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El trabajo femenino en la Argentina 1ra. mitad siglo XX (página 2)

Enviado por adela JORDÁ


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"…Ha llegado la hora de la mujer que comparte una causa pública y ha muerto la hora de la mujer como valor inerte y numérico dentro de la sociedad. Ha llegado la hora de la mujer que piensa, juzga, rechaza o acepta y ha muerto la hora de la mujer que asiste, atada e impotente, a la caprichosa elaboración política de los destinos de su país, que es, en definitiva, el destino de su hogar. Ha llegado la hora de la mujer argentina, íntegramente mujer en el goce paralelo de deberes y derechos comunes a todo ser humano que trabaja y ha muerto la hora de la mujer compañera ocasional y colaboradora ínfima…"

(las negritas son mías).

Esta fue la ambivalencia del peronismo y de Eva Perón con respecto a las mujeres y a su propio ser mujer.

Cuando se lanza el Segundo Plan Quinquenal, con una "vuelta al campo" el rol asignado a la mujer en la zona pampeana fue el de mujer de campo, madre y esposa "agente indispensable para el asentamiento de la familia en el medio rural" y como reserva moral. Podemos pensar que lo que está en reserva es lo guardado, por lo que la mujer continúa estando en un ámbito interno y es la que retiene a la tierra, por otra parte, la madre tierra.

Evita fue fiel a los intereses del hombre, su hombre-padre y amplió las bases sociales y políticas del Peronismo con la incorporación de la mujer al sufragio, más allá de que las circunstancias histórico universales hicieran impensable detener por más tiempo la asunción de este derecho femenino..

Cuando muere, Evita concita el duelo de millones de argentinos y su figura es erigida al plano de santa y de madre. Ella no fue madre, Perón no fue padre, constituyeron una pareja sin hijos, pero ejercieron una función paterno-materna con millones de argentinos.

Cómo lo hicieron? es tema de otro trabajo.

Conclusiones

Abordé este trabajo sin tener clara una planificación del mismo. A medida que fue transcurriendo, una cosa me llevó a otra y fui enlazando los temas procurando mantener, lo mejor que se me ocurría, una secuencia histórica.

Nunca había hecho un trabajo sobre cuestiones de género, pero a medida que iba leyendo sobre el tema e iba escribiendo sobre él, sentí un compromiso que me llevó, no por casualidad, a escribir estos últimos párrafos en el Día Internacional de la Mujer, con plena conciencia que es un día de reivindicación y lucha por la igualdad de derechos con el hombre.

No hay dudas que el siglo XX fue un siglo de transformaciones impresionantes en la humanidad, particularmente por el desarrollo tecnológico, una percepción diferente del tiempo y la globalización, pero también por la lucha y la incorporación de la mujer al mundo del trabajo extradoméstico implicando, a mi juicio, el derecho y la capacidad de hacerse cargo de sí misma. También significa la capacidad y la obligación de hacerse cargo de su prole, en pié de igualdad con el hombre.

El camino emprendido por la mujer no ha sido lineal sino lleno de encrucijadas, avances y retrocesos, debiendo luchar contra la oposición masculina y, lo que es peor, contra su propia ambivalencia. Tantos siglos de educación y disciplinamiento configuraron una identidad que, por conocida y aceptada, proveyó de seguridad, aunque también de severas limitaciones para la constitución de un ser autónomo.

Cuándo la mujer sintió que necesitaba de esa autonomía, que le daba autoridad sobre sí misma y aumentaba su autoestima? Cuando salió a trabajar y encontró, más allá de la satisfacción de una necesidad concreta, todo un universo de relaciones y significantes nuevos que la afianzaron como persona adulta. Ya era imposible volver atrás y no lo podía evitar ni la dureza del trabajo en las fábricas ni la exigencia de la doble función.

En lo que respecta al desarrollo profesional, todavía las mujeres tenemos mucho por qué luchar. En las Organizaciones, pocas mujeres en comparación con los hombres, llegan a los máximos niveles ejecutivos y las que llegan lo logran, en la generalidad de los casos que yo he visto y que son muchos, desempeñándose conforme a un modelo masculino.

Sacrifican un modo femenino de entender y de actuar, a la par que sienten que están sacrificando a su familia, por alcanzar objetivos de crecimiento profesional. Las que lo logran sin sentimientos de culpa, son en su mayoría, las mujeres que no han tenido hijos, o que se han divorciado y tienen la justificación de mantener a los hijos.

En nuestra sociedad, que una mujer con hijos tenga ambiciones laborales y ponga energía en eso, todavía es juzgado. Tan internalizado está esto en nuestra sociedad, que las propias mujeres lo creen y lo racionalizan de las más variadas maneras. Se convencen que hay un tiempo pre y post maternidad para su desarrollo laboral y los hombres, "conversan y deciden" con sus mujeres que, por unos años o por siempre, se dediquen al cuidado de los niños mientras ellos se dedican a trabajar y a capacitarse. No estoy hablando de personas de más de cincuenta años, estoy hablando de jóvenes en la década de los treinta, con los que intercambio diariamente.

Más que nunca estoy convencida que la lucha de las mujeres por la igualación de sus derechos con los del hombre pudo haber sido entendida como una lucha en contra del hombre por mentes estrechas, tan caras a las elites dominantes. Pero el hombre que lucha día a día por el bienestar, cuando no por la subsistencia de su familia, que está excesivamente presionado por el sistema y se siente en situación de desamparo, se sentiría aliviado si pudiese celebrar la incorporación de la mujer a esa lucha, más allá del ámbito doméstico. Ambos son víctimas del falocentrismo, aunque no se den cuenta y debieran mirarse como compañeros en una vida a la cual cada uno aporta una subjetividad distinta y rica. Si, además, el ámbito doméstico, comienza a considerarlo como suyo, sólo ahí entenderá que lo que perdió en un lugar, lo incorporó en otro, al igual que la mujer.

Las grandes mujeres que lucharon por los derechos de la mujer en Argentina, Grierson, Lanteri, Rawson, Cherkof y tantas otras, no resignaron su femineidad ni su deseo de compartir una vida con sus hombres, menos aún su capacidad de goce de todas las posibilidades que ofrece la vida. Estos son modelos a los que todavía en el siglo XXI, en la Argentina tenemos que mirar. Conversando con una joven recientemente recibida de médica le pregunté si había oido hablar de Grierson, Lanteri y Rawson en la Facultad de Medicina y me dijo que no. Habiendo sido una alumna excelente, sólo me queda pensar que no han sido mencionadas en la Facultad las primeras médicas argentinas. El machismo, en algunos ámbitos, parece estar intacto, aunque en la matrícula de Medicina sea mayoritario el alumnado femenino.

Si bien en el ámbito universitario, la incorporación femenina supera en muchas carreras a la masculina, eso no se refleja de igual modo en el ámbito laboral de las organizaciones y más aún cuando se analizan las estructuras y se ve quiénes ocupan los puestos de mayor jerarquía. Todavía muchas mujeres, atravesadas por la cultura y sus mandatos, dicen que "es una elección" criar a los hijos y no trabajar o trabajar a tiempo parcial o en posiciones de menor responsabilidad porque implicaría una carga que les restaría energía para dedicarse a su hogar. También entrevisto a muchas jóvenes profesionales que atrasan su maternidad y algunas no se atreven a decir y a decirse que no quieren tener hijos porque sería un obstáculo para sus planes de carrera. Si finalmente algunas de ellas o muchas deciden tener hijos, estos niños nacerán con el estigma de ser un obstáculo para el desarrollo profesional de sus madres, cuando el problema está en la sociedad. Los hombres no se plantean esta opción.

La necesidad económica, ahora y antes, particularmente en familias de bajos recursos, termina justificando la salida de la mujer casada al mundo del trabajo extradoméstico. La importancia del propio deseo, la realización laboral-profesional-personal y social no son reconocidos en un plano de igualdad con el mundo de los vínculos íntimos, por lo menos hasta que los hijos crecen y se van independizando.

La historia de las mujeres trabajadoras durante la primera mitad del siglo XX es una historia de sacrificio, de lucha por la igualdad y por la dignidad. En lo personal, haberme adentrado en las obras de las autoras que cité y haber hecho mi propia elaboración, me permitió saber en qué lugar me paraba respecto de mi femineidad y mi historia de mujeres trabajadoras, con lo que me respondí mi pregunta inicial.

Bibliografía

Mirta Z. Lobato: "La vida en las fábricas" Trabajo, protesta y política en una comunidad obrera, Berisso (1904-1970).

Mirta Z. Lobato: "Lenguaje laboral y de género en el trabajo industrial". Primera mitad del siglo XX en Historia de las mujeres argentinas siglo XX.

Mirta Z. Lobato (Dirección de Tomo): Nueva Historia Argentina. El progreso, la modernización y sus límites (1880-1916) – Tomo V.

Mirta Z. Lobato (editora): "Cuando las mujeres reinaban. Belleza, virtud y poder en la Argentina del siglo XX".

Dora Barrancos: "Inclusión/Exclusión – Historia con mujeres".

Dora Barrancos: Conferencia de noviembre de 1997

Philippe Ariés y Georges Duby: "Historia de la vida privada. La vida privada en el siglo XX tomo 9.

 

 

Autor:

Lic. Adela M. Jordá

2º Cuatrimestre del 2005

UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES

MAESTRIA EN CIENCIAS SOCIALES DEL TRABAJO

MATERIA: HISTORIA SOCIAL DEL TRABAJO

PROFESORAS: Dra. Mirta Zaida Lobato

Dra. Silvana Palermo

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