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Juventud. Mercado y Estado: crisis social en la Argentina actual

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    1. La noción de juventud hoy

    2. Juventud y Mercado: la alegoría de la novedad

    3. Juventud y Exclusión en la Argentina actual

    4. La reacción del Estado frente a las problemáticas de la juventud

    5.

    6. Investigación: La violencia va a la escuela

    El informe de lectura que realizaremos a continuación está basado en tres textos distintos que, sin embargo, presentan en común cierto eje temático construido alrededor de la idea de juventud. En primer lugar, consideramos el texto "Escenas de la vida posmoderna" de Beatriz Sarlo, que nos muestra cómo ha variado la noción de juventud a través de la historia y cuál es la relación actual entre juventud y mercado. Por otro lado, se encuentra el texto "Jóvenes en la mira" de Dalia Szulik y Silvia Kuasñosky, quienes se interrogan acerca de las condiciones que generaron que, a partir de los '80, los jóvenes se hayan convertido en objeto de políticas públicas. Por último, encontramos el texto "Civilización y descivilización" de Emilio T. Fanfani, en el cual se analizan las consecuencias que puede generar el proceso de exclusión en la sociedad y, específicamente, en la juventud.

    1. La noción de juventud hoy

    A lo largo de la historia, comenta Beatriz Sarlo, las concepciones de juventud han variado notablemente. En el año 1900, por ejemplo, una mujer de diecisiete años no se consideraba muy joven, y su marido de veintisiete años era un hombre maduro. En la actualidad esto parece haber virado hacia el extremo opuesto: Un tercio de la vida se desenvuelve bajo el título de juventud. La niñez, explica, casi ha desaparecido, acorralada por una adolescencia tempranísima que se extiende hasta después de los treinta años. Paralelamente, el texto afirma que hoy la juventud es más prestigiosa que nunca. La categoría de "joven" ofrece un set de ilusiones que convierte a la juventud en un territorio en el que todos quieren vivir eternamente. Esto, indudablemente, es una consecuencia mas del fenómeno denominadon "la cultura de la imagen", proceso de carácter mundial y masivo, que ofrece parámetros de belleza tan inalcanzables como nocivos, y de los cuales nadie (aún quienes tratamos de desarrollar una suerte de defensa crítica) puede escapar completamente, por la sola exposición a los medios de comunicación contemporáneos.

    2. Juventud y Mercado: la alegoría de la novedad

    Beatriz Sarlo afirma que el mercado corteja a la juventud después de haberla instaurado como protagonista de todos sus mitos. Nunca como hoy, nos dice, las necesidades del mercado estuvieron tan en armonía con el imaginario de sus consumidores. En el mercado las mercancías deben ser siempre nuevas, captar el cambio más insignificante. Esta renovación incesante captura perfectamente el mito de la novedad que impulsa a los jóvenes. Se produce así una alegoría de la juventud.

    3. Juventud y Exclusión en la Argentina actual

    Beatriz Sarlo nos dice que el mercado promete un ideal de libertad y que, muy por el contrario, otorga una garantía de exclusión: "… el mercado elige a quienes van a estar en condiciones de elegir en él. Pero, como necesita ser universal, enuncia su discurso como si todos fueran iguales" '. Szulik y Kuasñosky, siguiendo la misma línea de pensamiento, señalan cuan compleja es la relación de los jóvenes con el mundo de la producción en una sociedad que apenas parece tentarlos con el consumo. La juventud crece en un ambiente contradictorio: tiene aspiraciones al consumo que asocian el ser al poseer pero carece de los recursos que exige el mercado para acceder a lo que desea. Las consecuencias de esta contradicción son graves: según dichas autoras, esta situación fomenta la proliferación de la economía ilegal (drogas, prostitución, delincuencia). Emilio Fanfani, por su parte, afirma que las condiciones de vida provocadas por la exclusión hacen estragos en el proceso de construcción de la subjetividad de los jóvenes. Los jóvenes desempleados, explica, se han desprendido de las cadenas de interdependencia social que nos relacionan con los demás y que nos otorgan una identidad. "Para ellos el tiempo libre es un tiempo muerto, un tiempo inútil, un tiempo sin sentido " 2. Excluidos, para escapar al no-tiempo de una vida donde no pasa nada, los jóvenes pueden recurrir tanto al juego como a la violencia, afirma Fanfani. Para él, es la miseria de la sociedad la que hace miserables a los hombres.

    4. La reacción del Estado frente a las problemáticas de la juventud

    Szulik y Kuasñosky nos dicen que a partir de los '80, los jóvenes pasan a ser considerados mundialmente como un sector con necesidades insatisfechas. El deterioro de su situación general constituye el punto de partida para las políticas de Estado, tanto en nuestro país como en el resto del mundo. Las políticas públicas en nuestro país, nos dicen las autoras, aparecen ligadas a dos fenómenos básicos: por un lado, a la relación problemática existente entre los jóvenes y el trabajo en el contexto de crisis laboral que atraviesa la Argentina; por otro, a la identificación de los jóvenes como peligro social, dado que ocupan un lugar en la sociedad que los convierte en el blanco de una serie de problemas como la drogadicción o la delincuencia. Podemos decir entonces que el desencanto y el desempleo de los jóvenes forman parte de las preocupaciones centrales de la sociedad y el Estado, pero son interpretados como problemas juveniles específicos."

    Sin embargo, las autoras proponen la adopción de una mirada menos parcial de la situación: cada momento del país, afirman, refleja cuál es el papel principal que se le asigna a la juventud. Dicho papel deja entrever los conflictos más importantes que se viven en la sociedad en general. "Este resquebrajamiento de los lazos sociales de nuestra sociedad y, mas particularmente, en su relación con los jóvenes, es el que condiciona, posibilita y acrecienta el desfase entre las demandas hacia los jóvenes, sus expectativas y sus posibilidades de concreción".

    Un movimiento de jóvenes ha sintetizado, en las palabras que resumiremos a continuación, lo siguiente:

    El protagonismo popular de los jóvenes consiste en su participación directa en los asuntos políticos que les compete, en auto representarse en los espacios de decisión sin intermediarios y la necesidad de dejar de ser jóvenes sociobiológicamente determinados.

    No hay protagonismo real sin organización sectorial, peculiar, diferenciada de afirmación de identidades diversas a lo que se presume globalizado

    Marco Bazan afirma también que es necesario un protagonismo juvenil que promueva y cambie la crisis de la cultura adulta, por lo que el reclamo, actuación y proyecto de los jóvenes por reconstruir las relaciones democráticas, paritarias, simétricas respetuosas, tolerantes y de aceptación de la alteridad de otras identidades se va convirtiendo cada día en el paradigma de las organizaciones de jóvenes"

    No sin razón los jóvenes de este tiempo no creen nada de lo que dicen los adultos, y cuestionan su falta de coherencia, su hipocresía, mucha de esta "rebeldía según los adultos" es cuestionamiento a estas incongruencias de los adultos que no han sabido construir una sociedad mejor e inclusiva., y la posibilidad de que los jóvenes estén ya construyendo un nuevo modelo o Protagonismo Social.

    Del modelo que tengamos de juventud, seamos jóvenes o no, dependerá mucho la necesidad de apostar por este protagonismo juvenil, que se contradice totalmente con el paternalismo, asistencialismo, autoritarismo y toda forma que no reconozca la capacidad de los Jóvenes para resolver sus propios problemas, para elaborar propuestas porque tienen la capacidad para hacerlo, pero si no nos ubicamos o rompemos los modelos pre-establecidos por la cultura adulta, seguiremos creyendo que los jóvenes son un problema, son incapaces, etc.

    La posibilidad de una sociedad mejor democrática, participativa, incluyente, solidaria, justa y fraterna esta en las y los jóvenes y en los niños también, desde esa perspectiva el aporte generacional de todos los jóvenes en cualquier tiempo y que debemos tener siempre (o de lo contrario envejeceremos) esta dado en lo que algunos llaman el espíritu juvenil:

    • La posibilidad de construir sueños y utopías.
    • La Capacidad para cuestionar modelos establecidos y que no funcionan
    • La Posibilidad de proponer nuevas cosas, distintas y bastante analíticas.
    • La Alegría, el optimismo y la vitalidad en lo que uno hace.
    • La Posibilidad de "tener mente abierta y tolerante para respetar lo diferente y hasta ambiguo quizás.
    • La Posibilidad de crear nuevos modelos superando lo que los adultos no hicieron bien o dejaron de hacer

    5. Conclusión

    Actualmente, el mundo globalizado y basado en el consumo no respeta nuestra autonomía, se contradice en los valores que nos enseñan y nos infantiliza; además nos hace creer en oportunidades igualitarias que carecen de sentido y son inexistentes. Al diferente se lo margina y se lo expulsa.

    Si entendemos que el adolescente sufre cambios importantes en la identidad y en las relaciones con los otros, lo que implica el nacimiento de nuevos vínculos y espacios de sociabilidad diferentes a los familiares, que por lo tanto necesitan desplegarse, hacer algo propio, entonces las instituciones deberían escuchar y abrir el juego en las decisiones que afectan la vida y futuro de todos ellos. La sociedad no debería estigmatizar, impedir, evitar, sino aceptar las diferencias, ampliar los espacios de decisión, de diálogo y construcción colectiva, en donde los adolescentes encuentren su lugar desde sus particularidades y anhelos.

    Desde nuestra perspectiva la adicción, la criminalidad, y los demás problemas propios de la juventud (y no tanto) constituyen un síntoma, como lo puede ser un dolor físico, algo que esconde o oculta algo más coyuntural como es un dolor no tramitado, duelos, inhibiciones, frustraciones, imposibilidades que hacen que los chicos o adultos eviten la realidad, escapen y en este escape pierdan principio de realidad y afectos, generando grandes costos en su persona y futuro.

    Lo importante sería generar una acción preventiva donde se valoriza la escucha de los jóvenes y adolescentes en cuestión, a fin de buscar valores potenciales, desestructurar modelos preexistentes, tomar estos nuevos conceptos y mediante la comunicación reelaborarlos e incorporarlos al repertorio personal del sujeto.

    Ejecutar una acción seria es abandonar el lugar del saber absoluto, favoreciendo el protagonismo grupal, para hacer circular el cuestionamiento y así desmitificar la categoría etiquetada de la "mala juventud de hoy", para ver lo que sucede detrás de ella en cada sujeto, ya que ésta es la real naturaleza del fenómeno

    No se los debe observar como objetos de investigación: hay que respetarlos como sujetos portadores de subjetividad. Esto nos da la pauta de que culturalmente pertenecemos a una sociedad que no quiere, no sabe, no puede proteger a los jóvenes sino es por medio de estigmatizaciones y etiquetas.

    En la actualidad, según datos oficiales de la Dirección Gral. de niñez y adolescencia, del GCBA, habría 4000 chicos en la denominada "situación de calle" que, como indicador nos dice que tenemos gran parte de la juventud con sus derechos vulnerados, que evidencian una condena mas que jurídica, social ya que están condenados desde el vamos a la exclusión y por ende a las carencias básicas que tal exclusión implica.

    Por todo lo planteado es fundamental salir del encierro, no paralizarse para dejar de sentir temor y atrevernos a escuchar, informar y respetar los derechos que a los jóvenes les son propios por el simple hecho de ser personas.

    Para finalizar y a modo de anexo presentamos a continuación una nota publicada en el diario Clarín que, oportunamente y con bastante lucidez, trata la problemática por nosotros abordada.

    6. Investigación: La violencia va a la escuela

    Chicos contra chicos. Chicas contra chicas y también contra chicos. Los casos en el país se multiplican cada vez con más frecuencia. Sólo en los primeros cuatro meses del año, se detectaron 14.199 casos de agresiones físicas a alumnos bonaerenses. Yel último año, en la Capital, se denunciaron 176 episodios violentos en escuelas. ¿Esto tiene solución? Todavía no aparece.

    Es simple. La mecha para el primer fogonazo se enciende fácil. Una mirada y vos-qué-mirás . Un pechazo y ella-medijo-que-vos-dijiste, un insulto al pasar, porque sí. Y punto. No hacen falta más excusas. Las aulas de las escuelas públicas, privadas, del conurbano o de plena Capital, son una caja de resonancia donde tarde o temprano, los chicos parecen descargar esa suerte de turbulencia por la que transitan desde hace tiempo. Y recién cuando algún caso salta el cerco de la escuela y se hace público, para muchos el mundo real hace plop como un chicle globo. Aunque, en realidad, no hay demasiado de qué asombrarse.

    Por sólo nombrar algunos casos del año escolar que termina por ahora deja estas luces de "¡alto, peligro!": una chica de 15 años fue golpeada por tres compañeros a la salida de la Escuela Técnica N°1 de La Plata, y terminó en el hospital. Otra nena, de 11, fue agredida por alumnas del sexto grado de la Escuela N°9 de Villa Lugano. Le rompieron la clavícula. ¿Motivo? "Porque se hacía la linda y es una tonta", habrían argumentado las agresoras. Hay más. Un informe del Ministerio de Educación de Catamarca dio a conocer que en los últimos seis meses, se duplicaron los casos de violencia en las escuelas de la provincia. En Presidencia Roque Saenz Peña, Chaco, un nene de séptimo grado fue a clase -en la Escuela N° 327- con una tumbera (una escopeta de fabricación casera) cargada con balas de calibre 36. Y un adolescente de 16 apareció frente a sus compañeros con una carabina calibre 22, en una escuela de enseñanza técnica de Neuquén. Una piba de 18 años apuñaló con un cuchillo de cocina a otro alumno en una escuela de Santa Fe durante una discusión. Y un chiquito de séptimo año del EGB, en José León Suárez, amenazó con una pistola 22 a un compañero de clase. ¿Bowling for Columbine? No, Argentina 2005.

    Pero, ¿por qué habría que pedirles cordura full time a unos chicos cuyos padres, por ejemplo, son capaces de ir a trompear a una maestra porque no están de acuerdo con las notas que pone? ¿O cuando los adultos dirimen una discusión de tránsito con un tiro homicida en plena autopista? Bullying es el nombre que usan los expertos para definir estas situaciones de violencia entre estudiantes. Un término inglés que denomina a los procesos de intimidación y victimización entre iguales, entre compañeros de aula, donde el maltrato va mutando desde el acoso verbal hasta los hechos.

    Chicos contra chicos. Chicas contra chicas. Chicos contra chicos. Todos contra todos. A la hora de encontrar una respuesta, las causas tienen un nudo tan íntimo y familiar como social, en el que la historia pasada, la de ayer nomás y la de hoy, se constriñe cada día un poco más, y que, por ahora, no indica haber llegado a su límite. ¿Víctimas o victimarios? ¿Dónde está la diferencia?

    Los terribles

    El pibe tiene 15 años y el pelo teñido de amarillo huevo. Está en noveno año, el último ciclo del EGB de una escuela de Ingeniero Budge, a unos 20 minutos del Obelisco. Barrio de márgenes, de necesidades, de relaciones conflictivas, de inseguridad. Pero aún ante este cuadro de situación, la escuela no es de las más problemáticas de la zona. Y su directora aceptó abrir las puertas para que VIVA escuche por boca de sus alumnos cómo capitalizan ellos el estado cotidiano de esa larva violenta que se instaló puertas adentro. Pero es sólo una muestra. Lo mismo podría escucharse, con matices, en cualquier punto del país.

    No habrá nombres propios que los identifiquen, porque son menores; tampoco de la escuela en cuestión.

    La primera bandada –y no de blancas palomitas precisamente– llega cuando termina el recreo. En el pizarrón hay resabios de una clase elemental de inglés. A los pibes les entusiasma la idea de contar sus códigos intraescolares. La voz cantante tiene dueño: el pibe teñido de rubio. Alto, delgado, entrador. Cualquiera se dejaría ganar por su cara de buen pibe. Y nadie duda que lo sea. Aunque por el momento, lidera una bandita (pandilla, le dicen) que maneja los hilos y los humores, no sólo de su entorno, sino también de la clase y de todo el resto de la escuela. Además, tiene muy buenas notas, algo que le da un handicap interesante. Para sus compañeros, es un ejemplo. Eso de "hace lío, pero es buen alumno". Y los profesores reconocen que es muy inteligente. Pero cuando pega algún faltazo, su ausencia se nota: el resto está más relajado. "¿Cómo son las cosas acá? A estos les pegamos siempre", arranca el rubio señalando a otros cuatro que lo miran con nerviosa mudez. "Ya lo saben: nosotros les vamos a pegar siempre", azuza con una sonrisita candorosa. ¿Por qué pegarles? "Porque es así. Los que se dejan pegar y no hacen nada, son unos tontos. Y estos son unos tontos. Se la tienen que bancar". Se ríe el rubio y ríen sus "hermanos", como se llaman entre sí. Y los que cobran también se ríen, entre incómodos y nerviosos. Es curioso observar el dibujo que hicieron acomodándose en el aula. Los hermanos en el centro, y allá en el fondo, dos pibes inmutables, con el sigilo perturbado. No miran; no dicen ni mu. A lo mejor querrían estar en Marte cuando La re pandilla o Los mafiosos o Los terribles (como también se autodenominan), hablan entre excitados y verborrágicos.

    El líder va por más: "A éste no le puedo pegar", ningunea a uno que lo mira de refilón. Y se cuela una carga de adrenalínica humillación. El aludido refunfunea algo entre dientes, pero ni siquiera le sostiene la mirada al rubio. Obvia el comentario. Pero, ¿hasta cuándo? Sí querría estar descargando el aguijón que le acababan de clavar. "Y a aquél –siguen los terrible s– le hicimos aspirar una tiza entera. La molimos bien hasta que quedara hecha polvo, como si fuera cocaína, ¿vio? y se la tuvo que aspirar toda. Después andaba medio boleado". Ja, ja,ja,ja. Al pibe agredido, un borrador le quitó la sonrisa. Contagio. Eso dice que tienen. Se les pegan las ganas de hacer lío o de estar malhumorados. "Cuando uno de nosotros viene sin ganas de nada contagia a todo el grupo. Y nos contagiamos el mal humor", cuenta el de ojitos verdes, carita de ángel precoz.

    Las causas son varias: algún problema familiar que traen colgado del cuello (y de los que prefieren no hablar) o porque se levantaron con la luna atravesada. Y en ese pastiche de posibilidades, caen los que vienen de afuera. La repandilla relata, con gran agitación, que el año pasado un compañero se quiso autoagredir (cortarse las venas, cuentan ellos) "porque nosotros lo molestábamos y, en parte, porque no entendía matemáticas". El pibe terminó yéndose a otro colegio.

    Pero no fue el único episodio de acoso insoportable. Dicen que si no los paran, cuando se agarran a las piñas, "nos matamos". Y admiten, con férrea sinceridad, que "no está bien" manejarse en esos términos. Pero "es lo que hay", define el líder del grupo como toda razón y justicia. Eso sí, en el futuro se ven, orgullosos, como servidores públicos: quieren ser policías.

    Adentro y afuera

    Violencia verbal. Acoso.Golpes. Gallos de riña picoteándose sin razón y ¿sin sentido? ¿Qué pasa con estos pibes que hablan de sus hazañas como quien se encuentra con viejos compañeros a repasar travesuras, algunas pavotas, es cierto, como la de tirar una naranja contra el ventilador de techo encendido para que toda el aula termine como un jugo de frutas? ¿Qué pasa con ellos cuando buscan socavar las resistencias de sus iguales?

    Un relevamiento sobre violencia realizado por la Dirección de Psicología y Asistencia Social Escolar bonaerense, dio algunos resultados inquietantes sobre lo que pasa en el adentro y en el afuera de las escuelas de la provincia, donde van casi 4,5 millones de alumnos repartidos en 16 mil colegios. (Ver Cifras preocupantes ). Los números encabezan el maltrato emocional, físico, las peleas entre grupos rivales. Y le siguen los robos, accidentes, uso de armas, consumo de drogas y alcohol, maltrato sexual, intentos de suicidios y suicidios, y dos asesinatos. "El estudio abarcó situaciones que nos permiten tener un conocimiento global de la violencia que viven los chicos en el adentro y el afuera de la escuela", explica la licenciada Lilian Armentano, de la Dirección de Psicología provincial.

    Según la funcionaria, muchas veces los conflictos entre pares en la escuela empiezan en el afuera, en los barrios donde viven o en los lugares donde van a bailar: "Y lo que no se dirimió en el afuera, termina dirimiéndose en el adentro". Cuestiones territoriales, antagonismos, peleas por un chico o por una chica. Por diferencias en el aspecto físico o por potencialidades intelectuales. Los expertos hablan de esa perturbadora necesidad de "aniquilar" al otro que subyace en todo el problema de la violencia.

    "Es importante remarcar que estos pibes no nacen violentos, sino que van tomando conductas del medio donde viven", explica Armentano. Y define: "La violencia entre pares también tiene que ver con la época en que se vive". La funcionaria actuó, entre otros, en el caso de Junior, el chico de Carmen de Patagones que hace un año produjo una masacre.

    Para los especialistas, la degradación económica convirtió a muchos hogares en generadores de una tensión inusual. Donde la autoridad parental se rompió, y los que traen el sostén son los mismos chicos. "Y en ese caso, si no proveo, no puedo poner ley ni orden", ensaya Armentano, en relación a la nueva relación en el seno familiar.

    En la Defensoría del Pueblo porteña hay 147 expedientes de denuncias de violencia en las escuelas de la Ciudad entre pares, de maestros a alumnos, de padres a maestros y de directivos a docentes. "Las escuelas se convirtieron en espacios sociales donde repercuten sin filtros una realidad social; no son burbujas ni templos del saber como en otras épocas", estima Gustavo Lesbegueris, defensor adjunto.

    "Y los docentes están sobrepasados", agrega. ¿Ejemplos? En una escuela de Palermo, un chico fue a clase con una escopeta de aire comprimido. Otro, con una faca (arma casera), le dio un puntazo a una profesora que se desmayó de pánico. Un nene de una escuela primaria del Bajo Flores llevó una pistola en su mochila. Y en una escuela católica, a la salida de una misa, las piñas dejaron atrás el saludo de la paz entre chicos de sexto y séptimo. El incidente terminó en un juzgado, acusados de lesiones y amenazas. Si se hace una progresión de las denunicas en la Defensoría porteña, la escalada va en ascenso desde el 2001.

    Un pibe de una escuela privada de Caballito, clase media, también habla de grupos rivales que se buscan hasta que terminan con la nariz sangrando o el dedo fracturado, como ocurrió hace pocos días con una chica de su colegio, a quien agarraron a golpes otras adolescentes, por causa de un noviecito. "Las peleas son porque uno es de Flores y el otro de Floresta, o de La Paternal. Y en general, las piñas son en los alrededores de la escuela. Adentro, esta más o menos controlado todo", comenta el pibe de Caballito.

    ¿Las chicas? Van a la par: "A veces las tenemos que separar nosotros (los varones) para que no se maten", admite el adolescente, hijo de profesionales. Rivadavia y Nazca, los sábados puede ser un buen escenario para que se crucen los grupos que suelen ir a bailar en los boliches de la zona.

    Vínculos alterados

    Hay varias manifestaciones del comportamiento antisocial en las escuelas. El psiquiatra Infanto Juvenil, Héctor Basile, de la Asociación de Psiquiatras Argentinos, repasa algunas características: la disrupción en el aula (alumnos que impiden el desarrollo normal de una clase), los problemas de disciplina (resistencia, boicot, desafío o insulto al docente), la discriminación (al bolita, paragüa, yorugua, o al obeso), el maltrato entre compañeros ( bullying, que incluye amenazas y la violencia física). La eficacia del bullying está en el silencio del agredido, porque se siente ridiculizado y bloquea su posibilidad de hablar.

    En cuanto a la irrupción de la violencia por el lado femenino, Basile responde: "Están cambiando los arquetipos ligados al género, a relacionar la violencia con lo masculino y poner a la mujer en otra posición más tierna y contenedora". Los tiempos son otros y "muchas veces la sociedad fuerza a las mujeres al falso dilema donde ejercer la violencia es ejercer paridad de derechos con los hombres".

    Las chicas de Budge entran al aula como un torbellino: "¿Qué dijeron los chicos de nosotras?". En realidad, ni las nombraron. Pero ellas arremeten: "Ellos hacen lío para hacerse los machos, los guapitos", dicen sin bajar los decibeles de voz. "Y nos discriminan", se quejan al unísono. Pero no se quedan atrás: "A mí me molestaba uno y terminé dándole un cachetazo. Se la tuvo que comer", suelta una. A la del buzo negro y verde, por habladurías, cuenta, un grupo de pibas del barrio la agredieron. "Yo de a una me la bancaba, pero cuando fueron seis o siete, ya no. Entonces vinieron ellas (las de su grupo) a ayudarme". ¿Edades? Entre 13 y 15 años.

    ¿Y qué piensan ellas de esas pibas que le rompieron la clavícula a otra en una escuela de Villa Lugano? Respuesta inmediata: "Está muy bien que se la hayan dado si se hacía la linda". Cuestión de parámetros. "No te podés hacer la linda", regula una. Desde la Secretaría de Educación porteña, Roxana Perazza, evalúa "con preocupación y señal de alerta" el estado de violencia en las escuelas porteñas. Y agrega que es un fenómeno que puede y debe ser analizado y trabajado desde la escuela, con las familias: "Tenemos claro que la escuela no es una usina generadora de violencia, sino que la violencia social, a veces, se manifiesta en la escuela". Es evidente, dice Perazza, que "un alumno que comete un hecho violento no deja de ser un chico que demanda algunas cuestiones que los adultos tenemos que escuchar".

    Para Gustavo Iaies, presidente del Centro de Estudio de Políticas Públicas, especialista en educación, esa demanda reside en "la dificultad en los adultos en poner límites; a los padres les está costando mucho hacer de padres y los pibes terminan construyéndose uno propio". Pero es evidente que algo más se rompió. Iaies dice que se hizo trizas el contrato entre la escuela y la familia. "El modelo de escuela estaba ajustado a un modelo de familia que cambió. Y a los educadores les está costando mucho entender el proceso de cambio social. Seguimos pensando que la escuela es la misma de siempre. Y no se dieron cuenta de la dimensión del cambio".

    Los chicos, acaso, estén avisando. Así, descarnadamente.

    Maria Helena Gandoy