Vale detenerse un poco y, aunque pareciera que se vuelve atrás en el análisis, considerar que es lo que ocurre con los niños (y adolescentes) de la calle en su "carrera contra la vida". La permanencia de los niños dentro de los grupos de chicos en situación de calle está asociada generalmente a un proceso de deterioro físico y emocional, psicológico y hasta psíquico. Y aquí hay que poner el acento en que, por más pasos que de en este modo de vida, desde la etapa de la niñez hasta la adolescencia y la juventud temprana, se acercará casi inevitablemente a una muerte temprana.
¿Por qué trabajan los niños de la calle? Para estos chicos, ni bien ingresan al espacio público se involucran con el trabajo como algo natural, ya que encuentra ahí una posibilidad de inserción en la sociedad. Sin embargo, conforme avanza en esa "carrera" van modificándose el tipo de actividades que realizan para obtener recursos (para su propia subsistencia, para aportar al grupo o, las más de las veces, para incrementar lo obtenido, con su explotación, por parte de los que lo inducen u obligan a trabajar).
Una de las actividades más extendida es la mendicidad (y el dar lástima) y sus variantes (mendicidad encubierta, en realidad): limpiar parabrisas de autos en los cruces de calles ante los semáforos, realizar actos casi circenses, como malabares o cabriolas, y hasta tragafuegos, actos rayanos con el peligro extremo, pero también limpiar zapatos, vender baratijas, chucherías, frutas, bebidas gaseosas o golosinas hasta llegar a la mendicidad coercitiva: simulando daños físicos, pedir dinero de forma lastimera o utilizar lenguaje violento tratando de manera agresiva a automovilistas y transeúntes. El uso continuo de cualquiera de esos tipos, dentro de esta forma de actividad "laboral" se mueve dinámicamente en un proceso ascendente de deterioro físico y emocional de los niños de la calle.
Paralelamente y muchas veces empujados por su situación de marginalidad y su "falta de preparación" para abordar labores cada vez más especializadas que demanda una mano de obra altamente tecnificada, los suele llevar a la realización de actos delictivos, de los cuales resulta a la larga muy difícil salirse.
No siempre es así y las más de las veces los niños de la calle (que "trabajan" allí) se han visto compelidos a hacerlo por formar parte de familias muy carenciadas, excluidas o semimarginales, cuyos cabeza de grupo, ya sean padre o madre o ambos, trabajan principalmente en actividades informales, en una proporción muy grande dedicados a la venta ambulante. En muchos, a falta de padre, el hijo mayor asume ese rol con la misma responsabilidad, a una corta edad, 12 ó 13 años. Y así, los niños de la calle asumen el trabajo como una forma de vida desde temprana edad, la que se constituye en actividad cotidiana.
Pero, sean niños y adolescentes de la calle o no, el que trabajen (legal, informal o marginalmente) es una verdadera violación a los Derechos del Niño establecidos por las Naciones Unidas, la UNICEF, la OIT y la Convención Americana de los Derechos Humanos: derecho a la integridad personal (artículo 5); derecho a ser protegido (artículo 19) y derecho a la protección de la honra y la dignidad (artículo 11) entre otras normativas.[5]
Muchos de los datos analizados y desarrollados hasta aquí, se basan en los obtenidos por encuestas realizadas por diversos países de América latina en materia de trabajo infantil y adolescente, encuestas que remiten al Programa IPEC de la OIT que, desde sus comienzos, en 1992, ha buscado la erradicación progresiva del trabajo infantil en más de 80 países a través de dos estrategias: el esfuerzo de las capacidades nacionales para enfrentar los problemas del trabajo infantil y la creación de un movimiento mundial para combatirlo.
En 1998 se crea el Programa de Estadística y Seguimiento en Materia de Trabajo Infantil (SIMOC) con el fin de medir el trabajo infantil y, en la década pasada, se diseñaron métodos que se aplicaron en países de África, Asia y Europa y, a partir del 2000, la mayoría de los países de América latina y el Caribe comenzaron a realizar encuestas específicas.[6]
A comienzos del siglo XX el trabajo infantil eras considerado algo normal; esa idea fuerza era a todas luces una rémora del pasado que subsistía en casi todos los países del mundo, aún en aquellos considerados más civilizados y modernos. Por aquellos años tuvieron lugar, además de grandes movilizaciones y luchas de las clases trabajadoras en diversas partes del planeta, por mejoras no sólo salariales y de condiciones de trabajo (8 horas diarias y semana de 48 horas, en principio fue uno de los logros conseguidos), entre las que estuvieron presentes las de búsqueda de protección de la mujer y la niñez trabajadora y cuando no la erradicación o prohibición lisa y llana del trabajo de los niños.
El estado legal de la cuestión en América Latina
En 1905 asume en Buenos Aires, Argentina, como primer diputado socialista de América el abogado Alfredo Palacios, quien logra imponer un año más tarde, entre otras, la ley 5.291 de protección del trabajo de mujeres y niños. Esa norma fue luego adoptada por diversos países en toda la región. Sin embargo, casi a finales del siglo pasado, en la década de los 90 el neoliberalismo se aposenta en América latina, en reflejo de lo que venía sucediendo desde los setenta en los principales centros de poder. Y es por la vía de dicha política que se impone la pérdida de derechos laborales, el desempleo y el descenso generalizado de ingresos, dando paso a la informalidad y al crecimiento del trabajo infantil que alcanza proporciones alarmantes.
El trabajo infantil (formal o informal) existe y es doloroso aceptarlo. En lo que respecta a Bolivia,
"los niños padecen las peores formas de trabajo. Cerca de 800 mil niños realizan actividades laborales, de los cuales, un porcentaje muy significativo corresponde al trabajo infantil en sus peores formas relacionadas con la minería artesanal, la zafra y la explotación sexual, revela un informe presentado por la Fundación Arco Iris".[7]
El 1997 Bolivia ratifica una serie de convenios con la OIT, -138 y 182-que refieren a la edad mínima para trabajar (15 años) y a la acuciante necesidad de implementar medidas para la prevención y eliminación de las peores prácticas de trabajo infantil, respectivamente. No obstante, hasta hoy poco se ha progresado al respecto.
"El trabajo infantil constituye una problemática que trasciende el ámbito meramente social, puesto que sus raíces están asentadas en la pobreza, en la exclusión y la marginación de vastos sectores de la población boliviana." [8]
Por todo lo expuesto no parece desacertado cerrar este punto haciendo una ligazón con el siguiente repitiendo palabras de la representante de UNICEF en la Argentina, Gladys Acosta Vargas, publicadas en un periódico de Buenos Aires:
"El trabajo infantil es una violación a los derechos del niño […] no sólo es evitable, sino que es una responsabilidad del Estado, de las familias y del mundo adulto en su conjunto plantear la superación del problema. Es hora de dejar atrás todo escapismo que nos impida actuar con celeridad y justicia cuando se truncan vidas y talentos por la falta de oportunidades que produce la carencia educativa."
Al respecto señala taxativamente que:
"muchos chicos están obligados a abandonar la escuela para ocuparse de tareas que les reporten magros ingresos. El Estado, las familias y los adultos en general deben articular respuestas integrales para acabar con este flagelo".
Enfocando directamente el tema preocupante de abandono escolar por necesidad económica, la especialista destaca el incremento del trabajo infantil, cuya presencia disminuye la dignidad de aquellos inmersos en formas de pobreza que los compele a trocar la escolaridad por cualquier actividad que les reporte magros ingresos. Y sintetiza:
"Por eso, a días del Día Mundial contra el Trabajo Infantil [ya celebrado el 12 de junio] corresponde elevar la voz ante este flagelo social. El lema para 2008 plantea la impostergable necesidad de garantizar el derecho de niñas, niños y adolescentes a una educación de calidad como respuesta acertada frente a esta problemática". [9]
Según un informe reciente de la OIT, en algunos países latinoamericanos en vías de desarrollo casi un tercio de la fuerza de trabajo agrícola está compuesta por niños, subrayando su enorme contribución a la producción mundial de alimentos y de géneros agrícolas. Según la UNESCO, gran parte de este trabajo agrícola y también del industrial se desarrolla en lugares subarrendados estatales, especialmente en lo que se refiere al reclutamiento de la fuerza de trabajo y de su control, mientras que sólo una mínima parte es controlada por las sociedades multinacionales que se preocupan principalmente del control de calidad y de conducir los productos a los mercados occidentales. Esta situación se sostiene por la aguda pobreza ya que todos los trabajadores, las empresas subarrendatarias y los países disputan entre sí el volverse destino de inversión de las multinacionales, y los esfuerzos –ya sea de las diversas administraciones nacionales como de los trabajadores – por elevar la calidad de las condiciones de trabajo, o poner límite al accionar de una sociedad extranjera, deriva en que la multinacional busca socios más amigables en otros destinos. Hacia fines del siglo XX una edición del periódico francés Le Monde Diplomatique denunciaba que a escala planetaria el número de los niños que trabajan no deja de aumentar. En algunos países es una multitud de masas. Los niños explotados de menos de 6 años son decenas de millones y en América Latina trabaja un niño de cada 5. Frente a este escenario es imprescindible tener en cuenta que
"La construcción social de la infancia moderna se relaciona no sólo con las transformaciones de la familia sino con la emergencia de la escolaridad. La escuela sustituyó el aprendizaje por medio de la educación, provocando el cese de la cohabitación de los niños con los adultos y el aprendizaje por contacto directo. El proceso de escolarización de la infancia desembocó en la infantilización de un amplio sector de la sociedad que dio lugar, por otra parte, a un proceso de pedagogización de la infancia. Algunos autores diferencian, por otra parte, la constitución de la infancia rica vinculada a la familia de la pobre, resultado de una intervención directa del gobierno, y concluyen que la aparición de la escuela obligatoria fue un instrumento constitutivo de un sentimiento hacia la infancia hasta entonces inexistente en las familias de sectores populares". [10]
Sin embargo, siguiendo a Susana Torrado, atendiendo a la división familiar del trabajo hay que diferenciar a los estratos carenciados, en los que
"se comprueba que la pertenencia a los mismos está asociada a una menor participación en la actividad de las mujeres casadas (es decir a una mayor dedicación de las actividades domésticas), así como a una mayor y más precoz incorporación al trabajo de los hijos en edad infantil y adolescente". [11]
En el marco del enfoque de protección social, desde fines de los años 90 comenzaron a instalarse programas de protección social dirigidos a los estratos más carenciados en las sociedades de los países latinoamericanos. Pero el objetivo de apoyar a las familias para que pudieran mejorar sus condiciones de vida y salir del ciclo de la pobreza no se cumplieron. Hasta hoy han resultado infructuosos todos los sistemas asistenciales, ya que la excesiva dualización de las sociedades ha marginado del sistema, expulsando a la calle a los menos provenientes de las familias más pobres o que viven en la indigencia.
La reducción de la pobreza actual, la disminución del trabajo infantil, la creación de redes de protección social en situaciones de crisis son meras expresiones declarativas de los organismos ya que resulta virtualmente imposible asegurar el bienestar y la alimentación de los pobres estructurales y de los nuevos pobres que se han sumado como consecuencia de la creciente globalización de la economía.
Autor:
Henryk Jozef Hes
[1] Infancia y adolescencia: trabajo y otras actividades económicas. Primera encuesta. Análisis de resultados en cuatro regiones de la Argentina. OIT, iNDEC, MTSS, Buenos Aires, Argentina, Primera reimpresión agosto 2006.
[2] Ibidem.
[3] Ibidem.
[4] Latorre, Analía, "Alternativas para atención de los chicos de la calle", en: Gazeta de Antropología, ISSN 0214-7564, Nº 19, editada por la Universidad de la Plata, Buenos Aires, Argentina, 2003.
[5] Normas internacionales aludidas: Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño; Convenios de la OIT sobre Edad Mínima (N° 138) y las Peores Formas de Trabajo Infantil (N° 182); y los Convenios de la OIT sobre Seguridad en el Trabajo y de exámenes médico de menores en diversas actividades (Nos. 77, 78 y 79).
[6] Op. cit.: OIT, INDEC y MTSS de la República Argentina.
[7] Periódico La Patria, Noticias de Oruro, Bolivia, 13 de abril de 2004.
[8] Ibidem, op. cit..
[9] Vargas Acosta,G., representante del UNICEF en Argentina: "Armas para luchar contra el trabajo infantil." Columna de opinión publicada en el diario Clarín, de Buenos Aires, Argentina, en 16 de junio de 2008.
[10] Carli, S., La Infancia como construcción social, Buenos Aires, Argentina, Santillana, 1997, p. 14
[11] Torrado, Susana, Historia de la Familia en la Argentina Moderna, Buenos Aires, Argentina, Ediciones de La Flor, 2003, p. 531.
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