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Niños y niñas de familias con adultos privados de libertad

Enviado por Lorena Caro Sandoval


Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. Marco teórico y desarrollo del tema
  3. Redes de apoyo
  4. Conclusiones

Introducción

En Chile, la violencia y el resentimiento generados al interior de las familias, de los colegios, en las poblaciones, etc., lejos de sufrir una disminución van en aumento y por lo tanto, son temas preocupantes que obligan tanto al gobierno como a las organizaciones no gubernamentales a mantenerse alerta y en una búsqueda permanentemente de alternativas que minimicen los efectos nocivos de la delincuencia, incorporando medidas tendientes a endurecer las condenas y de protección a las víctimas.

En la totalidad de los estados modernos existe, entre las sanciones para corregir la conducta de las personas o para proteger a la sociedad de los que transgredieron dichas normas, la pena de privación de libertad para la persona culpable. Ello significa reducir sus movimientos a determinado espacio y limitar sus relaciones con otras personas. La instalación o institución creada para eso es la cárcel.

La finalidad de la sanción de privación de libertad es reprimir el delito cometido, así como prevenir la comisión de nuevos delitos tanto por los propios sancionados como por otras personas. Dicha pena tiene efectos sobre quienes cometen delitos y también sobre sus familias.

En ese contexto se enmarca el presente trabajo, haciendo mención a las perturbaciones que dicha situación provoca específicamente en niños, niñas y adolescentes pertenecientes a familias con adultos privados de libertad, quienes deben enfrentarse a una vida compleja y cruel, soportando la presión del dedo acusador de la sociedad que no se detiene a hacer distinción entre las partes, sino más bien, clasifica a todo el núcleo familiar como uno solo, imponiendo duramente con el estigma social, una extensión de la condena a los consanguíneos.

Esto provoca, sin lugar a dudas, un impacto negativo a nivel familiar, el cual lejos de significar un reforzamiento de lazos de unidad, sufre un deterioro muy marcado en la gran mayoría de los casos, no sólo por la separación del adulto con el resto del grupo, sino también porque al existir niños[1]y jóvenes de por medio, éstos quedan expuestos a riesgos a veces insospechados aumentando de manera considerable su estado de vulnerabilidad e indefensión. Riesgos tales como la despreocupación y abandono por parte de sus adultos más cercanos, obligación de generar recursos económicos a temprana edad, deserción escolar, afecciones de salud, violencia y maltrato, conductas ilícitas por necesidad o como parte del proceso de aprendizaje copiando modelos y patrones, falta de cariño, de protección, de contención, interrupción en su proceso de desarrollo, etc., por mencionar algunos, ya que lamentablemente las consecuencias son innumerables.

De acuerdo a datos estadísticos obtenidos de Gendarmería de Chile, al 31 de marzo de 2010 existen en Chile 107.269 personas condenadas en los distintos sistemas de privación de libertad, de ellos un 89 % son hombres y un 11% mujeres y si consideramos los estudios de la misma Institución del año 2008, cuando existían 81.086 personas en las mismas condiciones con un total de 31.777 niños y niñas que son hijos de personas que cumplen condena, podemos sacar nuestras propias cuentas y trasladarlas al momento actual.

Considerando sólo esas cifras, nos encontramos abiertamente frente a un problema social de envergadura y un tanto desconocido quizás para el ciudadano común, que reconoce como problemas de la sociedad la delincuencia, el desempleo, la pobreza y no relaciona ni percibe los peligrosos efectos que detonan en los niños, producto del encarcelamiento de un familiar.

Afortunadamente, hoy nos encontramos con Políticas Sociales dirigidas y orientadas a trabajar específicamente el tema, lo cual nos da un grado de esperanza y motivación adicional y nos obliga a formar parte activa del proceso de recuperación de aquellos niños y jóvenes que ven de manera incierta el futuro. Frente a esto, al menos, debemos mantenernos informados y actualizados para contar con una herramienta más, que refuerce las alternativas que están a nuestro alcance para ser generadores eficaces de un cambio social.

Marco teórico y desarrollo del tema

Para Sigmund Freud[2]entre otros, los primeros años de vida son decisivos en la formación de la personalidad, cuando los niños enfrentan conflictos inconscientes entre sus impulsos biológicos y las exigencias de la sociedad.

Según Albert Bandura[3]los comportamientos se aprenden observando e imitando modelos (Aprendizaje Observacional), se aprende por influjo social ya que la mayor parte de la conducta social se transmite, de forma deliberada o no, a través de los ejemplos que dan las personas a las cuales se observa.

Indudablemente, que el trabajo de tantos expertos desarrollado con el fin de entender el complejo funcionamiento de los seres humanos y potenciar sus cualidades, ha dejado huellas significativas que debemos considerar si queremos intervenir una realidad para mejorarla. Todos sabemos que la familia es el primer contexto social en el cual los niños se desenvuelven y es en éste donde aprenden las conductas que le permitirán relacionarse con otras personas fuera del ambiente familiar.

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