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Tratado de numerología sagrada del Nuevo Testamento (página 2)


Partes: 1, 2

Los tres elementos y casi con las mismas cifras aparecen en los sueños iluminados de José, hijo de Jacob, en el Génesis. Allí Jacob interpreta el sueño profético de su hijo diciendo que el Sol es el Padre de familia, la luna es la Madre, y las Once estrellas son los otros hijos de la familia, los hermanos mayores de José. Esos entes celestes se inclinan ante José. El sueño se cumple unos quince años después, en Egipto, cuando la familia completa reverencia a José exaltado a la diestra del Faraón.

Solo que aquí las estrellas son doce. Y forman un círculo perfecto sobre la cabeza de esta mujer. Se han relacionado estas estrellas con las doce constelaciones del zodíaco y con el año solar, pues la luna sirve para medir los tiempos, lo mismo que el sol que va entrando en las doce constelaciones mes a mes. Los pies de la mujer, al pisar la luna, nos indican que ella ESTA POR SOBRE EL TIEMPO Y SOBRE EL MUNDO SUBLUNAR DE LOS CUATRO ELEMENTOS TERRESTRES. Poner los pies sobre algo es Dominar o Mandar sobre lo que se pisa.

El círculo de estrellas no es solo el conjunto de las constelaciones, sino que también es un símbolo de lo eterno, de lo que no tiene fin, o de lo infinito. Vestida de Sol nos indica que la mujer es un ser TEOFORICO, ES DECIR, PORTADOR DE DIOS, Y QUE VA A PARIR A UN DIOS, TAL COMO SUCEDE EN EL RESTO DEL CAPITULO DOCE.

María es, para los Ortodoxos, para los católicos, los coptos y para los protestantes, LA QUE PARE A DIOS, LA TEOTOCOS. Pero es claro que antes de parirlo debe portarlo, tenerlo un tiempo en si misma. Durante ese tiempo es la gran MadreTeofórica, o la gran Cristófora. (Del griego Forein, portar o trasportar).

El conjunto simbólico nos hace entender que en la encarnación de Cristo, María ha sido la puerta que ha permitido que la ETERNIDAD IRRUMPA O SE CONECTE CON EL TIEMPO HUMANO. Que el Dios único que reina sobre el tiempo se introduzca en el tiempo.

Sin embargo, este concepto no excluye otro modo de entender los símbolos. No es problema reconocer a la Antigua Israel, como Esposa de Yahveh, a la que le ha llegado el tiempo de parir al mesías. Y tampoco hay impedimento de considerarla una imagen de la Iglesia misma, que debe parir a Cristo constantemente, para todos los tiempos. Y también se la puede considerar como una imagen humana de la misma Nueva Jerusalén, que también tiene atributos femeninos.

El mismo Apocalipsis, en el capítulo 21,2 se nos dice que la Nueva Jerusalén baja del cielo engalanada como una novia. El dorado de la ciudad tiene relación con las ropas doradas de las reinas hebreas en las ceremonias nupciales, según nos informa el salmo 45.

Pero también es una referencia femenina el describirla como una ciudad de Doce puertas, pues el cuerpo de la mujer tiene doce puertas de comunicación con el mundo exterior. Siete orificios en la cara, más ano, uretra, vagina, y dos orificios de lactancia en sus pechos, en total doce. En el Bhagavad Gita se dice que el cuerpo humano, refiriéndose a los hombres, ES LA CIUDAD DE LAS NUEVE PUERTAS. Y efectivamente el cuerpo masculino tiene sólo nueve orificios naturales.

El Número Cuatro

Ya sabemos que los Evangelistas son Cuatro. Pero es en el Apocalipsis cuando el número Cuatro cobra una mayor importancia. En el capítulo siete se nos muestra de Cuatro Ángeles situados en los cuatro puntos cardinales de la tierra, que detienen a los vientos, para que no soplen sobre la tierra. Hasta hoy diversos libros del Judaismo, como el Zohar, el Libro de Henoc, y La Guerra de los Hijos de la Luz contra los Hijos de las Tinieblas, de los Esenios, nos hablan de Los cuatro Arcángles Principales, Rafael, Mijael, Uriel, Gabriel. Algunos reemplazan a Uriel por Sariel.

Pero la principal referencia del Apocalipsis sobre el tema, Juan la pone en el Capítulo Cuarto. Allí nos describe a CUATRO GRANDES SERES QUE ESTAN EN LA PRESENCIA DE DIOS, CON SEIS ALAS CADA UNO, Y LLENOS DE OJOS POR TODOS LADOS. Uno de ellos tiene aspecto de Águila, otro tiene forma de Toro o Becerro, Otro de León, y uno como Hombre o como Ángel. Son las Inteligencias regentes de los Cuatro Elementos del Universo. El Aire está representado por el Águila, la Tierra por el Toro, el Fuego por el León, y el Agua por el Hombre-angélico. Es la misma visión de Ezequiel, con ligeras diferencias.

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Los muchos ojos nos indican la participación de esas cuatro entidades en el atributo divino de Omnisciencia del Uno que está al Centro de los Cuatro, Dios mismo. Las seis alas nos recuerdan los serafines de la visión de Isaías. El cuatro nos remite a un concepto de Estabilidad Universal, y a un eco de la gloria del nombre de Dios de Cuatro Letras, el famoso Tetragrama del Antiguo Testamento, cuyas letras los kabalistas relacionan con los cuatro elementos y con los cuatro mundos o planos paralelos del cosmos. (Atzilut, Briah, Yetzirá, y Assiah).

En la experiencia de los Apóstoles del Cristo Transfigurado, mostrando su divinidad, los que suben al monte Tabor son CUATRO PERSONAS. Jesús, Juan, Simón Pedro y Santiago el Mayor, el hermano de Juan. Tres discípulos y su maestro en busca de la revelación e iluminación suprema. Y la logran ampliamente, incluso entran en la misma nube luminosa de la Shejinah, la Presencia Divina. La misma nube de luz que apareció sobre el monte Sinaí, y que también apareció sobre el santuario portátil o el tabernáculo en el desierto, y que también apareció en el Templo de Salomón en Jerusalén. Con el agregado de que se aparecieron también Moisés y Elías junto a Jesús radiante como el sol.(Mateo 17,5).

La idea de estos cuatro hombras que suben a la montaña tiene que ver con el Nombre de Cuatro letras de Dios, revelado a Moisés. De esas cuatro letras, Yod, He, Vau, He, que representan a los cuatro elementos según la kabalah, sólo Yod, la primera es de Luz, del elemento Fuego. Las otras representan respectivamente al Agua, al Aire y a la Tierra. Por lo tanto de ese grupo de cuatro solo Jesús es el Yod, la luz, el fuego divino, y así se muestra. La tradición asigna a San Juan el elemento aire por ser el Águila de Patmos. Por lo tanto los otros dos apóstoles, Pedro y Jacobo, representan al agua y a la tierra.

Estas dos últimas atribuciones no quedaron claramente asignadas en la tradición oral y luego escrita, pues hubo cambios. Los evangelistas si que quedaron asignados a los cuatro elementos: Marcos al León y al Fuego. Lucas al Toro y a la Tierra, Mateo al Angel-Hombre y al Agua, y Juan al Águila y al Aire.

Los veinticuatro Ancianos también son divisibles por cuatro. Y la Nueva Jerusalén es una ciudad cuadrada, o de cuatro lados. El número doce también es divisible por cuatro, y nos da la cifra Tres, número muy importante en el Nuevo y en el Viejo Testamento.

El Número Tres

Es tres es un número de esencia creadora, pues Dios debe hacerse tres para crear el cosmos. Pero también es un número operativo, de acción sagrada.

En cuanto a lo esencial debemos recordar que el Tetragrama de Dios, mencionado más arriba, en realidad se compone de sólo tres letras. Yod, he, vau. La segunda está repetida. Tres letras esenciales que tienen directa relación con la Santísima Trinidad. Yod es el Padre, Vau es el Hijo y la He es el Espíritu Santo.

En lo operativo debemos recordar que Jesús, en el último capítulo del Evangelio de Juan, le pide tres veces a Simón Pedro si lo ama. Pedro le confirma tres veces su amor, y Cristo resucitado le confirma como el Pastor de las ovejas. Y eso no es solo como una restitución de la dignidad apostólica, supuestamente perdida por la negación de Pedro en la noche trágica del juicio a Jesús, y profetizada por el señor, sino que el la transferencia del cargo de Pastor Supremo de la comunidad apostólica. En rigor es la entrega del manto a su vicario.

Es la copia o réplica de la transferencia del poder espiritual que se verificó entre Elías y su discípulo Eliseo, DESPUES DE QUE EL DISCIPULO JURO TRES VECES DE QUE NO ABANDONARIA A SU MAESTRO, EN UNA TRIPLE AFIRMACIÓN DE SU FIDELIDAD DE HIJO PRIMOGENITO DEL ESPIRITU. Tras esa triple declaración solemne de seguimiento y de asunción de la misión de Elías, el discípulo recibe el manto, y se convierte en el vicario de Elías. Vicario significa el que representa y actúa en reemplazo de otro, en su misión, dignidad, poderes y derechos.

También Jesús demuestra ese sentido operativo del número tres cuando en el capítulo dieciocho del Evangelio de Mateo, cuando señala las tres etapas que se deben cumplir dentro de la iglesia para corregir conductas pecadoras, ofensas o faltas diversas que dañen la unión fraternal. Primero una reprensión privada al ofensor. Luego una reprensión delante de dos testigos, y finalmente una reprensión delante de toda la comunidad. Si no hace caso queda fuera de la iglesia. Es decir, excomulgado.

En ese mismo capítulo dieciocho se da al dos y al tres un carácter de comunidad sacramental mínima, pues Jesús dice que allí donde hayan dos o tres discípulos, REUNIDOS EN SU NOMBRE. ALLI ESTOY YO EN MEDIO DE ELLOS. Y lo que pidan al Padre esos tres o dos reunidos en el nombre de Jesús, él les otorgará lo que le soliciten.

Tres fueron también, las tentaciones del diablo que Jesús tuvo en el desierto, durante los cuarenta días de oración y ayuno a los cuales le impulsó el Espíritu Santo, después del bautismo en el Jordán. Esas tres tentaciones son fases o pruebas inevitables que ha de vivir cualquier hijo de Dios que quiera avanzar sinceramente hacia la perfección y hacia la sintonía profunda con Dios.

La purificación del alma de todo resto de influencia satánica es la meta de esos cuarenta días. Así el alma humana llega al fondo de sus fortalezas y de sus debilidades, se termina de conocer a si misma, y logra el dominio de todos los seres invisibles que le rodean en el mundo sutil y domina también al mundo de las potencias elementales que tiene el hombre en su propio microcosmos, en su cuerpo y en su mente. Al final se yergue como un Señor de si mismo, dueño de sus sentidos y de su mente. Sólo así podrá ser maestro de la humanidad.

Los masones y rosacruces golpean tres veces las puertas de sus templos en referencia a las palabras de Cristo de Mateo 7,7 – 8. Allí Jesús dice. Padid y se os dará. Buscad y Hallareis, Llamad y se os abrirá, pues todo aquel que pide recibe, y que busca halla, y que llama, se le abre. Al tercer golpe a la puerta del templo, ella se abre. Lo mismo que las puertas del templo invisible del reino de Dios.

La mayor parte de los ritos de las órdenes religiosas y esotéricas son inspirados en textos de las sagradas escrituras, en frases o dichos de significación profunda, en paradigmas que están insertos en la Mente de Dios.

Las ceremonias inventadas por profanos, sin el apoyo de las Escrituras o de la sabiduría de Dios carecen de todo valor, excepto del que deriva de las emociones de casa uno. No es aconsejable crear rituales de la nada, como hacen algunos grupos.

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Aquí en el diagrama tenemos la imagen de una esencia que es Una y Tres. Por eso en el capítulo final del Evangelio de Mateo se dice que los discípulos que los apóstoles vayan reuniendo de las naciones deben ser bautizados EN EL NOMBRE del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Las tres personas divinas se mencionan como UN SOLO NOMBRE. Pues los tres son un solo Dios, no tres dioses.

El Número Uno

En el Evangelio de San Marcos, 12,29 Jesús nos confirma una antigua verdad muy amada y respetada por el Judaísmo, y por el Islam. Se trata de un dato esencial: DIOS ES UNO. Jesús repite la antigua fórmula de Moisés, la Shema: ESCUCHA ISRAEL, EL SEÑOR NUESTRO DIOS, EL SEÑOR ES UNO. Uno en ese sentido, de la unidad del ser de Dios, se dice: EJAD. Tiene tres letras. Alef que vale 1 , Het, que vale 8 , y Dalet, que vale 4. Al sumar nos da 13.

Obsérvese que 13 es la mitad de 26, el valor numerológico del Nombre de Yahveh.

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EJAD es la última palabra de estas seis palabras hebreas de la Shema, la que esta abajo. Las seis palabras, traducidas al pie de la letra, dicen: SHEMA YISRAEL YAHVEH ELOHEINU YAHVEH EJAD. Las letras se leen de derecha a izquierda.

Ahora bien, en la primera Epístola de San Juan, capítulo cuatro, el apóstol nos define dos veces a Dios como AMOR. (versículos 8 y 16 ). Amor en hebreo se dice: AHABA, y sus letras, sumadas nos dan otra vez el 13. Entonces, así queda establecido que Dios es uno y es amor. Y 13 + 13 = 26. Ese es el valor gemátrico del nombre de Dios. Por eso todo verdadero amor tiende a la unificación del ser. El pecado y el odio tienden a dividir, el Poder de Dios Amor tiende a Unir a los seres entre si y a los seres con el. Y todo lo que no sea compatible con el divino amor, amor ordenador de la existencia, es expulsado hacia la nada o hacia la oscuridad del no ser.

Ver el diagrama de la palabra AHABA , amor en hebreo un poco más abajo. Es maravilloso observar cómo EJAD tiene tres letras y AHABA cuatro, y al unirlas nos quedan siete letras, número de plenitud del ser.

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Como el lector ya se habrá dado cuenta, la Biblia en general, y el Nuevo Testamento en particular, es muchísimo más que un conjunto de libros piadosos y moralizantes. Es, por su origen divino, un documento muy cercano a una ecuación matemática y a un mensaje cifrado digno de estudio para las mejores mentes, y no solo para los simples. El intelecto y el corazón deben unirse armónicamente en la búsqueda del Conocimiento de Dios.

Bibliografía fundamental

Léxico Griego – Español de Nuevo Testamento. De Mckibben – Stockwell.

Las Claves de la Numerología Cabalística. Rabí Aharon Shlezinger.

Kabaláh Básica. De Ione Szalay.

Diccionario de Kabaláh. Ione Szalay.

La Biblia. (Biblia de Estudio Vida Plena). De la versión Reina Valera. 1960.

 

 

Autor:

Fernando Laredo Cárter

Profesor de Filosofía y Religión

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