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Articulación, intercambios y necesidad de dineros alternativos en la economía regional (el caso del Cusco)


Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. Planteamiento del problema
  3. Contexto regional: espacios mercantiles restringidos y reproducción del capital
  4. Dinámicas demográficas, sociales y productivas
  5. La economía y el desarrollo regional a través de las relaciones intersectoriales
  6. Articulación rural-urbana
  7. Dinámica comercial en la cuenca del Vilcanota
  8. Ferias anuales
  9. Ferias, dinero y articulación mercantil
  10. Relaciones entre campesinos y comerciantes
  11. Un recurso monetario escaso: el crédito en dinero
  12. Crédito rural
  13. Crédito para la producción
  14. Conclusiones
  15. Referencias bibliográficas

El artículo busca dar cuenta de manera resumida del bloqueo y la subacumulación al nivel del espacio regional, mediante la caracterización de las relaciones mercantiles e intersectoriales, las dinámicas demográficas, sociales y productivas, así como de la articulación (¿desarticulación?) rural/urbana. A continuación se centra en la dinámica comercial de las ferias, y marginalmente del crédito, en una región intermedia: la Cuenca del Vilcanota. Una cuestión importante a destacar de entrada es que el dinero tiene un rol y sirve a propósitos diferentes, según el espacio que se trate: no es lo mismo el dinero como capital cuyo espacio de reproducción es a escala regional y que sirve a los propósitos del desarrollo centralista, del dinero como medio de cambio o unidad de cuenta para la circulación simple de mercancías en espacios más pequeños (i.e. a escala local y microrregional). Se termina esbozando algunas conclusiones en función del objetivo planteado en la introducción.

Introducción

El presente artículo tiene la finalidad de identificar algunas condiciones materiales y económicas, para la implementación de un esquema monetario heterodoxo de dineros alternativos en los términos que planteara Schuldt (1997). La pregunta inicial, entonces, es: ¿por qué dineros alternativos?

La pertinencia e interés del tema busca (re)aperturar un debate, ausente en los últimos años, en procura de respuestas frente a la crisis del desarrollo por la que atraviesa la economía regional. Dicha crisis, que es además de larga duración, se explica por las modalidades que siguió la configuración del espacio regional a partir de las relaciones entre Estado y mercado en lo económico, así como entre Estado y Región en lo político.

El desarrollo de la economía regional se halla bloqueado debido a la subacumulación, que tiene mucho que ver con la procedencia, destino y retorno de la inversión o del capital-dinero. La subacumulación es por lo demás el problema económico fundamental de todas las regiones en el Perú (Gonzáles; 1989, 33). Tal contexto nos sirve de marco para plantear la cuestión de los dineros alternativos. Aquí se postula que la identificación, diseño e implementación de esquemas monetarios heterodoxos desde la escala local, puede ser uno de los instrumentos importantes para ir resolviendo los problemas del desarrollo regional, en este caso para dinamizar los intercambios y promover los mercados.

Planteamiento del problema

La economía del Cusco y la Región Inka no se formaron en base a sus respectivos espacios mercantiles. La lana, antes de 1970, así como el turismo, la minería de Tintaya y los grandes proyectos de inversión del Estado en la época más reciente, organizaron la economía regional en función, por un lado, de su articulación con el mercado internacional y, por otro, del patrón de desarrollo centralista del país. En este sentido, la acumulación y reproducción espacial del capital son extraterritoriales, pues los excedentes se apropian y capitalizan fuera de la región donde se generan.

En estas condiciones el desarrollo de la economía regional se halla bloqueado debido a la subacumulación, que tiene mucho que ver con la procedencia, destino y retorno de la inversión o del capital-dinero. La subacumulación es por lo demás el problema económico fundamental de todas las regiones en el Perú (Gonzáles; 1989, 33).

A la sombra de este patrón dominante que extrae y exporta los principales excedentes, existe una dinámica regional comprendida por los intercambios y circulación de bienes, fuerza de trabajo y dinero entre microregiones, así como entre éstas con el centro administrativo regional y los centros urbanos. Es decir, existe -al menos en estado germinal- un mercado regional donde la articulación opera a través del comercio, el transporte y los servicios (incluye entre otros al sector financiero y los servicios del Estado) y donde, además, el Estado (regional, sectorial) mediante políticas de gasto e inversión (infraestructura, vías de comunicación) desempeña un papel mediador o articulador de la inserción de los productores en los espacios de reproducción social.[2]

Contexto regional: espacios mercantiles restringidos y reproducción del capital

Los espacios mercantiles son espacios construidos donde viven los campesinos y su alcance restringido se debe, desde el punto de vista de su articulación e inserción, al carácter semimercantil de la economía de dichos productores. Cada espacio mercantil se asienta sobre un espacio geográfico (cuenca, microcuenca, valle), y ambos elementos permiten identificar una microregión (Gonzáles; 1982, 225).

El espacio mercantil alude a la dimensión económica de lo que podríamos denominar el espacio campesino. Este encierra también otras dimensiones: la organización social, las prácticas culturales y creencias religiosas, la distribución de cargos y la estructura de poder. En este sentido se habla asimismo de un espacio social, cultural, político e ideológico.

El espacio campesino resulta entonces de las relaciones internas así como de estas en correspondencia con el medio natural. Se desarrolla en virtud de una serie de estrategias de ocupación, apropiación, integración y transformación del territorio mediante el poblamiento, el uso del suelo, la gestión de los recursos, la red de relaciones con otros espacios campesinos (de trabajo, intercambio de productos), así como los circuitos y flujos que se crean con los espacios urbanos. Puede decirse que dichas estrategias son fundamentalmente económicas, mientras que las actividades que permiten ordenarlas, organizarlas y administrarlas son básicamente sociales.

La apropiación y transformación del territorio es un proceso permanente y cambiante en el tiempo, debido a las difíciles y diversas condiciones ambientales, la precariedad de los recursos (escasez de agua, suelos cultivables), los propios conflictos internos, el crecimiento demográfico, así como las presiones externas provenientes de las relaciones de mercado, las políticas del Estado y las clases sociales con intereses regionales (capitalistas, rentistas). Las formas de apropiación son variables y responden a distintas necesidades; el territorio resulta ser así un producto de la intervención humana y una porción del espacio como, p. ej., el espacio productivo.[3]

Si la base real de las regiones y de los procesos de regionalización está en la formación de espacios mercantiles (Gonzáles; 1982, 223), en estos últimos subyacen procesos de apropiación y transformación del espacio, en otros términos, la producción de territorio. La economía regional es el espacio de reproducción del capital, mientras que los espacios mercantiles vienen a ser la esfera de circulación de mercancías y dinero; desde el punto de vista de la economía política, ambos espacios son regulados por la ley de la acumulación y la ley del valor, respectivamente. Los espacios y microregiones campesinas, no obstante su carácter mercantil restringido, cumplen entonces un papel en la articulación entre capitalismo y no-capitalismo a nivel regional.

La reproducción del capital a escala regional supone la reproducción de las clases sociales y de sus respectivos espacios que le son funcionales, incluyendo por supuesto los espacios campesinos. En el caso de estos últimos, sin embargo, la comunidad y microregión no son los únicos espacios de reproducción social. También lo son la ciudad-eje y los centros urbanos menores como lugares de destino (temporal, definitivo) o de tránsito de las dinámicas demográficas rural-urbanas. En este sentido, la región es el espacio de reproducción macroeconómico de los campesinos, y las dinámicas demográficas son un "resultado complementario" o -si se quiere- "la otra cara" de la acumulación de capital (Gonzáles; 1982, 231).

En el Cusco el capital productivo, cualquiera halla sido su procedencia, se ha instalado segmentadamente, articulando verticalmente ciertas actividades, ramas y sectores: minería de cobre de Tintaya (provincia de Espinar), explotación del gas de Camisea (La Convención), turismo (Cusco, Calca, Urubamba), cultivo de cebada (Paucartambo, Maras) e industria cervecera (Cusco), lanas (provincias altas). Prácticamente en todos estos casos los excedentes y las ganancias no tienen ni han tenido como espacio de acumulación a la región. En cambio, las microregiones campesinas se articulan e integran mercantilmente en la región, a través de la circulación de mercancías con la ciudad-eje y los centros urbanos menores (Sicuani, Quillabamba)[4], siendo estos los espacios de realización de la ganancia comercial y financiera.

Dinámicas demográficas, sociales y productivas

Existe un crecimiento urbano general debido a las migraciones particularmente hacia Cusco y Sicuani, más que al desarrollo de la industria. De 1981 a 1993 los distritos crecieron relativamente más que las provincias. Las ciudades intermedias han adquirido importancia por la actividad comercial y los servicios, como mercados de consumo y por la actividad industrial a pequeña escala. Estos espacios han llegado a articular mercantilmente sus respectivos entornos rurales, a través del intercambio (ferias), el empleo temporal en la construcción y en actividades terciarias, así como la producción de artesanías. Las ciudades intermedias no pueden crecer ni desarrollarse sin un entorno rural económicamente funcional.

El crecimiento urbano se traduce en demanda por mejores condiciones de vida, nuevas pautas de conducta, valores, actitudes, normas, creencias y estilos de los sectores populares, que los llevan a crear múltiples y variadas formas de organización institucional. La existencia de espacios institucionales urbanos de origen popular (comités barriales, de vaso de leche, organizaciones vecinales, comités distritales de desarrollo, clubes, asociaciones, etc.) tienen un papel de interlocución frente al Estado, gozan de legitimidad, y expresan un proceso de construcción de institucionalidad para satisfacer necesidades.

Respecto de las dinámicas productivas son importantes las micro y pequeñas empresas, particularmente las que se hallan en las ramas agroalimentaria y artesanal, tanto en número como por factor empleo y por su mayor articulación con las actividades agropecuarias. En las áreas rurales es necesario prestar atención al surgimiento, desarrollo y especialización que ha ido adquiriendo la industria doméstica o la microindustria rural, al interior de la economía familiar. Esto es parte de los cambios que se están produciendo en el paisaje agrario de la región, como uno de los efectos de la creciente mercantilización de la economía de los campesinos.

La condición campesina se halla atravesada por varios procesos económicos, sociales y culturales que inducen una redefinición: creciente urbanización de costumbres, modos de pensar y hábitos de consumo; importancia que ha adquirido el dinero para satisfacer necesidades (el campesino se ha vuelto también un consumidor de bienes urbanos); surgimiento de actividades mercantiles para el mercado como las artesanías para el turismo, y pequeñas actividades de transformación de tipo microempresarial con el apoyo de instituciones de desarrollo.

Los campesinos no han encontrado mejor manera de luchar contra el estancamiento y la precariedad de sus recursos, que incorporándose a los espacios mercantiles como productores agrarios y precio-aceptantes en las relaciones de intercambio. Es decir, han empezado a interiorizar y adaptarse a las señales del mercado que les son transmitidas por la cadena de intermediarios. Estos últimos son la correa de transmisión de lo que las ciudades demandan del campo como producción agraria. Independientemente de ello, o paralelamente a este proceso, los campesinos y sus microregiones mantienen entre sí una activa relación mercantil a través de las ferias que -como se verá luego- tienen una función de reproducción económica y social.

La agricultura y el factor tierra son los principales sostenedores de la economía doméstica: es su seguro contra riesgos. Las principales tendencias en torno de la tierra son la intensificación del uso del suelo agrícola, el aumento en número y superficie de la pequeña y mediana agricultura que se asocian con un proceso de parcelaciones, el incremento de la superficie de los minifundios; un proceso de redistribución y privatización de tierras al interior de las comunidades. Los propietarios comunales en las provincias altas y los particulares (campesinos colonos y asociados) en zonas de frontera agrícola como La Convención, vendrían a ser los nuevos actores agrarios en el escenario regional.

La urbanización generalizada ha impactado ocasionando modificaciones en la composición de los cultivos y el uso del suelo. Las tierras de valles interandinos, próximas a las ciudades y que disponen de riego, así como las de ceja de selva, han sido privilegiadas por el mercado para la producción de cultivos comerciales y alimenticios, destinados al consumo urbano y para la exportación, siendo también favorecidas por el crédito. La ubicación, distancia, acceso a vías de comunicación y calidad de las tierras son ya factores que están diferenciando a las microregiones campesinas, entre las que se están especializando para el mercado regional y aquellas otras que se mantendrán como espacios mercantiles restringidos cuya incursión en el mercado va a ser marginal.

La economía y el desarrollo regional a través de las relaciones intersectoriales

El desarrollo urbano en la región no ha descansado en la industrialización, entendida como relaciones de interdependencia tecnológica y productiva, sino en la actividad comercial y los diversos servicios; es decir, en los vínculos de intercambio, circulación y distribución de tipo mercantil, donde el dinero y las relaciones monetarias cumplen un rol fundamental y decisivo en la articulación rural-urbana, así como en las posibilidades de reproducción económica y social de los actores y agentes que se involucran.

La Tabla Insumo-Producto de la Región Inka (Guillén y Baca; 1993) permite evaluar el grado de articulación a través de las relaciones intersectoriales. En la agricultura más de la mitad de los insumos (67%) son autoconsumidos, proporcionando solo el 6% a los demás sectores. Junto con las actividades pecuaria y silvicultura, aporta alrededor de las 2/3 partes de los insumos requeridos por la agroindustria. En cambio sus vínculos con la industria son prácticamente inexistentes y con los servicios (entre los cuales están los de alimentación) son bastante débiles pues le provee el 3% de los insumos.

La contribución de la agricultura, incluyendo ésta vez la silvicultura y el pecuario, a la formación del PBI regional es apenas del 13%, superando ligeramente a la agroindustria (8.2%) e industria (8.1%). Casi la mitad del PBI regional (49%) lo forman el comercio (16%) y los servicios (33%), confirmando el predominio del sector terciario en la economía regional

Por el lado de la demanda final el 95% del consumo privado urbano es en bienes urbanos y cerca del 5% en bienes rurales, mientras que el 77% del consumo privado rural se basa en bienes urbanos lo que implica la urbanización de las pautas de consumo de los campesinos. El sector rural exporta más de lo que importa (su balanza comercial es positiva) debido sobre todo a las exportaciones mineras (56% de las exportaciones).[5] La agricultura exporta el 11% principalmente productos de valles interandinos y ceja de selva como maíz, café, cacao y coca. La participación de bienes industriales se limita al 10% de las exportaciones, con una balanza comercial en déficit ya que absorbe las 2/3 partes de las importaciones de la región.

En la región el desarrollo urbano no es sinónimo de desarrollo urbano-industrial, por una serie de razones: el fuerte peso de las pequeñas y micro empresas en la estructura industrial,[6] virtual ausencia de una industria de bienes de capital, producción manufacturera orientada mayormente a la demanda final, débil articulación intersectorial al interior de la industria, importancia de los vínculos familiares y de parentesco en las relaciones de trabajo -particularmente en las microempresas-, bajo nivel de asalariamiento (en Cusco la ocupación es del 11%, y el subempleo alcanza al 73% de la PEA).[7] En la región no existen complejos industriales y las únicas actividades relacionadas funcionalmente entre sí son los servicios incluyendo al comercio (Guillén y Baca; 1993, 75).

A las ciudades de la región llegan primero las mercancías importadas, la mayor parte de las cuales son absorbidas por el consumo o insumidas por los establecimientos de producción,[8] llevándose el saldo a otros centros poblados y microregiones, donde serán comercializadas y/o intercambiadas por productos locales. En el circuito de vuelta las ciudades son también, por eso mismo, el destino o punto de tránsito de los productos campesinos.

¿Qué implica todo ello? En primer lugar, que los espacios mercantiles en la región sirven para organizar la circulación de mercancías extrarregionales y, en este sentido, las ciudades y microregiones del Cusco son antes que nada los mercados de las economías de otras regiones (Arequipa, Lima). Esta apreciación se refuerza con el hecho que el grado de apertura de la economía regional es del orden del 33% (las importaciones representan la tercera parte del PBI).

En segundo lugar, a través de los espacios mercantiles circulan no solo mercancías sino que además se definen los precios relativos, manipulados por los intermediarios. Estos deciden qué comprar a los campesinos y a qué precio sus productos, así como los precios de los bienes de consumo urbano que llevan a las microregiones o comercializados desde la ciudad, alzados desde luego por los márgenes de utilidad y los costos del transporte.

En tercer lugar, en las relaciones de intercambio entre los espacios urbano y rural se encuentran dos leyes del valor que se originan en productividades y relaciones de producción desiguales, cuyas racionalidades persiguen objetivos distintos: obtener una ganancia comercial vis a vis un ingreso para la reproducción de la economía familiar. En el capitalismo el intercambio de mercancías es una relación desigual entre valores que permite la apropiación de trabajo excedente. Los campesinos no solo producen para subsistir sino también para generar beneficios a terceros.

En cuarto lugar, los productores de las microregiones necesitan también del dinero para reproducir su condición social de campesinos, pues sus pautas de consumo han cambiado e incluyen bienes urbanos. Lo cual implica que, para agenciarse de dinero, las microregiones deben producir lo que el mercado les demanda o los productos que las ciudades necesitan consumir del campo para complementar la dieta urbana. Las hortalizas se pueden mencionar aquí como un ejemplo ilustrativo, donde los productores tienden a especializarse por necesidad sin abandonar por ello el manejo de otros cultivos.

No menos importante es que la necesidad de dinero ha llevado a incluir el comercio como parte de la estrategias de los productores. No es extraño encontrar por eso campesinos-comerciantes en los pueblos-eje de las microregiones o en las mismas comunidades, cumpliendo un papel como rescatistas o acopiadores para otros intermediarios.

Articulación rural-urbana

Los procesos de articulación rural-urbana han operado en virtud de los movimientos de población, motivados por necesidades de empleo y de cambio en las condiciones de vida de la población rural. Los resultados de este proceso han sido el aumento del tamaño de las ciudades, la urbanización de las costumbres y del consumo, la terciarización del empleo.

Tres ciudades se han constituido en los principales núcleos de concentración de población: Cusco al centro, Sicuani al sur y Quillabamba en el norte. Se puede decir que los espacios mercantiles y las redes de transporte en la región están organizados y articulados en torno de estas ciudades. Cada una de estas articula a su vez centros poblados menores y cabeceras de microregiones; es decir, un sistema de intercambio con sus respectivas áreas de influencia. Puesto que Sicuani y Quillabamba se conectan a través del Cusco, este tiene un papel central en la circulación y distribución de mercancías.

Existen tendencias de urbanización acelerada en algunos distritos de toda la cuenca: San Pedro en Canchis, Ccatcca en Quispicanchi, San Sebastián y San Jerónimo en Cusco, Macchupicchu y Chinchero en Urubamba, Echarate en La Convención. Los principales factores que explican este fenómeno son la dinamización del comercio, dentro del cual figuran las ferias, las vías de comunicación que facilitan las migraciones, la operación de grandes proyectos como el de electrificación (Ccatcca, Macchupicchu) y el turismo. En algunos lugares como Cusco y Urubamba la expansión urbana se ha topado con barreras naturales impuestas por la geografía, lo cual no ha impedido que este proceso continúe incorporando parte de su entorno rural inmediato.

La industria en la región ha crecido estrechamente asociada a los procesos de urbanización, especialmente en la ciudad del Cusco donde además se han instalado el grueso de las instituciones estatales, el aparato administrativo, las oficinas sede de los grandes proyectos, la banca, tiendas comerciales, establecimientos y actividades vinculadas al turismo, mercados y múltiples tipos de servicios. Es decir, la industria en la región se formó para servir a la ciudad que es su espacio natural, en rubros como alimentación, vivienda, vestido, alojamiento y otros bienes de consumo esencial demandados por empleados, funcionarios, trabajadores, turistas y migrantes. En la medida que la ciudad fue creciendo lo hizo también la industria, aunque a ritmos diferentes.

La industria genera el 8% del valor agregado regional y el 11% del valor agregado urbano. Es una industria con bajos niveles de empleo y productividad por persona ocupada, y asimismo con reducidos niveles de procesamiento y transformación. La mayor parte de la producción intermedia es insumida por las actividades de construcción (45%), mientras que por el lado de la demanda final la industria produce para el consumo urbano (66% del consumo privado de bienes industriales) y le corresponde el 10% de las exportaciones regionales.

La industria en la región se caracteriza entonces por transformar solo lo necesario para atender la demanda efectiva urbana y eventualmente exportar. La pregunta: ¿por qué no se ha desarrollado en la región una industria de bienes de capital?, tiene en parte que ver con el tamaño del mercado y la capacidad adquisitiva de la población. La demanda solvente la proporcionan los sectores medios, profesionales, turistas, comerciantes, propietarios de inmuebles, algunos inversionistas y empresarios. Es un pequeño sector de la población donde se pueden distinguir estratos: dependientes de un puesto de trabajo; otros poseen seguramente algún activo fijo y/o negocios; perceptores de ingreso fijo, estacional o que tienen varias fuentes de ingreso. Por su lado, la gran mayoría de la población es una reserva de mano de obra que transita por el autoempleo, la informalidad y/o el cambio periódico de actividad, incluyendo el desplazamiento hacia otras localidades menores alternándose con el eventual retorno a sus lugares de origen.

La inyección de dinero fresco que permite activar la industria, el comercio y los servicios, así como la demanda efectiva, tiene como principales fuentes al turismo, la inversión y el gasto corriente del Estado, el crédito de la banca para consumo e inversión, los proyectos de desarrollo de las ONGs, los fondos de la cooperación extranjera, sin contar la ayuda material y las donaciones. Si se observa bien, ésta inyección de recursos proviene mayormente de fuera de la región, lo que indica que el desarrollo regional y urbano en particular se hallan condicionados a la llegada de dinero que le es exógeno. La disponibilidad de dinero y capital fresco resulta ser así una restricción para el desarrollo regional.

Hay recursos que generan excedentes como los que son explotados por la minería, o los que va a generar el gas de Camisea, mas los beneficios de estas actividades han sido programados para perpetuar un patrón de acumulación que no pasa por la inversión en el desarrollo regional.

Es probable que el comercio y los servicios generen excedentes importantes y niveles de ahorro significativos pero que se reinvierten en el mismo sector, esto es, para reanudar la rotación del capital contribuyendo a reforzar el carácter mercantil del espacio económico regional. Por lo demás, la naturaleza social de los detentadores de capital-dinero que operan en estas actividades, dista de tener el espíritu del inversionista puro en el sentido clásico del término. Se trata de un sector con una mentalidad comercial y rentista, que vive de la especulación de precios, la dolarización de los servicios, el juego artificial del tipo de cambio, y que invierte en propiedades inmuebles (terrenos, departamentos, edificios) para obtener rentas futuras en el tiempo.

Dinámica comercial en la Cuenca del Vilcanota

El comercio es una actividad de especial interés porque a través de ella y el transporte se da la circulación de mercancías producidas en los espacios rurales y urbanos, y por tanto la articulación mercantil de los mercados. Las familias y comunidades campesinas tienen una participación directa en el comercio regional a través de las ferias anuales y los mercados semanales, mientras que su vinculación mercantil con las ciudades está mediada -la mayoría de las veces- por la cadena de intermediación de comerciantes.

Ferias anuales

Vinculan a las comunidades entre sí de distintas microregiones y pisos ecológicos una vez por año, generalmente con ocasión de alguna festividad religiosa, cabiendo destacar que son eventos de intercambio propios de las partes altas de la región. Las ferias anuales forman parte del sistema de distribución creado por los campesinos para complementar la producción y reproducción de los productores y sus familias. Los productos que se llevan al mercado deben permitir "el abastecimiento a lo largo de un año de productos de consumo cotidiano no producidos por los campesinos y de niveles de inversión, aun cuando ésta se reduzca a la reposición de bienes de consumo duradero, de herramientas agrícolas, o a la adquisición de productos necesarios para mantener las relaciones tradicionales de intercambio de trabajo -a su manera, una forma de inversión en salario" (CCAIJO; 1984, 117).

En las ferias anuales predomina el intercambio entre productos (trueque) donde el uso del dinero (la moneda nacional) es nominal, como unidad de cuenta, a fin de mediar en las equivalencias entre los productos que son intercambiados, lo cual es consistente con la lógica campesina que concibe estas ferias como mecanismos de aprovisionamiento de los productores para el funcionamiento de la economía familiar. En este sentido, las ferias articulan (e integran) mercantilmente microregiones con diferentes condiciones de producción, donde los intercambios reflejan por tanto los grados de especialización de los productores.

El cuadro n° 1 resume las características y dinámicas de los intercambios campesinos en las ferias, habiendo escogido tres casos: Urcos y Oropesa en la provincia de Quispicanchi (Hoya del Vilcanota), y Huanca en la de Calca (Valle Sagrado).

Cuadro N° 1

Dinámica comercial campesina en tres ferias anuales de la cuenca del Vilcanota

FERIA

URCOS

OROPESA

HUANCA

Fecha y celebra

ción religiosa

2 de febrero

La Candelaria

15 de agosto

La Asunción

14 de setiembre

Señor de Huanca

Relación

con el

calendario agrícola

Hay poco trabajo en la chacra y aún no se han cosechado los productos principales. Se tienen algunos productos iniciales y secundarios. Se preparan las grandes labores.

Es el momento de la siembra del maíz y barbecho para la papa. Se cosecha la cebada y en algunas partes las habas.

La siembra ha terminado a comien-zos del mes y se considera un intervalo de descanso antes de los primeros aporques.

Qué obtienen los campesinos

Herramientas

Insumos para el t"inka de los anima-les, el pago a la tierra y faenas familiares.

Ropa y tejidos

Bienes para el equipamiento de la vivienda.

Artefactos eléctricos.

Cerámica para uso doméstico y para ritos culturales.

Productos artesanales: tejidos, sogas, costales, herramientas.

Vajilla y cerámica

Ropas de fábrica

Objetos religiosos

Animales de carga.

Qué aportan los campesinos

Ultimos productos de la cosecha anterior.

Algunos productos nuevos y secundarios.

Ch"uño y moraya

Cereales

Algo de maíz

Maíz

De dónde proceden los compradores

De la provincia de Quispicanchi

De las comunidades campesinas del valle, desde Huaqarpay hasta Saylla.

Del Valle Sagrado

De dónde proceden los vendedores

Puno: Pucará, Calapuja, Azángaro, Santa Rosa.

Cusco: Tinta, Raqchi, Sicuani, Cusco, Paruro, Acomayo.

Arequipa.

Puno: Pucará, Tirapata, Santiago de Pupuja, Angostura, Calapuja, Azángaro, Melgar, Lampa.

Cusco: Sicuani, Cusco.

Puno: Juliaca, Azángaro, Lampa.

Cusco: Canchis, Paucartambo, Cusco.

Arequipa.

Productos que se intercambian por dinero

Tejido artesanal y ropa

Ropa y comida

Maíz, cuyo precio se define por la oferta del valle.

Productos de mayor intercambio

Herramientas

Cerámicas

Maíz

Fuente. Equipo CCAIJO de Andahuaylillas (1984; 115), en base a visitas y observación directa (período de referencia: 1982-1983).

En las provincias comprendidas en la Cuenca del Vilcanota, el cuadro n° 2 proporciona información acerca de los productos que son intercambiados en este singular mecanismo de comercio típicamente de los campesinos andinos, donde además figuran productos de valles cálidos (frutas) y agroindustriales (fideos, arroz, harina, azúcar).

Cuadro N° 2

Provincias de la Cuenca del Vilcanota. Productos agrícolas intercambiados en las ferias

P R O V

I N C I A

S

Trueque por

CANCHIS

CANAS

QUISPICANCHI

CALCA

URUBAMBA

Papas

Azúcar, arroz, harina, maíz, cebolla, cebada, asnapa

Maíz, cebolla, cebo de res, fideos, sal, ají amarillo

Coca, maíz, ají, frutas

Maíz, ollucos, frutas

Maíz, coca, fruta, ollucos

Habas

Hortalizas, sal, harina,

azúcar

Azúcar, sal, frutas

Maíz, trigo

Ocas

Azúcar, cebolla, arroz,

maíz, cebo de res

Cebolla, maíz, cebo de res

Quinua

Azúcar

Fideos

Tarwi

Habas, coca

Habas, coca

Moraya, Chuño

Maíz, coca, licor, frutas

Maíz, azúcar, cebo de res, coca, licor, alcohol

Azúcar, coca

Coca

Coca

Fuente. Benítez (1990; 13) en base a encuestas, observación directa y entrevistas personales en 1985.

Ferias semanales

Son tanto o más importantes que las ferias anuales, pues aquí los campesinos concurren con una lógica diferente: agenciarse de dinero a través de la venta de parte de sus productos agrícolas, para posteriormente poder adquirir productos urbanos y agroindustriales de consumo directo. Estos últimos han llegado a ser parte de la estructura del consumo de los campesinos y, por tanto, de sus necesidades de vida.[9] En estas ferias los campesinos realizan sus transacciones mercantiles no con otros productores sino con comerciantes, a través de los cuales se articulan con los mercados de consumo urbano de la región y extrarregionales, que son los principales mercados de destino.

El cuadro n° 3 permite apreciar la importancia de las ferias semanales para los productores agrícolas de la cuenca, pues ocupan el primer puesto de preferencia como lugares de venta de la mayoría de productos andinos, con excepción del Cusco. Los resultados provienen de una muestra de 350 productores de cultivos andinos.

Cuadro N° 3

Distribución de productores que comercializan en ferias semanales y otros mercados (%)

CANCHIS

QUISPICANCHI

URUBAMBA

CALCA

CUSCO

PRODUCTOS

FS

OTRO

FS

OTRO

FS

OTRO

FS

OTRO

FS

OTRO

Papas

Habas

* Verde

* Seca

Ocas

Quinua

Tarwi

* Fresco

* Seco

Chuño

Moraya

90

80

88

95

93

90

100

97

100

10

20

12

5

7

10

0

3

0

47

68

100

65

100

53

32

0

25

0

21

70

70

90

79

30

30

10

48

74

70

100

95

100

52

26

30

0

5

0

20

15

15

20

80

85

85

80

FS: feria semanal. "Otros mercados": venta en chacra, mercado local, venta en la vivienda, y mercado central del Cusco.

Fuente. Benítez (1990; 15) en base a encuestas, entrevistas y observación directa. El año de referencia es 1985.

En la ciudad del Cusco domina el mercado central y el comercio está controlado por agentes intermediarios, que no son precisamente campesinos.[10] Es conocido que los campesinos, cuando deciden vender directamente sus productos, prefieren ir a los mercados de los distritos de San Jerónimo y San Sebastián al sur de la ciudad. El Cusco, junto con Sicuani y Quillabamba, son los centros desde los cuales se organizan los circuitos comerciales y donde se comercializa la producción de las áreas rurales destinada al consumo regional urbano. Estimaciones realizadas a principios de los años noventa han señalado que el 53% de los alimentos producidos en la región se comercializan en el mercado central del Cusco, y en donde se realiza el 42.7% (US$ 98,600) del gasto en alimentos/día (Pino; 1991).

Ferias, dinero y articulación mercantil

Son escasos los estudios sobre el papel de las ferias en la reproducción de la economía familiar y comunal campesinas, que evalúen además su importancia en la articulación e integración de las microregiones con la economía regional, y el lugar que les corresponde en las estrategias de desarrollo. En las ferias anuales la concurrencia es libre y el intercambio se da preferentemente entre productores, mientras que en las ferias semanales predominan los intercambios entre productores y comerciantes (las relaciones son monetarias).

Conviene o es pertinente preguntar si las ferias son espacios ideales de lo que en teoría económica se conoce como mercados de "competencia perfecta". Este sería el caso de la feria de Huanca donde, una vez fijado el precio del maíz, los productores pueden ofertar y demandar las cantidades que estimen convenientes a sus necesidades. Otros casos de competencia perfecta se ha encontrado para varios productos andinos (papa, maíz, trigo, cebada, habas, quinua, oca, arveja) comercializados por tres comunidades, dos de ellas de Anta y una de Paucartambo, no necesariamente a través de las ferias sino del trato con intermediarios (Huamán; 1995). Este mercado se vuelve oligopsónico cuando es controlado por un número reducido de transportistas y comerciantes.

Dado que en las relaciones de intercambio no es preponderante el dinero, las ferias celebradas una vez al año son espacios para proseguir con la reproducción simple de la economía familiar y por tanto, en la lógica de producción campesina, no tiene nada que ver con la acumulación de capital. En las ferias semanales, ya con la presencia o la participación de los comerciantes, las relaciones de intercambio son monetarias (productos agrícolas por dinero para obtener bienes de consumo urbano).

El dinero de cuenta es muy usado en la dinámica de las ferias sobre todo anuales y en las relaciones de intercambio entre campesinos de diferentes microregiones, mas no así en el caso de las ferias semanales. Para los intermediarios y agentes cuyo espacio de realización de la ganancia comercial es la ciudad, aquella se va multiplicando mediante el diferencial de precios a lo largo del circuito de comercialización, originándose en el precio pagado al productor cuando este monetariza parte de la cosecha que decide colocar en el mercado.

Se puede entonces comprender por qué las ferias semanales, si bien pueden no ser importantes desde el punto de vista de la magnitud del comercio regional, forman parte de las relaciones mercantiles entre los espacios rurales y urbanos, y funcionales -al menos indirectamente- a la obtención de la ganancia comercial. El problema de fondo es que los campesinos se autoexplotan y generan una renta en trabajo que el mercado (el comerciante) sanciona por debajo de su valor. Sin embargo, no es solo por el intermediario. En el mercado el campesino se comporta como un precio-aceptante, a consecuencia de las urgencias materiales para sobrevivir y reproducirse.

Esta es una de las razones para explicar por qué el intercambio con agentes externos resulta desigual a los campesinos. "Las necesidades inmediatas de reproducción de su fuerza de trabajo no operan aquí [en el intercambio, AR] como un mecanismo que fuerce directamente a una mayor valorización del producto" (Hopkins; 1978, 65). Este argumento también puede ser expresado de otra manera, diciendo que los campesinos en el mercado buscan no el valor de intercambio sino el "valor de consumo", es decir, satisfacer la autosubsistencia (Contreras; 1982).

Partes: 1, 2
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