El genocidio después del genocidio: de la memoria heterónoma a la justicia autónoma (página 2)
Enviado por Pablo Julián Hupert
También el protagonista del cuento "El Aleph" deseó –"con melancólica vanidad"– que todo se detuviera en el instante de la muerte su amada Beatriz Viterbo.[25] La reparación instantánea es imposible. Incluso es dudoso que la reparación siquiera diferida sea posible ?ni siquiera con el artilugio de la indemnización. Es justicia subjetiva, justicia como tarea propia, justicia autónoma, la que crea condiciones para habitar luego del daño infame, aquella que pone un sentido ?allí donde el sentido genocidado es irreponible. Esta justicia autónoma es justicia aquí y ahora no en el sentido de que sea instantánea, no en el sentido de que sea en el mismo lugar, sino en el sentido de que no difiere a Otro (sea Dios o el Estado) la realización de justicia ni la transfiere al futuro.
En tiempos de liquidez (como la llama Bauman), o de, sencillamente, retiro del Estado-nación y égida del capital financiero, ¿qué es hacer justicia? La justicia, clásicamente —modernamente—, ha sido poner las cosas en su lugar según manda la Ley. Cuando alguien se descarriaba, la justicia decía en qué punto estaba su desvío y cómo reacomodarlo (o, más bien, cómo, con una sanción, reacomodar la vida de la víctima y de la sociedad, amenazadas porque su Ley originaria había sido infringida).
Pero, ahora, cuando comprobamos que la Ley se cumple muchas veces menos que las que se la infringe, que vemos que los criminales que cometieron crímenes de lesa humanidad son encarcelados o ajusticiados de la manera que fuere muchas veces menos que las deseables; ahora que vemos que los Estados nacionales (esos que instituyeron la justicia moderna) suelen necesitar un genocidio para fundarse;[26] ahora, cuando nadie oye nuestros gritos;[27] ahora, cuando las condiciones son de fluidez y no de sólida normatividad exhaustiva; ahora —es decir, dadas todas estas condiciones—, ¿qué es hacer justicia? Y específicamente aquí: ¿qué es hacer justicia para los afectados por el o los genocidios?
En primer lugar, hacer justicia no puede ser solamente encarcelar, juzgar y castigar a los culpables, sino la tarea subjetiva de poner las cosas en su lugar según necesidades también subjetivas y no ya según los mandatos de un Padre legal. No es la Ley la que hay que hacer tener vigor sino que hay que configurar la situación, hay que encarar una tarea que configure los datos de la realidad según las necesidades de relanzamiento del sujeto. Gebürtig es relanzado porque encara la tarea de testificar para que se juzgue a un criminal, y no porque se lo condene. Gebürtig, subjetividad moderna, no puede darse por relanzado cuando se entera de la falta de méritos que deja libre al SS contra el que él testificó; en nuestras condiciones (condiciones posestatales pero también condiciones pos-posgenocidas, pos-pos-sobrevivencia) es el abordar la tarea subjetiva —y no el consumarla objetivamente— lo que relanza al sujeto. Es el tomar la tarea como propia —y no el dársela a un Tercero para que la consume— lo que relanza al sujeto.
Por otro lado, están los que dicen que la justicia, si bien no repone a las víctimas sus pérdidas, compensa, repara de alguna manera el vacío. Es una visión corriente, comúnmente aceptada, pero no hace otra cosa que mantener a la víctima en lugar de víctima, un lugar objetivo, sin otra tarea que esperar, seguir esperando –en este caso, reconocimiento. Sin estados nacionales ni jueces ni aparato judicial moderno, la justicia es una tarea del sujeto. Cuando hay suprainstancias, la justicia puede ser algo que se otorga, que se recibe, que se imparte. Cuando no hay eso, cuando sólo somos carne humana ante la posibilidad o el hecho de haber sido animalizados, no hay otra cosa que la justicia por pensamiento propio. Digo esto parafraseando eso de "justicia por mano propia", pero la justicia por mano propia tiene muy poco de pensamiento y de subjetivación. La justicia por mano propia busca poner a la víctima en lugar de victimario; donde no rige Ley, busca hacerla regir infringiéndola (sobre todo, en el sentido de que la víctima debe permanecer víctima). La justicia por pensamiento propio es ese pensamiento por el que la víctima deja de ser víctima situándose después de la pérdida. La justicia manual certifica y exacerba la crisis de la justicia estatal y legal; la justicia subjetiva opera –es decir, legisla– en condiciones pos-legales.
En tercer lugar, admitiré que esta forma de entender lo justo resuena a la antaño proclamada justicia popular. ¿Es lo mismo pensar la justicia como tarea y como justicia popular? Puede ser, pero depende. Antaño, leíamos la consigna justicia popular como la propuesta de una justicia también estatal pero de un Estado cuyo poder lo había tomado el Pueblo. Era una justicia con supra-instancia. Esta lectura no era del todo equivocada, pues concebíamos la justicia popular como mecanismo "más justo" de vigorización de la Ley (del Estado o del Pueblo). Dejo por ahora de lado el asunto de que hoy no se puede hablar de un pueblo; aquí importa pensar el hecho de que hoy no se puede hablar de una supra-instancia (ni de un Estado ni de un Pueblo ni de una Voluntad General). Y el hecho de que, cuando se dio históricamente, la justicia popular no se dio siempre como parte de un proceso de toma del poder del Estado: los partisanos europeos practicaban sus juicios. Antaño podríamos haber leído que esa práctica justiciera mostraba un proceso revolucionario incompleto. Hoy debemos leerla como afirmación subjetiva en condiciones de no-vigencia de la Ley: hoy es más activo leerla así (hoy = en condiciones de derrumbe del dualismo lógico, ontológico, sociológico y social = en ausencia de Estado y en general de todo dispositivo con función de Padre = en ausencia de supra-instancias). La justicia-tarea es justicia popular no en el sentido de que la hace el pueblo sino en el sentido de que es una justicia que se hace desde el llano. También, es justicia popular en el sentido de que produce un sujeto emancipado y es ella misma un acto emancipado-emancipatorio. Sobre todo, es justicia popular en el sentido de que produce justicia para el mismo sujeto que —peleando, testimoniando, amando, pintando o como sea— deviene justiciero, en el sentido de que no delega la capacidad de justicia, en el sentido de que es "autojusticia".[28]
La diferencia decisiva está entre el reclamo de justicia y el acto de justicia. Si la justicia es una tarea a apropiarse, reclamarla producirá injusticia (Gebürtig lo comprobó duramente); habrá que actuarla (la organización HIJOS nos lo enseñó con sus escraches[29]
La justicia "suprainstancial" o representativa es la de las víctimas que pugnan por reconocimiento, o compensación.[30] Si el pensamiento del genocidio continúa centrado en la memoria del sufrimiento y la visión victimal de lo humano, continuará induciendo al reclamo de justicia, a la pasividad respecto del pasado y de la propia situación. Y de este modo, además de no ser pensamiento, se arriesga a ser injusto con sus sujetos.
Lo objetivo y lo subjetivo según la justicia autónoma
El tribunal de Gebürtig finalmente libera al SS pues estima que no se lo ha reconocido fehacientemente. Gebürtig rompe entonces con Sussane y se escapa de Viena. O sea que, cuando se frustra la esperanza de justicia tribunalicia, cae el amor. Vale decir, cuando el apoyo de la justicia está en Otro, los otros se tornan irrelevantes.[31] Cuando los otros son el apoyo de la operación de justicia, es el devenir un sujeto, lo que la sostiene. En este caso la relación Gebürtig-Susanne es lo que sostiene la salida subjetiva del campo.
Gebürtig es una película sobre cómo salir subjetivamente del campo, pero no solamente eso; también es una película que muestra dos vías de salida del campo: una es la vía de la justicia popular, mientras que otra es la vía de la justicia tribunalicia, la justicia suprainstancial. A Gebürtig le parece que lo que no reconoce el juez como reconocimiento del SS del campo de Ebensee es suficiente para que las operaciones realizadas hasta el momento por él caigan, y no puedan ser sostenes de su salida subjetiva del campo. El amor, el duelo de los padres, el contacto con sus vecinos, la transformación de Viena en una ciudad habitable para él a través de los contactos, el duelo y el amor, son operaciones que valen menos que el dictamen de un juez.
Estamos entre la vía de la justicia hecha desde el llano y la de la justicia hecha desde una instancia superior. La que se hace desde el llano, se hace con otros y con otros permite atravesar una catástrofe. La justicia hecha desde una instancia suprema es justicia hecha con Otro que no permite atravesar sino que ayuda a reconocer. El reconocimiento, la testificación, es la operación clave de la justicia suprainstancial. En cambio, la justicia desde el llano tiene como operación emblemática el testimonio de la catástrofe y el atravesamiento del problema que la catástrofe trajo aparejado. Este atravesamiento se consuma porque se hace con otros; se hace prácticamente, pero es subjetivo, y es justicia subjetiva porque es una justicia que no requiere de una instancia contempladora externa y tercera que sancione que eso existió, pues el testimonio no lo necesita.
Si el testimonio supone la producción de la experiencia que se va configurando como tal en el registro mismo, así como el sujeto capaz de enunciar esa configuración, también el testimonio requiere de otro: el testigo. El testigo será aquel con el cual componer sentido, el término que posibilite la puesta en juego de la producción del testimonio, de las operaciones para dar cuenta de la experiencia, aquel que sea capaz de ser interlocutor afectado por la producción del sujeto del testimonio. Los sobrevivientes de la Shoá testimoniaban ante otro que escribía (Vanessa Aiello, "Figuras de la subjetivación", en Campo Grupal 56, Buenos Aires, mayo de 2004).
El testimonio hace que lo que ocurrió haya ocurrido, y esto no depende de un Otro que lo reconozca sino de la composición sobreviviente-testigo. En cambio, la justicia con Otro, la justicia de instancia superior es una justicia objetiva porque requiere de (y establece) una sanción hecha por alguien externo a la situación, investido de capacidad de inscripción de los hechos como hechos efectivamente ocurridos para el conjunto social instituido.[32] Si la justicia subjetiva instituye el valor que sanciona, la justicia objetiva sanciona distribuyendo los valores morales establecidos; si la primera construye su propia racionalidad, la segunda "da la razón".
La justicia con otros, la subjetiva, la de nosotros, produce, instituye; la justicia de Otro es la reproducción simple o ampliada de lo instituido. La justicia con otros es autónoma; la de Otro es heterónoma.
Justicias autónomas
Por no ser formales ni tener la pompa de lo instituido, las justicias autónomas son menos visibles que los juicios heterónomos. Por ser necesarias, sin embargo, son muchas. Se ha mencionado el escrache (ver nota 57) y el amor (ver pág. 48). Aquí presentaremos algunas otras que pudimos detectar.
Hijos y nietos
Retomo el libro de José Murillo con el cuento "Gabi". Gabi es el hijo de Claudia, la "DT montonera"; sus padres han desaparecido y vive con sus abuelos maternos.
La abuela no sabe qué hacer ni qué decirle (ob. cit., pág. 153).
Lo que se acaba con un genocidio es la posibilidad de contarle un cuento a un chico para que se forme, para que supere los miedos de la infancia y se constituya subjetivamente.[33] Los mayores se quedan sin cuentos para los menores: "Gabi y los abuelos han quedado inmersos en un vacío de angustia, de desasosiego" (ob. cit., pág. 156).
La pregunta entonces es qué es justicia para un hijo de desaparecidos (y cómo la hace) y qué para un nieto recuperado (y cómo la hace), cómo la efectúa o cómo se (le) efectúa.
En el reportaje que siguió a la proyección de su película Nietos, Benjamín Ávila —él mismo un nieto recuperado— dijo que el punto de partida para la construcción de la familia (digamos: el punto de partida para la afirmación subjetiva) es lo justo, y que lo considera más importante que mostrar el horror.[34] Aquí la construcción de la propia familia y lo justo son lo mismo. No es reconstrucción de la familia (cosa imposible faltando las piedras basales del edificio –el padre y/o la madre–) sino de construirla sin planos previos: determinar una indeterminación, inventarla. Construir familia es justo, realizar un documental que muestra cómo los nietos recuperados se ligan con su familia originaria es justo, es atravesamiento del horror, es superación de la disociación efecto del genocidio.
Veamos el procedimiento por el cual los hijos de desaparecidos realizaron esto. ¿Cómo relacionarse con un padre desaparecido? ¿Cómo constituirme como hijo si hace poco, luego de adolescente, me enteré de que mi padre era otro, y ese otro está desaparecido, y ni siquiera sé si está muerto? La vulgata dice que contra el olvido usemos la memoria. Debería, entonces, para llegar a ser su hijo, aprenderme de memoria al padre que desaparecieron. Y aquí viene el problema: lo que puedo memorizar no son sino fragmentos, y esos fragmentos no tienen un sentido, porque no están en una estructura —están boyando en la fluidez contemporánea. Pero tal vez –dice HIJOS– pueda componerlos entre sí, componerme con ellos, componerme con otros que tienen sus fragmentos para construir una relación con mi padre desaparecido.
Las instituciones que tradicionalmente tramaban la relación paterno-filial constituyéndose en dispositivos coadyuvantes del dispositivo familiar, como la escuela e incluso el orfanato, estaban incapacitadas para tramar una relación paterno-filial con un padre desaparecido. Las instituciones, agotadas tras la arrasadora inundación globalizadora, no tenían un saber que dispusiera las cosas de tal modo que estos hijos con padres desaparecidos pudieran filiarse. En este punto de no-saber llegó HIJOS, no una institución con saber sino una organización para pensar.
Definirse… les llevó un mes de discusiones en asambleas. "Pero no hacerlo hubiese sido contradictorio con el discurso de que la dictadura nos afectó a todos", señala Paula.[35]
Para filiarse, los hijos debían juntarse con otros hijos, componerse ellos como fragmentos de una filiación con otros fragmentos de otras filiaciones, con otros fragmentos de recuerdos y de balbuceos, y tener como padres a sus padres desaparecidos. Y, pieza clave de esta composición filiadora, hacerles justicia a los padres desaparecidos escrachando a los desaparecedores. Ni la reunión con otros hijos de desaparecidos ni el escrache de los desaparecedores hacen aparecer a los padres, pero configura a los hijos como hijos de esos padres y como hermanos entre sí.
No hay saber sobre cómo ser hijo de un desaparecido; luego, hay que pensarlo. No hay institución donde saber eso; luego, hay que pensarlo con los hermanos. "Todos somos hijos de la misma historia".[36] La enseñanza de HIJOS suena rara: para ser hijo en ausencia de padre hay que tener hermanos que no sepan, como no lo sé yo, ser hijo en ausencia de sus padres.
El procedimiento que practicó HIJOS es la hermanación. Es por cierto, un procedimiento justiciero autónomo: caído el Otro (sea padre o institución), me constituyo como hijo en mi devenir sujeto con otros.[37]
La justicia del guión: una tarea de fidelidad a lo genocidado
Tesis: la fidelidad a lo borrado por los nazis está en el trabajo con el guión. En otras palabras, en la puesta de la posibilidad de un guión y en el trabajo sobre ese guión, y no en la restitución de objetos culturales o la importación de sujetos culturales.
Mantuve entrevistas informales con Lucas Fiszman,[38] un judío descendiente de alemanes que estuvo en Alemania en 2003 y 2007.
Allí se hizo amigo del nieto de la novia alemana de su abuelo adoptivo (tío abuelo de sangre); me decía "no solo los judíos perdieron Alemania, sino que los alemanes también perdieron a los judíos". También me decía "nunca se va a poder recuperar la cultura judía alemana". Y contaba que los alemanes se sienten satisfechos y como si hicieran una reparación histórica cuando inmigran los judíos rusos (y cuanto más ortodoxos, mejor). O cuando constatan que hay dos o tres mil judíos en tal ciudad (en la que antes de la Segunda Guerra había cien mil y ninguno después de la Guerra). Me decía también que los judíos alemanes criticaban a los judíos rusos por hablar mal el alemán y se indignaba.
A Lucas le molesta la ilusión de restitución de lo que los nazis arrasaron y la autosatisfacción alemana por la "vuelta" de los judíos y sus cosas. Del insidioso supuesto de que ahí reside la fidelidad a lo matado por los nazis. Lucas se hizo amigo de Kai, a quien conoció en un viaje anterior, en cuya casa se hospedó y a cuya hija cuidó en varias oportunidades en el último viaje. A Lucas le pareció mucho más victoria contra los nazis esta relación, esta construcción de algo (así le dijo él: algo), que la reconstrucción de la sinagoga de Dresde o el Museo Judío de Berlín, incluso más que la radicación de judíos rusos en Alemania o la existencia de una comunidad judía de Dresde.
Entiendo lo siguiente. No hay justicia allí donde se busca reposición de lo perdido, por lo demás imposible, sino donde hay posición del guión, donde se pone el guión. Allí donde hay Museo Judío de Berlín o sinagoga reconstruida de Dresde, lo que hay es puro símbolo, puro imaginario de reparación: cartón pintado, les dice Lucas. Es puesta de objetos judíos y por lo tanto es reparación "simbólica" y por lo tanto es realización simbólica del genocidio, pues es una construcción que se monta sobre la destrucción de lo judío-alemán, mientras que allí donde hay guión, donde hay relación sujeto a sujeto, lo que hay es construcción real de algo liquidado por los nazis. Y lo liquidado por los nazis es el guión, precisamente.
Hasta el momento estábamos objetivando el genocidio nazi, y asumiendo que estos se limitaron a matar a los judíos, los gitanos y demás minorías. Pero "yo creo que Alemania también perdió algo al matar a los judíos", dijo Lucas. No nos dábamos cuenta de que al matar a los judíos alemanes mataron la relación entre Alemania y lo judío, o la relación entre alemanes no-judíos y alemanes judíos. Mataron lo judeo-aleman. Al exterminar uno de los términos de la relación, exterminaron el guión. El guión es una subjetividad activa. El guión es esa indeterminación sobre la que se puede trabajar. La importación de judíos del exterior no establece ningún guión, sino que trae piezas que se consideran de museo.
El guión no es una objetividad positiva (como un museo o una sinagoga) sino una relación indeterminada que se construye en la relación. Es una exigencia vacía, una tarea que supone un sujeto para su realización. Por lo tanto, no es objeto sino sujeto. El guión hace justicia a lo liquidado por los nazis. El guión es la tarea de la justicia consigo mismo. Era en este sentido que Lucas decía que su relación con Kai es real mientras que la reconstrucción de una sinagoga es simbólica. Esa relación hace justicia a la injusticia de que el judío alemán Hans y la alemana Ilse no hayan podido amarse y de que la descendencia de Ilse y el difunto Billi no haya podido relacionarse con Hans y su familia. Esa relación hace salir del campo de concentración subjetivo a los descendientes de una y otro.
O sea que la justicia no está en que vuelve lo mismo sino en que hoy ponemos en nuestra situación un término indeterminado (aquí, el guión) que fue (decidimos desde hoy) ese cuya liquidación ayer nos marcó hasta hoy y a partir de cuya puesta podemos ir más allá de cómo el genocidio nos marcó. Este ir más allá, este devenir otro con otros, es la tarea cuya determinación encaramos en tren de hacernos justicia.
Síntesis
En la siguiente tabla esquematizamos los modos activo y reactivo (o autónomo y heterónomo) de afectación posgenocidio.
Dimensión | Lo reactivo | Lo activo | |
Campo | Derecho | Ética | |
Objetivo | Juicio | Libertad | |
Estrategia | Veredicto | Verdad | |
Operación | Justicia objetiva | Justicia subjetiva[39] | |
Objetivo de la operación | Castigo del victimario | Liberación de la víctima | |
Protagonista de la operación | El Otro | Un nosotros | |
Alcance de la operación | General | Singular; tal vez universal | |
Recurso general | Memoria | Duelo + justicia subjetiva | |
Respuesta a las marcas del sufrimiento | Conservación | Dialectización[40] | |
Actitud vital | DE las marcas | A PARTIR DE las marcas | |
Procedimiento subjetivo | mendicidad de reconocimiento | Acto | |
Efecto | Parálisis | Subjetivación |
El modo reactivo es efecto de las realizaciones simbólica y subjetiva del genocidio; es objeto determinado por el posgenocidio. El modo activo atraviesa el efecto; es sujeto determinante del inicio de un tiempo pos-posgenocidio. El reactivo, el memorioso, el concentrado, se acomoda en el espacio de muerte que el genocidio dejó. El activo, el fiel, el justiciero, habita (porque la produce para continuarla) la estela de verdad que el genocidio mató.
La modernidad había naturalizado el supuesto de que vivíamos luego de muertos en el recuerdo que dejábamos entre los vivos (cfr. J. L. Romero, La revolución burguesa en el mundo feudal). Ahora bien, lo cierto es que luego de muerto no se vive por el recuerdo sino por obra de una fidelidad.[41] ¿Fidelidad a qué? Eso lo decide —en acto más que concientemente— cada procedimiento autónomo (un tal Lucas y un tal Kai fueron fieles al guión que su relación produjo; unos hijos, al principio de justicia popular que el escrache activa; unos nietos, a la familia originaria que su recuperación construye; Gebürtig, al amor; etc.).
Para Badiou, en todo acto hay un dispararse a la inmortalidad en tanto hay inventar, y en tanto lo hay, hay relanzarse a la inmortalidad. Pues el acto inventivo se inmortaliza cuando viene otro, en otra situación, a ser fiel al principio de ese invento. La inmortalidad de San Pablo, por ejemplo, no depende de San Pablo, sino de quién toma a San Pablo a su cargo para continuarlo. Así que hay muertes y asesinatos. Pero existe la inmortalidad de los actos subjetivos si un acto subjetivo presente toma, es fiel, al acto subjetivo pasado para continuar su principio (no para repetir el acto mismo).[42]
Lo único que podemos hacer para liberarnos de la realización simbólica y la subjetiva no es elegir bien qué tipo de memoria construir (eso ayuda por supuesto), sino hacer el duelo de lo matado, declararlo absolutamente muerto y pasado, y encontrar el principio de lo matado al que serle fiel, el principio que queremos vivificar y que nos vivifica en nuestra situación. No se trata pues de reconstruir una identidad, la identidad verdadera que tuvieron las víctimas (y que la memoria corriente les niega), sino de asociarnos hoy con nuestras potencias, entre las que se cuenta tener una relación con el pasado que no sea ni particular ni general sino singular.
Digámoslo con palabras de trovador:[43]
No son sólo memoria,
son vida abierta,
son camino que empieza
y que nos llama.
Cantan conmigo,
conmigo cantan.
El canto es en nuestra situación; podemos cantar con ellos, pero no podemos cantar su canto, sino con ellos el nuestro. En términos de Víctor Jara, "Aquí hermano, aquí,/ sobre la tierra,/ el alma se nos llena de banderas". Las banderas son para aquí, sobre la tierra; no vamos a bajar a recoger los estandartes que fueron a sus tumbas; levantaremos, con los hermanos enterrados, nuestras banderas sobre la tierra.
En suma. No "inocentizaremos" a los que desaparecieron (pues la relación con ellos sería particular, es decir, asesina), ni obedeceremos a los exterminados (pues en este caso la relación con ellos sería general, es decir, moral), sino que los traeremos a nuestra situación para usarlos como insumo para habitarla. En este caso la relación con ellos sería singular, es decir, ética, es decir, justa.
Autor:
Pablo Julián Hupert
[1] Este trabajo continúa al menos dos trabajos previos: “Consideraciones estratégicas para una enseñanza no-victimal del genocidio” (disponible en www.pablohupert.com.ar/consideraciones-estrategicas.html), expuesto en el Congreso Latinoamericano de Aprendizaje y Enseñanza de la Shoá / Holocausto, y de “Del reclamo de justicia a la justicia como tarea propia” (disponible en www.pablohupert.com.ar/del-reclamo-de-justicia-al-alto-de-justicia.html), expuesto en el V Encuentro sobre Genocidio, publicados por la Fundación Memoria del Holocausto y el Centro Armenio respectivamente, y ampliados y profundizados en sendas conferencias en AMIA en mayo y junio de este año. Un primer planteo se me esbozó en “La vida después del testimonio” (disponible en www.generaciones-shoa.org.ar/espanol/textos/textos_lavidadespues.htm).
[2] Austria, 2002, dirigida por Robert Schindel y Lukas Stepanik, basada en la novela homónima de Robert Schindel.
[3] Primo Levi cuenta el recurso que inventó para superar esta desubjetivación o victimización. Una forma de desubjetivar a alguien es que no se vea por años en el espejo, además de no llamarlo por su nombre. Primo Levi se ponía frente al vidrio de las ventanitas y hacía de cuenta que se afeitaba. Mirándose, afeitándose, mirando su reflejo en el vidrio, mantenía algo así como una identidad, una subjetividad. Gracias al psicoanálisis sabemos que el espejo es constitutivo de la identidad, que hace falta una mirada que me mire para constituir mi subjetividad.
[4] Carlos E. F. Gutiérrez e Ignacio Lewkowicz, “Memoria, víctima y sujeto”, en Índice. Revista de Ciencias Sociales, Año 36, n° 23, septiembre de 2005.
[5] En Seis estudios sobre el genocidio, Eudeba, Buenos Aires, 2000.
[6] Por “memoria completa” entiendo el recuerdo conciente de todo lo ocurrido.
[7] Dicen que el depresivo recuerda todo lo que le pasó… La memoria no parece asegurar ningún bienestar.
[8] Feierstein, Daniel, Seis estudios sobre genocidio. Análisis de las relaciones sociales: otredad, exclusión y exterminio, Buenos Aires, Eudeba, 2000, p. 123, subrayado nuestro.
[9] Las potencialidades, cuya sumatoria forma “el potencial” de un sujeto, son determinadas, es decir, conocidas a priori. La potencia, en cambio, es indeterminada y por eso mismo es desconocida a priori. Una estrategia potenciadora busca, justamente, ser un ejercicio de determinación y potenciación de la potencia de la situación.
[10] En base a Seis estudios… se nos antoja proponer la siguiente terminología (aunque se nos ocurre demasiado tarde como para respetarla en este trabajo): si es homicidio lo que mata a un hombre o filicidio a un hijo, entonces es genocidio lo que mata a un sujeto autónomo.
[11] José Murillo, El general y los jilgueros. Cuentos, Ediciones Pespir, Buenos Aires, 1984.
[12] Freud llama trauma a una excitación excesiva del aparato psíquico, una cantidad de estímulo demasiado grande para el aparato psíquico, en el sentido de no llega a elaborarlo, procesarlo, simbolizarlo.
[13] En adelante, escribiremos “la Dictadura”.
[14] No siempre lo es, como lo cuenta Daniel Lvovich en “Historia reciente de pasados traumáticos. De los colaboracionismos europeos a la historia de la última dictadura argentina”, en Marina Franco y Florencia Levín (comp.), Historia reciente, Paidós, Buenos Aires, 2007.
[15] Sobre la política como pensamiento-acción de un Bien y el discurso de derechos humanos como evitación del Mal que impide toda política, ver Badiou. Por ejemplo, su La ética. Ensayo sobre la conciencia del mal, Revista Acontecimiento, N°. 8, Buenos Aires, 1994.
[16] Carlos E. F. Gutiérrez e Ignacio Lewkowicz, op. cit.
[17] “DT” era la sigla usada por los represores para “delincuente terrorista”.
[18] Diego Tatián, “En busca de una izquierda que sepa ser conservadora”, entrevista de Verónica Gago, Página/12, 17 de Septiembre de 2007. Disponible en http://www.pagina12.com.ar/ diario/elpais/1-91526-2007-09-17.html.
[19] Comunicación personal, 14-4-03.
[20] Realizado en el Museo del Holocausto de Buenos Aires, octubre de 2006.
[21] L. Barela, en la “Presentación del libro La memoria de las cenizas”, publicada en Nuestra Memoria n° 18.
[22] Tatián, entrevista cit. supra. Tatián cita a Arendt, que a su vez toma la idea de Grocio.
[23] “Aquello no era vida. Los delincuentes terroristas, como los llamaban, sobrevivían en una larga agonía. Fuera del tiempo y el espacio estaban atrapados en una dimensión de horrores, de dolor, de tortura que hacían dulce, hasta deseable la muerte. Era un submundo de desesperanzas y de humillaciones. ¿Eran seres humanos? Había visto a varios en los pasillos, arrastrados por los guardias. ¿Guiñapos?, no, peor: masas de huesos y de carnes ultrajadas, de pieles destrozadas, miradas vacías, enajenadas. Sin raciocinio. Puro dolor final. Ella acabaría así. O tal vez peor. No estaba preparada para aguantar aquella infinita crueldad” (ob. cit., p. 107, subrayados míos).
[24] “Se llamaba Mariana aquella muchacha violada en la cárcel que ella había representado”. La abogada “no olvidaría la expresión de sus ojos [los de Mariana] cuando tuvo la confirmación de su embarazo. No la vio más. Se suicidó cortándose las venas” (ob. cit., p. 135).
[25] En Jorge Luis Borges, El Aleph, Planeta, Barcelona, 1969 [1951], p. 199.
[26] La tesis es de Feierstein, Daniel, en Tinieblas del crisol de razas.
[27] Se dice, a propósito de los doce años sin que haya justicia por la masacre de la AMIA, que “a veces, gritar es un deber. Aunque nadie nos oiga.” (Kitzis, Laura, “A la sombra de los grandes edificios”, en Nueva Sión n° 920, julio de 2006.)
[28] No debe confundirse la “autojusticia” con la llamada “justicia por mano propia”. Mientras en la segunda el denunciante decide constituirse en juez y ejecutor del reo, en la primera no hay juez ni reo, no hay figuras instituidas.
[29] “El escrache es un invento desde diversos aspectos notable. Tiene una cualidad política muy singular, cuya percepción y prescripción depende de una lectura precisa. Pero para esto debemos aceptar que el escrache hace sujeto y no que el sujeto del escrache son los grupos que los organizan. ¿Somos capaces de percibir el sujeto en esa máquina? No creo. Pero tampoco creo que sea tan difícil si consideramos que, en su momento, supimos ver el sujeto en el partido. Hay escraches, es cierto, pero eso no es ninguna evidencia. ¿Qué significa? No nos apresuremos a decir que es una pura técnica, un instrumento. La versión instrumental supone nuevamente un sujeto moderno que se sirve de los instrumentos para obtener sus fines. El escrache es un pensamiento práctico. Es un dispositivo esencialmente (y no técnicamente) político. Si el sistema político es representativo, las capacidades estatales proceden de la representación. La justicia es también representativa. La potencia del pueblo se delega y el Estado redistribuye esa sustancia delegada según diversas modalidades. De esa alquimia, resulta que la capacidad popular de justicia queda capturada en un aparato burocrático específico. Si ese aparato jurídico hace síntoma, no es por tal o cual modo de proceder legal o clandestinamente (esos juegos son consustanciales con su consistencia). Si hace síntoma es porque tocamos los límites de la justicia representativa. El escrache es el invento político que piensa en acto la justicia popular. Pero nuevamente, para percibirlo así es preciso quitarse de encima toda una imaginería derivada de la subjetividad post-política. Los asesinos deben ir a la cárcel. Nuestra justicia es corrupta. Los asesinos no van a la cárcel. Entonces, como castigo menor, moral simbólico, los escrachamos. Según esta subjetividad, nuestro modo de castigar, nuestro modo de hacer justicia, es idealmente la prisión. En caso de que no se pueda, bien viene el escrache. Sin embargo, en esta percepción se pierde lo esencial. El escrache es un invento porque es nuestro modo de castigar, nuestro modo político y no penitenciario (unidad representativa en la que se ha delegado la capacidad popular de castigo).” (Ignacio Lewkowicz, “Obstáculos en la búsqueda”, en La escena contemporánea n° 4, Buenos Aires, 2000.)
[30] No debemos ignorar que muchas veces la justicia objetiva ha funcionado como justicia subjetiva que ha permitido al sobreviviente y al afectado ligarse con su situación. Es el caso, entiendo, de Simón Wiesenthal, pero también de innumerables otros casos. La práctica y la necesidad de una justicia autónoma aparecen por la pérdida de la eficacia del Otro en las condiciones contemporáneas.
[31] Tal vez se necesite esta precisión: el Otro no es el juez, tampoco es el tribunal o el jurado si lo hubiere, ni siquiera la corte suprema. Estas instituciones personifican al Otro, tienen investidura del Otro, pero no son el Otro, el Otro es la Cultura, el Universo Social, la Nación, la Patria, la Ley, lo que fuera según el caso. Vale decir, Otro es ese lugar donde reside alguna fuente última de legitimidad.
[32] Lo subjetivo no es algo que ocurre en la intimidad o místicamente, sino que es algo que ocurre prácticamente en una efectividad colectiva, social, pero sin instancias exteriores, superiores, trascendentes, sin Otros. Eso, por un lado; por otro, nos encontramos con que es objetivo no lo que ocurre independientemente de los sujetos, sino también algo práctico que les ocurre a los sujetos, pero que se da por ocurrido sólo si una instancia tercera, investida como trascendente, lo sanciona como ocurrido.
[33] Recurrimos a un poema de León Felipe: “Yo no sé muchas cosas, es verdad /Digo tan sólo lo que he visto. /Y he visto: /que la cuna del hombre la mecen con cuentos… /Que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos… /Que el llanto del hombre lo taponan con cuentos… /Que los huesos del hombre los entierran con cuentos… /Y que el miedo del hombre /ha inventado todos los cuentos. /Yo no sé muchas cosas es verdad. /Pero me han dormido con todos los cuentos… /Y sé todos los cuentos.” (“Sé todos los cuentos”, subrayado mío. Disponible en http://www.tinet.org/~elebro/poe/leon/leon.html). Si bien este poema transmite la ilusión de poder abolir los cuentos, lo cierto es que no hay posibilidad de abolir el miedo del hombre —y el miedo del hombre necesita cuentos: el poema lo señala a pesar suyo.
[34] Canal Encuentro, Buenos Aires, 7 de mayo de 2007.
[35] “Diez años de H.I.J.O.S.” por Victoria Ginzberg, en Pagina/12, 17 de abril de 2005.
[36] Palabras de un integrante de la agrupación, ibídem.
[37] Estas ideas están algo ampliadas en http://www.pablohupert.com.ar/constituirse-en-hijo.html.
[38] Mail enviado por Lucas el 9/5/7: Ilse Bernhardt es la señora de Alemania, y Hans Blumenkranz es mi tío abuelo. Ilse se casó con Billi, con quien tuvo a Gudi única hija. Billi murió en el frente [en 1944]. Posteriormente Gudi se casó con Achim Völcker, que murió en 1994. Tuvieron dos hijos, Kai y Constanza. Kai hoy tiene 34, creo. Una hija Antonia, de 9, que tuvo con una novia, y otra hija Jovanka Döhler, de 2 años, hija de Kai y Susanne Döhler. En la década del '60 o del 70', no se bien, Ilse intentó formar pareja con un hombre con el que convivió poco tiempo, no le fue nada bien. Hans, en cambio, nunca formó pareja. Tuvo algunas mujeres, pero nunca fue nada serio. Aparte solían ser relaciones complicadas, por ejemplo con mujeres casadas. En el 2003, cuando conocí a Ilse, ella dijo que le ofreció a Hans venirse a Argentina con su hija, pero Hans le habría respondido que con una hija él no podía aceptarla.
[39] Como el amor, la hermanación, la construcción de la familia, el escrache, el jurado popular, etc.
[40] “La historización crítica de las marcas de la memoria supone que esas marcan interpelan al sujeto ya sea para conservarlas o para dialectizarlas ficcionalmente: aquí se ubica la responsabilidad, en el modo en que responde el sujeto a esta invitación de las marcas… La primera de las posiciones vive (sobrevive) de las marcas. La segunda, vive a partir de las marcas.” (C.F. Gutiérrez e I. Lewkowicz, ob. cit.)
[41] Tomamos el concepto de fidelidad de Alain Badiou. Por ejemplo, su La ética. Ensayo sobre la conciencia del mal, Revista Acontecimiento, N°. 8, Buenos Aires, 1994.
[42] Esquematicemos estos conceptos. El invento o acontecimiento es un acto que, según palabras de Badiou, se dispara a la eternidad. Si una cadena histórica es una serie que es A, B, C, D, A’, B’, C’, D’, A’’, y así sucesivamente, el acto es una Z intercalada en el medio (una irrupción), que no se dedujo de la serie anterior (una Z o un jeroglífico, lo que sea, pero algo no deducido de la serie anterior; a veces una B donde no correspondía), y que por esto mismo, por entrar en la historia saliéndose de la regularidad de la cadena histórica, que queda disparada a la eternidad. Es pura potencia que no está sometida al poder de la ley deductiva de la cadena, potencia que no está encadenada, potencia con potencia para inscribirse en una situación y producir efectos no encadenados —“desencadenar efectos”, digamos. Este acontecimiento se dispara a la eternidad. Ahora bien, para que se efectúe como inmortal es necesario que en otra situación histórica, que desciende de aquella, alguien tome a su cargo eso que se ha disparado y le haga desencadenar efectos en la propia situación, sobre todo en su propia subjetividad. (“Su propia subjetividad” es una cosa colectiva, obviamente, más que individual, al menos en el sentido de que se trata de la subjetividad que hay en una aula o en una generación o un país —técnicamente, en una situación.)
[43] Circe Maia – Daniel Viglietti, “Otra voz canta”. Disponible en http://www.trovadores.net/nc.php?NM=5996.
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