Descargar

Globalización del capital e inversión del ciclo económico en América Latina (página 2)

Enviado por alfg19


Partes: 1, 2

En América Latina y el Caribe lo anterior provocó intensificar el endeudamiento externo. Este creció casi 30 000 millones de dólares en 1994, y alcanzó los 534 000 millones de dólares a fines de ese año, lo que representa un aumento de 5.8%. De esta manera, una vez convertidos en obligaciones, los pagos y amortizaciones de los intereses de la deuda de los países latinoamericanos llegan a absorber hasta el 50% de su producto nacional bruto en detrimento de los recursos y las reservas internas, agravando el problema de las transferencias de valor. Es así como, por ejemplo, entre 1982 y 1987 la transferencia de recursos (que implica transferencias de valor y de plusvalía) significó para América Latina y El Caribe erogaciones por un monto total de 148 mil millones de dólares. En términos generales, esta "transferencia" alcanzó alrededor de los 200 mil millones de dólares en el curso de la década de los ochenta.

4. Especialización productiva: concentración y centralización del capital.Pero la deuda externa no es el único factor que obra en la crisis; lo es también la concentración y centralización del capital que estimula la especialización de la economía, en virtud de la necesidad que tiene el capital de concentrar sus medios de producción, la fuerza de trabajo y su organización así como la tecnología, en unidades de producción grandes y competitivas, con altos estándares de productividad y competitividad. Esta es de hecho la vía adoptada por la estrategia política neoliberal para especializar la economía y canalizar las inversiones hacia las actividades exportadoras.

Debido a los gigantescos volúmenes de capital que requieren las grandes unidades de producción y distribución de mercancías, así como la inversión en medios de producción y fuerza de trabajo en el contexto de la creciente globalización del capitalismo, son naturalmente las corporaciones multinacionales las que vienen dominando los sistemas económicos hegemónicos y los principales mercados del mundo capitalista al controlar el "núcleo duro" del progreso tecnológico y los ciclos estratégicos de las innovaciones en las industrias mundiales como la de los semiconductores, la electrónica y las telecomunicaciones.

Es así como, a mitad de la década de los ochenta, se calcula que 24 empresas transnacionales responden por el 75% de la producción mundial; el sector de telecomunicaciones estaba monopolizado por 10 compañías que acaparaban más del 70% de las ventas mientras que la IBM controlaba el 50% de toda la producción del ramo de las computadoras.

Además, este predominio de las corporaciones multinacionales es el producto de los procesos de concentración y centralización del capital del período anterior. Se realizan a través de fusiones, compra-venta de compañías, adquisiciones y acuerdos de "cooperación". En Estados Unidos, por ejemplo, entre 1985 y 1991 la participación de los cinco mayores grupos empresarios saltó de alrededor del 80% a casi 97% en el ramo de los electrodomésticos; en el sector del transporte este salto fue de 61% a 75% y en la producción de neumáticos, pasó de 57% al 66% y de 55% a 62% en la industria del software. Y lo que ocurre aquí se da con más fuerza en los sectores financiero, bancario y de los servicios, donde las grandes corporaciones han asentado su hegemonía y sus negocios.

Pero todavía la concentración y centralización del capital es más aguda en América Latina por parte de las corporaciones y de las grandes empresas monopolistas. El siguiente diagnóstico sobre los resultados de la especialización productiva del nuevo patrón de reproducción del capital da cuenta de lo anterior: "En los años recientes el impulso exportador manufacturero de la región se concentró en unas cuantas empresas: sólo 200 generan cerca del 50% de las totales y 62% de las manufactureras. El caso extremo de concentración es Venezuela, donde Petróleos de Venezuela, S.A. realiza 88% de las exportaciones. En México 76% de las exportaciones sólo corresponden a 30 empresas; entre las primeras, una es de petróleo (30% del total), cuatro de automotores (20.4%) y otra de telefonía. El sector exportador de Brasil es más diversificado: 95 grandes empresas generan 54% del total exportado. Muchas de esas grandes empresas constituyen el núcleo exportador más dinámico de la región, son de propiedad extranjera y están estrechamente vinculadas a la actual dinámica globalizadora. Su desempeño está sujeto a especializaciones dictadas por los centros de poder externos y son muy pobres sus nexos con las estructuras productivas nacionales".

En México el sector exportador es altamente concentrado ya que el "…2.7% de las compañías incluidas en el padrón de exportadores de México colocaron en el exterior más de 80% de las exportaciones totales, y ocho estados norteños producen 86% de las exportaciones".

De esta forma, la concentración y la centralización del capital, que es consustancial al proyecto económico neoliberal de la especialización productiva, aunado al creciente endeudamiento, provoca una fuerte contracción del desarrollo económico al mismo tiempo que va pronunciando el déficit comercial y de la balanza de pagos.

5. Inversión del ciclo y capitalismo deficitario.A modo de hipótesis preliminar, interpretando la evolución de la economía capitalista, así como las tendencias descritas anteriormente, podemos decir que se modificó abruptamente el comportamiento cíclico del capitalismo en el curso de la década de los ochenta y le imprimió nuevos significados a la teoría del ciclo largo.

Uno de ellos es el que aquí denominados "inversión del ciclo económico". Se trata, en suma, del hecho de que cuando, al interior de una fase expansiva, los períodos de prosperidad y ascenso de la producción y la acumulación eran más prolongados y de larga duración, mientras que las crisis tendían a ser menos intensivas y de plazo de durabilidad menor, en el nuevo entorno del ciclo expansivo, por el contrario, las crisis tienden a prolongar su duración y a acortarla las fases de prosperidad y de recuperación.

Ello es visible en el ciclo expansivo abierto en la década de los ochenta en el comportamiento económico de América Latina: los ciclos de auge tienden a acortar su duración, mientras que los ciclos de crisis (cualquiera que sea su denominación: cíclicas, estructurales o financieras, etc.) tienden a ampliarla y convertirla en crisis permanente.

En efecto, durante la década de los setenta, al influjo de la sustitución de importaciones, el producto industrial latinoamericano creció alrededor de 80%. Además se comprueba que en esa década "…su crecimiento global fue superior al de los países industrializados, y durante la crisis cíclica de 1974-1975 su caída fue menor, más corta su duración y su recuperación más significativa. En cambio, en 1980-1982 la región tuvo un retroceso muy grande en sus niveles de actividad, contracción del sector externo y de las inversiones, salida neta de capitales y deterioro en la condición general de vida, situación que no ha cambiado en lo esencial hasta ahora configurando lo que se ha denominado 'crisis en estado de reposo".

Mientras que en la fase expansiva del primer ciclo de larga duración, se observa que en los países centrales y en los dependientes, se desplegó un proceso de crecimiento y de desarrollo que en el caso de América Latina se sustentó en la industrialización por sustitución de importaciones hasta más o menos los finales de la década de los setenta.

En la fase depresiva de ese ciclo, durante los años sesenta y setenta, al revés de lo ocurrido en el período de la posguerra, la tasa de crecimiento del capitalismo dependiente en América Latina fue incluso superior al de las principales economías centrales: en el primer caso el producto creció en promedio anual un 5% entre 1960 y 1983 mientras que el de las segundas lo hizo a un ritmo menor al 4%.

Pero a partir de la recuperación del capitalismo mundial en los primeros años de los ochenta las cosas cambian: la tasa de crecimiento del producto de los países centrales es del 3.5% entre 1983 y 1985 y, considerando también a los países dependientes, englobará un crecimiento de 3.6% entre 1984 y 1986.

En ese año (1983) el producto del mundo desarrollado aumentó 2.6% y el de la economía norteamericana, 3.6 mientras que en 1984 el producto nacional bruto norteamericano aumentó 6.4% y el del total de los países capitalistas industrializados lo hizo en 4.7%.

Dentro de esta nueva configuración estructural del capitalismo mundial, a nuestro juicio, lo novedoso de este nuevo ciclo expansivo (en términos de tendencia) consiste en que la crisis capitalista de la economía latinoamericana asumirá un carácter permanente (la "década perdida" dirán los teóricos de la CEPAL) que se expresará en una profunda crisis del patrón de reproducción y en la búsqueda del patrón de reemplazo.

Esta hipótesis se constata observando el comportamiento del ciclo histórico de la región: es así como en la década de los ochenta América Latina experimentó un débil crecimiento promedio anual de 1.1% frente al 5.9% de los setenta y el 3.7% durante 1990-1994 para caer nuevamente a 0.6% en 1995.

Si desde la perspectiva del ciclo de la economía mundial y de los países industrializados, en particular, de Estados Unidos, consideramos como período de recuperación 1983-1989, cuando la economía mundial crece 3.8% y declina a 1.5% en el siguiente período de crisis 1990-1993, América Latina, por el contrario, en la recuperación 1983-1989 crece 1.8% para saltar, en la fase de crisis, a 2.3% en 1990-1993. La recuperación llega para todos en 1994 (con excepción de Japón), pero nuevamente América Latina declina a 0.6% en el siguiente año.

Se observa que en las fases de crisis de la economía capitalista mundial América Latina crece, mientras que en las de recuperación su crecimiento es menor o francamente negativo, como en el caso de México en 1995 (caída estrepitosa de -6.9%).

Ahora bien. Nos interesa destacar una de las consecuencias de este comportamiento. Nos referimos a la relación inversa que se establece entre desarrollo y déficit de la cuenta corriente de la balanza de pagos.

En efecto, en la gráfica 2 se puede apreciar esa relación (negativa) entre la tasa de crecimiento económico (TCE) de América Latina y el Caribe y su participación porcentual en el saldo en cuenta corriente de la balanza de pagos (SCCBP). El resultado es drástico: la línea de referencia, que resulta del diagrama de dispersión, muestra que para mantener una situación de "equilibrio" del SCCBP, es necesario mantener la TCE en alrededor de -1% promedio anual. Esto quiere decir que si la TCE arroja un saldo positivo, como ocurrió en el período 1990-1994, cuando fue en promedio anual de 3.7%, como vimos, el déficit en cuenta corriente de la balanza de pagos se agrava al pasar de 1.021 en el primer año a 49 725 millones de dólares en el segundo, o sea, un crecimiento de 8.2% en relación con 1983.

Pero el fenómeno se acusa en el caso de México. Históricamente este comportamiento había coincidido con los procesos estructurales en donde en las fases de crecimiento (como en el desarrollo estabilizador) se registraba un déficit en la cuenta comercial y de pagos, mientras que en las de recesión y de crisis, ocurría cierta recomposición de la balanza comercial. De esta forma, entre 1976 y 1981 y entre 1989 y 1994 el saldo es negativo justamente cuando se registran movimientos positivos, si bien moderados, de las tasas de acumulación y de crecimiento. En cambio, sucede lo inverso entre 1982 y 1988, los peores años de la crisis, pero donde el saldo de la balanza comercial es positivo.

Posteriormente, se puede observar (gráfica 3) que el "estado de equilibrio" en el SCCBP del país, como proporción de PIB, se obtiene a costa de decrecer casi 5% en términos negativos trastornando, así, una "recomendación" que estipula que para alcanzar la estabilización de la tasa de desempleo, el crecimiento debería ser de por lo menos 4% en términos reales.

Además observando el Gráfico 3, vemos que existe una relación proporcionalmente inversa entre ambas variables particularmente a partir de 1987: así mientras que el SCCBP decrece hasta prácticamente 1992, con una leve recuperación en 1993 y nueva declinación al año siguiente, la TCE evoluciona en sentido inverso, ya que en el período (1987-1990) se mantiene en crecimiento relativo, para después en dos años, entre 1991 y 1992, asumir el mismo comportamiento que el SCCBP. Sin embargo, la "inversión" nuevamente es clara en los siguientes años, 1993-1994, como se puede apreciar, tendencia que se corrobora en 1995, donde para obtener un superávit en la balanza comercial de alrededor de 15, 400 millones de dólares en ese año, la economía tuvo que decrecer -6.9.

Mientras que la tasa de crecimiento disminuye entre 1986 y 1990, el saldo en cuenta corriente mejora sus términos durante el mismo período. Entre 1990 y 1994 sucede lo inverso: visiblemente la recuperación se traduce en un deterioro de la balanza de pagos que llega a su punto más bajo en 1994.

En México, mientras que la tasa de crecimiento entre 1986 y 1990 evoluciona de -4% a una tasa positiva superior al 4%, el saldo en cuenta corriente, como proporción del PIB, se deteriora al pasar de representar un déficit equivalente al 0.8% del PIB a un déficit de 3.8% del PIB en el mismo período. A pesar de que en el período subsiguiente de 1990-1993 la tasa de crecimiento de la economía mexicana se deteriora y el saldo en cuenta corriente experimenta una relativa mejoría, sin embargo se observa que la visible recuperación en el siguiente año (1994) no basta para frenar el deterioro de la balanza de pagos, la cual arroja un déficit de alrededor de los 28 mil millones de dólares. Trágica situación que a finales de 1993, en vísperas de la entrada de México a la modernidad del primer mundo, era inconcebible.

6. Conclusión.Nadie en su sano juicio hubiera pensado que después de 4 años de recuperación de la economía latinoamericana y del Caribe -que entre 1990-1994 creció a un ritmo promedio anual de 3.4%, mientras que en 1994 fue del 5%, -(el más alto desde 1980, frente a 1.1% promedio anual durante los años ochenta)- la crisis mexicana de diciembre de 1994 diera al traste con dos décadas de política neoliberal.

Ante esta situación los círculos del gran capital reaccionaron con alarma y escepticismo; los empresarios privados e inversionistas internacionales, con pánico y comenzaron a retirar sus capitales del área, cuestión posibilitada por la alta volatilidad del capital invertido en América Latina en el período anterior. Esto tuvo evidentes efectos multiplicadores por supuesto negativos en las principales plazas financieras latinoamericanas y en menor proporción en los mercados emergentes de Asia y Europa Oriental.

Por otro lado, la crisis hizo reaccionar a los círculos dominantes del capital ante los peligros que entraña el carácter cortoplacista y volátil del capital especulativo que en los últimos años se adueñó de las bolsas y los sistemas bancarios latinoamericanos al grado de que el Banco Mundial reconoció la necesidad de implementar una segunda generación de reformas estructurales con el fin de garantizar la recuperación de la región luego de la crisis financiera mexicana.

Enviado por:

Alfonso Garita Lara

 

 

Autor:

Dr. Adrian Sotelo Valencia

Profesor-Investigador Titular de Tiempo Completo Definitivo del Centro de Estudios Latinoamericanos (CELA) de la Facultad de Ciencias Politicas y Sociales de la UNAM.

Partes: 1, 2
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente