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La protesta agrorrural en la Argentina

Enviado por Norma Giarracca

    *Con la colaboración de Pablo Lapegna y Ana M. Weinstock (1).

    INTRODUCCIÓN

    Durante la década que va de 1991 a 2001, la mayoría de las regiones de la Argentina registró una fuerte expansión de la conflictividad social. A los reclamos históricos de un "interior" postergado en la etapa "modernizadora" se sumaban las nuevas demandas originadas por la aplicación de las políticas neoliberales que restringían y anulaban derechos sociales de la población. Con algunas excepciones, que veremos más adelante, las protestas se originaron por la pérdida de derechos sociales activada por las políticas de corte neoliberal.

    En efecto, el rasgo más significativo de la protesta de los noventa fue el tipo de reclamo que la caracterizó. Las demandas de las miles de protestas sociales registradas en la década están fuertemente orientadas a preservar derechos sociales adquiridos durante el siglo XX (condiciones de trabajo, salarios dignos, educación pública, etc.), preservar pequeños patrimonios familiares (como en los casos de pequeños y medianos empresarios agrarios o industriales amenazados por las deudas), demandar un ingreso mínimo frente a la pérdida del trabajo remunerado (la lucha de los desocupados), etcétera. En general son protestas de "defensa" y "preservación" frente al avance de las políticas "expropiatorias" del neoliberalismo, y en muy pocas ocasiones estas acciones colectivas estuvieron relacionadas con la expansión de nuevos derechos o con la conquista de nuevos espacios políticos o ciudadanos.

    Para mostrar algunos aspectos de la protesta de la década en el interior del país tomaremos el año 1999, para el que contamos con un mapa completo de las distintas regiones (respecto del resto de la década contamos con una base de datos por muestreos regionales, ver Giarracca, 2001). La base, con registros de periódicos provinciales, se construyó tomando dos criterios: que las acciones las desarrollaran sujetos agrarios (campesinos, agricultores en general, trabajadores agrarios o agroindustriales) en cualquier territorio del país incluida la Ciudad de Buenos Aires; y acciones de protesta de otros sujetos sociales en territorios de bajo nivel de urbanización, hasta las llamadas ciudades intermedias. Este último criterio se tomó sobre el supuesto de que en tales ciudades la influencia de las crisis de los sectores agrarios y extractivos tuvo consecuencias sociales de gran consideración. Estas pequeñas ciudades, además, desarrollaron muchos aspectos que las acercan a la "nueva ruralidad". Son asentamientos de productores y mano de obra agraria, sus servicios están dirigidos al campo, etcétera.

    La protesta de 1999, de carácter agrorrural, se enmarca en la protesta nacional de toda la década y forma parte de lo que conceptualizamos como un "ciclo de protesta" (Tarrow, 1997) que finaliza con los acontecimientos del 19 y 20 de diciembre en la Ciudad de Buenos Aires. Desde allí comienza, a nuestro juicio, otra etapa, donde la Ciudad de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires son los territorios que juegan como centros de atención mientras que el interior entra en un período de transición. Tanto las nuevas condiciones de producción por la devaluación, como los nuevos discursos y prácticas políticas generados a partir del 19 y 20 de diciembre, sitúan al interior en forma diferenciada, y por ahora sólo pueden arriesgarse hipótesis al respecto.

    Durante toda la década el país estuvo atravesado por una serie de protestas sociales dirigidas básicamente al Estado en sus manifestaciones nacionales, provinciales y municipales. Recordemos que a partir de 1991 se había puesto en marcha el Plan de Convertibilidad que ataba el peso nacional al dólar y que fue acompañado por la desregulación total de la economía, un proceso muy amplio de privatizaciones de las empresas públicas de servicios y de extracción de petróleo, y un fuerte proceso de flexibilización de las condiciones de trabajo. Si bien las protestas se hacen sistemáticas y se tornan de rutina en el interior, todo el territorio nacional es el gran escenario, y la ciudad capital presencia protestas propias y recibe las ajenas como el lugar significado por el poder estatal de la Nación.

    Haremos una rápida caracterización de la protesta nacional de la década en base a los datos generados por la Consultora de Investigación Social Independiente (CISI) que registró todo el período. De esos datos podemos concluir que la cantidad de "expresiones de conflictos" registrada durante toda la década sobrepasó los 1.000 anuales.

    En efecto, estos datos demuestran que de 1.004 casos en 1991 se pasó al pico máximo de la década, 2.121, en 1995 (año de la reelección de Carlos Menem), siendo 1996 el año de registro más bajo, y luego se dibuja una curva ascendente hasta trepar cerca de 2.000 expresiones de protesta en los últimos años de la década. El informe nos dice que estos conflictos comenzaron con un gran peso de los gremios y sindicatos y luego fueron virando a actores sociales no agremiados ("vecinos", "desocupados", etc.). Las "huelgas" fueron acotadas aunque con paros generales más largos (pasaron de 24 a 48 hs). De las grandes movilizaciones se pasó a la toma de calles, puentes, rutas, caravanas de protesta, y en la década aparecieron las nuevas "formas de protesta" como "escraches", "encadenamientos" y "actos simbólicos". En términos gremiales, la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) aparece después de 1996 como un actor importante, y el conflicto se desplaza, siempre en términos cuantitativos, del Gran Buenos Aires y Córdoba a la Capital Federal y Jujuy. Un aspecto importante del trabajo del CISI es que más del 90% de las "expresiones de conflictos" tuvo un carácter pacífico y, además, que el 93% no registra ninguna respuesta del demandado (Gonda, 2000).

    LA PROTESTA EN EL INTERIOR DEL PAÍS

    El interior del país sufrió las consecuencias de la política de corte neoliberal muy tempranamente. Pueblos enteros vieron cómo sus pobladores se quedaban sin trabajo por las privatizaciones de la empresa petrolera (Yacimientos Petrolíferos Fiscales). Las nuevas condiciones para la agricultura deshabilitaban la integración de la pequeña y mediana explotación agraria que había caracterizado a la agricultura argentina durante todo el siglo XX. Desaparecían pequeños productores, los medianos se endeudaban y corrían el riesgo de perder sus tierras, se cambiaba el paisaje agrario dando lugar a la producción de soja en gran escala con la introducción de las semillas transgénicas y la técnica de "siembra directa". Comienza para el campo argentino el período en que las decisiones de producción, de las opciones tecnológicas (y por tanto los problemas de sustentabilidad y cuidado de los recursos naturales) y las divisas de exportación quedan en manos de las grandes transnacionales como Monsanto, Novartis, etc. (ver Teubal y Rodríguez, 2002).

    Estas imágenes agrarias de pequeños y medianos productores arrinconados, campesinos expulsados por nuevos inversores, trabajadores rurales y semi-urbanos de pequeños poblados desocupados, coexistían con los problemas derivados del cambio de funciones del Estado nacional y el traspaso de la educación, la salud, etc. a la responsabilidad provincial o municipal. En efecto, los problemas de la educación pública, los bajos salarios pagados a los maestros, el deterioro de los presupuestos para la salud y el mantenimiento de las infraestructuras de caminos y puentes se agravaron, y llevaron a los poblados y pequeñas ciudades del interior a situaciones desconocidas por las actuales generaciones. El problemas de las inundaciones en la región agraria más rica del país completó el panorama (véase Le Monde Diplomatique, 2001). En el interior, mientras comenzaba el incremento de la producción de cereales en todas las regiones -sobre todo la soja- reemplazando a cultivos tradicionales como las hortalizas o el algodón en manos de pequeñas y medianas explotaciones, la población empezaba a sentir las peores consecuencias del modelo neoliberal por un lado y por otro las exigencias de las transnacionales de convertir al país en un país monoproductor de soja a gran escala.

    Las respuestas fueron múltiples, incluyendo formas de adaptación a las nuevas condiciones, la toma de préstamos para "ampliar escalas de producción", la pluriactividad, nuevas formas de cooperativas, los pequeños "pool de siembra", etcétera. Pero paralelamente a esto los distintos sectores comenzaron a manifestarse en el espacio público en una clara expresión de rechazo a esta difusa y compleja política. Así, después de paros y marchas regionales, en 1993 los pequeños y medianos productores de todo el país marcharon hacia la Ciudad de Buenos Aires mostrando el estado en que estaba el campo que los tenía como sujetos sociales de importancia. Un año después estos sectores vuelven a marchar con todo el interior en lo que se conoció como la Marcha Federal.

    Un momento muy importante para la protesta agrorrural fue la aparición de las Mujeres Agropecuarias en Lucha en 1995, dando la pelea para no perder sus tierras hipotecadas por deudas contraídas algunos años atrás. La metodología de lucha fue simple: cantar el himno nacional, rezar, impedir que el acto judicial se llevara a cabo. Pararon en estos años alrededor de 500 remates, y se expandieron por todo el país. Fueron las primeras en instalar el problema del sector financiero en el país, y en los primeros años lograron simpatías de muchos sectores pero poca repercusión en los gremios de los pequeños y medianos productores como es la Federación Agraria (2).

    En efecto, mientras los pequeños y medianos agricultores comenzaban a darse cuenta de que no tenían salida y de que no era una cuestión sólo de ellos y de sus familias, las viejas corporaciones del agro intentaban de una u otra forma mostrar que se trataba de una nueva "modernización" que requería un aumento en la escala de producción y "un esfuerzo" de los agricultores. La situación derivó en que en la Federación Agraria surgiera una corriente interna, Chacareros Federados, más cercana a las Mujeres Agropecuarias en Lucha que a la conducción de la Federación misma. Por otro lado, las grandes corporaciones, como la Sociedad Rural Argentina, entraron en los procesos de privatización de puertos y ferrocarriles como socios privilegiados del modelo.

    En 1996 se realizó el primer "corte de ruta" en la provincia sureña de Neuquén, en las localidades de Cutral-Có y Plaza Huincul, lugar donde YPF había reducido su planta debido al proceso de privatizaciones. Los cortes de ruta se repitieron en 1997, cuando matan a la joven Teresa Rodríguez, de 24 años. De este conflicto derivan la protesta docente de carácter nacional conocida como "Carpa Blanca" y los cortes de ruta en las localidades de Tartagal y General Moscón, en la provincia norteña de Salta. Las luchas de estas localidades tienen un sentido muy similar a las del sur, pero se les suman otros actores sociales -trabajadores estatales, poblaciones indígenas, trabajadores rurales, etc.- y son mucho más extendidas en el tiempo. En efecto, hubo cortes de ruta en Salta en 1997, 1999, 2000, 2001 y 2002. En noviembre de 2000 los policías mataron al obrero desocupado Aníbal Verón y en 2001 murieron otras dos personas. Los desocupados obtienen planes sociales de bajos montos con los que comienzan proyectos de tipo productivos comunitarios, sin abandonar la lucha hasta el día de hoy.

    Los años de elecciones nacionales fueron momentos de recrudecimientos de las protestas en general: 1995, con la reelección de Carlos Menem, fue un año pico de protestas nacionales. En octubre de 1999 hubo nuevamente elecciones presidenciales y durante todo el año se registra un gran número de protestas. Las conceptualizadas como "agrorrurales" suman alrededor de 600 (3). El marco general que desarrollamos en estas páginas permite comprender la diversidad de actores que se reconocen en las protestas de 1999 (Cuadro 1). En efecto, podemos observar que aún cuando los productores agrarios protagonizaron la tercera parte de las acciones, se registraron desocupados, vecinos y habitantes y aborígenes junto con los trabajadores rurales y agroindustriales.

    Cuadro 1 Protestas agrorrurales según sujeto de la acción en Argentina – 1999

    Fuente: banco de datos del Grupo de Estudios Rurales.

    Consecuente con esta diversidad de actores es la diversidad en los repertorios de protesta (Cuadro 2). Podemos observar que junto a las clásicas movilizaciones o paros agrarios (el de julio de ese año fue muy importante), encontramos cortes de rutas/calles/puentes, ocupación de espacios públicos o edificios, paros de remate. Los cortes de ruta forman parte del repertorio de acciones del interior del país. Fueron utilizados en la gran protesta de los chacareros en 1912, conocida como Grito de Alcorta, y fueron acciones habituales de las Ligas Agrarias que en la década del setenta movilizaron a campesinos y chacareros.

    Cuadro 2 Protestas agrorrurales según formas de acción en Argentina – 1999

    Fuente: banco de datos del Grupo de Estudios Rurales.

    Es interesante comprobar que cuando cruzamos "sujetos de la acción" con "formas de la acción" observamos que cada sujeto utiliza un amplio repertorio de acciones, tanto las que forman parte de sus tradiciones de lucha (acciones modulares) como las nuevas formas aparecidas en los últimos tiempos. Así, por ejemplo, vemos que los productores agrarios utilizan el paro o las movilizaciones pero también los cortes de ruta/calles /puentes que aparecen asociados a los desocupados (Cuadro 3). Los aborígenes están más acostumbrados a presentar sus reclamos por escrito pero también han realizado marchas y cortes de ruta (Cuadro 7).

    Cuadro 3 Protestas agrorrurales de productores agrarios según forma de acción en Argentina – 1999

    Fuente: banco de datos del Grupo de Estudios Rurales.

    Cuadro 4 Protestas agrorrurales de productores agrarios según tipo de reclamo en Argentina – 1999

    Fuente: banco de datos del Grupo de Estudios Rurales.

    Cuadro 5 Protestas agrorrurales de trabajadores agrarios y agroindustriales según forma de acción en Argentina – 1999

    Fuente: banco de datos del Grupo de Estudios Rurales.

    Cuadro 6 Protestas agrorrurales de trabajadores rurales y agroindustriales según tipo de reclamo en Argentina – 1999

    Fuente: banco de datos del Grupo de Estudios Rurales.

    Cuadro 7 Protestas agrorrurales de aborígenes según forma de acción en Argentina – 1999

    Fuente: banco de datos del Grupo de Estudios Rurales.

    Cuadro 8 Protestas agrorrurales aborígenes según tipo de reclamo en Argentina – 1999

    Fuente: banco de datos del Grupo de Estudios Rurales.

    Encontramos una clara diferenciación en el tipo de reclamo: los productores agrarios se concentran en aquellos que se basan en políticas económicas y defensas de las economías regionales, mientras que los aborígenes se concentran en la búsqueda de sus derechos y la lucha por la tierra (Cuadros 4 y 8). Los cortes de rutas y otros espacios públicos concentran casi la mitad de las formas de protesta de los trabajadores agrarios y agroindustriales, quienes además piden por salarios y condiciones de trabajo (Cuadros 5 y 6).

    La lucha por la tierra fue un reclamo que atravesó no sólo el año en estudio sino toda la década. Pero en esta Argentina agraria heterogénea la tierra contiene un sentido polisémico: tiene diversos significados para los distintos actores sociales. La tierra es un aspecto esencial de sus cosmovisiones para las poblaciones indígenas mapuches o kollas, por ejemplo. El mapuche y el kolla se sienten pertenecientes a la tierra, y piden básicamente una reparación histórica a través de las leyes de recuperación de campos que pertenecieron a sus ancestros. Para los campesinos, por ejemplo para el Movimiento Campesino Santiagueño, la tierra forma parte de sus herramientas básicas de trabajo, y luchan por acceder a ella. Mientras tanto, las Mujeres Agropecuarias en Lucha, que accedieron a la tierra por herencia de sus padres o abuelos, generalmente colonos europeos, sus campos significan patrimonios familiares, y luchan por no perderlos. Podríamos agregar a esta polisemia que para el terrateniente la tierra es una mercancía como cualquier otra.

    La lucha por la tierra se combinó en estos espacios agrorrurales de la Argentina con la lucha por el trabajo, la vivienda, la salud, derechos adquiridos en los procesos democratizadores del siglo XX y en riesgo de perderse hacia el final de éste. Cuando la ciudadanía está en peligro, la protesta va en aumento.

    Por último querría señalar una protesta de la década que a mi modo de ver tuvo contenidos y formatos semejantes a las nuevas protestas que se dan a partir de 2001. Se trata de la lucha por la recuperación de la empresa de aguas y servicios de cloacas de Tucumán, privatizada en 1995. Cuando el consorcio francés-español Aguas del Aconquija se hizo cargo, la gente de los poblados del Sur de Tucumán comenzó a manifestarse contra la privatización por considerarla un acto corrupto más del gobierno provincial, y decididamente no aceptó el aumento de las tarifas. Tuvieron como herramienta fundamental la desobediencia civil, instrumentando el ‘no pago’ de los servicios a la transnacional. Lograron en 1998 la retirada de la empresa, y en estos días la protesta aún atrae la atención internacional (véase el largo artículo que le dedicó el New York Times de este año) (Giarracca y Del Pozo, 2002).

    ALGUNAS REFLEXIONES A MODO DE CONCLUSIÓN

    La década que va de 1991 a 2001 se caracterizó por una fuerte protesta social entendida como irrupciones conflictivas, que se inscriben en el espacio público a partir de demandas concretas y que necesitan de la acción y del discurso para adquirir visibilidad. La protesta necesita de una constelación de actores: los que intervienen, aquél a quien se demanda, y terceros que intervienen a favor o en contra. Los medios de comunicación juegan un papel de mucha importancia, tanto como actor interviniente que permite visibilidad como articulando a los otros actores (Giarracca y colaboradores, 2001).

    La protesta de la década tiene como característica importante el peso de los actores del interior del país, el viraje de los actores de tipo gremial a los de tipo social, la naturaleza pacífica de los sujetos de la acción, y el incremento constante de la respuesta de las fuerzas policiales, que termina en el fatal diciembre de 2001 (4).

    Nosotros solemos enunciar que la protesta de la década "finaliza en un comienzo", marcando de este modo el carácter de acontecimiento del 19 y 20 de diciembre. No podríamos comprender lo que ocurrió en tal fecha si no tomamos en cuenta la década precedente. No obstante, lo que aconteció en diciembre sólo guarda un "parecido de familia" con las protestas anteriores. Con esto queremos sostener que nada ni nadie podía predecir que tal acontecimiento pudiera ocurrir en base a los sucesos y protestas de la década. Lo que aconteció el 19 y 20 tiene un carácter singular: se configura como una acción colectiva particular, que es la desobediencia civil al estado de sitio, y por otro lado, o tal vez por ello mismo, abrió un espacio en el que se produjo una falla en el proceso de representación.

    Aunque inmediatamente la mayoría de los actores sociales conocidos intentó reconstruir la inconsistencia, volver a la representación, el acontecimiento marca un antes y un después, y muy poco podemos decir hoy acerca de él.

    El interior se ubicó más como expectante que como activo miembro del acontecimiento. Sacando algunas capitales de provincia como Córdoba y Neuquén, pocas fueron las manifestaciones del interior, o por lo menos no tuvieron la misma visibilidad y fuerza que las de la ciudad capital y Buenos Aires. La demanda "que se vayan todos, que no quede ni uno sólo", arriesgamos, tiene un sentido distinto para el centro del acontecimiento y para los "márgenes del castillo" (Colombo, 2002). En sociedades donde la gente se conoce mucho más que en un partido del Gran Buenos Aires, el repudio directo a la clase política y al sistema de representación se complica, considerando que la reproducción material de sus habitantes se inscribe en una fuerte dependencia con respecto a los planes sociales y las redes de clientelismo de los punteros políticos, no sólo de intendentes y gobernadores sino de diputados provinciales y nacionales.

    Se abre así un gran desafío para quienes seguimos las protestas del interior: abordar en qué medida y con qué sentidos las provincias experimentaron esos acontecimientos. Esto tiene mucha importancia para lo que seguirá ocurriendo (5).

    Las acciones de protesta en 2002, según el CISI, se incrementaron a niveles mayores a los registrados en la década. También aparecieron nuevos modos de representación social y política, como las asambleas vecinales, y adquirieron mayor relevancia algunas de las organizaciones de piqueteros (la Coordinadora Anibal Verón). El gran debate del año giró alrededor del Estado, sus poderes, los partidos políticos como herramientas posibles para esa nueva política. La tensión que genera la participación o no en el proceso electoral que se abrió es una muestra cabal de esto. Los partidos políticos, la CTA, los movimientos sociales ligados a los primeros, sostienen posiciones que van siempre en la dirección de las elecciones: desde el llamado a una Asamblea General Constituyente hasta la simple participación con "el mejor candidato posible". Simultáneamente, otros movimientos sociales, como la Coordinadora Aníbal Verón, algunas asambleas y muchas pequeñas organizaciones ligadas a la protesta antiglobalización (Intergaláctika, por ejemplo), sostienen posiciones de radicalidad política al margen del sistema de representación.

    En síntesis, desde 2002 surgen nuevas configuraciones sociales, nuevas formas de pensar la política en rupturas impensables hace sólo unos años atrás. El desafío, para nosotros, es pensar cómo se traducen estas novedades del centro del país en los distintos territorios del interior con sus propias historias de lucha y sus propias tradiciones políticas.

    BIBLIOGRAFÍA

    • Colombo, Ariel (2002) Estas rebeliones.
    • Giarracca, Norma y colaboradores (2001) La protesta social en la Argentina. Transformaciones económicas y crisis social en el interior del país (Buenos Aires: Alianza Editorial).
    • Giarracca, Norma y Miguel Teubal (2001) "Crisis and Agrarian protest in Argentina. The Movimiento de Mujeres Agropecuarias en Lucha", en Latin American Perspectives (EE.UU.: Sage Publications) Vol. 28, Nº 6.
    • Giarracca N. y Del Pozo, N. (2002) "To make water…Water privatization and social Protest in Tucumán, Argentina", in Barnnett, Viviene et al. Swimming Against The Current: Integrated water resource management and gender in Latin America (EE.UU.), en prensa.
    • Gonda, Alejandro (2000) El Conflicto Social dentro del plan de convertibilidad. Argentina 1991-2001 (CISI) Informe.
    • Tarrow, Sidney (1997) El poder en movimiento. Los movimientos sociales, la acción colectiva y la política (Madrid: Alianza Universidad).
    • Teubal Miguel y Javier Rodríguez (2002) Agro y alimentación en la globalización. Una perspectiva crítica (Buenos Aires: La Colmena).

    FUENTES

    • CISI Consultora de Investigaciones Sociales Independientes.
    • Banco de Datos del Grupo de Estudios Rurales. Instituto Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA)
    • Le Monde Diplomatique 2001 (Buenos Aires) Año III, Nº 30, diciembre. El país empantanado. New York Times 2002 (New York) 26 de agosto.

    NOTAS

    1. Miembros del Grupo de Estudios Rurales, Instituto Gino Germani, UBA. Ayudantes de investigación en el proyecto "Violencia y Ciudadanía" que compara las protestas agrorrurales de Argentina, Chile, Brasil y Uruguay para 1999. Los datos presentados en este trabajo fueron generados en el marco de dicha investigación.

    2. Estos argumentos sobre la escala de producción pueden encontrarse explicitados hasta el cansancio en los suplementos rurales de los principales diarios capitalinos. Hasta el día de hoy no resulta fácil oponerse a ellos por lo que significó la idea de progreso agropecuario en la sociedad argentina. Sin embargo, la tecnología adoptada es importada de países cuyos promedios de superficie de las unidades de explotación son varias veces menores a los del país. Pero el dispositivo comunicacional funcionó por muchos años, y una vez más son mujeres las que vinieron a cuestionar aquello instalado en el sentido común.

    3. Nuestras cifras no son comparable con las que otorga el CISI por razones metodológicas. La consultora toma como unidad de análisis "formas de acción", independientemente de los "sujetos de la acción". Nosotros tomamos "sujetos", y si se trata de un mismo sujeto, aún cuando desarrolle varias formas de acción, lo contabilizamos como un registro. El gran valor de contar con los datos de CISI se basa en la permanencia del registro en el tiempo y la compatibilidad de las conceptualizaciones.

    4. Recordemos que de casos aislados de muertos por la represión en Neuquén y Tierra del Fuego se pasa a un incremento constante y sostenido durante el gobierno de la Alianza, comenzando a los pocos días de asumir con la represión en Corrientes, hasta la masacre del 19 y 20 de diciembre.

    5. En la última semana de setiembre una manifestación multitudinaria en Tucumán levantó la consigna "que se vayan todos". Semanas después se llevó a cabo otra en Jujuy que despertó una fuerte represión.

    Este texto se encuentra bajo licencia Creative Commons

    Norma Giarracca (**)

    (**) Profesora-investigadora del Instituto Gino Germani, Coordinadora del Grupo de Estudios Rurales, Universidad de Buenos Aires. Coordinadora durante 1997 y 2002 del Grupo de Trabajo de Desarrollo Rural de CLACSO.