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Pérdida de la identidad arquitectónica en Pinar del Río, Cuba

Enviado por Lianner Abreu


    Pérdida de la identidad arquitectónica en Pinar del Río – Monografias.com

    Pérdida de la identidad arquitectónica en Pinar del Río

    Las ciudades se construyen día a día. Y el ser humano inventa las ciudades a través de sus deseos, a través de sus anhelos, de sus esperanzas. En ellas, la cultura se consolida como expresión de la propia civilización. Porque las ciudades son los reductos del hombre y de la mujer. Ámbitos de diálogo y de convivencia.

    La ciudad de Pinar del Río obtiene el título de ciudad el 10 de septiembre de 1867. Surge como el centro principal de un territorio productor del mejor tabaco del mundo.

    La ciudad de Pinar del Río está situada a los 77º 27´33" de longitud Oeste del meridiano de Cádiz y 22º 32´40" de longitud Norte y en terreno silíceo que forma un collado de unos 20 m de altura, y por sus inmediaciones corre el río Guamá.

    El 19 de julio de 1641 se le concede a Luís de Riso la merced del sitio nombrado Pinar del Río, por las condiciones de su asiento, junto a un gran pinar y un río, el río Guamá, por no ocuparla su beneficiario en el año 1653 pasa a ser propiedad de Don Ambrosio de Cárdenas y Vélez de Guevara. En esta época y hasta inicios del siglo XIX, se le llamó indistintamente Pinal del Río o Pinar del Río.

    Así a orillas del río Guamá, en el occidente de la isla de Cuba se fue formando una aldea que crecía según las necesidades de sus habitantes y el incremento de la producción tabacalera.

    Las primeras construcciones de la ciudad fueron hechas con materiales que propiciaban la naturaleza, tales como guano, madera, yagua y barro durante los siglos XVI, XVII y XVIII. Así se iría conformando un gremio de artesanos y constructores que ganaron en habilidad y capacidad para diseñar y construir las viviendas de los habitantes de la futura ciudad.

    Una de las primeras muestra de arquitectura pinareña fue la iglesia parroquia, tuvo su principio en una ermita que se levantó en 1710 en el Antiguo Corral, casi desierto entonces, de Pinar del Río. Era de guano y embarrado, poseyendo, alrededor de 10 casas.

    Para finales del Siglo XVIII, en Pinar del Río, sólo se encontraba un pequeño pueblo compuesto de veinte a veinticinco casas y su parroquia, todas techadas de guano.

    La jurisdicción que pertenecía a Pinar se extendía desde el río de Los Palacios hasta el Cabo de San Antonio, con una población diseminada en todo el territorio de 2617 habitantes. Se mantuvo en Guane solo 13 años la cabecera de la tenencia de Gobierno de Nueva Filipina, la situación geográfica de Pinar del Río y su relativa importancia hizo que se construyera en 1764 una nueva iglesia de mampostería y tejas de 8 varas de ancho por 30 de largo, según se hacía constar en una inscripción conservada en la sacristía. Esta iglesia era catalogada como muy capaz, alta de puntal, limpia y aseada, con su coro, presbiterio, altar, sacristía y campanario, todo en una nave a mano izquierda, al fondo de la plaza.

    Hasta ese momento el desarrollo fue extremadamente lento y no es hasta el año 1773 que comienza a efectuarse la urbanización con el reparto de los primeros solares. Durante la primera mitad de esa centuria, se fue configurando una importante concentración urbana, que jerarquiza un vasto territorio y consigue la integración territorial de un traspaís rural, explotado mediante haciendas dispersas, sustentadas en la mano de obra esclava.

    Así, el 23 de julio de 1774 fue declarada, por decreto de Don Felipe de Fondesviela, Marqués de la Torre y Gobernador de la Isla de Cuba, la cabecera de la tenencia de gobierno de "Nueva Filipina", este fue el nombre que recibió el territorio de la provincia de Pinar del Río.

    Fue el siglo XIX el que marcó una verdadera revolución en la arquitectura en estas tierras. Artesanos, alarifes y maestros de obras asumieron la responsabilidad de construir edificaciones que aún perduran. Aunque en las tres primeras décadas del siglo XIX se mantuvo estacionario el desarrollo urbano de Pinar del Río.

    Al principio de este siglo las viviendas podían construirse de diferentes materiales y formas; unas eran construidas de yagua y guano, careciendo de portales, la puerta principal era de yagua, se abría hacia fuera de forma de colgadizo, emprendida horizontalmente durante el día en una estaca, la cual se afirmaba al suelo por un extremo y de noche servía de tranca.

    Por otra parte, la planta de la mayor de las casas era cuadrada dividida en tres partes, la del medio, mayor servía de sala y las dos pequeñas de ambos extremos servían de aposentos. La otra casa larga y angosta estaba unida a la primera, no tenía portal, sino hasta la mitad del extremo opuesto para guarecer la cocina. Bajo el techo tenía una larga barbacoa, hachas de tablas de palmas en bruto, donde se guardaba el maíz cosechado y a la que se subía por una escalera de palos redondos atados con bejucos, de una casa a la otra podía pasarse bajo la lluvia sin mojarse ya que había una gruesa canal construida del tronco de una palma. Al frente de la casa se hallaba un jardín sembrado de vicarias, moyas, rosales de javicú, rudas, albahacas, etc.

    Otras casas se construían de guano de arriba a abajo con puerta de quita y pon, fabricada con yaguas.

    Después de algún tiempo estos inmuebles comenzaron a construirse de una sola planta y tenían como caracteres principales el espacio que se dedicaba al portal que recorría toda la vivienda y que se continúan en las esquinas, relacionando el espacio privado y el colectivo. Esta manifestación de las construcciones pinareñas se utilizaba tanto en las casas particulares como edificaciones de carácter militar, de administración y comercios.

    Los techos en la mayoría de las casas eran de alfarjes o de paras y nudillos y la cubierta de teja criolla con poca ornamentación. La carpintería no tenía complicaciones, sin adornos, con puertas de tablones lisos. Los trabajos de herrería fueron igualmente escasos y poco significativos.

    Rezagada durante largo tiempo, la arquitectura pinareña mantuvo indefinidamente su carácter primitivo, de modo que estas primeras casas urbanas aparecen como una derivación directa de la casa campesina.

    A partir de los años 1830 comienza a conformarse la ciudad, hasta este momento su conocimiento y fama era debida, solamente, a sus excelentes vegas del mejor tabaco y a sus cosechas, ya que los puros eran elaborados en La Habana. Paulatinamente van apareciendo entre 1834 y 1844 los nuevos y diferentes servicios, entre los que se encuentran: el correo, la botica, la escribanía pública, las vallas de gallos y la herrería (1834); dos escuelas (una para varones y otra para niñas, en 1835); el teatro en este momento provisional (1839), el cuartel de infantería, la administración de rentas, la escribanía de Don José Manuel Correa (1841), la Comandancia de Armas, la Casa de Gobierno y la Casa del Gobernador (1842), se construye el Paseo de la Alameda, con arbolado y bancos (1843).

    Es fundamentalmente a partir de la década del cuarenta que comienzan a levantarse edificaciones con materiales sólidos, con paredes de ladrillos y techo de tejas construidas por hombres que tenían cierta posición económica que vivían en sus fincas rurales o en poblados. También las edificaciones del Estado y la iglesia comenzaron a ejecutarse con esas características.

    De este período data la cárcel construida en 1859, en la actualidad fábrica de tabacos Francisco Donatien, que conserva su imagen inicial, con portal sostenido por grandes columnas de orden tozcano y rematadas por una sucesión de arcos con elementos muy significativos. Representa uno de los principales exponentes del Neoclasicismo en vueltabajo.

    El teatro "Lope de Vega", que era una construcción de madera y tejas, es reconstruido totalmente de mampostería y tejas, se comienza la construcción del templo parroquial del partido de San Rosendo en la esquina de las calles Maceo y Vélez Caviedes, sustituyendo la iglesia que desde 1764 hasta 1879 (115 años) venía dando servicios en el parque de la Independencia, el templo se inaugura el 23 de marzo de 1883. Esta edificación con sus austeras líneas arquitectónicas neoclásicas y el buen gusto en el interior sobrio y reposado, es una de las más hermosas de Cuba y una de las joyas de la arquitectura pinareña.

    Se destacan también el ayuntamiento, la catedral, el edificio del campesino de 1890, la tienda la India, el hotel Ricardo, el edificio del Gobierno Provincial y el Teatro Milanés.

    Así la ciudad poco a poco se fue desarrollando, se construyeron grandes obras que contribuyeron al crecimiento de la misma, el ferrocarril, hospitales, lugares de esparcimientos, etc. Se multiplican las instalaciones comerciales apareciendo muchas tiendas de ropa, tejido y zapatos, jugueterías, quincallas, ventas de café y tiendas mixtas. La paulatina evolución alcanzada por el poblado, había consolidado una serie de servicios administrativos, comerciales, gastronómicos.

    Esto señalaba un cierto desarrollo y un positivo mejoramiento del ambientevico y de la imagen urbana, por todo ello el 10 de septiembre de 1867 y por Real Orden de la Reina Isabel II de España, se le concede el título de "Ciudad" al pueblo de Pinar del Río, la única capital al oeste de La Habana.

    Los primeros años del siglo XX, fueron difíciles, pero no obstante trajeron algunas mejoras para la ciudad como: la telegrafía sin hilos, el teléfono, la Quinta de la Sociedad de la Colonia Española (1902), el Palacio Gustavo (1902-1904), esta edificación, joya de la arquitectura pinareña, de estilo art nouveau y atribuida al arquitecto andaluz Aníbal González, es el primer edificio de este estilo arquitectónico en Cuba, la apertura del servicio público de acueducto (1906), inauguración de la Colonia Española (25 de julio de 1909), del Palacio de Justicia (21 de junio de 1911) y el edificio de las Escuelas Pías (21 de abril de 1912), pero no dejaron el saldo importante que para la imagen urbana de la ciudad a diferencia de la etapa siguiente a partir de 1916 que si dejó una significativa impronta.

    Se termina el 16 de enero de 1918 la Escuela Normal para maestros y maestras y en el propio año el edificio que fungía como Policía, Casa de Socorros y Hospital de Emergencias. En el año 1919 se reconstruye completamente el Hospital de San Isidro.

    Las calles de Pinar del Río estaban casi todas pavimentadas de asfalto; sus aceras de cemento muy amplias y regulares, su alumbrado público era eléctrico; habían buenos edificios públicos, buenas casas particulares, varios espléndidos almacenes dignos de figurar en una ciudad de superior importancia, muchos portales y un regular número de automóviles.

    A partir de la segunda mitad de la década del 1930 y hasta principio de los años 1960, la ciudad de Pinar del Río queda marcada profundamente por la obra del arquitecto Rogelio Pérez Cubillas, quien dotó a la capital pinareña de casi un centenar de edificaciones de peculiar interés arquitectónico, que son paradigma de la arquitectura pinareña del siglo XX, dando como resultado una arquitectura local de singular expresión que no hemos encontrado en ninguna otra ciudad del país.

    Todas las edificaciones proyectadas y construidas por este arquitecto, que legó una extensa obra a nuestra ciudad tienen un sello que las distingue de inmediato, con una gran influencia del estilo art-decó, pero que mezclan elementos de la arquitectura colonial cubana y la arquitectura racionalista aportando un estilo muy pinareño.

    El triunfo de la revolución nutre a la ciudad de una nueva generación de arquitectos e ingenieros que dejan su huella en la arquitectura de la urbe. Se edifican nuevos repartos, donde la funcionalidad prima sobre el esteticismo, se despojan de viejas normas e incursionan en estilos que identifican un nuevo período en la historia arquitectonica de la ciudad.

    Se configura así, durante el siglo XIX, una forma urbana compacta a partir del núcleo genético, con viviendas de tipología muy local y uniforme, modestas expresiones de arquitectura neoclásica decimonónica pinareña, en las que se halla el patrón de las construidas, con estilo ecléctico en sus fachadas, hasta mediados del siglo XX.

    Aunque Pinar del Río es una ciudad que siempre ha tenido un cierto encanto acogedor, al triunfo de la Revolución en enero de 1959, la capital pinareña presentaba una situación en extremo desventajosa en comparación con el resto de las ciudades capitales del país. Pinar del Río era sin lugar a dudas, uno de los territorios que fue objeto de mayor olvido, indiferencia y hasta desprecio por todos los gobiernos pre revolucionarios. De ahí el fundamentado sobre nombre con el que peyorativamente se le conocía: "La Cenicienta".

    Muchos han sido los rasgos arquitectónicos que han caracterizado a la provincia de Pinar del Rio y que le han dado una identidad característica a la misma. Pero ¿qué ha pasado en la actualidad con toda esa riqueza arquitectónica providente del pasado?…

    La verdad se ha perdido y muchos han sido los factores que han influido, sobre todo sociales. Es cierto que actualmente se conservan muchos de los patrones arquitectónicos de los períodos anteriores; sin embargo otros cambiaron de una forma casi radical como son: las fachadas de las casas, ya no son uniformes, se les ha incorporado el empedrado, las rejas, los muros, también se ha hecho una sustitución de las tejas por placas, y los patios interiores perdieron su función inicial y han pasado a formar parte de alguna habitación de la vivienda. Han surgido nuevas exigencias en los habitantes Mucho de esto se debe al desarrollo, a querer mejorar y vivir con más seguridad, además depende mucho de la posición económica de la que se tenga en estos días.

    Muchas de las construcciones antiguas han cambiado su función, otras se encuentran en estado de derrumbe como el Hotel Comercio y otras han tenido el privilegio de ser remodeladas como el Hotel Vueltabajo, para ofrecer servicios a extranjeros.

    La mayor cantidad de los edificios que conformaban el poder en el siglo XIX, ubicados algunos alrededor de la Plaza de Armas, han desaparecido, demolidos o sustituidos por otros con una corriente bien ajena a la generatriz neoclásica. El propio espacio de la plaza, tras múltiples intervenciones, es un espacio descualificado y poco orgánico.

    Aunque en la principal arteria comercial, la calle José Martí, las galerías adoptan la funcionalidad de soportales bajo de los cuales se abren los escaparates de los establecimientos comerciales y de ocio y se produce la circulación peatonal corrida. La ciudad apenas cuenta con más espacios públicos que las calles y los portales. De hecho, a falta de plazas, las principales esquinas cumplen la función de excepcionales nodos de relación social. La enorme cantidad de arbolado y espacios verdes existentes, y que se perciben con ciertas perspectivas, se hallan invariablemente ubicados en los patios centrales, laterales o traseros de las viviendas, de manera que son claramente de uso privado.

    La pérdida de los valores históricos, arquitectónicos, urbanísticos y culturales tradicionales ha ocasionado la muerte de la ciudad. A esto se le suma la poca preocupación por parte de las organizaciones políticas y de masas, la inestabilidad en la administración de la provincia, la carencia de equipos, de materiales, la escasez de recursos para remodelar o atender las construcciones manteniendo su estilo arquitectónico, ha provocado el incorrecto uso de los espacios públicos, el deterioro de la imagen urbana, de las edificaciones existentes. Las personas sin conocer su valor cultural pues usan algunas como vertederos ilegales lo que desfavorable algunos locales del centro de la ciudad, trayendo el deterioro de la calidad de vida y del nivel cultural.

    La insuficiente gestión urbana y local, la alta centralización en toma de decisiones que da muy poca participación a población, la falta de presupuesto y despreocupación han traído el desarraigo de los elementos identitarios de la ciudad, de su arquitectura y del la carencia de espacios públicos, mientras que se deterioran y se pierden los existentes. Falta de tratamiento de parques y áreas verdes.

    Bibliografía:

    • Giniebra Giniebra Enrique, Rodríguez Díaz Juan Carlos, Historia Colonial de la Provincia de Pinar del Río, 2008.

    • Laborí Capote, María de Jesús. Historia para Cauce. Revista Cauce # 3. 2006.

    • Weiss J.E. La Arquitectura Cubana del Siglo XIX. Publicaciones de la Junta Nacional de Arqueología y Etnología, La Habana.

    • ¨http://www.ecured.cu/index.php/Arquitectura_de_Pinar_del_R%C3%ADo_del_Siglo_XIX¨. Consultado el 28 de septiembre de2011.

     

     

    Autor:

    Lic. Ana María Peña Montesino.

    Enviado por:

    Lianner Abreu

    Universidad de La Habana.

    Facultad de Español para No Hispanohablantes.

    edu.red

    Trabajo de Problemas Sociales