Descargar

Mitología Nórdica 6. Dioses menores


Partes: 1, 2

  1. Forseti, dios de la justicia y la verdad
  2. La Historia de Heligoland
  3. Uller, el dios del invierno
  4. El Culto a Uller
  5. Vidar, el dios silencioso
  6. El Zapato de Vidar
  7. La Profecía de las Nornas
  8. Vali, el dios vengador
  9. El Cortejo de Rinda
  10. El Nacimiento de Vali
  11. El Culto a Vali
  12. Aegir, el dios del mar
  13. La Diosa Ran
  14. Las Olas
  15. La Olla de las Pociones de Aegir
  16. Thor e Hymir
  17. Los Monstruos marinos
  18. Ninfas del Río
  19. Leyendas de Lorelei

Forseti, dios de la justicia y la verdad

Hijo de Balder, dios de la luz y de Nanna, diosa de la pureza inmaculada, Forseti era el más sabio, el más elocuente y el más gentil de entre los dioses. Cuando su presencia en Asgard se hizo conocida, los dioses le concedieron un asiento en la sala de consejos, decretando que sería el patrono de la justicia y la rectitud, y le entregaron como residencia el radiante palacio de Glitnir. Esta residencia tenía un techo de plata, se sostenía sobre pilares de oro y brillaba con tal resplandor que podía ser divisado desde una gran distancia.

Glitnir es el décimo;

se sostiene sobre oro

y está cubierto de plata.

Allí mora Forseti

a través de los tiempos

y todas las disputas disipa.

(Edda de Semund).

Allí se sentaba Forseti el legislador, sobre un elevado trono cada día, resolviendo las diferencias entre los dioses y los hombres, escuchando pacientemente a ambos lados de cada interpelación y pronunciando finalmente sentencias tan equitativas que nadie podía encontrarle fallos a sus decretos. Tal era la elocuencia y el poder de persuasión de este dios que siempre lograba llegar a los corazones de sus oyentes y nunca fallaba en reconciliar a los más denodados enemigos. Todos los que habían estado en su presencia podían estar seguros de, posteriormente, vivir en paz, pues ninguno osaba romper un furamente hecho ante él, a menos que quisieran incurrir en su justificada cólera y ser azotados inmediatamente por la muerte. Como dios de la justicia y de la ley eterna, se suponía que Forseti presidía todas las asambleas judiciales. Todos aquellos que iban a ser sometidos a juicio le suplicaban invariablemente, y se dice que rara vez dejaba de ayudar a los que se lo merecían.

edu.red

La Historia de Heligoland

Para facilitar la admisión de la justicia en su tierra, se dice que los frisios nombraron a doce de sus hombres más sabios, los asegeir, o ancianos, para que reunieran las leyes de las diversas familias y tribus que formaban su nación y que recopilaron a partir de ellos un código que fuera la base de leyes uniformes. Los ancianos, habiendo concluido concienzudamente su tarea de recoger la información resumida, embarcaron en una nave pequeña para ir en busca de un lugar apartado donde pudieran llevar a cabo sus deliberaciones en paz. Pero tan pronto como se habían hecho a la mar, se levantó una tempestad que arrastró su barco hasta muy dentro de las aguas, de un lado para otro, hasta que perdieron por completo la orientación.

En su agotamiento invocaron a Forseti, rogándole que les ayudara a llegar hasta tierra de nuevo. Apenas habían terminado su oración cuando se percataron, para su gran sorpresa, que había un decimotercer pasajero a bordo. Asiendo el timón, el recién llegado viró el barco, guiándolo hacia el lugar donde las olas se elevaban más y en un espacio de tiempo increíblemente corto, llegaron a una isla, donde el timonel les hizo señas para que desembarcaran.

Asombrados del silencio, los doce hombres obedecieron. Su sorpresa aún fue mayor cuando vieron que el desconocido arrojaba su hacha de guerra y un límpido manantial manaba del lugar donde había ido a parar en el césped. Imitando al desconocido, todos bebieron del agua sin decir una palabra, tras lo cual se sentaron en un círculo, maravillados porque el desconocido se parecía a cada uno de ellos en algún rasgo, pero aún así era muy diferente a todos en aspecto general y semblante. El silencio se vio roto de repente y el desconocido comenzó a hablar en voz baja, que se volvió más firme y más alta mientras se disponía a exponer el código de leyes que combinaban todos los buenos puntos de los diversos reglamentos existentes que los asegeir habían reunido. Tras terminar su discurso, el orador se desvaneció tan súbita como misteriosamente había aparecido y los doce juristas, recuperando el habla, exclamaron simultáneamente, que el mismo Forseti había estado allí entre ellos y les había entregado el código de leyes por el que a partir de entonces serían juzgados los frisios.

En conmemoración de la aparición del dios, declararon como sagrada la isla sobre la que se encontraban y pronunciaron una solemne maldición sobre cualquiera que osara profanar su santidad con luchas o derramamiento de sangre. En consecuencia, esta isla, conocida como "tierra de Forseti" o Heligoland (tierra sagrada), fue muy respetada por las naciones nórdicas e incluso los vikingos más audaces evitaron hacer incursiones en sus costas, por tener temor a que pudieran sufrir un naufragio o encontrarse con una muerte vergonzosa en castigo por su crimen. Con frecuencia se celebran solemnes asambleas jurídicas en esta isla sagrada y los juristas siempre recogían agua y la bebían en secreto, en memoria de la visita de Forseti. Las aguas de este manantial eran, además, tan sagradas que todos los que bebían de él eran considerados santos, e incluso se prohibía matar al ganado que había bebido allí.

Ya que se decía que Forseti celebraba sus sesiones jurídicas en primavera, verano y otoño, pero nunca en invierno, se hizo costumbre entre las naciones del Norte, administrar la justicia durante estas estaciones, declarando la gente que era sólo cuando la luz brillaba claramente en los cielos, cuando lo justo se hacía evidente ante todos, y que resultaba imposible el presentar un veredicto equitativo durante la oscura estación de invierno. Forseti es raramente mencionado, excepto en conexión a Balder, Aparentemente, él no participaría en la batalla final en la que los otros dioses jugarían papeles tan importantes.

Uller, el dios del invierno

Uller, dios del invierno era hijo de Sif e hijastro de Thor. Su padre, que nunca es mencionado en las sagas nórdicas, debió haber sido uno de los terribles gigantes de hielo, pues Uller amaba el frío y se deleitaba en viajar a través del país sobre sus anchos esquís o relucientes patines.

edu.red

Este dios también disfrutaba con la caza y perseguía sus presas a través de los bosques del Norte, preocupándose poco de la nieve y el hielo, contra los cuales estaba bien protegido por las gruesas pieles con las que siempre iba ataviado. Como dios de la caza y de la arquería, se le representa con una aljaba llena de flechas y un enorme arco y como el tejo produce la mejor madera para la fabricación de estas armas, se dice que ése era su árbol preferido.

Para tener un suministro de madera apropiada siempre a mano para su uso, Uller tomó su residencia en Ydalir, el valle de los tejos, que siempre estaba muy húmedo.

Ydalir se llama

el lugar donde Uller se ha

construido una morada.

(Edda de Semund).

Como dios del invierno, Uller u Oller, como también era llamado, fue considerado el segundo dios después de Odín, cuyo lugar usurpaba durante su ausencia en los meses invernales del año. Durante este periodo ejercía un dominio total sobre Asgard y Midgard, e incluso, según algunas autoridades en la materia, tomaba posesión de Frigg, la esposa de Odín, como se relata en el mito de Vili y Ve.

Pero como Uller era muy parco y nunca le concedía regalos a la humanidad, se vitoreaba alegremente el regreso de Odín, que ahuyentaba a su suplantador obligándole a refugiarse o bien en el helado Norte, o bien en las cimas de los Alpes. Aquí, si creemos en lo que cuentan los poetas, se había construido una casa de verano en la que se retiraba hasta que, sabiendo que Odín había partido una vez más, osaba aparecer de nuevo en los valles.

Uller también era considerado como el dios de la muerte y se suponía que cabalgaba en la "Cacería Salvaje" y a veces incluso la encabezaba. Él era especialmente famoso por su rapidez de movimientos, y como los esquís usados en las regiones del Norte estaban a veces hechos de hueso y doblados hacia arriba como la proa de un barco.

Se decía comúnmente que Uller había pronunciado runas mágicas sobre un trozo de hueso, transformándolo en un barco que lo transportaba a través de tierra y mar, según su deseo o necesidad. Ya que los esquís tenían la forma de un escudo, y ya que el hielo con el que él cubría la tierra anualmente actuaba como un escudo que lo protegía de los daños durante el invierno, Uller se apellidaba el "dios escudo" y era invocado especialmente por las personas que estaban a punto de verse envueltas en un duelo o una lucha desesperada.

En tiempo de Navidad, su lugar de culto popular fue tomado por San Huberto, el cazador, el cual también fue nombrado patrono del primer mes del año, que comenzaba el 22 de noviembre y que se le dedicaba mientras el Sol surcaba la constelación de Sagitario, el arquero del zodiaco.

Para los anglosajones, Uller era conocido como Vulder, pero en algunas partes de Alemania se le llamaba Holler y era considerado como el esposo de la bella diosa Holda, cuyos campos cubría él con un grueso manto de nieve, para hacerlos más fructíferos cuando llegara la primavera. Los escandinavos decían de Uller que se había desposado con Skadi, la esposa divorciada de Njörd, la personificación femenina del invierno y el frío y sus gustos eran tan compatibles que vivían en perfecta armonía juntos.

El Culto a Uller

Numerosos templos le fueron dedicado a Uller en el Norte y sobre sus altares, al igual que los de los otros dioses, descansaba un anillo sagrado sobre el cual se hacían los juramentos. Se decía que este anillo tenía el poder de reducir su tamaño tan violentamente, que sesgaba el dedo de cualquier perjuro premeditado.

La gente visitaba el templo de Uller especialmente durante los meses de noviembre y diciembre, para rogarle que enviara un grueso manto de nieve, sobre sus tierras, como señal de una buena cosecha y como se suponía que él enviaba los gloriosos destellos de la aurora boreal, que iluminan el cielo del Norte durante su larga noche, era considerado casi afin de Balder, el dios de la luz.

Según otras autoridades en la materia mitológica, Uller era el mejor amigo de Balder, principalmente porque él también pasaba parte del año en las oscuras profundidades de Niflheim, junto a Hel, la diosa de la muerte. Se suponía que Uller soportaba allí un destierro anual, durante los meses de verano, cuando era forzado a entregar su influencia sobre la tierra a Odín, el dios del verano, y allí se le unía Balder durante el solsticio estival, la fecha de su desaparición de Asgard, pues entonces los días comenzaban a acortarse y el dominio de la luz (Balder) cedía al siempre usurpador poder de la oscuridad (Hodur).

Vidar, el dios silencioso

Se dice que Odín amó en una ocasión a la bella giganta Grid, que invía en una cueva en el desierto y que, tras cortejarla, la convenció para que se convirtiese en su esposa. La descendencia de esta unión entre Odín (espíritu) y Grid (materia) fue Vidar, un hijo tan fuerte como taciturno era, a quien los antiguos consideraban como una personificación del bosque primitivo o de las imperecederas fuerzas de la naturaleza.

Ya que los dioses, a través de Heimdall, estaban conectados íntimamente con el mar, también estaban unidos con fuertes lazos a los bosques y a la naturaleza en general a través de Vidar, apodado "el silencioso", que estaba destinado a sobrevivir a su destrucción y gobernar una tierra regenerada.

Este dios habitaba en Landvidi ("la extensa tierra"), un palacio decorado con ramas verdes y flores frescas, situado en medio de un impenetrable bosque primitivo donde reinaba el silencio más absoluto y la soledad que él amaba. Esta antigua concepción escandinava del silencioso Vidar es ciertamente muy distinguida y poética, y estuvo inspirada en los accidentados paisajes nórdicos. Nadie puede deambular a través de esos bosques, de millas de longitud, en un espado sin límites, sin una senda, sin un destino, entre sus monstruosas sombras proyectadas, su penumbra sagrada, sin ser asaltado por una profunda reverencia ante la sublime grandeza de la naturaleza sobre el medio humano, sin sentir la grandeza de la idea que forma la base de la esencia de Vidar.

El Zapato de Vidar

Vidar es representado como un hombre alto, fornido y bien parecido, ataviado con una armadura, con una espada de filo ancho en su cinto y calzado con un gran zapato de hierro o de cuero. Según algunos mitólogos, le debía este particular calzado a su madre Grid, la cual, sabiendo que él sería convocado para luchar contra el fuego en el último día, lo diseñó como una protección contra el ardiente elemento, ya que un guante de hierro había ayudado a Odín en su encuentro contra Geirrod.

Pero otras autoridades afirman que este zapato estaba hecho de sobras de cuero de los zapateros nórdicos que, o bien le habían regalado o bien habían tirado. Ya que era esencial que su zapato fuera lo suficientemente grande y consistente como para resistir los afilados dientes de Fenrir, el lobo, en el último día. Era un asunto de práctica religiosa entre los zapateros nórdicos el regalar tantos restos y sobras de cuero como les fuera posible.

La Profecía de las Nornas

Cuando Vidar se unió a los suyos en Valhalla, éstos le dieron una gran bienvenida, pues sabían que su fuerza les sería de gran ayuda cuando la necesitaran. Tras agasajarle con hidromiel dorada, Allfoedr le pidió que le siguiera hasta el manantial Urdar, donde las Nornas se encontraban como siempre ocupadas tejiendo su tela de destinos. Preguntadas por Odín acerca de su futuro y el destino de Vidar, las tres hermanas respondieron proféticamente. Cada una de ellas pronunció una frase:

"Comenzado un día"

"Posteriormente tejido"

"Un día terminado."

A esto añadieron: "Con gozo una vez más ganado". Estas misteriosas respuestas hubieran permanecido completamente ininteligibles si no hubieran explicado que el tiempo progresa, que todo debe cambiar, que incluso, si el padre caía en la última batalla, su hijo Vidar sería su vengador y viviría para gobernar sobre un mundo regenerado, tras derrotar a todos sus enemigos.

Mientas las Nornas hablaban, las hojas del árbol del mundo revolotearon como si fueran mecidas por una brisa, el águila en su rama más alta agitó las alas y la serpiente Nidhogg interrumpió por un instante su trabajo de destrucción en las raíces del árbol. Grid, uniéndose al padre y al hijo, se alegró con Odín cuando oyó que su hijo estaba destinado a sobrevivir a los dioses ancianos y a gobernar sobre los nuevos cielos y tierra.

Vidar, sin embargo, no pronunció palabra alguna, emprendiendo lentamente el camino de vuelta a su palacio, Landvidi, en el corazón del bosque primitivo y allí, sentado sobre su trono, meditó durante largo tiempo acerca de la eternidad, el futuro y la infinidad. Si él desentrañó sus secretos, nunca los reveló, pues los antiguos afirmaban que él era tan silencioso como un tumba, un silencio que indicaba que ningún hombre conoce lo que le espera en la vida venidera. Vidar no era sólo la personificación de la inmortalidad de la naturaleza, sino que también era un símbolo de la resurrección y la renovación, exhibiendo la verdad eterna de que nuevos capullos y fieros brotarán para sustituir aquellos que han caído en el decaimiento.

El zapato que calzaba sería su defensa contra el lobo Fenrir, el cual, tras destruir a Odín, dirigiría su cólera contra él y abriría sus fauces de par en par para devorarlo. Pero los nórdicos ancianos declaraban que Vidar introduciría su pie protegido en la mandíbula baja del monstruo y, apretando contra la superior, lucharía con él hasta que le hubiera partido en dos.

Ya que sólo se menciona un pie en los mitos de Vidar, algunos mitólogos suponen que él tenía sólo una pierna y era la personificación de una tromba marina, que se alzaría de repente en el último día para apagar el fuego personificado por el terrible lobo Fenrir.

edu.red

Vali, el dios vengador

Billing, rey de los ruthenes, quedó terriblemente consternado cuando oyó que una gran fuerza estaba a punto de invadir su reino, ya que él era demasiado viejo para luchar como en tiempos pasados y su única descendencia, una hija de nombre Rinda, aunque ya estaba en edad de casarse, rehusaba obstinadamente a escoger un marido entre sus muchos pretendientes y así proporcionarle a su padre la ayuda que tan tristemente necesitaba.

El Cortejo de Rinda

Mientras Billing se encontraba reflexionando desconsolado en su palacio, un desconocido se presentó súbitamente allí. Levantando la vista, contempló a un hombre de mediana edad vestido con un ancho manto y con un sombrero de ala ancha estirado en su frente para ocultar el hecho de que tenía un solo ojo.

El desconocido preguntó cortésmente acerca de la causa de su evidente depresión y, ya que había algo en él que inspiraba confianza, el rey le contó todo y al final de su relato, él se ofreció voluntario para encabezar el ejército de los ruthenes contra su enemigo.

Sus servicios fueron gozosamente aceptados y no pasó mucho tiempo antes de que Odín, pues era él el desconocido, obtuviera una señalada victoria y, regresando triunfante, solicitó el permiso para cortejar a la hija del rey, Rinda, para convertirla en su esposa.

A pesar de la avanzada edad del pretendiente, Billing esperó que su hija le prestara oídos favorables, puesto que parecía ser muy distinguido, e inmediatamente dio su consentimiento. Por tanto, Odín, aún no desenmascarado, se presentó ante la princesa, pero ella rechazó desdeñosamente su propuesta y le abofeteó groseramente cuando él intentó besarla.

Obligado a retirarse, Odín no cedió, sin embargo, en su empeño de convertir a Rinda en su esposa, ya que sabía, gracias a la profecía de Rossthiof, que nadie sino ella podía traer al mundo a quien estaba destinado a vengar a su hijo asesinado.

Su siguiente paso, por tanto, fue asumir la forma de un herrero y de tal guisa se presentó en el palacio de Billing. Tras fabricar costosos ornamentos de plata y oro, multiplicó tan hábilmente estas preciosas joyas que el rey consintió gozosamente cuando le preguntó si podría presentarle sus respetos a la princesa. El herrero, Rosterus como dijo llamarse, fue, sin embargo, igualmente rechazado sin miramientos por Rinda, igual que el exitoso general que había sido antes y, aunque su oído volvió a zumbarle por la fuerza de su golpe, él se obstinó más que nunca para convertirla en su esposa.

En la siguiente ocasión, Odín se presentó ante la caprichosa princesa, disfrazado de gallardo guerrero, ya que, pensó él, un soldado joven podría llegar al corazón de la doncella, pero cuando intentó besarla de nuevo, ella le empujó tan bruscamente que él tropezó y cayó sobre una rodilla. Esta tercera afrenta encolerizó tanto a Odín que desenvainó su vara mágica de runas de su pecho, la apuntó hacia Rinda y profirió un hechizo tan terrible que ella cayó rígida y aparentemente sin vida en los brazos de sus sirvientes.

Cuando la princesa recobró el conocimiento, su pretendiente había desaparecido, pero el rey descubrió consternado que ella había perdido por completo el juicio y que había enloquecido de melancolía. En vano se congregó a todos los médicos y se intentaron todos los remedios. La doncella permaneció pasiva y triste, y su aturdido padre había abandonado toda esperanza cuando una anciana, que dijo llamarse Vecha o Vak, se presentó y se ofreció a llevar a cabo la curación de la princesa.

La aparente anciana, que en realidad era Odín disfrazado, prescribió primero un baño de pies para la paciente. Pero ya que esto no pareció surtir ningún efecto, propuso intentar un tratamiento más drástico. Para ello, declaró Vecha, la paciente debería ser confiada a su cuidado exclusivo, atada a conciencia para que no pudiese ofrecer la más mínima resistencia. Billing, preocupado por ayudar a su hija, se sintió dispuesto a consentir lo que fuese y, habiendo obtenido así el dominio completo sobre Rinda, Odín la convenció para que se casara con él, liberándola de sus ataduras y del hechizo sólo cuando ella hubo prometido fielmente ser su esposa.

El Nacimiento de Vali

La profecía de Rossthiof había cumplido, pues Rinda tuvo un hijo llamado Vali (Ali, Bous o Beav), una personificación de los días que se prolongaban, que creció con una velocidad tan maravillosa que alcanzó su estatura máxima en el transcurso de un solo día. Sin siquiera esperar a lavarse la cara o a peinarse el pelo, este joven dios corrió a Asgard, arco y flechas en mano, para vengar la muerte de Balder, matando a su asesino, Hodur, el dios ciego de la oscuridad.

En esta leyenda, Rinda, una personificación de la corteza congelada de la Tierra, se resiste al cálido cortejo del Sol. Odín, que en vano señala que la primavera es tiempo para proezas de guerra y ofrece ornamentos del verano dorado. Ella sólo cede cuando, tras un chubasco (el baño de pies), se descongela. Conquistada entonces por el irresistible poder del Sol, la Tierra cede a su abrazo, es liberada de su hechizo (hielo) que la hizo dura y fría y trae al mundo a Vali, el sustentador, o Bous el campesino, que emerge de su oscura cabaña cuando llegan los días cálidos. La muete de Hodur por Vali es por tanto emblemática del estallido de la nueva luz tras la oscuridad invernal.

edu.red

Vali, que era una de las doce deidades que ocupaban los asientos en la gran sala de Gladsheim, compartía con su padre la residencia llamada Valaskjalf y estaba destinado, incluso antes de su nacimiento, a sobrevivir a la última batalla en el Ragnarök y al ocaso de los dioses, y a reinar junto a Vidar sobre la Tierra regenerada.

El Culto a Vali

Vali era el dios de la luz eterna, al igual que Vidar lo era de la materia imperecedera y como los rayos de luz eran a menudo llamados flechas, siempre se le representó y veneró como un arquero. Por esta razón, su mes en el calendario noruego se designa con la señal del arco y se le denomina Liosberi, "el portador de luz".

Ya que se sitúa entre mediados de enero y de febrero, los primeros cristianos le dedicaron este mes a San Valentín, que también era un diestro arquero y se decía que, al igual que Vali, era el heraldo de días más brillantes, el despertador de sentimientos tiernos y el patrono de todos los amantes.

Aegir, el dios del mar

Además de Njörd y Mimir, que eran ambos divinidades marinas, las razas nórdicas reconocían otro gobernador del mar, el que representaba el mar cercano a la costa y el océano primitivo, de donde todas las cosas supuestamente emergieron, llamado Egir, Aegir o Hler, que vivía, o bien en las frías profundidades de su reino acuático o bien en la isla de Lessoe, en Cattegat, o Hlesey.

Aegir (el mar), al igual que sus hermanos Kari (aire) y Loki (fuego), supuestamente pertenecía a una antigua dinastía de dioses, ya que él no se clasificaba ni como Aesir ni como Vanir, ni gigante, enano o elfo, pero era considerado omnipotente dentro de sus dominios.

Se suponía que provocaba las grandes tempestades que recorrían el mar, y se le representaba generalmente como un adusto anciano, con largos cabellos y barbas blancas, y dedos como garras que siempre trataban de asir algo convulsivamente, como si deseara tener todo al alcance de sus manos. Siempre se aparecía sobre las olas con la intención de perseguir y volcar esquifes, y arrastrarlos vorazmente hasta el fondo del mar, una dedicación en la que se pensaba que se deleitaba de forma diabólica.

La Diosa Ran

Aegir estaba casado con su hermana, la diosa Ran, cuyo nombre significa "ladrón" y que era tan cruel, avariciosa e insaciable como su esposo. Su pasatiempo favorito era el de permanecer cerca de las rocas peligrosas, hasta donde atraía a los marineros para lanzarles su red, su más preciada posesión, y entonces, habiendo enmarañado a los hombres en sus mallas y destruido sus barcos contra los cortados acantilados, los arrastraba tranquilamente hasta su sombrío reino.

Ran era considerada la diosa de la muerte para todos aquellos que perecían en el mar y los nórdicos pensaban que ella agasajaba a los ahogados en sus cuevas de coral, donde se extendían divanes para recibirles y donde el hidromiel corría libremente como en el Valhalla. Se pensó posteriormente que la diosa tenía una gran afición al oro, que se llamaba la "llama del mar" y se utilizaba para iluminar sus palacios. Esta creencia se originó con los marineros y nación del impresionante brillo fosforescente de las olas. Para ganarse las buenas bendiciones de Ran, los nórdicos se cuidaban de esconder un poco de oro cerca de ellos siempre que algún peligro en particular les amenazaba en el mar.

Las Olas

Aegir y Ran tuvieron nueve hermosas hijas, las Olas, o doncellas de las olas, cuyos blancos brazos y pechos, largos cabellos rubios, profundos ojos azules y esbeltas y sensuales formas eran extremadamente fascinantes. Estas doncellas se deleitaban jugando sobre la superficie de los vastos dominios de su padre, ligeramente ataviadas con velos transparentes azules, blancos o verdes. Sin embargo, eran volubles y caprichosas, con cambios de humor alegre a hosco y apático, y a veces provocándose, mutuamente casi hasta la locura, rasgando sus cabellos y velos, arrojándose temerariamente en sus duros lechos, las rocas, persiguiéndose unas a otras con velocidad frenética y chillando en alto de alegría o desesperación. Pero raramente salían a jugar a menos que su hermano, el Viento, estuviera fuera y según su humor, ellas eran gentiles y alegres o bruscas y turbulentas.

Se suponía que las Olas iban generalmente en tríos y se decía que a menudo revoloteaban alrededor de los barcos vikingos a los que ellas favorecían, apartando todos los obstáculos de sus trayectorias y ayudándoles a alcanzar rápidamente sus objetivos.

La Olla de las Pociones de Aegir

Para los anglosajones, el dios Aegir era conocido por el nombre de Eagor, y siempre que una olla inusualmente grande se aproximaba atronando hacia la costa, los marineros solían gritar y los de Trento aún lo hacen: "¡Cuidado que viene Eagor!".

También se le conocía por el nombre de Hler (el amparador) entre las naciones nórdicas y el de Gymir (el ocultador), porque siempre estaba dispuesto a esconder cosas en las profundidades de su reino y se podía contar con que no revelara los secretos confiados a su cuidado. Y, porque se decía frecuentemente que las aguas del mar hervían y siseaban, se llamaba al océano como "la tinaja o la olla de las pócimas de Aegir".

Los dos principales sirvientes del dios eran Elde y Funfeng, símbolos de la fosforescencia del mar; eran famosos por su rapidez en invariablemente presentaban sus respetos a los invitados de Aegir a sus banquetes en las profundidades del mar. El dios dejaba a veces su reino para visitar a los Aesir en Asgard, donde siempre era espléndidamente, agasajado y se deleitaba con los numerosos relatos de Bragi sobre las aventuras y los logros de los dioses. Entusiasmado por estas narraciones, y también por el burbujeante hidromiel que les acompañaba, el dios se aventuró en una ocasión a invitar a los Aesir a celebrar la fiesta de la cosecha con él en Hlesey, donde prometió agasajarles él esta vez.

Thor e Hymir

Sorprendido por esta invitación, uno de los dioses osó recordarle a Aegir que ellos estaban acostumbrados a platos exquisitos, tras lo que el dios del mar declaró que en lo referente a la comida no debía preocuparse, ya que estaba seguro de poder abastecer los apetitos más delicados; sin embargo, confesó que no se sentía tan seguro respecto a la bebida, ya que su olla de pociones era más bien pequeña.

Tras oír esto, Thor se ofreció inmediatamente a procurar una olla más apropiada y partió junto con Tyr en su búsqueda. Los dos dioses viajaron hada el este del Elivagar en el carro tirado por los chivos de Thor, y dejándolo en casa del campesino Egil, el padre de Thjalfi, encaminaron sus pasos hacia la morada del gigante Hymir, del cual se sabía que poseía una olla de una milla de protundidad y anchura proporcional.

Sin embargo, sólo las mujeres se encontraban en casa y Tyr reconoció en la más anciana, una vieja y fea bruja con novecientas cabezas, a su propia abuela; mientras la más joven, una bella y joven giganta, era, al parecer, su madre. Y ella recibió a su hijo y a su acompañante de forma hospitalaria y les dio de beber.

Tras conocer su misión, la madre de Tyr ordenó a los visitantes que se escondieran bajo unas enormes ollas que se encontraban sobre un travesaño al final de la sala, ya que su esposo Hymir era muy irreflexivo y a menudo mataba a sus invitados con una sola mirada fulminante. Los dioses siguieron el consejo rápidamente, y tan pronto se escondieron, llegó el gigante Hymir.

Cuando su esposa le contó que habían llegado visitantes, frunció el ceño tan portentosamente y emitió una mirada tan encolerizada hacia el lugar donde se ocultaban, que la viga del techo y las ollas cayeron con estruendo y, excepto la más grande, todas se rompieron en pedazos.

La esposa del gigante, sin embargo, convenció a su marido para que le diera la bienvenida a Tyr y a Thor, y mató tres bueyes para su comida. Pero grande fue la consternación de Hymir cuando vio al dios del trueno comerse a dos de ellos como cena. Murmurando que tendría que irse a pescar temprano a la siguiente mañana para procurarle el desayuno a un invitado tan voraz, el gigante se retiró a descansar, y cuando al amanecer del siguiente día bajó hasta la costa, se le unió Thor, que dijo haber venido para ayudarle.

El gigante le pidió que obtuviera su propio cebo, tras lo cual Thor mató descaradamente el buey más grande de su anfitrión, Himinbrioter (rompedor del cielo), y cortando su cabeza, embarcó con ella y se introdujo en el mar. En vano protestó Hymir que ya había llegado a su lugar habitual de pesca, y que podía encontrarse con la terrible serpiente Iormungandr si se aventuraban a ir más lejos. Thor siguió remando persistentemente, hasta que pensó que se encontraban justamente encima del monstruo.

Poniendo como cebo la cabeza del buey, Thor trató de pescar a Iormungandr; mientras tanto, el gigante logró pescar dos ballenas, que le parecieron suficientes para una comida matinal. Por tanto, estaba a punto de proponer que regresaran cuando Thor sintió súbitamente un tirón y comenzó a tirar tan fuerte como pudo, ya que sabía, por la resistencia de su presa y la terrible tormenta creada por sus frenéticos contoneos, que había atrapado a la serpiente de Midgard.

En sus esfuerzos para obligar a la serpiente a que saliera a la superficie, Thor apretó su pie tan bruscamente contra el fondo del barco, que lo atravesó y fue a parar al fondo del mar. Tras una lucha indescriptible, la terrible cabeza venenosa del monstruo apareció y Thor, asiendo su martillo, se dispuso a aniquilarla, cuando el gigante, aterrorizado ante la proximidad de Iormungandr y temiendo que el barco se hundiera y se convirtiera él en la presa del monstruo, cortó el sedal, permitiendo así que la serpiente cayera como una piedra hasta el fondo del mar.

Furioso con Hymir por su inoportuna interferencia, Thor le asestó un golpe con su martillo que lo lanzó al mar. Pero Hymir, sereno, nadó hasta tierra y se reunió con el dios cuando éste regresó a la costa. Hymir tomó entonces ambas ballenas, sus trofeos del mar, y se las echó a la espalda para llevárselas a casa, y Thor, deseoso de demostrar su fuerza, cargó con el bote, los remos y los aparejos y le siguió.

Tras el desayuno, Hymir retó a Thor a que demostrara su fuerza rompiendo su vaso. Pero aunque el dios del trueno lo arrojó con tremenda fuerza contra los pilares de piedra y las paredes, permaneció intacto y ni siquiera se rajó. Sin embargo, obedeciendo un consejo que la madre de Tyr le susurró, Thor arrojó súbitamente el vaso contra la frente del gigante, la única sustancia más dura que él, tras lo cual cayó hecho añicos al suelo.

Hymir, habiendo comprobado así el poder de Thor, le dijo que podía llevarse la olla que los dos dioses habían venido buscando, pero Tyr trató de levantarla en vano, y Thor pudo levantarla del suelo, sólo después de haberse ceñido su cinturón con fuerza hasta el último agujero. El tirón con el que finalmente levantó la olla causó grandes daños en la casa del gigante y su pie atravesó el suelo.

Mientras Tyr y Thor partían, este último con el enorme recipiente sobre su cabeza como si se tratase de un sombrero, Hymir convocó a sus hermanos gigantes de hielo y les propuso perseguir y matar a su empedernido enemigo. Volviéndose, Thor se dio cuenta enseguida de su persecución, y arrojando su martillo Mjollnir repetidamente contra los gigantes, los mató a todos antes de que pudieran alcanzarles.

Tyr y Thor reanudaron entonces su viaje de regreso hasta Aegir, llevando consigo la olla en la que él fabricaría cerveza para el festín de la cosecha. La explicación física de este mito es, por supuesto, una tormenta de truenos (Thor), en conflicto con la furia del mar (la serpiente) y la rotura del hielo polar (la copa y el suelo de Hymir) por el calor del verano.

Los dioses se ataviaron entonces con ropas festivas y se dirigieron alegremente hasta el festín de Aegir, y desde entonces se solía celebrar la cosecha en sus cuevas de coral.

Los Monstruos marinos

Aegir, como se ha visto, gobernaba el mar con la ayuda de la pérfida Ran. Ambas divinidades eran consideradas crueles por las naciones nórdicas, los cuales sufrían mucho por el mar, el cual, rodeándoles por todas partes, se introducían profundamente hasta el corazón de sus países a través de los numerosos fiordos, y a menudo engullía los barcos de sus vikingos, junto a toda su tripulación de guerreros.

Además de estas deidades principales del mar, los nórdicos creían en los tritones y las sirenas, y muchas historias se relatan acerca de las sirenas, que se despojaban durante breves momentos de sus plumajes de cisne o atavíos de foca, los cuales dejaban en la playa para ser encontrados por mortales, que de esa manera obligaban a las bellas damas a permanecer en tierra. También existían monstruos malignos conocidos como Nicors, de cuyo nombre se deriva el proverbial Old Nick ("Patillas").

En el folclore noruego, es célebre el Kraken, un monstruo parecido a un calamar gigante, conocido por las leyendas de los pescadores noruegos del siglo XVI. Se decía que tenía tres mil metros de largo, con brazos como mástiles, y era tan fuerte que podía echar a pique un barco. Algunos decían que el Kraken no sería atrapado, sino hasta que llegue el día del fin del mundo.

Ninfas del Río

Muchas de las deidades menores del mar poseían colas de pez; las divinidades femeninas recibían el nombre de ondinas, y los varones el de stromkarls, nixies, necks o neckar. En la Edad Media se creía que estos espíritus acuáticos abandonaban a veces sus corrientes nativas para aparecerse en danzas de poblados, donde se les reconocía por el dobladillo húmedo de sus vestimentas. A menudo se sentaban al lado de los arroyos o los ríos, tocando el arpa o entonando fascinantes canciones mientras se peinaban sus largos y dorados o zurdes cabellos.

edu.red

Los nixies, ondinas y stromkarls, eran seres particularmente gentiles y amables, y estaban muy ansiosos de obtener repetidas garantías de su salvación final. Se cuentan muchas historias de sacerdotes o niños que se los encontraron jugando en la orilla, de los cuales se mofaban con amenazas de una futura condenación, lo cual nunca fallaba para convertir su alegre música en lastimeros quejidos. A menudo, los sacerdotes o niños, dándose cuenta de su error y afectados por la agonía de sus víctimas, regresaban corriendo hasta la comente para asegurar a los hados acuáticos de dientes verdes su futura redención, tras lo cual reanudaban invariablemente sus alegres acordes.

Partes: 1, 2
Página siguiente