Relación sociedad-naturaleza y dinámica evolutiva de comunidades indígenas y ecosistemas (página 2)
Enviado por Walter Chamochumbi
Salhins y Service5 logran un avance interesante en el estudio del proceso evolutivo de comunidades, proponiendo integrar dos fases principales: "… Por un lado, la evolución crea diversidad debido al mecanismo de adaptación, que forja constantemente formas nuevas en función de cambios microambientales. Por el otro, los organismos inevitablemente evolucionan desde las formas simples hasta las más complejas, desde los organismos con menor control energético hasta los de mayor control"6. En efecto, suponemos que la evolución de las comunidades indígenas sigue en general un proceso ascendente en el tiempo pero con distintos rumbos y discontinuidades. En base a esta idea podemos visionar la evolución multilineal desde una perspectiva dialéctica, representándola como una figura de forma y función helicoidal: es decir, sinuosa y contradictoria pero progresiva. Resultando que las comunidades indígenas siguen diferentes rumbos evolutivos condicionados por diversos factores (objetivos y subjetivos) relativos a los territorios ocupados y a sus entornos, y en cuyos procesos particulares -y en el tiempo- sus estrategias adaptativas han seguido la tendencia a diversificarse y complejizarse (excepto en los casos extremos, que por otros factores se hayan ido simplificando o incluso pudieran haber colapsado).
En la actualidad, siguiendo las investigaciones referidas a la teoría de sistemas -y desde lo que Emilio Morán anotó sobre el uso primigenio del concepto "ecosistema" empleado por A. G. Tansley (1935), y posteriormente, de quienes promovieron un mayor uso de este concepto en el campo de la ecología humana, además de los planteamientos iniciales de Julián Steward, entre otros investigadores-, que es ampliamente aceptado hoy en día que el estudio de la relación sociedad–naturaleza no puede abordarse como el estudio de dos componentes separados, sino más bien interrelacionados, porque constituyen las partes compositivas de un todo sistémico. Al respecto, Juan Gastó (1994) señaló lo siguiente: "la sociedad y la naturaleza pueden ser consideradas como dos sistemas independientes que se contraponen o bien que interactúan y se complementan, lo cual constituye la base del planteamiento dualístico del problema. La otra opción considera a la sociedad-naturaleza como una sola unidad indivisible que se integra como un todo, lo cual es la base del planteamiento monístico del sistema".7 En efecto, ambos componentes (sociedad-naturaleza) se interrelacionan en un todo sistémico representando un complejo de relaciones de causalidad mutua. Y por tanto, pueden medirse con algunos indicadores de base, como -por ejemplo- la calidad de vida para referirse a la sociedad y la calidad ambiental para referirse a la naturaleza.
De otro lado, Juan Gastó se basó en el teorema de la indecibilidad de Godel ("que establece que cada modelo se explica dentro de un modelo más amplio y más general") para proponer que los problemas ambientales de la sociedad actual deben analizarse dentro de un sistema de referencia en cuyo centro se localiza a la sociedad; y que ésta -a su vez- se enmarca en un contexto mucho más amplio de problemas y metaproblemas. En base a este razonamiento Gastó sostuvo que es imposible hacer una descripción completa del ecosistema sin más referencia que el propio ecosistema, porque este resulta insuficiente per se para explicar los distintos niveles y formas de relación hombre–mujer y su problemática de acceso a los recursos locales, su calidad de vida y sus repercusiones ambientales, etc. En consecuencia, no debemos estudiar los problemas ambientales como sistemas cerrados o aislados, sino al contrario, analizarlos como sistemas abiertos -en sus interacciones como sociedad-naturaleza- y según sus complejas relaciones de causalidad mutua. Asimismo, en ese marco, debemos estudiar los flujos de intercambios de los sistemas y subsistemas que configuran y caracterizan los cambios tecno-productivos, socioeconómicos y de organización de las distintas sociedades y culturas en ámbitos territoriales y micro-ambientales específicos.
Además, un elemento adicional en el estudio de la dinámica evolutiva de comunidades indígenas, se refiere al grado de racionalidad y/o irracionalidad ambiental que aplican -de forma fáctica- al manejo vertical y horizontal de los territorios y ecosistemas que ocupan. Resultando -por ello- muy importante el incorporar y desarrollar nuevos indicadores de medición como capacidad de carga ecosistémica, resiliencia, externalidad ambiental, entre otros.
Artificialización de ecosistemas: más armonías que desarmonías en la cosmovisión y praxis de las comunidades indígenas
Nicolo Gligo y Jorge Morello8 describen que las poblaciones indígenas precolombinas establecieron relaciones de interacción con la naturaleza en función al desarrollo de valiosos conocimientos sobre ella (es decir, de su capacidad de observación y aprendizaje -en miles de años- a través de múltiples pruebas de ensayo-error). De ahí que, en estricto, sostienen que lo que hicieron con la naturaleza fue artificializarla (antropizarla). Al respecto diversos investigadores señalan que durante los multiprocesos de ocupación-adaptación territorial, las comunidades indígenas -por necesidad- desarrollaron conocimientos pormenorizados de la estructura, composición y funcionamiento de ecosistemas: conocieron su compleja biodiversidad y sus componentes físicos de distribución espacial (vertical-altitudinal y horizontal-longitudinal), para así ensayar en forma progresiva las modificaciones necesarias que les aseguraran su sobrevivencia. Es el caso de la dinámica evolutiva de comunidades indígenas en las diferentes regiones del mundo: donde algunas inicialmente son recolectoras o cazadoras y otras evolucionan y dan el salto hacia la invención de la agricultura, porque modificaron los ecosistemas naturales (manejando su biodiversidad y domesticando las plantas y animales) hasta convertirlos en complejos agroecosistemas.
Miguel Altieri9 señala que los sistemas tradicionales de conocimientos indígenas sobre el medio físico, su taxonomía biológica folklórica, sus prácticas de producción y su naturaleza experimental, han adquirido tal importancia con el tiempo que han servido para el posterior desarrollo de nuevos campos de conocimientos y disciplinas científicas, como ha sido en el caso del desarrollo del pensamiento de la agroeocología. Al respecto, otros estudios desde la etnoecología y etnobotánica, entre otras disciplinas, nos dan cuenta de la enorme importancia y valor de los sistemas de conocimientos y prácticas tradicionales de las poblaciones indígenas en países con excepcional biodiversidad en América del Sur: el caso de Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela, calificados como megadiversos, donde las poblaciones indígenas de las diferentes regiones -andina y amazónica- construyeron sistemas de vida y culturas fuertemente ligadas a sus territorios y recursos naturales, logrando un alto grado de conocimientos en la conservación de la biodiversidad y los ecosistemas locales.10 Existe pues abundante bibliografía que nos da cuenta de la enorme importancia del proceso de producción de conocimientos tradicionales indígenas, en base a una gestión eficiente de los ecosistemas locales, y que han sido fundamentales en su evolución y su supervivencia. Y además, porque tales conocimientos han sido -y continúan siendo- recreados en sus particulares contextos culturales y ecogeográficos y trasmitidos en forma oral, ritual y a través de sus prácticas cotidianas.
Pero, además, se sabe también que los cambios producidos por comunidades indígenas en la dinámica de los ecosistemas han tenido distintos efectos e impactos ambientales, y que no siempre estos han sido positivos en todos los casos (de hecho hubieron experiencias negativas). Es por ello que los cambios posteriores en la dinámica de ecosistemas, en razón de factores internos y externos, han alcanzado nuevas repercusiones ambientales en su nivel de equilibrio y estabilidad actual. Sin embargo, prevalecen las investigaciones que corroboran fehacientemente los conocimientos que las comunidades indígenas aplicaron en los territorios habitados, en miles de años, siendo consustanciales con el desarrollo de fuertes vínculos de identidad cultural y formas armónicas en su relación con la naturaleza. Lo que ha sido intrínseco a procesos de desarrollo endógeno.
En torno a las formas armónicas de relacionamiento de las comunidades indígenas con la naturaleza, decíamos que investigadores como Gligo y Morello sostuvieron que en estricto no existió tal relación armónica, sino más bien una relación de artificialización: "esta armonía no se refiere al "equilibrio" del hombre como parte del ecosistema, sino a la artificialización de él que hizo el indígena, a su mayor productividad y a su conservación. Los grados de artificialización fueron diversos según el grupo cultural fluctuando desde simples recolectores hasta civilizaciones altamente desarrolladas."11 Así pues, entendemos que los procesos de artificialización ecosistémica por las comunidades indígenas no ocurren siempre bajo condiciones homogéneas ni relajadas. Por el contrario, las evidencias indican que mayormente ocurrieron bajo condiciones de alta heterogeneidad ecogeográfica y de constante tensión en el manejo de los factores ambientales. Sin embargo, suponemos, en el caso de las experiencias exitosas, que el proceso de artificialización ecosistémica debió implicar determinadas formas de equilibrio -si cabe el término- en tanto fueron resultado de su interacción positiva como sociedad-naturaleza, dado el evidente predominio de las armonías sobre las desarmonías.12
Posteriormente, con los cambios sucesivos producidos en la dinámica de los ecosistemas (en sus ciclos biogeoquímicos y físicos)13 por influencia antrópica, determinan nuevos desequilibrios en su estructura y funcionamiento, alterando su grado de resiliencia y estabilidad. Esto en la medida que los impactos de la actividad humana, desde las dinámicas localizadas de comunidades indígenas -de baja densidad poblacional y bajo consumo energético- se han ido tecnificando y sofisticando en el tiempo con las nuevas sociedades emergentes y súper desarrolladas -de alta densidad poblacional y alto consumo energético- para satisfacer nuevas necesidades de crecimiento económico, de industrialización y desarrollo de los países.
En el contexto global actual se sabe que la alteración y desequilibrio en algunos ecosistemas ha sido de tal magnitud que es poco probable logren recuperarse. Por ello es importante estudiar las repercusiones de los modelos de desarrollo aplicados por las distintas culturas y sociedades. De ahí que la llamada crisis ambiental global que vivimos hoy con problemas como el cambio climático y otros fenómenos, se predice tendrán efectos e impactos socieconómicos y ambientales mucho mayores en los países más pobres (que poseen mayor biodiversidad y concentran mayor población indígena). Asimismo, que los procesos intensivos de artificialización ecosistémica y sus niveles de desequilibrio actual, derivan de la aplicación de modelos de desarrollo economicistas. Por eso se afirma que no existen precedentes de cambios y alteraciones producidas en la dinámica de ecosistemas como los ocurridos en los últimos cincuenta años, porque han sido de tal magnitud que los perjuicios son mucho mayores que los beneficios obtenidos para satisfacer las múltiples necesidades de la humanidad.14
Proceso adaptativo de comunidades indígenas y dinámica de ecosistemas: una relación imperfecta
En torno a los diferentes métodos de estudio en la evolución de las comunidades indígenas, se afirma que Julián Steward hizo su mayor aporte en el campo metodológico, cuando propuso que el proceso de interacción hombre-ambiente (en tanto expresión de la relación sociedad-naturaleza) se podía analizar y comprender mejor a través del estudio de la adaptación. Al respecto, Emilio Morán señaló que uno de los principios básicos de la teoría ecológica es el concepto de la adaptación, ya que es un proceso en que el tiempo y la interacción son fundamentales. En ese sentido, suponemos que el proceso adaptativo seguido por las comunidades indígenas de las diferentes regiones en la gestión de sus territorios y ecosistemas, se han basado en una relación imperfecta; esto es, en la perspectiva de siempre escalar a nuevas formas exitosas de supervivencia.
Según lo propuesto por Steward: "El proceso de adaptación es siempre incompleto y dinámico. El resultado de adaptaciones observables en el momento tiene propiedades emergentes que generan variaciones futuras con base a cambios ambientales, tecnológicos o sociales"15, observamos -en efecto- que cada proceso adaptativo involucra un constante cambio en las sucesivas generaciones que integran a las comunidades indígenas, según sus particulares culturas y formas de racionalidad, ensayando al respecto las modificaciones ambientales, tecnológicas y socioeconómicas requeridas por aquellas sociedades que a su manera aspiran progresar.
Steward propuso que la evolución multilineal busca leyes que expliquen las interacciones entre las poblaciones y el ambiente, en tanto son relaciones que pueden repetirse entre culturas diferentes con ecologías similares, sin que por ello resulten universales, sino que corresponden a poblaciones en contextos particulares ("microecológicos e históricos") necesarios de estudiar y entender en su particularidad. En torno a este punto, Morán propuso que cualquier nivel de estudio del proceso adaptativo podría ser válido: si a nivel individual, grupal de la sociedad o de la especie, pero que -en cualquier caso- el estudio de la adaptación sólo sería comprensible en un nivel específico (a lo que acotaríamos determinada escala espacio-temporal). Es por ello que al estudiar los procesos adaptativos de las poblaciones indígenas en las distintas regiones, se debe enfocarlos a nivel de grupos sociales o colectivos localizados, porque describen mejor las formas predominantes de relacionamiento de las sociedades y culturas con su entorno territorial y ambiental. Al respecto enfatizamos que el sentido de identidad y pertenencia territorial de las comunidades indígenas se expresa con mayor nitidez cuando se refieren al ámbito de lo colectivo, porque es la forma en que integran su cosmovisión y existencia misma como tales, construyendo un conjunto de elementos subjetivos (su imaginario) para cimentar una relación respetuosa con la naturaleza y una línea de continuidad e identidad intergeneracional.16
Por último, otro elemento clave a estudiar en los procesos adaptativos de comunidades indígenas es lo relativo al grado de control energético local de los territorios que habitan, porque operan diversos factores (endógenos y exógenos). Por ejemplo, la oferta de recursos naturales disponibles in situ, las tecnologías que ensayan y los conocimientos que generan, los tipos de organización social que mantienen, etc. Así, la posibilidad de lograr un mayor control energético local dependerá de las formas de interacción y los niveles de intercambio de flujos de energía: del incremento de sus "outputs" y de la reducción de sus "inputs". En consecuencia, cuando las comunidades indígenas logran reducir su grado de incertidumbre en el manejo de los factores microambientales y maximizan su eficiencia energética local (con el uso de tecnologías innocuas, uso intensivo de conocimientos y de organización de la mano de obra, etc.) reduciendo el uso de insumos externos, les posibilitó un mayor grado de subsistencia y autonomía en la gestión local de sus recursos y ecosistemas (como así lo confirman múltiples evidencias de estudios de la dinámica evolutiva de comunidades indígenas en las diferentes regiones).
Autor:
Walter Chamochumbi
Mag. Ing. Agrónomo, Consultor en Gestión Ambiental y Desarrollo
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