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Historia del tango: Anselmo Aieta (1896-1964)

Enviado por JOSÉ VICENTE BOESMI


  1. Semblanza
  2. El músico
  3. El compositor
  4. Pasiones, familia y amigos
  5. Bibliografía

Semblanza

Aieta, a quien llamaban "El brujo del bandoneón", y a quien Pichuco llamaba cariñosamente "Papi", fue un músico autodidacta que se convirtió en una figura prominente de la generación tanguera del período 1910 – 1925. Fue una suerte de dotado musicalmente, con un oído atento y afinadísimo, que solo con haber compuesto el vals Palomita blanca, hubiera quedado en la historia de la música popular, pero creó más de 300 tangos, valses y milongas y fue, además, uno de los grandes fueyes porteños. Así como a Cobián se lo relaciona con Cadícamo y a Sebastián Piana con Homero Manzi, a Aieta se lo relaciona con Francisco García Giménez, una dupla excelente que instaló en la historia de la música ciudadana temas memorables.

Aunque era un excelente pianista, lo suyo fue el bandoneón, a través del cual resaltó su natural buen gusto, su llamativa facilidad en la improvisación de bellas e irrepetibles variaciones y su particular acento orillero, con reminiscencias del fuelle de su admirado Eduardo Arolas. No fue un músico de vanguardia, un innovador y mucho menos un rupturista. Ante los cambios que en esos tiempos se fueron produciendo en los estilos interpretativos del tango, Aieta se constituyó en baluarte del tradicionalismo opuesto a las nuevas formas en la ejecución del bandoneón, concebidas y lideradas por Pedro Maffia y Pedro Laurenz.

Se caracterizó por la improvisación, el repentismo y el talento. Nunca estudió música y mucho menos aprendió a escribir las melodías que improvisaba como si estuviera jugando. Para esos menesteres estaban sus amigos, uno de los cuales fue Charlo, quien transcribía sus "pavaditas", como él las llamaba.

El músico

Anselmo Alfredo Aieta nació en el barrio porteño de San Telmo el 5 de noviembre de 1896. Sus padres fueron Francisco Aieta y Rosa Cascardo inmigrantes calabreses. Fue el penúltimo de los once hijos de esa familia trabajadora, y conoció desde su más tierna infancia los rigores de la calle. Fue cadete, mandadero y alguna vez trabajó de operario en la fábrica de cigarrillos Piccardo. Aprendió muy pronto a tocar el bandoneón robándoselo del ropero a su hermano mayor Ricardo "que, por su parte, no aprendió nunca". Ahorrando y privándose de otros gustos, alguna vez pudo comprarse su propio instrumento. A los diez años el chico ya estaba entreverado en los improvisados rejuntes musicales de entonces.

Sus inicios profesionales fueron en los cafetines de Avellaneda, Botafogo y Buseca, donde reemplazó al maestro Graciano de Leone en el terceto típico que completaban Agustín Bardi en piano y Ricardo González, (Muchila), como guitarrista. Trabajó también, antes de iniciarse la década del veinte, con Carlos Marcucci, Rafael Tuegols y José Servidio, Luis Bernstein y Roberto Goyheneche.Ya para esa época consideraba que su maestro era Eduardo Arolas y su ejemplo a seguir, el Tano Genaro Espósito.

En 1919, fue convocado por Francisco Canaro con quien estuvo hasta 1923. En 1921, había sido convocado por Enrique Delfino para el sainete de Alberto Vaccarezza "Cuando un pobre se divierten", para que tocara solos de bandoneón, ganándose a un público enfervorizado y poniendo los cimientos de su fama posterior.

A partir de esa fecha se desplegó su ronda por los grandes locales nocturnos de Buenos Aires. En 1925 dirigió la Orquesta Típica Paramount, que debutó en el cine que llevaba ese nombre. En los violines estaban Alfredo Mazzeo y Juan D"Arienzo; en el piano, Ángel D"Agostino, luego reemplazado por Alfonso Lacueva. La formación se completaba con la presencia de José Puglisi en el contrabajo.

En 1928, nació su propio conjunto Aieta y sus ases, con un estilo accesible y directo, definido dentro de la línea tradicionalista del tango, que se diferenciaba de los elaborados arreglos de la escuela de Julio De Caro. El estreno se realizó en el Cine Hindú. El poeta Juan Carlos Lamadrid lo evocó inaugurando el cine Hindú en 1928 con "un octeto al que llamó Aieta y sus ases: lo integraron Polito o Luis Visca (piano); Mazzeo, Cacopardo y Juan DArienzo, violines; Aieta, Moresco y Navarro, bandoneones; Pucherito Adesso en contrabajo y el chansonnier Amour Naya, un maricón que por cierto cantaba un kilo y medio".

La década de 1920 fue el momento de su mayor esplendor. Aieta llegó a dirigír tres orquestas que actuaban simultáneamente en la noche porteña. Aún no había cumplido los treinta años y ya era todo un personaje, el heredero legítimo del talento de Eduardo Arolas, decían sus amigos. Tenía su propia hinchada que se congregaba para escucharlo y verlo lucirse con el fueye, en el Café Nacional de la Calle Corrientes, que apodarían "La catedral del tango", en el Germinal y en el Guaraní. El gentío se agolpaba a veces a las puertas de los locales para verlo, pedirle un autógrafo y, si mal no venía, ofrecerse para llevarle el bandoneón desde la vereda hasta los cafés. Según Alfredo De Angelis no hubo ningún bandoneonista con sus recursos y su don de improvisación, sin perder el hilo de la melodía.

Aieta participó en dos filmes: Los locos del cuarto piso, con Tito Alonso, Héctor Coire, Ilde Pirovano y María Esther Games y El forastero, con la presencia de León Zárate, Irma Córdoba, Amelia Bence y Eloy Alvarez. Eran películas menores, con guiones improvisados y donde importaba más la exhibición de algunos artistas que el cine como tal.

El compositor

Como compositor, Aieta tenía una apabullante facilidad para crear motivos. Esa habilidad que no reflejaba esfuerzos, justifica el título de su clásico Pavadita. Según se cuenta, Aieta lo compuso… en un café, jugando con el bandoneón. Y cuando alguien que lo acompañaba insistió en que lo hiciera transcribir cuanto antes (ya que él personalmente lo ignoraba todo acerca de la notación musical), respondió sin darle importancia al asunto ni a la belleza del tema:"Dejalo. Total, ¿qué me voy olvidar si es una pavada?".

A. LA COLABORACIÓN CON FRANCISCO GARCÍA GIMÉNEZ (1899-1983)

La amistad de Anselmo Aieta y Francisco García Giménez nace en 1921. El encuentro se produjo en una "milonga para hombres" que se realizaba los jueves por la noche en el Orfeón Español, en Piedras 534. Allí concurrían oficinistas y obreros de la naciente industria urbana para aprender a bailar el tango y poder así lucirse en la pista frente a la compañera. En esas veladas Aieta mostraba ya su maestría con el bandoneón, y de la amistosa relación que tejió con Paco fue surgiendo la idea de componer juntos.

Aieta estaba convencido de que algunas obras valiosas no perduraban porque carecían de la trama cantable que las fijara en la memoria del público. Entonces le pidió al poeta "algunos versos" para ponerle música.

Para García Jiménez, la condición para colaborar se basaba en su criterio de que las letras deben ser dictadas por las sugestiones de la melodía, íntimamente ceñidas por esa respiración particular que les da el ritmo tanguero. Más tarde definiría así la pauta estilística y a la vez ética que guió toda su producción: "Yo nunca anduve con un tanguito en el bolsillo, buscando quien hiciera la música". Acordó que esperaría a que Aieta le propusiera alguna obra para enhebrarle sus versos. La oportunidad se daría en 1921 con El Huérfano.

B. NACE "EL HUÉRFANO"

En ese año Aieta pasó a actuar en el viejo Luna Park, junto a los guitarristas Rafel Iriarte y Virgilio Carmona. Por otro lado, en el Casino Pigall de la calle Maipú actuaba otro amigo de García Jiménez, el violinista Rafael Tuegols, que dirigía una orquesta montada por Francisco Canaro. El pianista era Humberto Canaro, pero se necesitaba encontrar un bandoneón de jerarquía. Tuegols pensó en Aieta, aunque las cosas no estaban bien con él, pues le reprochaba el haber tomado una parte de su tango Zorro gris (con letra de Paco) para componer Pobre Cotorro. La mediación de García Jiménez, amigo de ambos, limó asperezas y así Aieta ingresó a la orquesta Canaro en el Casino Pigall, donde nació El huérfano.

Sobre el nacimiento de este tango dijo García Jiménez: "Se trataba de un motivo inspirado en un valseado que el payador Martín Castro y otros guitarreros y cantores difundían en los boliches de San Telmo. ¡Había que ver lo que era ese barrio entonces! Una fuente inagotable de canciones en la voz de los trovadores. De aquel valseado tomó Anselmo el tema original, le dio forma y llegó hasta mi casa para hacérmelo escuchar y pedirme que le hiciera versos. Aieta había recreado con talento aquella antigua y pegadiza melodía, y le agregó una primera parte un poco solemne, tal vez a tono con el leit motiv primitivo que cantaban los payadores: "En una noche de esas, / lluviosa, oscura y fría…". Yo preferí darle con mi letra un giro algo más romántico: Mi pobre traje humilde / de nuevo está enlutado / y el huérfano doliente / que ayer has encontrado / hoy sigue siendo el huérfano / de tu encantado amor.

Según el poeta, "Aieta poseía un talento insuperable para captar las esencias más profundas de esas creaciones, un tanto silvestres, que abundaban en los repertorios de cantores de boliche. Sabía percibir los mejores acentos de esas musiquitas humildes y a veces como condenadas a disiparse en su misterioso olvido, de donde también rebrotaban misteriosamente de tiempo en tiempo. Pero, además de esas condiciones musicales, Anselmo tuvo otra extraordinaria habilidad para utilizar ciertos apoyos que hoy se llamarían promocionales y fueron revolucionarios para aquella época(… )

Recuerdo que… llegó a mi casa a pedirme la letra de El huérfano, con este inusual agregado: quería que le hiciera varias copias a máquina. Según me explicó, esas copias las distribuiría entre las chicas del cabaret, para que ellas con el papelito a la vista pudieran cantar al oído de sus ocasionales compañeros de baile". El hombre que salía de ese cabaret, después de rematar una noche de garufa o de distraer su preocupación, seguramente podía repetir muchos de los versos susurrados sobre su hombro. Después, esos versos se alojarían en su memoria para siempre unidos a aquel momento pasado."

C. ALGUNOS TANGOS DE AIETA – GARCÍA JIMÉNEZ

. EL HUÉRFANO (1921)

Ante el sepulcro de mi amor / detengo el paso; y esta estrofa / dejaré como una flor…

Y al viento errante doy mi voz, / que él llevará como un adiós.

Un día te cruzaste, / mujer, en mi camino; / yo andaba por la vida / sombrío y al azar;

mi madre se había muerto, / y el dulce amor divino / perdido para siempre / nublaba mi destino.

Ya nada me quedaba / cansado estaba de llorar.

Entonces me encontraste / y yo algo vi en tus ojos / ¡radiantes como auroras / de dicha y de ilusión!

Tus ojos no engañaron / las ansias de mi pena, / pues fuiste tú en mi vida / la amada blanca y buena,

¡querida una vez sola / con todo el corazón!

Y ahora me abandonas. / ¡Te alejas de mi lado! / ¡Me sumes en la noche / tan fría del dolor!

Mi pobre traje humilde / de nuevo está enlutado, / y el huérfano doliente /que ayer has encontrado,

hoy sigue siendo el huérfano / de tu encantado amor.

. PRÍNCIPE (1924): fue compuesto para intervenir en el concurso de los cigarrillos "Tango", cuyo slogan era "Rey de los bailes y príncipe de los cigarrillos"

Príncipe fui, tuve un hogar y un amor, / llegué a gustar la dulce paz del querer;

y pudo más que la maldad y el dolor / la voluntad de un corazón de mujer.

Y así llorar hondo pesar hoy me ves / pues para luchar no tengo ya valor;

lo que perdí no he de encontrar otra vez, / príncipe fui, tuve un hogar y un amor.

Y hoy que deshechos mis sueños bellos / mi pie las calles sin rumbo pisa,

cuando les digo que he sido un príncipe / los desalmados lo echan a risa;

cuando les digo que fue la muerte / quien de mi trono se apoderó,

cómo se ríen de mi desgracia y / es mi desgracia su diversión.

¡Loco! me dicen los desalmados, / y siento por todos lados: ¡loco… loco!

Esos que me insultan al pasar / Nunca, nunca mi recuerdo han de empañar.

Porque está aquí, dentro de mi, la verdad, / y no han de ver la imagen fiel que quedó.

¿Querrán robar? Intento vano será. / No han de robar lo único que se salvó.

Y si perdí todo el poder que logré, / quién ha de impedir que diga en mi dolor:

Príncipe fui, si que lo fui, no soñé. / ¡Príncipe fui: tuve un hogar y un amor!

. LA MENTIROSA (1924): fue creado para participar también de dicho certamen, obteniendo el tercer premio, detrás de El ramito (Juan de Dios Filiberto – Gabino Coria) y Sobre el pucho (Sebastián Piana – José González Castillo). Fue uno de los éxitos logrados en España por el trío Irusta, Fugazot y Demare, a tal punto que desde ese país Gardel reclamó la partitura para grabarlo inmediatamente.

Cuanto te amé, puedo decir que jamás / otra mujer, podré querer como a vos.

La juventud no volverá nunca más / y a la ambición ya puedo dar el adiós.

Qué tiempo aquel, hora fugaz que pasó, / todo el valor de una pasión conocí.

Cuanta feliz frase de amor escuché, / que siempre yo, sumiso y fiel te creí.

Las caricias de tus manos, / tus palabras de ternura, / dejaron cruel amargura, / porque nada fue verdad.

Besos falsos de tu boca, / juramentos, ilusiones, / mataron mis ambiciones, / sin un poco de piedad.

Pero, por el mal que vos me hiciste, / solo dice mi alma triste, / mentirosa, mentirosa.

Todo lo que me has hecho pasar, / penas, llanto, / con otro lo has de pagar.

Ya encontrarás quien un amor fingirá / entonces sí, vas querer sin mentir,

/ has de ser vos la que al final llorará.

Siempre de mi te acordarás al sufrir, / ha de sangrar tu corazón al pensar,

/ en todo el mal que hiciste a mi ilusión

y hasta al morir, hasta el morir, mirarás / los ojos del fantasma de tu traición.

. LA ÚLTIMA CITA (1925): presenta quebradas melódicas que García Jiménez resuelve con versos que se acoplan a cada una de ellas. Así encontramos versos de sólo dos sílabas (pasó, y allí, jardín, ciprés) que se dicen sobre dos notas, con la particularidad de que su acento cae sobre el tiempo débil del compás.

Pasó / la sombra cruel de una duda, / y en el romance de amor / clavó el dolor / su zarpa ruda,

y allí / donde tu boca querida / puso el alma en el besar, / fue a balbucear / la despedida.

Jardín / que encantadoras promesas, / ayer, no más, perfumó… / ¡Hoy es mansión / de mis tristezas!…

Ciprés / donde grabamos antaño / juramentos de los dos, / testigo fue / del triste adiós.

Cita fatal / la del injusto "Fin"…

No he de olvidar / que en ella te perdí, / que mi vida se extravió, / que comenzó / mi desventura.

No he de olvidar la emoción / con que estreché / la mano que con pasión / tanto besé…

Que nuestro labio, al partir, / debió sentir / perder la dicha de amar / y perdonar…

Mas el labio y la pasión / y el corazón / enmudecieron

y, ahogada en llanto la voz, / dimos los dos / en un suspiro el adiós.

Pasó / la sombra cruel de una duda

y allí / donde tu boca querida / puso el alma en el besar,

fue a balbucear / la despedida…

Un cruel / orgullo vano y reacio / atrajo el viento traidor / que destruyó / nuestro palacio.

Y hoy, / ya tarde, enfermo y vencido, / aprendiendo en el dolor, / de tu querer / hoy sé el valor.

. SIGA EL CORSO (1926)

La letra tiene como protagonista principal a una Colombina (palomita en italiano), personaje femenino extraído de la Commedia dell"Arte, el género teatral popular que nació a mediados del siglo XVI en Italia. Dice Oscar del Priore que "Colombina y otros personajes provenientes de la Commedia dell"Arte son figuras presentes en las letras, en la medida en que fueron disfraces frecuentes en los viejos tiempos del Carnaval porteño. El tango adopta no tanto las máscaras como los caracteres de estos personajes. Las colombinas, en los tangos, son coquetas y por lo menos ligeramente perversas (como ésta que hace mal con su risa)".

En su libro Así nacieron los tangos (1965), García Jiménez cuenta, muy detalladamente, una escena que bien puede haberlo inspirado para escribir la letra de Siga el corso: "Yo vi una noche, con alborozo juvenil, promediada la segunda década, improvisarse  el último corso céntrico importante que tuvo Buenos Aires. Surgió efectivamente de lo espontáneo, como todos los festejos gregarios que después se evocan con grata emoción. Tres o cuatro coches de mascaritas femeninas con sus masculinos acompañantes, que iban a los bailes de los teatros, se metieron por la Avenida de Mayo más o menos a la altura de la calle Salta; para hacer tiempo, paseando, porque el apogeo de la danza comenzaba recién a medianoche.Tenían abundancia de serpentinas, pomos, confeti… Iniciaron la batalla entre ellos, y pronto se les sumó el público que en la noche estival colmaba las mesas de las veredas de los cafés tradicionales. Y de inmediato, como al conjuro de una llamada misteriosa, llegaron más coches a la avenida, acudió más gente a las veredas, aparecieron vendedores de serpentinas con sus bolsas al hombro, se formalizó en una placentera informalidad el corso alegre, libre, sin barreras, que duraría todas las demás noches de ese Carnaval, sin más regimentación de itinerario que el natural de la ancha rúa entre la Plaza de Mayo y la del Congreso…"

El tango se estrenó en los bailes del Carnaval de 1926 organizados por el Club Eslava, en los que actuaban dos orquestas: la típica, conducida por Anselmo Aieta, y la de jazz, dirigida por Frederickson. Carlos Gardel lo grabó ese mismo año, luego lo elegiría para su debut oficial en París en 1928. Hay versiones antológicas, la de Leopoldo Federico con Julio Sosa, las de Horacio Salgán con el Polaco Goyeneche y luego con Edmundo Rivero; la del exquisito Luis Cardei y más acá, las de la Negra Varela y Omar Mollo.

Esa Colombina / puso en sus ojeras / humo de la hoguera / de su corazón…

Aquella marquesa / de la risa loca / se pintó la boca / por besar a un clown.

Cruza del palco hasta el coche / la serpentina / nerviosa y fina;

como un pintoresco broche / sobre la noche / del Carnaval.

Decime quién sos vos, / decime dónde vas, / alegre mascarita / que me gritas al pasar:

"-¿Qué hacés? ¿Me conocés? / Adiós… Adiós… Adiós… / ¡Yo soy la misteriosa / mujercita que buscás!"

-¡Sacate el antifaz! / ¡Te quiero conocer! / Tus ojos, por el corso, / va buscando mi ansiedad.

¡Tu risa me hace mal! / Mostrate como sos. / ¡Detrás de tus desvíos / todo el año es Carnaval!

Con sonora burla / truena la corneta / de una pizpireta / dama de organdí.

Y entre grito y risa, / linda maragata, / jura que la mata / la pasión por mí.

Bajo los chuscos carteles / pasan los fieles / del dios jocundo

y le va prendiendo al mundo / sus cascabeles el Carnaval.

. BAJO BELGRANO (1926)

Bajo Belgrano… Cómo es de sana / tu brisa pampa de juventud,

que trae silbido, canción y risa / desde los patios de los studs.

¡Cuánta esperanza la que en voz vive!. / La del peoncito que le habla al crack:

-Sacame 'e pobre, pingo querido, / ¡no te me manques pa'l Nacional!…

Calle Blandengues… donde se asoma / la morochita linda y gentil,

que pone envueltas con su mirada / sus simpatías sobre un mandil…

En la alborada de los aprontes, / al trote corto del vareador,

se cruza el ansia de la fortuna / con la sonrisa del buen amor…

La tibia noche de primavera, / turban las violas en "El Lucero",

se hizo la fija del parejero / y están de asado, baile y cantor.

Y mientras pierde la vida un tango / que el ronco fueye lento rezonga,

se alza la cifra de una milonga / con el elogio del cuidador.

Bajo Belgrano… cada semana, / el grito tuyo que viene al centro:

Programa y montas para mañana… / Las ilusiones prendiendo va…

Y en el delirio de los domingos / tenés reunidos, frente a la cancha

gritando el nombre de tus cien pingos / los veinte barrios de la ciudad!…

. TUS BESOS FUERON MÍOS (1926)

Hoy pasas a mi lado con fría indiferencia; / tus ojos ni siquiera detienes sobre mí…

Y sin embargo vives unida a mi existencia / y tuyas son las horas mejores que viví.

Fui dueño de tu encanto; tus besos fueron míos, / soñé y calmé mis penas junto a tu corazón.

Tus manos, en mis locos y ardientes desvaríos / pasaron por mi frente como una bendición.

Y yo he perdido por torpe inconstancia / la dulce dicha que tu me trajiste

y no respiro más la fragancia / de tus palabras…¡Y estoy tan triste!

Nada en el mundo mi duelo consuela, / estoy a solas con mi ingratitud.

Se fue contigo, de mi novela, / la última risa de la juventud.

Después se irán borrando, perdida en los reflejos / confusos que el olvido pondrá a mi alrededor,

tu imagen se hará pálida, tu amor estará lejos / y yo erraré por todas las playas del dolor.

Pero hoy que tu recuerdo con encendidos bríos / ocupa enteramente mi pobre corazón,

murmuro amargamente: "¡Tus besos fueron míos… / tus besos de consuelo, tus besos de pasión!".

. PALOMITA BLANCA (1929)

Su ausencia esta congoja me dio, / y a veces su recuerdo es un bien / que pronto se me ahoga en dolor…

Y nada me consuela / de ir siempre más lejos / de verme sin ella.

Mi paso va adelante / y atrás el corazón.

El rumbo que me aleja tan cruel, / me roba sus caricias de amor,

y sólo el pensamiento la ve, / la escucha embelesado,

la besa con ansias, / la siente a mi lado.

Y voy, así soñando, / más lejos cada vez…

Blanca palomita que pasás volando / rumbo a la casita donde está mi amor,

palomita blanca, para el triste ausente / sos como una carta de recordación…

Si la ves a la que adoro, / sin decir que lloro, dale alguna idea

de lo muy amargo que es vivir sin ella, / que es perder su amante calor

Sigan adelante, pingos de mi tropa, / que de un viento errante somos nubarrón

y en un mal de ausencia se nos va la vida / siempre a la querencia dándole el adiós…

¡Palomita blanca! / vuela noche y día de mi nido en busca

y escribí en el cielo con sereno vuelo: / "No te olvida nunca, sólo piensa en vos".

No sabe aquel que nunca dejó / su amada a la distancia, el pesar

que al alma impone un duro rigor, / que viene de ladero,

que a ratos la nombra / midiendo el sendero,

mirando allá en la sombra / los pagos que dejó…

La he visto entre mis brazos llorar / la he visto al darme vuelta al partir

su tibio pañuelo agitar, / y luego irse achicando

su imagen lejana… / y en mi alma agrandado

su encanto… y esta pena / de no tenerla más…

. ALMA EN PENA (1929)

Según el recuerdo de García Jiménez, Aieta dio el gran golpe en 1928, con el éxito de Alma en pena, que grabaron Carlos Gardel, Azucena Maizani, Ignacio Corsini, y las orquestas de Roberto Firpo, Francisco Lomuto y Francisco Canaro, entre otros. Fue entonces que los Aieta se mudaron y a su mujer, María Juana Esteve, le dio por cambiar los muebles a cada rato. Cuenta García Jiménez: "El muchacho de las gafas oscuras que venía de la familia proletaria, del inquilinato, del cafetín de San Telmo, se compró el último modelo de automóvil de ese año, que lo esperaba en la puerta de los cines, de los cafés, de los cabarets, de los bailes donde trabajaba… Alquiló una casa enorme en la esquina de Brasil y Piedras, con ocho salas que daban a las dos calles. Tomó un cocinero profesional para que su mesa fuera una fiesta gastronómica… Cuando le dije:¿Qué significa todo ese aparato, Anselmo?, me contestó sonriendo: Mirá, Paco… Con el auto, a la madrugada, levanto alguno que otro amigo en la mala. Lo llevo a casa; sobran piezas. Y les doy cada almuerzo, que ni en el Plaza Hotel".

Aún el tiempo no logró / llevar su recuerdo, / borrar las ternuras / que guardan escritas

sus cartas marchitas / que tantas lecturas / con llanto desteñí…

¡Ella sí que me olvidó!… / Y hoy frente a su puerta / la oigo contenta, / percibo sus risas

y escucho que a otro / le dice las mismas / mentiras que a mí…

Alma… que en pena vas errando, / acércate a su puerta / suplícale llorando:

Oye… perdona si te pido / mendrugos del olvido / que alegre te hace ser…

¡Tú me enseñaste a querer y he sabido! / Y haberlo aprendido / de amores me mata…

Y yo que voy aprendiendo hasta a odiarte, / tan sólo a olvidarte / no puedo aprender.

Esa voz que vuelvo a oír, / un día fue mía, / y hoy de ella es apenas / el eco el que alumbra

mi pobre alma en pena, / que cae moribunda / al pie de su balcón…

Esa voz que maldecí, / hoy oigo que a otro / promete la gloria, / y cierro los ojos,

y es una limosna / de amor, que recojo / con mi corazón.

. VIVA LA PATRIA (1930)

Gardel era un adversario del partido radical, estaba afiliado al Partido Conservador de Buenos Aires y estrechamente relacionado con gravitantes políticos de la época como Alberto Barceló. Alrededor de los veinte años, trabó amistad con los hermanos Traverso, propietarios de la fonda O´Rondeman, de Humahuaca y Agüero, donde cantó por primera vez. Los Traverso, más allá del negocio gastronómico, respondían a Pedro Cernadas, un político muy cercano a Barceló. La fonda no demoró en transformarse en centro de referencia para pergeñar estrategias políticas. Los Traverso manejaban, en Balvanera Oeste, el comité de la calle Anchorena, entre Tucumán y Zelaya, donde solían ir a payar Betinotti, Ezeiza y varios más. Los Traverso fueron los primeros protectores del cantante, en los peligrosos arrabales de principios de siglo, y en su bar Gardel se relacionó con Juan Ruggiero, que se lo presentó a Alberto Barceló.

El plato fuerte de los actos conservadores era el dúo Carlos Gardel-José Razzano. El compromiso del cantante con el intendente de Avellaneda, Alberto Barceló, era muy fuerte. Amenizaba los actos partidarios con gran éxito. Eran tiempos en que en Buenos Aires se era conservador o radical. En vísperas del golpe de Estado, cuando se vislumbraba una crisis política, Gardel había regresado a Buenos Aires desde Montevideo, donde asistió al primer Campeonato Mundial de Fútbol. Esa semana cantaba en el cine Gran Florida. Ocurrida la revolución del 6 de setiembre de 1930 no confió al público su opinión sobre los acontecimientos, pero menos de tres semanas después del golpe, grabó el tango que sus amigos García Jiménez y Aieta habían escrito a su pedido para celebrar el derrocamiento de Yrigoyen, Viva la Patria.

Algunos consideran a este tango como el gran error de García Jiménez en su carrera. Es una alabanza a los golpistas y, como toda manifestación demasiado directa y politizada, se compromete poéticamente y no está a la altura de otros poemas suyos. Se dice que Gardel se arrepintió luego por haberlo cantado, pero no existen constancias escritas de que así haya sido.

La niebla gris rasgó veloz, el vuelo de un adiós / y fue el triunfal amanecer de la revolucióny como ayer, el inmortal mil ochocientos diez / salió a la calle el pueblo radiante de altivez.Ver un extraño el opresor cual de un siglo atrás / pero en el mismo el pabellón que quiso arrebatar,y al resguardar la libertad, del trágico malón / la voz eterna y pura por las calles resonó:¡Viva la patria y la gloria de ser libre! / ¡Viva la patria que quisieron mancillar!Orgulloso de ser argentino / al trazar nuestros nuevos destinos / ¡viva la patria, de rodillas en su altar!Y la legión que construyó la nacionalidad / nos alentó, nos dirigió desde la eternidad,entrelazados vio avanzar la capital del sur / soldados y tribunos, linaje y multitud.Amanecer primaveral de la revolución / de tu vergel, cada mujer fue una fragante flory hasta tiñó tu pabellón la sangre juvenil / haciendo más glorioso nuestro grito varonil.

. ESCOLASO (1950)

En descartes pensativos / se entreveran por mi frente / fulerías del presente / con primores del ayer.

¡Era linda la que quise! / ¡Tuve resto en el bolsillo!

Puro lujo, puro brillo, / puro dar… sin recoger.

Yo perdí el amor sincero, / yo apuré mi vida en copas, / yo vestí de ricas ropas / la coqueta desnudez.

Y pensar que condenado / por la ley del escolaso,

juego igual… ¡si el mismo / mazo me lo tiran otra vez!

Este juego es como el otro / cuando dan el primer pase: / todos tienen mucha clase / pa' ganar y pa' perder:

el amor, es pura entraña; / los amigos, son de acero; / y las copas, un reguero / de alegría y de placer.

¡Yo, de amigos… rechiflado! / ¡Yo, de copas… colifato! / ¡Yo, de amores de arrebato / cocinado, como ves!

Y pensar que condenado / por la ley del escolaso, / juego igual… ¡ si el mismo mazo / me lo tiran otra vez!

Pa' que sirve la experiencia / si de zurda hay un porteño

que apilado en cada sueño, / nunca quiere despertar…

Si el chamuyo de los tangos / y el suspiro de las "donnas"

-guitarritas querendonas- / con la guita hay que templar.

Escolaso de los años, / que en los pases de sus noches, / se quedó con los derroches / de mi generosidad…

Yo bien sé cómo se vuelve / de la última parada: / ¡con un gris de madrugada / y un dolor de soledad!

. OTROS TANGOS DE AIETA EN COLABORACIÓN CON OTROS AUTORES

Más allá de la inolvidable colaboración con García Jiménez, Anselmo Aieta produo obras notables junto a otros poetas, como por ejemplo Qué fenómeno, Tan grande y tan zonzo y Primero campaneála (todos ellos con Enrique Dizeo), Tras cartón (con Santiago Adamini), A cara limpia ( con Nolo López), Estoy borracha (con Luis Rubinstein) y Estampa tanguera (con Reinaldo Yiso).

. ESTAMPA TANGUERA (1950)

Temblaron las glicinas, los músicos callaron / y aquel baile de patio de pronto enmudeció.

Una mujer vencida llegando hasta su hombre / con voz entrecortada de esta manera habló:

No vengo a reprocharte tu ausencia de mi nido, / ni a suplicar cariño, lo nuestro terminó.

Yo vine por tu hijo, por si llegás a tiempo, / el pibe se nos marcha camino del Señor.

El pibe, nuestro hijo se nos muere / vos sabés como te quiere / y llorando me pidió:

Decile, decile que yo lo llamo, / que tengo frías las manos / y en el pecho mucha tos.

El pibe se ha quedado con tu madre, / por favor, no llegués tarde, / si aún querés darle el adiós.

Te espera, sólo vine para eso, / corré pronto a darle un beso, / ¡si aún te queda corazón!

Del brazo de la otra se desprendió el malevo / y el patio de ladrillos temblando lo cruzó,

y esa mujer vencida, sin fuerzas, vacilante, / se fue tras de sus pasos, soltando un lagrimón.

Se oyó "La cumparsita", el tango de los tangos, / tras una nube negra la luna se ocultó

y fue la vez primera que en ese viejo patio / mientras lloraba un tango ninguno lo bailó.

Pasiones, familia y amigos

Burrero, él y su esposa, perdió fortunas en el hipódromo, y fue amigo de Irineo Leguisamo. Más adelante, Francisco Fiorentino tomó la costumbre de ir a su casa, ponerse el delantal y preparar antológicos tucos. Gardel, que le grabó 17 temas y con quien tuvo una especial relación, lo visitaba seguido. Aieta contó en 1954 cómo lo conoció: "Yo tocaba en el Casino Pigall cuando un señor al que yo no conocía me mandó llamar desde una mesa. En ese momento terminaba de tocar el tango El huérfano del que soy autor, y al acercarme al mismo, luego de invitarme a compartir su mesa, se presentó diciendo: «Soy Carlos Gardel, mi amigo, y tendría interés en cantar ese tango que me ha gustado mucho. Si viene mañana por la casa Glücksmann se lo grabo inmediatamente». Como se imaginarán, a pesar de la alegría enorme que experimenté en ese momento, no salía de mi asombro al comprobar cómo un artista de la celebridad de Gardel podía solicitarme una de mis composiciones con la llaneza con que lo hizo. Ese fue mi primer contacto con el gran intérprete".

Tuvo cinco hijos, todos con precoces inclinaciones artísticas que él procuró sistemáticamente desalentar. En un reportaje, la mayor de sus hijas, Nélida Luisa contó que "a los cinco años cantaba vestida de esmoquin y a los quince llegó a actuar con la orquesta paterna".

Aieta fue un músico representativo de los años veinte. La irrupción y la renovación musical de los cuarenta, lo instaló en un discreto segundo plano. Sin embargo ya estaba incorporado definitivamente a la historia del tango. Las grandes orquestas interpretaban sus temas; los músicos y poetas lo respetaban y consideraban. El 25 de septiembre de 1964 murió después de una complicación pulmonar que no pudo superar.

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Bibliografía

. La historia del tango. Tomo 17. Los poetas (I): Francisco García Giménez. El amor a Buenos Aires, por José Luis Macaggi. Corregidor, Buenos Aires, 1981.

. Cien tangos fundamentales. Oscar del Priore e Irene Amuchástegui. Aguilar, Buenos Aires, 2011.

. Tango, una guía definitiva. Horacio Salas. Ediciones B, Avellaneda, 2008.

. Mujeres y hombres que hicieron el tango. José Gobello. Ediciones Libertador, Buenos Aires, 2008.

. Carlos Gardel. Su vida, su música, su época. Simon Collier. Editorial Syudamericana, Buenos Aires, 2003.

. Todotango.com

. El Liotoral.com – año 2012: Anselmo Aieta, el brujo del bandoneón

. Tangosalbardo.blogspot.com (19-3-2012)

. Diario Clarín (5-11-1996) : Anselmo Aieta: El duende de tu son

 

 

 

Autor:

Lic. José Vicente Boesmi