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Educación entre dos aguas, descifrando el dilema

Enviado por cittonc


    1. Las fracturas de la modernidad y sus consecuencias en la educación 3. A pesar de los errores, ¿debe desaparecer la escuela? 4. ¿De quién es la lucha…? 5. Bibliografía

    1. Las fracturas de la modernidad y sus consecuencias en la educación

    Hasta la mitad de Siglo XX la escuela venezolana era esencialmente elitesca, incluía una proporción muy selecta de la población. La influencia foránea y la idea de relación entre educación y modernidad marcaron un nuevo rumbo, el de la masificación y nuevas tendencias pedagógicas así como el nacimiento en estos confines, de la teoría del dualismo. La calidad de la educación (asunto de la modernidad) empieza a ser un tema obligatorio, en vista de su trascendencia en el desarrollo de la sociedad. La manera de percibir la vida es otra y con ella comienzan las fracturas en el sistema educativo, causadas por el orden y el desorden dentro del marco social, dando lugar a cambios imprevisibles y originando nuevas formas de orden

    Para entender la relación existente entre escuela, sociedad y modernidad, es fundamental conocer los conceptos de: cultura escolar y tiempo social. En el primero convergen las diferentes formas de organización social dentro del ámbito educativo, los valores, las diferentes formas de poder en la escuela, las relaciones maestro-alumno, el conocimiento y cómo proporcionarlo, la toma de decisiones y la solución de conflictos. La cultura escolar se transformó en ese instante del devenir venezolano en la herramienta pedagógica más completa con la que contaba la escuela, sin embargo, al mantener su práctica autocrática, siguió formando seres humanos autoritarios, contra el deber ser de una democracia naciente, que profesaba un crecimiento para la vida. El segundo, el tiempo social, tiene que ver con la velocidad con que se transforman los diferentes entes sociales. El Estado y las instituciones religiosas se mueven de forma lenta, tratando de mantener su hegemonía. La familia, la escuela, la vida cotidiana entran en un tiempo intermedio; por último se distingue un nivel de temporalidad rápida, ubicando en este sector las ciencias, la tecnología, las comunicaciones y los ciclos cortos de la economía.

    Al respecto Balandier (1994) señala: La sociedad se capta como un orden aproximado y siempre amenazado, con grados variables según sus tipos y formas, es el producto de las interacciones del orden y el desorden… Las fracturas que se han ido sucediendo en la educación venezolana a partir de los procesos de la modernidad, surgen precisamente con el comienzo de la modernización de la educación. Las sociedades inmersas dentro del acontecer moderno y su teoría dualista plantearon dos temporalidades, el tiempo avanzado contra el distante para ubicar a los países en proceso de modernización, proponiendo que este recorrido fuera veloz. Para esto había que recurrir a uno de los puntos más álgidos de toda nación, la educación. Así como comienza en nuestro país la masificación educativa y la escuela distribuidora de conocimientos, una vereda a tomar para llegar a acelerar el tiempo; al expandir el sistema escolar la hipótesis era enrumbar la nación por la vía de la modernización, pero este atajo contra el tiempo desvirtuó su esencia, porque al centrarse en la distribución del conocimiento, abandonó una de las funciones primordiales de la educación: la creación del conocimiento.

    El deterioro en la calidad educativa comienza así a dejar sus huellas, el agente modernizador por excelencia – el conocimiento – se transforma de esta manera en estéril. Parra (1994) con respecto a esta moción en los países latinoamericanos señala: Esta ineficacia social del conocimiento escolar es un elemento crucial de la calidad de la educación puesto que lo transforma no solamente en inaplicable sino en un exiliado de la sociedad dentro de los muros de la escuela…

    Esta es la fractura inicial, la fractura funcional del sistema escolar, que permanece con algunas modificaciones, hasta nuestros días y que juega un papel fundamental en el destino de la escuela y por ende de la calidad de la misma.

    La segunda fractura comienza con la verbalidad pedagógica. Es la división entre el discurso y la práctica, es exagerar mediante el lenguaje lo que realmente sucede dentro del aula, es maximizar la realidad. El discurso pedagógico es veloz, la práctica es de discurrir lento, evidenciándose una diferencia de sus temporalidades. Para comprender fácilmente esta situación visualicemos este ejemplo: Varias maestras reunidas en un consejo docente intercambian ideas sobre las nuevas teorías pedagógicas y una de ella señala: "…es importante internalizar la importancia de concebir al alumno como el centro de la educación, sus intereses deben estar primero, la escuela debe formar alumnos críticos, reflexivos y participativos, es nuestro deber velar porque esto sea así". Al día siguiente después de pasar la lista, le dice a sus alumnos: " copien exactamente las preguntas de la página 10 y luego las responden y se las estudian, se las aprenden de memoria porque de lo contrario van a reprobar el examen". Es obvio que la práctica de la maestra no se compadece con su discurso, para ella es normal y no hay contradicción, para sus alumnos tampoco, han aprendido que el discurso es una cosa y la práctica es otra. Su origen deviene de la formación docente, conservando las enseñanzas de la escuela autoritaria, transmitiendo una ilusión mediante la palabra. Esta duplicidad genera una escuela aparentemente moderna en el discurso y realmente premoderna en la práctica.

    Para observar los efectos de esta fractura es menester considerar tres aspectos de la organización social de la escuela: el conocimiento escolar, la labor de las instituciones educativas con respecto al desarrollo desigual de la sociedad inducido por la modernización y la formación de los alumnos. La fractura pedagógica posee un acaecimiento directo en el conocimiento; divide la teoría de su praxis, castrando la creatividad, entendida como la vía de relación entre estas. A su vez este rompimiento de dos elementos destinados a integrarse, a andar juntos, produce un desfase científico, lo que conduce al memorismo, reforzando la ausencia de participación de los alumnos, generando autoritarismo en el conocimiento, la verdad viene a ser aquella escrita en los libros, la que posee el maestro, el saber ya está hecho y el estudiante debe callar y aprender, memorizarlo.

    Las consecuencias sociales son devastadoras, poco promisorias. Una sociedad que espera de la escuela un ámbito de criticidad, reflexión, creatividad y participación, se encuentra con una cima difícil de escalar, que ofrece modos de vida muy distintos a los esperados, que genera violencia en contraposición a la libertad y la paz que debería otorgar a sus protagonistas.

    2. Postmodernidad, conjuro a lo desconocido

    Los sueños modernos de cambio social mediante la educación no han sido cumplidos, comienza la incertidumbre entre lo bueno y lo mejor, hay que exorcizar los malos tiempos, se instala en la temporalidad incomprendida la tragedia de Jano, el dios de dos caras, así la escuela venezolana vive esta tragedia de ablación de su ser. El desorden, el caos escolar, orientan el conflicto de dos mundos alternos, paralelos, como producto de la obligatoria interacción de la modernización de la sociedad y la fractura pedagógica. Antía (1994) comparte esta posición cuando señala: …el presente se futuriza, se construye a la imagen y semejanza de los adultos actuales, no de los adultos que requerirá el futuro modernizado, el futuro se diseña de acuerdo con el pasado que se encarna en los maestros actuales…el futuro se hace pasado y se reprimen así los sueños , los proyectos de vida. La postmodernidad ha llegado y con ella la incertidumbre. La realidad actual es la de una institución escolar en crisis, que tal vez sea útil en el futuro, pero estéril para el presente. La cultura de la escuela moderna se centra en el conocimiento, en la disciplina, el control, la lentitud. La escuela postmoderna profesa afectos, relaciones sociales, diversidad, rapidez, autopistas del saber. Cómo acceder a esta nueva configuración cuando aún no se ha realizado la utopía del Estado social, cuando todavía se cree que mediante la educación tal como está se saldrá de la crisis.

    Sancho (1996) señala que: El volumen de información se dobla cada 10 años y un 90% de lo que un niño tendrá que dominar a lo largo de su vida todavía no se ha producido, mientras la escuela pivota en torno a disciplinas establecidas hace un siglo. Sólo el tiempo permitirá evaluar la extensión de estas transformaciones y sus consecuencias para la humanidad, aunque el impacto ya se está dejando ver. Al fracaso escolar, se suman las bondades de las nuevas tecnologías de la información como posible solución.

    3. A pesar de los errores, ¿debe desaparecer la escuela?

    Perelman (1992) está convencido de que el sistema educativo no se puede arreglar sino que necesita ser totalmente reemplazado por un nuevo mecanismo más en consonancia con la tecnología y la estructura social del mundo moderno. Argumenta que el aprendizaje se ha convertido en algo demasiado esencial para la economía moderna como para dejarlo en manos de las escuelas. Su propuesta representa una de las paradojas del pensamiento neoliberal, que convive con la postmodernidad.

    El sesgo existente entre lo pasado y lo presente contradice y confunde, ¿cuándo comenzó la debacle educativa? ¿el solo hecho de vivir en los confines de lo novedoso propulsa el sepelio de las instituciones educativas? Aunque la escuela no ofrece en la actualidad una experiencia vital que permita a los jóvenes responder con éxito los desafíos del mundo contemporáneo; aún no generando una cultura apropiada para enfrentarse a la aceleración de los tiempos postmodernos, jamás institución alguna podrá suplantar su matriarcado. Todo sugiere un cambio, subsanar la verbosidad vacía de la fractura pedagógica devolviéndole a la palabra su eficacia práctica, de relación con la vida y el conocimiento. Consciente se debe estar de la necesidad de ganarle la batalla al tiempo, es menester reducir su atraso, su apoplejía, significando esto una transformación profunda y radical de la organización social de la escuela, de su estructura de poder, de la naturaleza del conocimiento que imparte, de la cultura que genera, revertir su antiquismo y jugar así el papel para lo cual fue creada: ser una figura protagónica en la renovación de la sociedad.

    Delors ha sido uno de los pocos que sigue confiando en el poder de la escuela, la mayoría de los informes producidos ponen énfasis en los cambios tecnológicos y descalifican el sistema escolar por no haber sido capaz de responder a la formación de seres humanos aptos para enfrentar las tensiones de la globalidad. Si bien es cierto que no ha sido posible hermanar la práctica con la teoría, y las secuelas son evidentes en el proceso de deterioro de nuestra nación, no se puede negar el papel primario que cumple la escuela, su esencia se mantiene, está allí, falta desenterrarla y amoldarla al pensamiento actual, combinar lo mejor del modernismo y el postmodernismo en función de una pedagogía crítica. Frente a esta problemática Rojas (1997) plantea otra alternativa y vislumbra un panorama más acorde a través de la pedagogía de los bordes: …es una forma de resistencia, – dice – Reterritorializar diferentes configuraciones del conocimiento y poder, para una lucha sustantiva por una sociedad más democrática. Se trata de una pedagogía que atiende a la "conjunción entre la noción moderna de emancipación con la postmoderna de resistencia".

    La interrogante sigue, ¿es esto una confrontación de pensamientos únicamente ? ¿puede servir este debate para entender cómo afectan estas circunstancias a la pedagogía y a la educación? Comenzando así a abonar la tierra erosionada, excluyendo toda posible prescripción del aparato educativo, siendo una posibilidad seguir educando para conservar la certeza en el conocimiento, los juicios morales y los valores éticos; salvaguardando el lenguaje y la razón desde otra perspectiva más dinámica, más sustancial. Se puede educar para soportar y aprender de las incertidumbres y las verdades parciales y temporales. Esta determinación, de la que tenemos que hacernos responsables, si es que la escogemos, involucra una permanente revisión crítica de valores y supuestos en los que estamos detenidos, con los que convivimos. No presupone esto un abandono, tal vez ni siquiera sea posible. Sin embargo al formularnos serias críticas al respecto, estaremos dándole nuevas formas, compensando las deficiencias y desandando los errores, percibiendo el verdadero carácter integral de la educación.

    4. ¿De quién es la lucha…?

    Otro factor que influye en esta polémica, es la separación de las distintas formas de poder, de quienes disponen de los recursos y de los que analizan y sugieren. Las voces de estos últimos: docentes y estudiantes, casi nunca se escuchan. La visión de éstos no se considera apropiada. Sancho (1995) señala al respecto: A menudo, al profesorado, se le ha considerado mal pertrechado para decidir sobre el futuro de la educación por carecer de conocimiento y visión global de lo que sucede en el "mundo real", fuera de las aulas. Otras veces, su exclusión ha sido fruto de su propia inhibición. A pesar de esta forma de ver las cosas, se sigue magnificando el rol del profesorado, pensando en la paradoja de considerar imposible una escuela del futuro sin él y a la vez descalificando sus aportes. Lo único en claro es que ninguna persona o institución por si sola puede responsabilizarse de la educación en este Universo globalizado. Es una prioridad descifrar el sentido (muchas veces dual) de lo que acontece en la actualidad y así ordenar el mañana.

    El educador puede ignorar la condición postmoderna, más no por ello evita sus efectos en la vida cotidiana.

    5. Bibliografía

    Antía, M. (1994). La Universidad Adolescente, Cali. Fundación FES-RESURGIR.

    Balandier., G. (1994). El desorden, la teoría del caos y las ciencias sociales, Barcelona-España. Gedisa.

    Buenfil., R. (1997). Discursos Educativos de un Horizonte Post-Moderno, Ponencia. Documento tomado de: La Postmodernidad: Implicaciones para la Educación. Aportes 47. Santafé de Bogotá: Dimensión Educativa.

    Delors., J. (1996). La educación encierra un tesoro, Informe a la UNESCO de la Comisión Internacional sobre la educación para el siglo XXI. Santillana Ediciones UNESCO.

    Parra., R. (1994). La Escuela Vacía, Bogotá, Tercer Mundo y Fundación FES.

    Perelman., L. (1992). Schools Out. Hyperlearning, the New Technology, and the end of Education, New York en La Educación en el tercer milenio. Variaciones para una sinfonía por componer. III Congreso Iberoamericano de Informática Educativa.

    Rojas., C. (1992). Postmodernidmo y Educación, s/c, s/e.

    Sancho., J. (1995). En La Educación en el tercer milenio. Variaciones para una sinfonía por componer. III Congreso Iberoamericano de Informática Educativa.

    Sancho., J. (1996). La educación en el tercer milenio. Variaciones para una sinfonía por componer, III Congreso Iberoamericano de Informática Educativa. España. Universidad de Barcelona.

     

     

    Autor:

    Lic. Carla Cittón

    Venezuela, Junio de 2000