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La prevención en la lucha contra la droga, una tarea de todos (página 2)


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Por otro lado hay que resaltar una idea que muchas veces se olvida: el problema de la droga no se da solo en personas calificadas previamente como conflictivas o problemáticas. Desgraciadamente, la problemática de las drogas llega a todos los rincones. Un niño, un adolescente, un joven perfectamente normal en su personalidad y en su comportamiento, también puede ser susceptible de iniciarse en el tema, si se dan un conjunto de circunstancias. Por ello hay que estar muy atentos.

Hemos de pensar que todos los problemas tienen solución. El problema de las drogodependencias también. La prevención es la mejor arma para luchar contra el problema de las drogas y la familia tiene un papel privilegiado en la prevención.

Con "La prevención en la familia" tratare de ser el punto de partida para una reflexión y la toma de una actitud activa y participativa por parte de los padres en el tema de la droga y además ofrecer un instrumento de apoyo a la familia en general en las tareas de prevención.

El problema de las drogodependencias es complejo, ya que afecta a las personas que lo sufren, a los familiares y a toda la sociedad. Es un problema que nos afecta a todos.

La situación actual del consumo de drogas es muy distinta a la de hace algunos años, tanto en el mundo como en nuestro país, ya que se han producido cambios en la sociedad, cambios en el tipo de drogas consumidas y en los modos de consumo.

En todas las sociedades han existido y existen drogas, estas drogas se han utilizado de diferentes maneras y con distintos fines (terapéuticos, desinhibidores, sociales, estimulantes del rendimiento intelectual y físico, tranquilizantes, etc.) además existen drogas asociadas a la cultura de determinados pueblos (el alcohol en la cultura mediterránea, el Hachís en el norte de África, la coca en los países andinos etc.), por eso es importante conocer el contexto, es decir el medio social en que se da el consumo de drogas.

En estos tiempos las relaciones sociales parecen haberse flexibilizado, dando formas de relación más libertarias y una mayor permisividad social. Si pensamos en las relaciones que tenían nuestros padres con nuestros abuelos, la que tenemos nosotros mismos con nuestros padres y las que ciertamente tendremos con nuestros hijos, probablemente encontraremos grandes diferencias.

En lo económico nos encontramos con una situación de estrechez, profundos cambios se han llevado a cabo en nuestra sociedad. El temor de los jóvenes de no poder obtener lo que desean a partir de un empleo modesto influye en su perspectiva del futuro y los hacen tomar, a veces, caminos equivocados.

Pero, paradójicamente, a la vez ha habido un crecimiento económico, y nuestra sociedad es más rica en conjunto. Se ha pasado del predominio de valores basados en el esfuerzo personal y el valor del trabajo a la valoración de los resultados materiales de ese trabajo; el éxito social y el dinero. Existe un predominio de los valores materiales sobre los espirituales, tenemos un poco más de lo que tenían nuestros padres, queremos que los hijos tengan lo mejor, se trabaja para ganar dinero y conseguir bienestar material, y se tiene menos tiempo para estar con los hijos.

Además de los cambios sociales y económicos han tenido lugar cambios en la familia. Se ha hablado de una crisis en la familia, sin embargo creemos que lo que se ha producido en los últimos años es una evolución del concepto de familia. Se ha pasado de la familia extensa, formada por abuelos, padres, hijos, tíos y primos a la familia nuclear, que está compuesta por la pareja y sus hijos. Existen hoy en día nuevas formes en la familia: las familias monoparentales, compuestas sólo por un progenitor y los hijos y las familias reconstituidas, compuestas por dos familias monoparentales.

Los miembros de la familia extensa están muy relacionados unos con otros, están en contacto permanente, pueden vivir varias generaciones en la misma casa, se ven a diario, comparten las tareas domésticas.

La familia extensa actúa como una "red social" de apoyo, los miembros de la familia se ayudan unos a otros. Estas familias tienen un importante papel en la transmisión de valores y tradiciones. Pero cada vez son menos frecuentes.

Seguramente la mayoría de nuestras familias son familias nucleares, tenemos menos contactos con el resto de la familia, nos vemos con motivo de alguna celebración y tenemos pocas actividades en común. Si tenemos que dejar a los niños con alguien pedimos ayuda a los vecinos o amigos.

Estos cambios en la forma de la familia dan lugar a cambios en las funciones. La función tradicional de educación y transmisión de valores se ha visto afectada por:

Los cambios y la crisis de los valores tradicionales han producido una desorientación y confusión en los padres que ya no saben que valores transmitir a los hijos. No saben si inculcar disciplina o ser afectuosos, tienen miedo de ser demasiado severos o demasiado tolerantes, en fin, a veces no saben qué es lo mejor para los hijos.

La falta de experiencia y conocimiento en pautas de crianza y educación de los hijos. Muchos padres tienen el primer hijo sin ninguna práctica previa en el cuidado de niños, no han tenido hermanos menores o sobrinos, a su cuidado. Y se encuentra que no saben si lo que le ocurre a su hijo es normal o no, si tienen que hacer esto o aquello.

La disminución del número de miembros de la familia. Antes la familia extensa contribuía al cuidado y educación de los hijos. Ahora son menos para educar: están el padre y la madre, y a veces solo uno de los dos, y además están poco tiempo porque trabajan, el poco tiempo que le dedican están cansados por el exceso de trabajo. La educación de los hijos implica, en las condiciones actuales, un esfuerzo mayor.

La incorporación de la mujer al trabajo, también ha supuesto un cambio importante en el papel de los padres como educadores y en el rol de cada uno.

Todo esto ha contribuido a que la función de la educación en la familia se ha delegado en parte a la escuela y a los profesionales.

El papel tradicional de la familia como transmisor de valores, de la historia familiar y la tradición, ha sido sustituido también, en parte, por la televisión, los medios de comunicación y los grupos sociales. Ya no están tan cerca los abuelos o los tíos para contar historias. Las madres tienen que ir a trabajar y tienen menos tiempo para contar cuentos. Las historias se ven en la televisión, y las modas o los gustos de nuestros hijos vienen marcados por los medios de comunicación.

Estos son algunos de los elementos de la sociedad en que vivimos, algunos de los cambios que se has producido en los últimos tiempos. No son mejores ni peores; es la sociedad que tenemos.

La aparición del consumo de drogas está asociada a la presencia de algunos factores- factores de riesgo– que son condiciones que facilitan el consumo de drogas. También existen otros factores que protegen frente al consumo de drogas, que hacen que sea más difícil que aparezca el consumo. Estos factores hay que tenerlos en cuenta a la hora de hacer prevención.

Cuando se introduce el concepto de factor de riesgo suelen realizarse una serie de aclaraciones. En primer lugar, se dice que el concepto de factor de riesgo es "probabilística", no determinista. El que un individuo muestre factores de riesgo no implica que necesariamente vaya a desarrollar conductas problemáticas; significa únicamente que si lo comparamos con un individuo sin esos factores, tendrá una mayor probabilidad de llegar a implicarse en esas conductas.

En relación con esta idea es necesario matizar que los factores de riesgo no llegan a tener el "status" de causas. Son elementos predictores, pero no implican una acusación directa y lineal. Por otra parte, es necesario también tener en cuente que hoy por hoy, ningún factor de riesgo por sí solo permite predecir adecuadamente la conducta problema. Se tiende a admitir que estos factores actúan en interrelación.

Factores de riesgo son los elementos o las condiciones que aumentan la posibilidad de que surja un problema.

Los factores de riesgo pueden ser características individuales, como la falta de seguridad, la inmadurez, la no-valoración de uno mismo, el tener actitudes y creencias favorables a las drogas, el fracaso escolar, el comportamiento antisocial, el hecho de consumir drogas a una edad temprana.

Pueden ser familiares, como el que haya una historia de alcoholismo en la familia o de consumo de drogas o la falta de habilidades o capacidad o estrategias educativas de los padres.

Y pueden ser sociales, como la disponibilidad de la droga, la existencia de normas sociales favorables o permisivas con el consumo de drogas, condiciones de escasez económica, de desarraigo y la escasez de vínculos sociales, formar parte de un grupo donde se consumen drogas…

Con respecto a los factores sociales cabe señalar que en nuestro país no se hacen sentir de una forma tan marcada, es decir, no hay una amplia disponibilidad de la droga y las normas sociales son poco permisivas al respecto. No obstante, cualquier cuidado que se tenga es poco y por eso lo incluimos en nuestro trabajo para dar una panorámica completa de los factores de riesgo que inciden en el consumo de drogas.

Frente a los factores de riesgo, los factores de protección son la madurez, la responsabilidad, la seguridad, la capacidad de ser autónomos e independientes, el tener actitudes favorables hacia la salud y de rechazo hacia las drogas, el tener modelos de hábitos de vida sanos y sin consumo de drogas en los padres o personas importantes, el tener unos valores y normas de conducta, la integración social de la familia, el tener un grupo de amigos que no consuman drogas, el establecimiento de vínculos y relaciones sociales.

Aunque ya definimos lo que es prevención, que es evitar un daño antes de que aparezca, ahora podemos agregar que la prevención de las drogodependencias va dirigida a evitar que los hijos consuman drogas o si surge un problema de esta índole se pueda frenar su avance y evitar que se haga mayor. La prevención se centra en evitar los factores de riesgo y desarrollar los factores de protección.

La prevención en la familia está dirigida a crear las condiciones que ayuden a que los hijos no consuman drogas. Por ello hay que hablar con los hijos de droga, cuando sea necesario y para eso los padres necesitan estar informados. Pero la prevención no es solo información, no basta con que les digan a los hijos que las drogas son peligrosas.

Hay que educarlos desde pequeños en actitudes sanas, ser ejemplo para ellos con nuestra conducta, crear un clima familiar de comprensión y comunicación que haga que la familia sea un lugar donde el hijo pueda estar a gusto y pueda desarrollar una personalidad madura.

En la familia no existe un único modo de educar, cada una debe encontrar su propio estilo educativo. Pero sí podemos decir que en cada familia se puede hacer algo para llevar a cabo esta tarea con mayor eficacia.

Como hemos venido afirmando la familia es un factor clave en la prevención de las drogodependencias, veamos porqué:

Una de las funciones principales de la familia es la educación y la transmisión de valores de a los hijos. los padres se encargan de enseñar a los hijos lo que ellos saben, lo que creen que está bien y mal, el modo en que deben comportarse. Muchos padres pueden pensar que ellos no lo saben todo con respecto a como educar a los hijos, y que para eso sus hijos van a la escuela. Efectivamente la escuela y la sociedad también educan, pero el papel de la familia es determinante en la educación de los hijos, es un papel muy valioso el que tienen los padres, porque la relación que se establece entre padres e hijos es única y porque, probablemente lo más importante que van a aprender lo hacen con ellos.

Desde esta relación privilegiada que tienen los padres con los hijos, pueden ejercer la función de educar, y para ejercerla bien no hace falta grandes conocimientos ni técnicas especiales, ni ser especialistas en educación infantil. Educar significa enseñarles a desenvolverse adecuadamente en la vida, esto incluye el que sepan afrontar el consumo de drogas. Implica inculcarles valores de autonomía y responsabilidad, que les lleven por sí al rechazo de las drogas.

En la familia se adquieren y desarrollan las actitudes, creencias, valores, hábitos, estilos de vida y, por tanto, el modo de relacionarse con las drogas.

Los valores son aspectos concretos a los que les damos una importancia especial, de modo que pasan a orientar lo que hacemos. Por ejemplo, la salud puede ser un valor dominante para una persona, mientras que otros pueden valorar el dinero por encima de otras cosas, el éxito, la inteligencia, la unión de la familia, etc. Las personas definimos lo que está bien y lo que está mal de acuerdo a los valores que tenemos.

Las creencias son ideas o convicciones que las personas tenemos acerca de las cosas que consideramos como verdades indudables. Podemos tener creencias más o menos racionales o irracionales. Por ejemplo, si la salud es un valor importante para nosotros, podemos tener creencias irracionales con respecto a nuestra propia salud "seguro que voy a enfermar, estoy predestinado para ello" o creencias más ajustadas a la realidad "la enfermedad le puede tocar a cualquiera".

La actitud es la disposición que tenemos a pensar y comportarnos de un modo determinado. Las actitudes pueden ser más positivas o negativas, optimistas o pesimistas. Siguiendo con el ejemplo de la salud, una actitud positiva sería pensar "puedo hacer cosas para mejorar mi salud", mientras que una actitud negativa podría ser "es mejor no hacerse pruebas, porque si estás enfermo no puedes hacer nada para remediarlo y cuanto más tarde te enteres mejor".

Los hábitos son las costumbres, la capacidad y habilidad que tenemos para hacer algo por haberlo hecho en repetidas ocasiones. El estilo de vida es el modo de vida característico de una persona. Y los comportamientos son nuestras conductas, la manera de actuar que tenemos ante cada situación. Una persona que tenga, por ejemplo, creencias racionales y una actitud abierta y optimista hacia la salud desarrollará con más facilidades hábitos de vida sanos (higiene, ejercicio, alimentación adecuada, etc.), un estilo de vida basado en el orden, tranquilidad, etc. Y comportamientos sanos (práctica de deportes, salidas al campo, controles médicos periódicos, etc.).

Cada familia enseña a sus hijos de acuerdo a un estilo educativo, según las características de los propios padres y el modelo de educación que ellos mismos han recibido.

El estilo autoritario: los padres que adopten este estilo pretenderán que sus hijos hagan las cosas "porque ellos lo dicen", sin discutirlas, y es posible que utilicen el castigo cuando los hijos no obedezcan.

El castigo puede ser eficaz para mantener a los hijos a raya durante un tiempo, pero es probable que los hijos acaben rebelándose contra el castigo y sintiendo resentimiento hacia el padre que castigó. No cometerán la conducta prohibida por temor al castigo, pero cuando este desaparezca la conducta volverá, porque el hijo no ha interiorizado los motivos que le daban los padres.

El estilo basado en el premio: junto al estilo autoritario basado en el castigo, existe otro estilo basado en la autoridad de los padres, pero se basa en el premio. El premio puede ser un halago- "qué bien lo has hecho", "que bueno eres"- una expresión de satisfacción- "que contento estoy con lo que has hecho"- o cualquier otro tipo de reconocimiento. Si obedece y no le decimos nada, no sabrá que nos gusta que obedezca, por eso es importante decirle a los hijos lo complacidos que nos sentimos cuando hacen algo correcto.

Es más importante alabar lo que el hijo hace bien que castigar lo que hace mal.

No significa que no haya que castigarlos, cuando sea necesario, saber si el castigo es oportuno, y si lo es ponerlo sin temor, explicándole al hijo porqué se le castiga y que es lo que se espera de él.

Ahora bien si la educación de los hijos se realiza basada solamente en premiarlos cuando hacen algo que consideramos está bien tampoco les estamos dejando interiorizar las normas.

Si se quiere que los hijos sean disciplinados hay que saber que la única disciplina eficaz es la autodisciplina, y ésta responde al deseo interno de actuar bien para sentirse satisfecho con uno mismo.

El estilo positivo: un estilo positivo de educación prioriza el premio frente al castigo pero busca además que el niño interiorice las normas de los padres.

El niño no se convence de que algo que él desea está mal sólo porque los padres digan que está mal a esto es a lo que hay que llegar, a que el hijo vea que los padres le proponen que hagan lo mejor, pero no porque así evita un castigo o consigue un premio, sino porque se han tenido en cuenta sus razones y necesidades. Para eso los padres tienen que aprender a "negociar" con los hijos, a entender sus razones, sus motivos, sus deseos y buscar soluciones aceptables para ambos.

Para realizar la tarea de educar es importante, en primer lugar implicarse, sentirse responsables, tener el compromiso y la vocación de educar, y para ello es necesario dedicarle tiempo.

También es importante realizar esta tarea con gusto, encontrando placer en educar a los hijos, disfrutando de enseñarles y aprendiendo a la vez de este proceso.

Por último es preciso mantener una coherencia entre la educación dada en la familia, la escuela y la comunidad, y entre lo que los padres les enseñan a loa hijos y lo que hacen ellos.

No existe un patrón específico para la educación en cada familia pues cada una es diferente, pero lo que sí se puede hacer es prevenir el consumo de drogas actuando desde la educación que se les da a los hijos en cada núcleo familiar.

Existen diferentes etapas a ser enfrentadas en cada familia, todas nuevas y con sus peculiaridades. Una de ellas es contar entre sus miembros con uno o más adolescentes.

La adolescencia siempre ha tenido un mal cartel. La literatura la ha descrito en novelas y relatos como "edad difícil", "tormentosa", "critica", sin reparar en que hay otras etapas en la vida que son mucho más difíciles, tormentosas y criticas que ella. La crisis Del adolescente está, simplemente, en que se le trata como a un niño y se le exige como a un adulto. Ya no es niño, pero tampoco adulto. Esté en tierra de nadie y ahí reside su dolor.

La raíz de esta situación real que todos los padres conocen, reside en que olvidan que la adolescencia es una etapa de tránsito, en la que hay que trabajar conjuntamente con el hijo para ver que es lo que permanece de cuanto se hizo, se conquistó y se tuvo de infancia y que es lo que hay que cambiar, pues lo pasado ya no vale en su totalidad.

La etapa adolescente es una encrucijada, un momento de toma de decisiones de cara a las nuevas etapas evolutivas. Por eso tiene la doble vertiente de ser una "síntesis" de todo lo anterior, una "revisión" de cuanto hay que mantener y lo que conviene cambiar, así como una "plataforma", desde la que lanzarse hacia el futuro, no quedar infantilizado en el pasado sino para seguir creciendo con miras hacia el futuro.

Ante esta realidad, hay que plantearse como ayudar a los hijos en esa encrucijada. Facilitarle los medios para conocerse, no imponerle un camino para el que no está dotado, hacerle ver su propia realidad sin idealizarse ni idealizar lo que desea hacer.

Acertar en este terreno, saber que hacer en la vida, son requisitos para evitar que caiga en sentimientos de inadaptación, tedio o fracaso que lo lleven a buscar evasiones destructivas como puede ser, entre otras, el consumo de drogas.

Después de haber analizado diversos factores que pueden influir en la conducta de los hijos ante el problema de las drogodependencias se hace necesario concretar lo que pueden hacer los padres para ayudarles frente al riesgo. A continuación una serie de conclusiones que responden a lo anterior:

Fomentar la seguridad en sí mismos: para esto los padres deben:

Aceptar a los hijos como son: Aceptar no significa dejarle hacer lo que quiera "porqué es así", significa reconocer sus características particulares, las que son propias de él y valorarlas.

Valorar sus avances y logros: es importante fijarse en lo que el hijo hace bien y decírselo.

Los padres deben manifestarles su aceptación y cariño: que el hijo se sienta amado aumentará su seguridad.

Crear expectativas ajustadas a sus capacidades: no se debe esperar que un hijo de más de lo que él pueda, pero tampoco menos.

Ayudarles a madurar:

Dejarles la oportunidad de tomar decisiones: hay muchas cosa que los hijos pueden decidir, sobre todo las que atañen a ellos directamente.

Darles tareas: es importante que el hijo tenga la responsabilidad de realizar una serie de tareas concretas. Son sus obligaciones familiares.

No hacer las cosas en lugar de ellos: hay que correr el riesgo de que los hijos se equivoquen, y dejarles hacer las cosas por sí solos.

Darles autonomía: se les puede dar autonomía dándoles responsabilidades.

Enseñar autocontrol a los hijos: el autocontrol es la capacidad para dirigir adecuadamente las emociones (pena, ansiedad, rabia, frustración).

Estableciendo límites y normas: los límites y normas de cada familia, no importa cuáles sean deben ser claros y precisos. Los hijos necesitan saber cuáles son los límites y que pasará si se los saltan.

Establecer lazos sociales y familiares: estos constituyen un factor de protección. Las personas que se sienten vinculadas a la sociedad o la comunidad, sienten que forman parte de un proyecto en común y quieren vivir de acuerdo a las normas de ese proyecto.

Existen determinadas actitudes educativas con respecto a las drogas que los padres deben conocer para una mejor labor preventiva, y en su caso, la búsqueda de la mejor solución posible ante un caso de drogodependencias.

Educar o hablar de drogas con los hijos puede presentar a los padres algunas dificultades añadidas a la tarea general de educar. Estas dificultades vienen dadas por la falta de información, confusión o ignorancia sobre el tema, por tener temor o indignación frente al fenómeno, por la negación del problema, por no querer ver que el problema existe.

A continuación exponemos lo que a nuestro modo de ver deben hacer y evitar los padres:

Actitudes educativas a evitar:

La negación del problema. Las drogas existen y cualquier familia puede verse afectada por ellas, esconder la cabeza a este hecho no sirve de nada. Al contrario, ser conscientes de ello y saber que hay elementos para prevenir el consumo de drogas nos hace más fuertes, eficaces y capaces de enfrentar las drogas.

Tampoco es adecuado infundir miedo a los hijos, pues hay en los jóvenes una tendencia a creerse omnipotentes e indestructibles.

No son útiles las advertencias del tipo "si consumes drogas te vas a sentir mal". Al contrario el joven percibirá en principio solo los efectos placenteros de la droga.

Actitudes educativas a fomentar:

Anticiparse e informarse, aprender antes que sus hijos sobre temas relacionados con las drogas, para enseñarles a ellos.

Tener ideas claras, válidas y realistas con respecto al consumo de drogas.

Tener y mostrar una actitud firme de oposición al consumo de drogas.

Hablar con los hijos sobre drogas, conocer que es lo que ellos piensan y ayudarles a evaluar los riesgos que correrían si decidieran experimentar con drogas.

Dar mensajes que exalten la capacidad de los hijos de tomar sus propias decisiones y desataquen su sentido de responsabilidad. Por ejemplo decirles "ahora que puedes decidir lo que vas a hacer, también tienes que aprender todo lo que te puede pasar si consumes drogas".

Estar alerta ante la posible aparición de un problema de drogas en un hijo, pero no ajustarse ni preocuparse anticipadamente y en exceso.

En el caso de que el hijo haya probado o experimentado con las drogas debe actuar con firmeza e inmediatamente.

En resumen, podemos decir que conviene dar a los hijos la información sobre drogas que ellos pidan. No es necesario dar más información que la que soliciten, para no despertar curiosidad, pero siempre que hagan preguntas al respecto hay que contestarlas.

Es conveniente tratar los temas de drogas con los hijos en familia, con naturalidad, sin moralizar, aclarando dudas y dejando abierto el diálogo.

No podíamos dejar de tratar en esta parte de nuestro capítulo lo referente a la comunicación en la familia, ya que resulta un ingrediente de vital importancia a la hora de la prevención.

Realmente para los padres es muy difícil en muchos casos intentar acercarse a sus hijos, que pueden mirarle de un modo despreciativo ("eres un anticuado", "lo que tú sabes no me puede servir para nada"). Intentar no solo que escuche, sino que hable de cómo se siente, cómo vive la vida, cuáles son sus valores; que realmente los padres puedan estar en contacto con lo que es la experiencia vital de los hijos, especialmente de los hijos adolescentes.

Esa es la base para poder hablar de drogas con ellos. El poder relacionarse con los hijos, en principio hablando de otros temas, de sus diversiones, sus aficiones, sus amistades. No en plan de escudriñar que aspectos problemáticos puede haber, no queriendo dictaminar si sus amistades son convenientes o no, porque inmediatamente se van a cerrar, se van a cerrar en sus amistades, se van a aislar de los padres y van a perder la oportunidad de tener información sobre los hijos, de poderles orientar y ayudar.

He querido ofrecer la mayor información que desde el punto de vista de la familia se puede dar ante el problema de las drogodependencias, aunque también se puede realizar prevención en otros lugares como pueden ser, la escuela, la salud, y la comunidad. No obstante considero que la familia es donde se forjan las primeras experiencias que motivarán nuestra conducta a lo largo de toda la vida.

 

 

 

 

 

 

Autor:

Lic. Delbys A. Nazco Hernández

Partes: 1, 2
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