Mucho se habla de que, en el futuro, la raza humana evolucionará para ser completamente calva, que no tendremos el dedo meñique y que nuestros cerebros serán más grandes porque los usamos cada vez más. ¿Cuánto hay de cierto en estas afirmaciones? Para poder determinar su grado de veracidad o probabilidad, primero es preciso revisar la forma en que opera la evolución. Hay muchos conceptos falsos y equivocados sobre esta materia, los que, desafortunadamente, se encuentran ampliamente extendidos. Primeramente, veamos algunos ejemplos ilustrativos, luego contestaremos estas preguntas.
Considera un ciervo que vive en el bosque. Al haber sequía, se ve obligado a comer hojas de los árboles, de modo que tiene que estirar el cuello. Cuando tiene hijos, puesto que la sequía continúa, éstos deben seguir estirando el cuello. Como consecuencia, generación tras generación, ¿el cuello de los ciervos va aumentando? FALSO. No funciona así. Esta idea, de que los esfuerzos que haga un individuo durante su vida, o bien los cambios fisionómicos que pueda padecer, se heredarán a su descendencia es completamente equivocada. El naturalista francés Jean-Baptiste Lamarck (1744-1829), quien formuló esta teoría, efectuó cientos de experimentos con el fin de demostrarla. Tras muchas generaciones de ratas de laboratorio, a las que extirpaba un ojo y las dejaba reproducirse, jamás logró crear la raza de cíclope roedor que predecía su teoría.
La evolución, por el contrario, funciona realmente así: un ciervo vive en el bosque y tiene descendencia. Estos hijos no son todos iguales, no son clones y ésta es la clave. Unos hijos son levemente más rápidos, otros levemente más lentos; unos tienen pelaje levemente más grueso, otros más delgado; unos tienen el cuello levemente más largo, otros, más corto. Dabido a la recombinación genética (cromosomática) que ocurre en la cadena de ADN dentro de cada óvulo fecundado, y las posible mutaciones en los genes que espontáneamente ocurren entre una generación y la siguiente, no todos los hijos nacen idénticos entre sí sino que todos tienen combinaciones de genes levemente diferentes a las de sus padres. Ahora, supongamos que surge en el medioambiente una amenaza para su supervivencia, por ejemplo, la llegada de depredadores. En estas circunstancias, serán los ciervos que nacieron levemente más lentos los que caerán, con mayor frecuencia, presa de los depredadores y morirán, dejando así, una menor descendencia en comparación con los que eran levemente más rápidos. A su vez, en la siguiente generación, de entre los hijos de los ciervos rápidos, los más veloces entre los veloces serán los que, en promedio, tendrán mayor descendencia, y así sucesivamente. Al cabo de muchas generaciones, los ciervos más lentos terminarán por desaparecer de la especie y sólo los ciervos descendientes de los más veloces entre los veloces prevalecerán, heredando y potenciando, en forma creciente tras cada generación, esta característica mediante sus genes (ADN), la que será observada mayoritariamente en esa futura población de ciervos supervivientes.
Supongamos ahora que no hubiera sido la llegada de depredadores, sino otra la amenaza que hubieran tenido que enfrentar los ciervos. Por ejemplo, la llegada de un cambio climático hacia una era glacial. En este escenario en donde todo estuviese cubierto de nieve, habrían sido los hijos con pelaje levemente más grueso (mejor para hacer frente al frío) los que hubieran prevalecido, mientras que los con pelaje más delgado habrían terminado por desaparecer. En nada ayudaría o dificultaría a la supervivencia el ser rápido, ya que, en este escenario hipotético, esa característica es irrelevante, puesto que hemos asumido que no hay depredadores. Lo que cuenta ahora es no morir de frío. En consecuencia, los con pelaje más delgado habrían sido los que hubieran terminado por desaparecer mientras que los con pelaje más grueso habrían sido los que prevalecerían. Tras muchas generaciones, el pelaje grueso habría sido el rasgo observado mayoritariamente en esa futura población superviviente, bajo este nuevo escenario.
Si la circunstancia amenazante hubiera sido, en lugar de una era del hielo o depredadores, una prolongada sequía que acabase con la posibilidad de pastar, habrían sido los hijos con cuello levemente más largo (que permite alcanzar el follaje de las copas de los árboles) los que hubieran prevalecido. Ser rápido o tener pelo grueso es, en este escenario, no tan relevante para sobrevivir como tener un cuello algo más largo y no morir así de hambre. De esta manera, los con cuello más corto habrían terminado por desaparecer, en favor de los con el cuello más largo entre los largos. Tras muchas generaciones, el rasgo "cuello largo" habría sido el observado mayoritariamente en esa futura población superviviente, bajo este otro escenario.
En resumen, por mucho que un ciervo se esfuerce y estire el cuello, el ADN que va a pasar a sus hijos no variará en lo absoluto. Lo que determina que el cuello cambie en una especie, a lo largo de las generaciones, no es el ejercicio, ni el esfuerzo que haga cada generación, sino el hecho de que los ciervos con "ADN de cuello levemente más largo que el resto", que es determinado al nacer (no se gana haciendo ejercicio) tendrán, en un escenario de sequía prolongada, más probabilidades de sobrevivir, tener descendencia y traspasar así esta característica genética. De este modo, y tras muchos ciclos de selección en favor del "ADN con cuello más largo que el resto", los ciervos de cuello corto tenderán finalmente a desaparecer y extinguirse, mientras que los descendientes de los ciervos con "ADN de cuello más largo entre los largos" prevalecerán, aumentando así, tras cada generación, el cuello observado de la especie.
Cuando las condiciones medioambientales son adversas para una especie, se establece entre ellos una lucha por la supervivencia, en la cual sólo sobreviven los individuos cuyas características genéticas heredadas favorecen, casualmente, una mejor adaptación al cambio que las del resto. De esta manera, se produce selección natural en favor de los individuos, casualmente, más aptos para hacer frente a la circunstancia medioambiental puntual que pone en peligro la especie. Generación tras generación, únicamente los que sobrevivan son los que podrán reproducirse y transmitir así sus características genéticas a la siguiente generación haciendo prevalecer y potenciando, creciente y subsecuentemente, aquéllos rasgos que favorecieron la supervivencia. Esta es la idea fundamental expuesta por el naturalista inglés Charles Darwin (1809-1882) en su obra titulada "El origen de las especies", donde, tras una larga travesía por el mundo observando la naturaleza, presentó sus conclusiones sobre la transformación de las especies. Darwin aportó numerosos ejemplos biológicos que apoyaban su teoría, los cuales se enumerarán como anexo al final de este documento.
Un ejemplo real
El antecesor del actual guepardo fue el Acinonyx pardinensis, un animal de gran tamaño, más robusto pero menos veloz que el actual, disperso por África, sur de Europa y Oriente Medio. Con la llegada de la era del hielo, gran parte del hemisferio norte se congeló, mientras que en las regiones tropicales, la falta de agua (retenida en los glaciares polares) provocó un clima más seco. Como consecuencia, la mayor parte de los guepardos se extinguieron y sólo sobrevivieron los de la descendencia sucesiva con "ADN de contextura más delgada" (para consumir menos recursos) y con "ADN para correr más rápido" (para cazar animales pequeños y rápidos, más abundantes en condiciones de escasez). De esta forma, y tras muchas generación de selección natural en favor de estos rasgos, catalizada además por una reducción drástica de la población, la especie perdió rápidamente muchos de sus rasgos normales y se potenciaron otros como la delgadez extrema, el tamaño pequeño y una asombrosa velocidad. Antes de la era del Hielo, estos ADN de guepardos no dejaban mucha descendencia, pero ahora, con el cambio climático y frente a una población diezmada, fueron, precisamente, los rasgos más adecuados para sobrevivir.
Conociendo lo anterior, es fácil entonces responder a las siguientes preguntas:
¿Afecta tus posibilidades de supervivencia o de tener descendencia el hecho de que tengas más o menos pelo? No. Hace cientos de miles de años podría haber afectado a tus posibilidades de supervivencia, ya sea porque sin pelo en la cabeza hubieras sufrido insolaciones o porque con demasiado pelo te hubieras sofocado en la sabana. Hoy en día, ni una cosa ni la otra pasan. Nadie se muere ni tiene menos posibilidades de tener hijos por tener mucho o poco pelo. Papiros egipcios con más de cuatro mil años, ya mencionaban la anatomía del cuero cabelludo y fórmulas para combatir la alopecia.
¿Afecta tus posibilidades de supervivencia o de tener descendencia el hecho de que tengas un dedo meñique? En lo absoluto. Nadie se muere o tiene menos descendencia por tener dedo meñique. Para que la raza humana pierda paulatinamente el dedo meñique haría falta que tener dedo meñique supusiera una menor posibilidad de tener descendencia o, equivalentemente, que aquellos que presentarán dedos meñiques cada vez más pequeños tuvieran mayor posibilidad de descendencia. Esto no ocurre ni se ven razones para ello en el futuro.
Como vimos, por mucho que ejercites tu cerebro no crecerá el tamaño del cráneo. No funciona así. Si el día de mañana las personas con tamaño de cerebro grande tengan más posibilidades de descendencia que las con tamaño del cráneo menor, entonces sí podría verse un aumento en el tamaño del cerebro. Pero, por mucho que pienses, tu ADN no va a cambiar, y el que vas a pasar a tus hijos, si tienes, va a ser el mismo con el que naciste. Que tú entrenes tu mente no sirve de nada a tus hijos, al menos en términos genéticos. El cerebro de tu descendencia no aumentará de tamaño por esta razón.
Ahora uno podría preguntarse ¿qué característica haría que las posibilidades de supervivencia o de tener descendencia de una persona se reduzcan o aumenten? Algunos podrían pensar que la situación económica, el coeficiente intelectual o la apariencia y contextura física podrían ser algunos candidatos, sin embargo, hoy vemos tanto personas ricas como pobres, brillantes como básicos, esbeltos y descuidados, todos tienen hijos en proporciones similares. ¿Significa esto que hemos llegado al estadio final de la evolución humana? Si se consideran las circunstancias o amenazas externas del medioambiente, puede que la respuesta sea sí.
Sin embargo, tal vez, en el futuro, exista la forma de modificar el ADN de manera relativamente sencilla con lo que la raza humana podría evolucionar, ya no según lo que las circunstancias medioambientales amenazantes determinen, sino que en la forma en que nosotros queramos. En el futuro, quizás, los padres prefieran escoger una genética deliberada y sin sorpresas para sus hijos, erradicando así la posibilidad de enfermedades genéticas o degenerativas, en lugar de la actual lotería que supone el proceso reproductivo natural; o tal vez no. Nadie puede saberlo a ciencia cierta. Sin embargo, una cosa es segura, cualquiera sea el curso de los cambios evolutivos futuros de la raza humana, y gracias a nuestra capacidad de modificar y dominar nuestro medioambiente, capacidad que no tiene el resto de las especies, esos cambios no serán dictados por la naturaleza, sino que, necesariamente, por nuestros propios deseos y/o valores culturales.
/dqv
Anexo: Algunas de las pruebas en favor de la evolución de la especies
Las pruebas taxonómicas: Todas las especies semejantes se agrupan dentro del mismo género, todos los géneros semejantes se agrupan en una misma familia, etc. Estas semejanzas se deben a que comparten un antecesor común. Si no fuera así, lo que cabría esperar es que las especies fueran tan distintas entre sí que sería imposible agruparlas por su semejanza. Igualmente, la existencia de formas intermedias, como el ornitorrinco, que posee características de reptil (es ovíparo y tiene un pico córneo como las tortugas) y de mamífero (tiene pelo y las crías son alimentadas con leche) queda mejor explicada mediante un proceso de evolución desde los reptiles a los mamíferos que por una creación independiente.
Pruebas biogeográficas: Se observa que cuanto más alejadas o aisladas están dos zonas, más diferencias presentan su flora y su fauna. Si las especies surgieran por creación independiente, esta característica no tendría porqué darse. Ejemplo de ello, lo constituyen las distintas características morfológicas de los pinzones y tortugas de las islas galápagos que Darwin estudió.
Pruebas paleontológicas: El estudio de los fósiles revela que, a medida que transcurre la historia de la Tierra, existe un incremento en la complejidad estructural de los organismos y en la diversidad de las especies. Si todas las especies hubieran aparecido por creación, debido a las extinciones, habría cada vez menos especies y si hubiera habido varias creaciones sucesivas, no tendrían por qué tener una estructura interna más compleja que las especies anteriores, como normalmente se observa.
Pruebas anatómicas: Hay órganos en distintas especies que, aunque tengan una estructura interna distinta y un origen embriológico diferente, cumplen una misma función. Ejemplo de estos son las alas de un insecto y las de un ave, o las aletas de los peces y las de los delfines (que son mamíferos). Esta similitud se debe a la adaptación a una misma función (volar y nadar, respectivamente). Compartir un mismo ambiente, como el aire o el mar en estos casos, ha provocado, mediante selección natural, una gran similitud en especies de origen evolutivo muy distinto. De igual forma, los órganos residuales (como las alas de un avestruz) que realizaban una función útil en los organismos predecesores se han reducido e inutilizado en organismos actuales. También están las pruebas bioquímicas, embriológicas, ADN comparado, etc. Todas ellas respaldan las ideas de Darwin al igual que la selección sistemática que años se ha en perros, gatos, caballos, ovejas, cerdos y otros que han dado como resultado razas que poseen determinados rasgos convenientes para la humanidad. Como dato, no existen registros fósiles de perros anterior a 70.000 años lo cual confirma su aparición como raza a partir de lobos hecha por nuestros antepasados mediante selección artificial (domesticación).
Referencias
http://www.eltamiz.com
http://amesweb.tripod.com/ccmc02.pdf
http://www.youtube.com/watch?v=TKgUeuO8xJc
https://www.facebook.com/notes/dennis-andr%C3%A9s-quezada/evoluci%C3%B3n-humana-seremos-todos-calvosno-tendremos-dedo-me%C3%B1iqueseremos-m%C3%A1s-inteli/4326802840950#!/notes/dennis-andr%C3%A9s-quezada/evoluci%C3%B3n-humana-seremos-todos-calvosno-tendremos-dedo-me%C3%B1iqueseremos-m%C3%A1s-inteli/4326802840950
Autor:
Dennis Andrés Quezada