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Los paradigmas (II) La psiquiatría, la neurología y las neurociencias: ¿Aliados o adversarios?

Enviado por Felix Larocca


  1. Otras ramas del conocimiento, por Freud, el neurólogo, instigadas
  2. Nace la neurociencia
  3. Para nuestra ciencia tengo una historia final que contar
  4. Bibliografía

Esta lección, conjunta con la que la precede, propone establecer las líneas que confluyen para hacer de la psiquiatría moderna, la neurología y la neurociencia, disciplinas en congruencia y no en competencia — como, para algunos, aparentan ser.

No deja de incitar la curiosidad de quienes estudian nuestras ciencias, el hecho de que la neurología se haya adueñado, con la asistencia de los hallazgos de la neurociencia aplicada, de una buena fracción de la psiquiatría, la que, a menudo relega al uso de la psicoterapia y la receta de medicinas — como si la teoría misma — por ellos controlada — constituyera asunto tan remoto para el clínico, que no la puede investigar, o quizás — peor, aun — que no la puede vislumbrar.

El neurocientífico par excellence, hoy, es Eric Kandel, ganador del premio Nobel por sus descubrimientos acerca de la memoria en la babosa Aplysia californica.

Los estudios de Kandel fueron basados en los principios formulados por el psicólogo Donald Hebb, a quien Kandel da crédito merecido — lo que resulta necesario decir, ya que muchos no dan crédito a lo que derivan del conocimiento, de otros, adquirido.

Más adelante, y fortalecido por sus logros en la neurociencia, Kandel, el psiquiatra, sin experiencia clínica admitida, nos deleita con un libro que escribiera asistido por los comentarios ofrecidos por algunas de las más destacadas mentes en la psiquiatría actual. El resultado debe de ser juzgado por quienes se atrevan a leerlo sin ser cegados por la llama del nombre de Kandel y no por la erudición — o falta de la misma — que este libro nos ofrece.

Prosigamos

Las bases fundamentales de nuestra tesis las propuso el mismo Freud, cuando en 1895 concibiera el Proyecto para una Psicología Científica.

Acerca de este documento de extrema importancia histórica, Ernest Jones, hagiógrafo de Freud, escribe:

"La riqueza de las ideas contenidas en el "Proyecto" y la estrecha relación que entre ellas existe, provee al estudiante con una fuente abundante de material para la investigación. Este pequeño ensayo abre las puertas para que se escriban varios monografías dedicadas a la dilucidación del mismo".

Lo de "varias monografías" fue un elogio extravagante por parte de Jones — por siempre adulador del maestro.

De todos los trabajos de Freud, El Proyecto, es indudablemente, el más importante para apreciar el trasfondo neurológico — y, por ende, biológico — que orientara a Freud en sus conceptos más avanzados en el psicoanálisis.

El principio de la inercia, el de la satisfacción, el dolor, la percepción, la consciencia, los procesos del pensamiento, los de las asociaciones, el del ego, la represión, los deseos, las memorias, los procesos primarios y secundarios, los de la identidad — todos los que en conjunto formarían las bases para formulaciones más avanzadas, se cubren el Proyecto.

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Por ejemplo, el principio del placer, el de la realidad, el sondeo de la realidad, el principio de la Nirvana, la ansiedad, los instintos, el principio de la constancia, el desplazamiento, y la libido; todos son en parte derivados del Proyecto y de los esfuerzos que Freud hiciera para transformar sus ideas en un cuerpo científico, como parte intrínseca de una ciencia biológica, natural.

Por primera, y única vez, en el Proyecto, Freud expresa sus deudas intelectuales a sus mentores: Ernst Brücke, Theodor Meynert y Sigmund Exner — los tres; en su época, neurólogos de distinción indisputable, e imperecedera a la vez.

No olvidemos que, con el psicoanálisis, Freud se apartó de la medicina y de la neurología. Tanto así que uno de mis supervisores en la psiquiatría infantil, Roy M. Mendelsohn, solía decirnos que para ser buen psiquiatra era esencial desaprender la medicina.

Para ser justos, no hay mucho en el modelo neurológico que Freud propuso, que no derivara directamente de la influencia y el pensamiento de esos científicos extraordinarios que lo inspiraran.

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Ron Mueck

Pero Freud, siempre sería corto, cuando se tratara de reconocer en sí el impacto que las influencias ideológicas que otros tuvieran. Este vicio, de manera conveniente, Freud lo tildó de criptomnesia — algo que resta muy cercano al plagio de las ideas.

Muchos de los conceptos y términos, alguno oscuros, que Freud avanzara en sus estudios posteriores, originaron en el Proyecto. Quizás el más controvertido sería el de la cathexis, el cual todos usamos con aplomo, quizás — muchos, haciéndolo — sin entenderlo.

Es ésta última una noción, que Freud introdujo como parte de una ponencia posterior, Chistes y su Relación con el Inconsciente, que él mismo se empeña en atribuir a las actividades neuronales.

He ahí, lo que es de la mayor importancia. Que Freud, el argonauta de la mente, nos constriñe a pensar en procesos celulares — que existen, por su admisión, en la biología de la mente — el idéntico curso que hoy se trazan los neurólogos, quienes más y más se reconocen a sí mismos como neuropsicólogos o neurocientíficos.

Otras ramas del conocimiento, por Freud, el neurólogo, instigadas

Para elaborar su noción del Proyecto, Freud no escatimó la representación física de sus imágenes psíquicas.

Manteniendo firmemente la relación de la actividad biológica, como la base de las emocionales — Freud, permanecería muy por delante del Zeitgeist de su época.

Para sustentar y corroborar sus ideas, Freud, asimismo, haría grandes esfuerzos para elaborar las actividades neurales de sus pensamientos y para soportar sus hipótesis.

En el Proyecto, la palabra "neurone", aparece con frecuencia inusitada. Lo que hoy nos parece déjà-vu, porque es como si Freud fuera uno de los neurocientíficos, de hoy conocidos.

Pero, su entusiasmo se extinguió, por razones no bien explicadas, y el Proyecto hibernaría por muchos años.

Pero, en cierto modo, la historia se repite.

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En mi ensayo biográfico, Freud: Un Hombre para todas las épocas, hago hincapié en la tendencia que el padre del psicoanálisis tuviera para rodearse por mujeres — con quienes se identificara — tendencia que sigue la neurociencia que hoy, a él, lo representa.

En página 91 de su obra The Tangled Wing, luego de haber nombrado, en una lista corta, treinta y cinco mujeres que han avanzado las neurociencias, Melvin Konner prosigue: (la traducción, aproximada, de sus palabras es mía)

"Estos son los nombres de algunas de las mujeres científicas quienes han dedicado sus vidas a la investigación del cerebro, las hormonas y el comportamiento. Cada una se considera un líder en su disciplina, extremadamente competente, rigurosa y original. Cada una ha dedicado muchos años de su vida a esclarecer el dilema de si la existencia de la diferencia del comportamiento entre los sexos — por ellas observadas en el campo, la clínica, o el laboratorio — posee una base que es en parte biológica.

"Sin excepción, todas han contestado esta pregunta de manera afirmativa. Pero uno no puede dejar de pensar que así lo hicieran sin dificultades. Cada una tiene que haber padecido personal y profesionalmente, de la discriminación que existe contra la mujer en y fuera de la academia. Cada una debe de haber trabajado para algún hombre quien en su fuero interno más recóndito, la concibiera como descalza, sin pretensiones, embarazada y en la cocina".

Porque la neurociencia, como la Biblia, que hoy encarna para el psiquiatra, es una ciencia tan controvertida, como la Biblia es machista.

Melvin Konner debe de reconocer en carne viva a qué se refiere, habiendo desposado a una de las antropólogas más preeminentes del siglo pasado, Marjorie Shostak (1945-1996), autora de Nisa, y a quien perdiera de modo prematuro al carcinoma del seno.

Hay libros que se entienden mejor, si se leen con la asistencia del apoyo explicativo de algún experto — la Biblia es uno, Análisis Terminable e Interminable es otro.

Para entender la razón por la cual es esencial comprender los motivos que orientaran al genio de Freud en muchas de sus contribuciones al pensamiento psicoanalítico hay que intuir la necesidad imperiosa que Freud albergara de "proteger" su creación filosófica y sus contribuciones científicas.

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Diego Velásquez

Pero, antes de proseguir, deseo enfatizar dos puntos:

Que para la apreciación plena de la Biblia, el mejor de los trabajos que, en mi opinión, se haya publicado es: PsychoBible: Behavior, Religion & the Holy Book, por Armando Favazza.

El otro, que para leer y apreciar el Análisis, yo disfruté, en grupo, de la dirección provista por el incomparable pedagogo Gustavo Lage (1926-2002) en Chicago.

Veamos algunos detalles acerca del pensamiento de Freud en las alturas de su vida cuando cometiera a su publicación algunas de sus contribuciones más controversiales.

El Análisis Terminable e Interminable, para muchos representa una obra de índole técnicamente oscurecida por la resistencia al cambio de Freud, quien quisiera soslayar la insistencia de algunos de sus discípulos para acortar la duración del proceso — que seguiría prolongándose.

Otros percibirían el hecho de que muchos analizados, tuvieran que retornar a varios análisis más — como se estila entre los analistas mismos — como expresión del fallo terapéutico del método psicoanalítico.

Muchos de los candidatos, en mis días, lo conformaban al hecho de que un primer análisis dispone de los problemas edípicos, el segundo de los narcisistas.

¿Y qué de los análisis subsecuentes, para tantos analistas inevitables?

Usted dirá…

Por supuesto, no todos están de acuerdo con estas extrañas nociones.

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La publicación de El Futuro de una Ilusión fue otra obra que arroja luz en lo que Freud no quisiera revelarnos enteramente. Esta obra seguiría La Interrogante del Análisis Laico y precedió La Civilización y sus Descontentos (1926-1930).

En una correspondencia que Freud dirigiera a su amigo el pastor Oskar Pfister (25 de noviembre del 1928), Freud escribe:

"No sé si tú has detectado el eslabón secreto que existe entre el Análisis Laico y la Ilusión. En el primero, mi deseo es proteger el análisis de los médicos y en el segundo de los sacerdotes".

Freud, reconocedor de su dogma; como religión para muchos, y temeroso de que el establecimiento médico pudiera hacer de su método algo eminentemente físico, quiso evitarlo; ya que carecía respeto por la religión y los galenos de su era.

Pero, aun en estos respectos, Freud permanece ambivalente, algo que no evitara admitir.

Nunca se opuso abiertamente a las enseñanzas de la religión — como tantos neurocientíficos estilan, ni se opuso a considerar la religión misma como elemento de conforte para muchos.

El dilema para Freud sería uno de territorialidad y de control, por ello suprimió la publicación del Proyecto.

El Proyecto se concibió en el 1895 y no vio la luz del día hasta el 1950.

Para muchos reintegra el psicoanálisis dentro de la corriente principal del pensamiento científico. Para otros no.

Nace la neurociencia

Quizás la neurociencia nació con el accidente de Phineas P. Gage que ocurrió cerca de las 4:30 de la tarde el 13 de septiembre del 1848, cuando la explosión ocurriera que le disparó una barra metálica a través del cráneo lesionándole el cerebro. (Para una descripción del mismo, véase mi ponencia Temas de Neurociencia en el Tratamiento Psiquiátrico Moderno I).

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O quizás la neurociencia naciera en medio de la Guerra Civil Norteamericana (1861-65) cuando los médicos del entonces confrontarían heridas destructivas con lesiones neurológicas tanto directas como indirectas — véase mi artículo acerca del miembro fantasma (Temas de Neurociencia: La Pseudociesis o el embarazo facticio).

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Torre de Babel

O quizás fuera más reciente, cuando el famoso libro de Oliver Sacks, El hombre que confundió su esposa por un sombrero apareciera en inglés.

Lo que ha sido innegable es que, desde hace unos quince años, una avalancha de libros popularizando lo extraño en la neurología ha tenido lugar con un efecto neto: los neurólogos o los neurocientíficos están de boga y los psiquiatras han sido eclipsados.

No existe necesidad de que haya conflicto mutuamente dañino entre las ciencias — lo que no evita los malentendidos que entre las disciplinas existen.

Por ejemplo, se hallan áreas de solapamiento entre las doctrinas o métodos, áreas que, cuando se estudian, añaden interés a nuestros conocimientos.

Yo no tengo la menor duda de que en el proceso de la terapia introspectiva, las fuerzas de la transferencia/contratransferencia afectan la anatomía fisiológica del cerebro aunque aun esto no se haya aun demostrado.

Yo estoy de acuerdo, con tantos neurólogos que hoy nos indican condescendientemente, que ellos han abandonado sus posiciones contrarias al psicoanálisis a favor de una aceptación condicional, si es que admitimos que las "divisiones" del "aparato mental" que Freud sugiriera se adapta a los estereotipos que los neurólogos nos brindan — aunque sus conclusiones permanezcan hipotéticas.

Pero existen enigmas irresueltos

Damasio no ha establecido la localización del ego (self) mejor que Freud lo hiciera usando modelos mecánicos para intentarlo.

Aunque, tanto Damasio como Freud, proclaman sus logros tan dudosos como exagerados.

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Nisa

Ramachandran, por su parte, nos aconseja, como chiste, que cuando veamos algún paciente con personalidad múltiple que le demos a ambos nuestra cuenta, para ver quién la paga.

De que existen síndromes neurológicos de apariencias dramáticas que deben de estimular nuestra curiosidad e interés, no existen dudas.

¿Quién no se maravilla a la existencia, inexplicada (o inexplicable) de la Ilusión de Capgras?

Lo que estos síndromes no logran hacer es que, siendo interpolados con síntomas de trastornos, claramente funcionales, explican lo funcional como si fuera orgánico.

Por ejemplo, nos recordamos de del Trastorno de la Personalidad Múltiple, cuya explanación neurocientífica aún no existe — aunque, mientras más se familiariza uno con sus síntomas, más casos se descubren en la práctica privada y más aun son reportados en la literatura científica — como en el caso de Flournoy.

Para los efectos del placebo, para las curas milagrosas, para las creencias básicas. Para nuestras inclinaciones altruistas o narcisistas, no existen localizaciones anatómicas — como no podemos conceptualizar el genio ni la creatividad.

Por ello es que nos parece arriesgado tratar de explicarlo todo utilizando un sistema que, todo pretende esclarecerlo — mucho como creyeran poder hacerlo los psicoanalistas, cuando su ciencia — como el mare nostrum era una creencia circunscrita y privada.

La influencia del psicoanálisis en muchos de los seguidores de Freud adquirió su primacía debido a los estragos espirituales que a tantos judíos Hitler y sus secuaces infligieran.

Por ejemplo, aun recuerdo cuando en un taller en la Universidad de Chicago, Bruno Bettelheim relatara, con lágrimas en los ojos, como cuando los ejércitos nazis entraron a Viena, debidamente, como si el psicoanálisis todo lo remediara, Bettelheim adoptó su posición en el diván psicoanalítico, informando a su analista de lo que acontecía. A lo que el analista, judío también, le responde: "Es cierto, ahora debemos correr" — lo que Bettelheim no hizo, siendo confinado en campos de concentración, hasta que pudo salir para los Estados Unidos después de que las hostilidades de la II Guerra Mundial cesaran.

Para muchos de entre ellos, el psicoanálisis se convertiría en su identidad y su ciencia. Un sistema de creencias que todo lo explicaba por medio de la magia de la introspección y del análisis de los sueños.

Pero más que nada, por ser ciencia, predominantemente de judíos y (quizás) para judíos.

Los años muertos ya no volverán — nos dice el cancionero.

No podemos ceder nuestro juicio a la visualización de imágenes de actividad cerebral, como si ellas fueran prueba infalible de nuestro pensamiento.

A ello es a lo que me refiero en esta parte final de estas ponencias, ya que nosotros olvidamos que somos parte de todos los sistemas ecológicos y de que, aunque, como Prometeo hiciera, hayamos robado el fuego de los dioses — lo hicimos sin esperanzas de ser dioses.

Nuestro mundo está grabado al agua fuerte con la devastación que hemos causado a tantas especies y a la nuestra.

Hemos diseminado a muchas de las aves migratorias al punto de haber extinguido muchas de entre ellas, negándonos la oportunidad de entender el cómo y el por qué pueden navegar, a veces sin comer, del círculo ártico hasta la tierra del fuego.

Los antiguos celebraron las ciencias de las humanidades por el mismo poder que tuvieran sobre lo físico y lo concreto y por la prestancia que demostraran sobre lo natural y lo vulgar.

Hay algo místico, y nada más ennoblecedor del espíritu, que la visión de un hombre que, en una cruz se inmola por un idealismo — quizás fanático — contrastado al respeto que no merece un político o algún cardinal fatuo, de una iglesia cualquiera, que, cuando habla, rebuzna.

Hay algo de índole majestuosa, cuando celebramos la paz y la tranquilidad de un paciente cuyo dolor psicosomático se alivia por medio del estrés que la psicoterapia reduce — porque ello nos confirma la existencia imponderable del poder de la psiquis.

Y hay algo singular, que nos consola, cuando somos testigos de la ignorancia que, al poderoso casi siempre, caracteriza; porque todos ellos viven en las tinieblas confusas de un universo que no comprenden y de una realidad que les evade.

Para nuestra ciencia tengo una historia final que contar

Charlotte Perkins Gilman escribió un libro en avance al dilema que nos ocupa en esta lección.

Lo tituló The Yellow Wallpaper (1892) El Empapelado Amarillo.

Es la historia de una pobre mujer que enloquece bajo la misma mirada de un insensible marido, quien para hacerlo más dramático, es médico.

Para curarla, en la trama, se la asigna a tales humillaciones "terapéuticas", que para poder resistirlas, ella termina escapando, al marido solícito y al terapeuta equivocado para convertirse en mujer madura y feminista — lo que logra, abandonando sus síntomas.

Esta obra, como tantas criticadas por los hombres, nos dice más acerca del establecimiento machista que ansía controlar todo lo que existe, desde la academia, a la literatura y el arte, que acerca del lugar asignado a la neurociencia como disciplina indiferente a la orientación sexual.

Muchas mujeres contribuyen y continúan haciendo un impacto decisivo en las neurociencias, mientras que los hombres, persisten en mantener el control sobre la especialidad misma.

He ahí el peligro inherente que nos confronta. El de tornar la psiquiatría y su futuro en una disciplina supeditada al control intelectual, y no a la realidad de la validez de los descubrimientos que, algún día, logremos.

Nunca confiemos en nada — pari passu — o a pie juntillas… Es ésta la lección…

Bibliografía

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Autor:

Félix E. F. Larocca