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Farsa y mentiras en la Fe y en la Oración (página 2)

Enviado por ruanowilly


Partes: 1, 2

¿QUIÉN ESTÁ DEL OTRO LADO?

Ya dijimos que hay personas sinceras y cuerdas que han experimentado una que otra cosa fuera de lo normal y que lo atribuyen a que fue un milagro en sus vidas.

Y proclaman que fue una respuesta a sus múltiples horas de oración y plegarias.

Pero insistimos que la inmensa mayoría de los millones de pedigüeños no han recibido una mísera respuesta, y es muy alto el porcentaje de personas que continúan orando, rezando y pidiendo, hasta suplicando, a Dios o a cualquiera de los miles de intermediarios que hay y existen en esa tan larga cadena de las religiones, pero ninguno de ellos ha recibido nada de nada.

Sólo han tenido que soportar la frustración más grande que se pueda uno imaginar, además del gravísimo complejo de culpabilidad el cual, nuestros devotos guías espirituales se han encargado de meter en la psiquis de todos los miembros de la Iglesia al repetirles ustedes no reciben nada de Dios porque son pecadores, malos, tienen defectos que no son del agrado del Padre Eterno.

Y hasta nos hacen el viejo cuento chino de si tuvieran la fe del tamaño de un grano de mostaza pudiéramos mover hasta montañas.

Y nosotros tenemos todo el derecho de preguntar ¿habrá habido alguien que haya movido montañas por su fe?.

Y la respuesta es muy simple pues ni Jesús movió montañas.

No ha existido nadie que haya movido piedras, cerros o montañas por su fe.

Y como ya es de ustedes sabido, la fe, es la negación de la razón.

Y mientras más fe creamos tener, más alejados de nuestra propia realidad nos encontraremos.

¿De qué magnitud sería el desequilibrio mental, emocional y corporal en aquellas personas que pudieran llegar a tener su fe del tamaño de un grano de mostaza si con la poquísima fe que algunos tienen, y por supuesto que no mueven montaña alguna, ya nos tienen atados a emociones y pensamientos dañinos?.

¡Aliviados estaríamos entonces!.

Si con los pocos fanáticos y fatalistas religiosos tenemos para largo ¡imagínese usted lo que sería eso aumentado en razón de fe!.

La oración o el pedido de alguna gracia o deseo a Dios no funciona y por eso es que parece que Dios Padre es sordo.

Y resultado de la falta de respuestas a nuestras peticiones nos hemos inventado los más variados y diversos métodos de súplicas que van desde la sencilla oración o rezo, pasando por los gritos destemplados de unos y por las frenéticas convulsiones casi epilépticas de otros, hasta el otro extremo, el del auto castigo, flagelación y sacrificio humano.

Pero de todos modos algunas veces Dios parece responder y, en la mayoría de las ocasiones, ni siquiera se toma la molestia de hacernos saber que ha recibido nuestras peticiones y que sólo espera un momento para desocuparse y que enseguida nos atenderá.

Ahora veamos algo muy importante y que nos abrirá un poco más los ojos ¿por qué sí hay personas que reciben respuestas, aunque sea a medias, a sus peticiones y súplicas, y hay otras muchas que nunca reciben absolutamente nada de parte de Dios?.

Lo primero que debemos descartar es que los que reciben algo se debe a que DIOS, EL TODO es quien atendió y contestó la oración o la súplica.

No es DIOS, LA VERDAD ABSOLUTA quien retribuye la oración, ni manda el supuesto milagro y tampoco quien concede tal o cual deseo humano.

Pero menos pudiéramos afirmar que es cosa del Diablo tal milagroso proceder.

No, tampoco.

Ya hemos demostrado que DIOS, EL ÚNICO, LA VERDAD ABSOLUTA no tiene sentimientos, inclinaciones y menos el don de la gracia y el perdón; y también dijimos que el diosesito bíblico por reunir atributos, sentimientos, pasiones e ilusiones ¡no es DIOS!.

Más bien podemos afirmar que Yahvé, el dios de la Biblia, es una simple proyección del ser humano y que hemos llegado a confundir este espejismo creado por nosotros con LO INCOGNOSCIBLE.

Y por otro lado creer que Satanás, Lucifer, el Diablo, el Maligno o Belcebú es el milagroso ser, es parte del mismo juego ilusorio que nosotros nos hemos inventado; pero tampoco es el todopoderoso Diablo –según otros aletargados que le dan poderes a este otro invento- el que concede favores a los pedigüeños.

Y mucho menos será otra de las muchas entidades superiores o inferiores de las que abundan en nuestra sociedad.

Y no lo son por la misma razón expuesta cuando nos referimos a Yahvé.

El Maligno o la Encarnación del Mal es la otra cara de una misma moneda, en donde del otro lado está el dios bíblico o Yahvé de los Ejércitos; y es una proyección del ser humano que nos sirve de mero balance a la bondad del ser que conocemos como Dios.

Sin Satanás no puede existir en nuestras mentes y corazones el Dios que nos han impuesto los guías espirituales. A la bondad había que ponerle su correspondiente entidad de la maldad.

La contrapartida de nuestra divinidad, El Padre Eterno, es el Diablo.

¡Así de sencillo!.

DIOS, EL TODO está mucho más allá de la Biblia, de Yahvé y del Diablo, por muy poderosos que creamos son. La Biblia, Yahvé y el Diablo nos pertenecen a los seres humano porque fuimos sus creadores por una mera necesidad psíquica y nos proporcionan gran placer y suficiente tranquilidad como para vivir esta horrenda existencia llena de miserias y limitaciones en la que nos tienen viviendo.

Y nos provee del equilibrio necesario para continuar viviendo en estas cristianizadas sociedades sumidas en la pobreza y subdesarrollo.

El ser humano todo lo ha hecho bipolar y dual. Así, tenemos por ejemplo el calor y el frío, el miedo y la valentía, el amor y el odio, el norte y el sur, lo alto y lo bajo; y por supuesto lo que más nos interesa, esa terrible y despampanante pareja, dios-diablo.

Y lo más curioso de estas dualidades es que ambos extremos son y representan lo mismo. Ambos se refieren a una misma manifestación y se diferencian únicamente en cuestión de grados pero íntimamente son lo mismo.

Si no veamos lo que sucede si nos ubicamos en el norte y continuamos caminando en esa línea, pronto llegaremos al sur y, si seguimos, volveremos a estar en el norte, en el mismo punto del cual salimos.

¿No se nos ha repetido que del amor al odio sólo hay un paso?.

Y eso es cierto pues en la línea del amor-odio los extremos son lo mismo. Podemos amar intensamente y de igual manera podremos llegar a odiar al ser amado con el mismo ímpetu.

¿Qué decir del binomio fuerza-debilidad? del cual hemos oído en el deporte, principalmente, que se sacan fuerzas de flaqueza.

Con la pareja calor-frío es muy curioso lo que sucede y, si dudamos que sean lo mismo, es fácil comprobarlo. Con una mano toquemos una llama ardiente la cual, inmediatamente, nos quema; si con la otra mano agarramos un trozo de hielo, también, sufriremos los efectos de una ardiente quemadura. Nuestra piel responde de la misma manera tanto al estímulo del calor como al del frío.

Por lo tanto y por eso mismo, y siendo tan fácil el haberlo comprobado, las polaridades y dualidades son iguales y representan a lo mismo.

Ahora usted, amable amiga o amigo que me leen, podrá, sin ningún esfuerzo de su parte, responder y definir a la pareja sin par dios bíblico-diablo.

Y por fin ahora podremos entender al peor de los inventos que el ser humano se ha fabricado. La dualidad bondad-maldad o en otras palabras dios bíblico-diablo.

Tal y como es fácil de comprobar, si al tocar con las manos los extremos de la polaridad calor-frío nos hemos ganado una tremenda quemadura en ellas, una por el fuego y la otra por el hielo, ¿qué nos puede pasar al meternos con y en el jueguito religioso de lo que representan el dios bíblico y el diablo?.

Lo que nos pasaría es muy sencillo de definir ya que es lo que hemos estado experimentando desde que fue inventada la parejita esa. Nos ha desintegrado total y fatalmente y no importa el lado que escojamos, así sea del de Dios Padre y su Hijo Jesucristo o de la otra cara con el Diablo y las maldades; pues el efecto, que es lo que realmente importa, ha sido y es una enorme tragedia llena de mucho dolor y abundante desolación adentro de las grandes mayorías de la población cristianizada, pero sumida en la más espantosa de las misérrimas carencias y subdesarrollo.

El Dios bíblico por una parte nos ha masacrado, llenado de traumatismos y de falsos anhelos; y por el otro extremo el tan famoso y temido Satanás o Diablo no se ha quedado muy atrás de Yahvé.

No.

Y tampoco tiene menos fama que Nuestro Padre que está en los cielos.

Entre ambos nos tienen desde hace mucho tiempo prácticamente entre dos fuegos.

¡Y a dos puyas no hay toro valiente!.

La diferencia entre esta tan terrible pareja que conforman Dios Padre y el Diablo y las otras que ya vimos y que nos rodean en nuestro medio ambiente, tales como el día y la noche, aroma y hedor, negro y blanco, pobre y rico, alto y bajo y etc., es singular y sumamente significativa.

La pareja y ese dualismo conformado por Dios Nuestro Señor y Satanás ¡no existe! Ni son reales. Y las otras parejas o polaridades sí existen y son muy reales.

Pero claro que sentimos los efectos y vemos ciertas manifestaciones de Dios-Diablo, pero porque los hemos aceptado como reales en nuestra tan destartalada y dominada mentalidad.

Cuando se nos induce, por cualquier forma de dominio físico, mental y emocional, como en el hipnotismo, sueño, drogas y por creer firmemente en algo, nuestro propio cuerpo reacciona tal y como si lo que se nos ha hecho creer fuese real.

Al hipnotizado se le dice que un cigarrillo le está quemando el brazo, sin que exista ningún cigarrillo más que el que se le hizo creer y aceptar en su psiquismo; y sucede algo extraordinario e increíble pues su cuerpo reacciona inmediatamente a la sugestión presentando una manifestación física en una quemadura visible y absolutamente real, tal y como la que provoca una de un cigarrillo encendido y aplicado de verdad en su brazo.

Cuando soñamos con alguna pasión sexual nuestro cuerpo reacciona tal y como si estuviéramos teniendo una placentera y normal relación íntima y verdadera; la eyaculación no se hace esperar igual que si hubiésemos estado haciéndole el amor a aquella persona de nuestro gusto y pasión.

El efecto de las drogas nos hace proyectarnos a situaciones y nuestro cuerpo, mente y emociones, así mismo reaccionan.

Y cuando creemos firmemente que algo es real, aunque no sea así, también nuestro cuerpo se comporta tal como si nuestra creencia fuese muy concreta y real.

Así hemos llegado a ser prácticamente esclavos de lo que creemos.

La parejita Dios bíblico-Diablo nos han tenido dominados total y frenéticamente. Siendo esta siniestra dualidad nada más que una simple ilusión, una proyección mental y un espejismo más, de los muchos que nos hemos inventado nosotros mismos tratando de equilibrar y tranquilizar a nuestra psiquis ante lo terrible que significa que no podemos entender a LO INFINITO ni qué diablos estamos haciendo en este planeta.

Ese dúo dinámico que conforman Dios y el Diablo fue una creación del ser humano ante la imperiosa necesidad de conseguir la respuesta satisfactoria a nuestro entorno y así disponer de una cierta tranquilidad en que hay alguien y algo que vela por nosotros allá afuera, en el cosmos, en lo infinito del universo.

Pero además para dejar un camino fácil y abierto a una serie de entidades dueñas de poderes sobrenaturales.

El ser humano en general nunca ha podido comprender lo grandioso de su entorno visible, mucho menos el que algunos han atisbado existe más allá y más acá de nuestros sentidos, percepción e imaginación.

Y esto nos ha causado un gran complejo por sentirnos empequeñecidos e insignificantes cuando nos comparamos con un rayo, trueno, la luna, el sol, con un terremoto, una erupción volcánica, el efecto de un eclipse, el mar, las tormentas, el día y la noche, y en fin con todo lo que entendemos como fuerzas de la Naturaleza.

Pero con el pasar del tiempo el ser humano se encargó de irle poniendo atributos, calificativos y poderes, tan grandes, a la pareja Dios-Diablo, que se llegó a la aberración y locura que hoy creemos que tienen y, herederos de ello, continuamos afirmando, ciegos y torpes de algunos de nosotros, que Yahvé y Satanás son EL ABSOLUTO, LA VERDAD y DIOS; y hemos confundido así el brillo con el Sol, lo finito y mortal con LO INFINITO.

Hemos terminado por aceptar, estúpidos de los que así proceden, que la nada es EL TODO.

Y éste es el jueguito religioso cristiano.

¡Ni más ni menos!.

Pero mucho ojo pues hay que verlo con diferente mentalidad y comprender que es una tremenda jugarreta la que nos hizo nuestra mente con estas entidades.

Qué gran desgracia nos hemos acarreado, nosotros mismos, con esta una vez sencilla proyección mental que buscaba definir y entender a DIOS; y por favor que no nos vengan ahora con el gastado cuento de querernos demostrar que Yahvé, ese ser tan petulante y padre del arrogante y engañado Jesús, que a lo largo y ancho de la Santa Biblia aparece como un sanguinario y psicópata personaje, es DIOS o EL TODO, porque a DIOS ni debemos ni tenemos cómo llegar a pensar en hacer una demostración de SU PRESENCIA.

Nuestra capacidad mental y el limitadísimo razonamiento que poseemos no dan para tanto y no nos lo permite.

A lo más que llegaríamos sería a lo que ya tenemos, un cruel y satánico dios, tal y como es el de la Santa Biblia.

¿Y para qué hacerlo de nuevo?.

Que nos baste y sobre el bárbaro, sanguinario y fatídico dios que hemos heredado y que además heredaremos a nuestra descendencia si no hacemos ahora mismo otra cosa por cambiar el concepto bíblico que tenemos impuesto acerca del ABSOLUTO.

¿Lo podrá hacer usted?.

¿Será posible que vote y elimine el terror sacro que tiene impuesto en su psiquis?.

Ahora es cuando verdaderamente podemos contestarnos libremente cualquier pregunta sobre el diosesito de la Biblia o sobre cualquier otro dios de las demás creencias.

Y no sólo eso.

Ahora sí podremos ser comprendidos ya que nos hemos quitado un poco del terror sacro que significaba para nuestra psiquis la terrible dualidad, tan perversa como la conformada por siglos por Yahvé y Satanás. Y también podremos llegar a saber quien es aquel que nos ha concedido los mal llamados milagros, curaciones, respuestas a oraciones y la tan ansiada prosperidad.

La respuesta es sencilla.

Quien nos ha proporcionado eso que nos ha dado satisfacciones y respuestas a nuestras oraciones y súplicas ha sido simplemente el ser humano.

¡Nosotros mismos!.

Hemos sido nosotros, sin saberlo ni darnos cuenta, en muchas ocasiones, y en otras a pesar que sí lo comprendemos no hemos querido aceptar lo obvio, los únicos que labramos nuestro porvenir y los que obtenemos todo cuanto nos propongamos obtener.

Y por eso, por que hemos sido nosotros los únicos que hemos labrado nuestro porvenir y los que hemos hecho que nuestros propios méritos parezcan y se confundan con hechos divinos, es que se nos ha vedado toda posibilidad de superación personal.

Todo el merito, nos han impuesto y dicho, no le pertenece al ser humano. Todo el mérito, nos remachan, es de Dios Padre.

Y por eso es que la respuesta divina unas veces llega y muchas otras no aparece por ninguna parte, porque no es ni ha sido el Dios de la Santa Biblia el protagonista.

Ha sido y es el ser humano, con toda su inteligencia y con su vivo y tangible sentido común el que consigue lo que quiere y se proponga, cualquier cosa, sin importar limitación alguna.

Es el hombre y la mujer quienes hacen posible sus más caros deseos.

Únicamente necesitan tener sus mentes libres de ataduras y presiones psicológicas tales como la religión y la fe, que son dos de los varios azotes que mantienen atado al ser humano a la cadena sin fin del panteísmo bíblico.

¡Qué le parece!.

¿Habremos desperdiciado tiempo, energía y vida en el fatalismo religioso?.

Por supuesto.

Es momento de rectificar el rumbo.

ENFRENTAMIENTO OBLIGADO CON NOSOTROS MISMOS

¡Qué ridículo!.

Cómo hemos perdido el tiempo buscando y pidiéndole a una mala –pésima más bien- proyección nuestra creyéndola DIOS.

¡Qué barbaridad!.

Y, aunque suene ridículo, debemos decir y afirmar, tal y como nos tienen tan mal acostumbrados a meter a la divinidad en todo, que esto ¡no tiene perdón ni de Dios!.

Veamos el mecanismo de la oración.

Para empezar debemos pertenecer a una iglesia, religión, secta o grupo; no importa, pues de la gran cantidad que hay, en el mercado de las devociones, podremos escoger no la mejor ni la más santa porque no las hay.

¡Todas son iguales!.

Y tampoco importa que unas sean más fatalistas y fanáticas que las otras. O que sean de libre pensadores, de mente amplia, de la nueva era y hasta del otro extremo, es decir de las que no creen en nada; todo eso poco tiene que ver pues, aunque lo dudemos, los ateos forman la otra polaridad en el dualismo creer-no creer y, como todo dualismo, significa que son lo mismo.

Por eso no importa en donde estemos ubicados o a qué grupo escojamos para pertenecer a él, pues como todos los grupos son iguales, da lo mismo estar en uno que en otro.

Aún el que conforman los no creyentes o ateos.

Se nos enseña, de una u otra forma, a orar, rezar y a pedir. Y se nos cuentan las más bellas historias sobre el grupo al que decidimos asistir, de sus miembros, fundadores, líder máximo y de su muy particular manera de interpretar a la divinidad; porque todos los grupos la tienen y todos ellos hablan de lo mismo.

Hay grupos que tienen maquillado a su divinidad de un modo diferente a los otros que lo tienen con uno escandaloso, pero todos ellos a lo que llevan es a practicar el sacrosanto arte de pedir.

Nos van convirtiendo muy rápido en pedigüeños y nos inician en rituales a cuales más folclóricos y coloridos; y esta parte es sumamente importante porque permite un ablandamiento en la mente del futuro borrego del rebaño que conforma el grupo completo. Y nos hacen practicar y participar, personal y directamente, en los rituales sagrados, tanto en los esotéricos o internos o muy íntimos y privados, como en los exotéricos o externos y públicos, haciéndonos sentir el contacto directo con la divinidad por ellos concebida.

Y esto es todo el meollo del asunto.

Nos programan para hacernos sentir que cada vez estamos mucho más cerca de Dios y, sin darnos cuenta, caemos en el vicio religioso capaz de exigirnos lo mejor de nosotros mismos, pues nuestras mentes, así tratadas y lavadas, no pueden dejar de estar narcotizadas cada vez más y más con el ritual sagrado y divino del grupo.

Así de fácil nos han complicado las cosas para que nuestra mente se obnubile con el brillo ficticio del ritual y del incienso y nos convierten, de verdad, en puros borreguitos después de unas cuantas sesiones de lo mismo.

Y, como cualquier vicioso, queremos y exigimos más de lo mismo. Queremos más droga religiosa.

Cuando practicamos la oración, no importa de qué manera lo hagamos, lo que se nos inculca y obliga a ejecutar es un simple acto externo. Se nos induce a dirigirnos a una entidad que está afuera y lejos de nosotros; aún y cuando creamos que nos dirigimos a la divinidad o al Yo Soy interno, pues éstos no existen.

Son otra excusa de los mal llamados nuevos pensadores o de la nueva era. La divinidad interna, el Yo Soy, el Cristo en mí y mi Ser Interno siguen siendo creaciones del ser humano y son conceptos rebuscados inventados por nuestra limitada y temporal mentalidad; y son lo mismo, son nada.

Unas líneas atrás decíamos que se nos induce a dirigirnos a una cierta entidad que está allá afuera y lejos de nosotros, y es verdad. Este concepto divino está totalmente desligado y externo a nosotros; llámese como se llame, ya sea Dios Nuestro Señor, Jesús, Buda, Alá, Viracocha, Mashimón, Satanás, San José, la Virgen María, etc.

La oración es el acto humillante por excelencia y por medio del cual pedimos, suplicamos y esperamos la intromisión de algo o alguien ajeno a nosotros. Y ese es el problema, el mismo problema que nos provoca la fe religiosa; pues la oración es la inútil espera ilimitada en el tiempo ya que nunca se cumple lo que pedimos.

Y es la invitación más enfermiza a que otro ser se posesione de nuestra mente, cuerpo, emociones y de nuestros más íntimos sentimientos; cuando no de hasta nuestras actividades diarias, de la familia y del mundo que nos rodea. Ante esto todos felices, suplicando por esta intromisión en nuestra intimidad y dejando que ese algo o ese alguien dirija y controle lo que nosotros por obligación moral y humana estamos obligados a ejecutar personal y directamente.

La satisfacción que nos produce el acto de orar es también otro gran problema, ya que orar nos da respetabilidad, nos vuelve vanidosos, egoístas, pedantes y los más grandes intolerantes que nos pudiéramos imaginar con aquellos que no participan de nuestra única y verdadera religión. Y eso nos vuelve violentos y fanáticos perseguidores de lo opuesto a lo que ya aceptamos como lo nuestro.

Nos encanta lucir y exhibir los más variados distintivos religiosos y/o eclesiáticos, que nos permiten darnos a conocer como seres especiales y eso nos separa automáticamente de aquellos otros que todavía no han comprendido –torpes de ellos- que la Gloria Eterna nos la da nuestro grupo.

Lucimos entonces sumamente religiosos y muy piadosos y de determinado grupo selecto y exclusivo, sólo para gente escogida directamente por Dios en persona, pues hacemos nuestra la frase bíblica de muchos son los llamados y pocos los escogidos que nos viene como anillo al dedo, sintiendo que nosotros ya lo somos.

Y nos pavoneamos con nuestro Libro Sagrado, el cual debemos enseñar y exhibir para probar, a todo aquel que nos mire, nuestra religiosidad. Y lucimos cadenas, crucifijos, anillos, escapularios, escudos, señales, calcomanías y cuanta cosa demarque nuestra locura religiosa.

Y es nuestro actuar el proceder de un grandísimo vanidoso.

Nos hinchamos de vanidad y de egolatría e inclusive descuidamos a nuestra particular divinidad con tal de lucir como seguidores fieles para que se nos tenga como ardorosos penitentes y defensores de lo que creemos.

Y todo esto nos hace sentir la mar de felices, arrebatadoramente inflamados de gozo y gracia divina.

¡El poder de Dios está ya en nosotros obrando milagros y señales!.

Ya estamos ungidos por Yahvé el guerrero.

Este trastorno en nuestra psiquis, y la paranoia que lucimos, es lo que provoca la ocurrencia de cosas raras, milagrosas y los increíbles cambios en nosotros mismos y en nuestro derredor, trabajo, negocios, familia, hogar, amigos y en general en todo nuestro mundo. Pero no es debido a que DIOS se tomó la molestia de ocuparse directamente de nosotros en forma personal y exclusiva de agarrar, descifrar y concedernos el deseo recién pedido en la oración que le elevamos.

¡NO!.

Nada más alejado de ello.

Es imposible que DIOS nos escoja a nosotros entre más de seis mil millones de habitantes que poblamos este Planeta.

No, no es DIOS.

Somos nosotros mismos, con el cambio asumido al sentirnos únicos y especiales, y cuando pertenecemos y formamos parte de un selecto y exclusivo grupo, lo que nos da una cierta seguridad mental y emocional. Y ya que confiamos en que alguien o algo allá afuera de nosotros tenga nuestros problemas, cargas y que además en cualquier momento nos puede echar una mano, nos proporciona una alta dosis de confianza y nuestra auto imagen, psiquismo y autoestima nos permiten tener la suficiente seguridad en todo lo que hacemos.

Nuestra auto imagen y psiquismo se liberan con la confianza y ceguera mental provocada y, en la medida que el acto externo de orarle y depositarle toda nuestra esperanza a un ser, o a un objeto, fetiche, ídolo, deidad, talismán o reliquia cualquiera ¡aumente!, en esa medida nuestra suficiencia y seguridad en nosotros mismos, y en los que hacemos o esperamos, se verán afectadas para bien nuestro.

Por consiguiente vamos obteniendo todo aquello que pedimos, ya sea por la súplica o la oración a un dios lejano, sordo y mudo, además de ciego, pero es debido a esa mejora sustancial en nuestra auto estima, auto imagen y en la seguridad en nosotros mismos.

Hay que entender que no es DIOS, repetimos sin cesar, quien concede tal o cual deseo nuestro; es nuestro propio convencimiento profundo que somos capaces de hacer algo lo que permite que se cumplan algunos de nuestros deseos.

Y sólo algunos de esos deseos, puesto que hay cosas y situaciones que van mucho más allá de hacerse posibles sólo con el convencimiento profundo.

Si así han sido las situaciones es válido preguntarnos muchas cosas al respecto.

Y entonces ¿por qué continuar perdiendo tiempo y el dinero de las limosnas y del fatídico diezmo, además de esfuerzos y energías, en un acto que nos da tan poco como lo es el acto de la oración elevada a Dios Padre?.

¡Por qué mejor no nos acostumbramos a practicar directamente alguna actividad que nos pudiera dar una mejoría notable en nuestra auto imagen, auto estima y en la seguridad en nosotros mismos!.

Por lo tanto, ahora podemos afirmar que la oración, tanto como la fe religiosa, para lo único que han servido ha sido para quitarnos todo el mérito personal a ese esfuerzo propio y también para abrogarle el mérito a un lejano, inexistente y por ende ¡falso dios!, como lo es el esperpento criminal que la Santa Biblia, en la figura del asesino Yahvé de los Ejércitos, pretende que tomemos como que fuera DIOS.

Sólo cuando el ser humano, mujeres, hombres, jóvenes y niños, empecemos a poner en práctica técnicas para mejorar la seguridad en nosotros mismos y a tener y disponer de una auto imagen adecuada, vamos a empezar a recorrer el camino del progreso, del bienestar y de la fraternidad.

¡Sólo así es la cosa hermanos!.

No confundamos este maravilloso instrumento que está al alcance del ser humano con la falacia de los milagros que podemos llegar a recibir de un lejano, falso y nebuloso diosesito que, aparte de perverso y ruin, es uno inútil por completo que fue incapaz de salvar a su propio pueblo judío cuando los nazis masacraron a más de seis millones de seres humanos en el holocausto más triste de su historia.

Si cuando vamos a contratar a un nuevo empleado le exigimos cartas de recomendación y un currículo adecuado, junto a sus antecedentes penales y policíacos, por lo menos al Dios que debemos tener como el Padre Nuestro le debemos exigir que no sea uno criminal, asesino y ridículamente sordo con sus hijitos.

¿Qué si no eso es lo que ha sido Yahvé con los judíos y con nosotros los que de una u otra manera estamos enredados en el cristianismo que lo proclama como el Padre Nuestro?.

Y por esto es que dijimos anteriormente que los seres humanos no tenemos por qué andar en la búsqueda, pues lo que encontraremos será toda la ilusión forjada en nuestro interior, y entonces andaremos como el famoso judío errante, de iglesia en iglesia, de templo en templo, de secta en secta, de grupo en grupo y de mentira en mentira.

¡Todos son lo mismo!.

El único beneficio que nos proporciona la oración, tampoco hay que negárselo, es uno pequeño, pero lo da, y es la ínfima cantidad de auto estima y una pequeña mejora en la auto imagen.

Qué, como es fácil de comprobarlo, es la causa de los famosos e inexplicables milagros e intervención divina en nosotros. Y no hay otra explicación.

Y, como es también fácil de concluir, DIOS está y se mantiene muchísimo más allá de estas pequeñeces humanas y de estas nimiedades de las personas. Pretender que DIOS, EL TODO se ocupe de nosotros, simples motas de polvo cósmico, y que nos vea como a sus hijitos y que responde a nuestro mínimo llamado, eso, sencillamente, es mucha vanidad de quien lo enseña y proclama.

¡Es mucho complejo y una enorme barbaridad cometida por los estafadores de conciencias que, desde su púlpito engaña bobos, nos tienen idiotizados!.

Si por un instante aceptáramos la existencia del pecado, no dudamos que el único pecado que los seres humanos pudiéramos cometer sería el de orarle a DIOS y pedirle o suplicarle por la concesión de algo, porque con tal acto de la oración, súplica y demanda, estamos obligando o pretendemos obligar a DIOS a tomar partido, decisiones, a parcializarse y a ser sujeto de la crítica social y de los reproches humanos cuando no llegamos a recibir la gracia solicitada, que es la regla en todos estos casos.

¡Qué tal!.

¿Acaso no ha sentido usted algo raro, algo que no se puede definir cuando a pesar de la intensa, devota y sincera oración Dios no nos concede lo solicitado?.

Eso raro que sentimos se llama, lisa y francamente, frustración; pero como nos han impuesto la idea que de Dios no podemos ni tenemos porque sentirnos frustrados, pues eso es un terrible pecado y una blasfemia, lo único que nos queda es una terrible desilusión y un desengaño absolutamente frustrantes.

Y lo peor, como no podemos achacárselo a nuestro Padre Eterno, lo internalizamos y lo hacemos propio.

Y continúa el nefasto círculo vicioso del fatalismo y fanatismo religioso haciéndonos sentir muy poca cosa y que le importamos un pepino a Dios Nuestro Señor provocando, todo ello, una notable disminución en nuestra ya poca auto estima, auto imagen y seguridad personal.

¿Es acaso el momento de la oración?.

¡Allá usted!.

FLAGELACIÓN MENTAL FORZADA

¿Cómo oramos?.

¿De qué manera suplicamos a Dios por nuestros deseos e intereses?.

Veámoslo.

Dios mío, Padre Eterno, concédeme la salud y la pronta recuperación de mi hijita a quien la ponga en tus benditas y sanadoras manos. Todo esto te lo pido en el nombre de tu amado Hijo Jesucristo.

Y, lamentablemente esa niña, la hija por quien ese padre o madre de familia pedían salud y la curación, falleció.

¿Qué pasó pues?.

¡En dónde está la promesa de Jesús de pedid y se os dará, cuando nos suceden estas cosas al revés de lo pedido!.

Padre Santo, te lo pido desde lo más profundo de mi ser, y te entrego mi vida completa, te lo suplico encarecidamente, Padre, salva a mi madrecita que sufre en estos momentos y te prometo servirte y me ofrezco yo mismo como sacrificio.

Y esa santa mujer, la madre de ese ser humano que imploró por la vida de su madrecita, al contrario de sanarla Dios Padre, en pocos días murió.

¡Qué pasa con esa sublime y bella oración!.

¿Qué sucede con la promesa divina que leemos desde la Palabra de Dios y que nos certifica que cualquier cosa que pidiereis, creyendo que la recibiréis, la tendréis?.

Estaba pidiendo por su madre, lo más grande que un ser humano pueda tener. Y nada. A Dios Nuestro Señor le valió la madre del fulano y se hizo el loco.

¿Dónde ¡por Dios Santo! están las cosas buenas que el Padre Nuestro, según el ingenuo y ahora mentiroso de Jesús, se nos darían?.

¿Será que es cosa mala eso de pedirle a Dios por la madre de uno?.

Y lo más gracioso de todo esto, con respecto a la oración, que he visto en este tan convulsionado mundo, es lo siguiente. Para un campeonato mundial de fútbol un muy conocido exfutbolista argentino, residente en Guatemala y que es no menos famoso por la carne asada que expende en un muy buen restaurante, comentó que él y toda su familia le habían encendido unas velas a la Virgen María y le habían orado a Dios Padre, pidiéndoles a ambos, que el equipo de Argentina ganara el partido que estaban disputando para optar a ser el Campeón del Mundo.

¿En qué papel obliga esta clase de gente, aún actuando con la mejor de las intenciones ya que así han sido deformados por sus guías espirituales, a dejar y quedar a Dios y a la Virgen María o a cualquier otra entidad, cuando lo que se les pide son cosas como éstas?.

Pero es que no importa lo que pidamos, el papelón en que hacemos que queden los Seres Superiores es verdaderamente alarmante.

¿No nos habíamos dado cuenta de esto antes?. Pero insistimos, lo peor es que nunca vamos a comprender el ridículo en que hacemos quedar a Dios Padre con estas peticiones, oraciones o súplicas.

¿Qué hubiésemos pensado si efectivamente la selección de fútbol de la Argentina gana el encuentro y hubiese sido el Campeón Mundial de fútbol?.

¿Sería válido pensar que Dios se doblegó ante una familia de ardientes fanáticos aficionados y por unas velas y una súplica tan sosa como la realizada por ellos Nuestro Padre que está en los cielos se parcializó?.

Y ante esto es válido preguntarnos unas cuantas cosas más.

¿Por qué mejor en vez que Dios Padre hiciese ganar un partido de fútbol no impuso la paz a escala mundial o no quitó el hambre de los niños y la miseria de todo el Planeta?.

¡Ahí no!.

¿Verdad?.

No mis hermanas y hermanos, ya es justo que dejemos de orar, de rezar y que renunciemos a las súplicas elevadas a Dios Padre; y es hasta estúpido que pretendamos, creyendo torpemente en ello, que tales actos los dirigimos y son escuchado por DIOS y no por el ser bíblico abusivo y cobarde de Yahvé.

Es más que ilógico que pretendamos que DIOS es quien atiende nuestros deseos y peticiones, por muy plausibles que sean. Cada vez que oramos, con cada súplica y rezo estamos creyendo que DIOS va a tomar decisiones parciales y muy interesadas. Y excluimos a toda la demás humanidad del Planeta pues pedimos para nosotros, para los más cercanos o para cierto grupo social.

Pero que conste, y que jamás se nos olvide, somos más de seis mil millones de seres humanos los que nos encontramos viviendo de manera simultánea en este mismo Planeta. No sólo existimos los pedigüeños ni mucho menos los cristianos.

¡No señor!.

Y es bueno que volvamos a la Santa Biblia para leer desde el Evangelio de Juan 14:13 y 14 lo siguiente:

Y cualquier cosa que pidáis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si pedís algo en mi nombre, yo lo haré.

Es Jesucristo el que habla. Es Jesús quien promete y es el Unigénito el que asegura que él mismo servirá de intermediario ante Dios Padre; pero que a él también se le puede pedir cualquier cosa.

Y volvemos a encontrarnos con la frase mágica de la divinidad que nos reafirma, una vez más, que cualquier cosa que pidamos al Padre este nos la dará. Y traemos esto a colación, no porque queramos seguir en lo mismo, no, lo hacemos para ir estudiando las veces que se nos prometen cosas y hechos que han resultado falsos.

Es decir que desde aquí Jesús, sirviendo vanidosamente de mediador, nada menos ante Dios Padre, nos pide que en su nombre solicitemos también cualquier cosa que se nos antoje pedir y que el Altísimo nos lo concederá.

Recién hablábamos de vanidad y es cierto. Aquí Jesús se pavonea de lo lindo, se sube en la vanagloria, asume una responsabilidad que hoy la vemos más como demagogia que la posibilidad de hacerse realidad y se atreve a jactarse, con una arrogancia tal, que es digna de todo un actor de teatro y no del Hijo de Dios como nos lo han presentado.

¿Por qué esa forma tan presumida de ofrecer que cualquier cosa que pidamos al dios de la Biblia en su nombre se nos concederá inmediatamente?.

¡Cuánto engreimiento del Cordero de Dios!.

Ya lo dijimos. Sólo hay que ir a cualquier iglesia y ver a tanta gente sincera y crédula que pide a Dios Padre en el nombre de Jesús, y…….

¡Nada!.

No hay ninguna respuesta.

Dios Nuestro Señor ni Jesucristo, su amado hijo, ninguno de ellos se digna responder.

Pero para ser ostentoso y engreído no hay otro como Jesús en persona.

Y no sólo en este ofrecimiento demagógico queda como eso. Jesús mismo se ofrece y se pone como puerta para llegar a la Gloria Eterna y así nos lo dice sólo a través mío se llega al Padre.

Si esto no es vanidad, ostentación y engreimiento ¡que me cuelguen!.

¡Qué gran fanfarrón fue el Cordero de Dios!. Si no hemos obtenido nada del dios bíblico, de todo lo que a lo largo de más de dos mil años el cristianizado ser humano ha pedido en el nombre de Jesús, menor aún pudiéramos obtener el ticket de entrada a la Gloria Eterna por medio de él.

Y después de estas cosas me atrevo a preguntar ¿le creería usted al Maestro cuando nos dice seréis perfectos como nuestro Padre que está en los cielos es perfecto, sin un asomo de duda?.

¿Le creería luego de comprobar, hasta la saciedad, que únicamente se burló y se sigue burlando de todos nuestros hermanos que han caído en las tenebrosas redes del cristianismo?.

Adelantándonos un poco veamos si ustedes saben la respuesta a la pregunta del millón.

¿A qué vino Jesús al mundo?.

Y es increíble, pero cuando la hacemos, el 95% responden, casi antes de terminar de hacerla, con el mismo cliché que se nos ha impuesto. Pues Jesús –dicen casi todos- vino para salvarnos del pecado.

¡Y eso es falso al 100%!.

El propio Jesús, el Hijo del Hombre, es quien de manera caballerosa nos la contesta con pelos y señales. Y leamos desde Mateo 10:34-36 lo que nos dice el Maestro de su misión terrenal.

No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada. Porque he venido para enfrentar al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra, y serán enemigos del hombre los de su casa.

¡Qué delirio por Dios Santo!.

Esto se llama aquí, como en la China, terrorismo, anarquismo o simplemente demencia. Jesús nos asegura que no ha venido a sacrificarse por los seres humanos, como tan torpemente nos habían mentido descaradamente curas y pastores.

Y además cabe muy bien preguntarnos ¿qué pecado es aquel por el cual habría de haber aterrizado Jesús aquí para salvarnos de él?.

¡Qué pecado es al que se han referido los inflamados teólogos!.

Jesucristo tampoco vino a fundar una religión ni a traer amor al prójimo ni la tolerancia y menos aún a dejarnos la buena voluntad o la fraternidad; Jesucristo vino, y él mismo en forma descarada nos lo dice, a golpearnos a diestra y siniestra.

¡No he venido a traer la paz, he venido a traer espada!.

El Hijo de Dios, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, es el único causante del desorden y de la división familiar, social y el gran instigador de los enfrentamientos y las guerras.

Lamentablemente hemos confundido y equivocado al ser que representa la guerra. Se tomó a Marte porque no se conocía aún a Jesucristo; y es a Jesús a quien corresponde ese legítimo honor.

¿Por qué se nos ha metido que Jesús es un ser todo amor y buena voluntad?.

¡Qué locura!.

Y sólo para poner las cosas en su justa dimensión con este malvado de Jesús, veamos desde Mateo 3:9 lo que se nos asegura.

Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.

¿Cómo deberíamos de haberle llamado entonces a Jesús si él mismo nos asegura que no he venido a traer la paz sino espada?.

Si sólo los pacificadores pueden ser llamados Hijos de Dios ¿hijo de quién es Jesús?.

¡Qué diferente!.

¿Verdad?.

¿Queda absolutamente desenmascarado Jesucristo con esto?.

¡Claro y por supuesto que sí!.

Un pacificador es aquella persona que restablece la paz y que trae armonía, amistad, sosiego, conciliación y unión.

Y un belicista o belicoso es aquella persona que en forma agresiva y violente busca la guerra, la confrontación y que provoca los conflictos entre las partes.

Ahora que ya sabemos, por la propia boca de Jesucristo, que solamente los que traen la paz podrán ser llamados hijos de Dios, deberemos hacer una gran campaña de publicidad e ir de casa en casa, como lo hacen los evangelizadores, advirtiendo del gran error que se ha cometido desde hace más de dos mil años y que Jesús no puede ser llamado Hijo de Dios y menos aún continuar llamándole como tal, porque el Maestro no vino a este mundo a traernos la paz sino la violencia, el desequilibrio familiar y las guerras fratricidas.

Aún y hay otra aclaración más sobre lo mismo y es el propio mal llamado Hijo de Dios quien nos hace el gran favor de decírnoslo desde Lucas 12:49.

¡Fuego vine a echar en la tierra y cómo deseo que se haya encendido ya!.

Aquí nos encontramos con un diferentísimo ser nada fraterno.

¡Alegórico Nuestro Señor Jesucristo!.

¿Será posible que el Dios todo amor que la Santa Biblia nos presenta en algunos pasajes haya sido capaz de engendrar a un ser tan violento y tan lleno de pasional maldad?.

Además de estar totalmente dominado y fanatizado por su fe y por el papel que creyó firmemente le correspondía asumir al creerse el Mesías esperado por el pueblo judío.

En la Epístola Universal de Santiago 1:6 leemos.

Pero pida con fe, no dudando de nada; porque el que duda es semejante a la ola del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, ese hombre, que recibirá cosa alguna del Señor.

¡De dónde sacó tamaña locura Santiago!.

Qué desfachatez la suya la afirmar que si no se pide con fe nada se recibirá del Señor.

A lo que parece es que Santiago era no sólo sordo, sino que tonto además, pues no entendió que Jesús, su Maestro, y además su hermano carnal, nunca afirmó ni pidió condición alguna en ese sentido.

En ninguna ocasión, de las muchas que Jesús enseñó cómo y dónde se le debe de orar y pedir a Dios Padre por cualquier cosa, hay condicionamiento alguno, tanto para lo que se puede pedir, como la forma de hacerlo.

Santiago parece salido de otra dimensión.

Y pensar que es este mismo personaje quien afirma, en su Epístola 1:1 ser:

Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo.

Ni siendo, como él afirma ser, siervo del Señor Jesucristo, pudo asimilar nada de lo que su Maestro dijo. Ni siquiera el respeto, humildad y buenas costumbres, pues qué es eso de llamarse el mismo siervo de Dios y del Señor Jesucristo.

¡Cuánta falsa modestia, humildad y qué gran vanidad y orgullo de Santiago apóstol!.

En donde sí va muy bien encaminado Santiago es en el capítulo 2 versículo 14 de su Epístola, pues nos dice:

Hermanos míos ¿de qué sirve que alguien diga que tiene fe si no tiene obras? ¿Acaso podrá esa fe salvarlo?.

Ahora sí agarró la onda este apóstol pues ¿para qué sirve la fe? si aquel que se dice lleno de ella de lo que lo está es, pero enfermizamente, atorado de orgullo y vanidad, de violencia e intolerancia, de falsa modestia y acomplejado; está, escandalosamente lleno de fanatismo al creerse salvado y sintiéndose a la derecha del Padre.

Razones éstas tan poderosas que lo hacen olvidarse del mundo tan hermoso, material y emocional que lo rodea y que lo hacen vivir alejado de la realidad de su medio ambiente.

Y nos remata Santiago, para finalizar el versículo, haciendo una pregunta que más parece una fulminante afirmación.

¿Acaso podrá esa fe salvarlo?.

Y nos corresponde a nosotros agregar ¡ni esa fe ni ninguna otra lo salvará!, en todo caso la pregunta es ¿salvarlo de qué?.

La fe es el relámpago efímero de las ilusiones, es el fuego que consume la razón del ser humano y es el instrumento, por excelencia, que les sirve a los dirigentes y líderes para mantener sometidos a las personas y tenerlos convertidos en las tristes piltrafas en que hoy y siempre hemos visto a la raza humana caer en las redes de los demagogos y habla bonito.

¡Si hay algo que debemos detener y acabar es con la fe!.

Ahora, y para variar un poco, veamos otra de las muchas falsas promesas.

Leamos desde Juan 14:12 lo que Jesucristo nos deja dicho.

De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, las obras que yo hago, también él las hará; y aún mayores que éstas, porque yo voy al Padre.

Y ¿qué importa que Jesús vaya al Padre?.

¡Qué hemos ganado con esta otra mentira!.

Nada, absolutamente nada.

¡Cuántos millones de incautos han sido embaucados con esta demagógica promesa!.

¿Cuántos, de esos fieles creyentes en las promesas de Unigénito, han hecho algo grande, extraordinario y milagros? Y lo preguntamos porque seguimos con hambruna, violencias y exclusiones.

¿Qué pasó con la promesa que ha llegado a nosotros, nada más y nada menos que por medio del discípulo bien amado, tal y como Juan se presenta?.

Y nos dice Jesús desde Mateo 6:7 y 8:

Y cuando estéis orando, no parloteéis sin medida, como los gentiles, que piensan que serán oídos por su mucha palabrería. No os hagáis, pues semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, aún antes que vosotros las pidáis.

¡¡¡¡¡QUÉ CRUEL!!!!!.

¡Qué pavorosamente cruel es Dios Nuestro Señor entonces!.

¡Qué malvado y ruin es el Padre de Jesucristo, el fatídico Dios de la Santa Biblia!.

Su propio hijo nos afirma, en el colmo de la más grande y delirante pantomima, primero que, ¿para qué orar, pedir y suplicar?; ya que no importan los gestos, las grandes exclamaciones ni tampoco tienen que ver esos comportamientos tan absurdos con los que muchísimos aletargados cristianos pretenden ser tomados en cuenta a la hora de la repartición de los premios.

Y segundo ¿para qué orar, pedir y suplicar? ¿para qué hacer grandes manifestaciones de fe y demostraciones personales que uno es un gran cristiano practicante y temeroso de Dios padre? ¿para qué ser buenos, tener fe, esperanza y caridad, hacer penitencia, pertenecer a una iglesia o religión? ¡para qué hacer aspavientos de moralizadores y salvadores de almas!, si el propio Jesucristo nos está diciendo que Dios Padre sabe las cosas que cada uno de los seres humanos necesitamos ¡aún antes de pedirlas!.

Si la cosa está así nos han estado baboseando y tonteando de lo lindo.

¡No hay necesidad de pedir, orar o rezar entonces!.

¡Nunca lo ha habido!.

Con esta lección del Maestro se nos está describiendo a un Dios lo suficientemente tonto, estúpido y perverso a la vez, pues no hay de otra explicación. Y veamos por qué.

Tonto, ya que no hace caso a ninguna de las promesas ya dejadas.

Estúpido, por lo torpe y falto de inteligencia de no comprender nuestras penas y amarguras, las que nos tienen sufriendo a mares.

Y perverso, porque nos cambia constantemente el bien por el mal.

Y, ante todo, si Dios Nuestro Señor sabe, según Jesús, de todo lo que necesitamos aún antes de pedírselo y no nos lo da, así se lo hayamos pedido, entonces ese Dios de la Santa Biblia es sumamente cruel y perverso.

Y si la divinidad bíblica sabe de lo que necesitamos y aún así se ha hecho el loco desde los siglos de los siglos, entonces es un ser totalmente desequilibrado y demente.

Y esta serie de cosas y situaciones son las que encierran la trampa psíquica en la que nos han envuelto los gritones de púlpito, ya que dándonos e insuflándonos temor y miedo de ir al Infierno, ninguno osamos tan siquiera a rebelarnos ante tamaña tomadura de pelo en que tan fácilmente nos han embaucado.

HEMOS CAÍDO COMO BORREGOS

Hay que tomar una decisión en todas estas cosas.

Y hay que dejar a Jesús, más cruel y perverso que su Padre, por haber sido el portavoz de tantas promesas divinas incumplidas, pero mejor dejemos a ambos por un lado y veámonos a nosotros mismos.

¡Qué atajo de borregos, estúpidos e ineptos hemos sido los seres humanos que tan cándidamente nos hemos tragado esta falsa y cruel promesa!.

Porque ha sido falsa desde que se dijo y en el mismo instante en que Mateo la tomó para hacerla parte de su Evangelio.

¡Qué razonamiento tan falso en el que descansa todo el edificio del cristianismo!.

Con razón es tan vulnerable.

Por falso.

¡Qué es eso de proclamar a los cuatro vientos que Dios sabe de las necesidades que tienen los seres humanos, aún mucho antes de que se le pida!.

¿Para qué orar entonces?.

Si el diosesito de la Biblia, el Padre Nuestro según Jesús, ya sabe todo lo que necesitamos y lo que deseamos, y si aún con esta promesa no hemos recibido nada, ya sea pidiéndolo, orando, como no haciéndolo, eso significa que Yahvé de los Ejércitos queda muy mal parado y en entredicho ante la feligresía.

Queda como lo que es.

Una simple proyección del traumatismo del ser humano

Y basta con recordar a Savonarola, cuando describe al dios de la Biblia diciendo terrible y sanguinario como el hombre para confirmar lo que decimos.

Cómo hacerle saber a Dios Padre que lo que hemos necesitado siempre, los seres humanos, ha sido superar el hambre, miserias, violencia y las limitaciones que nos imponen las terribles condiciones del subdesarrollo.

Hemos necesitado que se supriman los líderes y guías espirituales, las iglesias y religiones y, junto con los dogmas y rituales, que se acaben las promesas de redención, perdón divino y castigo eterno.

Lo que verdaderamente necesitamos es amor, paz, comprensión y libertad; por supuesto que también el respeto a los derechos individuales de los seres humanos.

En fin, lo que todos necesitamos, con la mayor de las urgencias, es que nos dejen en paz con nosotros mismos; que nada ni nadie externo y ajeno a nosotros intervenga o influya en nuestra natural evolución.

¿Sabrá el Dios del Antiguo Testamento, a quien tanto le hemos pedido y rogado por el alivio a todas nuestras necesidades, todo esto?.

¿Se lo habrá dicho su Amado Hijo Jesucristo, que supuestamente está sentado a la derecha del Padre?; puesto que Jesús vivió y murió, pero padeció todas las miserias y problemas ingentes de la humanidad, y conoció directamente de la pobreza y de las grandes limitaciones que padecían las personas.

Ahora bien, si Jesucristo no le ha dicho nada de estas cosas a Dios Padre, ¡ya nos fastidiamos de por vida!.

¿A lo mejor esto es lo que pasó?.

Que no se diga que no hemos demostrado, como debe comprobarse, ese rotundo fracaso de la oración y de las plegarias; así como el revés y fiasco de aquel que instituyó la tragicómica pantomima de la petición al Padre y el desacierto y chambonada del que está en los cielos para satisfacer todas y cada una de nuestras necesidades y deseos.

La oración, Jesús que la instituyó y Dios Padre, son la chapucería en su máxima potencia.

Y quien piense lo contrario continuará en el fango de los necios y hundido, hasta la coronilla, del terror sacro y en esclavitud emocional, física y energética.

Todos ellos, la oración y plegarias, Jesús el Cordero de Dios, Yahvé el diosesito perverso y criminal de la Biblia y el fiel creyente en ellos, convertido en un iluso pedigüeño, no son más que un sonoro fraude.

Además de un absurdo fracaso.

Pero con la libertad de culto y de conciencia que todos los países democráticos proclaman tener y respetar, unido a la libertad de emisión del pensamiento, con mucho respeto tengo que decirles que lo siento pero son un total fracaso.

Y allá ustedes mis hermanos confundidos y aletargados.

Que nadie venga tampoco ahora con el tan usado sonsonete que acostumbran los apologistas de la nada y diga "tomando unas frases de la Santa Biblia por aquí y otras por allá, arreglando a su modo los versículos de la Palabra de Dios, no es la manera correcta de hacer un estudió e investigación bíblica; y menos aún una crítica a la Palabra Sagrada de Dios Padre", porque tal defensa oficiosa es débil, interesada y muy mal intencionada.

¡Reto públicamente a que me demuestren lo contrario!.

Entendamos, de una buena vez, que si un todo tiene partes malas y equivocadas eso sólo indica que no es lo bueno, santo y hasta divino que nos habían asegurado lo era.

Y si en la Santa Biblia, la mal llamada Palabra de Dios, la guía de los cristianos desde hace cientos de años y el Libro que más muertes ha ocasionado al tratar de imponerlo, encontramos allí muchísimas equivocaciones, dobles sentidos, contradicciones, fraudes, tergiversaciones, personajes falsos, promesas incumplidas, verdaderas a medias, mentiras completas y una larga lista de cosas criminales, entonces la Biblia es una estafa.

La mal llamada Palabra de Dios no es toda lo buena como nos la habían impuesto.

Mucho menos toda lo perfecta que han clamado los guías espirituales, menos aún que sea la Guía Maestra para cualquier cosa que nos suceda en la vida de los seres humanos; será, eso sí, ¡una estafa más que la humanidad ha recibido!.

A la Palabra de Dios se le pide, por lo menos, que cumpla con tener sentido, tanto de orientación como sentido ético.

¿Y qué sentido tienen esas múltiples matanzas, y el gozo en ello, realizadas personalmente por Dios Nuestro Señor?.

¡Qué sentido tienen los grandes hartazgos de gorduras, vísceras y excrementos de animales por parte de Yahvé y de sus preciosos ángeles!.

¿Qué sentido le podemos encontrar a los sacrificios pedidos y exigidos a sus fieles creyentes?.

¡En dónde está el sentido al habernos mandado a su Hijo Unigénito y que éste nos enseñe a orar y que luego se nos diga que Dios ya sabe de nuestros deseos y necesidades aún antes que pidamos!.

¡Qué sentido tienen la oración, ritos y esa enmarañada serie de pantomimas en que ha derivado el sencillo acto de recogerse adentro de uno mismo a meditar y que ha parado en rezar rosarios, novenas y que culmina con repetir como loros el Padre Nuestro!.

¿De qué han servido tantas y tantas misas, actos litúrgicos, Te Deums, cultos, servicios, procesiones, penitencias y todo lo demás?.

Miremos todos a nuestro alrededor y volvamos nuestra vista al pasado, tanto al reciente como al lejano, y ¿qué observamos?; sencillamente que estamos iguales de jodidos.

Y estar igual es estar peor y muy mal, pues se supone que deberíamos de haber evolucionado para adelante y para mejorar aunque sea con una pequeña diferencia.

Pero la diferencia, por mínima que hubiese sido, debería de ser para una mejoría; y la diferencia, no mínima sino máxima que hay, es para peor.

Mírese usted mismo. Usted, yo y los demás estamos compartiendo con una inmensa mayoría de seres humanos la ingrata miseria, la violencia, el hambre, tiranías, el desorden y la más cruel y despiadada violación a los mínimos derechos individuales.

Usted comparte también, no sólo con los actuales habitantes de la Tierra, sino con todos los que la han poblado desde hace más de dos mil años, la desgraciada y cruel promesa de Nuestro Señor Jesucristo; que se nos daría todo lo que pidiéramos ¡y aún antes de pedirlo!.

¡Qué mala broma nos han hecho y que tomadura de pelo nos dieron!.

Pero a la vez qué triste y qué decepción que hayan sido Jesús y el Padre Nuestro los protagonistas de esta chasco y del más brutal de los engaños.

¿Gloria a Dios hermanos….?.

¡Podrán ustedes volver a decirlo!.

Yo creo que no, pero en fin usted tiene la última palabra ya que en asuntos de religión, política y en deporte, como se dice coloquialmente, dependiendo como nos vaya en la procesión así respondemos.

Si a usted le ha ido muy bien y considera, quitándose un poco el egoísmo, que a los demás seres humanos también, perfecto, siga adelante.

Amén.

 

 

 

Autor:

Willy Ruano

Investigador y escritor

 

Partes: 1, 2
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