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El sujeto en construcción y su lenguaje (página 2)


Partes: 1, 2

Ahora bien, cuando se da este fenómeno la sociedad en general avanza en su sentido histórico, se da un devenir sincrónico y diacrónico. Es decir, mientras hayan personas que sujeten los extremos opuestos de una "cuerda tirante y tensa", y mientras jalen cada uno por su lado, la cuerda tendrá sentido, "estará viva", habrá debate; y en ese estirar por los dos lados, se construirán nuevos elementos que permitan a las subsecuentes generaciones adherirse a uno u otro lado de la cuerda o a ninguno, o crearán sus propias cuerdas. Y en ese sentido crecerán o fenecerán ciertas formas de construir y asir la realidad. Nuevos esquemas sociolingüísticos y culturales podrán definir el mar con los mismos o diferentes adjetivos, pero a partir de sus propios intereses y formas de ser.

Al inicio hablábamos del hombre real, aquél sujeto en constante construcción. ¿En qué sentido éste construye su propio mundo a partir del lenguaje que comparte con los otros dentro de su cultura?. Lo hace a partir de la interpretación y reproducción de los esquemas y paradigmas sociolingüísticos conceptualmente pre-establecidos. Y es la educación la que lo va a formar y a deformar. Formar en el sentido que le da los elementos teóricos para que él se asuma como parte integrante de una sociedad que le empuja para que sea según el arquetipo de cómo deben ser "sus" ciudadanos. Pero, la educación también deforma al hombre cuando le limita la posibilidad de ser sólo él, es decir, el hombre no puede ser sin "su" sociedad. Si se trata de apartar de ésta, ahí está la educación para volverlo al redil, al "camino correcto", al "así tiene que ser porque así es". Entonces, para entender al sujeto real, es necesario acercarnos a él desde los mismos paradigmas que le han creado y desde los que él ha re-producido. Incluso, si volteamos la mirada hacia el otro, el que asume desde su perspectiva la posibilidad de interpretación del mundo del que forma parte, como es el caso del arte, aún así, "su lenguaje" estará en contra o a favor de lo establecido, pero de ninguna manera será diferente. Es decir, si observamos por ejemplo el caso del arte plástico, éste siempre ha estado entre dos antípodas; una luchando contra la otra, ya sean los barrocos de las formas rebuscadas y el claroscuro contra los realistas imitadores de la realidad y la forma exacta y simétrica; o los impresionistas de las formas apenas perceptibles contra los naturalistas de la exuberancia; o los expresionistas representantes del dolor y la desesperación humanas contra los fauvistas jugadores y adoradores del color; o los dadaístas sempiternos rebeldes de la cultura contra lo artistas conceptuales y abstractos; incluso los que propugnan el performance y el arte efímero contra aquellos que rescatan el arte objeto y el sí del fetichismo, etc., siempre van a partir de lo anterior, van a irse del otro lado de la cuerda que está tensa; o bien, reforzarán lo ya dicho pero desde su propia forma de "agarrar" la cuerda, como es el caso de los postimpresionistas.

Volviendo a las preguntas con las que iniciamos, veamos el ¿dónde está?. Aquí se hace una alusión directa al espacio concreto, a la imaginación, a la realidad virtual, a la posibilidad de no estar y llegar a estar, de no hablar y llegar a hacer nuestra a la palabra, etc., pero a pesar de sus disimilitudes, e inexactitudes, podemos observar que forzosamente tienen que estar en y desde el lenguaje. Así como están todas las obras artísticas cuando hablamos de ellas, y como está todo lo que queramos pensar o hablar; siempre estará la realidad en medio del lenguaje, siendo éste por quien se des-cubra a la misma realidad, cosificándola, volviéndola metarealmente nuestra, casi nuestra, incluso construyéndola por medio de la imaginación. Y es aquí en donde la separación que había logrado el artista, -por ejemplo-, se vuelve social, cultural, pasa a formar parte del hombre concreto y real que la hace suya, desde un lenguaje que está ya casi acabado en el sentido de que sólo se dice a partir de los esquemas conceptuales que la instrucción (9) y la educación (10) fomentan, enseñan, etc.

Así, el hombre es hombre en su sociedad, a partir de la relación que tenga con su "propio" lenguaje, entrecomillamos "propio" porque en realidad no es suyo, el que sí es real, es él, que está sujeto a un tiempo y espacio concretos; en cambio, el lenguaje es la forma "alada" que se metamorfosea también en un tiempo y un espacio socioculturales para dar sentido a los que la usan. El lenguaje es la herramienta con que alguien puede relacionarse consigo mismo y con los demás; pero no le es algo propio, no le pertenece, antes bien, con la educación se le ofrece y se le impone, para que pueda ser parte inherente de la comunidad de la que nació y a la que tiene que asirse cada vez más desde su lenguaje. De este modo, el hombre real, el concreto, se re-produce desde los esquemas sociolingüísticos que la educación le oferta y le impone a la vez, aunque esto se de en una situación en desequilibrio, ya que no se da una simbiosis en la que el hombre concreto esté en la posibilidad de aceptar o no a la misma educación, antes bien, tiene que asirla, asimilarla para poder coexistir con y en su sociedad. De esta forma, si se rechazan las herramientas con las que podría pasar a formar parte uno de esa realidad a la que ha llegado, desnudo de aquella humanización que después incluso él mismo fomentará, se rechaza él y rechaza a su propia cultura, esto en un sentido literal, real. Pues como dijimos al principio, uno es uno desde "su" lenguaje que es social, multiculturalmente social.

Ahora bien, ¿puede el hombre concreto y real rechazar dicha forma de asir la realidad?, y a partir de ello, ¿dejar de construirla tal y como se le ha impuesto?. Al principio de su existencia es claro que no, hay una socialización hacia el que nace a la vida, una humanización. Pues no hay que olvidar que biológicamente nacemos desnudos, aunque completos; y que socialmente hablando, nacemos desnudos de nosotros mismos y de los otros, del sabernos y saber de la existencia de la otredad; así, hace falta que por medio de la educación de los padres y luego de la escuela, se nos humanice, se nos socialice, se nos culturalice; es decir, se nos den las herramientas necesarias para que seamos en realidad parte integrante de ese mundo nuevo que se nos impone, y que cada uno de nosotros tenemos que llegar a ser parte de él. Al hablar de esa necesidad, nos referimos a los dos actores: al hombre concreto y real, y a la misma sociedad que nos humaniza; esto porque los dos se necesitan para seguir siendo lo que son o pretenden llegar a ser.

Por otro lado, también podemos rechazar tal imposición a partir de que cada uno haga su propia reconceptualización de su ser sociolingüístico, es decir, que se asuma como parte inherente al discurso de la realidad que ha hecho suya, y en ese tenor, que se afirme de un lado de la cuerda o, que se adhiera del otro lado, pero, desde una perspectiva de estar conscientes de que se está del otro lado, y que en ello, cabe la posibilidad de caer o incluso de soltar la cuerda. Recordemos que somos nosotros, cada uno de nosotros y nuestras propias circunstancias, y en ese sentido, que somos también las circunstancias de los otros, que podemos a la vez ser nosotros mismos; es decir, somos nosotros sólo a partir de lo que nos rodea, y eso que nos rodea es así, porque nosotros lo interpretamos de la manera particular como lo hacemos. Entonces, no hay el hombre abstracto, aquel ser ideal del que se pudiera afirmar o negar algo de manera general; antes bien, existe y existimos los "de carne y hueso", aquellos que vivimos y morimos a diario en un mundo que no es todo el planeta, sino aquél que nos rodea: nuestro primer mundo, ya después vendrá el de todos, la Tierra, la que a su vez, también está poblada de seres concretos y reales. Ahora bien, si sólo nos quedáramos con la visión arquetípica e idealista de los liberales del s. XIX y ahora de los neoliberales de creer que todos somos iguales y que nada nos distingue, caeríamos en una masificación que incluso estaría impregnada por una falacia de accidente inverso o generalización apresurada (11). Entonces, nosotros somos nosotros mismos, pero no por ello quedamos excluidos de los demás en tanto compartimos una sociedad y una cultura, aunque la veamos de diferente manera y también la construyamos desde nuestra propia particularidad. Así, cuando preguntemos ¿qué es? o ¿quién es?, quizás podamos contestar con cierta seguridad, ese por quien pregunto soy yo, yo, en tanto la respuesta que recibiré, yo mismo la habré reconceptualizado a partir de los esquemas de mi propio lenguaje sociocultural, pues soy mi pregunta y mi respuesta, difusas como yo.

Je pense que la séparation Est un travail de la parole.

Pienso que la separación Es una labor de la palabra (12).

   

18 Aforismos y una propuesta O de cómo somos lo que ignoramos

1. Las voces y los silencios de los-otros; pululan en cada uno de nuestros sentimientos difusos y concretos.

2. Lo concreto sí existe, está en la multiculturalidad de lo difuso.

3. Cada sociedad es un algo concreto en que somos nos-otros mismos. Nos podemos ver, reflejar y distinguir desde las posibilidades reales de cambiar para poder seguir siendo los mismos.

4. Somos lo que nuestra imaginación ha alcanzado a vislumbrar en el desierto de los días.

5. La hermenéutica metonímica también está en la interpretación de nuestras palabras metafóricas.

6. El lenguaje es uno y es varios a la vez, cada uno de nosotros somos un ejemplo concreto y difuso de ello.

7. Los paradigmas sociolingüísticos duermen con sus alas extendidas en cada uno de nuestros silencios agitados.

8. ¡Cuidado! Alguna de nuestras voces podría llegar a ser un nuevo paradigma.

9. Por las noches, cuando dormimos, la cultura también sueña desde nuestros propios sueños mutilados.

10. Soy real, soy concreto, ¡soy!; no importa que yo mismo a veces me ignore o me desprecie. El lenguaje siempre me reconcilia conmigo y con los otros.

11. Andar, andar, hasta llegar a ser lo que antes ya era en la palabra silencio.

12. Te conozco espejo desde el lenguaje que he construido como puente y muralla de mi castillo entre las nubes que pintó Magrite.

13. ¿Por qué "el mexicano"?, si cada uno es un mexicano, tan claro como difuso.

14. Soy tan analógico como claro y distinto; los paradigmas no me envuelven, ¡yo mismo soy mi propio paradigma!.

15. Te veo, y poco a poco aprendo a distinguirme de ti y de mi.

16. Abrir las noches oscuras de las ciudades y de los hombres etnocéntricos, para sembrar después en ellas a las estrellas invisibles del medio día.

17. No somos iguales, somos diferentes; no somos los-otros, somos nos-otros; es decir, los-otros de otros que convivimos desde la imaginación y la tolerancia para ser siempre distintos.

18. Compartimos el mismo mundo teórico e ideal, desde nuestros diferentes mundos concretos.

Propuesta: Si somos al través del lenguaje, y si el mismo lenguaje nos hace ser a la vez distintos de quienes somos, ¿por qué no cultivar nuestros distintos orígenes lingüísticos?. La construcción de nuestro ser y nuestra identidad social está en un constante devenir, no podemos quedarnos solamente con el lenguaje que hemos heredado por imposición. Hay también en nosotros la palabra callada, la que espera, la que aún no ha olvidado su pasado histórico.  

Shhh… no despertemos al silencio.(13)

2. La palabra y su viaje hacia el silencio (14)

La palabra, como silencio que aún espera su oportunidad para irrumpir en el mundo, no es un ser (15), es un estar (16), un estar del hombre al través del silencio. Es decir, la palabra en silencio, es una forma de ser del hombre que será lo que es desde lo que diga o calle. Es la afirmación que se hace, positiva o negativamente en el tiempo y desde el tiempo, afirmando lo efímero de quien pretende ser lo que es o no es. Decir algo es desnudar la palabra de su silencio, es existencializar el ser de la palabra deconstruyendo la oquedad que la recubre (17). Cada quien viste con sus propios ropajes semánticos, morfosintácticos, culturales… a la palabra que tirita entre la posibilidad de ser lo que dice o sólo lo que alcanza a sugerir.

No existe la palabra acabada, ajena a la posibilidad de una nueva o anterior reinterpretación. Cada palabra es una forma óntica del ser ontológico que somos, al menos por ahora desde cinco posibles ángulos:

a) La palabra como un querer ser. b) La palabra como un poder ser. c) La palabra como un tener que ser. d) La palabra como fuente de hedonismo y ataraxia. e) La palabra como poder y liberación.

a) La palabra como un querer ser.

En esta forma de manifestarse, o mejor dicho de hacerla manifestar, la palabra se vuelve escurridiza al tener que adoptar la apariencia como cuerpo tangencial tanto mística, como escépticamente. Es decir, cuando la palabra es la verdad, la última representación abstracta de la realidad, se vuelve un ser místico, al igual que el ser que la usa para definirse como un ser místicus. Movido por el afán de poseer el sentido de su existencia al través de su palabra, la que ha aprehendido en su silencio de voces ajenas, aquella que le da el poder de no ignorar lo que es, y lo que será al no-ser después de la muerte. Así, cuando el hombre usa la palabra como si ésta fuera el vehículo para conectarse con sus dioses, espíritus y muertos, llega a fundirse en la misma palabra, pues a partir de ella, él es quien es. No podría ser lo que es sin la forma de expresarlo, aunque fuera en silencio, sólo para él.

La palabra, a diferencia de la anterior, también se usa como escéptica. Como la antípoda del ser hombre que sabe qué, quién y por qué es. O sea, la palabra también nos aleja de la verdad absoluta, de la intangible y paradigmática forma de ser a "imagen y semejanza" de lo que afirmamos ser. Nos arrostra hasta la infinitud del poder nombrarnos, de definirnos desde un silencio en voz alta. Así, la palabra también es y nos hace ser escépticos, casi nihilistas del saber qué o quiénes somos, y mucho menos el poder saber para qué o por qué estamos aquí.

Hay una forma de llegar a ser un escéptico al través de la palabra: la saturación y diversidad de la información. Es decir, si sólo hubiera una forma de entender a la realidad, quizás no dudaríamos de aceptar aquella sentencia acerca de nuestra existencia. Pero, por el hecho de que ya no sabemos a quién o a qué hacerle caso. Todos tienen argumentos creíbles, medibles, mesurables, etc.; entonces, por qué creerle a unos sobre los otros. En dónde radica el patrón o arquetipo que nos pueda resolver el problema de ser el uno o lo otro desde la palabra con que se afirma tal o cual cosa. Hay un derramamiento social de la palabra "verdadera" sobre nuestros silencios existenciales, íntimos, personales. Estamos en el paraíso verbal de la posibilidad de ser dioses callados o demonios habladores.

b) La palabra como un poder ser.

Esta forma de ser de la palabra se manifiesta desde la apariencia, tanto en sentido formal como factual. En la primera forma de ser, está presente la escuela, la incansable ofertadora y alienadora del ser concreto en su tránsito hacia la socialización, humanización cultural que de suyo está presente en todas las formas de convivir concreto de los hombres. Hay un recargamiento verbal casi incuestionable en la verdad de la palabra que se usa desde y por la escuela. Un dogma científico, histórico, literario, etc., en la escuela que le es transmitido al sujeto al través de su educación formal, escolar.

A diferencia del anterior, existe la palabra desde el hecho, más que desde la retórica. La palabra desde lo factual, desde el hecho de existir entre la calle, indiferente a los cánones sociolingüísticos que le marcan como sujetador inquisitorial la escuela, la academia, los teóricos del lenguaje univocista y verdadero. Así, la palabra desde lo factual está y se da de manera social, pero en un ámbito libre, libre de prejuicios. Aquí, el hombre es quien es, no quien debe de ser. Dice lo que callaría en otras circunstancias, y calla lo que le obligan a recitar inmisericordemente en una tribuna escolar. Puede romper la estética de lo "bello y lo feo", para asirse del lenguaje como un medio de ser quien es, un perfomance, un reade made, un arte abstracto en escencia y sustancia. Entonces, ¿por qué ser lo que tenemos que ser?. ¿Por qué no ser lo que podemos o imaginamos ser?. Es más, ¿por qué tenemos que ser?. La palabra es de facto, factual, de hecho y por hechos, de instantes que nada tienen que ver con los momentos anteriores o posteriores a dichos instantes. La palabra es efímera como el hombre que la nombra y que se nombra desde ella. Es factual, es de hecho un hecho que se acaba en el instante en que acaba de ser pronunciada. Y sin embargo, se mueve en cada uno de nos-otros, alejándonos por instantes de ser los-otros. Así, somos, porque hablamos y callamos. Y somos, también, porque en cada una de nuestras posibilidades de ser anida un nuevo silencio oculto que sólo nacerá en la medida en que nos atrevamos a desnudar nuestra metonimia de sus ropajes semánticos acabados.

c) La palabra como un tener que ser.

Con la palabra nos hacemos, no podemos pensar sin palabras, si acaso lograremos representarnos algún esquema o imagen mental, pero sólo atisbaremos a la existencia desde una rendija existencial. Si queremos llegar a ser en realidad lo que somos, tenemos que sujetar la palabra que abrevamos desde que somos infantes y que aprendemos en la familia, en la escuela, en la calle… es decir, si queremos ser quienes hemos llegado a ser, sólo lo haremos y podremos seguir siendo desde la palabra que se hace manifiesta desde nuestra oquedad como sujetos determinados por nuestra sociedad y cultura.

Decía Heráclito que nunca se mete dos veces el mismo hombre al mismo río, es cierto, pero hay algo que conservamos en lo que somos y lo mismo que somos o llegamos a ser, ese algo es la palabra que nos han impuesto. No hace falta la fiera aculturización, con la culturización y la transculturización mimetizante son suficientes (al menos por ahora).

La palabra se hace presente en nosotros sólo porque nosotros nos hacemos presentes al través de ella. Es una relación simbiótica en la que no hay ganadores ni perdedores, sólo usuarios conformes o inconformes. Tenemos que ser lo que somos usando la única forma que tenemos de seguir siendo: la palabra, no importa que ésta sea burilada en silencio y que nunca llegue a nacer fuera de la boca. Aún así, la palabra es la banqueta por donde todos tenemos que transitar, al menos si no queremos ser arrollados por el tener que ser otros sin darnos cuenta de ello.

d) La palabra como fuente de hedonismo y ataraxia.

Todo sujeto es multicultural, no sólo por su relación con los demás de su comunidad y sociedad que le rodea, sino por él mismo como sujeto que está en condiciones de crecer culturalmente como algo distinto a lo que su sociedad le impone de alguna manera.

Así, el hedonismo (18) también es una forma de ser en la palabra, el arte de y por la palabra se ha hecho presente al través de los siglos en el hombre con diferentes objetivos, pero, al final de cuentas, siempre ha sido una forma de presentar y representar al hombre dentro de su contexto, una forma de aislarse de "su sociedad". Un poder ser alguien que no se atreve a ser y, que algún personaje real o ficticio al transmitírselo sí se lo permite. También es un poder expresarse de otra forma, poética, literaria, estética… en la que el sujeto no sea ya sólo el usuario del lenguaje, el constructor de realidades desde una palabra acabada, inalienable.

Con el hedonismo el hombre puede ser quien quiera, pero para ello necesita jugar con la palabra. Como dice Octavio Paz en su poema Las Palabras.

Dales la vuelta, cógelas del rabo (chillen, putas), azótalas, dales azúcar en la boca a las rejegas, ínflalas, globos, pínchalas, sórbeles sangre y tuétanos, sécalas, cápalas, písalas, gallo galante, tuérceles el gaznate, cocinero, desplúmalas, destrípalas, toro, buey, arrástralas, hazlas, poeta, haz que se traguen todas sus palabras.

No hay que tener miedo a ser lo que somos desde lo que nos dicen e insinúan las palabras; hay que usarlas, ni siquiera hace falta domarlas. Serán mansas en la medida en que nos acostumbremos a ellas y ellas a nosotros. Serán parte de nuestro jugar a que vivimos (con ellas), no sólo que existimos (sin ellas). Nos sabremos vivos (19), no sólo existentes, en la medida en que sepamos acerca de ellas, y, en esa medida, también nos podremos alejar de nosotros mismos y de la realidad o realidades que nos circundan.

Podemos llegar a un estado de ataraxia (20), casi de sublimación al través del uso de la palabra. Ella puede ser el lazarillo que nos guíe de la mano para poder llegar al silencio de la ausencia del propio lazarillo. Incluso podremos caer en un abismo que esté desde el precipicio de nuestros ojos extasiados ante una realidad que no comprendemos.

Vivir desde una plataforma en que nos encontremos suspendidos en la certeza del existir en un mundo de palabras y silencios, en el que nosotros mismos somos esas palabras en silencio, o esos silencios a gritos que se desgarran y nos desgarran por querer salir a un mundo lleno de vacíos en construcción por cada uno de nosotros que se aleja de la forma de ser lo que tenemos que ser.

Así, la palabra como ataraxia es la forma de ser de la misma palabra que se pierde en uno de nuestros laberintos existenciales que a diario deconstruimos y volvemos a construir al convivir tanto como individuos, así como sujetos o personas en una sociedad dada.

e) La palabra como poder y liberación.

Pero la palabra no es sólo un forma de ser, también es un vehículo en donde nos podemos transportar hacia la nada o el todo de seguir siendo lo que somos. La palabra es la posibilidad de crecer ante los demás, es la guía que nos dice cómo liberarnos de los otros y de nosotros mismos. Nos transporta hasta la inquietud o hasta la paz enferma de nuestro ser teniendo que ser sólo lo que hemos podido ser; incluso de nuestro imaginar ser. Recordemos al Golem de Gustav Meyrink. No es solo la letra que distingue a la verdad de la muerte, emet de met. Ya Juda Löw, el rabino de Praga lo sabía. No era sólo el shemá, aquél libro secreto el que era peligroso, sino la simbiosis que se podía dar entre el libro mismo y el lector que hiciera suyas aquellas terribles palabras.

La palabra per se no es peligrosa. Es más, no existe si no hay nadie quien le de vida. Igual que el Golem, Copelia y el monstruo de Víctor Frankenstein, la palabra es un monstruo que tenemos que aprender a desenterrar de la oscuridad de los silencios, esos silencios que todos los días vemos en el espejo cuando nuestros ojos abiertos nos delatan como extraños azorados ante un mapa indescifrable. Tenemos poder sobre la palabra, pero sin ella, no seríamos lo que somos cada uno de nosotros. De igual manera, la palabra tendrá el poder sólo en la medida en que nos atrevamos a usarla, o al menos, a convivir con ella. Si la usamos desde nosotros y no desde el deber ser de los otros, nos liberará y ella misma se vera libre de las ataduras de nuestro conformismo. De lo contrario, el silencio en voz alta; es decir, el murmullo, el decir algo sólo por llenar el viento de nuestras inquietudes, será la tumba en la que nos habremos enterrado de por vida, pues cada uno de nos-otros es también un los-otros, pero un los otros en la medida en que no nos neguemos como sujetos concretos al negar a los otros como partes inherentes en cada uno de nosotros; si no es así, seguiremos mutilando nuestra posibilidad de ser concretos, realmente concretos; es decir, real y concretamente multiculturales.

La masificación a ultranza del individuo es testiga de lo que aquí afirmamos. En ella, el hombre concreto se pierde en un constructo amorfo en el que su palabra no tiene ya más sentido. El murmullo, el no decir nada de la masa lo ha suplantado. La máscara ha vuelto a triunfar sobre el descarnado de sí mismo. La palabra es la nave en la que podemos viajar hasta otros pensamientos, pero es también, la barca en la que podemos naufragar en nuestro afirmar inútil una existencia acabada, sin posibilidad a la imaginación de la metáfora.

18 Aforismos y una propuesta O de cómo el silencio no duerme

1. El silencio también puede ser un ave haciendo su nido en nuestra indecisión.

2. Si podemos callar, entonces también podemos hablar.

3. La poesía es un lenguaje de la metaforicidad de nuestra metonimia.

4. El hombre habla porque hay otros, como él, que lo escuchan.

5. De silencio en silencio se llenan las palabras, quemaduras frente al espejo.

6. Querer detener a la palabra que no dice nada más allá de la interpretación equivocista de la metáfora, sería tanto como querer ver a la metonimia sin alteraciones ni fisuras por el transcurrir del tiempo.

7. De hombres que tienen mucho que callar están hechas las palabras etnocentristas.

8. No hay una forma única de aprehender la realidad, cada sujeto concreto desde su cultura también concreta lo hace; aunque el ser concreto no significa que no se pueda cambiar diacrónica y sincrónicamente.

9. Desentendernos de que también somos los otros que criticamos y soslayamos, nos va convirtiendo poco a poco en seres desarticulados de sus propios contextos socioculturales.

10. Todos viajamos a un silencio desconocido desde nuestros propios silencios más que conocidos.

11. Cada día que pasa es una metáfora más de la gran duda, ¿metáfora sin palabras?.

12. Cada hombre es un poder ser a diario, igual que la palabra que usa. No sabemos qué va a pasar mañana. La Real Academia de la Lengua Española acaba de aceptar como partes del castellano palabras que antes hubiera sido increíble aceptar. ¡A toda madre!.

13. Caminando hacia la gramática de la existencia efímera. Viaje ilusorio si se cree que es sólo hay un camino para llegar al final.

14. ¡Estoy masificado!, ¡estoy masificado!. Me he visto al espejo.

15. Qué ironía, pienso en el silencio en silencio, utilizando un sin fin de palabras que reclaman su existencia en voz alta.

16. Desde que he aprendido a hablar, he intentado aprender a escribir mi existencia.

17. No soy el otro que me desconozco, soy, el que apenas si me intuyo desde la impronta de las palabras en mi rutina con horario.

18. Decidirse a ser también en y desde las palabras de los otros.

Propuesta: Callemos, pero, sólo si ya hemos hablado lo suficiente para los demás y para nosotros.  

Todo hilo conductor tiene dos puntas o extremos que podemos asir. (21)

3. El hilo de Ariadna es analógico y barroco (22)

La construcción de la identidad del sujeto real y concreto nunca acaba mientras éste esté en contacto con otros sujetos reales y concretos como él. Las noticias que a diario nos informan acerca de lo que sucede en cualquier lugar, son sobre todo formas unidireccionales, formas de guiarnos hacia una sola posibilidad de concebir la realidad, como si ésta fuera sólo una, inamovible, en constante construcción unidireccional unívoca. Pero, la realidad no es una sola, antes bien, metafóricamente hablando diríamos que es un laberinto en donde convergen muchas realidades, mismas que a su vez se con-funden con cada uno de los Teseos y Minotauros que pretenden salir o adentrarse más. Todo depende con el cristal (no los lentes de Kant) con que se mire. Así, va a depender de la situación en concreto en que cada sujeto vea a su propia realidad. Por ejemplo, no serán iguales las realidades de los jóvenes indígenas otomíes de Santiago Mexquititlán en Querétaro, que la de los jóvenes que viven en Polanco en la ciudad de México, y que su preocupación no tiene nada que ver sobre las desigualdades e injusticias que sufren los pueblos indios. Es decir, hay un barroquismo o pluralidad de manifestaciones sociales y culturales dentro de lo que llamamos genéricamente como México. Por ello es necesario que nos quede claro que no hay una sola posible y única forma de aprehender a la realidad, antes bien, son variadas y distintas formas de asir a la tal realidad, o mejor dicho, a las diferentes realidades, pues a partir de que existen diversas formas de entender la realidad, ésta se da también en variadas formas, ya que no hay la realidad abstracta, sino cada sujeto concreto que hace suya la realidad al reconocerse dentro o fuera de ella. Vivimos pues en un laberinto donde cada quien trata de ser el Teseo que tiene en su poder el hilo de Ariadna.

Hay también una forma simplista de ver este problema del laberinto, éste es, el desconocer que existe tal enredo, que no hay varias posibilidades, salidas, sino una sola e inamovible. Verlo todo desde la óptica de que así se vive, de que así es la situación y que nada se puede hacer por modificar ni su apreciación ni tampoco su forma de "tomar al toro por los cuernos". ¿Acaso hay otra forma de saberlo?, -dirían los conformistas-. Claro que sí, pero para ello, es necesario que cada quien haga de sí mismo un Teseo o un Minotauro; que esté consciente de que su deber ser está determinado por la forma como se quiera estar y asir al laberinto.

El hombre no es "el hombre", sino "cada hombre" (éste y aquél). Así, cómo podríamos construir un solo patrón cultural, si cada hombre es un ser que es lo que es desde y por su propia cultura. ¿Cuál arquetipo pesa más?. Pero, aún así, el Estado se empeña en querer ver -o al menos tratar-, al sujeto como si fuera uno solo, uno en el que la forma le da sentido al fondo, y éste se perdiera en el deber ser de la apariencia, es decir, de la forma. Como si la única realidad fuera la del Estado, así, en abstracto, y el sujeto concreto fuera sólo una vía, un camino al que todos pueden negar, porque no existe como algo real y concreto, sino que se pierde en la abstracción de la masa. De la polvareda en la que la apariencia se nos vuelve confusa con las realidades de cada uno de nosotros.

Cuando en Una temporada en el infierno Rimbaud dice "yo soy otro", alude a una indefinición, porque del que habla es el otro, cualquiera, es decir, otro que no llega a asumirse como parte de él, sino más bien como un ser que le es diferente, alguien que no es él, alguien que más bien es un algo, al menos desde la forma en que es concebido. A diferencia de la postura de Rimbaud, yo sostengo (23) que yo soy el otro; es decir, soy en mi, desde él, desde el otro; soy el otro que soy yo. No lo veo como algo lejano a mi, sino como parte de mi mismo, en la medida en que me relaciono con él. Hay una identificación social y cultural entre los dos, sin importar que él sepa o no, que yo existo. Entonces, la otredad de la que habla Rimbaud es "un algo", la mía, la que enuncio, "es un alguien", un alguien que puede ser cualquiera, pero que en el momento en que lo es, es parte de mi. La otredad que sostengo es una forma de ser. Pero, ésta es también un engaño, pues constantemente el sujeto real y concreto se está construyendo. Así, la deconstrucción que practica el otro me hace asirme de diferentes maneras, y en ese sentido yo también soy un sujeto inacabado, nunca podré estar totalmente acabado social o culturalmente, pues soy también el otro que se construye y deconstruye constantemente. Así, soy un sujeto multiculturalmente concreto, esto, en la medida en que existo dentro de una y varias sociedades que se manifiestan desde diferentes culturas a la vez. No hay tampoco una equivocidad acabada, pues ésta negaría entonces a la misma univocidad al pretender suplantar la posibilidad de que no se de la univocidad como posibilidad de ser del otro. En cada sujeto concreto está la equivocidad, pero, como la equivocidad al igual que la interrelación del sujeto con los otros se da en el plano del logos, es pues el lenguaje, el que cambia, el vivo, no la lengua que se pierde en el deber ser abstracto, sino el lenguaje que es, el que se da en la intertextualidad sociocultural de cada sujeto concreto, el que le permite ser quien es.

Recordemos aquél experimento de la mecánica cuántica de Heisenhberg en el que por medio de la caja y el gato sostiene el "principio de la incertidumbre". En donde demuestra que la razón no es la guía única y segura por la que podemos acceder a la verdad. Es como un argumento sorites en donde el predicado de la primera proposición pasa a ser un sujeto de la segunda y el predicado de la segunda proposición pasa a ser sujeto de la tercera, y así hasta que en la conclusión se une el primer sujeto con el último predicado. La razón misma se vuelve paradigmática pero a la vez analógica. Su demostración rompe con la misma premisa que la sostiene. Por qué entonces ver al sujeto aislado del otro, si también es un sujeto. Un sujeto que a la vez es objeto. Ambos son sujetos que se cosifican en la medida en que se interrelacionan desde su subjetividad multicultural.

Aristóteles fue el primero en disociar al sujeto del objeto. Después desde el a priori kantiano las cosas no cambiaron mucho, pero ¿por qué separar lo que de suyo en la realidad está unido?. La realidad, las realidades son analógicas, multiculturales. Las cosas existen desde que el hombre las nombra, las crea, les da sentido desde su propio sentido existencial, multicultural. Así, el todo que afirmamos es sólo la parte que "vemos"; es decir, nos pueden nombrar en, con y desde nuestro propio lenguaje. Así, el problema de la representación del sujeto concreto no es sólo epistemológico, sino hermenéutico lingüístico. La semántica toma su lugar desde un enfoque diorístico, pues en la medida en que consideremos como diorisma la construcción de la identidad del sujeto real y concreto, estaremos en posibilidad de elaborar un nuevo discurso hermenéutico analógico. Entonces, a partir de la posibilidad de entender que el otro es uno mismo, al menos en la posibilidad de poder compartir de suyo la aprehensión sociocultural del deber ser espacio-temporal, la realidad no se nos constreñirá en una forma univocista; ni siquiera a una equivocista en donde sólo aceptemos que hay otros, pero desligándonos de la otredad al asumir que nosotros no somos parte de ellos; entonces, es necesario partir desde el lenguaje del hombre concreto, para deconstruirlo como sujeto acabado y en su lugar no idealizar un prototipo de ser hombre virtual, en donde el deber ser, sea la punta de lanza de su identidad como si ésta le fuera la parte substancial que le diera sentido a su deber ser social.

El sujeto es más bien él, en, con y desde los otros, que son él mismo. Pero, desde su propio lenguaje, ya sea éste dialecto, sociolecto o idiolecto. En todos los casos, su propia multiculturalidad le permitirá re-conocerse como alguien en constante construcción. Incluso los silencios le permiten ser él mismo, pues nadie tiene el mismo silencio dos veces. El laberinto que cargamos y que somos está lleno de palabras y silencios, de silencios que son palabras, y de palabras que son silencios; que siempre están juntos, pero que sólo lo percibimos cuando nos vemos en el lenguaje mismo de los otros. Nos afirmamos y nos negamos desde nuestras palabras y nuestros silencios. Así, la identidad de la que hablábamos al principio, no se puede dar en un plano en donde la metonimia sea la substancia y la esencia del deber ser del sujeto abstracto, pero tampoco se podría dar en y desde la metáfora solamente, pues ésta sólo alude al plano intersubjetivo del individuo, y en ese sentido soslaya la parte que también somos: la razón. Como ejemplo de esto, recuérdese lo que mencionamos anteriormente: la lógica poética está en el mismo uso de la razón para poder comprender y sentir más al mismo poema. O, como diría César Vallejo

Hay un lugar que yo me sé, en este mundo, nada menos, adonde nunca llegaremos. (24)

Un mundo que sabemos que existe, pero que nunca podremos llegar hasta él. ¿Por qué?, por la misma razón de que la metonimia es la misma metáfora pero dicha con el lenguaje del hombre concreto; porque de igual forma, la metáfora sin la metonimia es sólo lengua, palabra sin aquél que le da sentido desde una multitud de formas multiculturales, en donde el hombre concreto no es un algo, sino un alguien, un alguien que es o imagina ser, desde, en y con su propio lenguaje hermenéutico y analógico. Entonces, para poder salir de aquél laberinto que somos y que compartimos con los otros que somos en nosotros mismos; en ese constante construirnos desde nuestra identidad de ser sujetos concretos y reales, no hay una sola posibilidad acabada. No es sólo la pura aprehensión de la racionalidad, pues somos multiculturales, y, en ese sentido, el hilo de Ariadna es hermenéutico y analógico. La contradicción de la metáfora con la metonimia son partes inherentes de su cordel. El hilo de Ariadna es uno que puede ser nuestro propio lenguaje. Entonces, si queremos ser quien creemos ser, tendremos que ver nuestra propia imagen sin rostro en un espejo, vernos con los ojos cerrados, como Teseo o como el Minotauro que bufa desde su imposibilidad de poder salir de su circular destino, debemos escuchar sus gritos de bestia y hombre con los que nos llama, con aquellas palabras en silencio, lenguaje vacío, inmutable posibilidad de volver a ser el ciego que se deja guiar por el hilo de Ariadna, retorno, metamorfosis de nosotros mismos, con nuestra propia oquedad de luces negras, llenas de una razón enferma de tener siempre razón.

18 Aforismos y una propuesta O de cómo los laberintos están llenos de espejos

1. Cada palabra, cada silencio son una constante en la formación de laberintos sociomulticulturales.

2. ¿Quién se atreverá a seguir el hilo de Ariadna desde su propio laberinto?.

3. Morir en la palabra, en el lenguaje concreto de cada uno, regresar hasta donde podemos estar parados en un sueño que no es el nuestro.

4. Soy barroco, difuso, no puedo ser sólo uno. La multiculturalidad me ha absorbido.

5. Yo mismo soy también multicultural, ¿acaso no ven en mi algo de ustedes?.

6. Los actuales Ariadna y Teseo no son héroes mitológicos, son seres de carne, huesos y palabras que a diario luchan contra el Minotauro que los quiere matar desde la hilaridad absurda de su existencia efímera.

7. Cada laberinto tiene al final su propio espejo. Verse reflejado en él, nos vuelve presas de nosotros mismos.

8. El lenguaje es analógico aunque nosotros finjamos nunca serlo.

9. La equivocidad de los poemas me acercan cada vez más a la logicidad del absurdo de la intolerancia.

10. La indiferencia es un látigo en silencio con el que laceramos a los otros, después, sólo tratamos de remediar con paliativos aún más dolorosos el problema.

11. De escritores y lectores de poesía no está hecho el mundo. Quizás se deba a que a casi nadie le importan sus propias sensaciones.

12. En Santiago de Chile conocí a unos comunistas. Ah, qué grandes poetas.

13. Hay poetas que desconocemos, ¿estaremos cada uno de nosotros dentro de ellos?.

14. No pude ir en Buenos Aires a la casa de Borges, lástima, hubiera quizás soñado con sus relatos fantásticos desde mi otro yo que no es el que soy ahora.

15. La poesía tiene puertas abiertas y cerradas, yo soy una ventana.

16. La posibilidad de detenerme a contemplar la noche que también es muerte es casi seguro. Estoy a punto de despertar en ella.

17. Cada vacío es también una palabra que podamos usar para llenar nuestras oquedades de sombras de hielo.

18. Leer, leer, leer, leer… escribir con los ojos y la imaginación.

Propuesta: Busquemos no perdernos en sostener con la metáfora de nuestra laberíntica vida, que el hilo de Ariadna es sólo mito tan sólo porque lo hemos cortado con las tijeras de Las Parcas.

NOTAS

(1) Tomado de mi segundo libro de Aforismos (inédito). (2) Real, (del griego res res ) cosa; es decir algo que existe no sólo en la palabra o en la idea, sino que es tangible, medible, existente en un espacio y tiempo concretos. A diferencia de éste, está el hombre en abstracto, el ideal (del griego idea idea ) que postularon los liberales en el siglo XIX en nuestro país, al referirse a los mexicanos como ciudadanos de un estado con proyecto de nación, como si no hubiera diferencias abismales en todos los aspectos entre unos y otros. (3) Algo, en el sentido de que se existe, o se puede llegar a existir, como es el caso de los seres concretos y tangibles (humanos, animales, plantas, objetos); las ideas abstractas antropomorfas y pseudoantropomorfas (deidades, seres literarios, personajes artísticos, seres míticos y fantásticos); y las ideas abstractas tanto material como ideal (números, figuras geométricas, letras, palabras). Lo que resalta en todos ellos, es que no se saben a sí mismos, es decir, no saben que existen per se. Con excepción de los seres humanos, todos son constructos sociolingüísticos y culturales del hombre que "los trae" a su realidad, dentro de un tiempo y espacio concretos. (4) A diferencia de algo, el alguien se sabe a sí mismo, se conoce al través de su propia existencia y la de los demás. el único que posee esta categoría es el ser humano. Inclusive aunque no quisiera darse "por enterado" de su propia existencia, el hecho de saber que va a morir le es suficiente para sumirlo en una reflexión existencial. (5) Concretos, porque aunque cada tiempo y espacio concretos estén determinados por el devenir propio de cada hombre en sí (6) En este verbalmente van implícitas las categoría socioculturales que diario asume como suyas, aunque en ese constante estar asumiendo el lenguaje de los otros, está constantemente construyéndose. (7) Cf. Dialéctica de la conciencia americana de Leopoldo Zea. (8) Los paradigmas son los ejemplos o modelos que una sociedad impone a sus habitantes por diferentes medios: la familia, la escuela, la religión, las instituciones gubernamentales, los medios de comunicación, etc. La mayoría de las veces lo hace de manera sutil, ofertándoselos, pero si el individuo los rechaza, se le soslaya de la comunidad en la que vive, incluso se le persigue tanto moral como judicialmente. (9) Por medio de la instrucción se informan contenidos de aprendizaje. Es decir, se informa al sujeto acerca de lo que tiene que saber para desempeñarse socioeconómicamente. Se le instruye, se le capacita. (10) A diferencia de la instrucción, con la educación no sólo se le informa al sujeto en concreto, sino que se le forma socioculturalmente por medio de la transmisión de valores traducidos en normas y formas preestablecidas de conducta de una sociedad dada. Es decir, con la educación, la sociedad busca reproducirse al través de generalizar en sus habitantes su propia forma de entender los valores universales. (11) La falacia de accidente inverso o generalización apresurada consiste en querer comprender todos los casos de cierta especie, prestando sólo atención a alguno de ellos. (12) Cyr, Gilles, Songe que je bouge, Piensa que no estoy. CONECULTA, Querétaro, 2000. (13) Tomado de mi segundo libro de aforismos (inédito). (14) O de cómo la palabra nos es nuestro pan diario de cada día (15) Desde un sentido tanto ontológico como óntico. (16) El sujeto concreto se sabe a sí mismo a partir de que está consciente de sí mismo en él y en su entorno. (17) Recubre y no cubre porque ya antes la palabra ha sido cubierta y des-cubierta del o de los vacíos (nadas y todos conceptuales) que cada hombre desde su cultura y sociedad le han impuesto. (18) Hedonismo: doctrina filosófica que considera el placer intelectual como fin último de la existencia humana. (19) Los seres humanos somos los únicos seres vivos que nos sabemos a nosotros mismos. Los demás seres (animados o inanimados) existen, pero no se pueden preguntar por su propia existencia. (20) Ataraxia: impasibilidad, frialdad, imperturbabilidad absoluta del alma. (21) Tomado de mi segundo libro de Aforismos (inédito). (22) O de la identidad del Minotauro (23) En primera persona para expresar mejor el razonamiento. (24) Del poemario Trilce.

 

José Martín Hurtado Galves

Partes: 1, 2
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