Su corazón se destrozó ante sus palabras. Ante el sacrificio que él estaba dispuesto a hacer por ella.
Ella comenzó a protestar, pero la maquina de nieve comenzó a andar. Ella trató de frenarla, pero Zarek debía estar usando sus poderes para mantenerla encendida.
Lo último que ella vio fue un Zarek ciego dando la vuelta para enfrentar a Thanatos.
Ash agarró a Simi de los brazos de Artemisa en el mismo momento en que ella se materializó delante de él.
Acunó a su "bebé" amorosamente entre sus brazos mientras la llevaba a la cama de Artemisa.
-¡Akri! -gimió Simi, hocicando contra su pecho. -La Simi está muy herida. Tú me dijiste que no podía lastimarme.
-Lo sé, Sim, lo sé -. Él la mantuvo cerca, medio asustado de mover hacia atrás su vendaje provisional y ver el daño que le habían hecho.
Sus lágrimas caían por sus mejillas, haciendo que sus propios ojos se llenaran de lágrimas. Por costumbre, comenzó a cantarle, un antiguo arrullo Atlante que él solía cantarle cuando ella era apenas poco más que una recién nacida.
Ella se calmó un poco.
Ash secó las lágrimas de sus mejillas frías, luego separó la tela.
Su daga la había atravesado, esquivando por muy poco su corazón, pero la herida estaba limpia y el flujo sanguíneo se había desacelerado. Gracias a Zarek, sin duda.
Él le debía al hombre más que de lo que él alguna vez podría recompensarle.
Convocando sus poderes, Ash posó su mano sobre su herida y cicatrizó la lesión.
Simi echó un vistazo a su pecho, luego ella lo miró. -¿Simi esta mejor?
Él asintió con la cabeza y sonrió. -Simi esta mejor.
Simi se miró el pecho. Levantó su camisa y miró debajo de ella, también, como para asegurarse a sí misma que estaba bien.
Riéndose, ella se lanzó a sus brazos.
Ash la abrazó, agradecido inmensamente de que ella no hubiese muerto.
Él la sostuvo cerca hasta que ella lloriqueó para que la dejara ir.
Besando su frente, él la soltó. -Regresa a mí, Simi.
Por una vez, ella no discutió. En forma de dragón, ella se posicionó sobre su corazón.
Estaba donde ella pertenecía.
Girando lentamente, Ash enfrentó a Artemisa.
Con desagrado, ella se paró con las manos en las caderas y con el cuerpo tenso. -Oh, vamos, no estarás todavía disgustado. Hice lo correcto. Traje eso de regreso a ti.
-¡Ella! -rugió él, haciéndola saltar. -Simi no es una cosa, Artemisa. Es una ella y quiero, siquiera por una vez, oírte decir su nombre.
Ella mostró su barbilla, desafiante. Estrechando sus ojos verdes, se forzó a sí misma a decir, "Simi"
Él asintió con la cabeza en señal de aprobación. -En lo que respecta a lo correcto… no, Artie. Lo correcto hubiera sido no robarme. Lo correcto hubiera sido escucharme cuando te dije que no crearas a otro Thanatos. Lo que tu hiciste hoy es la cosa inteligente. Por eso, no voy a hacer lo equivocado y matarte. Pero Thanatos es otro tema.
-No puedes salir de aquí para matarlo.
-No tengo que salir de aquí para matarlo.
-¡Tu bastardo! -rugió Thanatos mientras tiraba a Zarek a un lado.
Zarek trató de obligarse una vez más a ponerse de pie, pero su organismo ya no respondía.
No había una parte de él que no estuviera lastimada. Que no doliera.
Él todavía usaba sus poderes para mantener a la maquina de nieve andando en la dirección correcta.
Agotado, ya no tenía nada mas con qué pelear. Sin mencionar el hecho que él no podía ver a Thanatos, de todas formas.
Los golpes parecían abalanzarse sobre él desde todas direcciones.
Tal como los había recibido cuando había sido humano.
Zarek se rió.
-¿Qué es tan gracioso?
Zarek yacía en la nieve, congelándose y sangrando pero continuaba riéndose. -Tu. Yo. La vida en general, y el hecho de que me estoy congelando el trasero como siempre.
Thanatos pateó cruelmente su costado. -Eres psicótico.
Sí, él lo era. Pero sobre todo, estaba fatigado. Demasiado cansado para levantarse y moverse. Demasiado cansado para seguir peleando.
Él pensó en Astrid.
Lucha por ella…
Por una vez en su vida, tenía algo por qué vivir. Una razón para levantar su ciego trasero y luchar.
Apretando sus ojos trató de armarse con algunos de sus menguados poderes para usarlos en contra de la criatura.
Zarek oyó el sonido de una daga dejando su funda.
-Zarek –murmuró Ash en su mente.
Zarek se sobresaltó mientras su vista volvía de nuevo, inesperadamente. -Qué diablos?
Cinco brillantes garras aparecieron en su mano izquierda.
Zarek sonrió al verlas y formar un puño con su mano y sentir las puntas afiladas de la cubierta de los dedos en su palma.
Ash siempre lo había conocido demasiado bien.
-Hay una luna creciente entre los omóplatos de Thanatos, -murmuró Ash. – Apuñálalo y él está muerto. Artemisa nunca crea algo sin un interruptor de apagado.
Zarek se volvió a parar.
Thanatos arqueó una ceja sorprendido. -Así que aún quieres más pelea.
-Parece que el diablo trajo de excursión su trasero hasta Alaska para ver la nieve. Vamos, estúpido, bailemos.
Zarek lo golpeó, y Thanatos voló hacia atrás.
Parecía que Ash le había dado más que sus garras. Fuerza y poder surgieron a través de él en una forma muy diferente a cualquier cosa que él hubiese experimentado antes.
Zarek inspiró profundamente mientras todo el dolor que sentía se extinguía.
Thanatos lo golpeó en la cara.
Zarek se rió mientras el dolor venía y se iba. Ni siquiera lo aturdía.
Thanatos palideció.
-Bien, deberías asustarte -le devolvió el golpe. -¿Apesta cuando no eres la cosa mas mala aquí, huh?
Zarek lo levantó y lo lanzó.
Thanatos comenzó a rodar en la nieve. Él trató de levantarse y cayó hacia atrás.
Zarek lo siguió.
Era hora de poner fin a esto.
Él colocó su pie sobre la espalda de Thanatos para mantenerlo sujeto y abrió de un tirón su abrigo y su camisa para revelar la marca en su espalda.
Así es que Ash no había mentido.
-Puedes matarme, Dark Hunter, pero no quitará el hecho que debieras morir por haber matado a Dirce. Ella era inocente y tú la mataste.
Zarek vaciló. -¿Dirce?
-¿Ni siquiera la recuerdas? -. Thanatos se tensó de furia mientras se contorsionaba para mirarlo acusadoramente. -Ella sólo tenía veinte años de edad cuando la mataste.
Los pensamientos de Zarek volaron a lo que Simi le había mostrado en sus ojos…
La mujer rubia que Thanatos había empalado en su espada.
-¿Ella era tuya?
-Mi esposa, bastardo.
Zarek clavó los ojos en la marca de Thanatos.
Él lo debería matar.
Pero no podía.
Los dos habían sido jodidos por la misma persona. Artemisa.
Y no era justo que él debiera matar a Thanatos por querer vengarse.
La venganza era algo que él entendía demasiado bien. Diablos, él había vendido su alma para vengarse. ¿Cómo podía culpar a Thanatos por hacer lo mismo?
Zarek escuchó el sonido de una maquina de nieve dirigiéndose hacia él.
Supo sin mirar que era Astrid. Sin duda ella había dado la vuelta en el mismo momento en que él se había distraído por la pelea.
Él usó el poder que Ash le había dado para sujetar a Thanatos al suelo.
El Daimon pidió a gritos la liberación.
Él pidió a gritos su muerte.
Zarek conocía el sonido de ambos. Muchas noches él había yacido despierto pidiendo la misma cosa.
Si él fuera compasivo, lo mataría. Pero ese no era su trabajo.
Él era un Dark Hunter, y Thanatos…
Zarek se lo dejaría a Acheron para que tratara el asunto.
Astrid estacionó la maquina de nieve y se acercó corriendo a él.
Sus ojos eran de un azul más profundo ahora que ella podía ver.
-¿Esta él contenido?
Él asintió con la cabeza.
Ella se lanzó a sus brazos. Zarek trastabilló hacia atrás.
-Cálmate, Princesa. La única razón por la que estoy parado y no sentado es mera fuerza de voluntad.
Astrid miró atrás de Zarek y vio a Thanatos sobre la tierra, maldiciendo a los dos. -¿Por qué no lo mataste?
-No es mi posición. Además, estoy cansado de ser el perro faldero de Artemisa. Es hora de decirle a la "diosa vaca" que se pierda.
Astrid empalideció. -No puedes irte simplemente, Zarek. Ella te matará.
Él sonrió desagradablemente. -Déjala probar. Estoy con ánimo para pelear -. Él bufó ante eso. -Por otra parte, siempre estoy con ánimo para pelear.
Astrid contuvo su aliento ante sus palabras. Le daban esperanza.
-¿Qué hay acerca de nosotros? -preguntó ella.
Por primera vez ella pudo ver la angustia en su cara mientras la miraba, ver el dolor en sus ojos de medianoche. -No hay ningún nosotros, Princesa. Nunca lo hubo.
Astrid abrió su boca para discutir, pero antes de poder, su madre apareció con Sasha, quien estaba en su forma humana.
Astrid la miró riéndose. -Llegas un poco tarde, Mami
-Culpa a tus hermanas. Atty me dijo que permaneciera quieta. Vine tan pronto como ella me dejó.
Sasha curvó sus labios a Zarek quien a su vez lo miraba con rabia.
-Lo siento, Scooby, me quedé sin LivaSnaps[34]
Sasha frunció los labios. -Realmente te odio.
Zarek le hizo un gesto de desprecio igual. -El sentimiento es enteramente mutuo.
Themis ignoró a los hombres mientras se dirigía a Astrid. -¿Lo has juzgado, hija?
-Él es inocente -. Ella apuntó hacia Thanatos, quien todavía los maldecía. -Allí está la prueba de su misericordia y humanidad.
Un chillido que perforaba los oídos sonó. Fue seguido por un silencio total.
-¿Qué diablos fue eso? -preguntó Zarek.
-Artemisa -dijo Astrid al unísono con su madre y Sasha.
Themis suspiró. -No quisiera estar en el lugar de Acheron esta noche.
-¿Por qué? -preguntó Zarek.
Fue Sasha quien contestó. -Nunca disgustes mucho a una diosa. Sabe Dios lo que le hará ella a él por haberte sacado del apuro.
Zarek se sintió enfermo al recordar algunas cosas que Acheron le había dicho en el pasado que sugería el hecho que Artemisa volcaba su cólera en él. -¿Ella realmente no lo castiga, verdad?
Las expresiones en sus caras le dijeron la verdad.
Zarek se sobresaltó al recordar todo las veces que Ash le había pedido que le facilitara las cosas. Todas las veces que le había dicho a Ash que se quemara en el infierno.
Sasha se abrió paso hacia Thanatos.
-¿Qué sucederá con él? -preguntó Zarek.
Themis se encogió de hombros. -Depende de Artemisa. Él le pertenece a ella.
Zarek suspiró. -Tal vez lo debería haber matado después de todo.
Astrid usó su manga para limpiar la sangre en su cara.
-No -dijo su madre. -Lo que hiciste por Simi y mi hija junto con la misericordia que exteriorizaste hacia Thanatos es por lo que permito que el veredicto se mantenga aún, aunque ella violó su juramento de imparcialidad.
Astrid le sonrió a él, pero él no se alegró de la forma en que las cosas habían resultado.
-Ven, Astrid -dijo su madre, -necesitamos ir a casa.
Zarek no podía apartar la vista de ella mientras esas palabras apuñalaban su corazón como un cuchillo.
Déjala ir…
Él tenía que dejarla ir.
Y aun así, cada molécula de su cuerpo gritaba para que él la detuviera. Se estirara y tomara su mano con la de él.
-¿Tienes algo que decir acerca de eso, Dark Hunter? -preguntó su madre.
Él sí, pero las palabras no llegaron.
Zarek había sido fuerte toda su vida. Él sería fuerte esta noche. Nunca la amarraría a él. No sería correcto.
"Algunas veces las estrellas caen a la tierra"
Él oyó las palabras de Acheron en su mente. Era cierto. Lo hacían y luego se volvían ordinarias como el resto de la tierra en el planeta.
Su estrella era única en su tipo.
Él nunca permitiría que fuese como cualquier otra. Nunca le permitiría volverse común o manchada.
No, su lugar estaba en el cielo. Con su familia.
Con su apestoso lobo favorito.
Nunca con él.
-Que tengas una vida agradable, Princesa.
Los labios de Astrid temblaron. Sus ojos estaban llenos de lágrimas no derramadas. -Tu también, Príncipe Encantado.
Su madre tomó su mano mientras Sasha recogía a Thanatos. En el parpadeo de un ojo dejaron de existir.
Todo era de la manera que había sido antes de que ella viniera.
Y aun así nada era lo mismo.
Zarek estaba parado solo en el medio de su jardín. No había viento. Todo estaba inmóvil.
Silencioso.
Calmado.
Todo, excepto su corazón, que se estaba rompiendo.
Astrid se había ido.
Era por el bien de ella.
¿Entonces porque se sentía con el corazón destrozado?
Al dejar caer la cabeza, Zarek advirtió la sangre que goteaba de su brazo.
Sería mejor que tratara la herida antes de que cualquier oso o lobo sintieran su olor. Suspirando, entró en su cabaña vacía, cerró la puerta y la puso los cerrojos. Cruzó el cuarto hasta la alacena y la abrió.
Realmente no había ninguna forma de curar la herida aquí. Ya que su generador nunca había sido entregado, el agua se había congelado en el frío y no había calor para deshelar nada.
Aun su peróxido estaba sólidamente congelado.
Zarek maldijo y regresó el peróxido de nuevo a la despensa, luego agarró una botella de vodka en lugar de eso. Era un líquido lodoso y espeso, pero todavía estaba líquido.
Oyó un débil sonido viniendo del exterior. Volviendo al jardín, recuperó la mochila que Astrid había dejado. El visón y sus crías estaban todavía dentro y aún enojadizos.
Ignorándolos, Zarek sacó su teléfono. -¿Sí? -dijo, contestando.
-Es Jess. Acabo de recibir una llamada de Acheron diciéndome que regrese con Andy a casa. Quería comunicarme primero contigo, asegurarme que todavía estas vivo.
Zarek tomó al visón y las crías y las llevó a su casa, colocándolos dentro de la seguridad de la estufa. -Ya que contesté el teléfono, supongo que sí, todavía estoy vivo.
-Sabiondo. ¿Aún necesitas que vaya a buscar a Astrid?
-No, ella… -se ahogó al tratar de decir la palabra. Aclarándose la voz, se forzó a decirlo. -Ella se fue.
-Lo siento.
-¿Por qué?
El silencio quedó suspendido entre ellos.
Después de unos pocos segundos, Jess habló otra vez. -¿Ya que estamos, alguien te contó sobre Sharon? En toda la conmoción, no tuve tiempo.
Zarek hizo una pausa, su mano en la estufa. -¿Qué sucede con ella?
-Thanatos la hirió tratando de encontrarte, pero ella estará bien. Otto va a quedarse aquí por un par de días más para asegurarse que tenga una casa nueva y alguien que cuide de ella cuando regrese del hospital. Sólo pensé que querrías saber. Yo… uh… le envié algunas flores de tu parte.
Él dejó escapar el aire lentamente. Le angustiaba que ella hubiera sido herida y él ni siquiera lo había sabido. Él arruinaba todo lo que tocaba. -Gracias, Jess. Ha sido un gesto amable lo que has hecho por mí. Te lo agradezco.
Algo golpeó el aparato receptor del teléfono. Duramente. Causó que la oreja de Zarek timbrara.
-¿Perdón? -preguntó Jess con incredulidad. -¿Es Congelado Zarek con quien estoy hablando, correcto? ¿No es alguna persona extraña?
Él sacudió la cabeza mientras Jess se burlaba. -Soy yo, estúpido.
-Oye, ahora, eso es mucho más personal. No necesito saber tanto acerca de ti.
Zarek sonrió sin entusiasmo. -Cállate.
-Bien, entonces. Voy a dirigirme fuera y dejar a Mike sacar mi trasero de aquí mientras todavía queda algo sin congelarse… Oh, oye, ya que estamos, Spawn se fue hace un rato. Dijo que te dijéramos que no te preocupes en devolver su teléfono. Sabes, él es bastante bueno para ser un Apolita y él no está tan lejos de aquí. Tal vez deberías llamarlo en alguna ocasión.
-¿Estas jugando a casamentero?
-Um, no. Definitivamente no, y otra vez me enloqueces con ese pensamiento. He oído bastantes historias acerca de ustedes griegos y todo eso. De hecho, te diré qué, mejor te olvidas que dije cualquier cosa acerca de Spawn. Me estoy yendo de aquí. Cuídate, Z. Te veré en la web.
Zarek colgó el teléfono y lo apagó. Para qué lo querría. Jess era la única persona que alguna vez lo llamaría, de cualquier manera.
Se paró en el centro de su cabaña, sufriendo tanto que apenas podía respirar.
Solo, ahora, necesitaba a Astrid en una forma que desafiaba su habilidad de comprensión. Él quería algo de ella.
No, él necesitaba algo.
Haciendo a un lado la estufa, regresó al túnel donde él podría recordarse sosteniéndola. Aquí abajo en la oscuridad, él podría fingir que ella estaba todavía con él.
Si cerraba sus ojos, él aun podría fingir que ella estaba en sus sueños.
Pero no era ella. No realmente.
Zarek dejó escapar una respiración entrecortada y recogió su abrigo del piso. Al comenzar a ponérselo, percibió un aroma de rosas.
Astrid.
Él apretó firmemente el abrigo contra su piel, enterrando su cara profundamente en el pelaje a fin de poder capturar su perfume.
Él lo sostuvo con manos temblorosas mientras las emociones y los recuerdos chocaban a través de él, atormentándolo.
La necesitaba.
Oh, dioses, la amaba. Él la quería más de lo que alguna vez había imaginado posible. Él recordaba cada toque que ella le había dado. Cada risa que ella había tenido a su alrededor.
La forma en que ella lo hizo humano.
Y él no quería vivir sin ella. Ni por un momento. Ni tan solo uno.
Zarek cayó en sus rodillas, incapaz de soportar el pensamiento de nunca volverla a ver.
Sosteniendo su abrigo que olía a ella, él lloró.
Ash se apartó de Zarek, dándole privacidad en su desconsuelo.
Artemisa estaba afuera en el patio del templo, teniendo una de sus rabietas de griterío sobre el veredicto mientras él estaba solo en su sala del trono con Simi segura en su pecho.
-Que tontos son estos mortales -suspiró él.
Por otro lado, él también había sido un tonto por amor. El amor hace tonto a todo el mundo. Dioses y hombres del mismo modo.
Es más, él no podía creer que Zarek hubiera dejado ir a Astrid más de lo que podía creer que Astrid se hubiera ido.
Och mensch![35]
Artemisa se materializó ante él. -¿Cómo es esto posible? -denostó ella. -¡Nunca en toda la historia de su vida ella juzgó a un hombre inocente!
Él la miró serenamente. -Sólo porque ella nunca antes había juzgado a un "hombre inocente".
-¡Te odio!
Él se rió amargamente de eso. -Oh, no me hagas ilusionar. Casi me provocas una erección con ese pensamiento. Al menos dime que esta vez tu odio durará más de cinco minutos.
Ella trató de abofetearlo, pero él atrapó su mano. En lugar de eso ella lo besó, luego se apartó de sus labios gritando.
Ash negó con la cabeza mientras ella se desvanecía otra vez.
Ella se calmaría con el tiempo. Ella siempre lo hacía.
Pero él tenía otras cosas por las que preocuparse por el momento.
Cerrando los ojos, traspaso la distancia entre el Olimpo y el mundo humano.
Allí él encontró lo que buscaba.
Zarek levantó su cabeza para encontrarse en el centro de un cuarto blanco y dorado. Era enorme, con un cielo raso en forma de cúpula grabado en oro en relieve con escenas de la fauna silvestre. El cuarto estaba rodeado con columnas blancas de mármol y en el centro un sofá grande de marfil.
Lo que lo asombró más fue ver a Acheron parado delante del sofá, clavando los ojos en él con esos cambiantes ojos de plata tan extraños.
El Atlante tenía el pelo rubio, dorado y se veía extrañamente vulnerable, lo que para Acheron era imposible. Estaba vestido en un par de pantalones de cuero negros apretados y una camisa de seda negra con mangas que estaba desabotonada.
-Gracias por Simi -dijo Acheron, inclinando su cabeza hacia él. -Aprecio lo que hiciste por ella cuando estaba herida.
Zarek aclaró su garganta, se paró sobre sus pies, y dirigió una mirada enojada a Acheron. -¿Por qué jodiste con mi cabeza?
-Tuve que hacerlo. Hay algunas cosas que es mejor que las personas no las conozcan.
-Me dejaste pensar que había matado a mi propia gente.
-¿La verdad habría sido más fácil para ti? En lugar de la cara de la vieja arpía, habrías estado obsesionado por la cara de una joven y de su esposo. Sin mencionar que habrías tenido el conocimiento para matar cualquier Cazador Oscuro que se cruzara en tu camino, incluyendo a Valerius, y haciendo eso, yo no hubiera podido salvarte. Nunca.
Zarek se sobresaltó ante la mención de su hermano. Tanto como él odiaba admitirlo, Ash tenía razón. Él muy bien habría usado su conocimiento para matar a Valerius. -No tienes derecho de jugar con las mentes de las personas.
El acuerdo de Acheron lo dejó estupefacto. -No, no lo tengo. Y aunque parezca mentira, rara vez lo hago. Pero no es por eso que estás realmente disgustado en este momento, ¿no es así?
Zarek se tensó. -No sé que quieres decir.
-Sí lo sabes, Z -cerró los ojos y levantó la cabeza como si escuchara algo. -Conozco cada pensamiento dentro de ti. Tal como hice esa noche que mataste a los Apolitas y Daimons después de Taberleigh. Traté de darte tranquilidad de espíritu eliminando tus recuerdos, pero no lo aceptaste. No pude detener tus sueños y M'Adoc no pudo hacer nada. Por eso me disculpo. Pero ahora mismo tienes un problema mucho mayor que el que te hice cuando traté de ayudarte.
-¿Sí? ¿Cuál es?
Acheron levantó una mano y proyectó una imagen en su palma.
Zarek contuvo la respiración al ver a Astrid llorando. Ella estaba sentada en un atrio pequeño con otras tres mujeres que la sostenían mientras ella lloraba.
Él caminó hacia la imagen, sólo para recordar que él realmente no podía tocarla.
-Duele demasiado -ella sollozaba.
-Atty, ¡haz algo! -dijo una mujer rubia, mirando a la mujer pelirroja que parecía ser la mayor. -Ve a matarlo por herirla así.
-No -sollozó Astrid. -No te atrevas. Nunca te perdonaré si lo lastimas.
-¿Quiénes son esas mujeres que están con ella? -preguntó Zarek.
-Los Tres Destinos. Atty, o Átropos, es la de pelo rojo. Clotho es la de cabello rubio que esta abrazando a Astrid, y la de pelo oscuro es Lachesis, o Lacy.
Zarek las miró, su corazón quebrándose ante el dolor que él le había causado a Astrid. Lo último que alguna vez querría, sería lastimarla. -¿Por qué estás mostrándome esto?
Acheron contestó a su pregunta con una suya. -¿Recuerdas lo que te dije en Nueva Orleáns?
Zarek lo miró sardónicamente. -Me dijiste un montón de mierda allí.
Entonces Acheron lo repitió. -El pasado está muerto, Z. Mañana se convertirá en cualquier decisión que hagas.
La mirada de Acheron ardió en él. -Con ayuda de Dionisio lo arruinaste en la noche de Nueva Orleáns cuando atacaste a los policías, pero te compraste otra oportunidad cuando salvaste a Sunshine -. Ash señaló a Astrid. -Tienes otra elección crucial aquí, Z. ¿Qué decidirás?
Acheron cerró su mano y la imagen de Astrid y sus hermanas desapareció.
-Todo el mundo merece ser amado, Zarek. Incluso tú.
-¡Cállate! -gruñó él. -No sabes lo que estas diciendo, Su Alteza -. Zarek escupió el título. Él estaba tan harto de personas sermoneándole cuando desconocían por lo que él había pasado.
Era fácil para alguien como Acheron hablarle a él sobre amor. ¿Qué sabía un príncipe sobre personas odiándole? ¿Despreciándole?
¿Cuándo alguien alguna vez había escupido al Atlante?
Pero Acheron no habló.
Al menos no con palabras.
En lugar de eso, una imagen entró en la mente de Zarek. Una de un adolescente rubio atado con cadenas en la mitad de una antigua casa griega. El niño estaba sangrando mientras era golpeado.
Él rogaba a los que estaban a su alrededor por misericordia.
La respiración de Zarek quedó atrapada al reconocer al joven…
-Te entiendo en un modo que nadie más puede -dijo Acheron quedamente.
-Tienes una rara oportunidad, Z. No la jodas.
Por primera vez en toda la vida, él escuchó a Acheron. Y lo miró con un respeto recién adquirido.
Eran mucho más parecidos de lo que él podría haber imaginado y se preguntó cómo había encontrado Acheron la humanidad que había abandonado Zarek tanto tiempo atrás.
-¿Qué ocurre si la lastimo? -preguntó Zarek.
-¿Planeas lastimarla?
-No, pero no puedo vivir aquí y ella…
-¿Por qué no le preguntas a ella, Z?
-¿Qué hay acerca de su madre?
-¿Qué hay acerca de ella? Estabas dispuesto a enfrentarte a Artemisa por Thanatos. ¿Es que Astrid no vale tanto así?
-Más -. Él encontró la mirada fija de Ash con determinación. -¿Dónde esta ella?
Antes de que Zarek pudiera pestañar, se encontró en el atrio que Acheron le había mostrado.
Atty miró hacia arriba con un siseo. -¡Ningún hombre tiene permitido estar aquí!
La que Acheron había llamado Clotho comenzó a atacarlo. Pero ella se paró abruptamente al aparecer Acheron al lado de él.
Zarek las ignoró mientras se concentraba en Astrid que estaba sentada allí con lágrimas en sus ojos, mirándolo como si él fuese una aparición.
Su corazón golpeaba, él caminó hacia ella y se arrodilló delante de su silla.
-Se supone que las estrellas no lloran -murmuró él a fin de que sólo ella lo pudiera oír. -Se supone que ríen.
-¿Cómo puedo reírme cuando no tengo corazón?
Él tomó su mano entre las de él y besó la punta de cada dedo. -Tienes un corazón -colocó su mano sobre el suyo. -Uno que sólo late por ti, Princesa.
Ella le ofreció una sonrisa temblorosa. -¿Por qué estas aquí, Zarek?
Él apartó las lágrimas de sus mejillas. -Estoy aquí para recoger a mi rosa, si es que ella volverá a casa conmigo.
-Ni siquiera vayas allá -lloró Atty. -¿Astrid, por favor no me digas que vas a escuchar esas tonterías?
-Él es un hombre hermanita -. Lacy se unió a la conversación. -Si sus labios se mueven, entonces él esta mintiendo.
-¿Por qué ustedes tres no se quedan fuera de esto? -dijo Acheron.
Atty se tensó. -¿Perdón? Somos los Destinos y…
Una mirada de soslayo de Acheron cortó su oración.
-¿Por qué no los dejamos solos? -dijo Atty dijo a sus hermanas. Las tres se apresuraron a salir mientras Acheron observaba a Zarek y a Astrid con sus brazos cruzados sobre pecho.
Zarek todavía no había quitado su mirada de Astrid. -¿Vas a volverte un mirón, Ash?
-Depende. ¿Vas a darme algo que mirar?
-Si te quedas parado allí, entonces sí -. Él miró sobre su hombro entonces.
Acheron inclinó su cabeza y dio la vuelta para salir. Mientras hacía eso, la brisa atrapó una porción de su camisa y la voló hacia atrás, mostrando una porción de un hombro.
Zarek miró los verdugones rojos que revelaba. Verdugones que él sabía por experiencia que venían de un látigo.
-¡Un momento! -dijo Astrid parando a Acheron. -¿Qué hay acerca del alma de Zarek?
Acheron se tensó muy ligeramente antes de llamar, -¿Artemisa?
Ella brilló tenuemente al lado de él.
-¿Qué? -respondió ella gruñendo.
Él inclinó la cabeza hacia ellos. -Astrid quiere el alma de Zarek.
-Oh, como si me importara, y ¿qué esta haciendo él aquí de cualquier manera? -. Ella entrecerró sus ojos en Astrid. -Deberías tener mejor criterio que traerlo aquí.
Ash despejó su garganta. -Yo traje a Zarek aquí.
-Oh -. Artemisa se calmó instantáneamente. -¿Por qué hiciste eso?
-Porque ellos deben estar juntos. -Él sonrió irónicamente. -Está predestinado.
Artemisa puso sus ojos en blanco. -Aún no voy hacia allá.
Astrid se paró. -Quiero al alma de Zarek, Artemisa. Devuélvesela a él.
-No la tengo.
Todos se quedaron estupefactos por sus palabras.
-¿Que quieres decir con que no la tienes? -preguntó Acheron, su tono cortante y enojado. -No me digas que la perdiste
-Por supuesto no -. Ella miró a Zarek y a Astrid, y si Zarek no la conociera mejor, él diría que ella parecía un poco avergonzada. -Nunca la tomé realmente.
Todos, los tres, clavaron los ojos en ella con incredulidad.
-¿Puedes repetirlo otra vez? -preguntó Ash.
Artemisa frunció sus labios al mirar a Zarek. -No la podía tomar. Eso habría involucrado que lo tocara y él era asqueroso en aquel entonces -. Ella se estremeció. -No había ninguna manera de que yo pusiera mi mano en él. Él apestaba.
Acheron boquiabierto, miró a Zarek. -Eres un bastardo afortunado -. Luego se volvió hacia Artemisa. -¿Si no lo tocaste, cómo ha sido él un Cazador Oscuro inmortal todo este tiempo?
Artemisa dijo con arrogante desdén. -¿No sabes todo después de todo, no, Acheron?
Él dio un paso hacia ella y ella chilló, poniendo más distancia entre ellos.
-Le inyecté ichor -dijo ella rápidamente.
Zarek quedó aturdido. Ichor era un mineral encontrado en la sangre de los dioses que se decía era para hacerlos inmortal.
-¿Qué hay acerca de sus poderes de Dark Hunter? -preguntó Acheron.
-Esos se los di separadamente, junto con los colmillos y otras cosas a fin de que no te percataras que él no era como los demás.
Acheron la miró con cansancio y repugnancia. -Oh, sé que voy a odiar la respuesta a esto. Pero tengo que saber. ¿Qué hay acerca del sol, Artemisa? Ya que él tiene su alma me imagino que a él nunca lo afecto la luz del día, no?
La expresión en su cara lo confirmó.
-¡Eres una perra! -gruñó Zarek, abalanzándose sobre ella.
Para su sorpresa, fue Acheron quien lo detuvo antes de alcanzarla.
-Déjame ir. ¡Quiero arrancarle la garganta!
Astrid lo jaló hacia atrás. -Déjala sola, Zarek. Ella tiene sus propios problemas.
Zarek siseó a Artemisa, dejando al descubierto sus colmillos.
Colmillos que instantáneamente dejaron de existir.
Zarek pasó su lengua sobre sus dientes humanos.
-Un regalo -dijo Acheron.
Zarek se calmó un grado y aún más cuando él se percató que Astrid tenía sus brazos envueltos alrededor de su cintura. Su parte delantera estaba apretada contra su espalda y podía sentir sus pechos en contra de su columna vertebral.
Cerrando los ojos, saboreó el sentirla.
-Estas libre de Artemisa, Zarek -dijo Astrid en su oreja. -Has sido juzgado inocente y eres inmortal. ¿Dime, qué quieres hacer con el resto de tu eternidad?
-Quiero recostarme en una playa en algún lugar caliente.
El corazón de Astrid se detuvo ante sus palabras. Ella tontamente había pensado que él diría algo acerca de ella.
-Ya veo.
-Pero sobre todo -dijo él, volviéndose entre sus brazos para enfrentarla, -quiero disgustar a todos.
-¿A todo el mundo? -preguntó ella, su corazón rompiéndose aún más.
-Si… -dijo él, concediéndole una rara sonrisa. -Por lo que me figuro, si yo te dejo, sólo tú y yo estaremos descontentos. Si te llevo conmigo, entonces todo el mundo, menos nosotros, se disgustará, especialmente esa cosa sarnosa que llamas lobo. Eso tiene mucho atractivo para mí.
Ella arqueó una ceja ante eso. -Si estás tratando de hacerme la corte con eso, entonces Príncipe Encantado, vas…
Él detuvo sus palabras con un beso tan supremo que los dedos del pie se le curvaron. Su corazón golpeaba.
Zarek mordió sus labios, luego se hizo para atrás para mirarla. -Vente conmigo, Astrid.
-¿Por qué debería?
Su mirada ardió en la de ella. -Porque te amo, e incluso yaciendo bajo el mismo sol me congelaré allí sin ti. Necesito mi estrella a fin de que pueda oírla reír.
Riéndose con excitación, ella le dio un beso "esquimal". -Bora-Bora, aquí vamos.
Zarek completó sus palabras con un beso real.
Uno realmente l-a-r-g-o.
Capítulo 15
Ash abrió la puerta de la pequeña y restringida celda, donde Thanatos estaba detenido.
Parte de él quería la sangre del hombre por la vida de Bjorn que Thanatos había tomado, y por la gente que había lastimado. Sobre todo, quería su sangre por Simi y el miedo que había sufrido recientemente.
Pero parte de él entendía por qué Thanatos había perdido la razón.
Él también poseía cierto grado de locura. Era lo que lo había mantenido vivo estos últimos once mil años.
Thanatos lo miró mientras él entraba, su cara pálida y atormentada. -¿Quién eres?
Ash se hizo a un lado, así la luz de afuera podía iluminar al hombre en el piso. -Sólo llámame el destino final. He venido a ti para concederte paz, pequeño hermano.
-¿Vas a matarme?
Ash negó con la cabeza mientras se agachaba y sacaba su daga de la funda en la cintura de Thanatos. Él la sostuvo y miró los antiguos grabados que cubrían la hoja. Como todas las dagas Atlantes, esta era ondulada desde la empuñadura hasta la punta. La empuñadura en cruz, era oro sólido y tenía un rubí grande en su centro.
Era la daga de personas muertas hacía mucho tiempo, que eran más mito que realidad. Un tesoro como este estaba más allá de ningún valor.
En las manos de la persona equivocada esta arma podía hacer más que sólo lastimar a Simi. Podía destruir al mismo mundo.
Una oleada de furia lo atravesó. A veces, era casi imposible no matar a Artemisa.
Pero no estaba aquí por eso. Le gustara o no, él estaba aquí para protegerla, aún de su propia estupidez.
Ash convocó sus poderes Atlantes y los usó para disolver la daga en la nada.
Nadie, nunca, lastimaría a su Simi otra vez.
Y nadie destruiría el mundo. No mientras él estuviese aquí para cuidarlo.
Él extendió su mano a Thanatos. -Ponte de pie, Callyx. Tengo una opción para ti.
-¿Cómo sabes mi nombre?
Ash esperó hasta que él tomara su mano antes de jalarlo para ponerlo de pie y contestar a su pregunta. -Sé todo acerca de ti y siento mucho todo lo que has perdido. Incluso estoy más que apenado por no haber podido detenerlo.
-¿Fueron los poderes de Thanatos, no es así? -dijo él quedamente. -El otro Thanatos mató a mi esposa, no Zarek.
Ash asintió con la cabeza. Él había tratado de borrar los recuerdos de Callyx en ese momento, tantos siglos antes, pero Artemisa había devuelto la memoria al Apolita a fin de que poderlo convertir en su sirviente.
-Los humanos tienen un dicho viejo. El poder absoluto destruye absolutamente.
-No -murmuró Callyx. -La venganza absoluta hace eso.
Ash estaba contento de ver que alguna claridad había recobrado el Apolita mientras había sido desterrado a este infierno.
-¿Dijiste que tenías una opción para mí? -preguntó Callyx con vacilación.
-He negociado un pacto a fin de que puedas estar suelto en los Campos Eliseos para tu descanso eterno o te puedo colocar vivo en tu edad actual en Cincinnati, Ohio.
Callyx frunció el ceño. -¿Qué es Cincinnati, Ohio?
-Es una bonita ciudad en un país llamado América.
-¿Por qué querría ir allá?
-Porque hay una estudiante de segundo año en la Universidad de Ohio, que se especializa en baile, que pienso que podrías querer conocer -. Ash abrió su mano y le mostró una foto de la chica. Ella era preciosa, con largo cabello rubio y grandes ojos azules, estaba parada en un círculo de amigos después de clase.
-Dirce -susurró Callyx, su voz quebrándose al decir su nombre.
-En realidad, ella es ahora Allison Grant. Una mujer humana.
Los ojos de Callyx estaban atormentados al encontrar la mirada de Ash. -Pero sería un Apolita, condenado a morir en unos pocos años.
Él negó con la cabeza ligeramente. -Si eliges estar con ella, entonces serás humano, también. No recordarás nada sobre ser Callyx o Thanatos. En tu mundo no habrá nada como Daimons o Apolitas. Ningún Cazador Oscuro o dioses antiguos. Desconocerás completamente todo esto.
-¿Entonces cómo la encontraré si no voy a recordar quién soy yo?
Ash cerró su mano a fin de que Dirce ya no fuera visible. -Me aseguraré que la encuentres. Lo juro. Serás un estudiante allí, también.
-¿Y la familia?
-Serás un huérfano cuyo tío rico Ash murió y te hizo único heredero de su fortuna. A ninguno de los dos les hará falta algo mientras vivan.
Los labios de Callyx temblaron. -¿Harías eso por mí siendo que yo maté a uno de tus hombres?
La mandíbula de Ash se crispó ante la mención de Bjorn. -El perdón es la mejor parte del valor.
-Siempre pensé que era la cautela.
Ash sacudió su cabeza. -La cautela es fácil. Es encontrar el coraje de perdonarte a ti mismo y a otros lo que es difícil.
Callyx pensó en silencio por varios minutos. -Eres un hombre sabio.
Ash se sonrió a medias. -No realmente. ¿Entonces, has decidido?
La mirada de Callyx ardía al fijarla en la de él, antes de que diese la respuesta que Ash sabía que daría. -No hay elección. ¿Cómo puedo conocer el paraíso sin Dirce? Quiero ir a Cincinnati.
-Pensé que podrías sentirte así.
Dando un paso atrás, Ash le concedió a Callyx su deseo.
Solo, en la celda de Thanatos, Ash recorrió con la mirada las paredes oscuras, malsanas y húmedas y luchó contra sus propios demonios. Artemisa no había tenido derecho a condenarle a esto.
Un día ella iba a obtener su merecido castigo.
Pero primero estaba el tema de Dionisio del que ocuparse. La próxima vez que el dios del vino quisiera soltar una de las mascotas de Artemisa sobre los hombres de Ash, lo pensaría dos veces.
Él también tenía otras personas de quienes ocuparse. Todavía estaba el pequeño asunto de borrar de la memoria de Jess, Syra, y los Escuderos la información acerca de la marca del arco y la flecha.
Sin duda debería suprimir la de Zarek también, pero a él ya le había hecho bastante daño.
Zarek no se lo diría a nadie y él tenía cosas más importantes de las que ocuparse.
Además, si todo resultaba de la forma que Ash suponía, entonces Zarek aprendería cosas mucho más interesantes acerca de él y los Cazadores Oscuros que el secreto de su marca.
Artemisa estaba sola, sentada sobre su trono, jugueteando con sus almohadas. Acheron se había ido hacía mucho tiempo y ella comenzaba a preocuparse.
Él no podía dejar el Olimpo, pero podía hacer otras cosas…
Cosas que la podían meter en una gran cantidad de problemas si Zeus alguna vez se enteraba de ellas.
Tal vez ella había sido estúpida al darle una tarde de libertad en su montaña.
Ya estaba lista a salir a buscarlo cuando las puertas del templo se abrieron.
Ella sonrió al ver a Acheron caminar a grandes pasos a través de ellas.
Su Acheron estaba bellísimo.
Su largo cabello rubio fluía alrededor de sus hombros y los pantalones de cuero negro abrazaban un cuerpo que había sido creado para la seducción. Un cuerpo hecho para complacer a otros.
Las puertas se cerraron detrás de él.
Su cuerpo estaba caliente, ella se paró ante la dulce expectación. Reconoció la fiera mirada en sus ojos.
El hambre crudo, puro.
El deseo fluyó denso y pesado en sus venas mientras, repentinamente, sentía la humedad entre sus piernas.
Éste era el Acheron que ella más amaba.
El depredador. El que tomaba lo que quería y no negociaba.
Sus ropas se disolvieron de su cuerpo mientras se acercaba a ella.
Ella hizo lo mismo.
Ella tembló ante la magnitud de sus poderes. Poderes que ponían en ridículo los de ella.
Él había pasado demasiado tiempo sin alimentarse. Ambos lo sabían. Cuando él alcanzaba un cierto punto, su compasión moría y él se volvía amoral e insensible.
Él había alcanzado ese punto.
Ella gimió mientras él la agarraba y atraía cerca de su cuerpo duro y musculoso. Su erección ardía contra su cadera.
-¿Qué quieres, Acheron? -preguntó ella, pero su estado sofocado traicionó su fingida indiferencia.
Su mirada caliente barrió su cuerpo desnudo, haciéndola arder aún más. -Sabes lo que quiero -dijo él roncamente en Atlante. -Después de todo, estoy en la cima de la Cadena Alimenticia y tú… eres la comida.
Sus ojos brillaron rojos mientras le separaba los muslos.
Artemisa gimió y se corrió tan pronto él se introdujo en forma dominante.
Sintió vértigo, lo mantuvo cerca, corriendo sus manos sobre su espalda suave, musculosa, mientras él empujaba profundamente en su interior repetidas veces con un ritmo duro que la hizo marear.
Sí, esto era lo que ella quería. Éste era el Acheron del que ella se había enamorado. El hombre por el que ella desafiaría aun a los mismos dioses, para conservarlo.
El hombre por quien ella había roto todas las regla a fin de poderlo amarrar a ella por siempre.
Le hizo el amor furiosamente, su hambre forjándose y abrazando la de ella.
Artemisa inclinó su cabeza a un lado en espera de lo que sabía que vendría.
Los ojos de Acheron ardieron como fuego rojo un instante antes de que él bajara la cabeza y hundiera sus dientes en el cuello de ella, a fin de poder alimentarse.
Artemisa gritó mientras se corrían al unísono. Sus poderes la atravesaron, cegándola a todo excepto la percepción poderosa de él dentro a ella.
Ella podría fingir manejarlo todo lo que ella quisiera, pero al terminar el día ella sabía la verdad.
Él la manejaba.
Y ella lo odiaba por eso.
Epílogo
BORA BORA
Zarek yacía en la playa dejando que el sol y el viento caliente quemaran su piel. ¡Oh, poder sentir eso!
Habían estado aquí cerca de un mes y todavía no había tenido lo suficiente de estar en la playa.
De estar con Astrid, día y noche.
Sintió que algo frío caía en su pecho.
Abriendo los ojos, vio a Astrid encima de él, sonriéndole mientras lo miraba. Ella tenía un pequeño tazón en una mano y un vaso en la otra.
-Cuidado, Princesa, sabes que odio cuando algo frió me toca de repente.
Ella se arrodilló a su lado, y dejó el tazón a un costado antes de secar la gota de agua de su pecho, su toque fue más ardiente que el sol.
Su mirada recorría su cuerpo, hasta sus cortos pantalones de natación que ahora tenían un abultamiento bastante grande en ellos.
Ella sonrió malvadamente. -Sabes, recuerdo haber visto una película una vez…
Él sospechó del brillo de sus ojos. -¿Sí?
Ella sacó un cubito de hielo de su vaso y lo colocó en su boca.
Zarek observó, traspasado por la visión de ella lamiéndolo.
Lo sacó y lo colocó sobre su piel.
-Astrid.
-Shh -dijo ella, rodeando su pezón hasta que estuvo duro y firme. Ella sopló su aliento caliente sobre este, causando que se hinchara aún más. -¿Sabes cual es la mejor parte acerca de tener frío, no?
-¿Cuál?
-Entrar en calor.
Zarek gimió mientras ella bajaba su boca y daba golpecitos con su lengua atrás y adelante sobre su pezón.
Cuando ella se echó hacia atrás, él lloriqueó una pequeña protesta.
Lo ignoró y eludió sus manos.
-Antes de que me olvide -dijo ella, apartando juguetonamente a un lado sus manos, -y si continúo haciendo esto, seguro me olvidaré, tengo algo para ti.
Zarek se apoyó en sus codos. -Por favor no me digas que Scooby viene a visitarnos.
Ella puso los ojos en blanco. -No. Sasha se esta quedando en el Santuario en Nueva Orleáns por el momento. Ya que hemos estado quedándonos en la playa se rehúsa a venir y ver tu trasero desnudo, le da miedo quedarse ciego por eso.
Zarek la miró menos que divertido. -¿Entonces qué es?
Ella le dio su tazón.
Zarek miró el contenido, lo cual le recordó un poco al Jell-O[36]de limón. -¿Qué es esto?
-Ambrosía. Un mordisco de esto y te puedo llevar a casa conmigo, al Olimpo. De otra manera tengo que dejarte aquí en tres días e ir a casa sola.
-¿Por qué?
Ella alisó el ceño fruncido de su frente con las puntas de sus dedos. -Sabes que no puedo vivir en la tierra. Sólo puedo quedarme por un breve tiempo. Si quieres, puedes quedarte y regresaré cuando pueda, pero…
Él detuvo sus palabras con un beso.
Zarek la atrajo. -¿Qué dirán los otros cuando aparezcas con un esclavo a tu lado?
-No eres un esclavo, Zarek, y no me importa lo que digan. ¿A ti?
Él bufó. -De ningún modo.
Ella sostuvo la ambrosía frente a sus labios.
Zarek le dio un beso rápido, luego comió la ambrosía y bebió su néctar. Esperaba que le doliera o quemara, pero bajó como el algodón de azúcar que ella le dio una vez. El sabor dulce, azucarado se disolvió instantáneamente en su boca.
-¿Es todo? -preguntó suspicazmente.
Ella inclinó la cabeza asintiendo. -Exacto. ¿Qué? ¿Esperabas fuegos artificiales o algo?
-No, sólo los espero cuando te hago el amor.
-Aww -susurró ella, frotando su nariz contra la de él. -Me gusta horrores cuando me hablas dulcemente.
Zarek besó su mano, luego comenzó a reírse mientras pensaba en todo lo que había ocurrido desde que la encontró.
-¿Qué es tan chistoso? -preguntó Astrid.
-Solo estoy pensando, aquí estoy, un esclavo que tocó una estrella que luego lo hizo un semidiós. Tengo que ser el bastardo más afortunado que alguna vez vivió.
Sus ojos azules ardieron en los de él. -Sí, lo eres, Príncipe Encantado, y nunca lo olvides.
-Créeme, Princesa. No lo haré.
FIN
( 2005: Traducción: Vicky
Corrección: Nora
Autor:
Maira Bordon
[1] Thanatos: mitología griega: la personificación de la muerte… hijo de Nyx
[2] Themis: una de los Titanes, diosa de la justicia en la antigua mitología griega.
[3] Charonte: era el barquero del Hades, el encargado de portear las sombras errantes de los difuntos recientes de un lado a otro del río Acheron si tenían un óbolo para pagar el viaje, razón por la cual en la Antigua Grecia los cadáveres se enterraban con una moneda bajo la lengua. Aquellos que no podían pagar tenían que vagar cien años por las riberas del Acheron, hasta que Caronte accedía a portearlos sin cobrar.
[4] Blood Rite: rito de sangre
[5] Parka: Abrigo o chaqueta con una capucha y por lo general un forro caliente para usar en lugares con muy bajas temperaturas.
[6] Iglaaq: en lengua esquimal, extranjero, viajero
[7] Were-Bears: son Were– Hunters que se transforman en osos.
[8] Were-Hunters: Cazadores capaces de cambiar de forma… ya los encontramos en Night Embrace. Vane y Fang.
[9] Hace referencia a Home Sweet Home: Hogar Dulce Hogar
[10] Rin Tin Tin: nombre del perro, ovejero alemán, de una famosa serie norteamericana de los años 60.
[11] Kibbles: marca de una famosa comida para perros.
[12] Hershey: marca de chocolate.
[13] Shades: Sombras, en lo que se convierten los Dark Hunters si son eliminados.
[14] Shadedom: el reino de las sombras
[15] Dayslayer: Cazador que puede caminar bajo la luz del sol
[16] Circe, según la mitología griega Diosa que vivía en la isla de Eea. Según el mito, su casa estaba rodeada de bestias feroces, que esperaban la llegada de los viajeros y le avisaban a la diosa, que mudaba a los recién venidos en la forma que quería.
[17] Nirvana: estado celestial que existe más allá del ciclo de la reencarnación (salir del ciclo de la reencarnación, cuando se llega a la perfección), liberación del sufrimiento kármico (Hinduismo, Budismo); sensación celestial, paz interior (jerga)
[18] Juego de palabras, en ingles dice hard-ass… por el opuesto a cabeza dura.
[19] Frosty the Snow-Zarek, en el original: Hace referencia al título de una famosa canción navideña “Frosty the snowman”, que se refiere al tradicional hombre de nieve que se convierte en humano gracias a un sombrero mágico encontrado por unos niños en navidad.
[20] Los Vengadores, tradicional serie inglesa protagonizada por dos agentes secretos británicos.
[21] Dayslayer: cazador diurno
[22] En español en el original.
[23] teflón: intraducible, se refiere a una persona a la que todo le resbala, que no puede ser agredida… Por ejemplo en un artículo dijeron que Reagan era un presidente “teflón” por que el fango nunca quedaba pegado a él.
[24] Famoso conjunto musical de la década del 80, creado por el escocés David Byrne.
[25] Scotty: jefe de ingenieros en el Enterprise, la famosa nave de la serie Strar Trek – Viaje a las Estrellas.
[26] Hydra: serpiente de nueve cabezas que exhalaban un vaho capaz de matar a todo el que se hallara cerca. Hércules consiguió matarla y mojó sus flechas en la hiel de la víbora, haciendo que la más pequeña herida de sus flechas causase la muerte.
[27] Ninfo: juego de palabras en ingles al referirse a ninfomaníaca
[28] Shade: la sombra en que se convierte un Cazador Oscuro cuando lo matan. Pasa a ser una sombra que sufre hambre, sed y no puede tocar a nadie.
[29] En francés en el original: soy yo
[30] QVC: famoso canal de compras
[31] SoapNet: canal de cable americano dedicado exclusivamente a pasar novelas y miniseries.
[32] En inglés: Hair of the Dog: sexto disco de Nazareth editada en 1975, conjunto escocés de rock duro, considerada su “obra maestra”.
[33] Styx: o Estigia, río que constituía el límite entre la tierra y el inframundo al que circundaba nueve veces. Zeus hacía que los juramentos prestados por el agua del Estigia se cumplieran (todos los demás podían romperse). Si alguno de los dioses derramaba una libación de su agua y abjuraba de ella, entonces yacía sin respiración durante un año, sin probar ambrosía ni néctar, permaneciendo sin espíritu ni voz. Tras este año de enfermedad, era excluido durante nueve años de las reuniones y banquetes de los dioses, a los que no podía volver hasta el décimo año.
[34] LivaSnap: famosa comida para perros.
[35] Mensch: en alemán en el original – persona, ser humano.
[36] Jell-O: conocida marca de un polvo para preparar gelatina con sabor a fruta.
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