- El choque
- El rescate
- La inmensidad del dolor
- Los primeros auxilios
- Traslado a Chiclayo
- En Chiclayo ¿Solo un Milagro?
- Testimonio compartido
Hay creyentes y ateos, tal decisión pertenece a la intimidad de cada quien, pero hay hechos extraordinarios que los creyentes le llaman Milagros, este relato es uno de esos hechos extraordinarios.
Y se ajusta a una dramática realidad, vivida en los primeros días del mes de Junio de 1989 y se hallan consignados en la Historia Clínica No 191487 del Hospital Nacional del Norte "Almanzor Aguinaga Asenjo" del IPSS (actual Essalud) Chiclayo.
El choque
Tenía 34 años de edad, era Ginecólgo Obstetra del Seguro Social del Perú, de la Cooperativa Agraria de Pomalca yTumán, tenía dos preciosas hijitas de 8 y 1 año, me creía Marxista, en la Universidad había leído y discutido tanto, había sido dirigente estudiantil en una época difícil, durante la Dictadura Militar de los Generales Juan Velasco y Francisco Morales Bermudez, tenía ganada una Beca a España y tenía tantos proyectos en mi cabeza…pero la noche del domingo 4 de Junio de 1989, alrededor de las 9 de la noche, todo cambió, pues en el kilómetro 689 de la Panamericana Norte mientras conducía mi pequeño VW KI 3584 fui embestido por un jeep, sin placas, sin luces y sin gente, conducido por ebrios y drogadictos ¡Tal impacto cambio nuestras vidas!
El rescate
El impacto fue brutal, a unos 100 km. Por hora (dicen que es como caer del 10º piso de un edificio), el VW que iba de sur a norte, quedó en sentido contrario, el jeep (de esos de uso militar, de fierro puro) invadió mi carril y nos embistió salvajemente.
Quedé atrapado entre fierros retorcidos, con el tablero y el timón incrustados en mi abdomen y tórax, con el parabrisas hecho añicos en mi cara, fueron milésimas de segundos quise virar, girar, evitar el choque pero fue imposible, se me abalanzó con todo, las luces se apagaron y crecieron los lamentos por doquier…luego todo fue silencio, no perdí el conocimiento y comencé a gritar… ¡mis hijas, mis hijas!, no veía nada. Un fuerte dolor sacudía todo mi cuerpo, sentía que me introducían fuego, ardor indescriptible, la presión del timón me asfixiaba e impedía moverme, nadie respondía a mis gritos, todo era silencio, se escapaba la sangre por el fémur roto, sabía que podía morir en minutos, cerré los ojos y opté por lo más fácil… ¡Morir!, me encomendé al Señor y decidí esperar que el shock hipovolémico me condujera a la muerte, en estos segundos de agonía, ninguna idea venía a mi mente, no pensaba en nada, una angustia de muerte me había invadido, solo había silencio, solo reinaba silencio…los gritos de Karinita me devolvieron el valor…¡Papá, Papito…me duele mucho!- gritaba-, sus gritos me sacudieron..¡Hijita ya hijita!- le decía- mientras estiraba mi mano para socorrerla y logré acariciar su tobillo, le daba valor con mi voz apagada, estentórea y en esos segundos de terror que pone a prueba todo nuestro coraje y ya casi a punto de desfallecer…legó la luz, varios coches con sus luces encendidas iluminaban la escena y el siniestro, mucha gente se acercó y dieron rienda suelta a sus grandezas y sus miserias, pues mientras algunos ayudaban, otros robaban y saqueaban el VW, se llevaron todos los regalos que NATALE DEL PILAR había recibido, pues ese día ella había celebrado su Primer año de vida, las luces de los coches me permitieron descubrir con horror, que inerte, en el piso del VW y con su cuerpito cubierto de sangre y tierra…¡se hallaba sin vida mi adorada hijita!…grité como un loco, llorando estiraba mi mano prisionera tratando de levantarla, pero no la alcanzaba, no podía
Un señor alto se acercó, retiró la puerta rota, la levantó con mucha ternura, la limpió entre sus ropas, le hizo una cruz en su frente y la besó…
¡Lo miré!, ¡le supliqué! ¡Grité y Grité como un loco!,
¡Por favor dime que NO, devuélveme a mi hija, No No No!,
¡Natalie, llegó Papá!-gritaba en vano-
¡Mi niña!, dime que No por favor!
La acercó a mis labios y la bese con mi alma
La besé muchísimo, lloraba, recorrí toda su carita
Con mis besos, despierta hijita, despierta
Señor por favor la voy a retirar- me dijo- aquel samaritano
No te la lleves por favor devuélveme a mi niña
Se la llevo para siempre… ¡nunca más la volví a ver!
Lloré, lloré y lloré ¡Mi niñita estaba muerta!,
Es una maldita pesadilla…¡despiértenme por favor!- gritaba-
Dios mío conocí la locura, la demencia, la rabia, la impotencia
La inmensidad del dolor
Nunca más la volví a ver, estuve en Coma alrededor de 10 días, luego cuando empecé a recuperarme ya no estaba mi hijita, se había ido de mis brazos para siempre
Aquel buen hombre es Marcial Jáuregui, chofer profesional de la Vulkano, una empresa interprovincial, que circulaba en esa ruta, uno a uno rescató a todos mis seres queridos.
Al rato, sentía como me jalaban en medio de los fierros que me tenían prisionero, era Imposible respirar, el dolor y la presión me mataban. ¡No se puede! -repetían los improvisados rescatistas y me rendí, en el momento de caer inconsciente llegué a oír que decían ¡déjenlo ya murió! Luego supe que Napoleón Saldaña, chofer de ruta, de un jalón con la culata de su camión logró desprender el timón de mi pecho y eso me salvó la vida, me echaron a una camioneta y junto a toda mi familia comenzamos a mendigar atención medica.
Los primeros auxilios
Desperté con dificultad, con mucho dolor y vi como un coro de mujeres vestidas de blanco se aceraban a nosotros y nos miraban ¡Es el Cielo! -exclamé-, ¡Son ángeles! pensé-, pero al inclinar mi cuerpo descubrí a toda mi familia rígidos y cubiertos de sangre y tierra y comencé a llamar ¿Dónde esta Dios?, ¡llamen a Dios! -quería increparle mi desgracia-,… "Ya señor, ya han ido a avisarle al director…", No estaba en el Cielo, sino en el hospital de Chepén, el director un tal Montero Borseyú se negó a atendernos, por hallarse en huelga. Nos llevaron a Guadalupe, tampoco había médicos (estaban en Huelga), así que comencé a dirigir los primeros auxilios con técnicas y enfermeras: Manitol, Cloruro de Sodio, sosegón(pentazocina), pero no alcanzaba para sobrevivir, el colega Hércules Hernández acudió presto y nos metió en una vieja ambulancia y nos evacuó a Chiclayo, El dolor era insoportable, después supe que en esos momentos estaba con el Bazo roto, el Hígado y el Páncreas lacerados, con desgarros en el diafragma izquierdo, hematomas en el mesenterio, desgarros en el epiplón con perforación en intestino, con fracturas conminutas y sangrantes del fémur izquierdo y el metacarpo derecho.
Traslado a Chiclayo
Me despertaron los "baches", estaba en una ambulancia a mi lado izquierdo iba mi Karinita apenas gemía yo le acariciaba, le hablaba y ella no me respondía, entre mis piernas había puesto a mi Natalie ya inerte, está dormida ¿No? -Preguntaba reiteradamente-.
La enfermera Rosa Millones, que viajaba en la ambulancia con nosotros, trataba de consolarme, los minutos eran siglos, sentía morir, desfalleciente le exigía que me aplique sosegón y aumente el goteo a chorro, luego gritaba ¡Quiero morir! ¡Déjenme morir!, me parecía una pesadilla de la que quería despertar, serian ya las dos de la madrugada cuando, ya entrando a la ciudad frente a la fábrica La Concordia, ( Chiclayo), sentí bastante frío, luego angustia y finalmente miedo, mucho miedo, todo se nubló – es el fin pensé-y cerré mis ojos abrazando a mis Hijitas… ¡ Dr.! ¡Dr.- me hablaba la enfermera- era imposible ya no podía más (luego supe que en esos momentos estaba con 2 litros de hemoperitoneo y 3 grs. de Hemoglobina) cerré mis ojos y morí, una vez muerto, sentí paz y tranquilidad, un delgadísimo hilo de voz escuchaba a lo lejos y a lo cerca… ¡Resista Doctor.!. ¡Resista Doctor! ¡Su hija está viva, está viva doctor!,
Así Gritaba la enfermera Rosa Millones que iba a mi lado en la vieja ambulancia del Centro de Salud de Guadalupe…y vaya que resistí, con todo el valor y coraje que aún me quedaba en el fondo de los Tejidos, Resistí en medio de tanto dolor, de tanto pesar y desconsuelo.
En Chiclayo ¿Solo un Milagro?
Llegué a Chiclayo, al "Almanzor Aguinaga" sentí forcejeos, me llevaban de un lado a otro -es mi sepelio pensé- pero No, no era aún mi sepelio, estaba en la Emergencia, mis colegas habían ido a ayudarme- les habían avisado desde el pueblo de Guadalupe, situado a unos 100 kms de Chiclayo, que estaba llegando con Politraumatismo grave.
Cuando llegué a Emergencia aún tengo claramente grabadas en mis recuerdos los momentos mas dramáticos de mi vida, recuerdo que ingresé echado en una camilla, esta fue depositada en el suelo, se acercaron a mi varias personas, entre Médicos y otros profesionales de salud ahí presentes a esa hora difícil de la madrugada, recuerdo a una Obstetras delgada, que trabajaba conmigo, miraba absorta y anonadada de lejos, con sus dos manos en la cara, no se acercó al pasar cerca a ella rumbo al quirófano vi que lloraba, la Anestesióloga trataba de hablar conmigo y yo le respondía, pero como se demoraba le grité "ponte mosca que me muero"
luego me subieron a una camilla y me llevaron de prisa al 3º Piso donde quedaba Sala de Operaciones, recuerdo hasta que entré a la Unidad de Quirófanos…ya me esperaban, todos ellos eran mis compañeros de guardia, trabajábamos juntos.
Me operaron esa misma madrugada, abrieron una gran incisión para evaluar semejante traumatismo y evaluaron a medias pues sacaron el Bazo, epiplón, 10 cm de Intestino, drenaron el hemoperitoneo, suturaron Páncreas Hígado, diafragma…
Desperté varias horas después lleno de drenes y tubos, aún me sentía mal, tenía fatiga y cansancio, estaba monitorizado en la UCI, mis colegas Fang Li. Joel López- médicos intensivistas- y otros trataban de ayudarme, pero eran impotentes ante el inmenso dolor de perder a una hija, al recordar mi desgracia comencé a gritar ¡MI hijita, mi hijita. ¡Sédalo, sédalo! -dijeron- y me sedaron.
Al sedarme me quedé dormido, afortunadamente tuve aliento para exigir que re-evalúen el cuadro pues me sentía mal, tenia fatiga, respiración jadeante, algo va mal, les decía, entes que me seden
Desperté 10 días después, luego supe que me volvieron a operar porque seguí sangrando (hallaron 1200 cc de hemoperitoneo en la 2da. operación), suturaron de nuevo, drenaron el hemoperitoneo, lavaron cavidad; supe también que estuve muy mal. Hice bronconeumonía por aspiración, mis pulmones se llenaron de pus, hice septicemia, insuficiencia renal aguda, hice 3 paros cardíacos, por lo que me pusieron el respirador artificial Ohio PR-2, recibí 12 unidades de sangre. Se resignaron, me lloraron, decidieron sepultarme en Piura, en las faldas de un cerro, de espaldas al mar, donde había nacido 30 años atrás, me dieron los santos óleos, compraron la capilla, me creyeron muerto en cada uno de mis paros
Entre las 5 y las 8 de la mañana del 7 junio de 1989, según la historia clínica "la presión ha descendido a 30 pulsaciones por minuto. El pulso es filiforme apenas perceptible, respiración boqueante 1 a 2 por minuto (normalmente es 12 veces por minuto), ojos midriáticos y paralíticos, reflejo pupilar abolido, hipotermia, rigidez cadavérica, paciente agoniza, paciente en en trance de muerte…" escribió sin ningún escrúpulo el Dr. Raúl Porras.
Así permanecí 3 horas; afuera los rezos y oraciones eran mi única carta ¡era el fin! No había duda, era una agonía lenta, dramática y dolorosa, todos esperaron mi muerte, "él no es mi papá" gritaba Karinita al verme lleno de drenes, apósitos, sueros y tubos se resignaron…"para que ya descanse el doctor mucho está sufriendo" repetían las mas piadosas,
En la puerta de la UCI la familia tenía el llanto, las lágrimas y los gritos reprimidos en la garganta, el RP Remigio Cabrera, me daba los santos óleos por tercera vez, el Dr. Wang li- jefe de la UCI- repetía "sólo un milagro", "sólo un milagro", solo un milagro puede salvarlo, nosotros ya no… ¡Y ocurrió el milagro!…los signos vitales comenzaron a mejorar, aumentó la presión y el pulso, las pupilas se normalizaron, mejoró la respiración, al final de la tarde estaba mucho mejor ¡increíble! ¡Increíble!-repetían- la familia lloraba… Corrió la voz por todo el hospital ¡Milagro! ¡Milagro! ¡Solo un milagro podía salvarlo y se salvó!
15 días después me operaron de las fracturas conminutas, osteo síntesis y colocaron placas de platino.
45 días permanecí en un Hospital Nacional del Seguro Social del Perú, Un mes y medio viví día y noche en un Hospital, es bastante tiempo, recuerdo que lo que más anhelaba era salir, regresar a casa, jugar con mis hijas, hacer la vida que hacía, pero la realidad calcinaba mis sueños, la realidad era otra, una de mis pequeñas hijas había muerto, ya no había coche, ya n o había casa, ya no había consultorio (en ambos lugares habían robado sin piedad, sin misericordia), conocí el Cielo hermoso y el Infierno, comí lo que se come en un hospital, dormía a la hora que se duerme en un hospital, veía en mis largas noches de insomnio a cucarachas y fantasmas que corrían por el cuarto y los pasadizos, supe de historias que ahí se cuentan, las luces se encendían y apagaban de la nada, se oían voces que llamaban de cuartos vacíos sin pacientes, supe del llanto guardado en las almas que alguna vez tuvieron cuerpo.
45 días después me dieron de alta, había perdido 17 kilos, salí con cicatrices físicas y síquicas, que van a doler toda la vida, saboreé minuto a minuto el ácido dolor que puede sufrir el ser humano, el más invalidante de todos los dolores ¡el dolor de perder una Hija, una pequeña Hija, justo en el día que cumplía su primer añito de vida!, los criminales nunca pagaron su culpa, el juicio fue una farsa, nunca el juez aquilató en su conciencia el valor de una vida, menos el valor de una hija, mucho menos aquilató el infortunio de unos padres de quedar huérfanos de hija, un juez que no valora la vida y no hace justicia es un juez que no vale nada, curiosamente nunca me obsesioné en buscar castigo para estos jóvenes asesinos, el recordar me lastimaba, quería olvidar todo, quería enterrar todo, voltear la página para seguir viviendo con el recuerdo fresco, lozano, jovial, con los suaves besos que le daba en sus mejillas, con los ósculos que nos dabamos, con su tierno cuerpito durmiendo a mi lado, con esos recuerdos me eché a vivir, confieso que es muy doloroso, uno siente tentaciones perversas
Salí del hospital caminando con ayuda de dos muletas, en medio del aplauso de mis colegas, un emotivo homenaje que no lo esperaba, que lleno de valor y aliciente la mochila con la que me enfrentaría de nuevo a la vida, sentí miedo cuando vi la calle, el sol del invierno, atrás quedó el otoño de junio y salí a enfrentarme de nuevo a la vida a mi lado,
prendida de mis ropas caminaba, casi asustada, Karinita, mi hijita de 8 años, la valerosa niña que sobrevivió y venció a la muerte y al infortunio, aquella infausta noche en que las sombras del misterio y las rutas taciturnas de la vida, se llevaron a mi Natalie para siempre.
Hoy sé que encima de los avances tecnológicos, encima del marxismo, de las dudas, encima de los ateos, hay una fuerza y un espíritu superior llamado DIOS, lo que ocurrió en Junio de 1989 es una prueba de su existencia; y aquí estoy de nuevo en la vida, con los recuerdos frescos, con la inmensa pena atada al ayer y a la eternidad, sin odios, ni revanchas, para dar testimonio que Dios y sus milagros existen y agradecer a los Médicos, verdaderos héroes de esas jornadas, sin Uds. no hubiese podido sobrevivir en las 3 operaciones que me realizaron, sin Uds. .No hubiese sobrevivido en la UCI, sin los neurólogos anestesiólogos, sin la reconstrucción biónica de los traumatólogos, sin los infectó logos, neumólogos… ¡No hubiese podido sobrevivir!, gracias desde el fondo del alma.
La Vida es un camino , una larga y doliente avenida, hay emboscadas en medio de sus recovecos, hay flechas que surcan los aires, no son las flechas de Cupido, son flechas que salen del infierno en busca de almas, lo más importante de este noche en que las puertas del infierno se abrieron de par en par es saber que la mejor herencia que unos padres pueden dejar a sus hijos es el valor con el que deben enfrentarse a las emboscadas de la Vida y ese valor se les debe inculcar desde pequeños…a veces pienso, que realmente esa noche he muerto, si que he muerto, que esa noche mi hijita Natalie se llevó mi alma a los insondables espacios donde ella reposa y pienso realmente que lo que falta es que algún día alguien entierre mi cuerpo.
El Infortunio no es para quien muere, sino para quien sobrevive y tiene que cargar este dolor, en medio de una geografía que se sigue recorriendo día a día en medio de tropezones, abismos, acantilados, porque aquella noche sinceramente fue el derrumbe abrupto de unas vidas, fue una caída inesperada, fue rodar por los acantilados de la Vida.
Testimonio compartido
Soy el Médico Miguel Palacios Celi y pertenezco a la histórica XVI Promoción de Medicina de la Universidad Nacional de Trujillo y al igual que cientos de colegas, tal vez miles, hemos cruzado en algún momento la frontera y nos hemos convertido en Pacientes de enfermedades mayúsculas, el destino, ha querido darme, en el nivel fortuito que me corresponde, el privilegio de compartir este Testimonio, lo cual agradezco.
Esta historia empieza Hace algunos años, cuando conducía mi auto por la Panamericana Norte y a la altura del Km 679, antes de Guadalupe, un domingo de junio, fui embestido por un coche conducido por jóvenes ebrios, que impactaron mi vehículo con tal violencia, que en el acto mataron a mi pequeña hija, que viajaba conmigo, inconsciente y Poli traumatizado, fui auxiliado por generosos Choferes de ruta que me evacuaron al Hospital Almanzor Aguinaga de Chiclayo, donde justamente, trabajaba como Ginecólogo Obstetra, cuando los Cirujanos abrieron mi abdomen, encontraron 2 litros de sangre libre en cavidad, tenía 3 gr. de Hemoglobina, había estallado el Bazo, había múltiples laceraciones en Hígado, Páncreas, Intestino, el epiplón y el mesenterio sangraban desgarrados, tenía fracturas conminutas sangrantes y con pérdida de sustancia en Fémur y Metacarpo; los colegas necesitaron para reconstruirme 3 Laparotomías, una reducción cruenta, además de injertos óseos y placas de platino, me transfundieron 12 Unidades de Sangre, soporté muchas complicaciones, bronconeumonía por aspiración, sepsis, insuficiencia renal, agonicé y resucité en cada uno de los tres paros cardiacos que soporté, recibí los Santos Óleos, bajé a los infiernos y conocí al mismo diablo, sobreviví soñando que ya no podía haber, peor sufrimiento que el que habíamos pasado, el Presidente del Cuerpo Médico dijo ¡Solo un Milagro podía salvarlo y se salvó!, me distinguieron como Héroe, 45 días después salí de Alta, en una silla de ruedas, ante el aplauso de mis colegas, había perdido 15 kilos, 5 meses después, mi mujer me devolvió mi blanco guardapolvo de médico, me dio un beso y lleno de dolorosas cicatrices físicas y en el alma, me reintegré a seguir ejerciendo con éxito la Medicina.
20 años después, mientras conversábamos en casa, tocaron a la puerta, cuando abrí, estaba parado frente a nosotros, con una amplia sonrisa un Hepatocarcinoma con abundante desmoplasia, vengo por ti, me dijo y se quedó con nosotros.
Durante todos estos 20 años, sin que me dé cuenta, millones de icosaedros virones ARN, habían echo leña al Hígado, lo había llenado de fibrosis y cicatrices, los minúsculos seres, entraron a mi sangre con las Transfusiones sanguíneas que recibí durante el accidente… ¡Era un contagio!
No lo podíamos creer, Devolví el guardapolvo blanco a mi esposa y dijimos como Vallejo… Señor, ¿de donde sacas tanta tristeza y tanto dolor?…el Señor no respondió.
Y durante los 2 años siguientes, con sus días y largas noches, llenas de dolor y sufrimiento, en medio del espanto y la ansiedad, recorrimos los pasadizos de clínicas y hospitales, al final me dijeron Colega ¡Solo un Trasplante, puede salvarte!…¿un trasplante?, bueno, casi nada- dijimos-, hicimos la cola en la Lista de Espera de Trasplante Hepático del Hospital Almenara, poco a poco entre consulta y consulta, entre exámenes y exámenes, se agravaban las molestias, soporté biopsias, radio ablación, endoscopías, ligadura de Várices esofágicas, dietas, restricciones, hematemesis y melena, perdí 15 kilos de peso, la piel se tornó ictérica las mucosas también, insomnios, cansancio y fatiga me consumían, uno, dos y hasta tres intentos fallidos de Trasplante en el Almenara, el valor y el coraje ya no daban para tanto, Hasta que las transaminasas se cansaron de esperar, las albuminas también, la bilirrubina elevó sus niveles y la Vena mesentérica agresiva, acosaba al encéfalo…el despertar vivo era ya, un milagro.
El 15 de Octubre del 2008, mi valiente esposa, llevó lo que quedaba de mí, al Hospital Almenara, un fallo hepático se estaba instalando, en Emergencia me acostaron en una camilla, para que muera dignamente, rodeado solamente de mi mujer y mis hijos, mis colegas alrededor repetían… ¡Solo un Trasplante! ¡Solo un Trasplante!, Y a las 2 de la madrugada, mientras agonizaba, se acerca un hombre maduro, pelo entrecano y barba crecida, presuroso, casi corriendo, acompañado de otro Hombre mas joven que mas parecía Sacerdote, lucían cansados, tensos, me miró, puso su mano en mi hombro y me dijo "Te tocó Palacios, tenemos un Hígado" y dirigiéndose al personal gritó ¡Súbanlo a Sala de Operaciones! Y me subieron…¡era el Dr. José Carlos Chaman Ortiz, Jefe del Departamento de Trasplantes del Almenara, y el Hepatólogo Pedro Martin Padilla!… esa noche al mando de una élite de Cirujanos, osados y valientes, abrieron una larga incisión en mi abdomen, removieron y extirparon gentre aplausos el Hígado canceroso e implantaron el Hígado sano, fuerte e impoluto de un joven de 28 años, muerto en accidente y que su familia tuvo la grandeza de aceptar la Donación Generosa y Gratuita de sus órganos, y tras 15 horas de Operación volví a la Vida en las manos de Cirujanos que se dejaron guiar por Dios para vencer a la muerte, en medio de tensiones y adrenalina.
A los 2 meses y medio, mi esposa, me devuelve mi viejo y querido guardapolvo blanco, me da un beso y me piropea diciendo "Bienvenido Valiente luchador" y aquí estoy de vuelta a la Vida, en medio de mitos y leyendas, lleno de cicatrices y misterios, indefenso, inmuno suprimido, pero con el Corazón lleno aún, de flores rojas para compartir.
Colegas
Las experiencias vividas me han enseñado que Los pacientes quieren que el Médico los salude, los escuche, le mire a los ojos, ponga su mano en el hombro, haga lo correcto, prescriba lo justo y los consuele, los Pacientes quieren del Médico,… ¡el Encanto de su Ciencia, la Magia de su Arte y el hechizo de su Verbo!
Amigos, Yo no sé que me depare la Vida, Yo no sé que me depare el destino, pero hasta que se apague mi voz, seré siempre un vivo testimonio de la Inmensidad de Dios y de la Grandeza de la Medicina y sus Médicos.
Autor:
Miguel Palacios Celi