La política aparece como un espectáculo que ganará quien sea mejor actor o sepa ridiculizar de forma más contundente. En ocasiones, estás dinámicas generan una polarización política que acaba por transmitirse a la sociedad. Cuando la sociedad percibe a los políticos como actores de un teatro ajeno a sus inquietudes o intereses, pierde la confianza en ellos y muchos ciudadanos se refugian en la apatía o el catastrofismo social. Su alejamiento de la participación política -incluida la electoral- puede ser aprovechado fácilmente por quienes hacen propuestas demagógicas, explotando el sentimiento de inseguridad generado por el propio sistema.
Pero lo que más ahuyenta a los ciudadanos – en la gran corrupción de la política- es el uso deliberado de la mentira como forma de ejercer el poder. Por ejemplo, la guerra de EE.UU. contra Irak fue una vil mentira. Muchos políticos creen que el poder les da licencia para mentir. Y los medios de comunicación que pertenecen a las élites del poder económico les ayudan a hacerlo, desinformando a la población.
La actividad política que dignifique a la política
Gestión y servicio. La política es ante todo servicio a los ciudadanos. Hay que garantizar una buena gestión de ese servicio. No podemos olvidar que más de un tercio de los recursos de nuestro país son administrados por el sector público y esa administración ha de ser eficiente.
Liderazgo social. El ámbito político no debe olvidar su papel de educador del conjunto de la sociedad. Ha de promover ciudadanos con capacidad crítica, capaces de asumir el poder democrático que les atribuyen las leyes y de ejercerlo desde la solidaridad y al margen de la competitividad. Sólo la difusión de estos valores permitirá al político construir una sociedad en la que el bien público prevalezca sobre el interés privado.
Transformadora de la sociedad. La política es la principal herramienta para la transformación social, pero no la única. Los movimientos sociales han logrado éxitos importantes a nivel internacional y han cambiado la agenda de partidos y gobiernos. El ámbito político ha de ser permeable a su influencia, reconociendo su potencial transformador y aprendiendo de sus formas de participación y funcionamiento.
¿Qué puede hacer el ciudadano?
Pero no son los políticos los únicos responsables de lo que pasa en el ámbito político. En el largo plazo, la idea de que "los países tienen los gobernantes que se merecen" puede tener algún fundamento. La sociedad de consumo ha contribuido a crear personas acríticas, ajenas al mundo que las rodea (hedonistas). Una gran parte de la ciudadanía cree que con votar una vez cada cierto tiempo es suficiente para el buen funcionamiento de la democracia. Sin embargo, son los ciudadanos los primeros responsables de los problemas que les afectan. Tienen la responsabilidad de preocuparse por el funcionamiento de sus instituciones y de recordar a los políticos que eligen que el voto no es una carta en blanco.
Se ha de recordar, además, que no sólo es política la que se ejerce desde las grandes instancias, sino que también lo es la que se realiza desde una Junta de Vecinos o desde un grupo de presión que defiende determinados intereses. En este sentido, los movimientos sociales y las ONG, que han adquirido gran relevancia en las últimas décadas, constituyen un intento de la sociedad por recuperar un protagonismo que jamás debería haber perdido.
Cabe plantearse, pues, qué podemos hacer los ciudadanos para ejercer nuestra responsabilidad en el ámbito de la política:
Educar y sensibilizar, desde la familia a la escuela, en la tolerancia, el diálogo, la paz y la responsabilidad con el entorno social, político y ecológico. Enseñar a pensar por sí mismo y educar en el objetivo del bien común.
Mantenerse informado. En la era de la comunicación, los ciudadanos vivimos muy desinformados. El excesivo ruido informativo hace difícil atender lo que resulta verdaderamente relevante. Es necesario promover un espíritu crítico que permita identificar la información significativa y buscar la pluralidad. Sólo así el ciudadano evitará ser víctima de la manipulación y estará en disposición de exigir, con criterio propio, responsabilidades a los dirigentes políticos.
Ejercer la democracia participativa. Participar en organizaciones locales o estatales, en manifestaciones, campañas de sensibilización o recolección de firmas. No son las leyes -el mundo está lleno de constituciones impecablemente democráticas que nadie respeta- sino la práctica de la ciudadanía lo que determina si una sociedad es o no democrática.
Establecer prioridades y tenerlas en cuenta en el momento de ejercer el voto. Ninguna opción responderá enteramente a nuestras aspiraciones, pero no podemos dejar que lo inmediato -por ejemplo las nimiedades de una campaña electoral- determinen un voto que puede tener consecuencias mucho más amplias.
Conclusión: dignificar la política desde dentro
Más allá de las buenas intenciones, cabría estudiar algunas medidas concretas que contribuirían a dignificar la actividad política.
Espíritu de servicio.
Las enseñanzas de Jesús tienen una fuerte connotación política, recordándonos el hermoso y profundo valor del servicio público: "Pero Jesús, llamándolos junto a sí, dijo: Sabéis que los gobernantes de los gentiles se enseñorean de ellos, y que los grandes ejercen autoridad sobre ellos. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera entre vosotros llegar a ser grande, será vuestro servidor, y el que quiera entre vosotros ser el primero, será vuestro siervo; así como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos." (Mt.20:26-28). Estas enseñanzas de Jesús constituyen el impulso y energía para la dignificación de la policía como una legítima vocación de servicio público. Vamos a describir algunas acciones para su logro.
a) Difusión de las fuentes de financiamiento de los partidos y auditorías obligatorias de oficio. Limitación y transparentación del financiamiento privado.
b) Control estricto de la participación de los diputados en la actividad parlamentaria.
c) Control del cumplimiento de las promesas electorales (un "Comité de sabios" podría hacer un informe antes de las siguientes elecciones).
d) Fomentar la "cultura de la dimisión" entre los gestores políticos, como forma de garantizar la rendición de cuentas.
Fomentar la participación de la ciudadanía
La tierra es el único lugar adecuado, de todo el universo, en donde el ser humano, como una criatura que es imagen y semejanza de Dios, puede vivir dignamente en sociedad. Por lo tanto, cuidar de la tierra es cuidar de un espacio para vivir en dignidad, a su vez destruirlo es atentar contra la dignidad del propio ser humano. Somos parte de un todo, que los biólogos llaman de hábitat; para designar a una gran cadena biológica de vida, en la cual unos seres dependen de otros seres, y así sucesivamente hasta llegar al ser humano. Así como el hombre humano se define como un ser social y político, también se puede definir como un ser de la tierra, es decir, un ser que pertenece al hábitat de la tierra, sin él simplemente no puede vivir. La Biblia nos enseña una gran lección de mayordomía, somos cocreadores junto a Dios, y debemos ser responsables ante Él y ante nosotros mismos de los cuidados de la tierra que Dios nos ha dado por gracia, como un regalo no merecido. Los principios de la Teología de la Creación son la base para que el cristiano y cristiana se involucre activamente en la participación ciudadano en política. Vamos a mencionar algunas acciones para la contribución ciudadana a la dignificación del apolítica.
a) Participación ciudadana en la elaboración de presupuestos municipales, autonómicos y estatales.
b) Establecer mecanismos de participación ciudadana en la actividad legislativa parlamentaria.
c) Ley electoral con listas abiertas, paridad entre hombres y mujeres y sufragio de los inmigrantes arraigados.
d) Democratizar la selección de candidatos electorales Democratizar el funcionamiento interno de los partidos, de modo que puedan ser espacios de expresión de la pluralidad real de la sociedad.
e) Facilitar los mecanismos de iniciativa popular, como la consulta popular o el referéndum.
f) Regular la propiedad de medios de comunicación para evitar la creación de grandes grupos mediáticos excesivamente influyentes. Gestión plural de los medios públicos.
g) Establecer mecanismos que garanticen la relación directa y formalizada entre políticos y ciudadanos.
h) Impulsar la educación democrática y la formación política, especialmente entre la población marginada.
El Parlamento como espacio de diálogo y debate transparente
a) Transparencia del proceso parlamentario, facilitando la publicidad necesaria para que el ciudadano pueda acceder al conocimiento de las leyes desde su formulación.
b) Facilitar a las organizaciones sociales afectadas el acceso, incluso físico, para participar en los momentos decisivos del proceso de elaboración de la ley.
c) Facilitar los instrumentos de control, incluyendo la creación de Comisiones de investigación a solicitud de los grupos parlamentarios.
d) Rendir cuentas a la ciudadanía como práctica habitual y normalizada, Entender el parlamento como lugar de expresión de la voluntad ciudadana, no de los intereses partidistas
La filósofa Hannah Arendt en su obra ¿Qué es la política? recuerda que ser libres comporta asumir en cada uno de nosotros la posibilidad de cambio y que la mejora de la actividad pública sólo depende de nosotros, de lo que estamos dispuestos a construir. Abandonar el espacio público, por escepticismo, apatía o desaliento, es sumamente peligroso y supondría la entrega definitiva de una herramienta que – aunque ya maltrecha- es esencial para la mejora de nuestra realidad.
Autor:
Jaime Alarcón V.
(05 de marzo del 2016)
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