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Primer registro de diplostomiasis ocular en trucha arco iris cultivada en Patagonia (Argentina) (página 2)


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Material y métodos

El establecimiento afectado está ubicado en la localidad de Río Senguer (45°10’S, 71°20’W) en la provincia de Chubut. Se caracteriza por ser una piscicultura con estanques en tierra, ubicados en Rosario y alimentados por agua que ingresa desde un canal de derivación del Río Senguer.

En mayo de 1995, ante la presencia en proporciones epidémicas de juveniles de trucha arco iris con ojos blanquecinos (figura 1) y sin mortalidad, se solicitó a la piscicultura el envío al laboratorio de ejemplares sacrificados al efecto, agregando en un recipiente separado caracoles vivos extraídos de los estanques. El material, colocado en una conservadora con enfriadores, fue enviado por transporte terrestre y tardó 48 horas en arribar al laboratorio. Los 26 ejemplares del gasterópodo Chilina dombeiana llegaron muertos y los 10 ejemplares de O. mykiss presentaron distinto grado de descomposición de la musculatura y las vísceras. Todo el material fue analizado inmediatamente. Los caracoles se examinaron por técnica de aplastamiento y los peces por necropsia. Se realizó microdisección de ojos para extracción y contaje de las metacercarias presentes. Las metacercarias recuperadas fueron conservadas en alcohol 70%, teñidas con carmín clorhídrico e identificadas según Schell (1970).

Resultados y discusión

El 7.7% de los 26 caracoles examinados (long.: 1.25 a 3.43 cm; ancho: 0.37 a 2.59 cm) estaban parasitados en el hepatopáncreas con esporocistos de Diplostomidae. El 100% de los peces (long. total: 12.8 a 16.2 cm) estaban parasitados uni o bilateralmente con metacercarias en el cristalino, con una presentación de 5 a 20 parásitos por ojo. No se registró ningún otro parásito durante la necropsia, aunque el estado de conservación de los ejemplares no permitió un examen exhaustivo.

Figura 1. Ejemplares de trucha arco iris parasitados con enturbiamiento evidente del cristalino. Parasited rainbow trout specimens with evident opacity of crystalline lens.

El análisis taxonómico de las metacercarias indicó que pertenecían al género Diplostomum sp. por la ausencia de quiste, la forma alargada del cuerpo dividida en 2 regiones, ventosa posterior mayor que la anterior, órgano tribocítico bulboso y 2 pseudoventosas laterales. La infección fue de carácter primario y crónico, no registrándose infección secundaria por hongos ni protozoos. La presencia de este parásito permitió confirmar el diagnóstico presuntivo de catarata verminosa o diplostomiasis ocular.

El estado de conservación del material no permitió realizar estudios taxonómicos a nivel de especie ni estudios histológicos destinados a establecer el daño del ojo y eventualmente de otros órganos.

Las cataratas en peces se producen principalmente por desbalance de nutrientes, exposición excesiva a la luz solar o invasión de parásitos (Dukes, 1975; Ferguson, 1989). Sin embargo un examen adecuado del cristalino es suficiente para reconocer la catarata de origen parasitario (Ghittino, 1975). El enturbiamiento del ojo con aspecto blanquecino, en forma uni o bilateral y el cultivo en estanques constituyen las características en común que presentan este caso y otros de diplostomiasis ocular descriptos en peces de cría (Roberts y Sheperd, 1974; Ghittino, 1975; Conroy y col., 1985; Inchausty y Heckmann, 1997). La cantidad de metacercarias encontrada por ojo no fue la suficiente para provocar ceguera. Esta solamente aparece cuando el número de metacercarias es elevado, por encima de 40 y depende del tamaño del pez (Evans y col., 1976). Bajo estas condiciones pierden la eficiencia para alimentarse, produciéndose un retraso en el crecimiento, pérdida de peso y mortalidad directa por hambruna o indirecta por aumento de la vulnerabilidad a la depredación (Kennedy, 1974; Ghittino, 1975; Evans y col., 1976; Palmieri y col., 1976a, b).

Trabajos experimentales han demostrado que hay susceptibilidad diferencial, relacionada con mecanismos de inmunidad humoral y celular, a la infección con D. spathaceum en distintos salmónidos, en una gradiente creciente se ubicarían S. trutta, S. clarki (cutthroat trout), S. fontinalis, O. mykiss y O. kisutch (salmón coho) (Post, 1983; Speed y Pauley, 1985; Whyte y col., 1987; Höglund y Thuvander, 1990). Esta característica podría ser utilizada como una herramienta útil para el manejo tanto de poblaciones silvestres como cultivadas (Speed y Pauley, 1984).

El ciclo de vida de los diplostómidos en la Patagonia argentina tendría como primer hospedador intermediario a Chilina dombeiana (Quaggiotto y Valverde, 1995). Los valores de prevalencia encontrados en los caracoles (7.7%) son próximos a los encontrados para Lymnaea spp. infestada por D. spathaceum (5.7 al 6.5%) en ambientes naturales en Utah (Palmieri y col., 1976 a, b), aunque el número de ejemplares examinado en este caso fue mayor. Este caracol se caracteriza por desplazarse sobre fondos limosos, enterrándose en invierno y se alimenta ramoneando sobre diatomeas epilíticas de pequeño tamaño como Achnantes lanceolata y Synedra tabulata (Castellanos y Gaillard, 1981; Gagliotti, 1993). El hospedador definitivo aún no se ha identificado, aunque se cita la presencia del diplostómido D. minutum en Larus dominicanus (Szidat, 1964; Kreiter y Semenas, 1997), cuyos movimientos en grandes áreas y su régimen dietario variado permitirían el cierre de éste y otros ciclos parásitos de importancia epizootiológica (Kulisic y col., 1995; Kreiter y Semenas, 1997). Distintas especies de aves ictiófagas pueden funcionar como hospedadores definitivos, pero los miembros de la familia Laridae son los más frecuentemente implicados en el ciclo de Diplostomum (Ghittino, 1975, 1976; Chapell y col., 1994; Inchausty y Heckmann, 1997), al menos en América del Norte y en Europa.

Para el control de esta enfermedad se utilizan fundamentalmente métodos ecológicos basados en un adecuado conocimiento de la biología de los parásitos y de su relación con los hospedadores (Chapell y col., 1994). Las infecciones se deben principalmente a la existencia de vegetación, que facilita la presencia de caracoles; a la temperatura del agua, que condiciona la emergencia de cercarias y a la presencia de aves ictiófagas adecuadas, que permiten el cierre del ciclo (Palmieri y col., 1976a, b; Heckmann, 1995; Paperna, 1995). La interrupción de éste a través de la eliminación de los caracoles, la disminución de las cercarias y el alejamiento de las aves ictiófagas se consideran fundamentales para la prevención y el control de la enfermedad (Evans y col., 1976; Ghittino, 1975, 1976; Field e Irwin, 1994; Heckmann, 1995). Por lo tanto, las recomendaciones para este caso fueron:

  • Eliminación de todos los animales afectados.
  • Vaciamiento y secado de los canales de cría para eliminar la población de caracoles.
  • Remoción del fondo de los canales de restos de alimento balanceado y heces de los peces que favorecen el crecimiento de algas que sirven de alimento a los caracoles.
  • Colocación de un filtro de malla adecuada en la toma de agua para impedir el ingreso de caracoles, considerando que su tamaño más pequeño es de 0.5 mm.
  • Colocación de una red sobre los canales para impedir el acceso de aves.
  • Aumento del caudal para facilitar el arrastre tanto de caracoles pequeños como de estadíos larvales, especialmente desde fines de primavera y hasta principios de otoño.

Se han probado controles biológicos con el microsporídeo Nosema strigeoideae que ataca selectivamente los esporocistos y las cercarias de D. spathaceum en el caracol (Palmieri y col., 1976a) y medicamentosos, utilizando las propiedades terapéuticas y profilácticas sobre las metacercarias de esta especie parásita de un derivado de isoquinoleína-piracina, administrado con la comida (Bylund y Sumari, 1981) o en baños (Szekely y Molnar, 1991). Este tipo de controles deberían incorporarse cuando los métodos ecológicos no funcionan, pero son difíciles de instaurar en cuerpos de agua muy grandes (Bylund y Sumari, 1981; Heckmann, 1995) donde se usan otras metodologías, como la aplicación de rotenona, un pesticida que tiene propiedades tóxicas sobre peces e invertebrados acuáticos controlando de este modo la prevalencia e intensidad de la enfermedad (Inchausty y Heckmann, 1997).

Los registros en Argentina (Ortubay y col., 1994) indican que la diplostomiasis se extiende en ambientes naturales desde los 39°46’ S (Lago Huechulafquén) hasta los 54°25’ S (Lago Yehuín). Esta distribución se superpone en parte con la de sus probables hospedadores, C. dombeiana que se encuentra en zonas templadas y templado frías de América del Sur (Castellanos y Miquel, 1991) y L. dominicanus que se distribuye desde el sur de Brasil y Perú hasta el Archipiélago Antártico. La presencia de Diplostomum es en general común a todos los peces que habitan un mismo cuerpo de agua y de las 24 especies de peces citadas para Patagonia (Ortubay y col., 1994), hay registros de diplostomiasis en 9 de ellas. Los más frecuentes corresponden a trucha arco iris, entre las especies introducidas y al puye grande, entre las autóctonas. Todo esto sugiere que están dadas las condiciones en los ambientes naturales para que el ciclo se cumpla y, por ende, para que el mismo pueda darse cuando se realizan cultivos de peces en jaulas.

Este trabajo constituye la primera cita de diplostomiasis ocular en peces de cultivo de la Patagonia argentina y extiende la distribución conocida de esta enfermedad en trucha arco iris hasta el sur de Argentina.

AGRADECIMIENTOS

A Giorgio Georgetti por facilitar bibliografía y a Víctor Báez por la toma de fotografías en la piscicultura.

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Publicación original: Arch. med. vet., 1998, vol.30, no.2, p.165-170. ISSN 0301-732X. Reproducción autorizada por: Revista Archivos de Medicina

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