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El arte de conversar: Hablamos mucho, pero decimos poco, muy poco…

Enviado por Felix Larocca


  1. Nuestra lección
  2. Comunicarse, un acto creativo
  3. Libertad de expresión
  4. Conversar: una necesidad y un arte
  5. En resumen
  6. Bibliografía

"¿Por qué conviene ser persona culta? edu.redTradicionalmente, atribuimos la codiciada categoría de "personas cultas" a las que, además de haber cursado una carrera superior, son muy leídas. O a quienes están al día de lo que ocurre entre nosotros y en el resto del mundo. O a las que se desenvuelven con cierta soltura en la historia, la ciencia, la filosofía, la economía o la literatura y las demás manifestaciones artísticas.

"No es fácil, por tanto, ser una persona culta.

"Pero, ¿no hay otros significados para este término de culturaMaslow, científico de la psicología y experto en la investigación de las conductas humanas, describió y catalogó hace ya varias décadas las necesidades de las personas y las clasificó en las básicas y de las de crecimiento.

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"Dentro de las necesidades básicas (las que hemos de satisfacer para poder aspirar a un mínimo desarrollo como seres humanos y a un cierto equilibrio personal), situaba la de ser personas cultas. Pero no especificaba qué nivel de cultura es el que consideraba básico. De ningún modo instaba a las personas a coleccionar títulos universitarios o (en los países pobres) a imitar los patrones educativos de los países económicamente privilegiados.

"En términos abstractos, puede decirse que el desarrollo cultural de las personas se concreta en la adaptación inteligente al medio en que viven, para poder así interpretarlo y transformarlo según sus necesidades y deseos. Pero es este un proceso que no puede producirse individualmente: se requiere la comunicación entre los individuos y los grupos, que comparten conocimientos, actitudes, experiencias, emociones… Para participar en este proceso, dinámico por naturaleza, cada persona ha de saber comunicarse, y poseer los códigos necesarios para interpretar el pensamiento, las vivencias y los "descubrimientos" de los demás. Por eso, hemos de aprender y perfeccionar continuamente esos lenguajes, mediante la lectura, la conversación, la interpretación de las bellas artes, de las imágenes audiovisuales, del Internet…" FEFL en Tío Remus: Educación y Cultura.

Para seguir leyendo: http://www.monografias.com/trabajos91/tio-remus-educacion-y-cultura/tio-remus-educacion-y-cultura.

Nuestra lección

En Navidad y en ocasiones festivas, casi todos intentamos acercarnos un poco más a la familia. Especialmente, a esos parientes a los que apenas vemos o que más dificultades nos plantean a la hora de relacionarnos.

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"Familia feliz…"

Son unas fechas en la que, cada año, parece reeditarse la obligación de ser "felices" por dos semanas y de llevarse bien con todo el mundo, o al menos, de aparentarlo.

Es la familia, junto con el de las amistades, el ámbito en el que se escenifica principalmente este propósito de enmienda. Porque casi todos, sin excepciones, sabemos que en materia de relaciones humanas tenemos mucho que aprender y mejorar.

Lo que sigue son unas líneas de reflexión para comunicarnos más eficaz y satisfactoriamente y para saber escuchar a nuestro interlocutor y ponernos en su lugar. No estamos ante un tema trivial: las consultas de psicólogos y psiquiatras están llenas de personas que acuden a ellos en busca de alguien que les escuche. Según los expertos en relaciones humanas, la soledad será uno de los problemas sociales más agudos de este milenio en los países más desarrollados.

Comunicarse, un acto creativo

Nuestro modo de vida aumenta el riesgo de quedar aislados de los demás. Por eso es tan necesario mejorar nuestra comunicación en general, reivindicar el placer de la conversación y aumentar el interés de compartir con los otros nuestras vivencias, opiniones y sentimientos.

Partiendo desde este principio, la comunicación es un acto creativo cuyo éxito no se mide sólo por el hecho de que el otro entienda lo que decimos, sino también porque aporta su propio mensaje.

La interacción humana, la comunicación, es la base en la que se forja la convivencia, y una necesidad humana tan esencial como el descanso o la comida.

Es en la comunicación donde la persona se construye como el ser complejo que es y donde se produce la socialización. Es un camino, una vía desde la que nos encontramos a nosotros mismos mediante el diálogo con los demás.

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La supervisora de beneficios por Lucien Freud

Las palabras, sin duda, son fascinantes y nos conviene disponer de un amplio léxico y usarlo con precisión y con toda la libertad posible. Ahora bien, las palabras no pueden aspirar a constituir la totalidad del mensaje, "son sólo el comienzo", detrás de ellas está el cimiento sobre el cual se construyen las relaciones humanas.

"El cuerpo es el mensaje", nos dicen los sabios de las calles. Los expertos hablan también de la comunicación no verbal (apariencia física, postura, gestos, contacto corporal y expresión facial, especialmente la mirada y la boca), y del metalenguaje (tono, volumen y timbre de voz, cadencia, inflexiones y silencios). (Véanse mis ponencias al respecto).

Algunos especialistas aseguran que del total de la percepción de los interlocutores con los que nos comunicamos, el 55% depende de nuestro lenguaje corporal, el 38% del metalenguaje y sólo el 7% de las palabras que utilizamos. En realidad, esta aseveración no es tan válida: nuestras experiencias más productivas son necesariamente no verbales. Los bebés no hablan, pero comunican sin parar, los animales hacen lo mismo. La verbosidad, viene después. Pero no nos engañemos, la palabra es esencial, aunque no siempre diga lo que el que habla dice. Palabra, voz y gestos forman, pues, un conjunto indisociable en cualquier conversación y, por extensión, en las relaciones humanas.

Libertad de expresión

Nuestra Constitución reconoce la libertad de expresión como derecho de los ciudadanos. Pero, ¿nos comunicamos con entera libertad? No sólo hemos renunciado al tacto (cada día nos tocamos menos), restringimos los gestos o controlamos la expresión de nuestra mirada ante algunos interlocutores: lo hacemos también con la información verbal. Pensamos, quizá inconscientemente, que lo que perdemos en expresividad lo ganamos en protección. El resultado de este planteamiento es lamentable, además de paradigmático de nuestra época: normalmente, hablamos mucho y decimos bien poco.

Entonces así, sin darnos cuenta, llegamos a unos paupérrimos niveles de expresividad y a una comunicación tan elemental que cuando necesitamos elaborar y transmitir mensajes con contenidos problemáticos, densos o complejos, caemos víctimas del temor y la duda: ¿sabré decir con precisión lo que quiero?

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"Conversación efectiva…"

Este miedo no es casual. Proporcionar información sobre sentimientos, emociones, complejos o querencias lo asociamos con desnudarnos psicológicamente. Tememos abrirnos a los demás, pensamos que si se nos conoce a fondo nos convertiremos en más vulnerables. Todos somos, a nuestro modo, débiles, pero flaquezas y limitaciones forman parte indisoluble de nuestra personalidad y hemos de convivir con ellas sin ocultarlas a toda costa de la percepción ajena. No se trata de airear nuestros problemas o miedos, sino de afrontarlos con madurez, sin necesariamente compartirlos con los demás. Quien se expresa con libertad y sin temor al "qué dirán" o "qué pensarán" es quien mejor se conoce y se acepta como es. Ya que nadie transmite mejor idea de sí mismo ni es más fuerte ante posibles agresiones del exterior que quien se conoce y se acepta como es.

Conversar: una necesidad y un arte

  • Seamos conscientes de que nuestra forma de ser y de estar en el mundo, el tipo de convivencia que creamos a nuestro alrededor, es enteramente la responsabilidad nuestra.

  • Hablemos de nosotros y desde nosotros. Huyamos de los estereotipos y de las conversaciones exclusivamente banales.

  • Gestionemos positivamente nuestras limitaciones y miedos. A casi todos nos agradan la gente natural y sincera. Aunque no sean perfectos ni admirables.

  • Compartamos opiniones, sentimientos y emociones con quienes nos rodean. No seamos muy reservados, y hagamos saber a los demás lo que pensamos, necesitamos y queremos.

  • Atendamos a nuestra respiración, tono y modulación de voz: nos informan de nuestras emociones y ayudan a que transmitamos bien el mensaje. Tengamos en cuenta también nuestro movimiento corporal y expresión facial.

  • Miremos a la cara de la persona que tenemos enfrente, tanto cuando nos toca hablar como cuando escuchamos. Utilicemos la sonrisa como señal de aceptación y acercamiento, no como disimulo o para caer bien.

  • Escuchemos de veras. Hagamos sentir a la otra persona que es importante para nosotros. Quien sabe escuchar y se interesa por los sentimientos de sus interlocutores, es más ansiado por los demás y sus mensajes son escuchados con más atención y amistad.

  • Aceptemos opiniones diferentes a las nuestras, aunque no las compartamos. Siempre reflexionemos sobre ellas.

  • Eliminemos los obstáculos que frenan la comunicación: acusaciones, exigencias, juicios de valor, prejuicios, generalizaciones o estereotipos, negatividades y silencios tortuosos.

  • Sepamos del espacio vital y de los límites que cada persona quiere mantener ante nosotros, para que no se sienta invadida en terreno que entiende exclusivo.

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Dos mujeres por Tamara de Lempicka

Reivindiquemos la ternura y la afabilidad en la charla. El riesgo de resultar empalagosos no debe desanimarnos: pecamos, casi siempre, de lo contrario.

La falta de autoestima se manifiesta como un problema, generalmente pasada la adolescencia, pero también está demostrado que la autoestima se puede recuperar, adquirir o potenciar. Por ello, nos interesa conocer en qué medida se propicia en el proceso educativo y formativo. Para lograrlo hay que crear un entorno de seguridad que se sustenta en tres columnas: cariño, aceptación y respeto.

Aunque, parece obvio, que hay que entenderlo bien.

En resumen

Las palabras y su uso son importantes. La aplicación de la semántica es un arte que si no se aprende obstaculizará el éxito de nuestra vida en sociedad — haciéndonos más inefectivos.

Para aprender el uso de la semántica nos convienen maestros expertos — Encontrarlos, es algo que vale mucho la pena.

Fin de la lección.

Bibliografía

  • Larocca, FEF: Tío Remus: Educación y Cultura en monografías.com

  • Larocca, FEF: Lenguaje de los Gestos: Cuando la Boca Silencia el Cuerpo se Expresa en monografías.com

Para un amplio surtido de referencias adicionales, acerca de este sujeto, por este mismo autor: http://www.monografias.com/cgi-bin/search.cgi?query=conversacion%20larocca

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Aprendiendo a conversar…

 

 

Autor:

Dr. Félix E. F. Larocca