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Comunicación: un concepto que se define en la práctica


    Comunicación: un concepto que se define en la práctica. – Monografias.com

    Comunicación: un concepto que se define en la práctica.

    "El hombre dialógico que es crítico sabe que el poder de hacer, de crear, de transformar, es un poder de los hombres, y sabe también que ellos pueden, enajenados en una situación concreta, tener ese poder disminuido. Esta posibilidad, sin embargo, en vez de matar en el hombre dialógico su fe en los hombres, se presenta ante él, por el contrario, como un desafío al que debe responder. Está convencido de que este poder de hacer y transformar, si bien negado en ciertas situaciones concretas, puede renacer…".

    Paulo Freire.Pedagogía del Oprimido.

    Hubo momentos donde la comunicación en su sentido más amplio de la palabra era un tema ausente, poco o muy mal tratado en los debates en organizacionales, sociales, comunitarios, o espacios políticos y académicos; sin embargo, asistimos hoy a circunstancias alentadoras, reflexiones profundas y experiencias concretas que ponen a la comunicación en un espacio preferencial.

    No es objetivo de este material profundizar en el ámbito público o mediático de la comunicación, tampoco en el organizacional, donde existe amplia y valiosa literatura. Queremos, modestamente, sintetizar algunos enfoques respecto a uno de los ámbitos más emergentes y necesarios: la comunicación comunitaria.

    Debemos partir de que la Comunicación es mucho más que el desempeño de los medios de prensa como a veces se confunde y reduce, despojando al concepto, a la reflexión, y a la práctica comunicativa de una fortaleza y complejidad que le es inherente.

    Asistimos a la emergencia de conceptos, teorías, metodologías y experiencias referidas a la comunicación comunitaria, enriquecidas constantemente con los aportes de cada escenario y con las vivencias de quienes la hacen posible, que ya está marcando un "discurso" propio, matizado por sus orígenes liberadores y contrahegemónicos, muchos de ellos fruto del pensamiento y la acción de la Izquierda y los Movimientos Sociales latinoamericanos.

    Repensar un concepto, un paradigma.

    Comunicación: acto de comunicar o comunicarse. En esencia es el concepto básico encontrado en cualquier diccionario. Desde esta, tal vez la más simplificada de las definiciones, se pone de manifiesto las dos acepciones del término reconocidas tradicionalmente, y que Mario Kaplún (2002:54) explicita en el texto "Una pedagogía de la comunicación": Acto de informar, de transmitir, de emitir (comunicar); y por otro lado, acto de diálogo, intercambio, relación de compartir, de hallarse en correspondencia, en reciprocidad (comunicar-se).

    ¿En qué momento y bajo qué circunstancias, se apostó por un modelo comunicativo unidireccional y dominador, focalizado en la transmisión de información (predominante en cualquiera de los ámbitos), en vez de fomentar el diálogo, la participación y el intercambio de información?

    No obstante las polémicas epistemológicas y teóricas respecto a la comunicación, y la multiplicidad de paradigmas que recoge la literatura, existen dos que son perfectamente reconocibles tanto en lo conceptual como en la práctica y que responden directamente a estas dos acepciones del término comunicación:

    • Un paradigma unidireccional, verticalista, transmisivo, y dominador, que se concentra en el producto final, en el instrumento que es el producto de comunicación para ser emitido a los públicos identificados y lograr en ellos un efecto deseado, generalmente por las élites de poder (lamentablemente el más extendido junto con la proliferación y poder de los medios de prensa);

    • Otro paradigma bidireccional, horizontal, dialógico, participativo, liberador, que pondera el proceso de la comunicación centrado en las mediaciones sociales y culturales, el intercambio y la construcción colectiva; en el cual se obtienen, como es lógico, productos comunicativos, pero lo importante no es influenciar a un receptor con objetivos dominadores, sino la interlocución y el crecimiento cultural a favor de la sociedad (de momento un modelo alternativo pero necesario, y que va cobrando cada vez más fuerza).

    Estos dos paradigmas marcan la comunicación que hacemos, el comportamiento social, las conductas que reproducimos cotidianamente: dominadoras y efectistas; o dialógicas, participativas y liberadoras. Repensemos el concepto, repensemos nuestra práctica.

    Estudiar la comunicación: ¿Qué comunicación? ¿Para qué?

    No es tan sencillo comunicarnos, y mejor aún, comunicarnos bien o para bien, es decir, intercambiar, dialogar. Tampoco es sencillo comunicar, informar, incluso manipular. Para ambas maneras de entender lo que es comunicación, se precisa de mucha investigación y de trabajo concreto. Debemos tener claridad y seguridad desde qué paradigma nos posicionamos para encausar nuestra práctica comunicativa y tratar de ser al menos coherente con ello para no pretender hacer una cosa y en realidad hacer la otra.

    Enfoques epistemológicos contemporáneos de la comunicación demandan que los estudios en este campo no se reduzcan a los vínculos tradicionales con los Medios de Comunicación Masiva, sino que se replantea la necesidad de un entendimiento de las relaciones comunicación-sociedad, no sólo como coherencia teórica o pertinencia metodológica, sino de validez histórica (Barbero, 2006).

    Y es que los estudios y la práctica comunicativa superan esos enfoques tradicionales. Se abre un rico, pero a la vez, complejo panorama en dónde no deja de estar (y con mucha fuerza) el papel de los medios de comunicación en la sociedad, sino que se suma la comunicación organizacional y la comunitaria, matizado, además, por la incidencia de la globalización, las tecnologías y la sociedad de la información y el conocimiento.

    Aunque son tres los ámbitos perfectamente delimitados de la comunicación (social, organizacional y comunitaria), no pueden analizarse desde posturas excluyentes pues no existe organización, ni medio de comunicación sin comunidad, por tanto, se precisa un acercamiento integral, diverso y objetivo para entender, construir y llevar una práctica coherente. Algunas visiones fragmentadas de esta realidad, conllevan a errores que hacen no poca mella en la sociedad.

    El propio Barbero (2006), indica que una Teoría Restringida de la Comunicación, aquella que apunta sólo a la Comunicación Masiva, "…no puede llamarse seriamente teoría, puesto que lo único que ha producido hasta ahora son modelos de diagramas para relacionar entre sí los mundos del emisor, el mensaje y el receptor…"; y defiende la pertinencia de una Teoría General de la Comunicación, con plena autonomía dentro de las Ciencias Sociales, aunque sin segregar el vínculo y la importancia del resto de las ciencias, e identifica "… las relaciones humanas con su componente comunicativo, esto es leer las relaciones sociales en puros términos de comunicación…".

    No son saludables entonces los planteamientos de Mc Luhan (Disolución Positivista del Problema Teórico), quien reduce la comunicación a un mero instrumento de las relaciones sociales en el que "los saberes no tienen otro objetivo que los haceres" (Alonso y Saladrigas 2006:47), desestimando la importancia real de la comunicación en la mediación social y cultural y como forma inequívoca de interacción de los seres humanos en cualquier contexto (Barbero, 1990).

    Tampoco son saludables quienes defienden la Negación Sociologista de la Especificidad Comunicativa, que igual reducen la comunicación a meros instrumentos de difusión y reproducción, aunque la consideran como "una dimensión de lo social, explicable desde las disciplinas de lo social en sí mismas…" (Alonso y Saladrigas 2006:47), negando la posibilidad de construir un campo propio de estudios.

    Esta postura se centra básicamente en las relaciones que tradicionalmente han desempeñado los medios de comunicación controlados por las clases dominantes en los sistemas políticos para perfilar y mantener sus relaciones de poder sobre las clases dominadas, y que, generalmente, se manifiestan mediante la manipulación y el ejercicio de procesos de información, buscando efectos predeterminados, lo que está siendo bien cuestionado respecto a si verdaderamente se le puede o no llamar a esto comunicación.

    Los defensores de la visión que niega la existencia de una teoría general de comunicación, incluso, de una teoría restringida de la comunicación masiva, no contemplan las riquezas de las mediaciones sociales en términos de comunicación con la diversidad de medios que se manifiestan, más o menos tradicionales, en donde la participación, el diálogo, las relaciones culturales son elementos indispensables en la práctica y por ende en la investigación.

    Como aseguran Alonso y Saladrigas (2006:49) "…estas escuelas reflejan la histórica disquisición entre una ciencia social general o ciencias sociales particulares que se relacionan entre sí por su objeto de estudio…".

    Por otro lado, y en contraposición, existe una tercera postura epistemológica que defiende la pertinencia de una teoría general de la comunicación sin evadirse de la teoría social general que resulta indispensable tener como referente y contexto, pero que a su vez, puede y debe tener no sólo una teoría restringida para la comunicación masiva, sino que debería tener especificidades teóricas en sus tres ámbitos de acuerdo a las relaciones de comunicación y procesos en la sociedad, entiéndase un contexto en el que la comunicación organizacional cobra fuerza y emerge como campo propio, la comunicación comunitaria con fuertes aportes en estudios y prácticas sobre todo en el continente latinoamericano, y el fenómeno tecnológico, político, económico, social, cultural, y de hecho, comunicológico, que implica Internet como medio, espacio o realidad que condiciona hoy la sociedad global, sociedad de la información como se está denominando.

    Esta tercera postura "… hace énfasis en la mediación social. Sus principales representantes son Manuel Martín Serrano y el grupo de profesores de la Universidad Complutense de Madrid, Jurgen Habermas (teoría de la acción comunicativa) y una corriente de reflexión latinoamericana representada en lo esencial por Jesús Martín Barbero, Guillermo Orozco, Néstor García Canclini, Valerio Fuenzalida, Raúl Fuentes Navarro, Jesús Galindo, y María Immaculata Vassallo de Lopes" (Alonso y Saladrigas 2006:50).

    Estos autores contemplan que la ausencia de una teoría social de la comunicación deja un margen que favorece la visión instrumentalista imperante, a la par que sostiene que los sistemas sociales tienen a su vez sistemas de comunicación y ambos coexisten y se complementan.

    Es por ello que tampoco sería saludable una perspectiva egocéntrica de la comunicación, pensando y actuando desde supuestos que la coloquen en el centro de los sistemas sociales, y excluyendo o relegando el aporte de las otras ciencias. Si bien resultan apropiados los enfoques inter o multidisciplar, consideramos que la manera más apropiada es estudiar y practicar la comunicación desde lo transdisciplinar, fundiendo los preceptos de las distintas ciencias implicadas en el contexto particular que se estudie.

    Necesidad del diálogo.

    Las relaciones de comunicación van más allá del instrumento mediático para obtener un fin político, ideológico, económico o social, sino que dan significado a su papel mediador en el desarrollo social. Habermas (1987:26).

    Igual debe irse más allá de la simple realización de soportes o productos comunicativos, como contenedores de información que vamos a transmitir a públicos determinados, incluso sin determinar, pues los "lanzamos" a públicos generales cual anzuelo en medio de una pesca maratónica para buscar resultados o efectos.

    En esta línea, Barbero (1986) apoya la tesis de que los medios no son los únicos componentes de los procesos de comunicación y centra la atención en las mediaciones de estos procesos y la incorporación de lo cultural como ingrediente fundamental para entender y explicar la comunicación. Entiéndase ver a las relaciones de comunicación como puros procesos culturales.

    En su Teoría de la Acción Comunicativa escrita en 1981, Habermas habla de la relevancia del diálogo en la práctica comunicativa cotidiana donde hay "una reserva, un residuo de significación social, de apropiación del sentido de la vida que guía de alguna manera el comportamiento de la gente y que entra en conflicto con la racionalidad puramente instrumental que domina la organización de la sociedad…" (Citado por Alonso y Saladrigas 2006: 51).

    Pero "el diálogo no es el mero intercambio de palabras, sino la relación de estas con las experiencias vitales de quienes intervienen en él". Solo el diálogo comunica, aseveró Freire; y es comunicación verdadera, ya sea en lo comunitario, en lo mediático o en lo organizacional, que "…parte del convencimiento de que nadie lo sabe todo y de que nadie lo ignora todo. Que el conocimiento es una construcción social fruto del diálogo de saberes diferentes y complementarios (…). Una comunicación que tiene como horizonte contribuir a la emancipación humana por la vía de reconocer y respetar el derecho de cada persona a pensar, a decir, a tomar parte en la determinación de su vida y de su época." Vidal (2012).

    Comunidad: Otra mirada desde la comunicación.

    En sentido general, cuando se habla de "comunidad" se piensa en un grupo de personas e instituciones ubicadas en un espacio geográfico determinado, con una estructura que le permite un funcionamiento; sin embargo, esta es sólo una visión para definir qué es una comunidad.

    Según Héctor Arias Herrero, (en Portal Moreno y Recio Silva/sf), "las definiciones de comunidad, en sentido general, se pueden diferenciar por el énfasis que se hace –en elementos estructurales unas, en elementos funcionales otras y, finalmente, en aquellas que reflejan ambos tipos de elementos". Esta integración de ambas visiones es la que consideramos más pertinente en este caso, pues centrar la conceptualización sólo en lo estructural o funcional, no permite abarcar la complejidad de interacciones, problemáticas y potenciales soluciones que se dan hacia el interior y exterior de una comunidad determinada.

    En tal sentido, se evidencia una multiplicidad conceptual que genera por derivación, esa misma cantidad de enfoques desde los que se trabaja en ellas, con ellas, para ellas, incluso, contra ellas.

    Sintetizando algunas definiciones "comunidad" es:

    "…unidades sociales con ciertas características que le dan una organización dentro de un área determinada". (Pozas, 1964)[1].

    "…grupo local lo bastante amplio como para contener todas las principales instituciones, todos los status e intereses que componen una sociedad". (Kingsley, 1965)[2].

    Pero también es según Arias Herrero, (en Portal Moreno y Recio Silva/sf):

    • Un sistema de relaciones sociopolíticas y económicas, físicamente determinadas y con identidad definida.

    • Modo de asentamiento humano (urbano o rural) donde sus residentes tienen características sociosicológicas similares en su sistema de relaciones.

    • Conjunto de personas que habitan en una determinada zona, regida por una dirección política, económica y social; propia o centralizada, que hacen vida común a través de sus relaciones.

    Percatémonos de que ya no se habla sólo de unidades sociales o grupos en un entorno local con un nivel de organización y de institucionalización, sino que se introducen términos como "relaciones", "identidad", "sistema".

    En esta visión estructural de una comunidad se resalta la demarcación o sus límites, así puede ser a su vez, un grupo, un barrio, una ciudad, una nación, o un grupo de naciones, por ejemplo. Pero si la definimos desde lo funcional "…no tienen que existir límites rígidos. Una comunidad tiene un tamaño adecuado siempre y cuando exista una estructura potencial capaz de ejercer la función de cooperación y coordinación entre sus miembros…", partiendo de objetivos comunes. (Arias Herrero, en Portal Moreno y Recio Silva/sf).

    "…una serie de sistemas interrelacionados, es decir, personas, roles, organizaciones y eventos". (Kelly, 1971)[3].

    "Grupo social que comparte características e intereses comunes y que es percibido y se percibe a sí mismo como distinto en algún sentido a la sociedad en la cual existe". (Rappaport, 1980)[4].

    Reiteramos que reducir una comunidad a sus aspectos estructurales o funcionales no es pertinente, pues no son suficientes por separado; es preciso integrar ambos o sería muy difícil identificar y diferenciar una comunidad de otra.

    Luego de analizar los anteriores supuestos y tomar en cuenta una serie de derivaciones y especificidades de otros autores, Arias Herrero, (en Portal Moreno y Recio Silva/sf), sintetiza un concepto que nos parece más pertinente para intentar comprender la complejidad de una comunidad:

    "…es un organismo social que ocupa determinado espacio geográfico. Está influenciada por la sociedad, de la cual forma parte, y a su vez funciona como un sistema, más o menos organizado, integrado por otros sistemas de orden inferior las familias, los individuos, los grupos, las organizaciones e instituciones– que interactúan, y con sus características e interacciones definen el carácter subjetivo, sicológico, de la comunidad, y a su vez influyen, de una manera u otra, en el carácter objetivo, material, en dependencia de su organización y su posición activa o pasiva– respecto a las condiciones materiales donde transcurre su vida y actividad".

    Más que evolución, involución respecto a lo comunitario y la tendencia a un retorno necesario.

    "La relación hombre-comunidad ha tenido sus etapas (…) desde la comunidad primitiva, donde todo ocurría, se trataba y se resolvía a nivel de comunidad; luego pasó por una fase de desinterés por las comunidades, que se produjo fundamentalmente con el desarrollo del estado y de las naciones; esto tendió a disolver las comunidades en el todo, contribuyendo a la eliminación de costumbres, religiones, mitos, tradiciones, lenguas y dialectos, con la imposición de un idioma oficial, una educación estatal, etc., lo cual tuvo su fase más aguda en la conquista de América, donde fueron destruidas la inmensa mayoría de las comunidades de nuestros países y de África; ello implicó una serie de pérdidas irreparables.

    "El lugar de la comunidad en la vida del hombre está muy ligado al desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción, y se manifiesta especialmente en las formas de propiedad. La propiedad comunitaria o territorial, predominante en los primeros estadios del desarrollo humano, fue desapareciendo a medida que se consolidaba la propiedad privada." (Héctor Arias Herrero, en Portal Moreno y Recio Silva/sf)

    Esa tendencia al predominio de la propiedad privada, fue entronizando en la sociedad la hegemonía del capitalismo que permeó no sólo las relaciones productivas, la propiedad, y el colocar al dinero como el "Dios todopoderoso", sino que contaminó las relaciones sociales en sentido general, pues para reproducirse y legitimarse como sistema de dominación, que debe controlar todo lo relacionado con el sistema en sí para que no escape nada que pueda subvertirlo.

    En la actualidad se evidencia una especie de retorno a lo comunitario desde diversas perspectivas, tal vez, como muestra de la decadencia e insostenibilidad del sistema capitalista y la necesidad de buscar alternativas para favorecer sociedades más humanistas y sustentables.

    Una mirada desde la comunicación.

    El retorno a lo comunitario, a la integralidad y complejidad de interacciones dentro del sistema y subsistemas que la componen, es imposible hacerlo desde miradas requeridas de superación epistemológica, teórica y metodológica.

    No podemos abordar lo comunitario desde las posturas hegemónicas, de basamentos capitalistas y dominadores que subsisten y que muchas veces se trasmutan con intensiones liberadoras y la resultante es un híbrido que afianza antivalores que debemos superar.

    En este sentido, emerge la comunicación no como el resultado de productos comunicativos para transmitir información, sino como proceso o subsistema transversal y dinamizador en sí, del resto del sistema en ese entorno comunitario; la comunicación para la construcción y el intercambio de significados, para las mediaciones e interacciones sociales.

    Las relaciones sociales en la actualidad, vistas desde la perspectiva comunicológica, están marcadas por una verticalidad enraizada en la manera de actuar y hasta de pensar de las personas. La organización social y política, las relaciones de poder, las jerarquías, las estructuras formales e informales, se manifiestan mediante el más elemental y lineal diagrama de comunicación que contempla a Emisores-Mensajes-Receptores.

    Cambiar la manera de comunicarse en la sociedad y en la comunidad en particular, incluye indefectiblemente un cambio en las prácticas comunicativas desde la esencia misma de los actores que viven y siguen el proceso, para ello es preciso entonces que se estimulen procesos, contenidos y soportes construidos y compartidos desde los individuos.

    No obstante, cambiar la práctica tradicional lleva implícito un cambio de la mentalidad persistente de consumidores de contenidos informativos a una de productores de contenidos factibles de socializar en su entorno y fuera de él.

    El propio concepto de Comunicación está rescatando su verdadero postulado. Comunicar no es informar, sino comunicarse, diálogo y participación, y es una necesidad universal este cambio que impulsa un paradigma en ascenso, participativo e integrador, democrático y liberador.

    Las relaciones que subsisten en la actualidad, a decir de Kaplún (2002:55), es la del jefe con sus subordinados, el oficial con sus soldados, la del padre de la familia con sus hijos, el gobernante con los gobernados, el gran periódico a sus lectores y la radio y la televisión a sus usuarios.

    En todos estos casos, y muchos otros similares, no existe verdadera comunicación, sino transmisión de información. Es preciso dejar de mirar a los Receptores sólo como eso, consumidores de contenidos y posibilitar, espacios para Interlocutores en un proceso bidireccional, horizontal.

    "Definir qué entendemos por comunicación, equivale a decir en qué clase de sociedad queremos vivir" (Kaplún, 2002:57). Esta sociedad debe ser inclusiva y participativa, con equidad y justicia, es por eso que Antonio Pascuali (1979) citado por Kaplún (2002:58) dice que comunicación es "…la relación comunitaria humana que consiste en la emisión/recepción de mensajes entre interlocutores en estado de total reciprocidad". Y Luís Ramiro Beltrán (1981), citado por Kaplún (2002:58) acota que es "…el proceso de interacción social democrática, basada en el intercambio de signos, por el cual los seres humanos comparten voluntariamente experiencias bajo condiciones libres e igualitarias de acceso, diálogo y participación". Esta es la comunicación que se quiere, y por ende, la sociedad que se demanda.

    Estas pretensiones no se logran sólo con voluntad o postulados teóricos, sino en el empeño sistemático, favoreciendo nuevas maneras de comunicación y diversos espacios democráticos y liberadores. Para ello es preciso que existan sujetos críticos en sí mismos y de su entorno, sujetos comprometidos y responsables para con la sociedad y su tiempo.

    En este sentido, la Educación Popular[5]nos acerca a un aprendizaje mutuo, sistémico, sin dogmas y adecuándose a las condiciones concretas, estimulando la participación para avanzar en la conjunción de saberes y la construcción colectiva de conocimientos. La Educación Popular no sólo como metodología pedagógica, sino como filosofía de vida, como compromiso político para refundar una práctica responsable, crítica y contrahegemónica.

    Consustancialmente, encontramos entonces otra manera de pensar, ver y hacer la comunicación, en donde quien comunica no es la figura omnipresente y omnipotente con todo el poderío de la información y los medios, sino que se convierte en facilitador o facilitadora de un proceso que pondera las riquezas expresivas y los contenidos de la comunidad, y en donde sus habitantes deciden y construyen los medios y mensajes de acuerdo a sus expectativas, demandas y realidades.

    Hablamos no sólo de soportes comunicativos en función de la comunidad, sino de un tipo de comunicación dialógica, participativa, liberadora, que debe existir en los espacios de reunión y asambleas, en las estrategias y flujos comunicativos en el interior y exterior de las organizaciones o instituciones, en las relaciones familiares y sociales. Hablamos de comunicación en el sentido amplio de la palabra, para romper con la visión instrumental y propiciar un clima armónico, dialogador, en una sociedad más justa e inclusiva. Pudiera alguien pensar en que es un sueño irrealizable, se equivocaría, es preciso soñar lo grande y lo justo, y trabajar por ello cada segundo de nuestras vidas.

    Apellidos a la comunicación que necesitamos.

    Asistimos hoy a un diapasón amplio de términos más o menos aceptados para definir a esta otra comunicación necesaria. "Hoy día hay incluso, un amplio debate sobre los "apellidos" de esta comunicación. Además de popular, se emplean los de educativa, comunitaria, para el desarrollo, para el cambio social. No son intercambiables estas denominaciones porque remiten a referentes teóricos, experiencias y prácticas diversas, pero sin lugar a duda, las interrelacionan nexos esenciales" (Vidal, 2012:9).

    "Desde los años 1960, se han sucedido en América Latina diversos "apellidos" para la comunicación, con muchos elementos en común pero también matices y diferencias." (Gabriel Kaplún, en Vidal, 2012:25).

    Comunicación alternativa: es la alternativa a los medios hegemónicos. Algunos con énfasis en el contenido, en las agendas en favor de las minorías excluidas, otros en la manera de producir la comunicación estimulando la participación de no profesionales, sino de actores sociales. "Pero lo alternativo es a veces es visto como pequeño y marginal (…) y otras veces se aspira, por el contrario, a públicos amplios y masivos, lo que suele obligar también a profesionalizar la tarea y vuelve más compleja la cuestión de la participación". Gabriel Kaplún (op. cit.).

    Comunicación popular: favorece los intereses populares y estrecha el vínculo con las organizaciones que le representan, es a decir de Vidal y Kaplún (op. cit.), como la dimensión comunicativa dentro de la Educación Popular.

    Comunicación participativa: "…buscar romper con el modelo de pocos emisores y muchos receptores, apuntando a una comunicación dialógica…" Kaplún (op. cit.). Pondera una comunicación horizontal, rompe el verticalismo tradicional, parte de una prealimentación de los públicos.

    Comunicación educativa: "…aquí la perspectiva dialógica encuentra su paralelo en el plano educativo: el diálogo de saberes y la pura transmisión, propuesta central del pensamiento de Freire (1969) Kaplún (op. cit.).

    Comunicación para el desarrollo: "la idea de relacionar la comunicación a desarrollo económico y social (…) [Freire] criticaba el carácter extensionista de muchas de estas prácticas (…) el intento de imponer verdades y procederes externos en vez de un diálogo de saberes (…) más tarde la idea misma de desarrollo comenzó a ser cuestionada…" Kaplún (op. cit.). Sobre este particular, Alfonso Gumucio (en Vidal, 2012:15) lo denomina como difusión de innovaciones, donde la comunicación se ve como "un traslado unidireccional de información hacia aquellos países que, supuestamente, carecían de ella. En el entendido de que los "pobres de información" eran pobres precisamente por ese déficit de conocimiento…"

    Comunicación comunitaria: según Gabriel Kaplún (en Vidal, 2012:26-27), en algún momento "…compartió con la comunicación para el desarrollo, la referencia a procesos y medios de comunicación para la promoción social de las pequeñas comunidades. Ello tuvo una derivación posterior en la idea del "desarrollo local" (…) y por recuperar el origen mismo del término comunicación, no por casualidad compartido con el de comunidad: poner en común".

    Comunicación para el cambio social: es el más reciente de los "apellidos" que podamos encontrar. Comenzó a gestarse a partir de 1997 a partir de reuniones y acciones de la Fundación Rockefeller, para "…discutir el papel de la comunicación en el cambio social en el siglo XXI (…) es un proceso de diálogo y debate basado en la tolerancia, el respeto, la equidad, la justicia social y la participación activa de todos…" (Gumucio, en Vidal, 2012:20).

    Este autor propone cinco condiciones indispensables para este tipo de comunicación: participación social y apropiación, lengua y pertinencia cultural, generación de contenidos locales, uso de tecnología apropiada, convergencias y redes.[6]

    La Comunicación Alternativa "…se desarrolló como una gran variedad de experiencias dispersas a lo largo y ancho del planeta, y sólo posteriormente se ha tratado de elaborar pensamiento y reflexión alrededor de ella (…) [pero] no se trata simplemente de poseer los instrumentos: una radio, un periódico o un canal de televisión; se trata, sobre todo, de apropiarse de la gestión, de la creación y del proceso comunicacional que involucra la participación comunitaria." (Gumucio, en Vidal, 2012:20).

    Resulta necesario proseguir el debate sobre la comunicación, no con el ánimo de adicionar tendencias o apellidos, intentando reafirmar visiones o posicionamientos teóricos, políticos y prácticos; debatir sobre el concepto y la práctica comunicativa se hace urgencia pero para construirlo en nuestra colectividad, en nuestro escenario concreto, para apropiarnos de qué comunicación defendemos y hacemos o cual debemos defender y hacer. Si existe claridad en el concepto, podrá incidirse en una práctica liberadora y de transformación social, que tome como base a los seres humanos, su identidad y su cultura.

    "Nunca la teoría nos aporta las soluciones que necesitamos, ni nos dice el mejor modo de actuar, pero nos ayuda a pensar nuestra realidad y a pensarnos en ella para, entonces sí, guiar nuestra acción" (Vidal, 2012:10).

    Consideramos que la comunicación no se define en un concepto, en una teoría o en una metodología, la comunicación debe ser definida en la propia práctica comunicativa, más allá del discurso, en la coherencia de lo cotidiano, en el quehacer diario de las instituciones, los medios de prensa o las comunidades.

    No obstante todos estos, y otros apellidos, lo que sí queda claro es que se promueve otro tipo de comunicación necesaria, o el término también empelado, el cual suscribo, de "alternativa de comunicación", sin ánimo de adicionar un nombre más, sólo por unificar las distintas visiones que con sus peculiaridades fundacionales, conceptuales y prácticas, son contrahegemónicas, liberadoras, horizontales, dialógicas y participativas, que estimulan el cambio social, el empoderamiento de los actores sociales, que potencia el proceso de comunicación sobre los productos en sí, que no tiene que ser marginal, ni menos profesional, sino solamente distinta, para poder ser realmente contrahegemónica.

    Referencias bibliográficas

    Alonso, María Margarita y Saladrigas, Hilda: Teoría de la Comunicación, una introducción a su estudio. Editorial Pablo de la Torriente. La Habana, 2006. Pp170.

    Barbero, J M: Euforia Tecnológica y Malestar en la Teoría; en Comunicología Temas actuales. Colectivo de autores. Editorial Félix Varela. La Habana, 2006.

    —————- Los procesos comunicativos y la necesidad de una teoría propia de la comunicación. Conferencia San Juan, Puerto Rico. 1990.

    Habermas, J: Teoría de la acción comunicativa. T.I, Editorial Taurus, Madrid, 1987.

    Kaplún, Mario: Una pedagogía de la comunicación. El Comunicador Popular. Editorial Camino. La Habana. 2002.

    Portal Moreno, Rayza y Recio Silva, Milena: Lecturas sobre comunicación en la comunidad. s/f.

    Saladrigas Medina, Hilda: Introducción a la Teoría y la Investigación en Comunicación. Selección de lecturas. Editorial Capitán San Luís, 2001.

    Vidal, José Ramón: Comunicación y cambio. IPS. En Boletín Caminos. CMMLK. 2011.

    ———————–: El desafío del diálogo. Cuadernos de Comunicación Popular. Centro Memorial Martin Luther King. Editorial Caminos. La Habana. 2012.

     

     

    Autor:

    Alcides García Carrazana.

    Educador y comunicador popular. Presidente de la ACCS en Granma. Profesor de la Universidad de Granma.

    [1] R. Pozas, El desarrollo de la comunidad. Técnicas de investigación social, p. 21.

    [2] Citado por E. Sánchez y E. Wiensenfeld en Sicología social aplicada y participación: metodología general, pp. 237-241

    [3] Ídem.

    [4] Tomado del Diccionario Randam House de la Lengua Inglesa, citado por Rappaport en E. Sánchez y E. Wiensenfeld, ídem.

    [5] “Durante mucho tiempo hemos afirmado que uno de los aportes de la Educación Popular es la metodología que ha implementado para lograr que grupos sociales relegados social, cultural, política y económicamente, puedan comenzar a participar y a decir su voz; esa metodología permite iniciar una elaboración y producción a partir de la práctica de los sujetos, dando paso a procesos de teorización que los conducen nuevamente a su práctica, esta vez, transformada por esa teoría que pasa a convertirse en guía para la acción. Este proceso es reconocido por muchos como: Acción-Reflexión-Acción, Práctica-Teoría-Práctica”. Notas de Marco Raúl Mejía J. Educación Popular Hoy: entre su refundamentación o su disolución. CINEP.

    [6] Ampliar en Alfonso Gumucio Dagron: Comunicación y cambio social. Claves para el desarrollo participativo. En Vidal, 2012:13-23. Ob.Cit.