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Acercamiento a la narrativa de Rafael Soler Martínez: Análisis del cuento Carta a la madre


  1. Obras
  2. Bibliografía

La vida cultural del país, luego del triunfo de la Revolución Cubana en 1959, estuvo emplazada hacia una adaptación de la política en pos de la instrucción y educación del pueblo. Esto se fundamentó en 1961 tras la necesidad y solicitud de los intelectuales de recibir orientación sobre que ocurriría en materia de creación artística.

Desde 1966 hasta 1968 se da un clima creativo de indudable riqueza. Se convocan premios de la UNEAC y David de narrativa y se funda la revista Caimán Barbudo. Se publican y estrenan libros y películas que marcarían la cultura cubana como Paradiso, Biografía de un cimarrón, Lucía, Memorias del subdesarrollo, entre otros. Se fundan desde 1959 : el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), la Casa de las Américas y la Dirección de Cultura, luego Consejo Nacional de Cultura (CNC), en 1967 el Instituto Cubano del Libro (ICL), hasta la creación del Ministerio de Cultura en 1976.

El proceso de institucionalización de la cultura fue profundizándose en manos del Consejo Nacional de Cultura y su concepción "ortodoxa". Las interpretaciones dogmáticas del algunos dirigentes culturales del país como Héctor Pavón provocaron que desde finales de la década del 60 y principalmente la del 70 fuera una triste etapa para la narrativa cubana, conocido como Quinquenio gris.

Durante este periodo se impuso el realismo socialista como expresión estética, que se erigía como vehículo de la veracidad, como camino del conocimiento y como arma para la transformación. Una apreciación ideológica, instituida como medida valorativa fundamental, a lo largo de este período, redujo el espectro de la literatura de la isla a través de la categorización política más simplista de los procesos estéticos y los resultados artísticos.

El esquematismo y la creación de modelos literarios permitidos por la lucha ideológica del momento (fenómenos hoy reconocido por las autoridades culturales y políticas cubanas), entre otras muchas causas de origen no cultural, convirtieron a los años que transcurren entre 1972 y 1980, aproximadamente, en una tierra improductiva.

Aunque siguieron destacándose algunos nombres surgidos antes de la Revolución, como, Dora Alonso, Onelio Jorge Cardoso, Reynaldo González, José Soler Puig, entre otros.

La década del 70 va a tener como antecedentes literarios a autores como José Lezama Lima, Alejo Carpentier, Onelio Jorge Cardoso y Lino Novás Calvo que venían ya con una obra sólida desde la época pre-revolucionaria. A estos se suman jóvenes narradores que vieron la solidez de su obra en los primeros años de la revolución como Guillermo Cabrera Infante, Antonio Benítez Rojo, Eduardo Heras León, Jesús Díaz, Norberto Fuentes, Reinaldo Arenas, Manuel Cofiño, y José Soler Puig, entre otros destacados nombres.

Libros como Tres tristes tigres, de Cabrera Infante, Celestino antes del alba, de Reinaldo Arenas, El escudo de hojas secas, de Benítez Rojo, Los pasos en la hierba, de Heras León, Los años duros, de Jesús Díaz, Condenados de Condado, de Norberto Fuentes, Paradiso, de Lezama Lima, El pan dormido, de José Soler Puig y El siglo de las luces, de Carpentier, por sólo citar algunas, hoy constituyen clásicos de la Literatura Cubana de todos los tiempos y demuestran la madurez literaria y proyección universal alcanzada por nuestras letras en un momento similar de auge para la literatura latinoamericana.

Precisamente en este ámbito de escritores paradigmáticos, se inscribe la obra literaria de Rafael Soler Martínez (1945 – 1975). La crítica lo destaca a pesar de su escasa creación (interrumpida por la muerte a los 30 años) con dos colecciones de cuentos imprescindibles para la historia de la narrativa de la Revolución: Noche de fósforos y Campamento de artillería.

Hijo del novelista José Soler Puig. Se dio a conocer en 1967 en las páginas de la revista Taller Literario (Santiago de Cuba) con un cuento. En 1968 asistió al Congreso Cultural de La Habana, y en 1970 se graduó de Ingeniero Eléctrico en la Universidad de Oriente, de la que pasó a ser luego profesor de computación.

Rafael tuvo la oportunidad de participar en la Campaña de Alfabetización y en movilizaciones militares experiencias que marcan su obra.

Falleció mientras practicaba caza submarina en costas cercanas a su ciudad natal. Sus textos aparecieron en las revistas Verde Olivo, Bohemia y Casa de las Américas, y póstumamente en las antologías Cuentistas jóvenes (1978), Cuentos de amor (1979), Dice la palma(1979), Ese personaje llamado la muerte(1983) y Cuentos rurales cubanos del siglo XX (1984).

En 1975 obtuvo recomendación en el concurso Casa de las Américas por Campamento de artillería, cuaderno de relatos con el que ese mismo año recibió mención en el concurso 26 de Julio de las FAR. En 1974 fue distinguido con el premio de cuento del concurso 28 de mayo, Combate del Uvero, por su libro Noche de fósforos, tras cuya publicación se inicia una nueva etapa en el proceso evolutivo del género, como ha observado la crítica.

Obras

Campamento de artillería (cuento), 1973, Noche de fósforos (cuento), 1976, / Un hombre en la fosa (cuento), 1980.

La cuentística de Rafael Soler revela muchas de sus vivencias, y lo hace desde la perspectiva de un participante, sin intenciones moralizantes y didácticas, sino como quien va descubriendo las cosas y anotándolas.

El mérito de Rafael Soler, apunta Salvador Redonet[1]consiste precisamente en haber actualizado la cuentística no solo en relación con lo que se escribía en los primeros años de los 70, sino también en relación con la publicada en la segunda mitad de los años 60: viejos asuntos de los que se extraen nuevos temas y conflictos, la fusión estéticamente lograda de lo individual  y lo colectivo, el hallazgo de su forma —la frase limpia, escueta, cargada de significado—, el no imponerse formas de estructuras hasta entonces en boga —y aún vigentes—; pero que no se adecuaban a su modo y a su mundo artístico; y especialmente, los nuevos personajes que entran con fresca voz al universo de la cuentística.

Carta a la madre que se incluye en la compilación Noche de fósforos es un relato corto de perfectas técnicas narrativas donde se retoman temas de asuntos y conflictos propios de principios del triunfo revolucionario. El argumento del cuento es el de un joven brigadista que alejado de su casa se enfrenta a nuevas experiencias vitales marcado por la necesidad de comunicarse con su mamá.

El tema del cuento es la ultracorrección estilística de una carta. Está recreado en el contexto de la campaña de alfabetización, recordando quizás su propia experiencia de vida.

La trama del cuento es un joven alfabetizador que se enfrenta a la dura tarea de escribirle una carta a su madre en la que debe referirle su acontecer diario. El joven se debate entre el tono formal o informal que debe llevar la carta dirigida a su madre, autoflagelando constantemente su misma creación.

El brigadista tachó «Querida madre,» puso «mamá», y volvió a leer lo que había escrito: Después de largas horas de marcha, entre montes y ríos vertiginosos, hemos culminado nuestro viaje y, sobre la cima de una montaña…Tachó «vertiginosos»: la literatura moderna se hacía con la menor cantidad posible de adjetivos.[2]

De manera implícita en su trama demuestra cómo los escritores cubanos estaban escribiendo acorde a los presupuestos estéticos que se impuso en esta etapa de Quinquenio gris. El cuento es la prueba de que la literatura no iba a trascender por solo querer exponer el comprometimiento de una narrativa socialista sin tener en cuenta la creación individual.

Podía morir allí, de modo que aquella carta se convirtiera en lo último que escribiera, dejando de ser una simple carta a la madre para convertirse en algo así como un documento, lo último que escribiera un hombre que había muerto por la revolución, en la tarea de llevar la educación al campo.[3]

La utilización del concepto de la carta que deviene en documento es un símbolo del esquematismo de la estética socialista que simplificaban los procesos convirtiéndolos en categorías políticas.

La coloquialidad del cuento permite el acercamiento del lector al mismo, sintiéndose participe como narratario de las decisiones que toma a su paso el personaje protagonista.

Se propuso describir la llegada al monte y hacerlo de tal modo que la madre sintiera lo que él había sentido en el camino. Creía que no se iba a trabar en ningún lado, porque imaginaba el contenido de la carta y sentía que lo tenía todo bien metido en un cuadro pequeño que podía abarcar con facilidad: el río, las lomas ,los bohíos, el ruido del Toa.[4]

Rafael Soler logra mediante este narrador en tercera persona omnisciente, despertar el sentir de una generación de escritores de la promoción del 70 que se enfrentan a la necesidad de decir entre líneas, ya que las ideas dogmáticas que caracterizaban la política cultural frenaban la creación artística.

Había estado a punto de hacer algo ridículo, pero lo había comprendido y ya no iba a hacerlo. La lluvia cogería aquella bolita de papel y borraría las letras y nadie tendría pruebas de que él había escrito así.[5]

Una defensa a la diversidad cultural sobre el principio de respeto a todas las culturas se muestra en el cuento, a través del sostenimiento de la individualidad artística frenada por la ortodoxia cultural.

Comprendió que no podía volver a escribir como antes. Y tampoco le salía nada en otro tono. Como ni siquiera sabía en que tono iba a escribir decidió escribir sin ninguno, sino simplemente, como si le contara a la madre lo que quería contarle, con las palabras que le salieran. Solo así pudo escribir.[6]

El fragmento anterior muestra la incertidumbre a la que se enfrentaron los escritores de esta promoción, ante las barreras que le imponía el realismo socialista como tendencia estética, llegando en su mayoría a cambiar su estilo, ya creado, e incluso hasta abandonar la vida como literato.

El cuento logra magistralmente alejarse de las funciones inquisitivas y cuestionadoras que marcaba a la literatura cubana en el periodo, con un personaje que se debate entre su estilo modernista o la depuración estética del realismo socialista.

Sintió que en lugar de decirle algo a la madre estaba aplastándola con la carta, que en realidad sus palabras estaban diciendo otra cosa:« Mira que elegantemente puedo escribir, mira las palabras que soy capaz de usar». Y más que las mismas palabras, era el modo en que estaban ordenadas, dándole a lo escrito un tono prepotente, que se notaba enseguida.[7]

El cuento muestra los cambios por venir en el plano compositivo del relato breve. Pero más que la técnica es el reflejo de la germinación de una sensibilidad distinta lo que hace significativa y trascendental la cuentística de Rafael Soler. Muestra como desde un personaje cubanizado pero que se transmuta en universal se refleja la crítica implícita a las normas de censura y autocensura que afectaron la creación artística, determinándola incluso.

Bibliografía

Colectivo de autores: Revolución , Letras y Arte. Editorial Letras Cubanas, Ciudad de la Habana, Cuba, 1980.

CubaLiteraria: Biografía de Rafael Soler en [email protected] consultado viernes 16 de diciembre del 2011.

Del Valle Casals, Sandra: Revolución, política y cultura. En Perfiles de la Cultura Cubana de mayo-agosto del 2003.

Depestre Catony, Leonardo: Rafael Soler, cuentista en [email protected] consultado viernes 16 de diciembre del 2011.

Garrandés, Alberto: El cuento cubano en los últimos años en « Anales de literatura Hispanoamericana», vol.31, 2002.

Instituto de Literatura y Lingüística "José Antonio Portuondo Valdor" Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente: Historia de la Literatura Cubana. La Revolución (1959-1988). Instituto Cubano del Libro, Editorial Letras cubanas, La Habana, 2008, t. III.

Redonet, Salvador: Contar el cuento en Revista de Literatura Cubana, Año III, No. 4, La Habana, enero de 1985.

Rodriguez, Carlos Rafael: Concepciones ideo-estéticas en la política cultural cubana en la década del sesenta en http://www.ucf.edu.cu , consultado el viernes 16 de diciembre del 2011.

Soler, Rafael : Noche de fósforo. Editorial arte y literatura, La Habana, 1974.

 

 

Autor:

Bárbara Anialkys Caballero Ramírez

 

[1] En Contar el cuento (1959-1983), Revista de Literatura Cubana, Año III, No. 4, La Habana, enero de 1985, p. 70.

[2] Rafael Soler: Carta a la madre en Noche de fósforo. Editorial arte y literatura, La Habana, 1974 , p.37

[3] Rafael Soler: Carta a la madre en Noche de fósforo. Editorial arte y literatura, La Habana, 1974 , p.36-37

[4] Rafael Soler: Carta a la madre en Noche de fósforo. Editorial arte y literatura, La Habana, 1974 , p.35

[5] Rafael Soler: Carta a la madre en Noche de fósforo. Editorial arte y literatura, La Habana, 1974 , p.38

[6] Rafael Soler: Carta a la madre en Noche de fósforo. Editorial arte y literatura, La Habana, 1974 , p.39

[7] Rafael Soler: Carta a la madre en Noche de fósforo. Editorial arte y literatura, La Habana, 1974 , p.38