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Crisis familiares, retroceso o desarrollo


  1. Resumen
  2. Crisis familiares
  3. Una mirada a eventos normativos y paranormativos
  4. Bibliografía

Resumen

El presente trabajo constituye un acercamiento teórico a las crisis familiares, considerando su incidencia no solo en la desestabilización del sistema familiar, sino también, las posibilidades que ofrece para el desarrollo de la familia si se aprovechan las potencialidades de la misma en términos de flexibilidad, adaptabilidad, cohesión, permeabilidad, pertenencia y compromiso emocional. Se toman como referentes las diferentes valoraciones que se han realizado en torno a las crisis familiares y los aportes para su estudio.

Crisis familiares

La familia es una institución milenaria y un grupo humano reconocido como importante y decisivo en muchas ramas del saber. Ha sido siempre la unidad básica de toda sociedad, y la opción de vida que los sujetos han elegido en todo momento para procrear, subsistir y satisfacer necesidades emocionales que solo los lazos filiales de cercanía, intimidad y amor pueden gratificar.

Constituye una realidad insoslayable que la familia representa el grupo más significativo  para los seres humanos. Es considerada como el bien común universal, como la esencia del patrimonio social. Cumple funciones que son insustituibles por otros grupos e instituciones, pues satisface necesidades psicológicas vitales  como son las de contacto afectivo, de sostén emocional, de apoyo, de contención en momentos difíciles. A su vez es  considerada el aula primordial, por su valor como agente socializador en los primeros años de la vida y en la transmisión de valores. No cabe duda de que la familia nos brinda lo mejor, las mayores alegrías y también los dolores más  intensos. 

Por definición, en Psicología la familia como grupo humano tiene tres ejes de vinculación: la consanguinidad, la convivencia o cohabitación y la afectividad.  De estos tres criterios de relaciones el más importante y decisivo es el afectivo. Cuando esos lazos son estrechos e intensos, se establecen lealtades invisibles que no se rompen ni con las separaciones, las emigraciones ni las distancias. Cuando las experiencias con la familia son significativas, no importan el tiempo ni los acontecimientos para que se sostengan esas relaciones, hecho que corrobora lo expuesto por Patricia Arés "…la familia es aquel espacio humano de donde partir y a donde  siempre regresar…"

Hablar de familia en la actualidad requiere pensar no solo en la unión legal entre un hombre y una mujer para tener hijos y educarlos. En su concepción más amplia se contemplan los vínculos afectivos, consanguíneos y cohabitacionales, pero donde a su vez existe un redimensionamiento conceptual, de esta forma se pueden encontrar grupos pequeños desde matrimonios sin hijos u otros más extensos donde conviven 3 generaciones o más. Tampoco se puede decir que una unión porque no sea legal o una madre sola con sus hijos, o un matrimonio con hijos de matrimonios anteriores, o una pareja homosexual, no sean familia.

En el análisis de la dimensión evolutiva es importante considerar que la familia no es estática, pues se transforma, se producen cambios, al igual que un individuo nace, crece, se desarrolla y muere, la familia también atraviesa por fases que transcurren a través de un ciclo vital donde se forma, se extiende, se contrae y se disuelve, donde  cada fase tiene sus características y eventos propios  y donde en el paso de una fase a otra ocurren cambios que originan crisis  debido a la necesidad de movilización del sistema para la adaptación y asimilación de estos cambios.

Los eventos vitales por los que transita la familia, propios de su desarrollo evolutivo o ajenos a este, dejan su impronta en ella y marcan pautas en su futuro progreso. Los episodios o situaciones que generan, indiscutiblemente condicionan la aparición de crisis familiares que no necesariamente constituyen entes desestabilizadores de la estructura y dinámica familiar, resulta posible afrontarlas constructivamente de forma tal que cada uno de sus miembros y el sistema en su conjunto puedan salir fortalecidos.

En tanto las crisis son parte inevitable de la existencia humana, es imposible evadirlas, pero disminuir sus efectos en el funcionamiento y dinámica familiar depende de los recursos con que cuente la familia. Dotarla de herramientas psicológicas que le permitan hacer frente a los períodos de crisis constituye hoy, una tarea de primer orden para los profesionales de la Psicología.

La vida cotidiana del grupo familiar está matizada frecuentemente por la presencia de situaciones críticas que comprometen su funcionamiento, requiriendo de acomodos importantes para mantener la armonía en la familia. Escenarios que rompen o afectan el equilibrio o acostumbrada dinámica familiar vienen acompañados de situaciones que implican pérdidas, desafíos y adversidades condicionando el surgimiento de crisis en la familia.

Derivada etimológicamente de un vocablo griego, el término crisis significa separación y elección, definiéndose con estas dos acciones un proceso dinámico compuesto por un período, en el que deben producirse una separación (de algo o alguien), antes de que pueda darse una elección (de algo o alguien) como expresión de una evolución madurativa.

Las crisis están determinadas por la presencia de cambios considerables e importantes que exigen movimientos individuales y familiares. Constituyen la máxima expresión de contradicciones entre la organización estructural y funcional de la familia y las demandas derivadas de los nuevos acontecimientos que se afrontan y tienen una expresión particular en cada familia en dependencia de su historia, de su propia dinámica, de la significación que asigna al evento, y de los recursos con que cuenta para hacerle frente así como de su capacidad adaptativa.

En torno a la definición de crisis familiar existes varios conceptos. Desde el Modelo ABC-X, que ha constituido la teoría de estrés familiar dominante durante casi medio siglo la crisis sería el factor X y ha sido definida como "Cualquier cambio fuerte y decisivo para el cual los antiguos patrones son inadecuados". Por otra parte, la Teoría de los Sistemas, que considera a la familia como un sistema social, establece la crisis como interrupciones en la rutinaria operatividad del sistema social de la familia. Cuantas menos interrupciones haya en el sistema se considerará que la crisis es menos severa, y por lo tanto a más interrupciones mayor será ésta (Nicolás, 1998). Para Gimeno (Gimeno, 1999a) la crisis es una situación de conflicto, pero con una tensión más elevada, de mayor impacto en la vida familiar y que se experimenta en un periodo relativamente breve, unas semanas o quizá meses. Para esta autora, en los periodos de crisis se desestabiliza el sistema familiar y se plantea la necesidad de cambios y reestructuraciones profundas. Resumiendo las anteriores definiciones se puede plantear que la crisis es una situación nueva que va a provocar cambios, en la que fallan los mecanismos habituales para resolver el problema, por lo tanto, precisa de cierto trabajo adaptativo por parte de las personas implicadas en ella.

La familia en crisis se caracteriza fundamentalmente por la inhabilidad a retomar la estabilidad y la constante presión a realizar cambios en su estructura y en los modelos de interacción.

Al término crisis se le han dado diferentes significados. A lo largo de la historia, estos han tenido un carácter negativo asociándola sólo al caos y la destrucción, sin embargo, se reconoce otra mirada, en la que se puede valorar el tener un carácter positivo y desarrollador. En dependencia de los recursos con que cuente la familia, su nivel de organización, dinámica y funcionamiento podrá afrontar la crisis de manera que posibilite un crecimiento personal para sus miembros y un mejor funcionamiento familiar, o de lo contrario puede generar un alto nivel de desorganización, e incluso disfuncionalidad y en el más grave de los casos desintegración familiar, al respecto Cristóbal Martínez (2001) expresa que "… la crisis es a la vez decisión, discernimiento, así como un punto decisivo en el que habrá un cambio para mejorar o empeorar…"

Las crisis no deben ser valoradas únicamente con entes desestabilizadores del sistema familiar, no necesariamente han de tener consecuencias negativas para la familia. Su trascendencia no se circunscribe a la vivencia de circunstancias negativas o a la máxima expresión de un problema, implican también la oportunidad de crecer, superar la contradicción con la consiguiente valencia positiva, que significa afrontarla constructivamente y se relaciona con elementos claves en la formación de los seres humanos como son la maduración, crecimiento y desarrollo.

"Las crisis constituyen un peligro de desequilibrio total y a la vez, una oportunidad de cambio para mejorar". (Martínez, 2005, p.25) Representan el final del viejo sistema familiar emergiendo nuevas formas de interacción. En este sentido dan cuenta de la existencia de momentos de ruptura en la vida familiar que marcan pautas en la transición hacia formas de vivir diferentes, más funcionales a las demandas de la sociedad y a las propias características de la familia.

La repercusión positiva o negativa de las crisis depende, en gran medida, de los recursos o habilidades con que cuente la familia para hacerles frente; recursos que no solo amortigüen sus efectos sino que tributen también al fortalecimiento del grupo familiar en diversas aristas. La flexibilidad, permeabilidad, cohesión y estabilidad constituyen una representación de los recursos más útiles a la familia en períodos de crisis y están relacionados con elementos tan importantes como: adaptación a los cambios, unidad, pertenencia y compromiso emocional que, en su conjunto, conforman un escudo protector frente al impacto negativo de las crisis.

Una mirada a eventos normativos y paranormativos

En la familia las crisis pueden estar asociadas tanto a situaciones propias de su ciclo de vida (matrimonio, nacimiento de los hijos, jubilación) que dan lugar a crisis normativas, como a eventos o hechos accidentales que desencadenan crisis no transitorias o paranormativas, las que generalmente, tienen un mayor costo para la salud.

Las crisis normativas o transitorias (denominación que adquieren en tanto posibilitan o no el paso de una etapa a la otra del ciclo vital), generalmente le otorgan una connotación positiva al término pues dan cuenta del desarrollo de la familia a través del tránsito por las diferentes etapas de su ciclo de vida.  Estos acontecimientos son más o menos esperables durante el curso del ciclo vital de cada familia y aún así requieren la movilización de recursos personales y familiares para su afrontamiento. Se producen con el devenir de estos acontecimientos crisis en el sentido de la movilización del  sistema que no solo implican peligro debido al cambio, sino evolución y oportunidad.  

La familia ha de poner en funcionamiento  sus capacidades sistémicas, autocorrectivas y de morfogénesis, no solo ante los cambios esperados o normativos, sino frente a otros que pueden producirse y no son esperados y que muchas veces sorprenden al sistema, constituyendo amenazas y riesgo para la funcionalidad familiar.

Estas crisis representan una amenaza para la familia y constituyen un riesgo para su estabilidad. Las crisis paranormativas suelen tener un impacto más desfavorable en la familia y un mayor costo para la salud, lo que depende también de los recursos y estrategias que movilice la familia para hacerles frente. Estas crisis están más asociadas a eventos transicionales de cambio, condicionados por situaciones de diversa índole generalmente accidentales, no esperadas por el grupo familiar y ajenas a las fases de su ciclo vital.

Cuando la familia no cuenta con los recursos pertinentes para afrontar estos episodios la estabilidad del sistema peligra. Los cambios que se producen en la dinámica estructural y funcional se convierten en amenazas para la salud del grupo familiar y de sus miembros. Los conflictos, frustraciones, angustias, tensiones así como los síntomas de ansiedad y depresión que indistintamente pueden aparecer, acompañan a la familia en el tránsito por los períodos de crisis y matizan las relaciones que se establecen entre sus integrantes.

Cristóbal Martínez (2001, pp. 119-120.) ofrece una clasificación de estas crisis que a continuación se refiere:

  • Crisis por incremento: se presenta cuando la familia se expande no por situaciones relacionadas con el ciclo vital (nacimiento de los hijos, etc.) sino porque alguien que ya se había independizado de la familia regresa en un momento del ciclo familiar que no corresponde con el desarrollo y crecimiento normal de esta.

  • Crisis por desorganización: para su buen funcionamiento la familia necesita tener una organización interna y ésta se puede ver afectada por múltiples causas: alcoholismo, drogadicción, enfermedades crónicas en alguno de sus miembros, jubilación o invalidez, etc.

  • Crisis por desmoralización: se dan cuando los valores familiares son violentados por miembros de la familia o por personas ajenas a ella; puede ser por conducta antisocial de alguno de sus miembros o por estar uno de ellos en prisión, etc.

  • Crisis por desmembramiento: se pueden producir por varios eventos entre ellos divorcio o separación de la pareja, muerte, abandono, migración.

  • Crisis mixta: se caracterizan por la presencia de elementos distintivos de otras crisis, por lo cual deben ser evaluadas y tratadas de acuerdo con la situación en estos casos.

Estos episodios independientemente de su tipología dan cuenta de la inevitabilidad de las crisis como parte del desarrollo humano y trascienden a cada individuo, a cada grupo o sistema familiar.

Estas crisis que, generalmente aparecen de manera inesperada para la familia producen un desequilibrio mayor y necesitan mucho más esfuerzo emocional y de comunicación para resolverlas. Nadie espera perder sus pertenencias, que un hijo se inicie en el uso de alcohol o sustancias psicoactivas, o se embarace la hija adolescente, una enfermedad grave o crónica en un miembro de la familia, o un hijo con alteraciones físicas.El análisis de la familia, desde los acontecimientos referidos, no sólo debe encausarse en cuanto a la ocurrencia del evento sino a las vivencias, significados y sentidos que generan, ya que por si sólo un evento no genera crisis. "El hecho de vivir en crisis no es necesariamente la causa de disfunción familiar, sino el modo cómo se enfrenta. "(González, 2000, parra 15)

Tanto las crisis normativas como las paranormativas, pueden ser de 2 tipos: instrumentales y afectivas. Las instrumentales hacen referencia a aspectos dinámicos y mecánicos de la vida diaria y las afectivas explican aquellos eventos que amenazan las situaciones emocionales de la vida familiar.

Las características instrumentales o afectivas no se muestran aisladas, si no que con frecuencia interactúan y se potencian entre sí.

Todo tipo de crisis implica un importante peso sobre el funcionamiento familiar y requiere de un proceso de adaptación capaz de mantener la continuidad de la familia y de consentir el crecimiento de sus miembros. Las crisis pueden suceder simultáneamente o pueden presentarse varios eventos críticos a la vez.

Los eventos vitales por los que transita la familia, propios de su desarrollo evolutivo o ajenos a este, dejan su impronta en ella y marcan pautas en su futuro progreso. Los episodios o situaciones que generan, indiscutiblemente condicionan la aparición de crisis familiares que no necesariamente constituyen entes desestabilizadores de la estructura y dinámica familiar, resulta posible afrontarlas constructivamente de forma tal que cada uno de sus miembros y el sistema en su conjunto puedan salir fortalecidos.

En la resolución de las crisis deben ser considerados los siguientes aspectos: disponer de tiempo para evaluar las crisis esperadas, revisar constantemente el tipo de comunicación, permitir que ante el surgimiento de la crisis los sentimientos afloren, buscar la causa del estrés para eliminarla, solicitar ayuda en caso de una crisis notoria, posibilitar los rituales de celebración en situaciones de cumpleaños, matrimonios, jubilación o muerte, respetar las emociones de los demás miembros del sistema ante la crisis atendiendo a las individualidades, resolver los conflictos desde su surgimiento recordando que se agravan con el paso del tiempo,

ponerse en el lugar del otro ante un conflicto, y aprender a escuchar.

Las crisis por desmembramiento, fundamentalmente las ocasionadas por divorcio o separación de la pareja, constituyen hoy, uno de los principales factores desestabilizadores del funcionamiento familiar. Los altos índices de disoluciones en la pareja, por vía legalizada o no, matizan la dinámica relacional de múltiples familias dando lugar a situaciones críticas que provocan alteraciones en el sistema familiar.

En las crisis por desmembramiento el indicador fundamental es la desarticulación de la estructura más o menos estable hasta el momento, donde uno de los eventos que mayormente representa a esta crisis es  el  divorcio. El divorcio implica el rompimiento de la unidad original: el matrimonio o unión consensuada de la pareja.  Al respecto Cristóbal Martínez  plantea que cuando este proceso se  realiza rodeado de angustia e inconformidad, dificultades en la comunicación y las relaciones, sobreviene entonces la preocupación por parte de alguno o de ambos miembros de la pareja sobre las futuras consecuencias de esta discusión en los hijos.

La disolución de la pareja constituye un fenómeno de gran complejidad que incide poderosamente en la dinámica y funcionamiento familiar. Impone cambios en las interacciones y rutinas cotidianas y modificaciones en los códigos emocionales y de comunicación. Este proceso viene acompañado de notables desajustes familiares que requieren de las consecuentes adaptaciones en las relaciones que se establecen.

Las causas de la disolución de la pareja pueden ser agrupadas atendiendo a la naturaleza de las mismas. En este sentido se puede hacer referencia a: agotamiento de la relación por cansancio (en muchos casos el amor inicial se va debilitando y soportando la carga de los problemas de la pareja usuales del día a día, la convivencia en vez de fortalecer, debilita la relación, es significativo el estrés y cansancio acumulado convertido en apatía y desinterés); la existencia de una tercera persona, (otro de los motivos clásicos es la existencia de un tercero que interfiere en la relación de la pareja, bien provocando infidelidades o la crisis propiamente que desemboca en el fin de la relación); conflicto de intereses (el conflicto de intereses de la pareja puede venir provocado también por múltiples causas: razones laborales, familiares hijo), padres, enfermedad, inestabilidad, decisiones económico financieras, etc), diferencias sociales, educacionales, culturales (ocurre frecuentemente en parejas cuyos miembros son de distintos países y culturas, lo que provoca grandes diferencias en las escalas de valores, la educación, el estilo de vida, las exigencias de los ritos sociales); incompatibilidad de carácter (es otra de las causas clásicas, la forma de ser y el carácter, los gustos antagónicos que pueden ir unidos a las diferencias culturales contempladas en el punto anterior); desenamoramiento (suele ser la consecuencia del conflicto que genera alguna de las cinco razones anteriores, aunque algunas veces no viene asociado a nada, sencillamente se produce. Esto es debido muchas veces al debilitamiento de la atracción, un escaso interés sexual, entre otros factores).

Generalmente en el período de divorcio o separación de la pareja se suscitan acontecimientos que pueden resultar desagradables para uno o ambos miembros de ella y dejar huellas en la autoestima e identidad personal en dependencia de los recursos personológicos con que cuenten los individuos para asimilar la situación.

El divorcio es un proceso psicológico relacional que bien manejado puede dejar consecuencias mínimas en los hijos, no obstante preocupan a los padres los sentimientos de inseguridad y confusión que se producen. La separación de los padres significa una pérdida de la base de seguridad, ya que en su pensamiento lógico concreto, en la medida que la familia está unida es más fuerte, más protectora y la ruptura significa lo contrario. Si oculta el hecho mediante el engaño se agrava el daño. Muchas veces los niños son utilizados como posible aliado en contra del otro como un mensajero.

Estos hechos muestran la complejidad del fenómeno que se multiplica ante la presencia de hijos (as) en el núcleo familiar quienes también pasan por períodos de inestabilidad y crisis cuando se enfrentan a eventos de este tipo. La recuperación del equilibrio depende, en este sentido, de la movilización de recursos que les permitan aceptar la permanencia de la separación, afrontar los sentimientos de pérdida y reanudar las actividades cotidianas en aras de amortiguar los impactos de la crisis y fortalecer a la familia como grupo.

La reconstitución familiar que, teniendo en cuenta las consecuencias del divorcio o separación de la pareja puede considerarse como un acto parcialmente positivo, y puede a su vez, estar matizada por la incidencia que tenga en los miembros de la familia la ruptura de la pareja. En este sentido, se hace necesario señalar, que la reconstitución de la familia puede tributar al surgimiento de crisis en su seno, crisis que estarían determinadas entonces, por la inclusión de un nuevo miembro en la familia. A esta situación de inclusión no le es inherente el surgimiento de crisis, ello dependería de las actitudes que se asuman con respecto a ella.

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Autor:

Lic. Laritza Vázquez Mojena