Martin Seligman…
En el pasado, los psicólogos eran dados a conducir experimentos con animales para obtener conclusiones que pudieran aplicarse a la conducta humana.
Aquellos conductistas pensaban que estudiando el comportamiento de los animales nos sería útil, ya que los últimos estarían más cerca de los procesos simples y programados instintivamente, que rigen nuestro comportamiento.
Palomas, perros y gatos fueron entre los más utilizados de todos los animales conocidos.
¡Pobre inocentes! La verdad es que a los desventurados animalillos se las hacían pasar miserias. El hambre era el factor motivador por antonomasia. John Stern profesor de psicología de la motivación en Washington University, hombre de cuya sabiduría nadie nunca dudara, afirmó valientemente que "un perro con dos días de privación de comida tiene más ambición que un hombre inteligente" — él entendía bien por qué lo decía. Pues bien, dentro de estos pioneros, Martin Seligman estudió algo casi tan atrevido como lo que el profesor, amigo y colaborador nuestro pensara, pero que nadie había entendido bien, o que nadie había logrado darle tanta publicidad como para que los demás se enterasen. Lo llamó Indefensión Aprendida, y es uno de los conceptos más útiles en el campo por su aplicación al campo de la depresión, en general, y a algunas formas de terapia, en particular. Veamos brevemente en qué consiste. (Pero, antes de hacerlo, véase el artículo de junio 1984 en Missouri Medicine: Eating Disorders in Missouri por F. Larocca y J. Stern). 2.- Perros con arneses y alambres eléctricos Imaginemos a un grupo de cachorros de aquellos con los que se experimentaba. Los cogemos de dos en dos y ponemos dos de ellos en dos arneses. Para estimularlos, a ambos, les damos una descarga eléctrica donde nos parezca. Pero, y aquí está la diferencia, uno de los dos perros puede interrumpir la descarga dándole con el hocico a una palanquita que tiene cerca. El otro no puede hacer absolutamente nada. Para que todo fuera igualitario, los siniestros experimentadores hicieron que ambos perros recibieran exactamente los mismos calambrazos. ¿Cómo? Cuando se le daba al primero, también lo recibía el segundo. Y cuando el perro presionaba la palanca y dejaba de recibir la descarga, el otro también.
Así, la situación era controlable para uno pero incontrolable para el otro. E igual de molesta (físicamente) para ambos. No hace falta ser muy inteligente para pensar que, de alguna manera, el primer perro era más feliz que el segundo. Al fin y al cabo, aunque recibía el incómodo calambrazo, podía hacerlo terminar rápidamente. Aunque no lo haya leído en ningún sitio, me imagino que las últimas descargas serían forzosamente breves, ya que el buen animalito en cuanto sintiera la molestia estiraría el hocico todo cuanto pudiera para presionar la palanca.
Ahora veamos qué más sucedió 3.- Perros con defensas y perros indefensos
Cuando los perros ya llevaban un buen número de pruebas, y tenían claro que arrimando el hocico se interrumpía la descarga, o que, en otros casos, no se podía hacer nada por evitarla, los ingeniosos experimentadores introdujeron a los pobres animales en la segunda fase.
¿Más? ¡Sí más!
Los pusieron en una especie de jaula con dos partes separadas por una barrera. Si no la saltaban, recibían el calambrazo. Si lo hacían, quedaban tranquilos e ilesos. ¿Adivinan, qué pasó? Pues que el primer can (el que arrimaba el hocico a la palanca) saltaba casi en cuanto se le ponía en el sitio. En cambio, el otro, el que lo único que había podido aprender era que las descargas eran cada vez más breves, se quedaba allí, recibiéndolas (¿se habría acostumbrado?) y quejándose lastimeramente. Como se quejaba, hemos de pensar que las descargas efectivamente le molestaban, pero como no hacía nada para evitarlas, podemos pensar, como hizo el profesor Seligman, que fuera individuo muy astuto, que el perro había aprendido a estar indefenso.
Por esta conclusión, Seligman, es conocido, para algunos, como un psicólogo eminente — que, por muchas razones, para otros, permanece dudoso. (Aquí se recomienda leer pp.: 156-159 del libro Minds Behind the Brain por S. Finger. Donde se pueden apreciar los problemas que sostuviera el científico David Ferrier [1843-1928] por sus experimentos con animales en Inglaterra). El concepto de indefensión aprendida pronto se extendió como una explicación muy práctica para el comportamiento de las personas que padecen un trastorno depresivo o que confrontan cualquier adversidad de modo pasivo. Igual que el perro se quedaba por allí quejándose y recibiendo dolor, una persona con depresión deja de interactuar activamente con el ambiente, y se abandona a su suerte. Como las cosas le van cada vez peor, cada vez estará más indefensa y el redondel se perpetuará en el tiempo. Así que una causa más al entendimiento de la depresión a añadir a las que ya tenemos — Pero, como las demás, no es la única. En este último aspecto nos recuerda a la obesidad: Muchos dicen y pocos saben… 4.- ¿Cuál es la diferencia entre los grupos?
Imaginemos que lo que nos dice la teoría de la indefensión aprendida es cierto y que los seres humanos con depresión han pasado en su vida por situaciones similares a las de los pobres perros. ¿Habrían aprendido a no enfrentarse a las situaciones de la vida, porque han tenido experiencias previas que les han mostrado lo inútil que resulta esforzarse por resolver los propios problemas? O, en vez, ¿haber estado expuesto a situaciones irresolubles dificultaría o impediría que esas personas se enfrentasen y resolviesen conflictos posteriores?
Ahí está el problema: To be or not to be, parafraseando a Shakespeare en su famoso soliloquio…
Interludio cultural.
¿Saben que los ingleses celebran al peor de los poetas de su lengua?
Sí, que lo hacen como otra de las tantas cosas extraordinarias que igualmente hacen, a saber, conducir automóviles a la siniestra.
El poeta se llama William Topaz Mc Gonagall (1825-1902) y, mientras ahorramos, la irritación a nuestros lectores de leer uno de sus poemas desastrosos, les ofreceremos en la página final de esta ponencia, como compensación, una lámina con la imagen de su persona.
Prosigamos, por ahora. ¿Y los humanos "normales"? ¿Cómo serían? Pues al no haber estado expuestos a las mismas contingencias que motivaron la aparición de la reacción de indefensión aprendida, en principio se sentirían felices. Con confianza en sus propias posibilidades, cargados de autoestima, y una visión correcta del mundo. Cuando se les plantease un problema que tuviesen que resolver considerarían las opciones de respuesta, elegirían la mejor y la llevarían a la práctica, en muchas ocasiones con éxito. Cuando fracasasen, no le darían mucha importancia porque no todo en sus vidas era indefensión aprendida.
Para apoyar más todo esto, la mayoría de las teorías contemporáneas de la depresión consideran que el depresivo es un ser humano cuyo pensamiento está distorsionado — lo que no sabemos es por qué lo está, ni qué fin o función nos sirve estar así (véanse mis artículos al respecto, como: La Sonrisa de Dios).
Conozcamos a Aaron Beck — como Seligman, también muy popular y famoso.
La visión de Aaron Beck de la tríada cognitiva de la depresión. Donde se postula que el depresivo posee: 1. Una visión negativa de sí mismo, 2. Una del mundo y 3. Una del futuro, iría a favor de la última percepción.
Bien por distorsión cognitiva o bien porque los seres afectados de esta manera, han aprendido que no pueden hacer nada por resolver sus problemas. Entonces, a las personas con este inconveniente no les queda otra opción que no sea seguir padeciendo, quejarse y tolerar. 5.- Mirar con sorpresa lo que es obvio Parece de exagerada simpleza. Los depresivos distorsionan. Así que a Alloy y Abramson, dos insignes merecedores de algún reconocimiento que nunca recibieron, se les ocurrió hacer un experimento para substanciarlo. Mostraron a dos grupos de sujetos (depresivos y no depresivos), secuencias de destellos de luces, y les pidieron que predijesen cómo iba a ser la siguiente. Unas veces, las secuencias estaban ordenadas y se podían predecir, y en otras iban de modo aleatorio, de tal forma que no se podía saber cuál sería la siguiente.
Aquí los depresivos, se pensó, que se iban a derrumbar. Seguro que, como eran indefensos aprendidos, iban a pensar que todas iban de manera aleatoria, que no podrían hacer nada por predecirlas, y que sus porcentajes de acierto iban a resultar ruinosos. En cambio, los "normales", insignes representantes de todos, los que al parecer no son depresivos, acertarían las que iban bien ordenadas y dirían que no hay quien entienda las azarosas. Todo esto se podría concluir de los experimentos de Seligman y las torturas a sus pobres perros. ¿Y para esto tanto misterio y tanto diseñar un experimento? Tal vez pensemos que lo mejor que pudieron hacer Alloy y Abramson era dedicarse a investigar algo nuevo, útil, y relevante para el ser humano.
¡Si está claro que los no depresivos aciertan mucho más que los otros, quienes al fin y al cabo tienen la cabeza llena de , que han estado sometidos a contingencias de reforzamiento que les han generado una indefensión aprendida, y que no hacen más que concentrarse en sus ideas irracionales! ¿Pero, sería así? (Véanse las publicaciones de L. Abramson y L. Alloy, especialmente: Can Thinking Styles Make People Feel Depressed?). 6.- ¡Sorpresa! Ha llegado el momento de la verdad. ¿Qué encontraron Alloy y Abramson? Pues que los depresivos no daban pie con bola y los "normales" acertaban perfectamente…
¡Mentira! Lo que encontraron fue aún mucho más curioso: Los depresivos fueron capaces de separar las secuencias aleatorias de las no aleatorias, mientras que los "sanos" creían que todas las secuencias eran predecibles. Veamos, que mientras los "enfermos" estaban en contacto con la realidad, los "normales" se habían pasado de límites y creían que tenían siempre la razón.
Pensemos, que una interpretación posible podría ser que los no depresivos disfrutan con la "felicidad de la ignorancia", o con lo que podría llamarse un "estúpido y absurdo optimismo".
William Topaz Mc Gonagall
En resumen
¿Por qué introducimos estos conceptos? Porque ellos nos abren el camino para una ponencia, basada en estas elegantes nociones, que sigue en otro lugar bajo el título de:
La Cura de la Obesidad: Indefensión: ¿Aprendida o Innata?
Como, Abramson y Alloy expresan en su libro Cyclothimia, se puede decir al profesional de la salud mental "no me importa estar en contacto con la realidad, pero no quiero vivir en ella". Que cada cual saque sus propias conclusiones.
Bibliografía
Suministrada por solicitud.
Dr. Félix E. F. Larocca
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