Indice1. Introducción. 2. Mujer y sociedad. 3. Mujer y religión. 4. Iconografía de la mujer en la Cultura Ibérica. 5. Conclusión. 6. Bibliografía.
" La evidencia arqueológica no deja apenas dudas que las mujeres desempeñaron papeles cruciales en todos los aspectos de la vida de Europa Antigua" Marija Gimbutas y Riane Eisler, 1987. La mayor parte de las obras literarias que han llegado hasta nosotros acerca de la Antigüedad, nos han llegado a través de autores y poetas masculinos. Este hecho ha provocado, que la mujer haya sido considerada de una forma negativa, y que en muchos casos esta visión contraria, haya influido y mediatizado los estudios sociales y antropológicos posteriores. Las fuentes clásicas sobretodo en Grecia nos ilustran este hecho, no olvidemos el trato que Hesíodo da a la mujer en el mito de Prometeo y Pandora, considerando a la mujer como una consecuencia nefasta para el devenir de la civilización. Tampoco no podemos dejar de lado el famoso poema de Sermónides de Amorgós, en el que clasifica a la mujer en diez tipos, como la zorra, la cerda o la perra, considerando como único ejemplo positivo la clasificación de abeja, como visión de mujer trabajadora, fiel esposa y madre de familia personificándose como paradigma en Penélope, la mujer de Ulises. Esta visión tan parcial ha sido lentamente superada a lo largo de los siglos, culminando en el siglo XIX con la defensa de una teoría que defiende el carácter matriarcal de las sociedades prehistóricas. El máximo representante de esta corriente es el autor alemán JJ. Bachofen. Hay que tener en cuenta que en el caso de la Cultura Ibérica se identificó esta teoría matriarcal especialmente con la civilización tartésica. Huyendo de posiciones tan extremas, el objetivo de este trabajo es demostrar que, sin llegar a los extremos de la corriente decimonónica de un matriarcado absoluto, hay que reconocer que existen detalles que refuerzan la idea de una sociedad con características matriarcales, por lo cual el papel de la mujer es fundamental en el conjunto de las sociedades prehistóricas y por ende también en las sociedades ibéricas. Primero abordaremos el tema desde un punto de vista social, observando la relación de la mujer con el poder y de sus funciones dentro de un grupo. En segundo lugar veremos cual es su papel dentro del imaginario popular, de su relación con la religión y con la mitología. Por último y muy relacionado con el segundo punto, veremos cuáles son las principales representaciones iconográficas de la mujer en la Cultura Ibérica, haciendo un especial hincapié en la escultura de la Dama de Elche.
Para ponernos en contexto, tenemos que remontarnos unos siglos antes, y analizar lo que supuso la transición al periodo neolítico como el paso de una sociedad cazadora y recolectora, a una sociedad sedentaria y agrícola. Sabemos que en ese primer estadio, aunque la mujer no intervenía apenas en la caza, si que era la verdadera protagonista de la recolección de frutos y hierbas silvestres, permitiéndole este hecho acceder a la figura de hechicera, de chamán o de curandera, y adquiriendo un importante rol en esa comunidad. Cuando la población se asienta y comienza a convertirse en agricultora y ganadera, también la mujer adquirirá un papel fundamental en la labor de los campos y en la cría de ganado, dejando al hombre que desarrolle su función guerrera. Cuando esta sociedad clánica empezará lentamente a formarse políticamente, parece que la mujer adquiera un segundo nivel en relación con el hombre, que será el encargado de gobernar. ¿Tenemos que considerar que la mujer se limitará exclusivamente a trabajar en los campos y no ejercerá ningún poder, ni ninguna influencia social dentro de la comunidad?. Respondiendo a esta pregunta de un modo inmediato, quiero poner de manifiesto que sería tener una visión reducida y soslayada el pretender quitar protagonismo al papel social de la mujer. No obstante tenemos pocas referencias para sustentar esta teoría, ya que sólo disponemos de los textos de las fuentes clásicas y de los restos arqueológicos. Pero tanto unos como otros, nos muestran evidencias que la mujer no desempeño un papel insignificante en el seno de la sociedad ibérica. En las fuentes clásicas tenemos ejemplos de cómo la mujer adquiere un papel decisivo en capítulos trascendentales de la vida política. En el texto de Polibio (X,18,3); observamos como Escipión después de sofocar la revuelta capitaneada por los líderes ilergetes: Indívil y Mandoni, se compadece ante las súplicas de respeto y de clemencia por parte de la mujer de Mandoni. Escipión se conmueve ante su aspecto majestuoso y venerable, prometiendo un respeto hacia las prisioneras tomadas como rehenes. Otra referencia a las fuentes clásicas es la que nos hace Cándida Martínez López acudiendo a Salustio: "… las jóvenes no se casaban obedeciendo a la voluntad del padre, sino que ellas escogían al pretendiente que más se había distinguido en la guerra". En la primera cita observamos como la mujer adquiere una importancia incluso mayor que la de los hombres en el momento de negociar con el enemigo, siendo en ocasiones más aceptado tomar rehenes del sexo femenino, como podían ser las mujeres o las hijas de un líder indígena por parte del vencedor, como un símbolo de mayor garantía e importancia. En la cita de Salustio podemos observar que la mujer tenía libertad en tomar matrimonio, en unos enlaces que eran de carácter monógamo y que cuando nos referimos a la cúspide de la sociedad, adquirían una capital importancia, porque se convertían en las transmisoras del concepto de heredero. Esto podía llegar al extremo de detentar el poder en el caso de convertirse en viudas de un líder de una comunidad, como defiende M. Almagro Gorbea (1996) cuando se refiere a la Celtiberia. Hasta ahora hemos visto que la mujer tomaba parte activamente de la vida política de la comunidad, sobretodo cuando formaba parte de la clase más alta de esta sociedad: de la aristocracia, ¿pero cuáles eran las funciones del resto de las mujeres en esta comunidad?. Como ya hemos dicho anteriormente, la actividad principal consistía generalmente en el trabajo en el campo., pero también realizaba otras actividades. Hemos de tener en cuenta que en una sociedad eminentemente agrícola, los trabajos en el campo se agrupaban en los meses de bonanza climática, desde primavera hasta el otoño. Teniendo en cuenta que cuando estas comunidades estaban en guerra, situación normalmente muy frecuente, y que ésta se realizaba también durante los meses de bonanza, los hombres tenían que acudir a sus compromisos militares, y eran las mujeres las que tenía la responsabilidad de trabajar en el campo y de mantener el resto de la comunidad, los ancianos y los niños. También quisiera hacer referencia a una actividad que se relaciona directamente con la mujer, y que es una actividad que se consideraba de gran prestigio social. Me estoy refiriendo a la manufactura de tejidos. Recientemente se ha encontrado e identificado en el poblado del Coll del Moro (Gandesa, Tarragona) un complejo destinado a la transformación del cáñamo. Se han encontrado restos arqueológicos de husos y de piezas de telar, que refuerzan la existencia de esta actividad dentro de la sociedad ibérica. Antes de terminar con este apartado sobre la mujer dentro de la sociedad, quiero hacer referencia a los recientes estudios de los espacios funerarios en las necrópolis ibéricas. Estos estudios nos dan importantes pistas en relación de la situación de la mujer en un aspecto fundamental de la sociedad: la posición frente a la muerte, al más allá. Hay que hacer necesariamente referencia a los estudios realizados por J. Reverte Coma en las necrópolis de Los Villares (Hoya Gonzalo, Albacete), Pozo Moro (Chinchilla, Albacete) y El Cigarralejo (Mula, Murcia). Estos estudios reflejan la casi igualdad, sólo desciende en el caso de Pozo Moro, de inhumaciones masculinas como femeninas. Esto ya nos proporciona un detalle sobre la igualdad en consideración social. Pero tenemos otro dato mucho más significativo, como es el contenido del ajuar funerario, considerado como un elemento diferenciador y distintivo de la posición social. Así hemos encontrado elementos hasta ahora atribuidos exclusivamente a los hombres como es la presencia de armas en las tumbas, formando parte de este ajuar. Se tiene que traducir esta presencia no como que estas mujeres pertenecieran a una clase guerrera, sino que hay que leerlo como un rasgo distintivo de la aristocracia social. Por último cabe mencionar en el ámbito de estos mismos estudios, que la esperanza de vida de la mujer era sensiblemente inferior a la de los hombres, situándose entre los 21 y 30 años. Esto es debido fundamentalmente por dos razones: por un lado por la elevada mortalidad en el parto, aspecto éste, que se ha mantenido posteriormente en otras sociedades preindustriales. Por otro lado y no menos importante, me gustaría apuntar una razón, que está directamente proporcionada con el reparto del trabajo que he indicado anteriormente. Este desigual reparto entre el hombre y la mujer seguramente repercutía en una elevada actividad laboral sobretodo agrícola, y también artesanalmente, que seguramente mermaba sus condiciones físicas y la deterioraba más pronto que el hombre.
Después de haber analizado la situación social de la mujer, ahora es el momento de analizar cual era su posición dentro de la religión, ver que importancia tenía dentro de las creencias y del imaginario popular. Para comenzar, tenemos que retomar el momento que hemos apuntado anteriormente, en el que nos encontramos con una organización de clan que todavía no se ha asentado, y no se ha convertido en una sociedad agrícola y ramadera propia del neolítico. Según la clasificación de Elman Service nos encontramos ante el concepto de banda, lo que implica que estamos hablando de una comunidad nómada, que basa su subsistencia en la caza y la recolección. Mientras que el hombre era el protagonista de la actividad cazadora y el responsable de la subsistencia de la comunidad, la mujer se especializó en la recolección y el conocimiento de las plantas silvestres que podían ser comestibles, pero en muchos casos se convertían en medios curativos. Este hecho lo defienden autores como Llull y Sanahuja (1994, 17): "En la sociedad paleolítica, las mujeres tuvieron un importante papel en la alimentación del grupo, puesto que, al parecer, fueron ellas las que lo abastecieron de productos procedentes de la recolección…". Este es un momento clave porque permite a la mujer adquirir un estatus de hechicera o de curandera que le conferirá una gran importancia dentro de la comunidad, y que le otorga a la mujer una conexión con lo mágico y lo sobrenatural. Cuando estas bandas se asientan y se organizan siguiendo la clasificación de Service en jefaturas, aparece unas diferencias sociales y dentro de estas incipientes clasificaciones sociales, encontramos la figura del jefe de la comunidad y la del sacerdote como jefe espiritual. Aunque en un principio estas dos funciones se identifican, paulatinamente pueden ir desligándose. No es descabellado pensar que la mujer con este bagaje mágico y sobrenatural, tuviera una responsabilidad capital en el desarrollo de los ritos, y en el protagonismo de los mitos, que supusieron las bases de las religiones posteriores. Tenemos evidencias arqueológicas en la iconografía del Cerro de los Santos (Montealegre, Albacete) mostrándonos unas sacerdotisas oficiando un culto, como también numerosos hallazgos de brazaletes, joyas y otros elementos propios de la ornamentación femenina en los santuarios dedicados al culto. Hasta ahora hemos podido observar cual es el papel de la mujer en el ámbito religioso de la sociedad ibérica, pero no menos importante es su protagonismo en lo que se refiere a los mitos populares y a su representación en divinidades. Aunque no se dispone de una información suficiente del panteón ibérico, al situarnos en una sociedad neolítica con una base económica eminentemente agrícola, encontramos como en otros ámbitos del Mediterráneo centro-oriental, unas divinidades relacionadas con el ciclo de la fertilidad de la Tierra. En el punto más alto de este panteón encontramos la figura de Deméter-Tanit. Esto podría considerarse como una adaptación del mito griego-púnico que aparecería en la sociedad ibérica por difusión. No obstante pienso que aunque exista una base foránea, estos mitos son adoptados y transformados, convirtiéndose en unas creencias autóctonas, aunque evidentemente, compartan muchos rasgos con los mitos de los que proceden. El mito griego de Deméter, consiste en una bella historia, en la que se intenta dar una explicación sobre los orígenes de la agricultura. La diosa Deméter, que forma parte del panteón griego, es madre de Perséfone, que ha sido raptada por Hades el dios de los infiernos. En su desesperada búsqueda, llega a desafiar a Zeus en no regresar al Olimpo, provocando la esterilidad en la Tierra. Zeus tiene que llegar a un acuerdo con Hades, y Perséfone cada seis meses regresará al Olimpo junto con su madre. Esto representa el ciclo vital de la tierra, mientras Perséfone esté en el mundo subterráneo la semilla permanecerá también bajo tierra y cuando suba al Olimpo será cuando la tierra será fértil permitiendo la cosecha. Como hemos visto este mito tiene una conexión muy estrecha con la fertilidad de la tierra que en las sociedades prehistóricas se relaciona directamente con la fertilidad de la mujer. De esta manera, la agricultura es sinónimo de mujer, así no nos tiene que extrañar que fueran dioses femeninos y no masculinos los que encabezaran los panteones de estas sociedades eminentemente agrícolas, en las queque su ciclo vital y de subsistencia dependía de la bonanza en las cosechas anuales.
4. Iconografía de la mujer en la Cultura Ibérica.
En los puntos anteriores, hemos visto como la mujer alcanza un protagonismo especial, tanto en el ámbito social, como en el religioso. Ahora es el momento de dar un recorrido por las manifestaciones iconográficas, que nos permiten corroborar la importancia de la mujer en la sociedad ibérica. Antes de entrar de lleno en esta iconografía, hay que destacar un hecho importante. Hasta hace muy pocos años se pensaba que las representaciones de los dioses ibéricos no se presentaban en forma antropomórfica, es decir, no adoptaban formas humanas. El estudio y el avance en la identificación de los hallazgos arqueológicos, permitió asociar las distintas iconografías con las divinidades que representaban. Si empezamos por las representaciones que nos muestran la mujer en escenas de la vida social, un motivo que se repite y que es muy habitual, es típica la representación de la mujer en escenas relacionadas con la música y con la danza. En estas representaciones aparece casi siempre la figura de una mujer que toca la flauta, la auletris. Así en la cerámica de Sant Miquel de Llíria (Llíria, Valencia) encontramos dos vasos en donde aparece la auletris, en un caso se trata de una representación de una danza guerrera, y en el otro la encontramos acompañando una danza nupcial. Otro ejemplo sería el relieve de caliza de Osuna (Osuna, Sevilla) en donde también encontramos la figura de esta auletris encabezando una comitiva fúnebre. En un vaso perteneciente a los hallazgos de La Serreta (Alcoi-Cocentaina, Alicante) podemos ver a esta auletris en escenas de caza. Por último también formando parte del conjunto de la Serreta, tenemos la importante placa de terracota que aparece una diosa madre, kourotrophos, acompañada de dos niños y de unos personajes que tocan instrumentos musicales. Un caso particular y que viene a demostrar el punto expuesto anteriormente, respecto a las otras actividades que podía realizar las mujeres, lo encontramos en las representaciones de mujeres hilando. Un ejemplo de esto lo forma un relieve de caliza de La Albufereta (Alicante) y otro, una placa de cerámica fragmentada de La Serreta (Alcoi-Cocentaina, Alicante). Otro importante grupo escenificado, es el de la mujer en escenas de tocador. Esta iconografía tiene su importancia porque nos proporciona información respecto a como era la imagen de la mujer ibérica, como eran sus peinados, que objetos de ornamentación utilizaba, o como eran sus vestidos. En este caso tenemos un importante fragmento de un vaso de Sant Miquel de Lliria, en el que se puede ver a una mujer sentada con un objeto en la mano. Hay interpretaciones que asocian este objeto con un espejo, pero aparte se puede identificarse las joyas que lleva, su peinado, e incluso se adivina su vestimenta. Cuando nos referimos a la iconografía que representa a la mujer en el ámbito más puramente religioso, podemos encontrar varias manifestaciones: representaciones de Damas entronizadas, representaciones antropomórficas de diosas en formas de pebeteros, exvotos o matrimonios hierogámicos, y también iconografías en donde aparece la mujer participando de la vida religiosa. Las Damas sedentes o entronizadas, son el máximo exponente de la representación de la Diosa Madre, son la forma antropomórfica que significa la fertilidad de la Tierra, de lo que hasta ahora hemos visto como la creencia más importante del imaginario ibérico. En esta sociedad agrícola, estas Damas son adoradas como necesidad para que el ciclo vital de la Tierra y de la Naturaleza proporcionen un sustento suficiente y regular en las cosechas. El ejemplo más destacado es la Dama de Baza, en la que el motivo de la fertilidad, aparece representado en forma de paloma y de huevo en manos de la Diosa. Otros ejemplos lo forman la Dama de Galera y la Dama de Alcudia. Las representaciones más usuales de la diosa Deméter, las encontramos en los pebeteros o quemaperfumes. Un ejemplo es el quemaperfumes de Quéjola (San Pedro, Albacete), este timiaterio consiste en una figura en bronce de una imagen femenina totalmente desnuda, que ha sido interpretada (Olmos y Fernández-Miranda 1987) como una posible representación de una hetera en relación con el culto a Astarté. Esta imagen desnuda se relaciona, en el marco de la mentalidad ibérica. Como una servidora de la divinidad y una protectora de la comunidad. Respecto a la participación de la mujer en la vida religiosa, he hecho mención en el apartado anterior de la iconografía del Cerro de los Santos (Montealegre, Albacete) que nos muestra unas sacerdotisas oficiando un culto. También pueden aportarse otros ejemplos, como los de los santuarios de La Luz (Murcia) y del Cigarralejo (Mula, Murcia). Para terminar y como ejemplo de una manifestación que puede ser interpretada tanto desde un punto de vista social como religioso, se encuentra la famosísima Dama de Elche. La Dama de Elche es la obra escultórica más importante de la arqueología protohistórica ibérica, no sólo por su valor artístico, sino porque su descubrimiento en 1897, significa el punto de partida de los estudios sobre la Cultura Ibérica. En un primer momento fue adquirida por el profesor Pierre París para el museo del Louvre, y no volvió a España hasta el año 1941. El régimen franquista utilizó políticamente este hecho como exaltación de lo ibérico, y convirtió la obra, en el paradigma de la imagen femenina española. Esta obra desde su descubrimiento ha estado envuelta en un halo de misterio y ambigüedad que le ha acompañado durante toda su historia. Se ha discutido enormemente si la representación corresponde a la imagen de una mujer o de un hombre, y por otro lado si corresponde a la imagen de una persona humana o de una diosa. También se ha discutido si la figura era originariamente un busto o corresponde a un fragmento de un cuerpo entero, como la Gran Dama Oferente del Cerro de los Santos. También se ha polemizado en cuanto a cual era su origen, que por difusionismo se relacionó con la escultura griega. Otra duda, es la función que tenía esta escultura, el orificio de su parte posterior puede llevarnos a pensar que era utilizada como depositaria de cenizas mortuorias. Actualmente todavía no hay acuerdo en si se trata de la representación antropomórfica de una diosa. Lo que es evidente es que nos encontramos ante una imagen con una elevada perfección plástica, y esta perfección la vemos reflejada en su rostro simétrico y equilibrado, y en su mirada serena y perdida. Otra aportación interesante, es la información que podemos extraer, sobre como era la imagen de la mujer ibérica. De esta manera, observamos un vestido compuesto por un manto y dos túnicas finas; también podemos destacar la presencia de unas joyas que están formadas por tres collares y por el adorno pectoral; y por último también es importante su peinado. Esta sería la vertiente social más importante de esta obra.
En este trabajo he realizado un análisis sobre el papel que le correspondió jugar a la mujer en la sociedad ibérica. Este análisis se ha hecho sobre dos importantes ámbitos: el social y el religioso. Analizando cada uno de ellos hemos visto como la mujer protagonizó funciones importantes, que en algunos casos fueron equiparables, e incluso superiores, a los de los hombres. Para reforzar este trabajo se ha realizado un recorrido por la más importante iconografía de la mujer en la Cultura Ibérica. Como conclusión final y haciendo referencia a la cita introductoria de Marija Gimbutas y Riane Eisler, estoy totalmente de acuerdo en que la mujer ha desempeñado un papel crucial en todos los aspectos de la vida en la Europa Antigua, y en especial en la sociedad ibérica. Pero no hay que caer en el extremo de que este protagonismo femenino sea único y uniforme en todas las áreas, como defienden los partidarios de una sociedad matriarcal. Con total seguridad existe un equilibrio entre el protagonismo masculino y el femenino, y hay que huir de realizar análisis sexistas. Por último, pienso que este reconocimiento a la importancia del rol de la mujer, la restituye justamente de la posición a la que se ha visto relegada durante muchos siglos.
6. Bibliografía.
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Autor:
Albert Enseñat.