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Fernando Pessoa: corazón de nadie. A su propio encuentro (página 3)


Partes: 1, 2, 3, 4, 5

Del sistema inmediato del Universo!

¡Nueva Revelación metálica y dinámica de Dios!

Oh, fábricas, oh laboratorios, oh music-hall, oh Luna-Parks,

Oh, acorazados, oh puentes, oh diques flotantes—

En mi mente turbulenta e incandescente

Os poseo como a una mujer bella,

Completamente os poseo como a una mujer bella que no se ama,

A la que se encuentra casualmente y hallamos interesantísima.

¡Hola-ho fachadas de las grandes tiendas!

¡Hola-ho elevadores de los grandes edificios!

¡Hola-ho cambios ministeriales!

¡Parlamentos, políticas, relatores de presupuestos,

Presupuestos falsificados!

(Un presupuesto es tan natural como un árbol

Y un parlamento tan bello como una mariposa).

Hola el interés por todo en la vida,

Porque todo es la vida, desde los brillantes en los aparadores

Hasta la noche, puente misterioso entre los astros

Y el mar antiguo y solemne, bañando las costas

Y siendo misericordiosamente el mismo

Que era cuando Platón era realmente Platón

En su presencia real y en su carne con el alma dentro,

Y hablaba con Aristóteles, que no había de ser su discípulo.

Yo podría morir triturado por un motor

Con el sentimiento de deliciosa entrega de una mujer poseída.

¡Arrojadme a los hornos!

¡Metedme debajo de los trenes!

¡Azotadme a bordo de los barcos!

¡Masoquismo a través de maquinismos!

¡Sadismo de no sé qué moderno y yo mismo y barullo!

Hupla-ho jinete ganador del Derby,

¡Morder entre dientes tu gorra bicolor!

(¡Ser tan alto que no pudiera entrar por ninguna puerta!

¡Ah, mirar es para mí una perversión sexual!)

¡Eh-la, eh-la, eh-la, catedrales!

¡Dejadme romper la cabeza en vuestras esquinas,

Y ser recogido de la calle ensangrentado

¡Qué nadie sepa quién soy!

¡Oh tranvías, funiculares, metropolitanos,

Restregaos en mí hasta el espasmo!

¡Hilla! ¡huía! ¡hilla-ho!

Escupidme carcajadas en plena cara,

¡Oh, automóviles atestados de juerguistas y de putas,

Oh, multitudes cotidianas ni alegres ni tristes en las calles,

Río multicolor anónimo donde me puedo bañar como quería!

¡Ah, qué vidas complejas, qué de cosas en las casas de todo esto!

¡Ah, enterarse de la vida de todos, las dificultades de

dinero,

Los pleitos domésticos, los libertinajes que no se sospechan,

Los pensamientos que cada uno tiene a solas en su cuarto

Y los gestos que hace cuando nadie lo puede ver!

No saber todo esto es ignorar todo, oh rabia,

¡Oh, rabia que como una fiebre y un celo y una avidez

Me pone magro el rostro y me agita a veces las manos

Con absurdas crispaciones en plena mitad de las turbas en las

calles llenas de encontronazos!

¡Ah, y la gente ordinaria y sucia, que parece siempre la misma,

Que emplea palabrotas como palabras comunes,

Cuyos hijos roban en las puertas de las mercerías

Y cuyas hijas a los ocho años—y esto lo encuentro hermoso y lo

amo!—

Mas turban hombres de aspecto decente en los vanos de las

escaleras.

¡La gentuza que trepa a los andamios y regresa a casa

Por callejuelas casi irreales de estrechez y podredumbre.

Maravillosa gente humana que vive como los perros,

Que está por debajo de todos los sistemas morales,

Para quien ninguna religión se hizo,

Ni ningún arte se ha creado,

Ni ninguna política destinada a ellos!

¡Como os amo a todos por ser así,

Ni inmorales de tan bajos que sois, ni buenos ni malos,

Inalcanzables por todos los progresos,

Fauna maravillosa del fondo del mar de la vida!

(En la noria del huerto de mi casa

El burro da vueltas y vueltas,

Y el misterio del mundo es del tamaño de esto.

Limpia el sudor con el brazo, trabajador descontento.

La luz del sol sofoca el silencio de las esferas

Y habremos todos de morir,

Oh pinares sombríos al crepúsculo,

Pinares donde mi infancia era otra cosa

De lo que hoy soy…)

¡Mas, ah, otra vez la rabia mecánica, constante!

Otra vez la obsesión del movimiento de los autobuses.

Y otra vez la furia de estar yendo al mismo tiempo dentro de

todos los trenes

De todas partes del mundo,

De estar diciendo adiós a bordo de todos los barcos,

Que a estas horas levan anclas o se alejan de los muelles.

¡Oh hierro, oh acero, oh aluminio, oh planchas de hierro ondulado!

¡Oh muelles, oh puertos, oh trenes, oh grúas, oh remolcadores!

¡Eh-la grandes desastres de trenes!

¡Eh-la el derrumbe de las galerías de las minas!

¡Eh-la naufragios deliciosos de los grandes transatlánticos!

¡Eh-la-ho revoluciones aquí, allá, acullá,

¡Cambios de constituciones, guerras, tratados, invasiones,

Ruido, injusticias, violencias, y tal vez pronto el final,

La gran invasión de los bárbaros amarillos por Europa,

Y otro Sol en el nuevo Horizonte!

¿Qué importa todo esto, mas qué importa todo esto

Al fúlgido y encarnado ruido contemporáneo,

Al ruido cruel y delicioso de la civilización actual?

Todo esto acalla todo, salvo el Momento,

El Momento de tronco desnudo y caliente como un horno,

El Momento estridentemente ruidoso v mecánico,

El Momento dinámico pasaje de todas las bacantes

Del hierro y del bronce y de la borrachera de los metales.

Eh-a trenes, eh-a puentes, eh-a hoteles a la hora de la cena,

Eh-a aparejos de todas las especies, férreos, brutales, mínimos,

Instrumentos de precisión, trituradoras, cavadoras,

Ingenieros, brocas, máquinas rotativas!

¡Eh-a! ¡eh-a! ¡eh-a!

¡Eh-a electricidad, nervios enfermos de la Materia!

¡Eia telegrafía sin hilos, simpatía metálica del Inconsciente!

¡Eh-a túneles, eh-a canales, Panamá, Kiel, Suez!

¡Eh-a todo el pasado dentro del presente!

¡Eh-a todo el futuro ya dentro de nosotros! ¡eh-a!

Eia! eia! eia!

¡Frutos de hierro y herramienta del árbol-fábrica cosmopolita!

¡Eh-a! ¡eh-a! ¡eh-a!

No sé que existo hacia dentro. Giro, doy vueltas, me ingenio.

Me enganchan en todos los trenes.

Me izan en todos los muelles.

Giro en las hélices de todos los barcos.

¡Eh-a! ¡eh-a-ho! ¡eh-a!

¡Eh-a! ¡soy el calor mecánico y la electricidad!

¡Eh-a! y los rieles y las casas de máquinas y Europa!

¡Eh-a y hurra por mí todo, y todo máquinas, que trabajan, eh-a!

¡Trepar con todo por encima de todo! ¡Hup-la!

¡Hup la, hup la, hup-la-ho, hup-la!

¡He-ha! ¡He-ho! ¡Ho-o-o-o-o!

Z-z-z-z-z-z-z-z-z-z-z-z!

¡Ah no ser yo toda la gente y toda la parte!

Londres

LISBOA REVISITADA

1923

NO: NO quiero nada.

Ya dije que no quiero nada.

¡No me vengan con conclusiones!

La única conclusión es morir.

¡No me vengan con estéticas!

¡No me hablen de moral!

¡Aparten de aquí la metafísica!

No me pregonen sistemas completos, no me alineen conquistas

De las ciencias (¡de las ciencias, Dios mío, de las ciencias!)—

¡De las ciencias, de las artes, de la civilización moderna!

¿Qué mal hice a todos los dioses?

¡Si poseen la verdad, guárdensela!

Soy un técnico, pero tengo técnica sólo dentro de la técnica.

Fuera de eso soy loco, con todo el derecho a serlo.

Con todo el derecho a serlo, ¿oyeron?

¡No me fastidien, por amor de Dios!

¿Me querían casado, fútil, cotidiano y tributable?

¿Me querían lo contrario de esto, lo contrario de cualquier cosa?

Si yo fuese otra persona, les daría a todos gusto.

¡Así, como soy, tengan paciencia!

¡Váyanse al diablo sin mí,

O déjenme que me vaya al diablo solo!

¿Para qué hemos de ir juntos?

¡No me toquen en el brazo!

No me gusta que me toquen en el brazo. Quiero estar solo,

¡Ya dije que soy un solitario!

¡Ah, que fastidio querer que sea de la compañía!

Oh cielo azul —el mismo de mi infancia—,

¡Eterna verdad vacía y perfecta!

¡Oh suave Tajo ancestral y mudo,

Pequeña verdad donde el cielo se refleja!

¡Oh amargura revisitada, Lisboa de antaño de hoy!

¡Nada me das, nada me quitas, nada eres que yo me sienta!

¡Déjenme en Paz! No tardo, yo nunca tardo…

¡Y mientras tarda el Abismo y el Silencio quiero estar solo!

DOS FRAGMENTOS DE ODAS

(FINALES DE ODAS, NATURALMENTE)

30-6-1914

I

…………………………………………………………………………………..

VEN, NOCHE antiquísima e idéntica,

Noche Reina nacida destronada,

Noche igual por dentro al silencio, Noche

Con estrellas, lentejuelas rápidas

En tu vestido con franjas de infinito.

Ven, vagamente,

Ven, levemente,

Ven, sola, solemne, con las manos caídas

A tu lado, ven

Y trae los montes lejanos al pie de los árboles cercanos,

Funde en un campo tuyo todos los campos que veo,

Haz de la montaña un solo bloque de tu cuerpo,

Bórrale todas las diferencias que de lejos veo,

Todos los caminos que la ascienden,

Todos los diversos árboles que la hacen verde oscuro a lo lejos.

Todas las casas blancas humeando entre los árboles,

Y deja sólo una luz y otra luz y otra más,

En la distancia imprecisa y vagamente perturbadora,

En la distancia súbitamente imposible de recorrer.

Nuestra señora

De las cosas imposibles que buscamos en vano,

De los sueños que acuden a nosotros en el crepúsculo, en la

ventana,

De los propósitos que nos acarician

En las grandes terrazas de los hoteles cosmopolitas

Al sonido europeo de las músicas y de las voces lejanas y cercanas,

Y que nos duele al saber que nunca los realizaremos…

Ven, y arrúllanos,

Ven y acarícianos,

Bésanos silenciosamente en la frente,

Tan levemente en la frente que no sepamos que nos besan

Sino por una diferencia en el alma

Y un vago sollozo que sale melodiosamente

De lo más antiquísimo de nosotros

Donde arraigan todos esos árboles de maravilla

Cuyos frutos son los sueños que acariciamos y amamos

Porque los sabemos sin relación con lo hay en la vida.

Ven solemnísima,

Solemnísima y llena

De una oculta voluntad de sollozar,

Tal vez porque el alma es grande y la vida pequeña,

Y todos los gestos no salen de nuestro cuerpo

Y sólo alcanzamos donde nuestro brazo llega,

Y sólo vemos hasta donde llega nuestra mirada.

Ven, dolorosa,

Mater-Dolorosa de las Angustias de los Tímidos,

Turris-Eburnea de las Tristezas de los Despreciados,

Fresca mano en la frente febril de los humildes,

Sabor de agua sobre los labios secos de los Cansados.

Ven, allá del fondo

Del horizonte lívido,

Ven y arráncame

De la soledad de angustia y de inutilidad

En que retoño.

Recógeme de mi suelo, margarita olvidada,

Hoja a hoja lee en mí no sé qué sino

Y deshójame a tu agrado,

A tu agrado silencioso y fresco.

Lanza una hoja mía lanza al Norte,

Donde están las ciudades de Hoy que tanto amé;

Lanza otra hoja mía lanza al Sur,

Donde están los mares que abrieron los Navegantes;

Otra hoja mía impulsa al Occidente,

Donde arde al rojo todo lo que tal vez sea el Futuro,

Que sin conocer adoro;

Y la otra y las otras, lo que queda de mí

Tira al Oriente,

Al Oriente de donde viene todo, el día y la fe,

Al Oriente pomposo y fanático y cálido,

Al Oriente excesivo que nunca veré,

Al Oriente budista, brahamánico, sintoísta,

Al Oriente que es todo lo que no tenemos,

Que es todo lo que no somos,

Al Oriente donde —¿quién sabe?— Cristo tal vez aún hoy viva,

Donde Dios tal vez exista realmente mandando todo…

Ven sobre los mares,

Sobre los mares mayores,

Sobre los mares sin horizontes precisos,

Ven a pasar la mano por el dorso de fiera,

Y cálmalo misteriosamente,

¡Oh, domadora hipnótica de las cosas que se agitan mucho!

Ven, cuidadosa,

Ven, maternal,

Pie a pie enfermera antiquísima que te sentaste

En la cabecera de los dioses de las fes ya perdidas,

Y que viste nacer a Jehová y Júpiter,

Y sonreíste porque todo te es falso e inútil.

Ven noche silenciosa y extática,

Ven a envolver en la noche con manto blanco

Mi corazón

Serenamente como una brisa en la leve tarde,

Tranquilamente como un gesto materno que acaricia,

Con las estrellas luciendo en tus manos

Y la luna máscara misteriosa sobre tu rostro.

Todo los sonidos suenan de otra manera

Cuando tú vienes.

Cuando entras todas las voces bajan,

Nadie te ve entrar,

Nadie sabe cuándo entraste,

Sino de repente, viendo que todo se recoge,

Que todo pierde las aristas y los colores,

Y que en el alto cielo todavía muy azul

Creciendo ya nítido, o círculo blanco, o sólo luz nueva que viene,

La luna comienza a ser real.

II

¡Ah el crepúsculo, la noche que cae, las luces en las grandes

ciudades que se encienden,

Y la mano de misterio que ahoga el bullicio,

Y el cansancio de todo en nosotros que nos corrompe

Con una sensación exacta y precisa y activa de la Vida!

¡Cada calle es un canal de una Venecia de tedios

Y qué misteriosa la intimidad unánime de las calles,

De las calles al caer de la noche, oh Cesário Verde, oh Maestro,

Oh, del «Sentimiento de un Occidental»!

¡Qué inquietud profunda, qué deseo de otras cosas,

Que ni son países, ni momentos, ni vidas,

Qué deseo tal vez de otros modos de estados de alma

Humedece interiormente el lento y lejano instante!

Un horror sonámbulo entre luces que se encienden,

Un pavor tierno y líquido, apoyado en las esquinas

Como un mendigo de sensaciones imposibles

Que no sabe quién las pueda dar…

Cuando muera,

Cuando me vaya, vilmente, como toda la gente,

Por aquel camino cuya idea no se puede encarar de frente,

Por aquella puerta a la que, si pudiésemos asomar, no

asomaríamos,

Hacia aquel puerto que el capitán del Barco no conoce,

Sea por esta hora digna de los tedios que tuve,

Por esta hora mística y espiritual y antiquísima,

Por esta hora en que tal vez, hace mucho más tiempo del que

parece,

Platón soñando vio la idea de Dios

Esculpir cuerpo y existencia nítidamente plausibles

Dentro de su pensamiento exteriorizado como un campo.

Sea por esta hora en que me lleváis a enterrar,

Por esta hora que no sé como vivir,

En que no sé que sensaciones tener o fingir que tengo,

Por esta hora cuya misericordia es torturada y excesiva,

Cuya sombras vienen de cualquier otra cosa que no las cosas,

Cuyo pasaje no roza vestidos en el suelo de la Vida Sensible

Ni deja perfume en los caminos de la Mirada.

15-4-1928

¡MAESTRO, mi querido maestro!

¡Corazón de mi cuerpo intelectual y entero!

¡Vida del origen de mi inspiración!

Maestro, ¿qué se hizo de ti en esta forma de vida?

No te importó si morías, si vivirías, ni tú ni nada,

Alma abstracta y visual hasta los huesos,

Atención maravillosa al mundo exterior siempre múltiple,

Refugio de saudades de todos los dioses antiguos,

Espíritu humano de la tierra materna,

Flor encima del diluvio de la inteligencia subjetiva…

¡Maestro, mi maestro!

En la angustia sensacionista de todos los días sentidos,

En la amargura cotidiana de las matemáticas del ser,

Yo, esclavo de todo como un polvo de todos los vientos,

¡Alzo las manos hacia ti, que estás lejos, tan lejos de mí!

¡Mi maestro y mi guía!

A quien ninguna cosa hirió, ni dolió, ni perturbó,

Seguro como un sol haciendo su día involuntariamente,

Natural como un día mostrando todo,

Maestro mío, mi corazón no aprendió tu serenidad.

Mi corazón no aprendió nada.

Mi corazón no es nada,

Mi corazón está perdido.

Maestro, sólo sería como tú si yo hubiera sido tú.

¡Qué triste la gran hora alegre en que primero te oí!

Después todo es cansancio en este mundo subjetivado,

Todo es esfuerzo en este mundo donde se quieren cosas,

Todo es mentira en este mundo donde se piensan cosas,

Todo es otra cosa en este mundo donde todo se siente.

Después, he sido como un mendigo dejado a la intemperie

Por la indiferencia de toda la aldea,

Después, he sido como las yerbas arrancadas,

Dejadas en manojos en alineamientos sin sentido.

Después, he sido yo, sí yo, para mi desgracia,

Y yo, por mi desgracia, no soy yo ni otro ni nadie.

Después, por qué enseñaste la nitidez de la vista,

¿Si no me pudiste enseñar a tener el alma con qué verla clara?

¿Por qué me llamaste hacia lo alto de los montes

Si yo, criatura de las ciudades del valle, no sabía respirar?

¿Por qué me diste tu alma si yo no sabía qué hacer con ella

Como quien está cargado de oro en un desierto,

O canta con voz divina entre ruinas?

¿Por qué me despertaste para la sensación y el alma nueva,

Si yo no sabré sentir, si mi alma es siempre mía?

Pluguiera al Dios ignoto que siempre fuera yo aquel

Poeta decadente, estúpidamente pretencioso,

Que podría al menos venir a agradar,

Y no surgiera en mí la pavorosa ciencia de ver.

¿Para qué me hiciste yo? ¡Me hubieras dejado ser humano!

Feliz el hombre ordinario,

Que tiene su tarea cotidiana normal, tan leve aunque pesada,

Que tiene su vida común,

Para quien el placer es placer y el recreo es recreo,

Que duerme el dormir,

Que come comida,

Que bebe bebida, y por eso tiene alegría.

La calma que tenías, me la diste, y me fue inquietud.

Me liberaste, pero el destino humano es ser esclavo.

Me despertaste, pero el sentido de ser humano es dormir.

11-5-1928

EN LA NOCHE terrible, substancia natural de todas las noches,

la noche de insomnio, substancia natural de todas mis noches,

Recuerdo, velando en modorra incómoda,

Recuerdo lo que hice y lo que pude haber hecho en la vida.

Recuerdo, y una angustia

Se difunde completamente por mí como un frío del cuerpo o

un miedo.

Lo irreparable de mi pasado —¡ése es el cadáver!

Puede ser que sean ilusión todos los demás cadáveres.

Puede que estén vivos en otra parte todos los muertos.

Puede que existan en otro lugar todos mis propios momentos

pasados,

En la ilusión del espacio y del tiempo,

En la falsedad del transcurrir.

Pero lo que yo no fui, lo que no hice, lo que ni siquiera soñé;

Lo que sólo ahora veo que debió hacerse,

Lo que sólo ahora claramente veo que debió haber sido —

Eso que está muerto más allá de todos los Dioses,

Eso —y fue al final lo mejor de mí— pues ni los Dioses hacen

vivir…

Si en cierto momento

Me hubiera vuelto hacia la izquierda en lugar de hacia la derecha,

Si en cierto momento

Hubiese dicho sí en lugar de no, o no en lugar de sí;

Si en cierta plática

Hubiera tenido las frases que sólo ahora elaboro en la duermevela—

Si todo ello hubiese sido así,

Hoy sería otro, y tal vez el universo entero

Sería insensiblemente llevado a ser otro también.

Pero no me volví hacia el lado irreparablemente perdido.

No me vuelvo ni pienso en volverme, y sólo ahora lo percibo;

Pero no dije no o no dije sí, y sólo ahora veo lo que no dije;

Pero las frases que hubo que decir en ese momento se parecen

todas,

Claras, inevitables, naturales,

La conversación terminada concluyentemente,

El asunto todo resuelto…

Pero sólo ahora, lo que nunca fue ni será hacia atrás, me duele.

En lo que fallé de veras no tiene ninguna esperanza,

En ningún sistema metafísico.

Puede ser que para otro mundo yo pueda llevar lo que soñé,

¿Pero podré llevar a otro mundo lo que me olvidé de soñar?

Esto sí, los sueños por haber, son el cadáver.

Lo entierro en mi corazón para siempre, para todo el tiempo, para

todos los universos,

En esta noche en que no duermo y la quietud me cerca

Como una verdad de la que no comparto,

Y allá fuera el luar, como la esperanza que no tengo, es invisible

para mí.

APLAZAMIENTO

14-4-1928

Después de mañana, sí, sólo después de mañana…

Llevaré el día de mañana pensando en después de mañana,

Y sí será posible; pero hoy no…

No, hoy nada; hoy no puedo.

La persistencia confusa de mi subjetividad objetiva,

El sueño de mi vida real, intercalado,

El cansancio anticipado e infinito,

Un cansancio de mundos para tomar un tranvía…

Esta especie de alma…

Sólo después de mañana…

Hoy quiero prepararme,

Quiero prepararme para pensar mañana en el día siguiente…

Es él que es decisivo.

Tengo ya el plano trazado; pero no, hoy no dibujo planos…

Mañana es el día de los planos.

Mañana me sentaré en el escritorio para conquistar el mundo;

Pero sólo conquistaré el mundo después de mañana…

Tengo ganas de llorar,

De repente tengo ganas de llorar mucho, desde dentro…

No, no quieran saber nada más, es secreto, no lo digo.

Sólo después de mañana…

Cuando era niño, el circo del domingo me divertía por toda la

semana.

Hoy sólo me divierte el circo del domingo de toda la semana de mi

infancia…

Después de mañana seré otro,

Mi vida ha de triunfar,

Todas mis cualidades reales de inteligente, leído y práctico

Serán convocadas por un bando…

Pero por un bando de mañana…

Hoy quiero dormir, redactaré mañana…

Por hoy, ¿cuál es el espectáculo que me repetiría la infancia?

Para comprar incluso los boletos de mañana,

Pues para pasado mañana estará bien el espectáculo…

Antes, no…

Pasado mañana tendré la pose pública que mañana estudiaré.

Pasado mañana seré finalmente el que hoy no puedo nunca ser.

Sólo después de mañana…

Tengo sueño como el frío de un perro vagabundo.

Tengo mucho sueño.

Mañana te diré las palabras, o pasado mañana…

Sí, tal vez sólo después de pasado mañana…

El porvenir…

Sí, el porvenir…

TABAQUERÍA

15-1-1928

NO SOY nada.

Nunca seré nada.

No puedo querer ser nada.

A parte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo.

Ventanas de mi cuarto,

De mi cuarto de uno de los millones en el mundo que nadie sabe

quién es

(Y si supiesen, ¿qué sabrían?),

Dais al misterio de una calle cruzada constantemente por gente,

A una calle inaccesible a todos los pensamientos,

Real, imposiblemente real, cierta, desconocidamente cierta,

Con el misterio de las cosas bajo las piedras y los seres,

Con la muerte que mancha de humedad las paredes y hace

blancos los cabellos de los hombres,

Con el Destino que conduce la carroza de todo por el camino de

nada.

Estoy hoy vencido, como si supiese la verdad.

Estoy hoy lúcido, como si estuviese por morir,

Y no tuviese más hermandad con las cosas

Que la de una despedida, tornándose esta casa a este lado de la

calle

La hilera de vagones de un tren, y el silbido de una partida

Dentro de mi cabeza,

Y una sacudida de mis nervios y un chirriar de huesos al arrancar.

Estoy hoy perplejo, como quien pensó y halló y olvidó.

Estoy hoy dividido entre la lealtad que debo

A la Tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real por fuera,

Y a la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro.

Fallé en todo.

Como no hice ningún propósito, tal vez todo fuese nada.

El aprendizaje que me dieron,

Descendí por la ventana trasera de la casa.

Fui al campo con grandes propósitos.

Pero allí sólo encontré yerbas y árboles,

Y cuando había gente era igual a la otra.

Me retiro de la ventana y me siento en una silla. ¿En qué he de

pensar?

¿Qué sé yo lo que seré, yo, que no sé lo que soy?

¿Ser lo que pienso? ¡Pienso ser tanta cosa!

¡Y hay tantos que piensan ser la misma cosa que no puede haber

tantos!

¿Genio? En este momento

Cien mil cerebros se piensan en sueños genios como yo,

Y la historia no señalará, ¿quién sabe? ni a uno,

No habrá sino un muladar para tantas futuras conquistas.

No, no creo en mí.

¡En todos los manicomios hay tantos locos deschavetados con

tantas certezas!

Yo, que no tengo ninguna certeza, ¿soy más cierto o menos cierto?

No, ni en mí…

¿En cuántas buhardillas y no buhardillas del mundo

No están en esta hora genios-para-sí-mismos soñando?

¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas—

Sí, verdaderamente altas y nobles y lúcidas—,

Y quién sabe si realizables,

¿Nunca verán la luz del sol real ni hallaran oídos de nadie?

El mundo es de quien nace para conquistarlo

Y no para quien sueña que puede conquistarlo, aunque tenga

razón.

He soñado más que Napoleón.

He abrazado contra el pecho hipotético más humanidades que

Cristo.

Hice filosofías en secreto que ningún Kant escribió.

Pero soy, y tal vez seré siempre, el de la buhardilla,

Aunque no viva en ella;

Seré siempre el que no nació para esto,

Seré siempre sólo el que tenía cualidades;

Seré siempre el que esperó que le abriesen la puerta al pie

de una pared sin puerta,

Y cantó la cantiga del Infinito en un gallinero,

Y escuchó la voz de Dios en un pozo cegado.

¿Creer en mí? No, ni en nada.

Que me derrame la Naturaleza sobre la cabeza ardiente

Su sol, su lluvia, el viento que me despeina,

Y lo demás que venga si viene o que tenga que venir, o que no

venga.

Esclavos cardíacos de las estrellas,

Conquistamos todo el mundo antes de levantarnos de la cama;

Pero nos despertamos y él es opaco,

Nos levantamos y es ajeno,

Salimos de casa y es la tierra entera,

Más el sistema solar y la Vía Láctea y lo Indefinido.

(Come chocolates, niña;

¡Come chocolates!

Mira que no hay más metafísica en el mundo que la de los

chocolates.

Mira que todas las religiones no enseñan más que la confitería.

¡Come, niña sucia, come!

¡Si pudiera yo comer chocolates con la misma verdad con que tú

los comes!

Pero yo pienso y, al quitarles el papel plateado, que es de estaño,

Arrojo todo al suelo, como tiré la vida.)

Pero queda al menos de la amargura de lo que nunca seré

La caligrafía rápida de estos versos,

Pórtico hendido hacia lo Imposible.

Pero al menos dedico a mí mismo un desprecio sin lágrimas,

Noble al menos por el gesto amplio con que arrojo

La ropa sucia que soy, sin motivo, para el decurso de las cosas,

Y me quedo en casa sin camisa.

(Tú que consuelas, que no existes y por eso consuelas,

O diosa griega, concebida como estatua con vida,

O patricia romana, imposiblemente noble y nefasta,

O princesa de trovadores, gentilísima y colorida,

O marquesa del siglo dieciocho, escotada y distante,

O cocotte célebre del tiempo de nuestros padres,

O no sé qué moderno —no concibo bien qué—,

Todo eso, sea lo que fuera, lo que sea, si puede inspirar ¡qué

inspire!

Mi corazón es un balde vacío.

Como invocan espíritus los que invocan espíritus me invoco

Me invoco a mí mismo y nada encuentro.

Me acerco a la ventana y veo la calle con una nitidez absoluta.

Veo las tiendas, veo las aceras, veo los coches que pasan.

Veo los entes vivos vestidos que se cruzan,

Veo los perros que también existen,

Y todo esto me pesa como un condena al destierro,

Y todo esto es extranjero, como todo.)

Viví, estudié, amé y hasta creí,

Y hoy no hay mendigo al que no envidie sólo por no ser yo.

En cada uno miro los andrajos y las llagas y la mentira,

Y pienso: tal vez nunca hayas vivido ni estudiado ni amado ni

creído

(Porque es posible hacer la realidad de todo eso sin hacer

nada de eso);

Tal vez hayas existido apenas, como un lagarto a quien cortan

la cola

Y que es cola más acá del lagarto que se retuerce.

Hice de mí lo que no supe,

Y lo que pude hacer de mí no lo hice.

Vestí un disfraz equivocado.

Me tomaron enseguida por quien no era, y no lo desmentí, y me

perdí.

Cuando quise arrancarme la máscara,

Estaba pegada a la cara.

Cuando la arrojé y me vi en el espejo,

Ya había envejecido.

Estaba borracho, y no sabía vestir el disfraz que no me había

quitado.

Arrojé la mascara y dormí en el vestidor

Como un perro tolerado por la gerencia

Por ser inofensivo

Y voy a escribir esta historia para probar que soy sublime.

Esencia musical de mis versos inútiles,

quién pudiera encontrarte como cosas que yo hice,

Y no quedarme siempre enfrente de la Tabaquería de enfrente,

Pisoteando la conciencia de estar existiendo,

Como un tapete con el que tropieza un borracho

O la esterilla que los gitanos roban y no vale nada.

Pero el Dueño de la Tabaquería se asomó a la puerta y se quedó

en ella.

Lo miro con la incomodidad de la cabeza torcida

Y con la incomodidad de una alma que mal entiende.

Él morirá y yo moriré.

Él dejará el letrero, yo dejaré versos.

Y un día morirá el letrero y también mis versos.

Después morirá la calle donde estuvo el letrero,

Y la lengua en que fueron escritos los versos.

Morirá después el planeta girante en que todo esto sucedió.

En otros satélites de otros sistemas cualquier cosa como nosotros

Continuará haciendo cosas como versos y viviendo debajo de las

cosas como letreros,

Siempre una cosa frente a otra,

Siempre una cosa tan inútil como la otra.

Siempre lo imposible tan estúpido como lo real,

Siempre el misterio del fondo tan cierto como el sueño del

misterio de la superficie,

Siempre ésta o aquella cosa o ni una ni la otra cosa.

Pero un hombre entró en la Tabaquería (¿a comprar tabaco?),

Y la realidad plausible cae de repente sobre mí.

Me incorporo a medias enérgico, convencido, humano,

Y voy a intentar escribir estos versos en los que digo lo contrario.

Enciendo un cigarro al pensar en escribirlos

Y saboreo en el cigarro la liberación de todos los pensamientos.

Sigo el humo como mi camino,

Y gozo, en un momento sensitivo y adecuado,

La liberación de todas las especulaciones

Y la conciencia de que la metafísica es la consecuencia de una

indisposición.

Después me reclino en la silla

Y sigo fumando.

Seguiré fumando hasta que el Destino me lo permita.

(Si me casase con la hija de mi lavandera

Tal vez sería feliz.)

Visto esto, me levanto de la silla. Me acerco a la ventana.

El hombre salió de la Tabaquería (¿guarda el cambio en el bolsillo

del pantalón?).

Ah, lo conozco: es Esteves sin metafísica.

(El Dueño de la Tabaquería llegó a la puerta.)

Como por un instinto divino, Esteves se volvió y me vio.

Hizo una señal de adiós, le grité ¡Adiós, Esteves!, y el universo

Se reconstruye en mí sin ideal ni esperanza, y el Dueño de la

Tabaquería sonrió.

APOSTILLA

11-4-1928

¡APROVECHAR el tiempo!

Pero qué es el tiempo, ¿para que yo lo aproveche?

¡Aprovechar el tiempo!

Ni un día sin línea…

El trabajo honesto y superior…

El trabajo para Virgilio, para Milton…

¡Pero es tan difícil ser honesto o ser superior!

¡Es tan poco probable ser Milton o ser Virgilio!

¡Aprovechar el tiempo!

Arrancar del alma los pedazos precisos —ni más ni menos—

Para con ellos juntar los cubos ajustados

Que hacen estampas ciertas en la historia

(Y están ciertas también del lado de abajo, que no se ve)…

Poner las sensaciones en castillo de naipes, pobre China de las

veladas,

Y los pensamientos en dominó, igual contra igual,

Y la voluntad en carambola difícil…

Imágenes de juegos o de paciencias o de pasatiempos—

Imágenes de vida, imágenes de las vidas, Imagen de la Vida.

Verbalismo…

Sí, verbalismo…

¡Aprovechar el tiempo!

No tener un minuto que desconozca el examen de conciencia..

No tener un acto indefinido ni ficticio…

No tener un movimiento disconforme con propósitos…

Buenas maneras del alma…

Elegancia de persistir…

¡Aprovechar el tiempo!

Mi corazón está cansado como un mendigo verdadero.

Mi cerebro está listo como un bulto colocado en un rincón.

Mi canto (¡verbalismo!) está tal como está y es triste.

¡Aprovechar el tiempo!

Desde que comencé a escribir pasaron cinco minutos.

¿Los aproveché o no?

Si no sé si los aproveché, ¡¿qué sabré de otros minutos?!

(Pasajera que viajas tantas veces en el mismo compartimento

conmigo

En el tren suburbano,

¿Llegaste a interesarte en mí?

¿Aproveché el tiempo mirándote?

¿Cuál fue el ritmo de nuestro sosiego en el tren andante?

¿Cuál fue el entendimiento que no llegamos a tener?

¿Cuál fue la vida que hubo en esto? ¿Qué fue esto para la vida?)

¡Aprovechar el tiempo!

¡Ah, déjenme que no aproveche nada!

¡Ni tiempo, ni ser, ni memorias de tiempo o de ser!

Déjenme ser una hoja de árbol, sacudida por la brisa,

La polvareda de un camino, involuntario y solo,

El arroyo casual de las lluvias que se acaban,

El surco que hacen en los caminos las ruedas mientras no vienen

otras,

El trompo del muchacho que va a detenerse,

Y oscila, con el mismo movimiento que tiene la tierra,

Y se estremece, con el mismo movimiento que tiene el alma,

Y cae, como caen los dioses, en el suelo del Destino.

DEMOGOGON

12-4-1928

EN LA CALLE LLENA de sol vago hay casas detenidas y gente que

camina.

Una tristeza llena de pavor me cala.

Presiento un suceso más allá de las fachadas y de los movimientos.

¡No, no, eso no!

Todo menos saber lo que es el Misterio!

¡Superficie del Universo, oh Párpados Descendidos,

No os alcéis nunca!

¡La mirada de la Verdad Final no debe poder soportarse!

¡Dejadme vivir sin saber nada, y morir sin saber nada!

La razón de haber ser, la razón de haber seres, de haber todo,

Debe traer una locura mayor que los espacios

entre las almas y entre las estrellas.

¡No, no, la verdad no! Dejadme estas casas y esta gente;

Tal cual, si nada más, estas casas y esta gente…

¿Qué aliento horrible y frío toca mis ojos cerrados?

¡No los quiero abrir a la vida! ¡Oh Verdad, olvídate de mí!

82

Ricardo Reis

16-6-1932

SEVERO NARRO. Cuanto siento, pienso,

Palabras son ideas.

Murmurante, el río pasa, y el sonido que no pasa,

Es nuestro, no del río.

Así quisiera el verso: mío y ajeno

Y por mí mismo leído

85

14-2-1933

PARA SER GRANDE, sé entero: nada

Tuyo exagera o excluye.

Sé todo en dada cosa. Pon cuanto eres

En lo mínimo que haces,

Así en cada lago la luna entera

Brilla, porque alta vive.

31-7-1930

SERENO AGUARDA el fin que poco tarda.

¿Qué es cualquier vida? Breve soles y sueño.

Cuánto piensas emplea

En no muchos pensamientos.

Para el nauta el mar oscuro es la ruta clara,

Tú, en la confusa soledad de la vida,

A ti mismo te elige

(No sabes de otro) el puerto.

.

17-11-1923

COMO si cada beso

Fuera de despedida,

Cloe mía, besémonos, amando.

Tal vez ya nos toque

En el hombro la mano que llama

A la barca que no viene sino vacía;

Y que en el mismo haz

Ata lo que fuimos mutuamente

Y la ajena suma universal de la vida.

88

12-6-1914

VEN Y SIÉNTATE conmigo, Lidia, a la orilla del río

Sosegadamente miremos su curso y aprendamos

Que la vida pasa y no estamos con las manos entrelazadas.

(Entrelacemos las manos).

Después pensemos, niños adultos, que la vida

Pasa y no queda, nada deja y nunca regresa,

Se va hacia un mar muy lejano, se va junto al Hado,

Más lejos que los dioses.

Desenlacemos nuestras manos pues no hay por que cansarse.

Gozando, no gozando, pasamos como el río.

Más vale saber pasar silenciosamente

Y sin grandes desasosiegos.

Sin amores, ni odios, ni pasiones que alzan la voz,

Ni envidias que dan demasiado movimiento a los ojos,

Ni cuidados, pues teniéndolos el río siempre correría,

Y siempre iría a dar al mar.

Amémonos tranquilamente, pensando que podríamos,

Si quisiéramos, cambiar besos y abrazos y caricias,

Pero más vale sentarse uno junto al otro

Oyendo correr el río y viéndolo.

Cortemos flores, tómalas y ponlas

En el regazo y que su perfume suavice el momento—

Este momento en que sosegadamente no creemos en nada,

Inocentes paganos de la decadencia.

Al menos, si fuere sombra antes, te acordarás de mi después

Sin que mi recuerdo te queme, te hiera o te mueva,

Porque nunca entrelazamos las manos, ni nos besamos

Ni fuimos más que niños.

Y si antes de mí llevaras el óbolo al barquero sombrío,

Nada tendré que sufrir al acordarme de ti.

Me serás suave a la memoria, recordándote así —a la orilla del río.

Triste pagana y con flores en el regazo.

16-6-1914

EN LA LEJANÍA los montes tienen nieve al sol,

Pero es suave ya el frío calmado

Que alisa y agudiza

Los dardos del sol alto,

Hoy, Neera, no nos escondamos,

Nada nos falta porque nada somos.

No esperamos nada

Y sentimos frío al sol.

Más tal como es, gocemos el momento,

Solemnes en la alegría levemente,

Y aguardando la muerte

Como quien la conoce.

BOCAS ROJAS de vino,

Frentes blancas bajo rosas,

Desnudos, blancos antebrazos

Reposados sobre la mesa,

Que así sea, Lidia, el cuadro

En que quedemos, mudos,

Eternamente inscritos

En la conciencia de los dioses.

Antes esto y no la vida

Que los hombres viven,

Llena del negro polvo

Que alzan de los caminos.

Sólo socorren los dioses

Con su ejemplo a aquellos

Que nada más pretenden

Irse en el río de las cosas.

OÍ CONTAR que antaño, cuando Persia

Libraba no sé cual guerra,

Cuando la invasión ardía en la Ciudad

Y las mujeres gritaban,

Dos jugadores de ajedrez jugaban

Su juego continuo.

A la sombra de amplio árbol miraban

El tablero antiguo,

Y junto a cada uno, esperando sus

Momentos más holgados,

Cuando había movido la pieza, y ahora

Esperaba al oponente,

Un búcaro con vino refrescaba

Sobriamente su sed.

Ardían casas, saqueadas eran

Arcas y paredes,

Violadas, las mujeres eran puestas

Contra los muros caídos,

Atravesados por lanzas, los niños

Eran sangre en las calles…

Pero donde estaban, cerca de la ciudad,

Y lejos de su ruido,

Los jugadores de ajedrez jugaban

El juego del ajedrez.

Aunque en los mensajes del yermo viento

Les llegaran los gritos,

Y, al pensar, supiesen desde el alma

Que por cierto las mujeres

Y las tiernas hijas violadas eran

En esa distancia próxima,

Aunque, en el momento en que lo pensaban,

Una sombra ligera

Pasara por su frente ajena y vaga,

Pronto sus ojos tranquilos

Volvían su atenta confianza

Al viejo tablero.

Cuando el rey de marfil está en peligro,

¿Qué importa la carne y el hueso

De las hermanas y de la madre y de los niños?

Cuando la torre no cubre

La retirada de la Reina blanca,

El saqueo poco importa.

Y cuando la mano confiada lleva el jaque

Al rey del adversario,

Poco pesa en el alma que allá lejos

Estén muriendo hijos.

Aunque, de repente, sobre el muro

Surja la sañuda cara

De un guerrero invasor, y pronto deba

En sangre allí caer

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