- Consideraciones sobre el trabajo en la niñez
- Los trabajos de los niños en la calle
- El estado legal de la cuestión en América Latina
Consideraciones sobre el trabajo en la niñez
Resulta difícil abordar el tema de este capítulo sin por lo menos ruborizarse, en especial si se trata del trabajo de niños y mucho más aún si la cuestión se centra en niños de la calle. Esto, dicho casi sin preámbulo, merece una aclaración toda vez que la realidad de la situación económico-social de la región, hace imposible soslayar el hecho concreto y triste de que buena parte de los integrantes de la niñez y la adolescencia deben inevitablemente trabajar para contribuir a la subsistencia familiar, cuando no a la mera y propia subsistencia para así, al menos, sobrevivir.
El trabajo de niños y adolescentes, en sentido estricto puede ser definido como:
"Toda actividad que implique la participación de los niños y adolescentes en actividades económicas orientadas al mercado, independientemente de la relación de dependencia laboral o la prestación de servicios que realice".
Así de claro lo enmarca un estudio sobre "trabajo y otras actividades económicas", realizado conjuntamente por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS) de la Argentina y el Instituto de Estadísticas y Censos (iNDEC), también de aquel país sudamericano.[1]
En dicho estudio, como lo ha sido asimismo en numerosos documentos, ponencias y publicaciones de especialistas de todo el mundo, el trabajo infantil (y en esto casi todos los autores engloban tanto a niños como adolescentes en los primeros años de esa etapa de la vida) es el que impide el acceso, permanencia y rendimiento de los niños y adolescentes en la escuela o el que se realiza en ambientes que puedan tener efectos negativos, tanto inmediatos como futuros, en la salud o en condiciones que puedan afectar "el desarrollo psicológico, físico, moral y social".
Estas consideraciones se encuentran ampliamente legisladas en muchos países latinoamericanos (Bolivia es uno de ellos) y también forman parte de normas internacionales, como ser la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño, los convenios de la OIT sobre Edad Mínima y las Peores Formas de Trabajo Infantil y los Convenios de la OIT sobre la Seguridad en el Trabajo. [2]
De acuerdo a lo que taxativamente señala la OIT, el trabajo infantil y adolescente incluye toda tarea de producción, transformación, comercialización, distribución y venta de bienes y servicios, remunerada o no. realizada en forma independiente o al servicio de un persona natural o jurídica, por aquellos que no hayan cumplido 18 años de edad.
Pero hay que tener en cuenta también aquellas tareas que son realizadas por niños y adolescentes que no son consideradas actividades laborales: sólo en casos excepcionales, las encuestas que se realizan periódicamente incluyen esas tareas que no están directamente ligadas con el mercado y que se sitúan en los márgenes del concepto generalizado de trabajo.
Y no solamente deberían incluirse las tareas domésticas o las realizadas por los niños, en número excesivo de horas cuando sus padres están ausentes del hogar o las correspondientes a actividades económicas para el autoconsumo, el cultivo, las cosechas agrícolas, el cuidado de animales de granja o de campo "así como la construcción y remodelación de vivienda propia."[3]
Los trabajos de los niños en la calle
Todo lo dicho hasta aquí en este punto se refiere a los niños y adolescentes socialmente integrados o, mejor dicho, aquellos no excluidos de la sociedad. Pero hay que tener en cuenta –y es materia de esta tesis-a los niños de la calle, los marginados, los "ilegales", los "marginales", en suma, los excluidos (a veces hasta, los que "no existen" ni siquiera en los registros civiles, completamente indocumentados).
Y esta "inexistencia legal", esta exclusión, esta marginalidad, impide que estos niños tengan acceso a la estructura de oportunidades y los empuja a una exclusión más profunda en las calles. Los niños (y adolescentes) de la calle no son considerados por las organizaciones nacionales o internacionales ni son tenidos en cuenta a la hora de realizar encuestas, censos o estudios sobre el fenómeno (en este caso particular, el del trabajo de niños y adolescentes); los niños de la calle carecen de documentos o papeles que les permitan siquiera insertarse en el mundo laboral, en las escuelas u otros servicios que requieran una identificación. Y el caso se complica cuando tienen a su vez hijos nacidos en las calles, porque el ciclo de marginalidad se trasmite a la nueva generación.[4]
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