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Relación y Transculturación como Patrimonio Cultural.


     

    Algunos Apuntes Comparativos entre la obra de Fernando Ortiz y la de Edouard Glissant

     

     

     

    Resumen

    Este artículo expone y compara los aportes y orientaciones de dos reconocidos teóricos caribeños, Edouard Glissant y Fernando Ortiz, tomando como punto de partida las diferencias en los procesos de colonización y las diversas respuestas ante la opresión establecidas tanto en Cuba como en Martinica, lo cual demuestra la complementariedad que existe entre la noción de relación y la noción de transculturación como puntos de partida para comprender la complejidad sociocultural caribeña.

    Palabras-clave: Edouard Glissant, Fernando Ortiz, relación y transculturación, cultura y literatura caribeña.

     

    Abstract

    This article presents and compares the contributions and approaches of two well-known Caribbean theorists, Edouard Glissant and Fernando Ortiz, taking as a starting point the differences in the processes of colonization and the varied answers to oppression established both in Cuba and Martinique. The complementary connection between the notions of relationship and transculturation as focal points to understand the Caribbean socio-cultural complexity is revealed. Key words: Edouard Glissant, Fernando Ortiz, relationship, transculturation, Caribbean culture, Caribbean literature.

     

    Résumé

    Cet article expose et compare les apports et orientations de deux théoriciens antillais reconnus, Édouard Glissant et Fernando Ortiz. On prend comme point de départ les différents processus de colonisation et les diverses réponses apportées sur les régimes d’oppression à Cuba et en Martinique. Cela démontre que les notions de rapport et de transculturation sont complémentaires, et permettent de mieux comprendre la complexité socioculturelle des Antilles.

     

    Mi Zefan Peyi-la

    Et voici les enfants du pays

    Les voici

    Les voici érigés au pays

    Au œur même de la mer

    Au œur même du soleil

    Ils sont lá

    peaux noire

    peaux jaunes

    peaux rouges

    peaux échapés

    peaux blanches

    Qelle importance !

    Ce sont, nous le savons, les fils de ce pays

    Leur sueur nourrit la terre de ce pays…

    Hector Poullet (traducción P. Chamoiseau)

    Lamentin, Martinica, 6 de abril de 1970.

     

    Albin mira levantarse el vapor de la carretera que va al aeródromo, el calor va agobiando la clase de historia de la señorita Salomón. El ruido lancinante del ventilador anquilosa las palabras de esa pe- queña mujer orgullo del pueblo por haber sido una de las primeras admitidas al CAPES, un concurso organizado desde la metrópoli para ocupar un puesto de funcionaria como profesora de historia.

    Ahora la señorita Salomón sigue al pie de la letra las instrucciones que desde París le manda la oficina 408 del Ministerio de Educación. Resignado Albin abre su libro en la página titulada "Nuestros ancestros Galos". Son las once de la mañana, falta una media hora… saca maquinalmente la postal que le mandó su padre desde Burdeos, sumerge su mirada en el río Gironda, al fondo de la orilla se vislumbran unos edificios grises que contrastan con el "Marie Gallante" el paquebote consentido del puerto. La letra apretada de su padre precisa la fecha del envío de un paquete, revistas y ropas para él y sus hermanos. Jean, frente a la situación económica de Martinica, decidió seis meses antes irse a Burdeos, donde se necesitaba mano de obra para construir el campus universitario Burdeos II; era una buena ocasión para ahorrar dinero y hacer venir a toda la familia… y quién sabe, uno de sus hijos podría estudiar en la futura facultad de Derecho, había escuchado que Burdeos iba a abrir sus puertas a los jóvenes del Caribe, por fin, pensó, porque desde hace mucho a nuestra juventud la obligan a hacer el servicio militar aquí.

    Burdeos, 7 de abril de 1970

     

    Anita termina sus ejercicios de calentamiento en el segundo piso del teatro, ajusta sobre su dorado cuello un amuleto. Ella había ingresado hacía cuatro años a la Compañía Nacional de Baile dirigida por la famosa Alicia Alonso y era la primera vez que salía de Cuba. Iniciaría la representación con el baile de Yemayá, diosa de las aguas. Las palabras de agradecimiento de los representantes culturales de ambos países y de homenaje al fundador del Instituto Afrocubano, el ilustre Fernando Ortiz, se diluyen en las imágenes de sus recuerdos… Su abuela en la playa echando una moneda en el mar, ofrenda a Yemayá implorando su protección. El tono molesto del esbelto habanero Luis, dando instrucciones a un técnico francés, la despertó de su ensoñación. Antes de entrar al escenario le lanzó una mirada de picardía y le susurró al oído "échale azúcar a tu amargura"… La cortina de terciopelo rojo se levantó: la relación ese día se había puesto su más bello y solemne vestido.

    Tanto Jean como Anita y la multitud guiada por las luces de los proyectores sabían que la relación empezó en tiempos remotos. en las tablas del más trágico escenario que pueda existir: las calas de los negreros. Sangre, lágrimas, dolor, putrefacción, hambre, muerte, reinaban en la oscuridad. El barco del almirante permitió el encuentro de tres continentes por el coloniaje de América y las islas caribeñas. Brújula y cadenas se transformaron en instrumento inherente a la monstruosa empresa del viejo mundo. Su codicia lo convirtió en huracán que inició el comercio triangular, arrastrando a su paso hombres y productos de África, para dejar caer semillas y espíritus apabullados en las islas del Caribe. Así empezaron las plantaciones de azúcar tanto en Martinica como en Cuba: con un horroroso trasplante.

    En el intermedio, Jean, seducido por los ritmos envolventes de la música ritual, leyó las explicaciones en el programa: "Música de origen Yoruba, etnia que cubría Nigeria, el este de Benin hasta el reino de Ketu; los Lucumis forman el grupo mayoritario cuyo sistema cultural, la regla de ocha-ifá, es más conocida bajo el nombre de santería en referencia a su sincretismo con la religión católica. Los tambores batá son tres: uya, itótele, okónkolo, son la voz que llama a la divinidad la cual se expresa también a través de ellos. Las ceremonias siempre empiezan y terminan por la invocación de Eleguá, divinidad que abre y cierra los caminos de la vida. Nada que ver con nuestro tambor el gwo-ka, que ritma nuestra bambula, pensó Jean.

    Siguió su lectura, pero esta vez saltando los párrafos por lo extenso y variado: "Definitivamente los cubanos supieron preservar sus tradiciones, en Martinica la música ritual se limita al Laghia y el Toumblac, es todo lo que se conoce de nuestros ancestros". A la salida Jean decidió encontrar sus amigos en "chez Doudou", el rincón de los antillanos. Se embutió en su abrigo de paño y apresuró el paso hacia el muelle, eterna atracción de los caribeños.  

     

    Dos islas, dos formas de poblar

    Lo que Jean no sabía, es que hubo diferentes maneras de poblar las islas. Cierto, colonos y colonizadores, ambos venían de diferentes horizontes, pero en Cuba la repartición de esclavos se hizo con ciertos criterios. Por ejemplo, la concentración de los Carabilíes en los puertos se debió a su gran resistencia física. La conformación de cabildos reforzó la idea de etnia y además facilitó las reuniones clandestinas como los abakuás (congregaciones secretas).

    La palabra de origen africano "ekobio", que significa hermano, se grabó en la jerga cubana y alude al principal motor de la idea de pertenencia a un grupo: el factor religioso. Hoy por hoy, y muy a pesar de la revolución, cada cual sigue la regla del Osha, más conocida bajo el nombre de santería, o la regla del Palo Monte, o se reúne en los templos de origen Arará.

    Por el contrario, los franceses no vieron un mayor rendimiento en la reagrupación de esclavos por etnias, sino que más bien vieron en esto un peligro. Ceremonias religiosas no católicas y celebraciones como el día de los reyes fueron prohibidas en las primeras décadas de la colonización. Los esclavos de diferentes orígenes se mezclaban cuidadosamente en las plantaciones, para dificultar la comunicación entre ellos, obligándolos con el tiempo a usar un francés aproximado. Eso confirma los postulados de Michael Foucault sobre el lenguaje y el poder. Desvinculados de sus sistemas de pensamiento original, la única alternativa es hacer uso del lenguaje del opresor, representando un rodamiento más del aparato de represión.

     

    Diferencias en el desarrollo cultural

    Con el curso de los siglos el castellano se uniformizó en Cuba. Solamente en los rituales aparecen las lenguas ancestrales. En Martinica, la población oprimida se debatió entera en un baño lingüístico extraño: el francés. En ese aprendizaje forzado se van a tejer simultáneamente lengua oficial y oficiosa. Con astucia se va conformando la lengua de la resistencia: el creol. Por su inmaterialidad las palabras podían vehicular dentro de la malla opresiva. Mientras que Martinica se aplicó en la creación de un bilingüismo cargado de ambigüedad, Cuba era un cultivo de múltiples ramas tan apretadas y mezcladas que dieron lugar a infinitos injertos. Como Anita, cualquier cubano está orgulloso de mostrar los resultados de ese fervor cultural; la cubanidad es ante todo la conciencia de ser cubano y la voluntad de quererlo ser. No es el caso de Martinica, el futuro de la familia de Jean está proyectado en la imitación de la metrópoli. Las instituciones educativas alienan. El sentimiento de realización de la señorita Salomón y los proyectos de Jean, muestran que para el martiniqueño la única vía hacia el éxito es la imitación. Se sustituyeron las plantaciones, "los cuellos blancos" y el turismo cortaron el espíritu creativo empresarial y artístico. Así los músicos amodorrados, terminaron repitiendo los mismos bejines en las discotecas de los complejos turísticos. Se "folklorizó" la isla en beneficio de los promotores. Esa desastrosa aculturación se coronó en 1946 con la departamentalización de la isla.

     

    Dos investigadores caribeños: el cubano Fernando Ortiz y el martiniqueño Edouard Glissant

    Iluminados por el pensamiento de José Martí, los cubanos vieron en la talentosa y magna obra de Fernando Ortiz (producto de años de dedicación y sacrificio) un apoyo a la idea de la conformación de la nación. Autodidacta, dotado de una metodología positivista, el famoso antropólogo crea dos términos para referirse a su valioso campo de investigación: afrocubanismo y transculturación.

    Sus compatriotas, considerando su independencia de España, pero también la amenaza dentro del huracán, los Estados Unidos, sintieron como una urgencia la valoración del mestizaje, gran determinante en la población de la isla; para mostrar las yuxtaposiciones y el amalgamiento de culturas que desembocan constantemente en renovación de sincretismos culturales y sobre todo para resaltar la impor- tancia de la presencia negra en la cultura cubana, debió recurrir a cierto atavismo en las obras Los negros esclavos, La africanía de la música folclórica de Cuba, Los bailes y el teatro de los negros en el folclor de Cuba.

    Fue seguramente esa forma de celebrar el mundo (en el sentido de Merleau Ponty) y la resistencia al sistema de opresión servil de los ñanigas, las que atrajeron el ojo escrutador del criminólogo Fernando Ortiz:

    Comencé a investigar, pero a poco comprendí que, como

    todos los cubanos, yo estaba confundido. No era tan

    sólo el curiosísimo fenómeno de una masonería negra lo

    que yo encontraba, sino una complejísima maraña de

    supervivencias religiosas procedentes de diversas culturas

    lejanas y con ellas variadísimos linajes, lenguas, músicas,

    tradiciones, leyendas, artes, juegos y filosofías

    folklóricas: es decir, toda la inmensidad de las distintas

    culturas africanas que fueron traídas a Cuba" (Ortiz,

    1975:15).

     

    La transculturación aludida en la obra de carácter lingüístico Un Catauro de Cubanismo fue presentada en su integridad por primera vez en la obra Contrapunteo Cubano del Tabaco y el Azúcar, en la cual presentó una generalización y rectificación conceptual de sus investigaciones precedentes. Allí sacó a la luz en toda su amplitud el mestizaje del paladar y la palabra, de la cocina y de la economía y por fin de la cultura cubana, aclarando siempre que ese proceso está en continuo movimiento y transmutación y que por supuesto se refleja en el arte. El antropólogo nos muestra que cada hecho tiene su anverso y su reverso, lo que nos muestra y lo que nos oculta, resulta a la vez revelación y enigma, que la antropología descifra e interroga. Con el azúcar y el esclavo transmigró el "Espíritu Santo", dando un nuevo sincretismo religioso, la santería, que se aleja tanto de sus orígenes africanos como del catolicismo español. Lo cierto es que para entrar en la santería el bautismo cristiano es obligatorio, aun si la santería tiene su propia ceremonia de iniciación, con el tablero de Ifa alrededor del cual catorce sacerdotes se reúnen un día entero para definir el santo del iniciado.

    Cuarenta años después el escritor y filósofo martiniqueño Edouard Glissant hace un balance de las naciones que se liberaron del colonialismo: el fracaso reina. Según el ilustre pensador caribeño hay que despertarse del sueño antropológico; él elogia la diversidad y su vivencia en la cotidianidad echó paso atrás conformándose en nuevas manifestaciones atávicas como por ejemplo la corriente de la negritud, fundada por el famoso escritor Aime Césaire.

    Fernando Ortiz y E. Glissant tienen en común el atrevimiento de estudiar las relaciones dominados–dominadores y viceversa. El primero partiendo de las plantaciones de azúcar y luego de las ciudades, mostró fusiones y nuevos sincretismos culturales en constante movimiento dentro del sistema piramidal de explotación. El segundo frente a la pobreza cultural de su isla debido a la constante represión francesa, hace de la relación una poética, dilatando centro y periferia, convirtiéndolos en un va y viene capaz de cambiar el imaginario hacia "lo composito", la identidad rizoma y por qué no, hacia "la creolización del mundo". Para entender mejor esas nociones empezamos en un primer tiempo por su antítesis: en 1946 el viejo mundo comenzaba a curar las heridas del segundo conflicto mundial. Aun bajo el choque del horrible genocidio causado por la ideología nación con raza pura, el antropólogo publicó El engaño de las razas. Entretanto en África del Sur se prepara el más terrible aparato de segregación racial: el apartheid, es decir, separación, el cual fue puesto en ejecución por los nacionalistas después de las elecciones de 1948. Impedir el contacto, la relación, es impedir la transculturación.

    Entonces se puede deducir que la transculturación es una resultante de la relación. Fernando Ortiz usa muchas metáforas para ilustrarla en su móvil complejidad social, cultural, religiosa y económica, es "palpable"; la relación es concebible pero no es posible abarcarla en su totalidad. La transculturación se observa, la relación se cuenta.

    Es por descripciones minuciosas, influenciadas por el marco antropológico orticiano que se inicia la magistral obra de Alejo Carpentier Ecué – Yamba – O:

    Azúcar, azúcar, azucara, azucarrá! ¡El ingenio es de ley¡

    Un olor animal, de aceite, de grasa, de caramelo, de sudor,

    se estaciona en el paraninfo que jadea y tiembla.

    Los conductos y las bielas tienen sacudidas y contracciones

    de intestinos metálicos. Una formidable batería

    de tambores redobla bajo tierra. Los hombres asexuados,

    casi mecánicos, trepan por las escalas y recorren plataformas

    sensibles a los menores fallos de los organismos

    atornillados que relucen y vibran bajo sudarios de vapor.

    La fábrica ronca, fuma, estertora, chifla. La vida se

    organiza de acuerdo con sus voluntades. La reducción

    de la finca de los Cué fue al beneficio de la compañía

    yanqui, ese fenómeno del latifundio acompañado del

    maquinismo, del colonialismo, de la trata de braceros del

    capitalismo.

     

    Maquinismo, extranjerismo, imperialismo, fueron denunciados por Fernando Ortiz en el Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar. Además del espacio en la novela de Carpentier surge el problema del tiempo:

    En todos los pueblos la evolución histórica significa siempre

    un tránsito vital de culturas a un más o menos reposado

    o veloz, pero en Cuba han sido tantas y tan diversas

    en posiciones de espacio y categorías estructurales

    las culturas que han influido en la formación de su pue-

    blo que ese amestizamiento de culturas sobrepuja en trascendencia

    a todo fenómeno histórico (…) toda la escala

    cultural que Europa experimentó en más de cuatro

    milenios en Cuba se pasó en menos de cuatro siglos. Lo

    que allí fue subida por rampa y escalones, aquí ha sido

    progreso a saltos y sobresaltos. (Ortiz, 1987:87)

     

    Edouard Glissant piensa que lo diverso "concretado y sacudido por el tiempo escapó a la paciencia de la norma, porque fue precipitado en el mundo por necesidad, opresión, angustia, cupididad de donde la imposibilidad ‘des cultures composites´ de haber vivido su era de clasicismo". El barroco es definitivamente el lenguaje del mestizaje. La elipse y el miedo al vacío tienden a naturalizarse. Regresemos a Ecué-Yamba-O. El capítulo el Embó ofrece un maravilloso ejemplo de transculturación tocando el misterio del más allá. Menegildo entró en el bohío del viejo Beruá: Es el color el que anuncia "la combinación", el rojo por ejemplo de Santa Bárbara deja entrever a Shangó. El supuesto "mestizaje" si podemos llamarlo así varía dentro de los santos, por ejemplo la Virgen de la Caridad, Oshun, tiene un sincretismo de menor grado que Santa Bárbara.

    Lo interesante es que esa simbiosis aparece claramente en las representaciones y no en los mitos, el principio de filiación queda intacto. Consultar un santero significa inevitablemente interrogar a su santo, la abuela de Anita era hija de Yemayá. Edouard Glissant ve en los mitos una violencia escondida porque rehúsa absolutamente la presencia del otro como elemento de relación. Según Fernando Ortiz la inecuación ciencia y mito aniquila el concepto de raza en favor del de cultura, a ese propósito unas décadas antes José Martí dijo: "No hay odios de razas, porque no hay razas". Fernando Ortiz desarrolló la idea de que no existe una raza cubana, el etnos no es la médula de la cultura, sino un resultado cambiante de sus transformaciones y evolución histórica. El etnos encuentra en el mestizaje transfusión permanente en todas las facetas culturales. Edouard Glissant complementó:

    No se podría sostener que cada cultura particular constituye

    un elemento primero entre todos aquellos que entran

    en juego dentro de la relación, puesto que ésta define

    los elementos así dispuestos al mismo tiempo que los

    cambia; ni se puede afirmar que cada cultura en particular

    es reconocible dentro de su particularidad, puesto que

    no es posible discernir su límite propio dentro de la relación.

    Cada cultura particular se anima del conocimiento

    de su particularidad, pero este conocimiento no tiene fronteras.

    De la misma forma no se puede descomponer cada

    cultura particular en elementos primeros, puesto que su

    límite no es definido y la relación juega a la vez un rol

    interno (de cada cultura a sus compuestos) y un rol externo

    (de esa cultura con respecto a otras que le interesan).

    La definición de su rol interno es infinita, es decir

    a su vez no reconocible, puesto que los constituyentes

    de una cultura si bien son referenciables, no pueden ser

    llevados a la indivisibilidad de elementos primeros. Una

    definición tal es operatoria. Ella nos permite imaginar

    (Glissant, 1990: 183).

     

    Es por eso que la cultura popular jugó un papel fundamental en la conformación de la nación cubana. El problema que plantean los mitos es complejo porque deja entrever "une culture composite" o mestiza atraída por la identidad–raíz, por esa capacidad de transbordarse inicialmente y luego transmutarse, pero sin desbocar en una transformación. Una explicación posible puede ser la resistencia de los oprimidos a la misión cristiana; otra el factor tiempo, obviamente es fácil cambiar el imago que el imaginario. Es a partir de los años cincuenta que los artistas tomaron conciencia de esa ambigüedad.

    Por ejemplo las obras en madera y en mármol del gran escultor Agustín Cárdenas señalan de forma a la vez serena y atormentada la irrupción en la cultura moderna de una sensibilidad mestiza, que muestra que el arte es a la vez la confirmación de algo y creación de algo nuevo. Levi-Strauss aclaró que el mito aunque perteneciendo al reino de la palabra y el lenguaje, puede ser también una entidad absoluta en un tercer nivel distinto al lingüístico.

    Pero veamos ahora el efecto del imaginario en la oralidad y subsecuentemente en la palabra escrita en el Caribe. Existe una gran diferencia entre Cuba y Martinica en cuanto a la oralidad y particularmente en su respuesta ante la represión. Tanto los españoles como los franceses obligaron a las diversas poblaciones a expresarse bajo el denominador común del idioma del opresor. Tal vez por el hecho de haber sido más permisivos en Cuba en lo concerniente a las reagrupaciones étnicas se mantuvieron ciertas lenguas africanas en momentos específicos como en los rituales, no se sintió la necesidad de crear una nueva lengua como sucedió con el Creol en Martinica.

    En esta isla los esclavos de diverso origen fueron mezclados adrede para disminuir los riesgos de rebelión, pero pasaron las generaciones y esa "ingenua imitación del francés" como la consideraban colonos muy equivocadamente, se volvió una lengua con la connotación "du detour", término utilizado por Edouard Glissant: es decir "sí", pero teniendo en el espíritu la posibilidad "del no" del cimarrón a una situación que inicialmente no es alienante pero en la profundidad se descubre el trauma (como por ejemplo el caso de la profesora Albin). El imaginario se nutrió del "detour". En el uso de la palabra el sentido oculto aun es común, el misterio penetraba las veladas animadas por "le maitre de parole". Mientras que el mito dé pautas para imaginar la génesis, el cuento extiende sus misteriosos meandros, complaciéndose, según E. Glissant, en "offrir un convenir de langage el d´obscurité, par oú perdure en toute l´imprévu de la parole: comme d´une epaille gransissant sess lunes, sur des ombres sculptées".

    El mito aclara, pero el cuento declama. Fernando Ortiz en El engaño de la razas y Edouard Glissant en Le traité du Tout Monde, notaron en el mito, es decir en el verbo, una búsqueda de parte de las culturas atávicas de relacionar lo sagrado con lo territorial (que no lo terrenal). La desaparición en el archipiélago de los Arawaks y de los Caribes, la transformación de las islas en lugar de paso y luego de concentración de esclavos, la aparición del latifundio, tuvieron como resultado una desvinculación de la población con las tierras de las islas. Es una de las razones (acompañada por supuesto con las inclinaciones religiosas) que explica la resistencia de los mitos, es decir de los atavismos africanos destruidos y dominados.

    España y los Estados Unidos estaban interesados en Cuba por su situación geopolítica y por los frutos de su producción agrícola, no existió la idea de implantar una cosmovisión para someter a la población; por eso la génesis africana siguió en el imaginario, el mito se volvió una especie de cordón umbilical con esas tierras lejanas. Fernando Ortiz, para retomar un término de la criminología, hace una "reconstrucción de los hechos" a un período de tiempo preciso, observa y recopila (por ejemplo la presencia de los mitos abunda en sus estudios sobre los bailes cubanos). La posición de Edouard Glissant como primer "teorizador sobre lo diverso" (para no usar la palabra mestizaje de carácter restringido) ve en el mito una alienación, una referencia que no corresponde a la riqueza de lo compuesto. Opone a las culturas atávicas las culturas "compositas", nacidas del choque, del abrazo de las culturas. Es tiempo de contar sus constelaciones y alejarse del lineamiento del tiempo.

    Glissant se aparta de la opacidad del mito para fundirse en la transparencia del multilingüísmo del cuento antillano, opuesto al monolingüismo del centro, rompiendo las fronteras de la oralidad con lo escrito, así como las mareas que en un va y viene transforman la palabra gravada en la roca del acantilado. Patrick Chamaseau famoso escritor martiniqueño discípulo de Glissant exclamó: "O vieux paroleurs, maitres de la blangue, conteurs de hautes vieillées, oui vous cueilleurs du verbe desous les desespurs, je reprends la parole où vous l’aviez laissée, aussi libre et infidèle que vous l’étiez vousmême" ( Chamaseau, 1989) "Infidèle" porque no cesaron de transformar las narraciones "maitre de la blangue", contrariamente al choteo cubano de carácter social, el cuentero martiniqueño sorprendió por su disposición a acercar sin descanso los elementos más heterogéneos de lo real. Pierre Reverdy constató que la misma operación se efectúa en la poesía: la puesta en relación.(Glissant, 1990).

    ¿Por qué un científico como Fernando Ortiz sintió la necesidad de "hacer literatura" en la primera parte de su obra Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar? ¿No sería por hacer de la relación, a lo que E. Glissant llama el caos mundo, es decir, lo imprevisible nacido de los encuentros de culturas, una poética? Por otra parte el filólogo E. Glissant nos recuerda que la ciencia de hoy se acerca al barroco al estudiar lo imprevisible de lo relacionado.

    Tanto el científico cubano como el pensador martiniqueño siguieron los mismos rasgos. E. Glissant opta por el pensamiento de la traza en oposición al pensamiento de sistema: se reconoce en la traza lo que nos pone en relación (Glissant, 1997). La traza va en la tierra que nunca más será territorio; es la manera opaca de aprehender la rama y el viento. Ser uno mismo de y hacia otro. Es la arena en el verdadero desorden de la utopía.

    Es el imaginario influido por la filosofía de Gilles Deluize y Félix Guattari, llamado por E. Glissant Poética de la Relación, lo que va a permitir a ese nomadismo descrito anteriormente, concebir la identidad–rizoma. E. Glissant creó un salto teórico importante: el de hacer volar en pedazos el enfoque insular y nostálgico de las identidades para coser el tejido del mundo siguiendo el mosaico móvil del Caribe.

    …Nous abdiquens pas à nos identités quand nous nous

    ouvrons à l ’Autre, quand nous realisons notre etre

    comme participant d’un rizhome étincelant, fragile et

    menace mais vivace et obstiné, qui n’est pas un

    rassemblement totalitaire, où tout se confondrait dans tout,

    mais un système non sistematique de relation, où nous

    devinons l’imprevisible du monde (Gilssant, 1997 : 248)

     

    Fernando Ortiz en el Engaño de las razas ya había tocado intuitivamente un punto delicado, cuando recopilando el pensamiento de Ralph Linton dice: Resulta algo cómico que los principales expositores de la teoría de la superioridad de las razas puras sean habitantes de Europa, una de las partes del mundo más intensamente híbridas. Es dificilísimo que pueda existir en la actualidad un sólo europeo que no tenga por lo menos un antepasado híbrido. La inmensa mayoría de los europeos son producto de una larguísima serie de cruzamientos (Ortiz, 1975: 329).

    La sed de extensión del poder de un pueblo lo desvía de su real identidad, se niega a sí mismo su hibridez, amenazando al otro a través de la violencia del totalitarismo. ¿Por qué por ejemplo al mismo tiempo en el Medio Oriente, Irak, Irán, Turquía y la ex Unión soviética, persiguieron a la minoría Kurda? Otro tipo de pregunta se podría hacer en nuestro continente: ¿Cómo se perciben nuestras culturas compósitas en los medios de comunicación? Sí, la atracción por el atavismo es el principal fracaso del postcolonialismo.

    Hay que recordar que Edouard Glissant trabajó para la UNESCO y además es representante en el Parlamento Internacional de los Escritores, eso explica en parte su posición. Los lugares comunes actuales no tienen eficacia alguna, por ello escribe: "donde los sistemas y las ideologías fracasaron, sin renunciar a la negación o al combate que tú debes llevar a cabo en tu lugar particular, prolonguemos a lo lejos lo imaginario, por una explosión infinita, y una repetición al infinito de los temas del mestizaje, del multilingüísmo, de la creolización".

    Cúcuta, 2003

     

    Referencias

    Barnet, M. (1998). La fuente viva. La Habana: Editorial Letras Cubanas.

    Chamoiseau, P. et Confiant, R. (1999). Lettres créoles. París : Editions Gallimard.

    Coquerel. (1992). L’Afrique du Sud des Afrikaners. Bruselles : Editions Complexe.

    Glissant, E. (1990). Poetique de la Relación. Poetique III. París :Gallimard

    Glissant, E. (1981). Le discours antillais. París : Seuil.

    Glissant, E. (1997). Traité de Tout – Monde. Poetique IV. París: Gallimard.

    Guerra, R. (1993). Calibán danzante. Caracas: Monte Ávila Editores.

    Ortiz, F. (1987). Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar. Caracas: Biblioteca Ayacucho.

    Ortiz, F. (1975). El engaño de las razas. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales.

    Ortiz, F. (1999). Etnia y sociedad. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales.

     

    Patricia Mazeau de Fonseca

    En Revista Virtual Contexto, Volumen 8 – No. 10 – Año 2004.