Amor online: refugios, resistencias e inicios posmodernos (página 2)
Enviado por Ps. Roberto Balaguer Prestes
Como decíamos, la Red cada día ofrece más y mejor posibilidades de encuentro que el ritmo de vida actual torna difícil en la llamada vida real.
Compartimos con del Brutto (1999) que "en la modernidad existe una relación directa entre los procesos de globalización y la intimidad, o las formas de intercambios que afectan a la vida cotidiana y el ámbito privado". Los cambios en los modelos de intimidad han sido enormes en las últimas décadas. La comunicación como valor en sí mismo ha adquirido un fuerte estatus. Tecnologías y comunicación se han asociado fuertemente en el imaginario de la sociedad actual, habiéndose transformado la comunicación en un valor ineludible de estos tiempos como señala Giddens (1992) en La transformación de la intimidad mostrando aspectos interesantes en lo que hace a las relaciones de pareja y los modelos de intimidad en los últimos tiempos.
Sin temor a equivocarnos podemos decir que la comunicación es un elemento crucial en la conformación de las parejas en la actualidad. Sin ir más lejos, en la Red el amor comienza como comunicación tecleada.
Este aspecto comunicacional es justamente el relevante en las relaciones de la modernidad tardía, a diferencia de algunas décadas anteriores. Vivimos una época de comunicación sobrevalorada, exceso de búsqueda de diálogo, a pesar de que la palabra nunca agote las relaciones. En la Red en muchos casos, las relaciones llegan a ir mucho más allá del diálogo y la palabra.
Explorando el mundo virtual
Cuando el mundo parecía ser más grande que en la actualidad, los primeros exploradores de tierras remotas, generaron sin pretenderlo nuevos mapas del mundo y una relativización de concepciones en torno a las costumbres, la cultura, el sexo, la alimentación y las necesidades vitales. El mundo fue sufriendo paulatinamente de una suerte de "estiramiento" hasta que llegó a su fin. Luego comenzó el efecto contrario: el empequeñecimiento.
Cuando el viaje de descubrimiento se transformó en ciencia las culturas pasaron a ser objeto de estudio y los antropólogos debieron trasladarse físicamente a lugares generalmente remotos desde una concepción etnocentrista predominante.
Obviamente esos viajes implicaban cierto consustanciamiento con la cultura, cierto compartir de experiencias que permitía una lectura más acabada de la sociedad o grupo en estudio. La Antropología ha discutido largas horas sin ponerse de acuerdo en cuanto a sus lecturas e interpretaciones de los hallazgos, así como frente a la adecuada posición subjetiva del investigador en el campo.
La literatura científica abunda en ejemplos de distorsiones en los juicios por etnocentrismo, producto de distintos motivos que no son el caso detallar aquí. La posición del observador con respecto a los informantes, su elección, su traducción, la co-construcción de los relatos, todos estos aspectos han generado intensos debates para esta ciencia.
El punto al que quiero llegar tras este breve recorrido por los enfoques, es la crítica a aquellos sectores que han tomado una posición salvaguardadora de lo tradicional, sin capacidad de exploración de lo nuevo.
Para el tema elegido aquí resulta de cierta gravedad ya que la experiencia del usuario resulta crucial a la hora de evaluar los amores online. Juzgar las (im)pertinencias de los amores ajenos, sus estilos, los lugares en donde manifestarlos, pareciera ser un enfoque soberbio, arriesgado y por cierto peligroso.
La cultura del ciberespacio, con sus acontecimientos, sus hechos y los relatos de los hechos que acontecen en ella, es evidentemente parte de nuestra cultura, un producto de ella, pero que a su vez remodela la cultura de base, creadora original de esa "cultura ciberespacial". El ciberespacio proveedor de un nuevo espacio psicosocial brinda elementos para repensar los conceptos de sexualidad, las comunidades (Turkle, 1995) y también el amor y sus significados.
Entiendo de capital importancia poder introducirse en el nuevo campo de la manera que sea, pero meterse al fin, para desde allí poder observar qué implicancias tienen estas cuestiones para la vida real tal como la entendíamos hasta ahora, si bien esta distinción posiblemente pase a ser obsoleta en unos pocos años.
La dificultad para meterse en el campo, sin duda esconde resistencias a penetrar en mundos desconocidos, inquietantes y desestabilizadores que muchas veces aparecen disimuladas bajo discursos soberbios como el de algunos intelectuales.
Resistencia al nuevo amor por sus formas de inicio
Volviendo entonces a nuestro tema, ¿por qué tanta resistencia frente a las relaciones online? Por qué esperamos que un enamoramiento online tenga 100 % efectividad cuando la realidad offline señala otra cosa; o ¿acaso todos los enamoramientos de la vida real terminan en bodas de plata? La relación matrimonio–divorcio tiende a equipararse en la actualidad, entonces ¿por qué aludir al estatus de efímero al referirse a los enamoramientos online?
El matrimonio como institución sagrada está comenzando a transformarse en esa rareza que genera sentimientos que van desde la admiración y la curiosidad hasta la pena y la compasión.
¿Por qué esa resistencia que se observa frente a este nuevo tipo de relación?
¿Qué mecanismos se mueven en nosotros para poner en juego la desvalorización defensiva, el agravio, la estupidización o la patologización de todo o casi todo lo nuevo?
Esa desvalorización se traduce en resistencia que inclusive torna para muchos usuarios culpógena su relación de amor online. Se observa no con poca frecuencia que los usuarios ocultan estas relaciones en un comienzo para evitar los comentarios maliciosos de sus pares o familiares. Pareciera ser que comenzar una relación vía Internet no es ni serio ni bien visto y puede ser hasta merecedor del ocultamiento en una primer instancia.
Jerarquizar los amores por sus formas de inicio pareciera una categorización poco seria. Sin embargo, no son pocos los que a priori adscriben a cierta teoría implícita, teoría del ranking del amor. Implícita se encuentra la valoración de anteriores ámbitos -preferentemente materiales– como aquellos adecuados e indicados para conocerse y relacionarse.
En este sentido, las relaciones iniciadas a través de las computadoras no parecieran rankear en los primeros puestos para muchos intelectuales. Lo que se valora es el aspecto material del encuentro.
Un triple refugio
Deseo y decepción. Amor y desencuentro, todo online en un comienzo; nada seguro en el final. Todo seguro en el comienzo, ¿todo online en el final?
¿Cómo puede esto suceder? Es la pregunta que se hacen millares de personas que no han incursionado aún en Internet.
Gwinnell (1999) nos provee de una aproximación bastante interesante ya que trayendo como ejemplo que en época de guerra, las mujeres escribían a los soldados y se enamoraban a pesar de jamás haberlos visto personalmente, la autora nos introduce en el tema.
En esos años durante la Guerra de Vietnam, las mujeres escribían cartas a los combatientes a través del servicio "Operación Dear Abby" (Gwinnell, 1999: 25). En plena guerra, los soldados pensaban constantemente en las mujeres allende el mar y en sus cartas. Fantaseaban sobre lo que harían al volver a sus casas pensando en esas cartas anónimas, que resultaban de una "utilidad terapéutica" indiscutible (Ibíd.: 30).
Estas cartas de mujeres desconocidas los unía a su tierra natal y a la vida normal, siendo un refugio frente al peligro constante que acechaba a cada paso.
Esta idea de refugio, pareciera esconder ciertas claves a la hora de la comprensión de este fenómeno hoy mediatizado por la computadora, antes por el papel.
La idea de refugio tiene en este caso una triple connotación que desarrollaremos a continuación.
Los tres sentidos que otorgamos son difíciles de separar entre sí, pero entendemos facilitan en cierta medida el análisis de las relaciones mediadas.
Hay una primera connotación, que es la de poder ser un lugar bastante seguro frente a la vida real, tangible, corporal, angustiosa, incierta, carnal.
En este modo guarda dentro de sí, ese aspecto de escondite en el sentido de ponerse a salvo de, en este caso: la vida misma y la corporalidad de ella.
El intercambio pasa a ser textual, los cuerpos a distancia sólo se comunican y dejan saber al otro lo que desean en un encuentro con ese otro "a solas". En esa soledad acompañada, el sida, los ataques, las decepciones y disfunciones sexuales quedan en un comienzo por fuera de órbita de estas relaciones mediatizadas por el ordenador.
El sociólogo Margulis en una entrevista plantea también (1):
"Es verdad que los cyber están llenos de jóvenes de todos los sectores sociales que juegan, chatean y hasta se enamoran a través de la red. Pero no es un nuevo tipo de relación la que se genera, sino de acercamiento, una nueva manera de reclutar a novios, amigos y amantes. Una aproximación sin cuerpo presente, virtual, que permite una serie de enmascaramientos, incluso fingir el sexo hasta que se llega al cara a cara. Permite una exposición y compromiso menor de las emociones, no olvidemos que entre los adolescentes el miedo al rechazo es muy fuerte, y la imagen no es un dato menor."
De esta descripción compartimos el aspecto del compromiso, no así el de la exposición. A través de la Red suele haber manifestaciones muy intensas, de fuerte compromiso emocional a pesar de la ausencia de contacto físico. Justamente este último aspecto es el ausente: la carnalidad, no las emociones, ni la expresión de las mismas. Vul (2004) estudiando los intercambios adolescentes en el chat encuentra que en los mismos hay una exploración de la sexualidad que no busca el encuentro posterior carnal. A través de las satisfacciones parciales de ser visto, admirado, escuchado, los jóvenes exploran, hablan, interactúan y aprenden sobre la sexualidad propia y ajena.
En ese trabajo se pone de manifiesto el chat como un lugar de exploración de la sexualidad, no en su lado material sino en su lado de juego con las palabras, el coqueteo, el flirteo.
La segunda acepción de refugio, similar a la primera, tiene un signo positivo que es el de estar dentro de la línea de otras actividades, como pueden ser las artísticas, deportivas o académicas, que permiten un paréntesis en la cotidianeidad, un corte como el sueño. Cierto es que la actividad cultural en general se sustenta en una cierta huída a ese otro lugar de la poesía, la ciencia, el arte, "ese lugar donde acuden los niños a jugar" (Winnicott, 1995).
En este caso entonces el refugio supone una huída temporaria, una recarga de energías, un traslado a otra dimensión, otro espacio, otro tiempo, para volver más tarde a lo cotidiano. Opera esta noción como un corte renovador de energías y creatividad.
Por último, su tercera connotación es la de ser un refugio vital frente a los sentimientos de muerte que inundan la vida misma en la actualidad. Sentirse vivo, la adrenalina, la búsqueda de excitaciones para sentir la vida y evitar caer en el marasmo de lo inerte, lo rutinario, es una respuesta que la posmodernidad busca frenéticamente a través de distintos tipos de actividades. En este sentido, los encuentros amorosos ofrecen esa excitación generadora de vivencias vitales.
Cotidianeidad y encuentro
Tras ese recorrido por los refugios, internémonos un poco en la vida actual de comienzos del siglo XXI, tecnificada, globalizada hasta en las mínimas expresiones.
En esta vida cotidiana, los ritmos de trabajo, las distancias físicas dificultan notablemente el encuentro social.
Viendo cada día más como no hay ya lugar para esconderse de la globalización del planeta, cada rincón de él en mayor o menor medida se ve influído por la lógica del capitalismo tardío y sus modos de relación que lo atraviesan.
Las ciudades extendidas han tornado los encuentros actividades de fin de semana, un lujo a darse en el intervalo semanal del trabajo. El encuentro deja de ser casual para ser parte de lo planificable, organizable, estructurable; un renglón más en la agenda.
Las posibilidades de establecer relaciones de intimidad se ven entonces reducidas notablemente, con la decadencia de esos lugares donde alternar con los otros en una forma casual. De la plaza del pueblo o la calle principal, el lugar de encuentro se fue desplazando en estos últimos años a los Shopping Centers para comenzar un tránsito ahora hacia los chats. El encuentro se descorporeiza, la mirada deja de formar parte del juego y es la textualidad la que pasa a ocupar el primer plano.
El encuentro que había sido mediatizado en estos años por las vidrieras, el consumo, pasa a ser mediado ahora por la máquina, la computadora.
El encierro en nuestros propios mundos es cada vez mayor. La propia tecnología opera a favor de un encierro autosuficiente, autoabastecedor, autoestimulante.
Esta forma de manejarse con el adentro-afuera, hogar-mundo, es un producto de la modernidad tardía donde no sólo asistimos al mundo, sino que el mundo se introduce en los hogares, no facilitando el contacto con personas nuevas con las que entablar relaciones.
La saturación de las relaciones en las urbes atenta a su vez contra las posibilidades de encuentro social.
La cotidianeidad, lo familiar, se traslada y desplaza a la televisión, lugar en el que buscamos aquellas caras familiares, mientras comemos en fila con nuestra familia.
"La forma de conocerse a fines de siglo es errática, por la caída del amor romántico y sobre todo por la posición de las mujeres en la sociedad. Su independencia económica, el cambio de rol con respecto a la maternidad y a la reproducción, las reivindicaciones de igualdad de derechos en la cultura occidental, permitieron un cambio sustancial de las relaciones amorosas. Las formas de conocimiento que poseen las personas dependen de los intercambios sociales que realicen en instituciones, de las culturas vigentes en cada sociedad con respecto a las formas de seducción, de fiabilidad y de la consumación de la relación amorosa" (del Brutto, 1999).
Sin duda el lugar de la mujer en la sociedad, su cambio de rol es uno de los elementos que más ha incidido en todos estos cambios en las parejas. A su vez la presión sobre las parejas de fin de siglo ha sido enorme, debiendo enfrentarse a un sinnúmero de opciones que han aumentado dramáticamente la ansiedad en las relaciones.
Por otro lado, las dificultades para el contacto y encuentro social, esas presiones de pareja mencionadas sumadas a las presiones laborales, familiares, etc. vuelven la vida cotidiana una experiencia cargada de frustración y exigencias para ambos sexos.
Nuevos escenarios para viejos dilemas
El cibersexo pone sobre el tapete la cuestión de qué está en la base del sexo y la fidelidad y las posibles confusiones entre materialización de la acción y actualización con virtualidad. Un encuentro virtual implica un realismo muy intenso.
Algunos estados de los EEUU se empiezan a plantear preguntas en torno a la legislación, ya que es claro que el adulterio puede ser causal de divorcio, ¿pero el adulterio online?
La propia asociación de Abogados Matrimoniales de los EEUU se plantea que en el futuro habrá muchos casos en los cuales se enfrentarán a este tipo de situaciones legales, por lo que resulta un tema de profundo interés desde diversos puntos de vista.
No son pocos los que se inician en el camino al adulterio vía modem. Es un camino fácil de recorrer, reversible y que a la vez puede mostrar a quien se anime a transitarlo posibles puntos de llegada en caso de materializarlo en un entorno físico. Se puede a través de flirteos online comenzar a visualizar, sentir cómo podría resultar en caso de llevarlo al mundo de los átomos.
El amor online o el simple flirteo puede romper la monotonía del matrimonio, de la rutina y abrir brechas que solo el tiempo determinará sus dimensiones. La dimensión de refugio en su acepción de escondite resurge en esta visión sobre el amor online. El amor en pantalla permite la huída y no pareciera diferir mucho de las relaciones que se establecen en los territorios de conquista como ser bares, pubs y discotecas. Las vivencias que en los entornos virtuales se alcanzan no difieren de las vivencias de la cotidianeidad. Esas vivencias -palabra que introduce Ortega y Gasset en los 40 y que significa "experiencia que deja huella"- es la que nos obliga a pensar eso que acontece como algo bien real, que deja marcas, huellas, abre a sentidos.
En definitiva no pareciera haber mucha diferencia entre un amorío online que uno offline, con la salvedad que las relaciones en el ciberespacio excluyen el contacto físico, se comienzan muchas veces como un juego de seducción y permiten un intercambio en orden inverso al habitual.
El aspecto físico, la envoltura queda para el final, mientras el contenido ideatorio, la personalidad desplegada es lo que prevalece en un comienzo.
El amor en este caso estaría más atado a una palabra, una frase, una forma de decir u ocultar que a una forma de caminar, vestirse , maquillarse o bailar.
La retroalimentación facial y corporal que permite juzgar la reacción del interlocutor no se encuentra presente en la comunicación electrónica, por lo que son frecuentes los malentendidos. Los emoticones no alcanzan muchas veces para cambiar el rumbo de una conversación que -malentendido mediante- se ha transformado en "teléfono descompuesto".
El flirteo, como tantas otras cosas, se desterritorializa también en este nuevo siglo. La posibilidad de un flirteo online, se ubica entonces como un "espacio transicional" de juego, que comienza en la mente, pero que puede llegar más lejos, dependiendo de innumerables variables. Comienza en la mente, se vehiculiza con menos culpa a través de esa "ludicidad" que ofrece la computadora y es capaz de ser terminado en forma más sencilla que en un encuentro material.
Cuando nos referimos a que comienza en la mente aludimos a que a diferencia de otras situaciones, en general pareciera ser que los encuentros amorosos son buscados deliberadamente por los cibernautas. Es decir, a diferencia de tiempo atrás donde el amor fantaseado moría en la propia fantasía, a través de lo online es posible dar una vuelta más a la imaginación y encontrar dialogado de fantasías. Ls soledades se acompañan, las fantasías se intercambian y a veces confluyen en ese encuentro mágico que la humanidad ha llamado desde hace siglos: amor.
Son determinados entornos los buscados para conocer gente, entre ellos y muy especialmente los chats, que se han constituído como lugar de encuentros, sucedáneo del bar. Allí es donde se busca el encuentro y también el amor.
Es en esos lugares virtuales pero confortables, digitales pero cálidos, mediatizados pero con fuerte cercanía emocional donde comienzan los amores online. Es en esos refugios que nos ofrece la tecnología donde se dan los primeros pasos en relaciones que a veces devienen amor, otras decepción, otras… simplemente relaciones humanas online.
Bibliografía:
- Balaguer, R. (2003) Internet: un nuevo espacio psicosocial, Montevideo: Ed. Trilce
- Castells, M. (1996) The Rise of the Network Society, The Information Age: Economy, Society and Culture, Vol. I. Cambridge, MA; Oxford, UK: Blackwell
- Del Brutto, B. (1999) "Situaciones amorosas. ¿Relaciones reales o virtuales?" En Revista en.red.ando Disponible en: http://enredando.com/cas/cgi-bin/enredantes/plantilla.pl?ident=78
- Giddens, A. (1992) La transformación de la intimidad Sexualidad, amor y erotismo en las sociedades modernas, Madrid: Ediciones Catedra, 1998
- Giddens, A. (1999) Un mundo desbocado, Madrid: Ediciones Santillana, 2000
- Gwinell, E. (1998) El @mor en Internet Barcelona: Ediciones Paidós, 1999
- Turkle, S. (1995) La vida en pantalla: La identidad en la era de Internet, Barcelona: Paidós, 1997
- Vul, M. (2004) La sociedad red en la conflictiva adolescente. Estrategias de vinculación y despliegue de la sexualidad. Trabajo presentado en el II Congreso Online del Observatorio para la Cibersociedad.
- Winnicott, D. (1971) Realidad y Juego, Barcelona: Ed. Gedisa, 1995
Notas:
^ 1. Sociólogo Margulis entrevista para La Capital en Buenos Aires
http://www.lacapital.com.ar/2003/10/26/ciudad/noticia_47772.shtml
Revista TEXTOS de la CiberSociedad, 7. Temática Variada. Disponible en http://www.cibersociedad.net
Autor:
Roberto Balaguer Prestes
www.robertobalaguer.com
http://blogs.robertobalaguer.com/vidasconectadas/
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