Las tablas vacías
I
Tal vez a muchos de los que allí viajaban les habría sucedido lo mismo, pero él, tan acostumbrado al menosprecio, no vaciló para mover su radiográfica mano, y decir adiós a todos los que a lo lejos lo miraban, y decir adiós a nadie. Porque a ninguno conocía.
Por esa escalera subieron las vivencias que todo hombre afanosamente conserva, y también, aquellas que por razones muy personales, nunca se desprendieron de su mente, y eran, cada una, las que le vivían bajo el surco de sus arrugas, entre las grietas de sus talones, acallados y secos, miserablemente ese día bellos; dando soporte a los años que semejaban tantos, pero que sólo eran los 66 kilos de un hombre con aguda flaqueza, a quien el tiempo talló su vida sin escuadra. Sin media exacta.
Martín Cortés era como tocar un ramaje olvidado, un árbol que se tala y se trabaja hasta saberlo duela. Era también como el Cedro que un día con sus raíces acarició el aire.
Se encontraba sentado dentro del avión y desde la cabina el capitán les daba la bienvenida, mientras se disponían a despegar de la pista. Miró a su alrededor, y por la expresión de los rostros, terminó por darse cuenta que la sensación de incertidumbre no sólo a él le habitaba, sino que era compañera de los demás pasajeros.
En su juventud había sido un crítico permanente del sistema que gobernó su país durante 71 años sin interrupción alguna, y ello le había dejado grandes experiencias, recuerdos, y principalmente, la satisfacción de saber que en su momento fue un hombre que se la jugó con todo -y a veces contra casi todo-. Allí sentado, sin preguntarse siquiera el por qué se encontraba en aquel avión, recordaba las palabras de un compañero de su juventud, quien frecuentemente citaba a José Ortega y Gasset, en clara alusión a que "el hombre debe ser hombre en su tiempo", y él, un día se propuso no llegar a viejo sin ser hombre en su tiempo.
A sus 21 años, había decidido ir a estudiar a la ciudad de México; sin contar con apoyo alguno, sin conocer la ciudad, sin tener amigos, ni tampoco familiares. Un día emprendió ese camino, y durante años la pasó en las aulas de Ciudad Universitaria. En ese lugar, tuvo por costumbre, no sólo asistir a las clases de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales; también le gustó mezclarse entre los alumnos de la Facultad de Filosofía, y por el simple placer de asistir a los eventos de calidad que se organizaban en Arquitectura, frecuentemente se le veía por el auditorio de esa escuela. Para él, Ciudad Universitaria sí que en realidad se convirtió en su pequeña ciudad.
La aventura del Distrito Federal la entendió como uno más de los retos que con los años, habrían de orillarlo a salir del país por sus constantes inconformidades y manifiestos en contra del gobierno, en una época en que se hablaba de libertad de expresión y respeto a las ideas. Acciones que finalmente le obligaron a llegar a Canadá, con el carácter de refugiado político.
En ese momento, como mera coincidencia, la escena se repetía: un avión al extranjero, un destino incierto, y un nuevo capítulo que le hacía recordar su experiencia en el 68, aunque era consciente de una gran diferencia, pues en el presente, estaba seguro de que no habría más Tlatelolcos, ni más 71´s, pero sí sería necesaria mucha paciencia para sobrevivir a la intolerancia e intransigencia.
II
De repente sintió que la fuerza de dos hombres lo levantaron del suelo, mientras uno de ellos, él más alto y moreno le decía:
-Ya ves cómo son las cosas Martincito: de joven te partiste la madre por muchos de los de tu generación, dizque pa´ que hubiera una mejor calidad de vida, justicia y todas esas mamadas, y mira nomás, no te tocó ni la cola del cometa; pues ni a trabajo de planta llegaste.
Luego siguió diciendo:
-Quién te mandó andar de baboso y con ideas revolucionarias. Por lo mismo revoltoso yo creo que no te aplacaste.
-Qué pendejo fuiste, porque tus demás compañeros de movimiento sí agarraron la onda y la mayoría de ellos quedaron bien parados y con buenas chambas, y otros más, hasta diputados federales fueron.
-En pocas palabras, qué lástima que no lo entendiste a tiempo.
-Mira nomás qué pinches garras te cargas y en qué fachas andas.
Martín, estaba recargado en una pared de la calle. Con debilidad extrema alzó su vista, no pronunció palabra, y sin objeción alguna se dejó levantar, jalado por los dos sujetos que a decir de su actitud, más parecían de una corporación militar o policíaca, que de una institución de beneficencia o de bienestar social.
Échalo atrás -dijo uno de ellos-,
-y cierra bien la pinche puerta, no sea que se nos vaya salir en una de las vueltas y entonces sí nos lo cobren como nuevo, o se nos arme la bronca.
Al abrir la puerta trasera de la pick up, lo empujaron como si aventaran un costal. Enseguida la cerraron, y ya en la cabina, arrancaron el vehículo con cierta velocidad, como pretendiendo que nadie se diera cuenta de lo ocurrido.
Martín no preguntó, ni tampoco se preocupó por saber la razón o el motivo del por qué actuaban de esa manera en su contra. Finalmente, en su vida había tenido las suficientes experiencias como para que en ese momento, en que según sus cuentas ya iban a ser tres los días que no probaba alimento, optara por hablar de sus derechos ciudadanos. De antemano sabía que de todo lo que le sucedía, no había razón para ello, pero ni su salud, ni su estado de ánimo, ni aún sus derechos o argumentos, le daban fuerza para ponerse a discutir o defender la situación por la que atravesaba. Y así, recostado sobre el piso de la camioneta, y tan sólo unos minutos después de transitar a gran velocidad, sintió que finalmente la unidad se detuvo en algún punto de la ciudad. Habían llegado a una de las Delegaciones de aquella gran metrópoli, en otros tiempos conocida como "la Ciudad de los Palacios".
Sin miramientos o consideración alguna, por la parte trasera del edificio se introdujeron al sótano con todo y vehículo. Cuando ya se encontraban dentro, de una manera brusca lo jalaron y bajaron. Uno de los gorilones lo tomó con fuerza por atrás de su camisa, y lo llevó por unos angostos pasillos. Martín vio pasar por sus ojos muchas puertas de madera, todas ellas cerradas, hasta que en un momento inesperado, doblando hacia la derecha, de nueva cuenta lo aventaron: allí se enteró que no estaba solo: al igual que él, en aquel lugar se encontraban otras personas, todos del sexo masculino, y la mayoría de ellos con apariencia de menesterosos, bastante sucios y otros más en un aparente estado mental dañado, o ebrios, seguramente por el alcohol u otro tipo de drogas.
III
Fue justamente el Partido de la Totalidad Interrumpida que llevaba dos sexenios fuera del poder, quien contando con la complicidad del gobierno, convocó y organizó el gran festival en el que participarían muchos niños de aquel país, trasladados desde diferentes lugares en todos los medios que tuvieron a su alcance. En los pueblos más apartados de la geografía nacional, se usaron carretas de tracción animal para trasladarlos hasta los autobuses del pueblo más cercano; en otros lugares, a los niños se les llevó en el tren, e incluso, se dieron casos en que algunos caciques de pueblo, con tal de quedar bien con sus patrones políticos, pagaron el alquiler de avionetas para trasladar desde las zonas selváticas o boscosas de sus estados, a aquella avalancha de niños; pues según los organizadores, era importante que la frescura infantil hiciera contraste con la mayoría de caras pálidas y arrugadas de los ancianos que también estarían congregados en el magno evento.
Pero la idea de concentrar a todos esos niños, trajo consigo un gran problema: muchos de los padres no querían que éstos fueran solos, sin la presencia de personas bien conocidas por ellos. En base a esto, se acordó que por cada 10 infantes viajara un adulto en representación de los papás; de tal manera que a los 50,830 niños que lograron trasladar, se sumaron cerca de 5,100 personas, que originalmente los organizadores no tenían contempladas en la relación, y pasaban a ser extras en la lista de asistentes; sin embargo, como de lo que se trataba era de concentrar mucha gente, no hubo ninguna objeción y permitieron que junto a ellos viajaran sus acompañantes adultos.
Respecto a los ancianos o personas de edad, en cada una de las regiones o estados de aquel país, se habían llevado acciones similares a las que vivió Martín Cortés, y los líderes políticos de todas las entidades reportaban una cantidad que se aproximaba a las 185,000 personas que para esas fechas, recibían ya, ciertas instrucciones de cómo es que deberían actuar y comportarse durante el evento al que iban a llevarlos, aclarándoles a todos, que en caso de que no acataran sus indicaciones, ya tenían detectados a cada uno de sus familiares, y se tomarían represalias contra ellos si no obedecían al pie de la letra las órdenes.
Tener en resguardo a esa enorme cantidad de adultos y niños desde 15 días previos a la realización del evento, alimentarlos bien para que no lucieran demacrados o emergidos de una hambruna social, y darles toda una serie de explicaciones acerca de cómo deberían vestir, expresarse y comer cuando estuvieran en presencia, principalmente de extranjeros, le costó a ese partido, el equivalente a todo un presupuesto mensual destinado a la educación de aquella nación.
A estas alturas ya tenían contratadas una cadena de fábricas maquiladoras, que desde hacía meses estaban diseñando vestuarios o trajes típicos de cada uno de los estados o regiones del país, en casi todas las tallas y medidas, puesto que prácticamente la totalidad de los asistentes al evento, serían los niños, sus acompañantes y los más de cien mil ancianos o desprotegidos sociales, acuartelados previamente por el partido convocante, que contaba con la complicidad del gobierno.
IV
Era por el mes de marzo, cerca de la primavera; aquella inmensa plaza se encontraba llena de pequeños estantes de comida típica; el papel de china cortado con tijera se sumaba al colorido de los trajes regionales que todas las personas allí reunidas portaban, aparentando ser originarios de cada una de las regiones del traje que vestían; la música que en ese momento se escuchaba, eran piezas musicales que muchos de los allí presentes bien podrían haber calificado como un segundo himno nacional: "El Huapango de Moncayo", "El Jarabe Tapatío", "Las Alteñitas", "La Bamba" y "El Son de la Negra". Aquel ambiente era todo un caleidoscopio humano, justo en la gran plaza que un día anterior habían inaugurado las autoridades y que llamaron "Plaza de la Amistad y Hermandad de los Pueblos Iberoamericanos"; 24 horas después, coincidían en el mismo lugar, a un mismo tiempo, sectores de la más extrema pobreza de esa nación. Niños, ancianos, y gente también, relativamente joven, invitada por el Partido de la Totalidad Interrumpida; el escenario contrastaba con la presencia de los más altos dirigentes del partido político convocante; los funcionarios y ex funcionarios emanados del mismo instituto, y todos los enviados por cada una de las naciones del planeta, quienes a petición de los organizadores, asistían a presenciar la clausura de la campaña por la presidencia de la república, de aquel octogenario partido político.
Junto con los representantes de cada nación, llegaron también delegaciones de personas de la tercera edad, que con la representación de sus países vinieron a preparar, y repartir las comidas típicas de sus naciones, vistiendo, al igual que los ancianos originarios del país anfitrión, sus propios trajes regionales.
Por todo eso, el evento pasó a convertirse en un verdadero atractivo para los nativos de aquel lugar. También lo fue para la gran cantidad de extranjeros que en calidad de turistas, recorrían los estantes, a los que se les identificaba el país que representaban por las banderas que les habían colocado en cada uno de los extremos. A ello se sumaban los letreros que describían la historia de los trajes, las comidas y regiones, principalmente en cuatro idiomas: español, inglés, francés y alemán. Esa celebración realmente era algo que impactaba; totalmente fuera de lo común, pues incluso; sin que se les hubiera solicitado, en el interior de cada pequeño estante, casi todos los representantes de los más de 150 países asistentes, habían traído su propia música típica, la cual se escuchaba a un mismo tiempo, en pequeños aparatos reproductores de música.
V
Al terminarse el acto, fueron necesarios poco más de 3 mil autobuses para trasladar a los niños y sus acompañantes y los más de 130 mil ancianos fueron llevados directamente a varios aeropuertos, tanto civiles, como a pistas aéreas del ejército, y otras del propio gobierno. Toda una flota de aviones previamente solicitados a diferentes naciones se encontraban desde esa tarde en hangares y en los estacionamientos aéreos, con el objeto de cumplir la misión de trasladar a todo un mar de gentes, que justo en esa noche, sin que pasara otra más, por acuerdo secreto del gobierno, junto con el partido convocante, tendrían que dejar el país.
No hubo toma de parecer, ni se les anticipó nada al respecto; por lo mismo, ninguno tuvo la oportunidad de despedirse de parientes, familiares o amigos. En los aeropuertos, quienes en realidad los despedían al decirles adiós, eran militares vestidos de civiles que habían resguardado a los ancianos hasta la puerta de cada uno de los aviones, simulando ser sus familiares.
En este operativo se necesitaron más de 200 pistas. Los viajes, según se sabía entre ellos, tendrían en promedio -dependiendo del punto de donde estuvieran saliendo-, de dos a tres horas de vuelo. Todos los aviones estaban previamente preparados para hacer hasta tres rutas de ida y vuelta, en razón de la gran cantidad de gente que se tendría que trasladar; su destino: Isla Berenice, ubicada en el Pacífico, dentro del mar patrimonial de aquella nación, en la cual, por cierto, desde meses atrás se trabajó en la construcción de albergues para hospedar a los ancianos que serían trasladados, y pistas aéreas improvisadas para el aterrizaje de tantos aviones que habrían de bajar entre la noche y madrugada, así como grandes depósitos de turbosina, y se encontraban también, técnicos y asesores en aeronáutica, al igual que refacciones aéreas, por lo que se pudiera llegar a ofrecer durante aquella jornada.
En pleno vuelo, una azafata -siguiendo las indicaciones que transmitía el capitán de aquella aeronave-, aparte de hacer los señalamientos de rutina, les mostraba una pequeña mochila, mientras se les indicaba que ésta, era un obsequio de su gobierno, y que la misma contenía un cambio de ropa, una toalla, jabón de tocador, así como pasta y cepillo de dientes, y el nombre de cada uno de ellos grabado por fuera, para que no hubiera confusión al tomarla; la cual, desde antes que subieran al avión, ya se encontraba colocada en el portaequipaje correspondiente a cada uno de los viajeros de la unidad.
A esas alturas, los pasajeros empezaban a trasmitir sus inquietudes, dudas y temores por lo que serían sus destinos inmediatos y principalmente, por no saber qué rumbo llevaban las aeronaves.
Martín permanecía en absoluto silencio, recordando lo que le venía sucediendo desde hacía 15 días y todo lo que vivió en una buena parte de su vida. Pensó que no existía ninguna duda; le había tocado la suerte de vivir en un país, en donde por muchos años -sin saber incluso cuántos más-, el sistema político gobernante, si debido a muchos de sus líderes, no era según lo pensaba, la mejor opción, ese partido en su época había demostrado su habilidad para equilibrar las fuerzas políticas de la nación, y así; ser un partido de caudillos cuando en realidad fue necesaria una época de caudillos. Un partido de instituciones cuando esto se requirió. Simpatizar abiertamente con la izquierda cuando el mundo se polarizaba, e inclinarse a la derecha cuantas veces se necesitó. Siempre haciendo las suficientes alianzas y pactos sociales bajo el agua, de tal manera que los que se quedaron pensando que el rumbo político de aquella nación cambiaría, se equivocaron rotundamente, y gentes, como Martín Cortés, vivieron durante muchos años entre penurias, hambres y sueños guajiros, pues incluso aquel instituto político había sido lo suficientemente inteligente, como para crear otro tipo de partidos que simularan ser sus adversarios, sin que el pueblo se diera cuenta que todo eso era parte de una farsa. Todo estaba debidamente preparado, de tal manera, que aunque no gobernaran siempre ellos, aunque por periodos hubiera rotación de partidos, en el fondo sería totalmente igual: coincidencia de propuestas, alianzas para acuerdos legislativos y la simulación de ser adversarios, contando siempre entre unos y otros, con un buen grupo de enlaces y emisarios, con salarios y partidas secretas o discrecionales, para "solucionar todo tipo de problemas".
El proyecto contemplaba únicamente el arribo de dos partidos, quienes se alternarían entre ellos el poder. Pero hoy, surgía en aquella nación, una tercera fuerza, aglutinada por grupos de izquierda, y eso no estaba contemplado en el proyecto original, pues en su estrategia, los partidos que surgieran paralelos a los dos principales, únicamente servirían para armar alianzas con uno o con otro, e incluso en un principio, el surgimiento de un tercero, de izquierda, no les preocupó, porque al final sabían de métodos, como las caídas de sistema, que les permitirían arribar al poder, para luego darles paliativos a los izquierdosos o rojillos, y "tranquilizarlos", a sabiendas de que su actitud cívica, no les permitiría ni aceptar prevendas, ni arropar la idea de levantarse en armas. Así había sucedido en 1988, en el 2006 y algo parecido intuía en aquel año 2012.
A ello agregarían un manejo tendencioso de los medios de comunicación y las encuestas, la coacción del voto y el obsequio de despensas acorde a esa época, a través de tarjetas, tipo monederos electrónicos. Pero a esas fechas, el panorama se había modificado, pues se habían presentado acciones que no estaban contempladas en la estrategia previamente diseñada. De allí el problema que se les podría desencadenar.
A Martín le había tocado vivir en una república única en lo que a política se refería, pues ya había quedado demostrado que en otras épocas si algún dirigente quisiera cambiar el rumbo, estaba condenado a morir. En las altas esferas de los demás partidos ese destino era perfectamente conocido y quienes lo desconocían, eran precisamente las mayorías populares, y por ello, de una manera fanática, defendían a toda costa a sus líderes y partidos políticos, contribuyendo con ello al juego de la democracia.
El concentrar en una isla a los ancianos de esa nación era una estrategia más de aquel gigante de partido, con la complicidad absoluta del gobierno en turno. Se trataba de descontaminar el ambiente, dar la imagen de un país moderno, de jóvenes, de prosperidad, y en ese remolino político-estratégico quedó atrapado Martín Cortés. Él terminó de entenderlo justo unos minutos antes de que aterrizara el avión, e iniciara su nueva vida en Isla Berenice.
Con un pañuelo blanco se limpió sus ojos, mientras se mordía un extremo de su labio inferior. Pensó que siempre fue congruente con su pensamiento, pero allí concluyó que en él ya no había edad para seguir luchando por más cambios.
Lo que sí le quedaba claro, era que su país, de nueva cuenta giraba hacia la izquierda, y que el dilema de aquel grupo sería el cómo encontrar el equilibrio de fuerzas, puesto que el gobierno en turno quería continuar con el mismo modelo neoliberal, implementado desde 1983. Un modelo que tenía sumido al pueblo en la extrema pobreza, aunque a decir de las élites, marchaba muy bien.
Según ellos, los salarios eran suficientes y todo estaba en orden, hasta que uno de los líderes políticos, forjado a la antigua usanza, en una universidad privada llamó porros y acarreados a un grupo representativo de jóvenes, por mostrar su rechazo al candidato del Partido de la Totalidad Interrumpida, quienes molestos por esta acción, y al ver la cerrazón de los medios de comunicación para difundir las noticias con objetividad y parcialidad, iniciaron una serie de protestas y conformaron la agrupación #Yo Soy 132, a las que se sumaron otras más en el territorio nacional, con gentes de todos las edades, y condición social.
Los medios de comunicación, aliados de los grupos entronizados en el poder, intentaban minimizar estas acciones, pero la solidaridad de los jóvenes a ese movimiento y el rechazo a los medios de comunicación, se dieron en cascada, convocando y utilizando las redes sociales, mismas que jugaron un papel inédito en ese acontecimiento.
Por esto, principalmente fueron ellos los que pusieron de cabeza a los estrategas, y los obligaron a generar un cambio de planes, ya que como bien se sabía, quienes gobernaban en ese momento no querían ceder el gobierno a los grupos de izquierda, pues los encumbrados se habían acomodado a trabajar como buenos socios, con ciertas élites que eran precisamente las que hoy se negaban a modificar los planes.
El reto no era sencillo, mucha gente, principalmente joven, quería otra alternativa. Había un hartazgo generalizado, no deseaban regresar al pasado con gobiernos amañados. Las campañas políticas estaban terminando, y el único que podía hacer ese cambio, era el pueblo a través del voto.
Lamentablemente era un pueblo manipulado como en ningún otro lugar del mundo, con empresas de telenovelas y noticiaros que desinformaban y deformaban la conciencia, en base a intereses de los empresarios o dueños del poder, por lo que vergonzosamente sólo escribían y hablaban lo que les dictaban sus patrones y socios.
En esa coyuntura fue que a Martín Cortés y a muchos otros, les obligaron a abandonar el país, seguramente mientras se definía el nuevo rumbo de nación, en tanto la gente votaba por más de lo mismo, o por un cambio.
Autor:
Ramón Velasco Medina