La lógica necesidad de lo irracional provoca que la utópica realidad de lo intangible penetre en las corrientes ideológicas de los nuevos pensadores, logrando con ello un espasmo de justicia para la colectividad que aguarda, desde su muy particular esquina, la llegada del crepúsculo de la pobreza y el abandono que sigue azotando los inclementes cimientos de la democracia vilmente atropellada por el poder tiránico de los sin patria.
En todo momento se puede tener la determinación plena de causa, pero no siempre se puede hallar la raíz de los males que aquejan la sociedad y al individuo como tal, pues de una forma confusa se pierde el tacto de lo formal y se encuentran soluciones etéreas que conformarán un espíritu de conformismo y convertirán en héroe al opresor y en burla al hacedor del bien, como una antinomia de ideas congruentes y diferentes a la vez, únicamente separables en su esencia, pero no en su contexto y que de una forma burda confundirán el espíritu de la ley al momento de su nacimiento, y más aún al llegar a su aplicación en la práctica del diario vivir.
Muchas veces se piensa que la mayoría de cosas que suceden en el entorno tienen como denominador común la voluntad, sea la propia o la de otra persona, sin embargo al analizar detenidamente la esencia de dicho precepto es posible determinar que se ha estado dejando crecer una idea errónea.
Siempre se ha dado por sentado que es necesario seguir los lineamientos preestablecidos social y jurídicamente sin detenerse a pensar si realmente los mismos tienen las calidades de valor que deben, y más aún si son los que conformarán la plataforma de una sociedad justa, digna y ecuánime para todos los individuos que la integran, lo cual deja en un estado de irreflexión el desarrollo del pensamiento desde el punto de vista tanto idealista como pragmático, pues la imposición ideológica es tangible en su más grosa manifestación.
La creación de las normas jurídicas regulan el comportamiento de los individuos en una sociedad, pero qué pasa cuando estas normas se han alejado del fin supremo que les dio origen; qué pasa cuando quienes hacen las leyes no tienen las calidades y las cualidades necesarias para el efecto; qué pasa cuando el dogma que motiva el actuar de los gobiernos es el aprovechamiento de las circunstancias y el abuso del poder para la obtención de beneficios personales; estas incógnitas han recorrido y seguirán recorriendo las mentes más lúcidas de cualquier nación, creando una forma de pensar distinta y más coherente a la realidad.
Lo que ha estado sucediendo es que se disfraza la ignominia, se le hace el circo romano al individuo, para que mediante el control mediático de los acontecimientos, se mantenga en una realidad alterna, aquella en la que la mejor noticia es el resultado de un partido de futbol, o el avance de una película nueva o el episodio de la telenovela, con el objetivo claro y preciso de que permanezca adormecido pensando que es feliz, sin percatarse que está perdiendo a cada segundo lo más sagrado que se puede tener, está perdiendo su LIBERTAD, aquella que permite decidir lo se quiere y lo que se rechaza, lo que se pide y lo que se exige, lo que se cumple y lo que se cuestiona, lo que se dice y lo que se calla; lo que se quiere y lo que se debe; no es la libertad en su más efímero concepto, sino en la magnificencia de su extensión, más allá de lo que una norma jurídica puede otorgar, es lo que se trae como parte de la naturaleza intrínseca del ser humano y que servirá al mismo hasta el final de su existir.
En un Estado se necesita más que un discurso una acción, la cual debe ir encaminada a resarcir el incumplimiento y el olvido que se ha tenido del individuo, devolviéndole a éste la capacidad perdida, la ciencia y la conciencia de su ser, la naturaleza divina que lo originó y la nobleza de su actuar para sus semejantes, el valor ético antes del material, el deber ser como eje fundamental que guíe el desarrollo de los pueblos, con igualdad y equidad, con la bandera de la justicia como legado a las nuevas generaciones.
No es posible hablar de normas jurídicas justas en una sociedad desigual, pues al hacerlo le daríamos vida a una paradoja que lejos de fomentar la paz social es la antítesis de la misma y degenerará en violencia, destrucción, crimen, corrupción y todo tipo de vejámenes contra el mismo individuo y la sociedad en su conjunto, siendo éste el punto fundamental que debe considerarse, pues será el que enmarcará el actuar del mismo en donde sea colocado por su propio Estado y las regulaciones legales que éste emane a través del gobierno que lo administre. La congruencia entre las palabras y los actos es raras veces coincidente, pues se ve la verdad como un valor olvidado, lo que ha hecho posible que la mentira sea considerada aceptable, buena, razonable e incluso en ocasiones aplaudible, pues lleva como fin un objetivo, bueno o malo no importa, pero que pierde la legitimidad por la forma en la que es obtenido, pues no se puede sembrar maleza y esperar cosechar un buen fruto, la coherencia de la naturaleza y la divinidad de lo justo lo hace imposible, ningún fin legitimará los medios para llegar al mismo, pues éstos pensamientos maquiavélicos son propios de regímenes monárquicos, lo que en la realidad actual equivaldría a una tiranía despótica totalmente alejada de un gobierno democrático y republicano como se pretende en los países mal llamados en desarrollo.
Es necesario tener más acción y menos palabras, más movimiento y menos doctrinas, dejar de analizar los fenómenos sociales, políticos y jurídicos y empezar a hacer algo para motivar los de noble fin y desechar aquellos que por su misma naturaleza deban permanecer únicamente en la mente turbia de quienes los pretenden implementar, olvidar los sesgos raciales, sociales, políticos y hasta sexuales, buscar la unidad, la fortaleza en la unión de las voluntades, levantar la gracia de la colectividad y el bien común, preparar al individuo más que al ciudadano, dejarlo que aprenda por sí mismo, y no darle el conocimiento en cápsulas de academia que le permiten pensar y hablar de buena forma, pero lo encierran en cuatro paredes donde razona incesantemente en lo que debe hacer, hay que motivar la fuerza del cambio, el espíritu de la ley, la Ley Eterna, aquella que es divina, aquella que es perfecta.
No se debe demeritar de forma alguna el conocimiento teórico que las letras otorgan, pero se debe entender que el ejemplo en las acciones forja de mejor manera el carácter y la voluntad del individuo, saber pensar y razonar debe ser únicamente el paso previo y necesario para llegar a la praxis, pero debe hacerse uso racional del tiempo, el espacio y la oportunidad, no esperar eternamente por lo que pueda suceder, hay que llenar el alma de indómita soberanía y luchar por un futuro mejor, un futuro que es propio, que es del individuo y no de quien pretende administrar su destino y su condición; si se le colocan alas al conocimiento seguramente se cruzarán las fronteras de la injusticia y la desigualdad, se olvidará el polvo que ornamenta los lomos de los libros y se encontrará el sentido de toda aclamación contenida en la garganta de quien exige un derecho o reclama un agravio, se tendrá la certeza plena del bien hacer, del deber cumplido y del convenio de voluntades que redunda en un beneplácito universal del ser.
Citar lo dicho por eruditos, hombres de ciencia o jurisconsultos siempre dará un aporte de la personalidad y cultura del individuo, pero lo que realmente lo definirá será su actuar, ese manejo que tenga en el contexto social de su realidad, tanto histórica como actual, de lo que es sometido a su conocimiento, que debe analizar y decidir sobre cómo proceder ante determinada circunstancia, hacer lo agradable, hacer lo viable, o simplemente dejar de hacer, pero motivar un cambio positivo en la sociedad vista en su conjunto, no se debe conformar con ver pasar la vida desde su muy particular ubicación y esperar que el huracán no lo afecte, sino ser parte activa de la solución, poner en marcha y en uso ese conocimiento adquirido, reflejar la fuerza y el poder de la ley, la ciencia o la técnica, y retirar así el velo de la indiferencia a sus comunes para juntos llegar lo más pronto posible al objetivo final, la LIBERTAD.
En tiempos remotos e inmemoriales se rompían cadenas de acero, pues mantenían al hombre sujeto al amo que por un precio los había adquirido, era la esclavitud de cuerpo, lamentablemente en la actualidad la tarea es más difícil, el enemigo creció y logró dominar la esfera de la voluntad, atando cuerpo, alma y pensamiento, se hizo fuerte, se alimentó del desprecio y la indiferencia, del terror y la violencia, y así poco a poco llegó a ser algo insalvable; sin embargo la luz de la esperanza llega con el cambio de un solo pensador, aquel que nunca bajo los brazos, aquel que llevo su carga, aquel que llegó a la meta, el que nunca se rindió y pudo establecer sus propios parámetros de acción, impuso sus condiciones y triunfo contra todo pronóstico, quien se veía como el caballo perdedor de la carrera pero hizo millonario al apostador, la infinita coincidencia de la gracia y la razón personalizada en la actitud de un triunfador.
La fuerza del trabajo y del rigor marcan las líneas simétricas existentes entre la bonanza y el esfuerzo, y son coincidentes en los momentos de escepticismo del individuo, los cuales necesitan ser reforzados por la colectividad, que debe dar la identidad perdida a cada miembro de su todo, debe contener la furia de la emoción, la locura de la pasión y conceder la serenidad del pensamiento. Existe la teoría plena de que todo está perdido, que no hay más a donde ir y que generacionalmente no hay nada más que dar o hacer, pero la confianza plena, el esfuerzo puro y la divina gracia, pueden hacer la diferencia y lograr lo impensable, más para quien se refugia detrás de un libro y pregona sútilmente el veneno del pesimismo y la derrota, se puede cambiar el destino, se puede reescribir la historia, la determinación de la voluntad del individuo en la consecución de un objetivo no dará respiro al enemigo y encontrará la victoria en el cambio de las estructuras de poder a través de la participación plena, conciente y congruente de las mentes, que dejarán de pensar y empezarán a hacer, que dejarán de hablar para empezar a actuar, que dejarán de escribir para cambiar ese mal llamado destino, que no es más que el resultado de los actos proferidos en el pasado, que hoy dan el fruto amargo que debe de ser segado y desechado, para dar paso a la nueva siembra de talentos.
El imperio de la ley debe consolidarse en congruencia con los fines del deber ser, del pensamiento puro de paz social y libertad individual y colectiva, debe refrendarse en los valores éticos, deontólogicos y morales atinentes a los espacios de oportunidad de desarrollo que se van suscitando en la sociedad, para lograr realmente establecer los procesos que darán vida a la integración del individuo, con la sociedad misma y fundamentalmente con su Estado, identificación plena que se hace necesaria a partir de los eventos que marcan la misma degradación de éste por dicha ausencia, es decir, se llega a la consagración suprema del Estado, solo sí, los individuos que la conforman se sienten integrados e identificados con el mismo, si realmene sienten la representación que de ellos ejerce, lo que hará que en todo momento salgan a la vanguardia de los intereses comunes, pues al ser los mismos, el bienestar de uno, garantizará el del otro, y repercutirá en esa combinación perfecta que logrará lo necesario para sentar las bases de un cambio fundamental basado en la política de lo justo y lo exacto y en la razón plena del conocimiento de los hechos y circunstancias.
Uno de los pilares fundamentales en todo proceso de cambio es vencer el miedo, entendido como el temor natural que siente el individuo por perder lo que considera ganado o poner en riesgo las condiciones en las que vive, que aunque no son las mejores, le son suficientes, o al menos eso es lo que se le ha hecho creer; pero debemos advertir que en esta esfera de confort no se puede pensar en cambios, pues el adormecimiento de la voluntad a través de los medios de comunicación masiva lo ha logrado mantener, y es justamente allí donde debe arriesgarse todo, dejar de vivir bien para vivir mejor, dejar de esperar acciones favorables y hacerlas por sí mismo, no esperar una respuesta de un Gobierno, sino ser parte de él, con la legitimidad que el Estado otorga para dicho efecto y vencer ese paradigma que mantiene al individuo conformista, mediocre y estacionado en su triste realidad, sin permitirle conocer la posibilidad, tan solo eso, la posibilidad de la existencia de un futuro mejor construido a partir de dejar atrás el miedo, y actuar como uno solo, ser parte del millón de ladrillos que construirán el muro de solidaridad y conciencia que harán que el futuro se proyecte mejor, sin esperar que esta generación se termine sin hacer nada al respecto.
Otro punto importante a considerar es el manejo de oportunidades, que se refiere específicamente a la posibilidad de aprovechar la coyuntura para un beneficio, ya sea personal o colectivo, y que tendrá como resultado algo satisfactorio física, emocional o materialmente; es común escuchar la frase que las oportunidades tocan a la puerta una sola vez, y que si se van nunca vuelven, lo cual es relativamente cierto, pues es necesario como punto de partida la identificación de la oportunidad, luego definir si realmente es una oportunidad o un engaño del sistema para distraer la atención de lo importante, y por último, pero no menos importante, crear los mecanismos adecuados para el aprovechamiento máximo de la misma en todos los sentidos posibles, y mejor aún si es con fines colectivos, pues no solamente rendirá frutos personales sino sociales también; ahora bien, cuando no se logra identificar la oportunidad, cuando no se define la misma, o simplemente cuando no se ha podido aprovechar por cualquier razón, todo parece perdido, pero no lo está, pues en este punto del asunto se debe actuar con determinación y buscar esa oportunidad en dodne esté, y si es negada, escondida o sencillamente no existe, crearla, hacer de la debilidad la mejor fortaleza, buscar la ganancia en la derrota y encontrar esa oportunidad abriendo mente, alma y corazón, y así obtener el beneficio deseado, que aunque con más trabajo, sigue siendo igual de satisfactorio o más aún quizá.
El común denominador de todos los espejismos de la demencia es la búsqueda del poder absoluto en las sociedades de consumo, es decir, aprovechar el cúmulo de publicidad para motivar al individuo a creer y pensar como es conveniente a quien se encuentra en tal búsqueda, pues de una manera u otra se escenifica en la mente de la población una realidad alterna a su diario vivir y se incrementan los parámetros de presunta igualdad, haciendo así de una forma superflua la convicción plena de bienestar, cuando lo real, lo honesto es que se encuentra sumido en una pobredumbre de justicia y en un desorden, casi al extremo de la anarquía, que poco a poco desconcierta los sentidos de quienes comprenden la situación a la que se enfrentan y no tienen aún los mecanismos para hacerle frente a tal aflicción.
Con el desarrollo del pensamiento de lo justo y del deber ser, se van suscitando cuestionamientos importantes que de una manera u otra resolverán quitar el velo que cubre los ojos del individuo, para que con la ciencia, la técnica y el pensamiento en una praxis integral logre definir su futuro, diseñe su destino y consiga de esa forma establecerse como único dominador de la sociedad, pues dentro de la colectividad, marcará el paso para la consecución de los fines establecidos, dará las normas que deben regir los comportamientos y en el mejor de los casos conseguirá la tan anhelada paz social, que es la libertad misma entendida en palabras diferentes pero con los efectos y connotaciones propias de ella. Se debe experimentar la sensación del éxito en cada batalla que se gana, sin olvidar también que las derrotas dejan como obsequio la experiencia, la cual será determinante para evitar cometer los mismos errores y principalmente para reorientar las estrategias, corregir la acción y mejorar constantemente, de manera que al final del camino se establecerá que nunca se ha caído derrotado, sino que siempre se obtuvo algo importante, que fue lo que realmente permitió llegar a la meta fijada y coincidir con el Ser Supremo en la obtención de la justicia y el deber.
Dentro del silogismo de la existencia misma, se pueden encontrar preceptos que son ininteligibles, pues no han podido ser descifrados por desconocer las intenciones que motivaron su creación, y que al momento de definirlos enmarcan intenciones tendenciosas, intereses mezquinos y prejuicios ineludibles de injusticia y corrupción; imposible resulta no reaccionar e intentar, al menos, cambiar ese panorama, crear una realidad diferente a partir de los valores inspirados por los grandes pensadores de la historia, Platón, Aristóteles, San Agustín, y otros tantos contemporáneos que siguen dichos planteamientos, pero que no logran consolidar el pensamiento en acciones concretas, regularmente por el hermetismo de las esferas del poder de cualquier Estado, que no permite de ninguna manera la contaminación, por así decirlo, de la fuente de la que emana el control que ostentan y que sin lugar a dudas les corresponde a medias, pues el legítimo poseedor del mismo debe ser el individuo que fundó al Estado, que administra el Gobierno y conforma la Sociedad, y que en ejercicio de la soberanía plena de su Patria tiene la legitimidad requerida para replantear toda figura de orden jurídico y moral que de alguna manera ya no esté cumpliendo con el objetivo de su creación, y que peor aún, sirva como parapeto a los abusos y desmanes de unos cuantos, pues la conformación de un estado debe depender siempre de la voluntad de los individuos que a él pertenezcan, para observar así la libre autodeterminación de los pueblos.
No debe permitirse de forma alguna la invasión o injerencia en las decisiones de un Estado, pues tal como anteriormente se dijo, eso equivaldría a la pérdida de la Soberanía de éste y la flagrante violación al derecho que se tiene de definirse a sí mismo, a vivir como se quiere, de acuerdo a sus propias convicciones, pensamientos y por qué no decir emociones, pues las sociedades mal llamadas en desarrollo, tienden a ser más emocionales, pues tienen arraigados los principios de la Ley Eterna, lo bien aprendido en el hogar de los padres, los valores y tabúes allí forjados, que de alguna manera son trasladados de generación en generación, y que se debe reconocer, se han ido perdiendo, teniendo como efecto indirecto la intromisión de parte de intereses ajenos al Estado en detrimento del mismo y en consecuencia de los individuos que lo conforman, quienes a toda costa deben impedir tal fenómeno y luchar con determinación y coraje para mantener incólume su Patria, único legado que el individuo dejará a la historia de su gente y más aún al futuro de su raza.
En este punto de análisis se hace vital establecer la idea concreta y central sobre la cual debe versar el actuar del individuo como creador del Estado y de la colectividad, la cual es delimitada por la razón y la justicia, y en ese contexto es posible definir que el motor fundamental del conocimiento es la práctica, y que una hará que el otro sea perfecto en su percepción subjetiva, pues al objetivizarse en el mundo real alcanza la realización máxima que surgió en la mente de quien motivó el mismo, cumplir con ese objetivo, poner en movimiento el sistema y lograr con ello el bien común y el bienestar de todos los individuos que conforman este sistema; dicho de otra forma llegar a la etapa de ejecución del filamento teórico para alcanzar el objetivo práctico, que dio vida al primero en la percepción de la mente del pensador y dio la oportunidad a quien ejecuta de ser partícipe del proceso de cambio y reformulación de la Sociedad en la que habita.
La consideración de estas ideas no significan de forma alguna un ataque sistemático contra Estado alguno, sino al contrario, el fortalecimiento de éste a través del entendimiento pleno de los procesos del pensamiento y del actuar que permitirán tal extremo y las ideas que servirán de base para fundamentar de mejor manera el aprecio por la Patria y el respeto por la Soberanía que ha sido consagrada en infinidad de normativas legales, tanto nacionales como internacionales, de orden vigente en muchos países del mundo y que persiguen que los pueblos puedan autoconformarse, definirse a sí mismos y decidir de alguna manera como quieren vivir, sin que un Estado o individuo que no pertenezca a él, pueda desarrollar actividades paralelas para restar ese poder, esa autonomía, que le es dada como una de las grandes conquistas de la historia de la humanidad y que debe ser oponible erga omnes, y reclamable en y ante cualquier instancia judicial, incluso moral, si fuera el caso, para la consolidación de la libertad de los individuos y su autonomía ante el orden mundial.
Se ha podido establecer parámetros francos de conjeturas, tal vez poco científicas, pero sí muy prácticas que posibilitarán los reclamos legítimos de cualquier individuo contra su Estado o contra otro individuo dentro de marco justo y legal; también legitimará la justa reclamación de un Estado ante otro para la consecusión de los fines de su creación en el orden democrático global, con los limitantes propios de los derechos ajenos que deben ser respetados también, como la contraparte lógica de equidad y armonía que debe de observarse en los procesos que conlleven consecuencias de alto impacto para los individuos que los conforman.
Para terminar se puede concluir en que el conocimiento encuentra la plenitud de su gracia, cuando es puesto en práctica y cumple los objetivos que le dieron vida en la mente del pensador. Que no todo está perdido aún, pues aunque se ha desgastado mucho la ética y la moral por la forma en que se desarrolla la vida del individuo, todavía es posible obtener de esta generación algo rescatable, si no un éxito completo, la experiencia de lo que no se debe hacer y las consecuencias prácticas de los errores, ejercicio que dará a las nuevas generaciones un conocimiento gratuito de las circunstancias ya vividas por sus ancestros. Que se debe exigir que las normas jurídicas cumplan los fines para los que fueron creadas y que inspiraron el espíritu de las mismas, y de no ser así reclamar por las vías correspondientes las subsanaciones necesarias para que este extremo se cumpla a cabalidad. Que la Soberanía es un valor que todo Estado tiene, que es de observancia general y debe ser respetado por cualquier individuo y por cualquier otro Estado, y que en caso no se diere tal extremo se tiene la legitimación del agravio recibido para convalidar ese valor por los medios idóneos necesarios. Que no basta con pensar, que es necesario actuar, entendiendo que el bienestar del Estado es el bienestar del individuo. Y primordial y principalmente que lo único eterno es Dios y que el valor más grande del hombre es su PATRIA.
Autor:
Manuel López Guevara