piedra en que sentarme ¿no habrá ahora para mi? Aún aquella piedra en que tropieza la mujer que ha dado a luz, la madre del cordero, la causa, la raíz, ¿ésa no habrá ahora para mi? ¡Siquiera aquella otra, que ha pasado agachándose por mi alma! Siquiera la calcárida o la mala (humilde océano) o la que ya no sirve ni para ser tirada contra el hombre ésa dádmela ahora para mí!
Siquiera la que hallaren atravesada y sola en un insulto, ésa dádmela ahora para mí! Siquiera la torcida y coronada, en que resuena solamente una vez el andar de las rectas conciencias, o, al menos, esa otra, que arrojada en digna curva, va a caer por sí misma, en profesión de entraña verdadera, ¡ésa dádmela ahora para mí!
Un pedazo de pan, tampoco habrá para mí? Ya no más he de ser lo que siempre he de ser, pero dadme una piedra en que sentarme, pero dadme, por favor, un pedazo de pan en que sentarme, pero dadme en español algo, en fin, de beber, de comer, de vivir, de reposarse y después me iré… Halló una extraña forma, está muy rota y sucia mi camisa y ya no tengo nada, esto es horrendo.
ESPAÑA, APARTA DE MI ESTE CALIZ
Niños del mundo, si cae España -digo, es un decir- si cae del cielo abajo su antebrazo que asen, en cabestro, dos láminas terrestres; niños, ¡qué edad la de las sienes cóncavas! ¡qué temprano en el sol lo que os decía! ¡qué pronto en vuestro pecho el ruido anciano! ¡qué viejo vuestro 2 en el cuaderno!
¡Niños del mundo, está la madre España con su vientre a cuestas; está nuestra maestra con sus férulas, está madre y maestra, cruz y madera, porque os dio la altura, vértigo y división y suma, niños; está con ella, padres procesales!
Si cae -digo, es un decir- si cae España, de la tierra para abajo, niños, ¡cómo vais a cesar de crecer! ¡cómo va a castigar el año al mes! ¡cómo van a quedarse en diez los dientes, en palote el diptongo, la medalla en llanto! ¡Cómo va el corderillo a continuar atado por la pata al gran tintero! ¡Cómo vais a bajar las gradas del alfabeto hasta la letra en que nació la pena!
Niños, hijos de los guerreros, entre tanto, bajad la voz, que España está ahora mismo repartiendo la energía entre el reino animal, las florecillas, los cometas y los hombres. ¡Bajad la voz, que esta con su rigor, que es grande, sin saber qué hacer, y está en su mano la calavera hablando y habla y habla, la calavera, aquélla de la trenza, la calavera, aquélla de la vida!
¡Bajad la voz, os digo; bajad la voz, el canto de las sílabas, el llanto de la materia y el rumor menor de las pirámides, y aún el de las sienes que andan con dos piedras! ¡Bajad el aliento, y si el antebrazo baja, si las férulas suenan, si es la noche, si el cielo cabe en dos limbos terrestres, si hay ruido en el sonido de las puertas, si tardo, si no veis a nadie, si os asustan los lápices sin punta, si la madre España cae -digo, es un decir- salid, niños del mundo; id a buscarla!…
HIMNO A LOS VOLUNTARIOS DE LA REPUBLICA
Voluntario de España, miliciano de huesos fidedignos, cuando marcha a morir tu corazón, cuando marcha a matar con su agonía mundial, no sé verdaderamente qué hacer, dónde ponerme; corro, escribo, aplaudo, lloro, atisbo, destrozo, apagan, digo a mi pecho que acabe, al que bien, que venga, y quiero desgraciarme; descúbrome la frente impersonal hasta tocar el vaso de la sangre, me detengo, detienen mi tamaño esas famosas caídas de arquitecto con las que se honra el animal que me honra; refluyen mis instintos a sus sogas, humea ante mi tumba la alegría y, otra vez, sin saber qué hacer, sin nada, déjame, desde mi piedra en blanco, déjame, solo, cuadrumano, más acá, mucho más lejos, al no caber entre mis manos tu largo rato extático, quiebro con tu rapidez de doble filo mi pequeñez en traje de grandeza!
Un día diurno, claro, atento, fértil ¡oh bienio, el de los lóbregos semestres suplicantes, por el que iba la pólvora mordiéndose los codos! ¡oh dura pena y más duros pedernales! !oh frenos los tascados por el pueblo! Un día prendió el pueblo su fósforo cautivo, oró de cólera y soberanamente pleno, circular, cerró su natalicio con manos electivas; arrastraban candado ya los déspotas y en el candado, sus bacterias muertas…
¿Batallas? ¡No! Pasiones. Y pasiones precedidas de dolores con rejas de esperanzas, de dolores de pueblos con esperanzas de hombres! ¡Muerte y pasión de paz, las populares!
¡Muerte y pasión guerreras entre olivos, entendámonos! Tal en tu aliento cambian de agujas atmosféricas los vientos y de llave las tumbas en tu pecho, tu frontal elevándose a primera potencia de martirio.
El mundo exclama: "¡Cosas de españoles!" Y es verdad. Consideremos, durante una balanza, a quema ropa, a Calderón, dormido sobre la cola de un anfibio muerto o a Cervantes, diciendo: "Mi reino es de este mundo, pero también del otro": ¡punta y filo en dos papeles! Contemplemos a Goya, de hinojos y rezando ante un espejo, a Coll, el paladín en cuyo asalto cartesiano tuvo un sudor de nube el paso llano o a Quevedo, ese abuelo instantáneo de los dinamiteros o a Cajal, devorado por su pequeño infinito, o todavía a Teresa, mujer que muere porque no muere o a Lina Odena, en pugna en más de un punto con Teresa… (Todo acto o voz genial viene del pueblo y va hacia él, de frente o transmitidos por incesantes briznas, por el humo rosado de amargas contraseñas sin fortuna) Así tu criatura, miliciano, así tu exangüe criatura, agitada por una piedra inmóvil, se sacrifica, apartase, decae para arriba y por su llama incombustible sube, sube hasta los débiles, distribuyendo españas a los toros, toros a las palomas…
Proletario que mueres de universo, ¡en qué frenética armonía acabará tu grandeza, tu miseria, tu vorágine impelente, tu violencia metódica, tu caos teórico y práctico, tu gana dantesca, españolísima, de amar, aunque sea a traición, a tu enemigo!
¡Liberador ceñido de grilletes, sin cuyo esfuerzo hasta hoy continuaría sin asas la extensión, vagarían acéfalos los clavos, antiguo, lento, colorado, el día, nuestros amados cascos, insepultos! ¡Campesino caído con tu verde follaje por el hombre, con la inflexión social de tu meñique, con tu buey que se queda, con tu física, también con tu palabra atada a un palo y tu cielo arrendado y con la arcilla inserta en tu cansancio y la que estaba en tu uña, caminando! ¡Constructores agrícolas, civiles y guerreros, de la activa, hormigueante eternidad: estaba escrito que vosotros haríais la luz, entornando con la muerte vuestros ojos; que, a la caída cruel de vuestras bocas, vendrá en siete bandejas la abundancia, todo en el mundo será de oro súbito y el oro, fabulosos mendigos de vuestra propia secreción de sangre, y el oro mismo será entonces de oro!
¡Se amarán todos los hombres y comerán tomados de las puntas de vuestros pañuelos tristes y beberán en nombre de vuestras gargantas infaustas! Descansarán andando al pie de esta carrera, sollozarán pensando en vuestras órbitas, venturosos serán y al son de vuestro atroz retorno, florecido, innato, ajustarán mañana sus quehaceres, sus figuras soñadas y cantadas!
¡Unos mismos zapatos irán bien al que asciende sin vías a su cuerpo y al que baja hasta la forma de su alma! ¡Entrelazándose hablarán los mudos, los tullidos andarán! ¡Verán, ya de regreso, los ciegos y palpitando escucharán los sordos! ¡Sabrán los ignorantes, ignorarán los sabios! ¡Serán dados los besos que no pudisteis dar! ¡Sólo la muerte morirá! ¡La hormiga traerá pedacitos de pan al elefante encadenado a su brutal delicadeza; volverán los niños abortados a nacer perfectos, espaciales y trabajarán todos los hombres, engendrarán todos los hombres, comprenderán todos los hombres!
¡Obrero, salvador, redentor nuestro, perdónanos, hermano, nuestras deudas! Como dice un tambor al redoblar, en sus adagios: qué jamás tan efímero, tu espalda! qué siempre tan cambiante, tu perfil!
¡Voluntario italiano, entre cuyos animales de batalla un león abisinio va cojeando! ¡Voluntario soviético, marchando a la cabeza de tu pecho universal! ¡Voluntarios del sur, del norte, del oriente y tú, el occidental, cerrando el canto fúnebre del alba! ¡Soldado conocido, cuyo nombre desfila en el sonido de un abrazo! ¡Combatiente que la tierra criara, armándote de polvo, calzándote de imanes positivos, vigentes tus creencias personales, distinto de carácter, íntima tu férula, el cutis inmediato, andándote tu idioma por los hombros y el alma coronada de guijarros! ¡Voluntario fajado de tu zona fría, templada o tórrida, héroes a la redonda, víctima en columna de vencedores: en España, en Madrid, están llamando a matar, voluntarios de la vida!
¡Porque en España matan, otros matan al niño, a su juguete que se para, a la madre Rosenda esplendorosa, al viejo Adán que hablaba en alta voz con su caballo y al perro que dormía en la escalera. Matan al libro, tiran a sus verbos auxiliares, a su indefensa página primera! Matan el caso exacto de la estatua, al sabio, a su bastón, a su colega, al barbero de al lado -me cortó posiblemente, pero buen hombre y, luego, infortunado; al mendigo que ayer cantaba enfrente, a la enfermera que hoy pasó llorando, al sacerdote a cuestas con la altura tenaz de sus rodillas…
¡Voluntarios, por la vida, por los buenos, matad a la muerte, matad a los malos! ¡Hacedlo por la libertad de todos, del explotado, del explotador, por la paz indolora -la sospecho cuando duermo al pie de mi frente y más cuando circulo dando voces- y hacedlo, voy diciendo, por el analfabeto a quien escribo, por el genio descalzo y su cordero, por los camaradas caídos, sus cenizas abrazadas al cadáver de un camino!
Para que vosotros, voluntarios de España y del mundo, vinierais, soñé que era yo bueno, y era para ver vuestra sangre, voluntarios… De esto hace mucho pecho, muchas ansias, muchos camellos en edad de orar. Marcha hoy de vuestra parte el bien ardiendo, os siguen con cariño los reptiles de pestaña inmanente y, a dos pasos, a uno, la dirección del agua que corre a ver su límite antes que arda.
TRILCE
Hay un lugar que yo me sé en este mundo, nada menos, adonde nunca llegaremos.
Donde, aún sin nuestro pie llegase a dar por un instante será, en verdad, como no estarse.
Es ese un sitio que se ve a cada rato en esta vida, andando, andando de uno en fila.
Más acá de mí mismo y de mi par de yemas, lo he entrevisto siempre lejos de los destinos.
Ya podéis iros a pie o a puro sentimiento en pelo, que a él no arriban ni los sellos.
El horizonte color té se muere por colonizarle para su gran Cualquiera parte.
Mas el lugar que yo me sé, en este mundo, nada menos, hombreado va con los reversos.
-Cerrad aquella puerta que está entreabierta en las entrañas de ese espejo. -¿Esta? – No; su hermana.
-No se puede cerrar. No se puede llegar nunca a aquel sitio -do van en rama los pestillos.
Tal es el lugar que yo me sé.
Quién hace tanta bulla, y ni deja testar las islas que van quedando.
Un poco más de consideración en cuanto será tarde, temprano y se aquilatará mejor el guano, la simple calabrina tesórea que brinda sin querer, en el insular corazón, salobre alcatraz, a cada hialóidea
grupada.
Un poco más de consideración, y el mantillo líquido, seis de la tarde DE LOS MAS SOBERBIOS BEMOLES
Y la península párase por la espalda, abozaleada, impertérrita en la línea mortal del equilibrio.
II
Tiempo Tiempo.
Mediodía estancado entre relentes. Bomba aburrida del cuartel achica tiempo tiempo tiempo tiempo.
Era Era.
Gallos cancionan escarbando en vano. Boca del claro día que conjuga era era era era.
Mañana Mañana.
El reposo caliente aun de ser. Piensa el presente guárdame para mañana mañana mañana mañana.
Nombre Nombre.
¿Qué se llama cuanto erizamos? Se llama Lo mismo que padece nombre nombre nombre nombre.
Las cuatro paredes
Oh las cuatro paredes de la celda. Ah las cuatro paredes albicantes que sin remedio dan al mismo número.
Criadero de nervios, mala brecha, por sus cuatro rincones cómo arranca las diarias aherrojadas extremidades.
Amorosa llavera de innumerables llaves, si estuvieras aquí, si vieras hasta qué hora son cuatro estas paredes. Contra ellas seríamos contigo, los dos, más dos que nunca. Y ni lloraras, di, libertadora!
Ah las paredes de la celda. De ellas me duele entretanto, más las dos largas que tienen esta noche algo de madres que ya muertas llevan por bromurados declives, a un niño de la mano cada una
Y sólo yo me voy quedando, con la diestra, que hace por ambas manos, en alto, en busca de terciario brazo que ha de pupilar, entre mi dónde y mi cuándo, esta mayoría inválida de hombre.
MAYO
Vierte el humo doméstico en la aurora su sabor a rastrojo; y canta, haciendo leña, la pastora un salvaje aleluya! Sepia y rojo. Humo de la cocina, aperitivo de gesta en este bravo amanecer. El último lucero fugitivo lo bebe, y, ebrio ya de su dulzor, ¡oh celeste zagal trasnochador! se duerme entre un jirón de rosicler.
Hay ciertas ganas lindas de almorzar, y beber del arroyo, y chivatear! Aletear con el humo allá, en la altura; o entregarse a los vientos otoñales en pos de alguna Ruth sagrada, pura, que nos brinde una espiga de ternura bajo la hebraica unción de los trigales!
Hoz al hombro calmoso, acre el gesto brioso, va un joven labrador a Irichugo. Y en cada brazo que parece yugo se encrespa el férreo jugo palpitante que en creador esfuerzo cotidiano chispea, como trágico diamante, a través de los poros de la mano que no ha bizantinado aún el guante.
Bajo un arco que forma verde aliso, ¡oh cruzada fecunda del andrajo! pasa el perfil macizo de este Aquiles incaico del trabajo.
La zagala que llora su yaraví a la aurora, recoge ¡oh Venus pobre! frescos leños fragantes en sus desnudos brazos arrogantes esculpidos en cobre. En tanto que un becerro, perseguido del perro, por la cuesta bravía corre, ofrendando al floreciente día un himno de Virgilio en su cencerro!
Delante de la choza el indio abuelo fuma; y el serrano crepúsculo de rosa, el ara primitiva se sahúma en el gas del tabaco. Tal surge de la entraña fabulosa de epopéyico huaco, mítico aroma de broncíneos lotos, el hilo azul de los alientos rotos!
Hoy me gusta la vida mucho menos…
Hoy me gusta la vida mucho menos, pero siempre me gusta vivir: ya lo decía. Casi toqué la parte de mi todo y me contuve con un tiro en la lengua detrás de mi palabra.
Hoy me palpo el mentón en retirada y en estos momentáneos pantalones yo me digo: ¡Tanta vida y jamás! ¡Tantos años y siempre mis semanas!… Mis padres enterrados con su piedra y su triste estirón que no ha acabado; de cuerpo entero hermanos, mis hermanos, y, en fin, mi ser parado y en chaleco.
Me gusta la vida enormemente pero, desde luego, con mi muerte querida y mi café y viendo los castaños frondosos de París y diciendo: Es un ojo éste; una frente ésta, aquélla… Y repitiendo: ¡Tanta vida y jamás me falla la tonada! ¡Tantos años y siempre, siempre, siempre!
Dije chaleco, dije todo, parte, ansia, dije casi, por no llorar. Que es verdad que sufrí en aquel hospital que queda al lado y que está bien y está mal haber mirado de abajo para arriba mi organismo.
Me gustará vivir siempre siempre! siempre, así fuese de barriga, porque, como iba diciendo y lo repito, ¡tanta vida y jamás y jamás! ¡Y tantos años, y siempre, mucho siempre, siempre siempre!
SERMÓN SOBRE LA MUERTE
Y, en fin, pasando luego al dominio de la muerte, que actúa en escuadrón, previo corchete, párrafo y llave, mano grande y diéresis, ¿a qué el pupitre asirio? ¿a qué el cristiano púlpito, el intenso jalón del mueble vándalo o, todavía menos, este esdrújulo retiro?
¿Es para terminar, mañana, en prototipo del alarde fálico, en diabetes y en blanca vacinica, en rostro geométrico, en difunto, que se hacen menester sermón y almendras, que sobran literalmente patatas y este espectro fluvial en que arde el oro y en que se quema el precio de la nieve? ¿Es para eso, que morimos tanto? ¿Para sólo morir, tenemos que morir a cada instante? ¿Y el párrafo que escribo? ¿Y el corchete deísta que enarbolo? ¿Y el escuadrón en que falló mi casco? ¿Y la llave que va a todas las puertas? ¿Y la forense diéresis, la mano, mi patata y mi carne y mi contradicción bajo la sábana?
¡Loco de mí, lobo de mí, cordero de mí, sensato, cabalísimo de mí! ¡Pupitre, sí, toda la vida; púlpito, también, toda la muerte! Sermón de la barbarie: estos papeles; esdrújulo retiro: este pellejo.
De esta suerte, cogitabundo, aurífero, brazudo, defenderé mi presa en dos momentos, con la voz y también con la laringe, y del olfato físico con que oro y del instinto de inmovilidad con que ando, me honraré mientras viva -hay que decirlo; se enorgullecerán mis moscardones, porque, al centro, estoy yo, y a la derecha, también, y, a la izquierda, de igual modo.
Por último, sin ese buen aroma sucesivo…
Por último, sin ese buen aroma sucesivo, sin él, sin su cuociente melancólico, cierra su manto mi ventaja suave, mis condiciones cierran sus cajitas.
¡Ay, cómo la sensación arruga tanto! ¡ay, cómo una idea fija me ha entrado en una uña! Albino, áspero, abierto, con temblorosa hectárea, mi deleite cae viernes, mas mi triste tristumbre se compone de cólera y tristeza y, a su borde arenoso e indoloro, la sensación me arruga, me arrincona.
Ladrones de oro, víctimas de plata: el oro que robara yo a mis víctimas, ¡rico de mí olvidándolo! la plata que robara a mis ladrones, ¡pobre de mí olvidándolo!
Execrable sistema, clima en nombre del cielo, del bronquio y la quebrada, la cantidad enorme de dinero que cuesta el ser pobre…
MADRE, VOY MAÑANA A SANTIAGO…
Madre, voy mañana a Santiago, a mojarme en tu bendición y en tu llanto. Acomodando estoy mis desengaños y el rosado de llaga de mis falsos trajines.
Me esperará tu arco de asombro, las tonsuradas columnas de tus ansias que se acaban la vida. Me esperará el patio, el corredor de abajo con sus tondos y repulgos de fiesta. Me esperará mi sillón ayo, aquel buen quijarudo trasto de dinástico cuero, que para no más rezongando a las nalgas tataranietas, la correa a correhuela.
Estoy cribando mis cariños más puros. Estoy ejeando no oyes jadear la sonda no oyes tascas dinas estoy plasmando tu fórmula de amor para todos los huesos de este suelo. Oh si se dispusieran los tácidos volantes para todas las cintas más distantes, para todas las citas más distintas.
Así, muerta inmortal. Así. Bajo los dobles arcos de tu sangre, por donde hay que pasar tan de puntillas, que hasta mi padre para ir por allí, humildóse hasta menos de la mitad del hombre, hasta ser el primer pequeño que tuviste.
Así, muerta inmortal. Entre la columnata de tus huesos que no puede caer ni a lloros, y a cuyo lado ni el Destino pudo entrometer ni un solo dedo suyo.
Así, muerta inmortal. Así.
DESOLACIÓN
Del nicho helado en que los hombres te pusieron, te bajaré a la tierra humilde y soleada. Que he de dormirme en ella los hombres no supieron, y que hemos de soñar sobre la misma almohada.
Te acostaré en la tierra soleada con una dulcedumbre de madre para el hijo dormido, y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna al recibir tu cuerpo de niño dolorido,
Luego iré espolvoreando tierra y polvo de rosas, y en la azulada y leve polvoreda de luna, los despojos livianos irán quedando presos.
Me alejaré cantando mis venganzas hermosas, ¡porque a ese hondor recóndito la mano de ninguna bajará a disputarme tu puñado de huesos!
II
Este largo cansancio se hará mayor un día, y el alma dirá al cuerpo que no quiere seguir arrastrando su masa por la rosada vía, por donde van los hombres, contentos de vivir…
Sentirás que a tu lado cavan briosamente, que otra dormida llega a la quieta ciudad. Esperaré que me hayan cubierto totalmente… ¡y después hablaremos por una eternidad!
Sólo entonces sabrás el por qué no madura para las hondas huesas tu carne todavía, tuviste que bajar, sin fatiga, a dormir.
Se hará luz en la zona de los signos, oscura: sabrás que en nuestra alianza signo de astros había y, roto el pacto enorme, tenías que morir…
III
Malas manos tomaron tu vida desde el día en que, a una señal de astros, dejara su plantel nevado de azucenas. En gozo florecía. Malas manos entraron trágicamente en él…
Y yo dije al Señor: – "Por las sendas mortales le llevan ¡Sombra amada que no saben guiar! ¡Arráncalo, Señor, a esas manos fatales o le hundes en el largo sueño que sabes dar!
¡No le puedo gritar, no le puedo seguir! Su barca empuja un negro viento de tempestad. Retórnalo a mis brazos o le siegas en flor".
Se detuvo la barca rosa de su vivir… ¿Que no sé del amor, que no tuve piedad? ¡Tú, que vas a juzgarme, lo comprendes, Señor!
Los mineros salieron de la mina
Los mineros salieron de la mina remontando sus ruinas venideras, fajaron su salud con estampidos y, elaborando su función mental, cerraron con sus voces el socavón, en forma de síntoma profundo.
¡Era de ver sus polvos corrosivos! ¡Era de oír sus óxidos de altura! Cuñas de boca, yunques de boca, aparatos de boca (¡Es formidable!)
El orden de sus túmulos, sus inducciones plásticas, sus respuestas corales, agolpáronse al pie de ígneos percances y airente amarillura conocieron los trístidos y tristes, imbuidos, del metal que se acaba, del metaloide pálido y pequeño.
Craneados de labor, y calzados de cuero de vizcacha, calzados de senderos infinitos, y los ojos de físico llorar, creadores de la profundidad, saben, a cielo intermitente de escalera, bajar mirando para arriba, saben subir mirando para abajo.
¡Loor al antiguo juego de su naturaleza, a sus insomnes órganos, a su saliva rústica! ¡Temple, filo y punta a sus pestañas! ¡Crezcan la yerba, el liquen y la rana en sus adverbios! ¡Felpa de hierro a sus nupciales sábanas! ¡Mujeres hasta abajo, sus mujeres! ¡Mucha felicidad para los suyos! ¡Son algo portentoso, los mineros remontando sus ruinas venideras, elaborando su función mental y abriendo con sus voces el socavón, en forma de síntoma profundo! ¡Loor a su naturaleza amarillenta, a su linterna mágica, a sus cubos y rombos, a sus percances plásticos, a sus ojazos de seis nervios ópticos y a sus hijos que juegan en la iglesia y a sus tácitos padres infantiles! ¡Salud, oh creadores de la profundidad!… (Es formidable.)
Las cuatro paredes
Oh las cuatro paredes de la celda. Ah las cuatro paredes albicantes que sin remedio dan al mismo número.
Criadero de nervios, mala brecha, por sus cuatro rincones cómo arranca las diarias aherrojadas extremidades.
Amorosa llavera de innumerables llaves, si estuvieras aquí, si vieras hasta qué hora son cuatro estas paredes. Contra ellas seríamos contigo, los dos, más dos que nunca. Y ni lloraras, di, libertadora!
Ah las paredes de la celda. De ellas me duele entretanto, más las dos largas que tienen esta noche algo de madres que ya muertas llevan por bromurados declives, a un niño de la mano cada una
Y sólo yo me voy quedando, con la diestra, que hace por ambas manos, en alto, en busca de terciario brazo que ha de pupilar, entre mi dónde y mi cuándo, esta mayoría inválida de hombre.
Vallejo en Berlin
…..VALLEJO y su GUILLETE. Esta famosa fotografía se conoce recortada, con Georgette separada del cuadro.
….. Tres de los más grandes peruanistas, César Vallejo, Manuel González Prada y José Carlos Mariátegui no se casaron con peruanas sino con extranjeras. Vallejo conoció en la misma Ciudad de las Luces a "su guillette", como la llamaba afectuosamente. No le faltó razón; con el filo de su carácter Georgette Marie Phillipart cortó con muchas amistades del poeta e hizo tajos a todo aquél que pretendiera saber más de Vallejo que ella.
….. Sólo después que venció en dura batalla y desplazó a otra francesa de nombre Henriette del corazón de Vallejo, Hirondelle trocó su nombre por el de Georgette Marie Phillipart y empezó a vivir. En el café Le Carillón Vallejo echó mano del cortejo mortal: leyó para ella sus versos y se los tradujo. Con tantos días de visita al cielo y noches hospedados en el infierno, se enamoraron. Juntos le dieron la vuelta a Europa. Georgette, quien era sumamente posesiva, se apoderó de la vida, el alma y la obra de Vallejo. Pero también cargó con sus enfermedades, deudas, frustraciones y los días de hambre. Finalmente se casaron el 11 de octubre de 1934. Georgette no tuvo reparos en asesinar ocho o nueve veces a la cigüeña que le provocaba pesadillas a Vallejo. Cuando el poeta murió en 1938, ella por primera vez se quedó más sola que pobre. Su cuerpo descansa eternamente en La Planicie y el de su esposo en Montparnasse.
César Salomón Cimentiére Mont Parnasse Paris, tombe du Vallejo
César Vallejo
Der peruanische Lyriker in gelungener Übersetzung im Rimbaud-Verlag von Petra Strien
Der Peruaner César Vallejo (1892-1938), einer der gröÃ?ten Dichter Lateinamerikas in diesem Jahrhundert, ist anders als Pablo Neruda oder Octavio Paz leider in Deutschland bisher kaum bekannt.
Seit 1998 hat der kleine Rimbaud-Verlag sein ehrgeiziges, zunächst auf Frankreich spezialisiertes Lyrikprogramm auf die spanischsprachige Welt ausgedehnt und drei Lyrikbände mit den Hauptwerken des Peruaners César Vallejo in zweisprachiger Ausgabe vorgelegt: Trilce; Menschliche Gedichte; Spanien, nimm diesen Kelch von mir. Im Herbst dieses Jahres soll ein vierter Band mit dem noch dem Modernismus verhafteten lyrischen Frühwerk des Autors folgen.
DaÃ? César Vallejo bisher hierzulande wenig Beachtung geschenkt wurde, ist verwunderlich, zumal er in England, Frankreich, Italien und den Vereinigten Staaten bereits seit den sechziger Jahren die gebührende Anerkennung gefunden hat. Ein Teil seines Werkes entstand sogar in Europa, wo er seit 1921 in Paris lebte und nicht nur engen Kontakt mit den französischen Surrealisten, sondern auch zur auÃ?ergewöhnlich produktiven Literaturszene im Spanien der zwanziger und dreiÃ?iger Jahre pflegte. Im übrigen war sein Werk spätestens seit der zweiten Jahrhunderthälfte wegweisend für alle groÃ?en Lyriker spanischer Sprache.
Ein Grund für die zögerliche Rezeption Vallejos in Deutschland mag in der schier unlösbaren Aufgabe der Übertragung liegen, zumal bis 1989 eine kritische Textausgabe des Gesamtwerks fehlte. Vallejo hat mit der poetischen Sprache auf allen Ebenen des Ausdrucks und Inhalts bis an ihre Grenzen experimentiert, wodurch das Verständnis selbst für Muttersprachler äuÃ?erst erschwert ist: Auflösung der grammatikalischen, syntaktischen und logischen Bezüge auf der Ausdrucks- und der Inhaltsebene bis zur Unverständlichkeit; Bildung von Neologismen und Gebrauch seltener, semantisch entfremdeter oder in ihrer Bedeutung veralteter bzw. nur noch regional gebräuchlicher Wörter, gebrochene Metaphernstrukturen.
Bei aller Hermetik des lyrischen Stils berührt Vallejos poetische Sprache im gesamten Werk doch unmittelbar durch ihre starke emotionale Kraft und die zutiefst pessimistische Grundstimmung, die Vallejo bis in seine kämpferischen Gedichte während des Spanischen Bürgerkriegs von mitstreitenden Dichterkollegen wie Rafael Alberti oder Pablo Neruda unterscheidet. Dieses Grundgefühl der Hoffnungslosigkeit wird nicht zuletzt durch die im Kreis leerlaufende Zeit und die ausweglose Abgeschlossenheit des Raumes vermittelt, die als konstante Koordinaten sein lyrisches Universum durchziehen. Vallejos Thema sind die groÃ?en Inkognita der Romantik, für die er eine ganz persönliche, sehr konkrete, oft lautmalerisch verstärkte Bildsprache entwickelt hat, etwa die des Brotes im biblischen Sinne als Bild für den unstillbaren Hunger nach Transzendenz.
Der Herausgeber, Alberto Pérez, und Curt Mayer-Clason, als renommierter Übersetzer, haben in der deutschen Ausgabe alles getan, um dem Leser den Zugang zum Text zu erleichtern. Jedem der drei Bände ist ein umfangreiches Nachwort mit detaillierten Anmerkungen angehängt, das über Vallejos Leben und Werk und über die wichtigsten Erkenntnisse der aktuellen Vallejo-Forschung informiert.
Ein Lyrikübersetzer steht immer vor dem Dilemma des á??traduttore-traditore", wie es seit jeher im italienischen Volksmund heiÃ?t. Wie schon Voltaire wuÃ?te, bleibt dem Übersetzer nur die Wahl zwischen zwei Übeln: entweder schön und untreu oder treu und nicht schön. Meyer-Clasons deutsche Version lehnt sich eng an den Originaltext an und verzichtet zugunsten der Genauigkeit auf den schönen Schein eigener Nachschöpfungen. Ihm geht es ganz uneitel darum, die schöpferische Kraft von Vallejos lyrischer Sprache sichtbar zu machen. In ausführlichen Anmerkungen gibt er gewissenhaft Einblicke in die Probleme, die sich ihm bei der Übertragung der Gedichte stellten und führt den deutschen Leser so ganz nah an den Originaltext heran.
Der unschätzbaren Arbeit des Herausgebers sowie des Übersetzers und dem Mut des Rimbaud-Verlags ist es zu verdanken, daÃ? uns Vallejos Lyrik jetzt also endlich in einer lesbaren und verläÃ?lichen Fassung auf Deutsch vorliegt.
The Book Of Nature
Professor of sobbing – I said to a tree – staff of quicksilver, rumorous linden, at the bank of the Marne, a good student is reading in your deck of cards, in your dead foliage, between the evident water and the false sun, his three of hearts, his queen of diamonds.
Rector of the chapters of heaven, of the ardent fly, of the manual calm there is in asses; rector of deep ignorance, a bad student is reading in your deck of cards, in your dead foliage, the hunger for reason that maddens him and the thirst for dementia that drives him mad.
Technician of shouts, conscious tree, strong, fluvial, double, solar, double, fanatic, connoisseur of the cardinal roses, totally embedded, until drawing blood, in stingers, a student is reading in your deck of cards, in your dead foliage, his precocious, telluric, volcanic, king of spades.
Oh professor, from having been so ignorant! oh rector, from trembling so much in the air! oh technician, from so much bending over! Oh linden, oh murmurous staff by the Marne!
21 October 1937
Let the millionaire walk naked
Let the millionaire walk naked, stark naked! Disgrace for whoever builds his death bed with treasures! A world for whoever greets; an armchair for whoever sows in the sky; sobbing for whoever finishes what he makes, keeping the beginnings; let the spur-wearer walk; no duration for the wall on which another wall is not growing; give to the wretched all his wretchedness, bread, to whoever laughs; let the triumphs lose, the doctors die; put milk in blood; add a candle to the sun, eight hundred to twenty; let eternity pass under the bridges! Scorn whoever gets dressed, crown feet with hands, fit them in their size; let my personality sit next to me! To weep having fit in that womb, blessed is he who observes air in the air, many years of nail for the hammer stroke; strip the naked, make the cape put on pants, let copper gleam at the expense of its plates, majesty for whoever falls from the clay into the universe, let the mouths weep, the looks moan, prevent steel from enduring, thread for the portable horizons, twelve cities for the stone path, a sphere for whoever plays with his shadow; a day made of one hour for the husband and wife; a mother for the plow in praise of soil, seal liquids with two seals, let the mouthful call roll, let the quail be, let the race of the poplar and the tree be; let the sea, contrary to the circle, defeat his son and weeping, gray hair; leave the asps alone, gentle sirs, furrow your flame with seven logs, live, raise the height, lower the deepage deeper, let the wave accompany its momentum walking, the crypt"s truce succeed! May we die; wash your skeleton daily; pay no attention to me, a lame bird for the despot and his soul; a dreadful stain, for whoever goes it alone; sparrows for the astronomer, for the sparrow an aviator! Give off rain, give off sun, keep an eye on Jupiter, on the thief of your gold idols, copy your writing in three notebooks, learn from the married when they speak, and from the solitary, when they"re silent; give the sweethearts something to eat, the devil in your hands something to drink, fight for justice with your nape, make yourselves equal, let the oak be fulfilled, the leopard between two oaks be fulfilled, let us be, let us be here, feel how water navigates the oceans, take nourishment, let the error be conceived, since I"m weeping, accept it, while goats and their young climb the crags; make God break the habit of being a man, grow up…! They"re calling me. I"ll be back.
Autor:
Cesar Augusto Salomon H.
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