- Variables que determinan el funcionamiento de la estructura agraria
- Características materiales de la producción
- Conclusiones
- Bibliografía
Variables que determinan el funcionamiento de la estructura agraria
El funcionamiento del sistema agrario en el país entre 1780 y 1850 estuvo determinado por una serie de variables de orden social y económico. Se analizarán algunas de las que actuaron en el ámbito económico.
Mercados: Los autores estudiados enfatizan el hecho que la falta de mercados internos y externos, se constituyeron en las principales trabas para el desarrollo agrícola del país.
Para dimensionar la importancia del mercado interno, condición indispensable en la formación de modos capitalistas de producción, utilizaremos los indicadores de población, concentración urbana y niveles alimenticios.
Arnold Bauer[1]calculó que en 1820 la población total del país, no superaba el millón de habitantes, y que hacia 1895 el 65% de la población era rural. Incluso esta cifra mueve a engaño, pues se consideraban como urbanos a los pueblos entre dos y cuatro mil personas, que más que centros urbanos, eran agrupaciones de pequeños propietarios agrícolas que no constituían verdaderos mercados consumidores. En realidad, las únicas ciudades de cierta capacidad adquisitiva, eran Santiago y Valparaíso, que hacia 1895 contaban 256.000 y 122.000 habitantes respectivamente. Otros centros consumidores eran los distritos mineros del norte. En conjunto, estos tres focos no representaban mercados lo suficientemente fuertes para dinamizar una actividad a la que se dedicaba la mayor parte de la población del país.
La situación queda aún más clara cuando se estudian los niveles alimenticios de la población. Esta se encontraba dividida en dos segmentos: un muy reducido núcleo de habitantes urbanos con una alta capacidad adquisitiva que enfocaba buena parte de su consumo a la adquisición de productos importados y que dada su escasa dimensión, no podía representar un mercado importante, y por otro lado, una gran masa de población mayoritariamente rural, que no representaba mercado para una agricultura comercial, y que se alimentaba en niveles mínimos de susbsistencia. Para el caso de las masas pobres de las ciudades, el consumo seguía siendo bajísimo y era satisfecho principalmente por los labradores suburbanos independientes. La dieta cotidiana consistía en harina tostada, porotos, a veces charqui y era complementada con frutas de la estación, chicha y vino o aguardiente[2]
Entonces, e el único factor dinamizador de la agricultura era el mercado externo. Entre 1780 y 1850 ocurrieron pocos cambios en los mercados externos de la agricultura chilena. La posición geográfica aislada del país, y la escasez de población en las costas del pacífico determinó que el único mercado disponible fuese el Perú.
El principal rubro de exportación al Perú fue el de los granos, cebada y trigo especialmente. Sobre este último, Bauer calcula que el monto de su exportación fluctuó alrededor de los 135.000 quintales por año. Volumen que habría necesitado de sólo 15.000 hectáreas para ser cubierto. Las verdaderas regiones exportadoras de trigo eran las que estaban integradas a los ejes Santiago-Valparaíso y Talcahuano-Concepción. El resto de las regiones del interior del país no estaban en condiciones, por deficiencias camineras y altos precios de fletes, de incorporarse al mercado triguero del Perú. En estas regiones, la principal actividad era la ganadera ya que productos como el charqui, grasa y la manteca, tenían cerca de diez veces al valor del trigo por kilo y por tanto, podían pagar mejor los costos del flete[3]
Se observa así que el ciclo exportador del trigo al Perú, no fue un factor dinamizador de la economía agraria en su conjunto, sino solo de algunas regiones privilegiadas por su cercanía a los puertos.
La mayor parte de Chile central interior producía trigo para el consumo interno, las principales ganancias provenían de la actividad ganadera, esto a pesar de los precios bajos y del mercado restringido. La tendencia dominante fue hacia una economía pastoril con grandes secciones de tierra ociosa o mal explotada. En 1848 el Intendente de Colchagua estimó que sólo alrededor del 25% de la superficie arable de la provincia estaba bajo cultivo.
En lo referido a una posible exportación de harina hacia el Perú, más adelante se verá el estado de atraso en que se encontraban los molinos del país, lo que llevó a que tuvieran una productividad muy baja y de mala calidad, de modo que es difícil que este rubro haya constituido una actividad de importancia en cuanto a las exportaciones.
Transportes: La infraestructura caminera era deficiente. Con sólo dos caminos que podían calificarse como tales, el de Santiago-Valparaíso y el de Santiago al sur, la mayor parte del territorio estaba semi aislado. Casi la totalidad de los transportes se realizaban a lomo de mula. La carreta era usada sólo alrededor de las grandes ciudades, sus características la hacían de lento desplazamiento, y eran frágiles. Un viaje en carreta de Santiago a Valparaíso demoraba quince días ida y vuelta. Además, predominaban los puentes de cuerda que sólo permitían el acceso a mulas y birlochos, de modo que las pesadas carretas quedaban impedidas de realizar viajes por áreas cruzadas por ríos de cierto caudal. Estas situaciones hacían que los transportes de mercadería fueran lentos; poco seguros y muy caros. Claudio Gay calcula que hacia 1842 en el viaje de Santiago a Valparaíso se pagaba por carretada de mercadería entre 20 a 30 pesos con una carga de 20 a 25 quintales. Para dimensionar el monto del precio baste decir que en el mismo período una vaca gorda en pie costaba 10 pesos.
Respecto de los fletes para el mercado externo, el costo del transporte de una tonelada de producto entre Chile e Inglaterra llegaba a los cien chelines, lo que constituía un precio prohibitivo para los productores chilenos.
Creemos que las deficiencias de transporte, por lo menos a nivel interno, si bien fueron una barrera que dificultaron la circulación de mercaderías, en ningún caso constituyeron un factor determinante del sub desarrollo de la agricultura, puesto que de haber existido por ejemplo, una infraestructura caminera o medios de transporte más modernos en el país, si persistía la falta de mercados, hubiera sido sub utilizada.
El crédito: La inexistencia de mecanismos formales eficientes de crédito fue una constante en el período. Sólo existían en la legislación las hipotecas generales que fueron constante fuente de litigio, pues no establecían claramente los derechos del prestamista; las formas de hacer efectivo el cobro de dinero en caso de no pago, etc. Este sistema fue abolido en 1856.
Las verdaderas fuentes crediticias para la agricultura las constituyeron los grandes comerciantes de Santiago y Valparaíso. Éstos, muy pocas veces facilitaban dinero a los hacendados en calidad de préstamos. Más bien adelantaban dinero sobre la cosecha que el hacendado luego les entregaría. La única garantía que existía sobre estos adelantos era la palabra o firma del agricultor en los libros de la compañía comercial. Por tales motivos, el volumen del crédito era bajo y las tasas de interés muy altas. Bauer establece que la agricultura pocas veces remuneraba más del cinco por ciento de la inversión, de modo que era muy difícil que un hacendado solicitara préstamos de gran envergadura, que normalmente significaban un 12 o un 15 por ciento de interés. Otra consecuencia del sistema de crédito era que al depender de la reputación y de la mutua confianza, normalmente los circuitos por donde circulaba el dinero de préstamos eran muy restringidos, estando en la práctica vedado para un buen número de productores.
El crédito utilizado por las clases bajas rurales se canalizó sólo a través de la hacienda. El hacendado, a través de la pulpería o por medio de los préstamos de semillas, de herramientas o compras en verde, se constituyó en la única fuente de que disponía el labrador para obtener capital en determinado momento. Lógicamente fueron préstamos con altísimos intereses o bien compras anticipadas a precios mucho más bajos que los de mercado. Anteriormente vimos como el hacendado utilizó su calidad de prestamista para controlar la producción local y apropiarse de una parte del ingreso de los pequeños labradores.
Ahora bien, respecto de la utilización que se hacía del crédito, en general se puede establecer que los terratenientes que tuvieron acceso a préstamos en dinero, raramente lo utilizaron para mejoramientos prediales. Los préstamos los permitieron invertir en otros sectores de la economía y resistir la subdivisión de la tierra, pero no significaron adelantos en los métodos de producción.
Gay llamaba la atención sobre los bajísimos niveles de inversión en la actividad agrícola. Las herramientas utilizadas eran extremadamente sencillas e involucraban costos mínimos; la producción ganadera también utilizaba técnicas básicas que no exigían gran inversión. Así, el hacendado sólo gastaba en el salario de sus sirvientes y en los peones que para algunas faenas contrataba. Las pocas mejoras que se realizaban, que por lo común consistían en la construcción de alguna acequia o cerca, se llevaban a cabo utilizando la mano de obra asentada en la hacienda, de modo que aparte de los materiales, no exigía ninguna otra inversión.
Esta situación se entiende cuando observamos que los mercados disponibles estaban completamente copados y cuando esporádicamente se necesitaba aumentar la producción, esto se lograba fácilmente ampliando la superficie explotada y atrayendo al interior de la hacienda mano de obra barata. En tales circunstancias, realizar grandes inversiones para mejorar la tecnología y aumentar la producción, lógicamente ha de haberse visto como una empresa innecesaria y peligrosa, pues nada auguraba que esa inversión tuviera retorno y menos aún ganancias.
Características materiales de la producción
Agricultura: Se dieron dos formas de cultivo, el extensivo que se desarrollaba en las grandes haciendas y el intensivo, desarrollado especialmente en las chacras.
En Chile no se utilizaron los adelantos de la revolución agrícola europea. No se practicó la rotación con tres cultivos, el cultivo de tubérculos en el barbecho ni el uso de plantas forrajeras mejoradas. Todas estas técnicas fueron desarrolladas en Europa por la presión demográfica y la escasez de territorios, condiciones que por supuesto no estaban presentes en Chile. Tampoco se integró la actividad agrícola y ganadera. Se desarrollaban ambas en las mismas haciendas pero como actividades diferentes. El estiércol por lo menos en los cultivos extensivos no era aprovechado como abono, generalmente era botado en los ríos.
La típica hacienda de la región central tenía los siguientes cultivos: praderas para ganado, granos y chacra para consumo interno. Las praderas a veces eran cultivadas con alfalfa, pero en general se presentaban praderas naturales donde predominaba la maleza. El grano (trigo o cebada) se producía en base a la rotación bienal. La mitad del terreno arable se mantenía en barbecho, mientras la otra mitad se sembraba con grano; al año siguiente los potreros se alternaban. Esta técnica fue propia de la Europa medieval.
En los pequeños predios se desarrollaba una explotación algo más intensiva, el sistema de rotación bienal era el mismo, pero el barbecho se sembraba de chacra. También era utilizado el estiércol.
Los principales instrumentos de cultivo eran el arado o delantal tirado por bueyes, el tipo de arado que se utilizaba en el país tenía una penetración de apenas ocho a diez centímetros y el tipo de yugo utilizado hacía perder buena parte de la fuerza potencial del animal. Este arado dejaba demasiado espacio entre surcos cubiertos de tierra, por lo que una misma cuadra debía ser arada dos o tres veces. Gay calculó que un arado moderno lograba arar en el mismo tiempo cuatro veces más superficie y con una mayor profundidad que el arado chileno.
Los rastrillos utilizados consistían en ramas espinosas amarradas sobre las que se colocaban piedras para darle peso y sólo servían para cubrir algo la semilla sin desarrollar una función de acarreo.
La echona que era el instrumento de ciega, era altamente ineficiente y no fue reemplazada por la guadaña a pesar de que ésta era conocida en el país, pero no existía la costumbre de utilizarla. Todos eran instrumentos usados por el campesino desde los primeros años de la conquista.
Vimos que los abonos casi no se utilizaban; por otro lado, la técnica de riego más acostumbrada era a través del anegamiento de la superficie de la tierra, situación que significaba gran desperdicio de agua y una fuerte erosión del suelo. El único canal importante que se puso al servicio de la agricultura en el período fue el San Carlos que unió el río Mapocho y el río Maipo, regando un total de 10.000 cuadras. Sin embargo, su construcción desde que se lanzó el proyecto, demoró 120 años. (El proyecto nació en 1710 y el canal fue concluido en la década del treinta del siglo diecinueve) y su costo ascendió a los 900.000 pesos, cifra altísima que inhibió a los agricultores para seguir el ejemplo.
Respecto de una industria molinera que pudo haber tenido cierto desarrollo, nos parece que sus dimensiones no alcanzaron una importancia considerable. De hecho, buena parte de la harina consumida en las haciendas era molida con golpes de piedra. Gay contabilizó en 1843 un total de 1271 molinos que eran movidos con tracción hidráulica, animal e incluso humana. La harina que fabricaban estos molinos no era cernida, sino que se entregaba en rama, es decir, mezclada con salvado, que probablemente no tenía acceso al mercado externo. Bauer estima que durante el primer tercio del siglo XIX no se presentó mercado externo para la harina chilena y que durante las décadas del treinta y el cuarenta Perú cobró un elevado impuesto a las importaciones de este producto. El único mercado que pudo haber tenido cierta importancia para esta industria fueron las provincias mineras del norte.
Un rubro agrícola que sí logró cierto nivel de importancia fue el cultivo de viñedos. El nivel de utilidades por cuadra plantada que arrojaba era muy superior al de la producción triguera. Gay muestra el caso de un hacendado que en 1823 obtenía 5.000 pesos anuales por un cultivo de ocho cuadras de uva, renta superior a la que obtenía con la explotación de doscientas cuadras de trigo. El autor consideró que hacia 1850 existían en el país cerca de cincuenta millones de cepas plantadas, lo que equivalía a 17.000 cuadras destinadas a los viñedos.
Este producto se consumía en fresco, como pasas producidas especialmente en el valle de Huasco, como vino y aguardiente. Desgraciadamente las deficiencias que experimentaba en la producción, bodegaje y transporte estos productos limitó mucho su comercialización tanto interna como de exportación. Sin embargo, puede establecerse que la explotación de viñas junto a la de los granos, fueron las dos principales producciones agrícolas del país.
Ganadería: A pesar de la falta de mercados y del bajo nivel de precios que presentaban los productos ganaderos, la mayor parte del país, especialmente las regiones interiores se mantuvieron en una economía predominantemente pastoril.
Al igual que la producción agrícola, la explotación ganadera tampoco se distinguió por el uso de técnicas modernas. En general, el ganado invernaba en los cañones protegidos de la cordillera y en primavera era bajado al rodeo. Los animales más grandes y gordos eran separados del resto del rebaño y llevados a las praderas, la mayor parte de ellas naturales, para engorda y finalmente se las destina a la matanza. El resto de los animales era arriado a las cordilleras hasta el siguiente año.
Este sistema de explotación acarreaba pérdidas que en algunas haciendas alcanzaba al 15% de los animales. El tipo de animal que se obtenía era de un tamaño mediano y altamente fibroso, lo que disminuía la calidad del producto.
No se introducían razas nuevas, la raza criolla no era sometida a un proceso de mejora ya que la cruza era completamente libre, incluso se daban casos en que los hacendados elegían a los machos reproductores por su color (para distinguir mejor a las crías de su propiedad) y no por su cualidades físicas. Además, no se utilizaba ningún tipo de técnica veterinaria por lo que la mortandad aumentaba aún más.
Los principales rubros de explotación eran la ganadería bovina que se desarrollaba especialmente en la zona central. Se aprovechaba en forma de carne fresca en una baja proporción, también la grasa, el sebo, piel y charqui, que eran utilizados para consumo regional o eran enviados a los puertos para abastecer barcos, también eran enviados a las provincias mineras del norte.
Otro rubro importante era la ganadería caprina explotada en las regiones del norte minero. Se aprovechaba el sebo y el cuero que se utilizaba en la fabricación de cordobanes para consumo interno y el mercado del Perú. Este animal fue el que en mayor porcentaje se consumió en fresco en el país.
La ganadería ovina se explotaba especialmente en la región del Bío Bío. Se consumía en fresco, se utilizaba el sebo, la grasa, el cuero y la lana para vestidos que no eran de gran calidad. También había explotación de porcinos, caballares y mulares que tenían gran demanda como animales de carga.
En términos globales se puede establecer que la explotación ganadera se encontraba generalizada en todo el país y salvo en las regiones exportadoras de grano, constituía la principal fuente de entradas de las haciendas chilenas.
Finalmente, respecto de la industria lechera, si bien existieron algunas lecherías en el período, su número era insignificante. Se repetía la situación de escasez de mercados para estos productos, pues no existía el hábito en el país para consumir leche, la mantequilla que se utilizaba era poquísima y se fabricaba en forma casera al igual que los quesos. El único tipo de queso que tuvo algún nivel de comercialización fue el de Chanco pero no alcanzó niveles importantes.
Conclusiones
A modo de síntesis podemos establecer que el sistema de propiedad imperante fue la hacienda, al interior de la cual se presentaron relaciones de producción combinadas que iban desde el trabajo servil hasta el trabajo asalariado, imperando con mucho el primer sistema.
Era un esquema productivo que presentaba bajos niveles de tecnificación, de inversión y una débil circulación monetaria.
Las relaciones productivas de tipo tradicional predominaban en la agricultura porque resultaba más ventajoso para el hacendado "fijar" mano de obra estable al interior de la unidad productiva que contratar mano de obra asalariada.
Cuando esporádicamente crecía la demanda, era satisfecha aumentando las hectáreas de cultivo y el uso de mano de obra. Una situación muy lógica si consideramos las circunstancias que existían y la abundancia de recursos. El sistema evidentemente no condujo al desarrollo ni a la modernización y esto sucedió porque la agricultura jamás se vio en la necesidad de desarrollar nuevas formas de producción.
El modelo estuvo determinado por diversas variables, pero creemos que el factor decisivo estuvo dado por la falta de un mercado interno lo suficientemente fuerte para dinamizar el conjunto de la actividad agrícola. Esta falencia estructural determinó que el sistema agrícola dependiera exageradamente de las demandas que pudiera presentar el mercado externo, un mercado que si bien en el periodo fue relativamente estable, nunca adquirió las dimensiones requeridas para promover el desarrollo agrícola del país.
Bibliografía
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Salazar, Gabriel "Labradores, peones y proletarios." LOM. Santiago, 2000.
Autor:
Alberto Bersezio
Docente Universidad Finis Terrae
[1] Bauer, Arnold. Expansión Económica en una Sociedad Tradicional: Chile Central en el siglo XIX. P.138.
[2] Id.p.139.
[3] Id.p.145