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Fe, razón y logos en la historicidad de la salvación


Partes: 1, 2

    1. Resumen
    2. Iglesia y mensaje salvífico
    3. El dolor del parto social visto desde la salvación
    4. "El fuego del Sinaí" en la historia
    5. El fermento de la masa
    6. Referencias

    Fe, razón y logos en la historicidad de la salvación desde la perspectiva latinoamericana

    RESUMEN

    Uno de los grandes temas que generan discusión lo constituye sin duda, el acercamiento entre la fe, el conocimiento científico y la razón dentro del magisterio mismo de la Iglesia y su proyección sobre el mundo. Este breve análisis pretende estimular un acercamiento primario entre la fe desde la perspectiva de la pedagogía de la salvación dentro de la historia, y la utilidad del saber filosófico y científico entrelazado al mismo proyecto de salvación enfocado en el contexto del sufrimiento y la pobreza como prioridad para la concreción del Reino. Si bien es un problema que se deriva desde Kant en el sentido de la cognosciencia del alma y del problema de Dios que no puede ser aprehendido desde el esquema científico en cuanto prueba de la existencia divina, el mismo Kant propuso que el conocimiento y la experiencia de Dios eran imprescindibles para la propuesta moral en el mundo social y que marca dentro de la historia un significado que no debe obviar el poder salvífico que emana entre el saber científico – filosófico y el peso de una fe más profunda que la culturalmente heredada en el contexto latinoamericano.

    Resulta útil dentro de la historicidad de la salvación y del proyecto de Dios, cercar el límite o el ejemplo de sociedades como Latinoamérica para efectos de análisis. Primero porque no existe un peso específico en la exposición de la búsqueda de la Verdad revelada que surja desde una perspectiva filosófica latinoamericana entrelazada a la Verdad de Dios y que pese al crecimiento en volumen poblacional de la Iglesia, la fides eclesial y de la episteme racional, todavía no fructifica en una síntesis que pueda ayudar a la concreción del Reino. En segundo lugar, se requiere una causal relacional atada a la historicidad de la pobreza y del sufrimiento en el amplio sentido sociológico, que propague el conocimiento de la realidad histórica con el crecimiento de una fe como instrumento de salvación. El problema como se muestra exige un doble compromiso: el teológico y el del saber filosófico. Se trata de estos dos grandes argumentos porque precisamente para alcanzar la concreción del Reino o lo que se más se asemeje al proyecto final de Dios, debemos tener un conocimiento más claro y profundo entre una teología que nos impacte más popularmente, que se acerque al logos promedio y nos aleje de un resumidero de fe parcial acreditado en un ecleocentrismo o en un reinocentrismo o más allá: a un fundamentalismo exógeno a la realidad histórica. Eso por un lado, y por el otro, debemos exigir de la razón un acercamiento más intensivo con la fe, desde el encuentro con la realidad de los que sufren; que se desate de la "asepsia teologal" que la ha caracterizado y busque tras los argumentos de la salvación los principios sistemáticos de la conducción moral en función de esa salvación. La prioridad para la concreción del camino salvífico deberá esbozarse desde el nivel del individuo como parte y función del tejido más complejo que es la federación social ya circundado por los circuitos de ese tejido, pero influyendo sobremanera en cada esfera de su realidad.

    La primera pieza: Iglesia y mensaje salvífico

    La Iglesia tiene un mensaje salvífico para la historia de la humanidad que le ha sido encomendado. Este mensaje no la excluye por cierto de lo concreto de la realidad y de su emisor aunque "su Reino no sea de este mundo"(Jn. 18, 36). Su estar en el mundo le ordena acopiarse de un contenido temporal a la que la Iglesia no ha dejado de exponerse en cada una de los acomodamientos dentro de los signos de los tiempos. El mensaje salvífico no es un recetario al estilo político o ideológico, pero tampoco una exégesis aislada que anteponga la mera espiritualidad a la acción. Ya desde la misma Doctrina Social de la Iglesia (DSI) se nos muestra claramente que el mensaje debe ser una constante moral para las decisiones temporales de los hombres en todos los planos de su materialización histórica. Los principios naturales que son no negociables deberán ser acompañados por la enseñanza del evangelio a través del testimonio ubérrimo de vida, fecundo de paz y espiritualidad entre los hombres.

    La salvación a través del magisterio de la Iglesia, direcciona un austero pero difícil camino que muestra una humanidad enfrascada en los experimentos sociales que la razón dicta a los hombres a través de un mesianismo que busca parecerse, emular o distanciarse por completo del orto del mensaje salvífico. Por tanto, la instrumentación de Dios a partir de la Iglesia ha encontrado para la concreción de la misiva serios valladares históricos para su realización. A pesar de encontrarse con enemigos que buscan destruirla a través de los tiempos con epítetos tales como de conservadora o al extremo, de izquierdizante, la Iglesia prosigue su camino liberador en cuanto instrumento o medio a partir del argumento original que trasciende los tiempos y la historia. Entonces la Iglesia se promociona llena de acción y de reacción justificadora en cuanto respuesta a las condiciones temporales que guían a las sociedades pero sin intervenir directamente en las corrientes políticas de los tiempos contrastando el contenido racional de un relativismo frente al contenido de la misiva de la salvación. Con ello la Iglesia evade su corresponsabilidad en cualquier estructuración ideológica fuera del contexto mismo de la valorización social que puede degenerar en contradicciones tal como ha ocurrido con el marxismo y el liberalismo económico mismos.

    La reacción justificadora de la Iglesia portadora de la misiva salvífica – si es por ello que ha de acusársele de conservadora – es que no puede darse el lujo de permitir la alteración de un orden aún no establecido ni tampoco avalar la estructuración de un relativismo que vaya en contra de la disposición original para la concreción del Reino, si por ello ha de considerarse como izquierdizante. La evolución de la humanidad parece encaminada a prescindir del mensaje de salvación y segregarse de la misión de Dios a través de la Iglesia. La tendencia mundial actual parece traducirse en ejecutar actividades direccionadas por fuerzas que endosan un patrón común que está relacionado con un consumismo de apariencia normal e inocente – una vez superado el problema del socialismo centralista – que está cobrando una cuota destructiva sin límites y que se hace acompañar de ciertas ideologías que propenden a valorizar lo que precisamente condena el mensaje cristológico. La ausencia de una moral eclesial; la exclusión de la Iglesia en la conducción del ethos social y el avance de creencias salvíficas no cristianas, nos llama a la reflexión sobre la necesidad de la solicitud de la presencia justificadora de la Iglesia en el mundo, sin apartarse de su misión especial. Mucho de este apartarse tiene sus fundamentos históricos en el continente y en el mundo mismo entre los que se destacan las fuerzas que impulsan el desarrollo de las ciencias y la tecnología y la nueva concepción del mercado, más bien que tergiversada de sus principios originales. La confianza en las potencialidades del hombre y en la capacidad de dar respuestas al sufrimiento humano han ahondado más bien lo que de contradictorio tienen sus efectos benefactores y el fin de la historia propugnado por la democracia liberal no ha cosechado esos frutos de un reino prometido desde aquellos días de la Escuela Manchesteriana. Es evidente que no hemos podido resolver problemas ingentes que afectan al género humano como la distribución de la riqueza, el alivio del sufrimiento por conflictos raciales o por intereses económico-financieros; por acceso a los recursos, etc.

    La ciencia y la tecnología han hecho lo suyo procurando el bienestar y el facilismo de la vida cotidiana; ora aliviando el sufrimiento de enfermedades; ora mejorando especies animales y vegetales mediante la biotecnología, pero esos resultados no siempre están al servicio de los más pobres; no siempre esos beneficios llegan a inmensas masas poblacionales, en esencia: no es la ciencia la panacea para la concreción de algo parecido a la entronización del Reino anunciado desde la perspectiva salvífica de Jesús y mediatizada por la Iglesia misma en cuanto instrumento de Dios. Entonces nos percatamos que algo no anda bien y que la respuesta se sigue en otro camino buscando la fuente misma de "La ciudad de sólidos cimientos" (He. 11-8) que se prometió a Abraham (Jn. 12,31). De lo anterior se colige que la historia de la humanidad está impregnada de contradicciones de convivencia a pesar de que la capacidad transformacional del hombre en domeñar el "universo terrenal" está en el punto culminante de disponibilidad a su servicio, aunque este servicio se nos muestre marcado por una "selectividad en la disposición". Desde este punto de la construcción del mundo, de la "selectividad de disposición" para todos surgen dos grandes contradicciones de la humanidad a saber: la progresión de la pobreza material y la disminución de la fe en lo que tiene de salvadora la misión de la Iglesia; la primera acrecentada por la disponibilidad de la riqueza generada en el mundo y la segunda propiciada desde los orígenes del contenido ideológico que generan las estructuras de poder político y económico y que afectan directamente la constatación de los hechos de salvación en la humanidad.

    Vistos desde el principio patrístico de la justicia de Dios y razón primordial del advenimiento de Jesús; vistos desde la óptica teológica y cristológica, estas dos grandes contradicciones se vuelven un problema irresoluto en la misión de la Iglesia portadora del mensaje salvífico. En un mundo donde las relaciones se reducen a la capacidad de la posesión material y ésta se vuelve una divinización objetiva frente al umbral salvífico y etéreo del Reino, surge una legitimación ideológica que suple lo que de materialización adolece el mensaje de salvación. Sin embargo, bajo estos fundamentos temporales surgen los cuestionamientos sociales ante la evidencia de la contrariedad.

    La Iglesia por tanto, tiene ante sí un reto bastante arduo de cara a las dos grandes contradicciones que operan sobre el proyecto de Dios no sólo desde la perspectiva de la pobreza cuanto más en la disipación axiológica de los poderes de este mundo que se empeñan en borrar lo que de beneficioso traería para la misma humanidad la concreción del Reino anunciado.

    La trascendencia de la salvación es que se origina en el claro ejemplo de una condición social que por su "eternitud" se apega al mensaje con la claridad no entendida por la humanidad pero real en su verdad sempiterna a través de la historia. En el desenvolvimiento de ésta, el desapego a la libertad que confiere la gratuidad de la fe y el apego soberbio del hombre por la confianza tenida en sus capacidades intelectivas y transformadoras del mundo resulta una legitimidad que lo catapulta a la dimensión de un ser omnisciente. Al trasponer sus prioridades y la intención del proyecto de Dios, el pecado se transforma en una condición individual que se fermenta a la categoría de iniquidad social por la misma trascendencia e impacto en el mundo que le confiere el poder a los hombres.

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