Mitos en la respuesta sexual humana: creencias que desafían la intimidad de la pareja
Enviado por Laritza Vázquez Mojena
- Resumen
- Introducción
- Para comprender la respuesta sexual humana….
- Una desmitificación necesaria
- Conclusiones
- Referencias bibliográficas
Resumen
La vida sexual y los comportamientos que asumen los individuos con respecto al sexo están mediatizados por concepciones mitificadoras, perpetuando conflictos y angustias en la convivencia entre los sexos y la realización plena del hombre y la mujer. Los mitos asociados a la sexualidad tienen una carga social significativa y están determinados por creencias respecto a ella. Tiende a magnificarse la figura masculina, otorgándole primacía absoluta sobre la mujer y generando malestares, pues las expectativas que se suceden inciden negativamente en la comunicación con la pareja y la expresión de afectos. A su vez cercenan el desempeño de la mujer, ubicándolas en un rol pasivo y obstaculizando el desarrollo de su creatividad. A partir de aquí emerge la necesidad de valorar los mitos en la respuesta sexual humana y su incidencia en la satisfacción del individuo, para buscar alternativas que permitan develar mitos, prejuicios y estereotipos ofreciendo al hombre y a la mujer múltiples opciones para vivir de forma auténtica, plena y responsable.
Introducción
Hablar de sexualidad es evocar múltiples polémicas en torno a ella. Algunos la asocian directamente al acto sexual y otros reconocen su relación con las características biológicas, psicológicas y socioculturales que nos identifican. En sentido general es reconocida su importancia como elemento básico del desarrollo personal, como parte de nuestra identidad y personalidad, como una necesidad humana que no puede aislarse de otros aspectos de la vida.
La sexualidad no solo mediatiza nuestro sexo sino que también está mediatizada por todo lo que somos. Incluye la comunicación, la afectividad, la reproducción y el placer. Se compone de todos los elementos asociados al ser hombre y mujer díganse roles de género, valores, imagen corporal, autoestima, orientación y conducta sexual. Influye a su vez en los pensamientos, sentimientos, acciones e interacciones y de este modo, en nuestra salud mental y física.
Es el resultado de cuatro potencialidades humanas: reproductividad, erotismo, género y vinculación afectiva-interpersonal, que en su conjunto dan cuenta de la multidimensionalidad de la sexualidad y de su relación con todas las esferas de la vida cotidiana.
El sexo o el acto sexual, aunque solo representa una parte de la sexualidad juega un papel importante en ella. Tiene que ver con las relaciones íntimas entre las personas y los cambios psicofisiológicos que se producen en ellas durante el coito. Cuando se tienen relaciones sexuales genitales el cuerpo experimenta una serie de cambios físicos y psicológicos que acompañan a hombres y mujeres. Estos cambios se viven de manera gradual y paulatina, por lo que han sido descritas en cuatro fases que permiten comprender mejor lo que va sucediendo en el cuerpo.
La vida sexual y los comportamientos que asumen los individuos con respecto al sexo están mediatizados por mitos que surgen junto al proceso de socialización. Las concepciones mitificadoras de la vida sexual perpetúan conflictos y angustias en la convivencia entre los sexos y la realización plena del hombre y la mujer. Constituyen un motivo de castración de la libertad de elección, que en esta esfera de su vida, al igual que en todas las restantes, tiene derecho toda persona con independencia de su sexo.
Para comprender la respuesta sexual humana….
La sexualidad, al decir de Masters y Johnson es una dimensión de la personalidad, y no exclusivamente una aptitud del individuo para generar una respuesta erótica. Ellos distinguen entre actos sexuales y conductas sexuales, los primeros se refieren a la relación coital, la masturbación y los besos, y los segundos trascienden estos actos, se refieren a la forma de vestir, la manera en que tratamos a las personas del sexo opuesto, o sencillamente salir con otra persona. Este proceso está atravesado por la dimensión biológica, psicosocial y cultural.
La dimensión cultural de la sexualidad abarca las creencias de lo que es bueno o malo, las concepciones morales, religiosas y de género que se tengan sobre el tema, y los mitos asociados a la respuesta sexual humana. Los mitos constituyen una de las formas en que se articula el imaginario social, a través de mecanismos que tienen un carácter inconsciente. En la medida que gestan de prácticas sociales, son productos de los sujetos que las realizan, viéndose esta relación en un complejo proceso de interpenetración.
Las falsas creencias que existen en torno a los mitos, constituyen un factor que atenta directamente contra el desempeño o realización de la actividad sexual, por eso, a decir de Villavicencio es necesario un conocimiento adecuado sobre el tema para erigir una vida sexual madura y equilibrada. En este proceso intervienen una serie de fenómenos psicológicos y fisiológicos, en su origen está el deseo que dinamiza todo el proceso desde el principio hasta el final.
Masters y Johnson en su libro La respuesta sexual humana (1966) diferencian cuatro fases: excitación, meseta, orgasmo y resolución. Ellos fueron los pioneros y principales investigadores de la respuesta sexual humana y de sus disfunciones. Más adelante Helen Kaplan propone en su libro Trastornos del deseo sexual (1979) tres componentes que intervienen en la respuesta sexual humana. El primero es el deseo, que es un fenómeno psicológico, y después la excitación y el orgasmo, como fenómenos psicofisiológicos.
Villavicencio integra estas teorías y define la respuesta sexual en cinco fases: el deseo, la excitación, la meseta, el orgasmo y la resolución. En este trabajo tendremos en cuenta esta clasificación para abordar los principales cambios que ocurren durante la respuesta sexual humana.
El deseo es un impulso producido por la activación de los circuitos neuronales sexuales que implican modificaciones en el estado de ánimo de la persona, quien empieza a interesarse por la actividad sexual y a mostrarse receptivo ante la experiencia sexual. El deseo mueve la voluntad hacia el conocimiento, posesión y disfrute de la persona. Deseo, placer y relajación o tensión son los fenómenos psicológicos implicados en la actividad sexual.
Para el normal funcionamiento de esta fase se requiere de un nivel adecuado de testosterona y un equilibrio idóneo de determinados neurotransmisores (dopamina, adrenalina y noradrenalina) y la serotonina. En el hombre son los testículos la principal fuente de la testosterona, disminuyendo su producción a partir de los 50 años, y en la mujer son los ovarios y la corteza suprarrenal que se ve afectada sensiblemente con la menopausia, debido a la inactividad de los ovarios.
Aún así, la corteza suprarrenal sigue produciendo testosterona en cantidad suficiente para mantener el deseo de por vida, siempre que se estimule especialmente la relación amorosa. Algunos especialistas refieren que el mejor antídoto para el escaso deseo sexual es el estar enamorado, soñar y fantasear frecuentemente con el amor. Algunos piensan que el momento de máximo deseo en el hombre está en torno a los 20 años, mientras que para la mujer entre los 35 y 40 años, que es cuando se siente más madura y libre.
La excitación es consecuencia de una estimulación sexual que puede ser física y psicológica o una combinación de ambas. Se desencadena no solo a través del contacto físico directo, sino también a partir del olfato, la vista, el pensamiento o las emociones. Se caracteriza por el inicio de sensaciones eróticas y por la consecución del estado eréctil en el hombre y la lubricación vaginal en la mujer.
Los cambios físicos que se producen no son siempre constantes y crecientes, sino que fluctúan tanto en hombres como en mujeres. La modificación del ritmo y técnicas de estimulación pueden turbar la excitación, al igual que extender en exceso una caricia determinada puede entibiar momentáneamente las sensaciones. Según Masters y Johnson los mecanismos vasoconstrictivos de la excitación se intensifican y declinan del mismo modo que todos los procesos biológicos conocen fluctuaciones.
Por lo general el hombre se excita más fácil y rápidamente que la mujer, porque existe una mayor cantidad de estímulos o situaciones que lo excitan. En cambio la mujer necesita un clima especial y cierto estado de ánimo, ella es más selectiva que el hombre y más susceptible al enfriamiento. Las personas mayores requieren mayor estimulación táctil para lograr la excitación.
En la fase de excitación se produce un marcado aumento de la tensión sexual, que en la fase de meseta se mantienen e intensifican en altos niveles, esto dispone el terreno para el orgasmo. La intensa vasoconstricción en el tercio externo de la vagina origina una hinchazón de los tejidos, esta reacción es la que Masters y Johnson denominan plataforma orgásmica.
En el hombre suele aparecer antes la demanda de penetración, y a veces no tiene en cuenta la suficiente preparación de la mujer. A esto se suma el hecho de que la mujer, probablemente más que la estimulación fisiológica, necesita de un clima psicológico apropiado de confianza, entrega, intimidad, y esto muchas veces se rompe con el intento prematuro de la penetración. El orgasmo, desde el punto de vista biológico es la fase más corta del ciclo de la respuesta sexual, normalmente dura unos segundos. Durante este periodo se originan contracciones rítmicas involuntarias que producen una intensa sensación física seguida de un rápido relajamiento. Desde el punto de vista psicológico el orgasmo es un instante de goce y suspensión de la actividad mental, es decir, la mente se repliega sobre sí misma para disfrutar de tan íntima experiencia.
Los orgasmos varían no solo en cada hombre o mujer en particular, sino en distintos momentos de un mismo individuo. La diferencia en intensidad se deriva de factores físicos (fatiga, tiempo transcurrido desde el último orgasmo) y psicosociales (afinidad con la pareja, actividades, expectativas y sentimientos en torno al hecho sexual).
El orgasmo es una respuesta global de todo el organismo, no solo de la pelvis. Se contraen los músculos de numerosas regiones corporales y el rubor sexual alcanza su mayor intensidad y extensión superficial. En el hombre el orgasmo y la eyaculación no constituyen un solo e idéntico proceso, aunque en la mayoría se producen de modo simultáneo. Las contracciones liberan eficazmente la tensión sexual acumulada y las sensaciones mentales que acompañan a este suceso.
Al finalizar el orgasmo se inicia la resolución de los cambios fisiológicos que empezaron desde la fase del deseo. En el hombre es el período de retorno al estado normal de no estimulación que comprende el periodo refractario. Se invierten las alteraciones anatomofisiológicas ocurridas durante la etapa de excitación y meseta. Tanto en hombres como en mujeres desaparece el rubor sexual y a veces se advierte una sudoración abundante. Las mujeres tienen una aptitud multiorgásmica, pero depende de una estimulación sexual continuada y efectiva, así como del interés sexual.
En la sociedad son poco conocidos los cambios fisiológicos que ocurren en cada una de las etapas de la respuesta sexual humana, de ahí que la vida sexual de las personas esté mediatizada por los mitos relacionados con la respuesta sexual, lo que limita el disfrute de una vida sexual plena y desarrolladora.
Una desmitificación necesaria
La necesidad de realizar una valoración de los mitos en la respuesta sexual humana y su incidencia en la satisfacción con respecto a las relaciones sexuales, tiene como base los conflictos y frustraciones que experimentan hombres y mujeres en su vida sexual por no cumplir con el "debe ser". A partir de aquí se generan malestares que tienden a cercenar e inhibir el desempeño sexual en ambos sexos, develando la importancia de desmitificar los prejuicios y estereotipos que se han configurado en torno a la sexualidad, en aras de promover la libre expresión del ser humano.
Los mitos asociados a la sexualidad tienen una carga social significativa en la vida afectiva interpersonal de las personas. Se prepondera al varón como figura cimera dentro de la relación sexual, espacio donde debe probar su virilidad a toda costa. Este hecho le otorga primacía absoluta sobre la mujer, lo que trae aparejado una enorme carga social pues las expectativas que sobre él giran están matizadas por altas exigencias sociales con incidencia negativa en procesos tan importantes como la comunicación en la pareja y la expresión de afecto en el hombre.
Producto al desconocimiento con respecto a la sexualidad, existen mitos relacionados con el intercambio en la pareja que abarcan, desde aspectos propios de su funcionamiento hasta elementos más específicos de la respuesta sexual humana, los mismos pueden variar según las características socioculturales de cada sociedad.
"El buen amante no necesita que su compañera le diga cómo hacerla feliz, él lo sabe", es una de las creencias erróneas que existen en nuestra sociedad y que actualmente afectan el buen funcionamiento de la pareja, en tanto constituye una barrera para la comunicación entre ellos. Dificulta el desarrollo de la confianza y puede crear un clima desfavorable, agresivo y hostil limitando la posibilidad de expresar sus sentimientos. Supone además la capacidad que debe tener el hombre para conocer los intereses de su pareja y sus gustos.
La vida en pareja requiere de la participación conjunta, para lo que es necesario el conocimiento mutuo sobre las emociones, intereses, gustos del otro que permita potenciar el protagonismo de ambos miembros de la pareja, favoreciéndose de esta forma la autonomía e identidad de cada uno. En este sentido es importante que tanto el hombre como la mujer conozcan las zonas erógenas que más placer les producen, la localización de estos puntos de excitación y la presencia de fantasías sexuales como fuentes de excitación y satisfacción en ambos miembros de la pareja. Todo contacto físico con la pareja puede ser fuente de disfrute y placer pues no siempre "relación sexual equivale a coito vaginal". De la misma forma se debe lograr confianza para expresar los gustos con respecto a la estimulación sexual y la incorporación de cada uno de los miembros en la satisfacción del otro.
Culturalmente se le asigna al hombre la labor de iniciar la relación sexual y se considera el principal responsable del orgasmo femenino y del bienestar y la satisfacción de la pareja, desplazando de esta forma el desempeño activo de la mujer y obstaculizando el desarrollo de su creatividad, tan importante en esta área. Dicha creencia no afecta solamente a las mujeres, que pueden sentirse inhibidas al iniciar una relación sexual, sino que puede provocar en el hombre malestares, insatisfacciones y ansiedades al sentirse presionados (ansiedad de desempeño), ante las cuales pueden aparecer conflictos, frustraciones y hasta disfunciones sexuales.
La existencia de preocupaciones por quedar bien ante la pareja, y responder a cuanto asedio femenino acontezca es otro de los conflictos que puede enfrentar el hombre con respecto al sexo ("El varón quiere y siempre está preparado para el sexo", "Un varón no puede decir que no al sexo"). De este modo se les niega la posibilidad de expresar miedo, temor, ansiedad o desconocimiento en torno a la actitud que debe asumir en lo concerniente a la sexualidad. La sociedad les invita a mantener relaciones sexuales con todas las mujeres que puedan y a llevar el papel dominante en la relación de pareja entendiendo que son ellos los que más deben saber de sexo.
La potencia sexual del varón se asocia mucho al tamaño de los genitales aún cuando fisiológicamente se ha comprobado que el tamaño del pene no influye en el placer, sin embargo es necesario tener en cuenta la representación que tiene la pareja en torno a esto, ya que las creencias y expectativas influyen en la actividad sexual.
Se considera una medida de hombría y virilidad la iniciación temprana en experiencias eróticas para lo que generalmente no han sido preparados y por consiguiente se carece da la madurez necesaria para enfrentarla con éxito. El hombre debe ser iniciador ("El sexo solo debe suceder por iniciativa del hombre"), protagonista y guía ("Cualquier hombre debe saber como dar placer a una mujer"), con conceptos que todavía determinan el proceso de intercambio, marcando pautas en toda acción manifiesta.
Para el logro de una exitosa relación sexual el amor no es suficiente. Es importante en la pareja el dialogo, la expresión de gustos, deseos, necesidades, para mayor satisfacción en el intercambio amoroso. Cada miembro de la pareja debe comunicar al compañero lo que piensa, necesita o quiere para sentir placer.
El hombre juega un papel importante en la relación sexual, pero esto no significa que tenga la máxima responsabilidad en la misma. El hecho de que en algunas ocasiones su respuesta sexual no sea la idónea, no significa que presente un trastorno o que deje de ser "un buen amante" y empiece a fallar. El fallo en la respuesta puede estar condicionado por ingestión de sustancias, estados de ánimo u otros factores que inciden directa o indirectamente en la actividad sexual.
En las relaciones sexuales son importantes también las emociones, sentimientos y sensaciones que experimentan ambos miembros de la pareja, el placer y la satisfacción de los mismos no debe recaer sobre un sólo miembro. Existe la creencia de que "la conducta normal de un hombre con una mujer es tener una erección y mantenerla mientras hace las cosas que a ella le gustan". Esta idea está sustentada en el falso precepto de que "un hombre demuestra que es un verdadero macho con una buena erección que dure". El periodo de excitación de la mujer es más largo que el del hombre por eso necesita de más estimulación para lograr la respuesta sexual necesaria. Esta estimulación no se debe reducir al contacto genital, debe ser más amplia, utilizando las fantasías, el erotismo, la creatividad y los órganos sensoriales.
La frecuencia de las relaciones sexuales no implica desgaste en los miembros de la pareja, al contrario, una vida sexual activa se ve favorecida por la práctica de relaciones sexuales regulares. Además de la experiencia y el conocimiento de la pareja que se adquiere, puede favorecer el deseo sexual. En la mujer se mantienen los tejidos vaginales y los mecanismos de lubricación y los hombres tienen más posibilidades de conservar una respuesta sexual adecuada en la vejez.
En la relación coital tanto hombres como mujeres tienen un gasto energético, pero este puede reponerse sin mucha dificultad. Ambos miembros de la pareja pueden tener un papel activo, pues tienen la misma posibilidad de disfrute y no siempre tiene que ser de manera "explosiva". El propio orgasmo, no es una experiencia salvaje y arrebatadora como muchos piensan, los cambios que se producen expresan una sensación de placer y bienestar porque liberan toda la tensión sexual acumulada en las fases anteriores. El orgasmo difiere mucho de una persona a otra, incluso de un momento a otro en una misma persona, estará en dependencia de factores psicológicos y ambientales.
Evidentemente los mitos tienen un fuerte componente social, que reproduce y patentiza las diferencias entre mujeres y hombres, en quienes se enmarca el "rol protagónico", reforzando la jerarquía en las relaciones de pareja. Marcan pautas en los comportamientos que asumen los individuos, propiciando la aparición de cuestionamientos sobre el desempeño sexual, que lejos de contribuir al crecimiento personal van en detrimento de la autovaloración y la autoestima.
Están determinados por las creencias de las personas con respecto a la sexualidad y condicionan, en gran medida, la respuesta sexual de los individuos incidiendo en la satisfacción que se pueda experimentar en la relación coital a partir de la interiorización de los mismos.
Los mitos no deben verse aislados, la valoración que se realice de ellos debe partir de su interdependencia y su relación con las características socioculturales del contexto. En su gran mayoría magnifican el protagonismo del hombre en las relaciones sexuales lo que demuestra su sustento en las concepciones de género. Parten también del desconocimiento sobre los cambios que se producen en la respuesta sexual humana lo que ha propiciado la aparición de falsas creencias con respecto a las actitudes y sensaciones que pueden experimentarse en el acto sexual, constituyendo fuente de continuos malestares y costos para el bienestar subjetivo de hombres y mujeres.
Actualmente se aprecian tendencias de cambio en lo que a relación sexual y de pareja se refiere, dichas tendencias apuntan a una ruptura con los cánones que históricamente han regulado este espacio. No obstante, los mitos y prejuicios configurados en torno a este tópico, condicionan aún el comportamiento sexual. Indiscutiblemente imponen retos a la intimidad que puede establecerse entre dos personas, atentando contra la libre expresión de confianza, cariño y amor.
Conclusiones
Los mitos en la respuesta sexual humana reproducen patrones socioculturales que refuerzan la jerarquía en las relaciones de pareja otorgándole primacía absoluta a la figura masculina y patentizan la pasividad femenina.
Los prejuicios y estereotipos que se han configurado en torno a la sexualidad. tienen un fuerte componente social asociado a las concepciones de género, aunque también muestran desconocimiento sobre la base fisiológica de la respuesta sexual humana.
Las falsas creencias en torno a la sexualidad constituyen fuente de continuos malestares y costos para el bienestar subjetivo de hombres y mujeres imponiendo como reto su desmitificación en aras de contribuir al disfrute de la sexualidad.
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Autor:
Laritza Vázquez Mojena