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La empatía y su entendimiento neural

Enviado por Felix Larocca


  1. Para otra definición
  2. Enjaezando emociones
  3. Aprender a escuchar
  4. La fobia social
  5. En resumen
  6. Bibliografía

"¿Qué hace de este un caso difícil, cuando la timidez es ubicua y aún, para algunos es una virtud apreciable y femenina? Asimismo se considera la tendencia a sonrojarse.

"Pero la timidez, la tendencia a enrojecerse, los sudores asociados de las manos, de partes de la cara y de los pies constituyen, para algunos, un obstáculo social de serias proporciones.

"La timidez es adquirida y asimismo es hereditaria. No todos poseen la capacidad de navegar situaciones sociales sin sentirse nerviosos.

"La facilidad de medrar en situaciones tensas, puede ser biológica, como ya veremos." FEFL en El Caso de Catalina: La Niña Tímida.

La capacidad de una persona de percibir íntimamente la manera en que siente otra persona y de compartir sus emociones, poniéndose en su lugar. Y de responder correctamente a sus reacciones afectivas, se conoce como empatía.

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Para otra definición

La empatía

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llamada también inteligencia interpersonal en la teoría de las inteligencias múltiples de Howard Gardner, es la capacidad cognitiva de percibir en un contexto común lo que otro individuo puede sentir. También es un sentimiento de participación afectiva de una persona en la realidad que afecta a otra.

Algunos estudios señalan la existencia de rasgos afines a la empatía en algunos animales no humanos, como por ejemplo los roedores u otros primates. En este sentido, se podría confirmar el argumento de que el origen de la empatía se sitúa en mecanismos neuronales básicos desarrollados a lo largo de la evolución. (http://es.wikipedia.org/wiki/Empatia)

Como elemento de naturaleza íntimamente arraigada en la estructura característica de algunas especies, notablemente de la nuestra, la empatía merece ser estudiada como mecanismo cerebral de nuestro mayor interés y requerida atención.

La empatía, a menudo se confunde con la simpatía que consiste en la armonía personal y concordancia social con los intereses y las actitudes de los demás.

Puesto simplemente, y como la resumiera una de mis pacientes: Yo entiendo como te sientes = simpatía. Yo siento lo que sientes = empatía.

Las habilidades sociales no exigen empatía, pero sí simpatía. Las habilidades de un terapeuta, de un padre, de una persona en posición de asistir, en turno, demandan la presencia de la empatía.

Un equipo de investigadores. Él francés, y ella suiza nos tratan de explicar de cómo el cerebro nos hace más sociales y mejor adaptados en nuestra relación con otros — vía el uso de la empatía.

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Veamos cómo lo emprenden utilizando la aplicación de la neurociencia para hacerlo.

Que somos animales gregarios, lo confirman tanto los etólogos (investigadores del comportamiento animal) como los neuro-científicos que desentrañan los secretos del cerebro humano. Frederique de Vignemont (París) y Tania Singer (Zurich) se han servido de técnicas de espectrometría para medir el impacto de las emociones en el cerebro y cómo las emociones expresadas por un individuo que se expresa verbalmente, afectan a las de quien le escucha. De este modo han podido medir, asimismo, lo que hasta hace poco era casi sólo una sensación de validez hipotética: la empatía.

Vignemont y Singer han ido más allá y han postulado la existencia de algunos factores que pudieran modular tanto las emisiones como las recepciones de empatía desde la plataforma del teatro cerebral, como lo designa António Damasio.

Los científicos aseguran que estos factores desempeñan una labor fundamentalmente epistemológica, procurando información organizadora sobre lo que el copartícipe piensa o se dispone a pensar, así como circunstancias tales como su estado de ánimo y su mayor o menor envoltura emocional con lo que se dice. (Véase el libro: Descartes Error, por A. Damasio).

Ahora bien, como sabemos por el estudio de los casos de autismo y de Asperger, estamos conscientes de que muchos de los problemas que afectan a estos individuos provienen de lo que neuro-científicos consideran trastornos de función y desarrollo en el llamado "cerebro social". Lo que significa que lo que designamos y entendemos con empatía es probablemente una facultad innata y no una condición sujeta a cambios por medio de maniobras externas.

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Empatía. Óleo por Shelly Grund

Enjaezando emociones

La capacidad de experimentar emociones ajenas como si fuesen propias es la base de la empatía. Esta habilidad, a su vez, contribuye a nuestro ajuste social y asimismo, en el estado salvaje, contribuiría a nuestra supervivencia.

Adivinar qué emociones alberga nuestro interlocutor, cuán fuertes son dichas emociones y qué las ha desencadenado puede parecer una labor de adivino, pero todas las personas, en un grado u otro, deben ser capaces de emprender esta tarea. Para los terapeutas, esta capacidad bien aguzada resulta casi una facultad sine qua non. No se trata sólo de ser atentos. Invitamos a alguien a tomar café, escuchamos observadoramente sus exposiciones y nos mostramos congruentes con su estado de ánimo, adivinando pesares o reforzando alegrías… Eso es simple interés social o simpatía.

Si no entendemos las emociones que nuestro invitado expone hasta el punto de identificar su origen, no seremos capaces de completar el círculo empático. La simpatía es un proceso puramente reflejo y cortés, que tiene con la empatía la misma relación que puede tener un dibujo con el objeto que representa.

La empatía, por su parte, involucra las emociones propias; sentimos lo que sienten los demás porque vivimos de modo íntimo las mismas percepciones. De esa manera, no captamos solamente la vibración ajena, la sentimos como si fuera nuestra y la razonamos con nuestra propia cognición emotiva. Incluyendo aquí perspectivas, pensamientos, deseos o creencias que importamos en nuestra mente — incorporándolos como propios — de quien está sentado ante nosotros.

Es similar a una reacción de espejo, pero llevada a un nivel más profundo y de mayor impacto emocional.

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Una persona extremadamente empática — si es que éstos imposibles existen — vive expuesta a un complejo universo de información emocional, que puede ser dolorosa y amén que intolerable, que los demás simplemente no perciben. Los muy empáticos, quizás, triunfan en labores de enseñanza, asistencia de salud o proveyendo grupos de ayuda mutua, pero también deben hacer frente a una constante fuente de estrés — porque todo, o casi todo, los pudiera, potencialmente, afectar.

El principio básico, para evitar siendo víctima de la mucha empatía, consiste en: trata de entender al otro, después trata de hacer que lo entendido no te afecte, haciéndote daño a ti.

Hace falta recordar que la empatía no mejora a las personas. Ver lo que los demás ven, oír lo que los demás oyen, pensar lo que los piensan o sentir lo que los demás sienten puede ser también un requisito importante para convertirse en farsante. Esta última situación puede designarse como la "empatía", del psicópata, la del abogado picapleitos, la del político, la del cambista, la del juez venal, la del abusador sexual de niños o la del vendedor de automóviles usados.

Aprender a escuchar

La mayoría de nosotros habla prestando más atención a las propias emociones que a lo que nos dicen las emociones de los demás; "escuchamos" pensando en lo que vamos a decir nosotros a continuación — o si somos dominicanos en cuándo interrumpir al otro para dar rienda a nuestra perorata interminable — desencadenada con el simple propósito de escucharnos hablar a nosotros mismos, revelando, a menudo, lo que poco sabemos, o pensando en qué tipo de experiencias propias, aunque incongruentes, podemos aportar a la situación.

Pero, aprender a escuchar supone enfocar toda la atención hacia el otro cuando aquél nos habla, dejando de pensar en lo que queremos decir o en lo que nosotros diríamos en su lugar.

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Cuando se escucha con atención; se escucha, con todo el organismo, además de que lo hacemos, con nuestras áreas pre-frontales del cerebro.

Las personas con gran habilidad de empatía son capaces de sincronizar su lenguaje no verbal al de su interlocutor. Son capaces, a la vez, de interpretar indicaciones no enunciadas por medio de cambios en los tonos de voz, gestos o movimientos; que se realizan inconscientemente pero que nos proporcionan gran cantidad de información. (Véase mi ponencia: El Lenguaje de los Gestos).

La persona con empatía sabe escuchar. En esa cualidad resta el elemento terapéutico del uso hábil del silencio. (Véase mi ponencia a este respecto).

Un ejemplo: permaneciendo sentados en un restaurante y poniéndonos a observar a las personas en nuestro derredor con atención, notaremos con facilidad quiénes son amigos potenciales y quiénes no. Las personas que nos atraen demuestran con su captación física, gestos acompañantes, expresiones usadas, timbre de voz, etcétera — quiénes nos caerán bien.

Pero no todo es empatía, como en seguida apreciaremos.

La fobia social

No tenemos cualidades empáticas y, no obstante, sobrevivimos. No pasa nada. Sin embargo, hay personas para quienes la dificultad de entablar una relación con otra se convierte en verdadera pesadilla. Hay incluso quien no sale de casa o no habla con nadie por miedo a no entender o a no ser entendido. Es el otro extremo de la empatía y provoca una ansiedad enfermiza bautizada con el nombre de la "fobia social". Se calcula que entre un 3 y un 13 % de la población general experimenta fobia social, pero es probable que estas proyecciones de incidencia se difuminen entre muchos más casos aún por diagnosticar. (Véase mi Caso Difícil acerca de la Niña que era tímida).

La fobia social consiste en un miedo persistente y perceptible a situaciones sociales, entrevistas o actuaciones en público por temor a que resulten embarazosas. El fóbico social teme que la empatía de otros identifique las debilidades propias y dibuje el retrato de una persona ansiosa, débil, rara o tonta.

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Localización anatómica de las neuronas espejo en el cerebro…

Su ansiedad, además, toma forma de palpitaciones, temblores, sudoración, inquietud, respiración rápida y superficial, rubor y confusión. En muchas ocasiones, el temor es tan intenso que las personas evitan completamente las situaciones con otros que tanto temen. En otras, las soportan pero con considerable angustia y malestar. En cualquier caso, tanto el miedo como la evitación limitan las posibilidades de desarrollo personal y afectan profundamente la calidad de vida. (Véanse mis ponencias al respecto).

Los cuadros de fobia social suelen aparecer a mediados de la adolescencia y no es raro que la persona demuestre, desde entonces y por muchos años, una gran timidez o inhibición en público. Muchos fóbicos sociales creen incluso que son así y que no hay nada que puedan hacer para superar el problema, ignorando que existen tratamientos que han demostrado solventemente su capacidad para socializar al más reticente. En el tratamiento de la fobia social, la empatía del terapeuta se encargará de identificar, desafiar y combatir los pensamientos, muchas veces distorsionados, acerca de la situación social concreta de cada persona. (La obra para aquí consultar es: Nuevas Direcciones en Psicoterapia por A. C. Bohart y L. Greenberg).

Los trastornos del desarrollo social constituyen una categoría especial en este renglón las que ubicadas con el Síndrome de Asperger y el Autismo, que comparten esa carencia de sensibilidad emocional, y con la psicopatía en las que otras ponencias hemos descrito.

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Timidez por Dalí

En resumen

Los trabajos de Freud, los de Ferenczi y los de muchos de los pioneros del psicoanálisis y de la psicoterapia nos enseñan que la capacidad de desarrollar la empatía es crucial para quien establece una alianza como terapeuta, con un paciente, cuyos silencios, a menudo son anti-intuitivos y cuyas comunicaciones son, frecuentemente, distorsionadas, por omisión o por comisión.

Con el advenimiento de los trabajos de Kohut en su descripción magistral de las transferencias reflejas o de espejo (mirror transferences). Y con las labores en el campo de la neurociencia de Giacomo Rizzolatti y sus colaboradores, en la descripción de las neuronas de espejo (mirror neurons). Hoy se plantea, como siendo dentro del campo de la posibilidades de algunos primates y asimismo de las nuestras, la de "leer" la mente de otros. (Requerida lectura: G. Rizzolatti y L. Craighero Annual Review of Neuroscience Vol. 27: 169-192).

No sería extraño ya, que si leemos de nuevo los trabajos por tantos publicados acerca de las intuiciones animales; entenderemos que nuestros reflejos aun nos presagian fenómenos instintivos, subliminales y esenciales para nuestra supervivencia como individuos y aun como especie. (Consulten: La Intuición Animal y sus Funciones Adaptadoras por F. E. F. Larocca).

Que estas facultades especiales, que de otrora tanta curiosidad nos despertasen, hoy son "El Pan Nuestro de Cada Día" en el campo fermentante de las neurociencias, es una feliz realización.

Fin de la lección.

Bibliografía

  • Larocca, FEF: El Caso de Catalina la Niña Tímida en monografías.com

  • Larocca, FEF: La Timidez en el Ser Humano en monografías.com

  • Larocca, FEF: La Timidez Paradigmática: ¿La Próxima Entidad Diagnóstica del DSM? en monografías.com

  • Larocca, FEF: El Sendero de la Mente al Cuerpo: Derrotero de Dos Vías en monografías.com

  • Larocca, FEF: Lenguaje de los Gestos: Cuando la Boca Silencia, el Cuerpo se Expresa en monografías.com

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El grito del silencio por Pablo Ruiz Picasso

 

 

 

Autor:

Dr. Félix E. F. Larocca