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Desmontando las falacias de la regeneración bautismal y el bautismo de infantes

Enviado por Efrain Lemus


Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. Definiciones
  3. Historia de la creencia en la regeneración bautismal
  4. ¿Enseña la Biblia la regeneración bautismal?
  5. El bautismo de infantes carece de fundamento bíblico
  6. El movimiento anabaptista rechazó el bautismo de niños
  7. Fórmula y modo del bautismo bíblico
  8. Significado de bautizarse en el nombre de Jesús
  9. Conclusión
  10. Bibliografía

Puesto que no tenemos ni un solo mandato en las Escrituras que obligue a bautizar a los infantes, ni un solo pasaje que diga que los apóstoles lo practicaron, modestamente confesamos, con buena conciencia, que el bautismo de infantes no es más que una invención humana. Menno Simons

Introducción

La regeneración bautismal es la enseñanza de la iglesia de Roma y de aquellas confesiones que participan en su concepción ritualista-sacramental. Según esta enseñanza, el bautismo es la causa eficaz de la regeneración de manera milagrosa, y los niños que mueren sin bautismo no pueden entrar en el Paraíso. Es de esta manera que se malinterpreta el pasaje de Juan 3:3-5. (Samuel Vila V. (1985). In Nuevo diccionario bíblico ilustrado (p. 997).

Según esta doctrina, erróneamente basada en Juan 3:5 y Tito 3:5, el bautismo tiene el poder de regenerar a los que se le someten. Así creen los católicos romanos y, de forma general, los luteranos.

Sin embargo, en la Gran Comisión nos recomienda el Señor a proceder de la forma siguiente: 1°) Proclamar el evangelio; 2°) Discipular a los nuevos convertidos; y: 3°) Bautizarlos en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¿Qué deducimos de estas recomendaciones? Que el hombre sólo debe someterse al bautismo después que dé muestras de ser verdaderamente discípulo de Cristo. De lo contrario, aunque se bautice, morirá en sus pecados. [1]

Un análisis exegético y teológico de aquellos textos bíblicos que son utilizados por los postulantes de esta creencia nos clarificará el panorama. Como con mucho acierto lo señala Claudionor Correa: "el bautismo no se instituyó para regenerar; fue instituido por Jesús para los que ya fueron regenerados".[2] Por su parte Beeke, J. en su libro La lucha contra Satanás: Conociendo al enemigo sus debilidades, estrategias, y derrota, 2008, p. 21 asegura que "Satanás fomentó el incremento de la superstición sobre los sacramentos, incluyendo la regeneración bautismal, la transubstanciación, y la sustitución de la masa en la Cena del Señor". En este trabajo comprobaré que el bautismo de infantes, aun y cuando es una práctica muy antigua en la Iglesia Católica Romana, como también en otras confesiones religiosas, carece en lo absoluto, de fundamento bíblico-teológico.

Definiciones

  • 1. Regeneración

[Del gr. palinginesia, del lat. regenerationis] Acto de nacer de nuevo. Milagro que se da en la vida de quien acepta a Cristo, haciéndolo partícipe de la vida y de la naturaleza divinas. Mediante la regeneración, conocida también como conversión y nuevo nacimiento, el hombre comienza a disfrutar de una nueva realidad espiritual. La regeneración no es un proceso; es un acto revolucionario que lleva al hombre a nacer del agua y del espíritu (Tito 3:5).[3]

  • 2. Regeneración bautismal

La regeneración bautismal es una "Doctrina según la cual el bautismo no sólo es indispensable para la salvación, sino también para efectuar la regeneración en el interior del ser humano que se arrepiente de sus pecados".[4]

Historia de la creencia en la regeneración bautismal

Existe evidencia muy antigua de que algunos Padres de la Iglesia enseñaron la regeneración bautismal. A este tenor, debemos señalar, que el hecho que esta sea una doctrina antigua no la convierte necesariamente en una doctrina escrituraria. Como bien afirma el eminente teólogo, el doctor Charles Ryrie: "Algunos en la iglesia primitiva enseñaron la regeneración bautismal, lo cual es una herejía".[5] Y Packer, J. I. (2006), en su artículo "Regeneración" en el Diccionario de Teología (p. 515) afirma: "Los padres de la iglesia no formularon en forma precisa el concepto de regeneración. Ellos la igualaban, hablando ampliamente, con la gracia bautismal, la cual significaba para ellos, primariamente, (para Pelagio, exclusivamente) remisión de pecados". Del mismo modo, el connotado erudito Scott Drumm, en su extenso capítulo acerca de la regeneración del cristiano, expone: "Varias tradiciones eclesiásticas, como la católica romana, han asociado el acto regenerador con el bautismo. Sin embargo, la Biblia enseña con claridad que el bautismo es testimonio de que se ha producido regeneración y no un medio para lograrla". (Diccionario Bíblico Ilustrado Holman, 2008, P. 1351).

Veamos cómo algunos Padres de la Iglesia, paulatinamente y de forma inconcebible fueron abrazando esta creencia.

Hermas (115-140), Justino (100-165) Tertuliano (155-220)

Para Hermas, el bautismo era el fundamento mismo de la iglesia, que esta "edificada sobre las aguas". Aun para el filosófico Justino, los efectos del bautismo eran "regeneración" e "iluminación". Según Tertuliano, llevaba en sí mismo la vida eterna. En la época de Hermas y Justino era general la opinión de que el bautismo lavaba los pecados anteriores. Como en las religiones de misterios, se había convertido en el gran rito de purificación, iniciación y crecimiento para vida eterna. De ahí que solo pudiera ser recibido una vez. (Walker, Willinston, Historia de la Iglesia Cristiana. 7ª. Impresión, 1985 pp. 94-95).

Ireneo (130-200 d.C.)

Ireneo, incluyó a los «bebés y niños» entre el grupo a quienes Cristo vino a salvar. A partir de aquí llegó a ser popular la idea que no podía haber salvación fuera de la iglesia visible. Todo esto dio origen a la doctrina que el bautismo, el sacramento de admisión a la iglesia externa, era necesario para la salvación. Por lo tanto, ningún infante no bautizado podía ser salvo.[6]

Los donatistas (Siglo IV-VII)

Los donatistas, seguidores de Donato [313-350], obispo católico del norte de África, fueron "un partido reformista cismático de los siglos cuarto y quinto. Se separaron de la iglesia mayoritaria declarando que ésta había apostatado y que su bautismo no era válido. …Mantuvieron la regeneración bautismal y el bautismo de infantes".[7]

Agustín (354-430)

En cuanto a la salvación de los niños que mueren antes del uso de razón, Agustín sostuvo que sólo la regeneración bautismal, puesto que son incapaces de creer personalmente, los libra de las llamas del Infierno.[8]

Martin Lutero (1483-1546)

El bautismo y la fe van estrechamente unidos, pues el rito sin la fe no es válido. Pero esto no ha de entenderse en el sentido de que haya que tener fe antes de ser bautizado, y que por tanto no se pueda bautizar a niños. Si dijéramos tal cosa, caeríamos en el error de quienes creen que la fe es una obra humana, y no un don de Dios. En la salvación, la iniciativa es siempre de Dios, y esto es lo que anunciamos al bautizar a niños tan pequeños que son incapaces de entender de qué se trata. Además, el bautismo no es solamente el comienzo de la vida cristiana, sino que es el fundamento o el contexto dentro del cual toda esa vida tiene lugar. El bautismo es válido, no sólo en el momento de ser administrado, sino para toda la vida (González, J. L. (2003). Historia del cristianismo: Tomo 2 (Vol. 2, pp. 48-49).

Juan Calvino (1509-1564)

"El bautismo de los niños está muy de acuerdo con la institución de Jesucristo y la naturaleza del signo" (Institución de la Religión Cristiana, Libro Cuarto, Capítulo VI p. 1043).

La Confesión de Augsburgo 1530

La Confesión de Augsburgo entrega al luteranismo a la idea de que el bautismo es necesario para la salvación; aunque, modificando esta posición, los teólogos luteranos han enseñado que «la necesidad del bautismo no debe igualarse con la del Espíritu Santo». Lutero creía que Dios aceptaría la intención de bautizar al infante como si fuera un bautismo de verdad en circunstancias que fuera imposible esto. Más adelante, los luteranos adoptaron una actitud más cautelosa al decir que es erróneo dar por sentado que todos los niños no bautizados, incluyendo los niños de aquellos que están fuera de la iglesia, están perdidos. (George N. Collins, M. (2006), Salvación de los infantes. In E. F. Harrison, G. W. Bromiley, & C. F. H. Henry (Eds.), Diccionario de Teología, p. 553).

El Concilio de Trento (1545-1563).

El Concilio de Trento, el cual definió la posición de la iglesia papal en contra de la posición protestante, comprometió a la iglesia de Roma con el punto de vista de que los niños que mueren sin bautizarse están perdidos, aunque no expresa ninguna posición definida en cuanto a la clase o grado de su castigo. Además, se expresó la creencia que el deseo e intención de padres piadosos de que sus niños sean bautizados podría ser aceptado en lugar de un bautismo de verdad, en el caso de niños nacidos muertos (Ibíd.).

¿Enseña la Biblia la regeneración bautismal?

A continuación analizaremos los versículos bíblicos más controversiales de donde se apoyan quienes sostienen la falacia de la "Regeneración bautismal".

Análisis de Juan 3:3-5

Significado de "nacer de nuevo"

De veras te aseguro que quien no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios—dijo Jesús.

4 —¿Cómo puede uno nacer de nuevo siendo ya viejo?—preguntó Nicodemo—. ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el vientre de su madre y volver a nacer?

5 —Yo te aseguro que quien no nazca de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios—respondió Jesús—. (Jn 3:3-5).

En un meticuloso análisis de la frase: "nacer de nuevo", J. O. Buswell, Jr. (1983) expresa lo siguiente:

La palabra regeneración es la forma latina de palingenesia. Es el sustantivo que expresa la idea de la frase gennethenai anothen, «nacer otra vez». Evidentemente es probable que tal expresión se usara como metáfora para indicar cualquier nuevo comienzo. Thayer cita un uso clásico del dicho de que cuando un hombre tiene un hijo, es como si él naciera de nuevo, anothen. Josefo alude a cierta palingenesia, «una regeneración de la patria». Aunque la palabra griega ana significa «arriba», es un caso de falacia etimológica insistir en que anothen significa «de arriba». Sencillamente significa «otra vez», «del suelo para arriba», o «de arriba abajo». La palabra misma no revela en ninguna manera la fuente de la acción a la cual se refiere. …«La regeneración es el acto hiperfísico de Dios, por el cual el hombre elegido, espiritualmente muerto, es dotado de una vida nueva, vida divina, y esa de la semilla incorruptible de la Palabra de Dios, fecundada por el poder trascendente del Espíritu».

«Por consentimiento casi universal, ahora se usa la palabra regeneración para designar, no toda la obra de santificación ni las primeras etapas de la obra comprendida en la conversión, ni mucho menos la justificación ni ningún cambio meramente externo de estado, sino la transformación instantánea de la muerte espiritual a la vida espiritual».[9]

Significado de nacer de agua y del espíritu

Varias interpretaciones han sido sugeridas para la frase nace de agua y del Espíritu. El significado de la palabra «agua» en Juan 3:5 es muy discutido. Descartamos en seguida la idea de la «regeneración bautismal» por el agua del bautismo, por ser contraria a lo más esencial de las enseñanzas del Nuevo Testamento. Podría ser símbolo de la «Palabra», como en Efesios 5:26, o una referencia al bautismo del arrepentimiento de Juan el Bautista, cuyo significado conocería perfectamente el «maestro de Israel», afirma el doctor Ernesto Trenchard.[10]

Puesto que se refiere metafóricamente al Espíritu Santo como agua viva (Juan 4:10-14; 7:37-39; Tito 3:5, 6), no es sorprendente que se diga metafóricamente que las personas regeneradas son bautizadas con el Espíritu Santo y beben del Espíritu, «porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu» (1 Corintios 12:13). (Buswell, J. O., Op. Cit. pp. 615-616).

Millard, J. Erikson, en Teología sistemática (2008) estudia Juan 3. 3-8 y asegura que: "No hay una indicación clara de que se tenga en mente el bautismo aquí. Debemos preguntarnos qué significaría para Nicodemo "nacer de agua", y nuestra conclusión, aunque no es firme, puede favorecer la idea de limpieza y purificación, más que la del bautismo. Hay que fijarse en que el énfasis en todo el pasaje se pone en el Espíritu Santo y que no se vuelve a mencionar el agua. El factor clave es el contraste entre lo sobrenatural (Espíritu) y lo natural (carne): "Lo que nace de la carne, carne es; y lo que nace del Espíritu, espíritu es" (v. 6). Jesús explica que nacer de nuevo es nacer del Espíritu. Esta obra del Espíritu, como el soplar del viento, no se puede comprender del todo (vv. 7-8). Viendo el contexto general, parece que nacer del agua es sinónimo de nacer del Espíritu. El ?a? (kai) del versículo 5, pues, es un ejemplo del uso ascendente de la conjunción, y el versículo debería ser traducido: "el que no nace de agua, o sea del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios".[11]

Juan Calvino enseñó que en este pasaje de Juan 3:5 el agua es una metáfora y no se debe interpretar literalmente, así como no podemos afirmar que el fuego es literal en Mateo 3:11.[12]

Por su parte, Burt, D. F. (2001) analiza Juan 3:5 y comenta:

Conviene recordar que la palabra traducida como Espíritu admite también la traducción viento, y que Jesús procede, efectivamente, a seguir hablando en el versículo 8 acerca del viento, no del Espíritu: El viento (o el Espíritu) sopla donde quiere, y oyes su sonido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu (o del viento). Parece claro, pues, que en el versículo 5 Jesús emplea dos símbolos para referirse al Espíritu Santo: el agua y el viento. El Espíritu es como una ráfaga de viento impetuoso (Hechos 2:2), pero también es derramado como agua desde el cielo (Isaías 32:15; 44:3; Joel 2:28-29). Hay varios factores adicionales que indican que el agua del versículo 5 no se refiere al bautismo, sino al Espíritu. Es de observar que, en lo sucesivo, Jesús hablará con Nicodemo de la regeneración por obra del Espíritu (o por el viento), pero no volverá a hablar del agua. Eso es totalmente comprensible si el agua y el viento son una misma cosa; pero no si la regeneración realmente requiere dos causas diferentes (el Espíritu y el bautismo).[13]

Siguiendo la misma línea de pensamiento de Burt, observamos que Jesús, más adelante, en Juan capítulo 7, relaciona al Espíritu Santo con el simbolismo del agua: 37 En el último día, el más solemne de la fiesta, Jesús se puso de pie y exclamó: —¡Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba! 38 De aquel que cree en mí, como dice la Escritura, brotarán ríos de agua viva.

39 Con esto se refería al Espíritu que habrían de recibir más tarde los que creyeran en él. Hasta ese momento el Espíritu no había sido dado, porque Jesús no había sido glorificado todavía (Jn. 7:37-39).

Concluimos con H. Strong que indica: "En particular, no se nos regenera a través del bautismo, porque el bautismo presupone fe y la salvación hacia la que conduce la fe. Es, por tanto, un testimonio de que uno ya ha sido regenerado. Si existe beneficio espiritual, es el hecho de que el bautismo nos hace miembros o participantes de la iglesia local".[14]

Análisis de Tito 3:5-6.

5 él nos salvó, no por nuestras propias obras de justicia sino por su misericordia. Nos salvó mediante el lavamiento de la regeneración y de la renovación por el Espíritu Santo, 6 el cual fue derramado abundantemente sobre nosotros por medio de Jesucristo nuestro Salvador (Tit 3:5-6).

Según algunos, Pablo está hablando aquí de aquel bautismo en agua (lavamiento) que produce regeneración. Mediante el bautismo, la persona es regenerada. Ésta es la lectura de los comentaristas católicos y de algunos procedentes de iglesias protestantes surgidas del catolicismo. Corresponde a lo que se suele llamar la doctrina de la regeneración bautismal. Según esta doctrina, el derramamiento de agua en el sacramento del bautismo administrado por la iglesia se corresponde con el derramamiento del Espíritu Santo, quien efectúa su obra regeneradora en la persona bautizada. Desde luego, no hay muchos textos bíblicos que apoyen esta lectura. …La doctrina de la regeneración bautismal choca con la realidad. A este respecto, es de suma importancia recordar el conjunto del argumento de Pablo en nuestro capítulo. El apóstol está hablando de la necesidad de honradez, rectitud y mansedumbre en las relaciones humanas (vs. 1-2). Ha indicado que el ser humano, por naturaleza, no es así (v. 3). Está apuntando a la necesidad de nuestra «salvación» por medio de una operación llevada a cabo por Dios mismo (v. 4). Y está llamando a esta operación el lavamiento de la regeneración (v. 5). Es obvio que no está hablando de un mero rito religioso que no cambia la vida real, sino de una intervención divina que efectúa realmente una transformación fundamental en las personas. Algunos autores católicos reconocen esto mismo:

El bautismo significa aquí aquel cambio total de rumbo que traza una línea divisoria entre el pasado y el presente.

¡Muy bien! Estamos de acuerdo. Pero ¿cómo compaginar esto con la doctrina católica de la regeneración bautismal? ¿Acaso cree el católico realmente que el bautismo de un niño de tres semanas traza una línea divisoria y un nuevo rumbo en cuanto a su orientación moral?

Más bien, la experiencia de la vida demuestra que el bautismo en agua, de por sí, no cambia a nadie y, por tanto, no puede ser lo que Pablo está contemplando aquí. La verdad es que la inmensa mayoría de personas que han sido bautizadas en agua, al menos las que lo fueron siendo bebés, no dan ninguna señal de una transformación en su vida. No se distinguen de los demás en cuanto a sus buenas obras. …El bautismo en agua no salva a nadie ni puede transformar vidas. Puedes lavarte en agua miles de veces, pero eso en sí no te regenerará, ni siquiera tratándose de agua bendita. Es solamente el Espíritu Santo, por medio de la Palabra, quien puede regenerarnos y renovarnos. Por tanto, debemos desestimar esta primera lectura.[15]

Mathew Henry hace un interesante análisis sintetizándolo en cuatro puntos. Observemos:

Primero, el «lavamiento» que hallamos en el versículo 5b es un baño espiritual (comp. con Jn. 3:5; 13:10, 11; 15:3).

Segundo, ese lavamiento espiritual se lleva a cabo cuando el Espíritu Santo, el agente ejecutivo, regenera y renueva; esto no lo hace en dos etapas, sino en una sola, al marcar el primer vocablo el comienzo de una nueva vida, y el segundo el proceso continuo que la puesta en marcha de esa nueva vida requiere.

Tercero, el Espíritu Santo, derramado sobre nosotros por el Padre (v. Ro. 5:5) y por el Hijo (v. Jn. 15:26; 16:7; Hch. 2:33) es el que, una vez justificados por la gracia de Dios, pone en nosotros la adopción de hijos, por la que somos hechos herederos de la vida eterna en Dios (comp. con Ro. 8:15-23; Gá. 4:5, 6).

Cuarto, el lavamiento de regeneración está simbolizado en el bautismo de agua, pero, al ser un lavamiento espiritual, sus efectos se obtienen antes del bautismo y aun sin el bautismo de agua.[16]

Análisis de Marcos 16:16

En Marcos 16:16 leemos: "El que crea y sea bautizado, será salvo; pero el que no crea, será condenado;" observemos, no obstante, que la segunda parte del versículo no menciona en absoluto el bautismo: "pero el que no crea, será condenado." Sin embargo, más allá de esto, todo el versículo (y de hecho todo el pasaje, vv. 9-20) no se encuentra en los manuscritos más fiables.[17]

Hendriksen demuestra que "El énfasis del versículo 16 en el epílogo no recae sobre el bautismo sino en el ejercicio de la fe, tal como en Mateo; cf. también Jn. 3:16, 18, 36".[18]

Análisis de Hechos 2:38-39

38 —Arrepiéntase y bautícese cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados—les contestó Pedro—, y recibirán el don del Espíritu Santo. 39 En efecto, la promesa es para ustedes, para sus hijos y para todos los extranjeros, es decir, para todos aquellos a quienes el Señor nuestro Dios quiera llamar.

En el discurso de Pedro se encuentra el v. 38 que se usa como texto de prueba por aquellos que creen en la regeneración bautismal. En primer lugar, el método de texto de prueba es un recurso que, si no es erróneo, es débil, quienquiera que lo use. Casi cualquier individuo puede enseñar lo que desea, autorizándolo en la Biblia, según su propia hermenéutica y su propio juicio. Un "texto de prueba" es aquel que queda solo o aislado, no teniendo ningún apoyo claro en las Escrituras en forma total, o aún se lo puede contradecir por la Escritura en su totalidad. Al contrario, un "texto de resumen" es aquel que recoge en una declaración clásica una enseñanza o un número de enseñanzas. …La enseñanza clara del NT en su totalidad excluye la regeneración bautismal. Y además el sentido común lo excluye también; el resultado espiritual que se desea no se puede realizar a través de un medio físico. Eso no es pasar por alto el hecho importante de que cualquier función física (por ejemplo, las ordenanzas) asume significado moral y espiritual en términos de las actitudes y motivos de las que surgió. Por ejemplo, el bautismo por inmersión en agua tiene significado si de veras la persona ha muerto en Cristo (Rom. 6:3-11). El perdón de pecados y el don del Espíritu Santo no están atados a un rito físico y arbitrario. Dios nunca es arbitrario.[19]

Numerosos grupos se basan en estos vv. para enseñar que el bautismo es parte esencial de la salvación. Sin embargo, Pablo estableció una clara diferencia entre bautismo y salvación al escribir: "Pues Cristo no me envió a bautizar sino a predicar el evangelio…" (1 Co 1:17). A continuación, describió el evangelio como "la palabra de la Cruz", que es "poder de Dios" para salvación v. 18. Así, el bautismo y el evangelio se presentan contrapuestos. (Biblia Apologética 2011, P. 1481).

No hay inferencia alguna en Hechos 2:38 a que el bautismo sea la causa eficaz de la remisión de pecados, asegura Buswell.[20]

Análisis de Hechos 10:47

47 —¿Acaso puede alguien negar el agua para que sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo lo mismo que nosotros? (Hech 10:47).

Pedro, que hace resaltar la identidad de este acontecimiento con el de Pentecostés (11:15), reconoce en ello, con toda razón, una comunicación de la voluntad divina de que estos gentiles, temerosos de Dios, sean bautizados sin necesidad de ser agregados previamente, por la circuncisión, al pueblo judío. De acuerdo con el plan de Dios, no debía haber ningún impedimento para la salvación de los gentiles.

Aparentemente las lenguas en Cesarea habrían sido algún tipo de alabanza a Dios. La demostración especial de la aprobación de Dios eliminó todos los obstáculos para su bautismo en el nombre de Jesucristo. Obsérvese que el Espíritu Santo cayó sobre los temerosos de Dios antes de que fueran bautizados y sin la imposición de manos. El bautismo era sólo un reconocimiento de su conversión, no era el medio por el cual fue llevado a cabo. La preocupación mayor de Lucas es demostrar que la circuncisión no es necesaria para la salvación, pero incidentalmente él demuestra la misma cosa tocante al bautismo. Ambos, la circuncisión y el bautismo, son ritos simbólicos. (Carro, D., Poe, J. T., Zorzoli, R. O., Op. Cit. P. 119).

Análisis de Hechos 22:16

16 Y ahora, ¿qué esperas? Levántate, bautízate y lávate de tus pecados, invocando su nombre (Hech. 22:16). Este texto no enseña la regeneración bautismal como algunos han pretendido.

El versículo contiene cuatro partes: (a) levántate (lo cual [en griego] es una forma impersonal, levantándote), (b) bautízate (un imperativo), (c) lava tus pecados (otro imperativo), y, (d) invocando su nombre (otra forma impersonal). Para hacer que este versículo enseñe que el bautismo es necesario para la salvación sería necesario conectar las partes 2 y 3 —bautízate y lava—. Pero en vez de estar conectados el uno con el otro, cada uno de esos mandamientos en realidad está conectado con una forma impersonal. El levantarse es necesario antes del ser bautizado, y el invocar antes que los pecados puedan ser lavados. De modo que el versículo debe leerse de esta manera: levantándote, bautízate; lava tus pecados, invocando su nombre. Entendido correctamente el versículo no enseña la regeneración bautismal. (Ryrie, C. C. (2003). Teología básica (pp. 384-385).

Otros textos relacionados con el nuevo nacimiento

Aparte de la exégesis ya ampliamente desplegada, es significativo distinguir que los siguientes textos bíblicos mencionan también el nuevo nacimiento del creyente, más sin embargo, no lo relacionan con el símbolo del agua.

Mediante la Palabra de verdad

18 Por su propia voluntad nos hizo nacer mediante la palabra de verdad, para que fuéramos como los primeros y mejores frutos de su creación (Stg. 1:18).

Mediante la Palabra de Dios

23 Pues ustedes han nacido de nuevo, no de simiente perecedera, sino de simiente imperecedera, mediante la palabra de Dios que vive y permanece (1 Pe 1:23).

En el nombre de Jesucristo y por el Espíritu de Dios

11 Y eso eran algunos de ustedes. Pero ya han sido lavados, ya han sido santificados, ya han sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios (1 Co 6:11).

Por el hecho de estar en Cristo

17 Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo! (2 Co 5:17).

Es un despertar espiritual originado en Dios

"4 Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor por nosotros, 5 nos dio vida con Cristo, aun cuando estábamos muertos en pecados. ¡Por gracia ustedes han sido salvados!" (Ef. 2:4-5).

El bautismo de infantes carece de fundamento bíblico

La cuestión del bautismo de infantes es sin duda delicada y difícil. Hombres santos y de oración son incapaces de ver un parecido. Aunque lean la misma Biblia y profesen ser dirigidos por el mismo Espíritu, llegan a diferentes conclusiones. (Ryle, J. C. (2002). Meditaciones sobre los Evangelios: Marcos. (E. F. Sanz, Trans.) (p. 214). Charles Ryrie evalúa: "Los padres de la iglesia respaldaban el bautismo de los infantes, a menudo relacionándolo con la circuncisión. Pero el hecho de que la iglesia primitiva practicara o creyera algo, no lo hace correcto en sí mismo".[21] Por su parte, el historiador Justo González explica: "En cuanto a si la iglesia primitiva bautizaba niños o no, los eruditos no han logrado ponerse de acuerdo. En el siglo tercero hay indicios claros de que los hijos de padres cristianos eran bautizados de niños. Pero todos los documentos anteriores nos dejan en dudas acerca de esta cuestión, tan debatida en siglos posteriores".[22] Este dato del doctor Justo González es importante de ser tomado en cuenta. Si no aparecen registros acerca de la práctica de bautismo de niños por parte de la Iglesia en los primeros dos siglos de su existencia ¿qué fundamento histórico apostólico tenemos para asegurar que el bautismo de infantes sea una doctrina que tengamos que aplicar en el día de hoy? No existe fundamento histórico, por lo menos para los primeros dos siglos de existencia de la Iglesia y no existe fundamento bíblico-teológico para sostener esas doctrinas en ningún tiempo.

Walker Willinston concuerda con Justo González en este dato significativo cuando expone: "Respecto a las personas bautizadas, es muy probable que, hasta la segunda mitad del siglo II lo fueron solamente los que habían llegado a la edad de discreción. …no hay evidencias ciertas del motivo por el cual se empezó a bautizar a los niños" (Walker Willinston Historia de la Iglesia Cristiana. 7ª. Impresión, 1985 p. 95).

Turner, G. A. refuta, con objetividad y precisión la creencia católica que asegura que el bautismo de infantes se encuentra en la Biblia. Él hace una exégesis refutatoria magistral, y exhibe las falacias sobre las que ha sido construido este dogma. He aquí su análisis:

El bautismo de infantes en la iglesia cristiana se originó, según sus proponentes, en la iglesia apostólica. Se asume que la familia de Cornelio (Hch. 10:44-48) y la del carcelero de Filipos (16:33-34) incluían infantes. Contrario a esta asunción, vale la pena notar que aquellos bautizados con agua en Cesarea fueron quienes previamente habían sido bautizados con el Espíritu Santo y hablaban en lenguas y "magnificaban a Dios" (10:46). Quienes recibieron el Espíritu fueron "todos los que oían el discurso" (v. 44), y que a la vez eran los "parientes y amigos más íntimos" de Cornelio (v. 24). Entre los que se reunieron para oír a Pedro y más tarde magnificaron a Dios, ¿había niños además de aquellos con edad suficiente para comprender el mensaje? No parece ser posible. El carcelero y su familia se convirtieron en creyentes entre la medianoche y el amanecer. ¿Despertaron ellos a los niños para que participaran del bautismo? Otra vez, parece ser una asunción sin garantía.

Algunos se apoyan en el ministerio de Cristo, quien recibió a los niños en sus brazos y declaró: "De los tales es el reino de los cielos" (Mt. 19:14). La pregunta es: ¿Los convierte el bautismo en miembros del reino, o son ellos del reino sin el bautismo? A menudo se cita el AT en defensa del bautismo de niños. Puesto que los hijos de los hebreos eran circuncidados para que fueran parte del pacto abrahámico, y puesto que los cristianos son el "verdadero Israel", por lo tanto, para que los niños participen de la relación del pacto deben ser bautizados.

La opinión de Pablo es básica: "En él también fuisteis circuncidados… sepultados con él en el bautismo" (Col. 2:11-13). Aquí Pablo usa la circuncisión como metáfora; la "circuncisión no hecha a mano" es equiparada con la remoción del pecado. Pablo sería el último en declarar que la circuncisión es condición básica para ser cristiano. Su interés era que los creyentes experimentaran la circuncisión interna. La verdadera "circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra" (Ro. 2:29). Juan el Bautista, Jesús y los apóstoles reiteraron que los ritos externos no son esenciales y que los padres no pueden llevar a sus hijos a una relación de salvación con Cristo por medio de algún rito externo. El NT consistente y enfáticamente asevera que la salvación es un asunto personal y que no puede transferirse de generación a generación como creían los judíos (Jn. 8:39-59).[23]

Como hemos venido indicando, quienes se adhieren a las creencias acerca de la regeneración bautismal y el bautismo de infantes, aparentemente hallan respaldo en la circuncisión de los niños judíos del Antiguo Testamento, para lo cual se basan en Colosenses 2:11-13, pero como nos dice Ryle J. C.: "No encontramos nada en la Escritura como base para decir que, si un niño moría incircunciso antes del octavo día, no era salvo. Por la misma razón, podemos concluir que el bautismo no es absolutamente necesario para la salvación de los infantes bajo la dispensación cristiana. No es la ausencia de las ordenanzas, sino el desprecio de las mismas lo que destruye el alma. De este desprecio no puede ser culpable un niño pequeño". (Ryle, J. C. (2002-2004). Meditaciones sobre los Evangelios: Lucas. (E. F. Sanz, Trans.) (Vol. 1, p. 75). La creencia fundamental es que el sacramento del bautismo fue administrado en el tiempo del NT solo a adultos que llegaban a ser creyentes, y el propósito era que sirviera como expresión de la entrega personal y voluntaria a Cristo. Un corolario es que el bautismo corresponde únicamente al NT y no es equivalente a la circuncisión, rito administrado a los infantes judíos a los 8 días de nacidos.[24]

Menno Simons, líder anabaptista holandés (1496-1561) expuso: "Puesto que no tenemos ni un solo mandato en las Escrituras que obligue a bautizar a los infantes, ni un solo pasaje que diga que los apóstoles lo practicaron, modestamente confesamos, con buena conciencia, que el bautismo de infantes no es más que una invención humana".[25]

El flamante historiador Pablo A. Deiros menciona el dilema en que se encontraba Menno Simons dentro del catolicismo romano. Llegó un momento en que mientras más estudiaba las Sagradas Escrituras más se daba cuenta que el Espíritu Santo le impulsaba a tomar una decisión. Aunque tal decisión vendría acompañada de graves consecuencias Menno consideraba que era lo mejor para su conciencia y para aquel pueblo ansioso de conocer la verdad. Lo que sigue es un extracto del dilema personal por el que pasó Menno Simons que lo condujo a renunciar al sacerdocio católico romano en 1536.

Examiné las Escrituras diligentemente y las consideré con seriedad, pero no pude encontrar indicios del bautismo de infantes.… Después, las pobres ovejas descarriadas que anduvieron errabundas … después de muchos crueles edictos, garrote y matanzas se congregaron en un sitio cerca del lugar de mi residencia … Y, ay, mediante las impías doctrinas de Munster … desenvainaron la espada para defenderse, la espada que el Señor le había mandado a Pedro que guardase en su vaina.… La sangre de esta gente … me tocó tan profundamente el corazón que no pude resistir.… Meditando estas cosas mi conciencia me atormentaba tanto que ya no pude sufrirlo más.… Comencé a predicar públicamente desde el púlpito la palabra de verdadero arrepentimiento, a señalar a la gente el camino angosto … y también el verdadero bautismo y Cena del Señor, conforme a la doctrina de Cristo.… Entonces, sin presión alguna, repentinamente renuncié a toda mi reputación mundana, mi nombre y mi fama, mis anticristianas abominaciones, mis misas y bautismos de infantes, y mi cómoda vida y, voluntariamente, me sometí a las aflicciones y a la pobreza bajo la pesada cruz de Cristo (Pablo A. Deiros (2008). Historia del Cristianismo: Las reformas de la iglesia (1500-1750), pp. 87-88).

Más adelante los menonitas, que se identificaron mucho con el liderazgo de Menno Simons, enfáticamente declararon en sus artículos doctrinales: "El bautismo es símbolo del lavamiento de regeneración y, por tanto, debe ser administrado únicamente a los adultos que pueden hacer profesión de fe". (Francisco Lacueva, (2001). In Diccionario teológico ilustrado (1. ed. espan~ola., p. 410).

Uno de los extremos a los que llegó la Iglesia Católica Romana en su afán por encumbrar las creencias de la Regeneración bautismal y el bautismo de infantes es el invento de un "limbo". "El "limbo" representa el lugar intermedio entre el cielo y el infierno. A este lugar van los infantes no bautizados y los paganos justos pero no bautizados, quienes no merecen ni el infierno ni el cielo. Esa doctrina es el producto lógico de un sacramentalismo extremo que afirma la necesidad absoluta del bautismo para la salvación", asegura R. S. Taylor.[26]

Aun suponiendo que has recibido el bautismo, pero después no estás dispuesto a ser "guiado por el Espíritu", pierdes la dignidad otorgada, y la preeminencia de tu adopción. Juan Crisóstomo[27]

El movimiento anabaptista rechazó el bautismo de niños

Los anabaptistas surgidos en el siglo XVI "Se opusieron al bautismo de niños y al bautismo por aspersión. Ellos defendían la autoridad suprema de la Biblia en materia de fe y práctica, y también la separación entre la Iglesia y el estado. (De Andrade, C. C. Op. Cit. p. 36). Apuntaban que: "La iglesia es una comunidad voluntaria, y no una sociedad dentro de la cual nacemos. La consecuencia inmediata de todo esto es que el bautismo de niños ha de ser rechazado. Ese bautismo da a entender que se es cristiano sencillamente por haber nacido en una sociedad supuestamente cristiana. Pero tal entendimiento oculta la verdadera naturaleza de la fe cristiana, que requiere decisión propia". (González, J. L. Tomo 2 Op. Cit. pp. 64-65).

La interpretación del bautismo que tenían los diferenciaba totalmente del resto del movimiento de reforma del siglo XVI. En realidad, es precisamente en torno al bautismo que se ve el contraste entre la Reforma Magisterial y la Reforma Radical. En la primera, el bautismo reforzaba el concepto constantiniano de la realidad, que insistía en la uniformidad religiosa y en la idea de una sociedad cristiana bajo una sola religión, con el Estado respaldando la fe y la práctica de la Iglesia. El rechazo del paidobautismo (el bautismo de infantes) por parte de los anabautistas ponía en peligro el corazón mismo del orden constantiniano o paradigma de cristiandad. Tanto católicos como protestantes reaccionaron por igual contra esta amenaza al status quo. (Pablo A. Deiros., Op. Cit. p. 93). Por lo mismo, los anabaptistas decían que una persona, aunque haya sido bautizada de niño, eso no la hacía indefectiblemente salva, como tampoco ser parte integral del Cuerpo de Cristo. Al conocer el evangelio y creer en Jesucristo como su Señor y Salvador debía rebautizarse como muestra de un verdadero nuevo nacimiento. Estas creencias trajeron sobre los anabaptistas gran persecución por parte de católicos y de aquellos protestantes que estaban a favor de los postulados de Lutero y de Calvino. "En algunos lugares, como en la Sajonia electoral en que vivía Lutero, se acusó a los anabaptistas tanto de herejes como de sediciosos. Puesto que lo primero era un crimen religioso, y lo segundo civil, tanto las cortes eclesiásticas como las civiles tenían jurisdicción para castigar a quien se atreviera a repetir el bautismo, y a quien se negara a presentar a sus hijos pequeños para que lo recibieran. El número de los mártires fue enorme, probablemente mayor que el de todos los que murieron durante los tres primeros siglos de la historia de la iglesia".[28]

Walker, Willingston, en Historia de la Iglesia Cristiana, 1985 pp. 367, 369 reporta: El gobierno de Zurich, en marzo de 1526, ordenó que fueran ahogados los anabaptistas, en una repugnante parodia de su creencia. Zuinglio los combatió encarnizadamente, pero tuvo poco éxito en apartarlos de su posición. Por todas partes las autoridades, católicorromanas y evangélicas por igual, ponían su mano pesadamente sobre los anabaptistas -aunque la mayor parte de los territorios protestantes preferían desterrarlos a condenarlos a muerte. Sus dirigentes eran martirizados.

Fórmula y modo del bautismo bíblico

La Trinidad

El mandato principal de donde se extrae la formula bautismal proviene del mismo Señor Jesucristo resucitado y ha quedado registrado por el apóstol Mateo en su Evangelio. Una vez resucitado y habiendo recibido toda potestad en el cielo y en la tierra Jesús se aparece a sus apóstoles y les encomienda lo que se conoce como la Gran Comisión. En la Gran Comisión y de formas explícita el Señor autoriza el bautismo trinitario para la Iglesia apostólica: 19 Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, 20 enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo (Mt. 28:19-20).

Justo González señala que desde los comienzos: "la fórmula trinitaria se empleaba en el bautismo. Puesto que el candidato era bautizado "en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo" ".[29]

La Didaqué (ca. 100 d.C.), uno de los documentos más antiguos conocidos de la iglesia acerca de la práctica teológica cristiana, provee instrucciones específicas para el bautismo. Se afirma que se privilegiaba el bautismo "trino" (bautismo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo).[30]

La Didascalia de los apóstoles (ca. 230 d.C.) observa que el bautismo involucraba una fórmula trinitaria tradicional así como la impartición del Espíritu Santo luego del bautismo (Didascalia Apostolorum 3:12).[31]

Inmersión

Partes: 1, 2
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