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Niños y niñas de familias con adultos privados de libertad (página 2)

Enviado por Lorena Caro Sandoval


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Frente a lo anterior, el lazo emocional que desarrolla el niño con sus padres (o cuidadores) y que le proporciona la seguridad emocional indispensable para el desarrollo de sus habilidades psicológicas y sociales, denominado apego, es un factor decisivo en la formación de la personalidad, de acuerdo a lo planteado por John Bowlby[4]quien en su enunciado afirma que el apego proporciona la seguridad emocional del niño: ser aceptado incondicionalmente, protegido.

Todas las afirmaciones anteriores nos indican que la realidad de los niños, niñas y adolescentes provenientes de familias con adultos privados de libertad, se encuentran en una condición de perturbación y vulnerabilidad demasiado riesgosas. Se acumulan muchos elementos que distorsionan y empañan el normal desarrollo en la etapa de crecimiento y formación, lo cual se transforma, además de un drama interno en el núcleo familiar, en un problema social con características propias y muy críticas.

Los niños y jóvenes quedan expuestos a situaciones tremendamente injustas, por decir lo menos y se convierten también en víctimas silenciosas, debiendo soportar estigmatización, disminución de oportunidades, carencias afectivas y probablemente deberán hacer frente al entorno defendiendo su legítimo derecho a tener una vida normal.

Más dramática se torna la situación cuando son mujeres, responsables de sus hogares, con condiciones socioeconómicas bajas, con varios hijos y/o adultos mayores pobres, quienes cometen delitos que las privan de su libertad, porque, según las reflexiones anteriores e invocando la experiencia misma, uno de elementos que sin duda los afecta en mayor medida es la separación de su núcleo familiar, ya que ellos son dejados generalmente al cuidado de terceros o llevados a instituciones, experimentando sentimientos de dolor, indefensión, sufrimiento y desarraigo, facilitando en muchos casos trastornos de salud, déficit atencionales y de manera literal, el alejamiento de sus grupos de amigos y de juegos.

Lo ideal sería que ningún niño, niña o adolescente tuviera a algunos de sus padres en prisión, pero esta realidad dolorosa y compleja hoy en día envuelve a muchas familias. Los que quedan con sus familiares o cuidadores están mal y lo que están con sus madres en los sistemas penitenciarios también. De paso es importante mencionar que existen beneficios para algunas madres de lactantes que pueden tenerlos con ellas, pero lamentablemente podría decirse que están simplemente "alojados" o "detenidos" allí también; sin embargo, de no existir más alternativas, pasa a constituirse como una instancia para el desarrollo de lazos afectivos.

Lógicamente que ningún niño o joven está en condiciones de labrar un futuro armónico por sí solo, porque si aún en nuestros tiempos eso se torna dificultoso para un adulto en condiciones normales, los niños y jóvenes no cuentan con la sabiduría y experiencia que se requiere para algo así.

La etapa de la adolescencia como etapa de crisis, por ejemplo, constituye un proceso transitorio determinado por varios factores: la vida en familia, la experiencia escolar, el marco cultural, las condiciones económicas, las tendencias de la moda, etc., que imperan en la generación que pasa por la experiencia de ser adolescente, por lo tanto, aquellos que se desarrollan en un contexto determinado y en condiciones poco favorables a nivel familiar y social estarían más susceptibles a cometer actividades de riesgo, producto de la ausencia de los padres o familiares cercanos encarcelados. Esto, a su vez, condiciona un entorno con escasas normas y límites en el hogar, lo que conlleva a los adolescentes a un eventual involucramiento en actos delictivos. Por lo tanto, las probabilidades de que los hijos/as de las mujeres y hombres privados de libertad deserten del sistema educacional formal son cada vez más elevadas.

Los índices de mayor deserción escolar se encuentran en las comunas de más bajos ingresos, producto de la búsqueda de estrategias de ingreso económico que muchos niños y jóvenes deben asumir a temprana edad, con el objetivo de mantener o ayudar al ingreso del grupo familiar. Los jóvenes de sectores periféricos, marginales o pertenecientes a las comunas con mayor vulnerabilidad, en ocasiones se ven en la obligación de abandonar el sistema educacional, como efecto de factores socioeconómicos, que obstaculizan o estancan su movilidad social.

Esta situación genera una gran brecha entre los jóvenes que se encuentran en contextos que posibilitan la integración social, sectores de mayor ingreso económico, y aquellos de sectores populares. La movilidad social se ve amenazada debido a sus distintos niveles educacionales, optando (en ciertos casos) por estrategias para obtener ingresos económicos que bordean lo ilegal, y desembocando en conductas delictivas y por ende en riesgos que los puedan conducir al sistema carcelario.

En cuanto al involucramiento del delito, los niños y jóvenes llegan a esto de manera accidental, fundamentada en el aprendizaje de ciertas prácticas ilícitas, ya sea por medio de contextos sociales, o bien por la ausencia de apoyo de la red familiar. Si bien este aprendizaje se desarrolla en dicho contexto, la adopción e ingreso a la actividad delictiva se concreta al vincularse con personas que forman parte de la cultura del hampa y en ocasiones aprendida y promovida desde la unidad doméstica, porque el delito es percibido al interior de estas familias como una de las principales fuentes para el sustento familiar. Por lo tanto, en gran medida dichas conductas son traspasadas y aprendidas por los niños y jóvenes durante el proceso de socialización, mediante patrones de comportamientos delictivos heredados y aprendidos en el seno familiar.

De acuerdo a estudios realizados por Gendarmería de Chile, los padres y madres privados de libertad, temen permanentemente que sus hijos imiten las conductas delictuales.

Lo anterior se instala como una amenaza latente en sus reflexiones al estar encarcelados y consideran que las redes de apoyo como elemento de protección son fundamentales. Algunos confían en que las redes familiares son las más confiables para asumir el cuidado de sus niños y adolescentes, pero otros sin embargo, saben que al interior de sus hogares existe el riesgo inminente de que se intensifiquen los rasgos y conductas ligadas a la delincuencia.

En muchos casos manifiestan que un contexto favorable para el desarrollo integral de sus hijos/as debe ser un lugar tranquilo y en lo posible libre de actividades delictivas, en especial del consumo y venta de estupefacientes que podrían propiciar el ingreso de los hijos/as adolescentes al ciclo delictivo.

Redes de apoyo

Opciones tales como actividades deportivas, recreacionales o religiosas como factores protectores, son las mencionadas con mayor frecuencia por quienes están privados de libertad y son padres o madres de familia, pero también algunos consideran que los centros pertenecientes a la red Sename, son las mejores alternativas para encauzar adecuadamente el diario vivir de los menores.

En la prevención de la delincuencia tienen un sitio especial algunas instituciones que sirven a niños en situación de riesgo. Están, desde luego, los Hogares de Menores y Centros abiertos, que la Iglesia siempre ha tenido, así como también los hay de otras instituciones privadas y públicas. Más recientemente se tiene la Fundación "Niño levántate", para capacitar a niños y adolescentes y abrirles un camino de vida honesta y que pueda realizar sus ideales. La Fundación "Patérnitas" con su Hogar o Comunidad Santa Rosa de la Esperanza, que acoge a hijos cuyo padre o madre está privado de libertad, les da a ellos una importante oportunidad de contar con un verdadero hogar en su vida. Si bien no pueden abarcar un número muy grande, como sería necesario, esas Fundaciones preparan un futuro honesto y alentador a quienes sirven.

Es importante destacar la Comunidad Santa Rosa de la Esperanza, que pudo concretarse solamente en 1996. Anteriormente, doña Juanita Aguirre de Aguirre Cerda , cuando su marido era Presidente de la República, fundó un Hogar para hijos de presos; pero, después del fallecimiento de su marido, al poco tiempo, por razones de presupuesto fiscal, dicho Hogar debió ser clausurado. Y desde entonces hasta 1996 nunca se tuvo un servicio como éste.

En ese contexto, se hace especialmente necesario destacar en el presente trabajo, que también existen hoy en día, Organizaciones No Gubernamentales asociadas al programa Chile Solidario, que cuentan con asistencia técnica y supervisión de la Secretaría Ejecutiva del Sistema de Protección Social del Ministerio de Planificación, encargadas de ejecutar el Programa Abriendo Caminos.

Dicho programa está destinado a niños, niñas y jóvenes de 0 a 18 años de edad de familias con uno o más adultos privados de libertad. Es gratuito y se accede a él, mediante la intervención de las Organizaciones No Gubernamentales, que contactan a las familias que necesitan el apoyo, las que son derivadas por Gendarmería de Chile extendiéndose hasta por 24 meses.

El programa ofrece apoyo psicosocial personalizado en el domicilio de familias que cuentan con uno o más miembros privados de libertad. También trabaja con la persona privada de libertad de forma de mantener y mejorar los vínculos con los niños.

Un equipo multiprofesional, se encarga de efectuar visitas al domicilio de las familias, para trabajar con los adultos a cargo del cuidado y crianza de los niños y con los propios niños, ya que intervienen consejeros familiares que realizan el trabajo de orientación y acompañamiento a la familia, y tutores que son los que hacen el trabajo directo con los menores de edad. Además, profesionales de especialidad, como psicólogos, psicopedagogos, terapeutas ocupacionales y abogados, complementan el trabajo de consejeros y tutores, cuando los casos así lo ameritan. Caminos Chile Solidario se inició el año 2009 de manera piloto en las Regiones del Bio Bio y Metropolitana.

Una de las Organizaciones no Gubernamentales encargada de ejecutar el programa es la Fundación Don Bosco, que otorga acompañamiento psicosocial  de niños, niñas, jóvenes y familias  que poseen familiares cercanos privados de libertad.

Conclusiones

Los niños, niñas y adolescentes de familias con adultos privados de libertad, constituyen un segmento de nuestra sociedad, como muchos otros, que se encuentra en condiciones de vulnerabilidad por ser parte integrante de una dinámica familiar y social poco adecuada en su proceso de desarrollo.

En una sociedad como la nuestra, es difícil modificar las realidades existentes por varios factores: la falta de oportunidades efectivas y concretas, los espacios de participación focalizada, la escasa resiliencia enseñada y aprendida y el estigma social, por nombrar algunos; por lo tanto, se deben fortalecer las redes de ayuda y protección mediante la participación activa de personas y profesionales principalmente del área social y médica, quienes con su aporte pueden intervenir y modificar realidades tan dramáticas como las señaladas en este trabajo.

A la larga, si hoy el problema no es tratado de manera responsable, comprometida y profesional, no podremos contar con muchos de esos niños y jóvenes en el futuro, en un país que envejece a pasos agigantados y en el cual se hace más necesario hoy que nunca, invertir en educación, protección y por sobre todo en cariño demostrado, responsable y permanente.

Intervenciones como las mencionadas, sin lugar a dudas, constituyen un importante soporte para mitigar los efectos de la desarticulación de los grupos familiares, producto de la privación de libertad de sus adultos por incurrir en conductas delictuales; sin embargo, dada la complejidad de la situación, personalmente creo que la atención personalizada y permanente es un valor agregado a toda Política Social. Lamentablemente, frente a estas situaciones. todos los recursos son escasos y paralelamente sólo se dispone de la vocación y la buena voluntad de personas comprometidas, que internalizan muy profundamente el sentimiento de solidaridad y empatía de manera voluntaria.

En relación a lo anterior, como futuros Trabajadores Sociales, no podemos desentendernos del problema que nos convoca, porque cada día son menos los niños que nacen en esta sociedad y los que ya están entre nosotros, merecen igualdad de condiciones y proyección.

Nunca antes como ahora se hace muy necesario recordar que "algunas personas resisten mejor que otras la adversidad, siendo esta capacidad la que mejor refleja lo que se entiende por resiliencia. Lo interesante es que no es una constitución especial e inherente a algunas personas, sino que se desarrolla a partir de relaciones de calidad sostenidas con personas significativas del entorno y favoreciendo un apego de tipo seguro" (Szarazgat & Glaz, 2006). Por lo tanto, en la medida que seamos capaces de apoyar, participar y reforzar las Políticas Sociales instauradas en nuestro medio, seremos generadores de cambios positivos, sobre todo en beneficio de las generaciones que nos preceden.

"Hoy pienso en todos los pequeños del mundo: muchos, demasiados son los niños que nacen ya condenados a sufrir, sin culpa, las consecuencias de conflictos inhumanos. ¡Salvemos a los niños, para salvar la esperanza de la humanidad!

Nos lo pide hoy con fuerza aquel Niño nacido en Belén, el Dios que se hizo hombre, para devolvernos el derecho de esperar." Juan Pablo II

 

 

 

Autor:

Lorena Caro Sandoval

CARRERA: TRABAJO SOCIAL (2° AÑO)

[1] Para considerar el enfoque de género, al mencionar a “los niños” o “los jóvenes”, se debe entender que la referencia es a ambos géneros.

[2] Originalmente conocido como Sigismund Schlomo Freud, fue un médico y neurólogo austriaco, creador del psicoanálisis y una de las mayores figuras intelectuales del s XX.

[3] Se graduó en psicología en la Universidad de Iowa, donde también se doctoró (1952). En 1953 inicia su actividad docente en la Universidad de Stanford, donde permanecerá toda su carrera académica. Sus primeros libros los publicó con su discípulo Richard Walters -Agresión adolescente (1959) y Aprendizaje social y desarrollo de la personalidad (1963)

[4] Fue un psicoanalista inglés, notable por su interés en el desarrollo infantil y sus pioneros trabajos sobre la teoría del apego.

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