Estudios realizados en soya y caña de azúcar han comprobando que el monocultivo de altera el equilibrio de las lluvias, que se concentran más en un determinado periodo del año y se hacen más intensas, pero torrenciales. Además, esas aguas, en la ausencia de la biodiversidad para equilibrar y aprovisionarse de ellas, corren con mayor intensidad para los ríos o para el manto freático. Existen, también, estudios que muestran el aumento de las temperaturas medias así como el aumento de la incidencia de las sequías en regiones de monocultivo. Esto, sin llevar en consideración que, en el caso de la caña, el principal agravante son las quemadas que expiden gas carbónico a la atmósfera.
Existe un creciente interés de preparar biocombustibles, que no es más que combustible o energía producido a partir de productos agrícolas, por lo que mas bien se debería llamar agro-combustibles o agro-energía. Este objetivo obliga a aumentar la concentración de la tierra a un solo cultivo y generar mercancía para mantener las tasas de lucros en las grandes transnacionales y el modo de vida consumista de los países ricos, sin ninguna preocupación por el medio ambiente, el calentamiento global u otras cosas, que afectan al hombre. Por ello, propone que para evitar los problemas provocados por la producción en monocultivo y enfrentar de un golpe la escasez de combustibles es preciso cambiar tanto la matriz de transporte, cuanto la matriz energética, y, sobre todo, trabajar con la idea de soberanía energética.
La política de incentivar el monocultivo es dar curso a una gran alianza producida entre tres tipos de capitales transnacionales: las empresas petrolíferas (que desean disminuir la dependencia del petróleo), las automovilísticas (que desean seguir con ese patrón de transporte individual para obtener lucro) y las empresas del agro-negocio (como Bunge, Cargill y Monsanto) que desean continuar monopolizando el mercado mundial de productos agrícolas. Ahora, ese imperio del capital internacional quiere hacer una alianza con los grandes propietarios de tierra en el sur, especialmente en Brasil, para utilizar grandes extensiones de tierra para la producción de agro-combustibles. Las grandes extensiones de tierra fértil ominadas por el monocultivo es perjudicial para la naturaleza y para el medio ambiente, porque destruye otras formas de vegetales, es decir, destruye la biodiversidad y la seguridad alimentaria del mundo.
Uso intensivo de plaguicidas
El hombre ha tratado de modificar la naturaleza para satisfacer sus necesidades. Por ejemplo, para reducir las pérdidas producidas por las plagas ha hecho uso intensivo de los plaguicidas con resultados mixtos; unos buenos y otros malos. Sin duda, el uso de agroquímicos tóxicos ha contribuido a incrementar la disponibilidad de alimentos para el hombre y el uso de DDT ha evitado que más de mil millones de individuos padezcan malaria. Sin embargo, la agricultura moderna ha incrementado también la disponibilidad de alimentos para muchos otros organismos, entre ellos las plagas. Se dice que las plagas para los cultivos comerciales empezaron a ser un problema cuando se inició la agricultura intensiva.
Por plaguicidas químicos nos referimos a una amplia gana de sustancias tóxicas destinadas al combate de organismos vivos a los que se considera plagas, sea insectos, hongos, malezas, roedores, mosquitos entre otros, denominándose según su objetivo: insecticidas, fungicidas, herbicidas, rodenticidas. Los plaguicidas también se clasifican por su pertenencia a un grupo químico (organoclorados, organofosforados, carbamatos, piretroides en cuanto a insecticidas) con distintas características de su persistencia en el ambiente y de sus rasgos toxicológicos.
Los insecticidas artificiales se empezaron a usar intensivamente en la década de los cuarenta, y desde entonces, el número de especies de insectos que atacan los cultivos comerciales se ha incrementado significativamente. Las plagas menores se convierten en plagas mayores, al eliminarse algunas especies predadoras naturales, o bien cuando los insectos se vuelven resistentes a algunos insecticidas después del uso prolongado de una determinada substancia. Por ejemplo, el cultivo del algodonero, en un principio era atacado por dos especies de insectos, posteriormente se incrementó en 5 el número de especies que se tuvieron que controlar y, actualmente se considera necesario aplicar insecticidas contra diez plagas.
La guerra química que se ha librado contra los insectos perjudiciales, durante más de 50 años, con la falsa expectativa de eliminar completamente las plagas ha dañado más al ambiente de lo que ha logrado ahuyentar las amenazas de las pestes. El efecto más indeseable derivado del uso intenso de plaguicidas es el envenenamiento de las especies silvestres que no era los blancos intencionados de estos tóxicos, especialmente aquellas especies silvestres que habitan ambientes acuáticos.
El uso intensivo de plaguicidas químicos crea una serie de problemas ambientales y de salud pública vulnerando los derechos humanos de amplios sectores de la población, incluyendo niños y trabajadoras y trabajadores agrícolas migratorios. En México, el mercado de plaguicidas abarca a por lo menos 278 plaguicidas autorizados (en 1996), que se formulan de diversos modos y se ofrecen en cientos de marcas comerciales; y que la industria nacional calculaba un volumen de unas 50,000 toneladas anuales, en 1988 Es un mercado dominado por grandes empresas transnacionales de la Industria Química, de origen europeo (Bayer, Zeneca, Agrevo, Novartis) y estadounidense (Dupont, Monsanto) principalmente, aunque con la globalización de la economía mexicana, también se encuentra la presencia de corporaciones japonesas e israelitas.
Las empresas que dominan el mercado mundial de plaguicidas han ido consolidándose al comprar empresas productoras de semillas, y en los últimos años de laboratorios de Ingeniería genética, en una estrategia que busca tener mayor influencia en la oferta del sistema alimentario mundial. Según las últimas estimaciones 10 empresas transnacionales controlan el 88% de las ventas a nivel global, estimadas en 31 mil millones de dólares.
El dinamismo en el sector agroexportador se define como un mayor uso de plaguicidas en los principales cultivos de exportación de la región, por ejemplo las bananas se utilizan 24.653 toneladas en América Latina (A.L.) y 68.651 en el mundo, en el caso de los cítricos es mayor, en A.L. 32.560 y en el mundo 98.731 (Fuente: FAO, 2001). Si a estas cifras le sumamos el monopolio que sufre la región latina con la invasión de las transnacionales del rubro la crisis aumenta, algunos datos a nivel continental nos muestran como se van reproduciendo e interrelacionando los poderes económicos: MONSANTO dispone de 64 empresas, DUPONT de 63, NOVARTIS (ahora Syngenta de 58) y ZENECA (ahora Syngenta) de 44.
La Red de Acción en Plaguicidas y sus Alternativas para América Latina (RAPAL), informó, a través de su directora María Elena Rozas, que los plaguicidas más dañinos usados en agro-exportación en América Latina son sumamente peligrosos, ya que producen efectos crónicos como cancerígenos, teratógenicos, tumorígenos. Algunos de los plaguicidas más dañinos usados en agroexportación en América Latina son Carbofurán, Glifosato, Metamidafos, Paraquat, Clorpirifós, Monocrotofos, entre otros.
La exposición continuada a cantidades pequeñas de agrotóxicos por largos períodos de tiempo genera daños crónicos son terribles para todas las formas de vida en el planeta. Algunos de ellos son lesiones cerebrales y del sistema nervioso, enfermedades cardiovasculares, afecciones renales y hepáticas (hígado), algunos tipos de cáncer, mutaciones genéticas y teratogénesis, problemas endócrinos y reproductivos y depresión del sistema inmunológico (defensas).
El uso de plaguicidas también provoca impactos ambientales y de salud en América Latina como daños agudos y crónicos, aparición de plagas, enfermedades y hierbas resistentes, disminución de la biodiversidad, muerte de insectos benéficos, contaminación de aguas superficiales y subterráneas.
Ente los principales efectos ambientales podemos mencionar: Resistencia de insectos, hongos y malezas, derivando en un aumento de las dosis, aplicaciones y mezclas de plaguicidas en una espiral del veneno que contamina y aumenta los costos de producción de los cultivos.
Residuos de plaguicidas organoclorados en especies de la vida silvestre. En aves predadoras y migratorias, resultado de la deriva de la aspersión aérea y de la bioacumulación de estos compuestos en la cadena alimentaria.
Afectación de la biodiversidad en insectos, por uso de insecticidas; y empobrecimiento biológico de los suelos por la afectación de la microflora y microfauna del suelo, especialmente en el uso de fumigantes, que crean un "vacío" biológico que pasa a llenarse con la colonización de patógenos y enfermedades, a la que se aplican nuevas aplicaciones de fungicidas.
Contaminación de agua superficial y subterránea: En el caso del agua subterránea por la contaminación por herbicidas poco estudiado en México, por lo que es necesario fortalecer un sistema de monitoreo de la calidad ambiental abierto a la consulta pública y la participación ciudadana.
Manejo inadecuado de materiales y residuos peligrosos. Los envases de plaguicidas vacíos así como los residuos peligrosos generados en su producción y formulación.
Destrucción de la capa de ozono estratosférico, que filtra las radiaciones solares. Es el caso del bromuro de metilo, usado como fumigante del suelo y para la conservación de granos almacenados; que forma parte de las sustancias controladas por el Protocolo de Montreal, y ante el cual el gobierno mexicano debe establecer cuotas máximas de importación a partir del 2002, y buscar su pronta eliminación, teniendo como fecha límite el 2015, fecha sujeta a la revisión en futuras reuniones
Uso intensivo de fertilizantes
Fertilizantes son todas aquellos productos químicos que se aplican al suelo para volverlos mas productivos y alcanzar mayor rentabilidad en la producción.
El suelo, es un recurso vital para la producción de los alimentos y subsistencia del hombre, sin embargo se pierde a ritmos alarmantes. La agricultura contemporánea, con todas sus artificiales distorsiones, se ha convertido en una seria amenaza para el propio suelo que la sustenta. Los frutos de esta agricultura intensiva, moderna o industrializada ha provocado problemas ecológicos como: Pérdida de fertilidad, erosión y contaminación de los suelos.
La agricultura actual desconoce el inmenso potencial genético ya que los agricultores utilizan semillas de variedades de "alto rendimiento", que llevan a la utilización obligatoria de altas dosis de fertilizantes químicos (sin fertilizantes no hay tales "altos rendimientos") que hace que los cultivos sean más susceptibles al ataque de plagas y enfermedades. Lo que incide a la búsqueda de plaguicidas cada vez más potentes. Es un círculo de veneno.
El exceso de fertilizantes químicos, altera en las plantas la absorción de micro elementos (nutrientes). Esto afecta sus funciones normales y, en consecuencia, las hace menos resistentes al ataque de plagas y enfermedades. A esto hay que sumar, además, los pesticidas que incorporan a la planta sustancias tóxicas. Se crean, así, otras disfunciones y, también, cambios complejos en el suelo que van: desde la alteración de la población de microorganismos, hasta trastornos en la dinámica de las reacciones químicas del suelo. En el caso de "Aldrin" es que una sola aplicación permanece en el aire por 27 años y en contacto con el suelo se transforma en "Dieldrín", que tarda 48 años en degradarse.
En el suelo existen microorganismos que se nutren de la materia en descomposición. La presencia de sustancias contaminantes extrañas impacta, negativamente, en este proceso natural. Crea desequilibrios y, a la vez, altera fisiológicamente a los cultivos. Como es lógico, por el consumo de productos agrícolas en tales condiciones, se pueden adquirir enfermedades. Es urgente, pues, pensar en preservar todo nuestro potencial genético, que es enorme. No se debe caer en el uso precipitado de "semillas mejoradas" que han sido mejoradas para tecnologías que requieren un alto consumo de insumos químicos, y no para nuestros suelos que reciben una agricultura de subsistencia.
El nitrógeno es un factor de producción muy importante porque determina el rendimiento. Sin embargo, se ha comprobado que el uso de este nutriente afecta a la calidad del agua y de la atmósfera. Por un lado, las aguas con altas concentraciones de nitratos producen un tipo de algas que consumen el oxígeno e impiden el desarrollo de la fauna. Por otro, los gases que emiten los cultivos con índices de nitrógeno muy elevados favorecen el calentamiento global de la tierra y provocan problemas respiratorios a las personas con asma.
Una de las enfermedades más graves derivadas de la ingestión de nitrógeno es la metahemoglobinemia o enfermedad de los niños azules. Se trata de una patología que afecta principalmente a los bebés y que provoca una ausencia de oxígeno en la sangre. La proliferación de casos relacionados con la intoxicación de nitratos ya ha llevado a muchas industrias conserveras y de potitos a elevar su grado de exigencia a los agricultores para evitar daños en la salud pública
Conclusiones
Las grandes empresas transnacionales están motivando el desarrollo de los monocultivos a fin de ofertar los llamados "biocombustibles" que no son otra cosa que "agro-combustibles" con el único fin de mantener el mercado y garantizar sus ganancias, descuidando con ello, la estabilidad del ecosistema.
Los monocultivos deterioran el ecosistema (sequias, inundaciones, erosión de los suelos) y afectan a la seguridad alimentaria del hombre.
El desarrollo de los monocultivos incide directamente en el creciente uso de plaguicidas y fertilizantes químicos, lo que conlleva a un descontrol ya que permite el paso del umbral ecológico de los organismos vivos provocando que estos se conviertan en plagas y, la creciente perdida de biodiversidad (vegetal y animal).
El uso de plaguicidas químicos como forma dominante en el control de plagas y la aplicación intensiva de fertilizantes químicos, es parte de la estrategia comercial de las Corporaciones que dominan la industria química, y de la aplicación de estrategias de especialización productiva de los ecosistemas en monocultivos extensivos con una concepción no sostenible de la productividad agrícola, que transfiere los costos sociales, ambientales y de salud pública deteriorando la calidad de vida y los derechos humanos de los afectados.
El uso intensivo de plaguicidas químicos agrícolas se puede reducir aplicando una estrategia integrada, con un control agroecológico de plagas que integra una variedad de técnicas, tales como el control biológico (con el uso de una amplia gama de agentes biológicos, incluyendo a insectos predadores y parasitoides, y hongos), de control cultural, de selección de variedades resistentes, del uso de insecticidas botánicos, de una fertilización biológica; estrategia que implican un cambio en la concepción productivista para armonizar la búsqueda de la rentabilidad con la protección de la biodiversidad y un máximo de calidad ambiental.
Recomendaciones
Frente al problema de la contaminación ambiental y riesgos a la salud provocado por el uso de fertilizantes y plaguicidas químicos es necesario un cambio profundo de las políticas públicas responsables del control del uso de estos agrotóxicos, a fin de que permita el pleno ejercicio de los derechos humanos, incluido el derecho a la salud y a un medio ambiente adecuado para el desarrollo y bienestar de las personas de las presentes y futuras generaciones; para ello se requiere:
La aplicación de una Política Preventiva que estimule la Participación ciudadana y la inclusión de todas las empresas productoras de plaguicidas.
La elaboración de un Manual de uso de plaguicidas químicos por tipo de plaguicida y por cultivo, en el que se incluya cantidad (volumen), número de aplicaciones y extensiones tratadas. Así como, el nivel de peligrosidad, riesgo y cuidados en su manejo.
Programas prioritarios de reducción de uso de plaguicidas químicos en las regiones de mayor contaminación.
Apoyo a la expansión de la agricultura orgánica
Bibliografía
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UNIVERSIDAD DE ARIZONA. 2001. Los plaguicidas en el Ambiente. Toxicología Ambiental. Evaluación de Riesgos y Restauración Ambiental. Mexico.
Autor:
Ing. Miguel Everaldo Contreras, UPR
MSc. Ma. Arelis Ramos Alonso
MSC. María L. Hernández Gort
"Año 50 de la Revolución"
UNIVERSIDAD DE PINAR DEL RÍO
"HERMANOS SAÍZ MONTES DE OCA"
FACULTAD DE FORESTAL Y AGRONOMÍA
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