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El determinismo cósmico (página 2)

Enviado por Felix Larocca


Partes: 1, 2

Los ritmos y el desarrollo humano

Nuestra evolución, de embrión a ser capaz de la reproducción, está programada por controles que envían las señales requeridas para que nuestra maduración física y la emocional tengan su lugar en tiempo y espacio vital.

Pero, como mencionamos en el trastorno del insomnio, eventos incidentales pueden alterar estos ritmos biológicos con resultados negativos en, ambos ámbitos: el psicológico y el físico.

Cuando crecemos y nuestros cuerpos completan el desarrollo — asimismo se extienden (o se expanden) y cambian nuestras mentes, dando como resultado a seres equilibrados y adaptados emocionalmente.

Pero, no siempre es así. Hemos mencionado que los ritmos pueden ser desarticulados, especialmente cuando se experimenta jet lag, o pasamos hambre forzosa, o estamos ansiosos. Cuando disrupciones aparecen, mecanismos se activan para que podamos emplear módulos natos de control y homeostasis que restauran los ritmos.

Vale, de paso, repetir, que los ritmos también pueden ser negativamente afectados por el consumo de las drogas y por el estrés.

El estrés en el ser humano, como ya hemos estudiado, posee una característica especial, en su uso del simbolismo, que permite que cualquier circunstancia se revista del mismo. Todos sabemos la ansiedad que a algunos produce el estar en medio de una situación social. Ansiedad que es penosa, verificable y molesta y que deriva de no provocante ostensible. (Véase mi artículo: La Ergofobia).

El estrés de las relaciones interpersonales

Durante nuestros desarrollos psicosocial y psicosexual adquirimos la habilidad de adaptarnos a los impactos de las relaciones importantes en nuestras vidas, que se extienden desde la primaria con la figura materna. A través del curso de la vida con el papá, los hermanos, maestros, compañeros de colegio hasta que nos sentimos estar enamorados por la primera vez.

El enamoramiento, contrario a lo que tantos creen, no es un asunto de simpleza caracterizado por el mero atractivo que existe, al nivel que sea, entre dos seres humanos. Como antes hemos propuesto, es algo más complejo y de importancia vital porque es ambas cosas: fuente posible de felicidad y goce — o de amargura y sufrimiento.

Habiendo concluido las reflexiones introductorias y básicas, procederemos a interpretar los fenómenos que afectan las relaciones emocionales interpersonales y como a su vez, los efectos de los mismos alteran los ritmos vitales. Entonces, trataremos de aprender cómo usar estos conocimientos para recobrar, mantener o adquirir serenidad espiritual.

Emplearemos aquí un caso específico para ilustrar el proceso.

Lucía era su nombre, nombre que en su etimología significa: por Dios escogida. Proféticamente, Lucía nació escogida para hacer buenas decisiones sociales y malas románticas.

Como empleada ejecutiva de una firma de gran prestigio basada en la ciudad de Saint Louis, tenía su futuro económico asegurado, aunque, de haberlo deseado, pudo haber logrado lo mismo, simplemente, viviendo de las riquezas enormes que de ambos padres heredara.

De apariencia inverosímilmente bella, sus intereses se dividían en montar los caballos que en una cuadra personal mantenía, pilotear su avión Cessna 310 y ser patrona de la famosa orquesta sinfónica de Saint Louis, entonces, bajo la batuta del Divino Maestro Leonard Slatkin.

La niñez para nuestra protagonista y su único hermano había sido traumática. Los padres se separaron cuando ella tuviera seis años y Bob solamente cuatro. El papá casó de nuevo con una mujer divorciada a quien conociera en un crucero y la mamá se mudó al Brasil para permanecer en la proximidad de uno de los muchos amantes que tuviera en el transcurso de una vida agitada. La que, abruptamente terminara, en un trágico accidente de aviación. El avión en que murieran ella y su amante, que lo piloteaba, fue un Cessna bimotor.

El curso de la terapia para Lucía fue muy accidentado. En una sesión se jactaba: "yo crecí sola, no necesito a nadie. Mis caballos son más interesantes que los hombres". Lo que, tristemente, para ella, no fuera así.

En otras sesiones se lamentaba de vivir siempre sola, a pesar de tenerlo todo.

No deseando atarse emocionalmente con nadie que pudiera superarla, prefería relaciones basadas en la pasión sexual y en la rivalidad. La pugna, en las relaciones, llegaba temprano en forma de justas por control de las mismas y de mantener el poder sobre el otro. Así conocería a Marco un joven jugador de Polo argentino, que frecuentaba los mismos casinos en Niza que ella acostumbraba.

Marco, no sólo era buen mozo, Marco era uno de esos hombres que, aun a los hombres straight, dejaban boquiabiertos.

Los intereses compartidos y el narcisismo de ambos, los hicieron víctimas del amor (sino la pasión) a primera vista.

Los ritmos y los ciclos se establecen

El "romance" entre ellos define lo sadomasoquista en los seres humanos. Vivían para pelear, reconciliarse y comenzar de nuevo.

Una compulsión repetitiva y obligatoria se estableció entre ambos, de la que no podían librarse. Era como si cada quien deseaba ser quien abandonara al otro para que, haciéndolo sufrir, sintiera el dolor de haber sido desechado — el dolor del abandono — y, más adelante, el placer del reencuentro — o, ¿es viceversa? — Freud lo llamaría, el sadomasoquismo del amor. (Véase: Three Essays on the Theory of Sexuality por S. Freud).

Bob, su hermano, refirió a Lucía porque recordaba una experiencia positiva en su tratamiento conmigo, cuando logró controlar sus impulsos y resolver los impactos negativos que una codependencia con una monja, quien, como su amante, le había causado. (Recomendada lectura: Más allá de codependency, y de conseguir más a toda hora por M. Beattie).

Marco había decidido, aceptar una posición organizando los establos, en la Argentina, de los herederos de un magnate naviero de origen griego. Con ello en mente, partió compañía con Lucía sin tan siquiera despedirse.

Por varios meses no hubo comunicación.

Esto sucedía hace unos treinta años ¿Recuerdan? Cuando faxes eran modernos, los celulares escasos y el Internet aun no habían entrado en el léxico universal. Los ex amantes, se llamaban por teléfono, o se enviaban faxes, algo que Marco decidiría, por todas las apariencias, posponer o evitar.

Lucía estaba furiosa. Sus heridas narcisistas la dominaban. Muchas veces enviaría faxes recriminatorios a su amante desdeñoso, sin recibir respuesta.

El ritmo se mantenía. La ignorancia fría y el desdén manifiesto de Marco la torturaban.

Para interrumpir el ritmo sugerí la estrategia de pretender olvidarlo todo, con la estipulación de que cuando la llamada inevitable que — tarde o temprano — procedente de Marco, llegaría, que no accediera a una entrevista, hasta que consolidara sus ventajas.

Pero, la presencia y la labia del aristócrata latino se impusieron.

Una sola llamada, y Marco una vez más la pudo seducir y controlar. La reconciliación fue "divina", gozando ambos los mejores momentos que entre ellos, en sus vidas de amantes, habían, compartido.

Inesperadamente, Marco salió de Chicago, donde se reunieran, para Buenos Aires, sin, tan siquiera, mirar para atrás.

La razón por la que Marco se portó como lo hiciera, fue para satisfacer el deseo de que fuera él y no ella, quien pusiera fin a la relación — el mecanismo de tomar una posición activa para el control de la ansiedad.

La furia de Lucía residía en los mismos principios. Ella hubiese deseado ser ella quien terminara el affaire. Pero no pudo hacerlo.

No sabiendo cómo responder, sufriría mucho mientras trató de envolverse en relaciones destructivas que sólo perjudicarla lograrían.

Ansiosa me preguntaba insistentemente: "¿Por qué no llama?" y "¿Cuándo va a llamar?"

Con calma, le respondía: "No llama porque cree haber logrado una victoria sobre ti". Y, "llamará cuando sea… lo que inevitablemente será…"

Pasarían los meses, Lucía empezó a afianzarse en su crecimiento terapéutico y las memorias de Marco se atenuaban más y más. (Véase mi ponencia: La transferencia en la psicoterapia, una revisión de un concepto freudiano).

Marco, por supuesto, llamó — son ciclos rítmicos. La invitaba a venir a la Argentina a participar en un evento en el cual él presidiría. "Todo pago, gente importantísima que conocer, para ayudarte en tu carrera — aventura y romance — No digas que no".

Sabiendo lo que el lector sabe, y conociendo lo que ya conoce. La pregunta sería: ¿Qué haría usted? y ¿Cómo se aprovecharía de la ansiada situación, por tan largo tiempo, y con tanto dolor, esperada?

El ser humano en su ansiedad exploradora y en sus deseos de anticipar, a veces, olvida que en la Naturaleza los ciclos son fijos. Que no obedecen, necesariamente, a nuestras impetuosidades y, que — aunque nos disguste hacerlo — a veces, hay que esperar.

Sí, hay que esperar — hasta que el ritmo natural de los ciclos complete su curso. Hay que esperar hasta que la órbita cierre, y retorne a su punto de origen inicial, para reanudarlo todo.

El cierre prematuro es dañoso…

También hay que anticipar que lo inesperado es esperable. Porque en la Naturaleza todo está sujeto a modificaciones rítmicas, las cuales, si las logramos enjaezar, no son tan rígidas ni tan imprevisibles.

Hay que modificar las influencias de la entropía.

Por ejemplo, en su entusiasmo vano e infantil, el presidente Bush, declaró la guerra en Irak terminada. No pudo esperar. Lerdo consumado, que es. Enardecido por su machismo exitoso, montó un avión naval aterrizando en el USS Abraham Lincoln sonriendo a todos declarando su misión concluida.

Decir que Bush estaba equivocado sería perogrullada, pero hay que evitar la digresión, por la política ofrecida, y proseguir.

En la situación de Lucía. La espera produjo el ciclo del retorno inevitable. Sin responder a las lisonjas de Marco, ella anunció sus intenciones de no verlo más porque como hombre era "pusilánime" y como ser humano "insignificante y vano". Le dijo, en efecto, que se fuera a la porra, que él era un desafortunado engreído y sin méritos — un cero a la izquierda, así, al menos, para ella lo era.

El efecto inesperado por Lucía, por no haber interferido con la órbita que el ritmo señalara, fue que Marco se sentiría confuso, necesitando que Lucía confirmara que él era algo especial y que lo aceptaría de nuevo, porque sin ella "no podía vivir".

Marco volvió de hinojos, porque esa fue su Opción de Hobson. Lucía rompió el ritmo. La Naturaleza triunfó en sus planes y, al final, sólo hubo un ganador — o es, ¿ganadora? (Véase mi ponencia La Opción de Hobson, publicada en Psikis y en monografías.com).

Por su carencia de modelos y por su falta del elemento materno en su vida temprana, Lucía tuvo mucho que aprender mientras, que en la terapia crecía.

Por ser pertinente, una lección se añade a la ya terminada.

La escuela de la adversidad

Dr. Félix E. F. Larocca

Hay personas que, a pesar de nacer y vivir en situaciones adversas, se desarrollan psicológicamente sanas, e incluso salen fortalecidas. Es lo que se conoce como resiliencia psicológica.

La palabra "resiliencia" (adaptada del inglés, resilience) no existe, como tantas otras, en la lengua castellana. Aquí la seguiremos usando en el sentido que define aquellas personas que no se quiebran con la adversidad y medran con el dolor.

En el año 1967 cuando me entrenaba en la Psiquiatría Infantil en Washington University, tuve la oportunidad de participar en un estudio famoso que condujo el Profesor de la materia, E. James Anthony, que arrojaría mucha luz de por qué tantos se desmoronan mientras que otros se fortalecen con la adversidad. (Véase: Formation Under Stress por E. J. Anthony).

En mi ponencia: La Obesidad: Indefensión ¿Aprendida o Innata? Introduzco la metáfora de las tres muñecas como las describe el líder de la Medicina Orto molecular Dr. Emanuel Cheraskin. Para el beneficio de quien desee verla sin encontrar el artículo referido, la repetimos en este lugar:

"Es como si tuviera delante de mi tres muñecas: una está hecha de acero, otra de celuloide, y la otra de cristal. Yo decido golpear las tres muñecas con un martillo usando la misma fuerza.

"¿Por qué es que la muñeca de acero emite una nota musical? ¿Por qué la de celuloide simplemente se deforma y la de cristal se vuelve añicos?

"Esta es una metáfora por la resistencia y la susceptibilidad en salud y enfermedad. El hecho inescapable es que algunas personas son hechas de acero (nunca cayendo enfermas) y otras son como el cristal (para siempre teniendo problemas)".

Eso demuestra lo que es la "resiliencia".

La creatividad, el sentido del humor y la independencia ayudan a superar contratiempos.

El concepto se ha aplicado a la psicología para descubrir por qué niños y niñas que viven en la miseria, o personas que experimentan situaciones límites son capaces, no sólo de superar las dificultades, sino incluso de salir fortalecidas de ellas. Logran resistir, sobrevivir y acceder a una vida productiva para sí y para su sociedad.

La resiliencia es una capacidad que se manifiesta:

  • Frente al desastre, mostrando una gran facultad de preservar la propia integridad bajo presión.
  • Frente a la adversidad, estableciendo una actitud vital positiva pese a circunstancias difíciles.

La vida no es fácil…

La vida diaria está sujeta a acontecimientos duros: la muerte de un ser querido, una enfermedad complicada, experiencias laborales difíciles, problemas serios de relación de pareja, la soledad, el aislamiento social, la competitividad por ocupar un puesto, el desempleo, los problemas económicos… Ante estas situaciones las personas reaccionan de distinta manera según su grado de vulnerabilidad, o dicho de una manera más actual: según su grado de resiliencia.

Hay rasgos que potencian esa habilidad:

  • La introspección: Faculta a la persona a entrar dentro de sí misma, a observarse, reflexionar y hacerse preguntas. Obteniendo de sí, una respuesta honesta.
  • La independencia: Ayuda a establecer límites entre uno mismo y los ambientes adversos. Potencia el establecimiento de una distancia emocional y física ante determinadas situaciones, sin llegar a aislarse — Lucía, al final lo lograría.
  • La iniciativa: Capacita para confrontar los problemas y ejercer control sobre ellos.
  • El humor: Conduce a encontrar el lado cómico en las situaciones adversas.
  • La creatividad: Lleva a crear orden y belleza a partir del caos y el desorden. En la infancia se expresa en la creación y los juegos que son las vías para disfrazar la soledad, el miedo, la rabia y la desesperanza. En la vida adulta, actividades artísticas o creativas.
  • La moralidad: Invita a desear una vida personal satisfactoria, amplia y con riqueza interior. Incluye la conciencia moral, el compromiso con valores y la separación entre lo bueno y lo malo.
  • La habilidad para establecer lazos íntimos y satisfactorios con otras personas. Capacita a brindarse a otros y aceptarlos en la propia vida.

Factores que favorecen la emergencia de la resiliencia:

  • Apego de los padres. Los estudios realizados destacan que una relación cálida, nutritiva y de apoyo, aunque no tiene por qué ser omnipresente, con al menos uno de los padres, protege o mitiga los efectos nocivos de vivir en un medio adverso. Es decir, se precisa una relación emocional estable con al menos uno de los padres, o bien alguna otra persona significativa.
  • Desarrollo de intereses y vínculos afectivos externos. Las personas significativas fuera de la familia favorecen la manifestación de comportamientos resilientes cuando, por ejemplo, en la propia familia se viven circunstancias adversas. Se trata de que haya algún tipo de apoyo social desde fuera del grupo familiar.
  • Clima educacional sincero y capaz de establecer límites claros en la conducta.
  • Modelos sociales que motiven poder enfrentarse de manera constructiva a las adversidades.
  • Vivir experiencias de auto eficacia, autoconfianza y contar con una autoimagen positiva.
  • Tener posibilidad de responder de manera activa a situaciones o factores estresantes.
  • Asignar significados subjetivos y positivos al estrés, describiendo a las crisis como la oportunidad de ofrecer respuesta a las circunstancias adversas.

A cualquier edad se puede cambiar

Las habilidades y los factores que potencia la resiliencia se muestran de una manera desigual en los distintos tipos de personalidades, pero se puede trabajar para lograr potenciar los rasgos que conducen a gozar de esta capacidad de superarse. La mayor dificultad a la que nos enfrentamos cuando se busca esa mejora es la convicción de que no se puede cambiar. Nos escudamos en afirmaciones como "es que yo soy así", "cada cual es como es", "a mis años yo ya no puedo cambiar". Éste es el gran error. Más o menos, a cualquier edad se puede cambiar si uno se lo propone.

Nunca es tarde para hacer el correspondiente cambio de las propias actitudes, entrenándose en técnicas de modificación del pensamiento, aprender a interpretar los acontecimientos de otra manera, recuperando la capacidad de reflexionar sobre sí mismo, trabajándose la valoración de la propia personalidad, adquiriendo habilidades sociales como la reafirmación personal, aprendiendo a hablar positivamente… Para todo ello se puede contar con profesionales de la psiquiatría a los que se debe acudir no sólo cuando se padecen crisis emocionales o psicopatologías, sino cuando alguien quiere entrenarse para vivir adecuadamente cada acontecimiento vital.

La resiliencia, la capacidad para resistir y no venirse abajo, para salir airosamente de los baches, si es posible con más bríos aún, también se aprende.

El aprendizaje es posible

La resiliencia la podemos favorecer en nosotros mismos y, en especial, en la educación de las personas sobre las que tenemos influencia, sobre todo si son niños o niñas.

Es cierto que hay condiciones personales que tienen mucho que ver con los factores hereditarios, pero no cabe ninguna duda de que la personalidad se educa. Los hijos no se improvisan. Es un error decir "este niño ha salido en el genio a su padre" o "esta niña tiene el carácter de su abuela" a quien no conoció. Los niños y niñas que viven en condiciones de marginalidad y gozan de las características que les hacen ricos en resiliencia no la "heredaron" genéticamente. La vida, las circunstancias, el entorno les educó.

Por eso, es importante afirmar que es posible educarse y educar en la resiliencia. Es posible cambiar actitudes en sí mismo y en otras personas.

En el caso de Lucía fue virtud de la terapia.

Bibliografía

Suministrada por solicitud.

 

Dr. Félix E. F. Larocca

Partes: 1, 2
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